Disclaimer: Yo no tengo nada. Los derechos de Harry Potter y sus personajes, etc. Etc. Son de Rowling y cía. La trama es de mi amiga Lana Lang. Yo soy un simple intermediario.

Nota: He intentado varias veces encontrar esta historia a través del buscador sin éxito. Actualmente, si no fuera por los 3 reviews que he recibido, pensaría que no ha sido publicada en absoluto. Si alguien sabe pq pasa esto, por favor que me lo explique. ¡¡Gracias!!

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VII

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Reuniones y discusiones

Parte 1

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Con paso majestuoso entró en la sala. Todo el mundo había quedado en un silencio asombrado. Incluso el sombrero seleccionador. La figura se detuvo delante de éste, con las miradas de alumnos y profesores clavadas en ella. El profesor Dumbledore se levantó.

- Sybill, querida, ¿ocurre algo? –repuso con voz calmada pese a no haberse repuesto de la sorpresa de ver a la profesora de Adivinación bajar de su torre. Normalmente se excusaba de todas la comidas alegando que tanta gente perturbaba su ojo interior. Pero cuando la bruja, cuyas enormes gafas ampliaban sus ojos en blanco, habló, no lo hizo con su habitual voz mística, sino con una voz ronca que solo Dumbledore había oído, una vez.

- El regreso de la esperanza está cerca… El niño que le venció una vez ha muerto… - dijo a nadie en particular. Un jadeo recorrió la enorme sala al oír estas palabras. El rostro de Dumbledore se ensombreció, así como el de muchos profesores. Hermione se refugió en los brazos de Ron, ocultando su rostro, mientras éste miraba incrédulo a la profesora Trelawney. Ginny había empezado a llorar en silencio, sin perder detalle de lo que decía esa mujer.- El niño ha muerto para dar paso al hombre decidido a vencerle de nuevo… Pero si cae en la oscuridad y se une al Señor Tenebroso, nadie podrá detenerles… El regreso de la esperanza está cerca… No dejéis que caiga…

Trelawney calló, se estremeció, y pareció despertar de su trance. Miró a su alrededor sin saber cómo había llegado hasta ahí y, después de disculparse ante Dumbledore, salió del Gran Comedor murmurando por lo bajo y preguntándose por qué la miraban todos con aquellas caras.

El silencio se mantuvo por unos minutos. Nadie estaba muy seguro de lo que había ocurrido. Los muchos alumnos que pensaban que la profesora de Adivinación era un fraude se preguntaban si había sido otro de sus espectáculos de salón; mientras que los pocos que creían en sus dotes de adivinación intentaban descifrar sus palabras. En la mesa de Gryffindor Ron, Hermione y Ginny se miraban, debatiéndose entre el alivio de saber que Harry no estaba muerto y la confusión causada por la advertencia de que podía unirse a Voldemort. ¿Harry unirse al asesino de sus padres? Imposible…¿no? Por supuesto, ellos sí sabían lo que acaban de presenciar, lo mismo que Neville y Luna, pues habían tenido cierta experiencia en el Ministerio. La profesora Trelawney acaba de hacer una profecía. Una de las auténticas.

- ¡Que comience la selección! –rompió el silencio el sombrero seleccionador. Todos se habían olvidado de él, pero ahora lo miraban sorprendido. ¿No pensaba terminar la canción? Sabían que el sombrero pasaba todo el año preparándose para su única aparición ante el alumnado. Tras ver que el profesor Dumbledore asentía, la profesora McGonagall empezó a nombrar a los nuevos alumnos para que se sentaran y se pusieran el sombrero. Ron, Hermione y Ginny aprovecharon para hablar en susurros, pero no fueron los únicos. Parecía que todo el mundo en el Gran Comedor hacía lo mismo, incluidos los profesores, y por primera vez ningún aplauso recibía a los nuevos miembros de las casas.

- Eso ha sido una profecía, ¿verdad? –decía Ron. –Una de las auténticas.

- Sí, eso parece –contestó una Hermione pensativa. -¿Quién iba a pensar que ese viejo fraude realmente fuera capaz de hacerlo?

- Hermione, tú siempre has defendido que Dumbledore tendría una buena razón para confiar en Snape –adujo Ginny.- Aún si no la compartía con nosotros. ¿Por qué iba a ser Trelawney distinta?

- ¿Quieres decir que fue ella? –Hermione tenía los ojos como platos y se había quedado lívida.

- ¿Qué dices? –preguntaron los Weasley al mismo tiempo.

- Pensadlo un momento. ¿Qué ponía en la esfera de la profecía? –Ginny y Ron se miraron, intentando averiguar si el otro también pensaba que la chica estaba insinuando lo que parecía insinuar.

- S.P.T. a A.P.W.B.D. –intervino Neville, que había estado escuchando su conversación en silencio. –Señor Tenebroso y (?) Harry Potter. –Todos le miraron asombrados y él se sonrojó. –La tuve un rato en mis manos. Y fue culpa mía que se rompiera. –Bajó la vista apenado. –Jamás podré olvidar nada de lo que ocurrió allí.

- No pudiste hacer nada. –le consoló Hermione. –Ninguno pudo hacer más de lo que hicimos. Pero sí, eso es exactamente lo que ponía.

- ¿Estás diciendo que ese S.P.T. es en realidad la profesora Trelawney? –preguntó Ginny.

- Si no llego a ver esto con mis propios ojos jamás lo hubiera creído posible, pero ahora me parece que es muy probable.

- ¡Entonces podríamos preguntarle!

- Ron, por favor. ¿Es que no has visto lo que ha pasado?

- Pues claro. ¿Y? –se defendió Ron, molesto por el tono exasperado de su hermana. Fue Hermione quien respondió.

- Trelawney no se enteraba de nada. No parecía recordar ni cómo había llegado al Gran Comedor. Debe ser algún tipo de trance. No creo que sepa lo que ha dicho hoy, mucho menos lo que dijo hace años.

En ese momento el rumor de las conversaciones se acalló. Al levantar la vista, el grupo de Gryffindor vio por qué. La selección había terminado, el sombrero y su taburete habían desaparecido de la vista y el profesor Dumbledore estaba de pie.

- Este ha sido, sin duda, un inicio de curso diferente. Para empezar, déjenme decirles que lo ocurrido esta noche aquí deberá permanecer en el más absoluto secreto. La información es un arma poderosa, y no creo que ninguno de nosotros quiera darle más armas a nuestro enemigo. –Dirigió una mirada rápida a la mesa de Slytherin, dónde sin duda si había quién lo haría encantado, y en seguida prosiguió. –En segundo lugar, no quiero que llegue a mis oídos que nadie ha intentado interrogar a la profesora Trelawney acerca de lo que ha dicho. El castigo para quién lo hiciera sería extremadamente severo. Espero que todos comprendan la necesidad de tomar estas decisiones y las respeten. Y ahora, antes de hablarles de este nuevo curso, será mejor que nos llenemos la panza. ¡A comer!

La comida apareció en las mesas y los estudiantes empezaron a comer, Pero en vez del acostumbrado jaleo lleno de risas y comentarios acerca de las vacaciones, solo se oían conversaciones susurradas. También en la mesa de los profesores se prestaba más atención a comentar lo ocurrido que a la cena. Cuando desaparecieron los postres Dumbledore se puso de nuevo en pie y se hizo el silencio de inmediato.

- Como siempre, advertir a los de primer año, y recordarles a todos los demás, que la entrada al bosque de los terrenos del castillo está prohibida para los alumnos, así como realizar magia en los pasillos y una larga lista de artículos que podrán consultar en la conserjería. –Dumbledore pareció quitarse de encima las normas básicas de la escuela rápidamente para pasar a asuntos más serios y se tomó un momento antes de continuar. –Este año va a ser algo distinto a los anteriores, dadas las circunstancias que todos sabemos. Para empezar, habrá un cambio importante en la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras. El profesor Severus Snape ha accedido amablemente a compaginar sus obligaciones como profesor de Pociones con las clases de Defensa. –Murmullos de felicidad recorrieron la mesa de Slytherin, en contrapartida a las quejas que surgieron del resto de casas. Tener a Snape en dos clases era lo peor que podía ocurrirte en Hogwarts si no eras de Slytherin. –Esto será así para los cursos de primero a tercero. Para los alumnos de cuarto en adelante, hemos organizado la asignatura como una serie de conferencias impartidas por distintos y respetados miembros de la comunidad mágica, que por su trabajo, están en condiciones inmejorables para enseñarles lo que necesitan para enfrentarse a las artes oscuras, especialmente magos oscuros. Como, por ejemplo, aurores o medimagos. –Un suspiro de alivio surgió de las docenas de pulmones de los que se habían librado de Snape. – Otro cambio, que espero que no se tomen demasiado mal, es la suspensión del torneo de Quidditch y la Copa de las Casas. –Dumbledore tuvo que esperar un momento a que las protestas terminaran. –La razón para esto es sencilla. Ambas competiciones fomentan la rivalidad entre las casas, y como bien nos ha advertido nuestro querido sombrero seleccionador, necesitamos mantenernos unidos para ser fuertes en los momentos adversos que pueda depararnos el futuro. Pero el claustro de profesores es consciente de la necesidad de los jóvenes de algún evento que les permita evadirse temporalmente de los rigores de la vida de estudiante –añadió con una sonrisa, aunque para los más observadores era obvio que ésta no llegó a sus ojos. –Así que hemos preparado un torneo de duelos. Las normas del torneo y las solicitudes para participar las encontrarán en el tablón de anuncios de sus respectivas salas comunes. ¡Y ahora, sin más que añadir,…! –Tuvo que levantar la voz para hacerse oír por encima del tumulto que la noticia había organizado. Pero no continuó hablando. Los alumnos empezaron a callarse al ver a Dumbledore y los demás profesores, que miraban muy sorprendidos hacia la entrada del Gran Comedor. Todos siguieron la dirección de sus miradas.

- No. No es posible –dijo Hermione. –¿Sirius?

A las puertas del Gran Comedor se encontraba un hombre de larga melena y profusa barba, con las ropas sucias y rasgadas. Avanzaba hacia las mesas lentamente, con la varita en su mano derecha. Al reparar en ese detalle, Snape reaccionó. Sirius Black estaba muerto, y fuera quién fuera ese hombre era estúpido si creía que ese disfraz iba a servirle. Levantándose de un salto sacó su varita y gritó:

- ¡Expelliarmus!

- Protego –dijo con desgana el extraño al tiempo que movía su varita ante él. El conjuro de Snape rebotó en el escudo y le fue devuelto. La varita saltó de su mano y él se vio lanzado hacia atrás, golpeándose duramente la cabeza con el suelo al aterrizar. Un jadeo recorrió las mesas de los alumnos. Los profesores, en cambio, apuntaron sus varitas hacia el desconocido, pero Albus Dumbledore levantó una mano.

- No sabía qué me esperaba cuando llegara, pero este es el recibimiento que menos había pensado –repuso el extraño con voz divertida. –¿Es que se me ha expulsado y no me he enterado?

- ¿Y usted es…?

- ¡Vaya! ¿Tanto he cambiado? Supongo que sí. ¿Qué tal ahora? – Y con una sonrisa, bajo la atenta mirada de todo el colegio, llevó lentamente la mano a su cara y, echando hacia atrás su flequillo, mostró a la asombrada concurrencia unos ojos de un intenso verde esmeralda y la cicatriz en forma de rayo que siempre le había hecho tan reconocible, muy a su pesar.

- ¡Harry! –gritaron levantándose Ginny, Ron, Hermione y Hagrid. Ya estaban apartando las sillas para correr hacia su amigo cuando la voz de Dumbledore les detuvo.

- Quieto todo el mundo. Por favor, Minerva, llévale a mi despacho. Los demás, a sus salas comunes.

La profesora McGonagall se acercó rápidamente a Harry y, cogiéndole por el brazo y sin dirigirle una sola palabra, le guió a paso rápido por las escaleras. Él se dejó llevar tranquilamente y con una sonrisa mientras miraba hacia atrás para ver a los demás profesores ayudar a Snape a levantarse. Mientras subían hacia el despacho del director, la profesora no habló ni le miró una sola vez. Harry estaba seguro que eso se debía ante todo al disgusto que les había dado al escaparse de casa, pero también un poco por el mal ejemplo que había dado con su entrada. Lo mismo ocurriría seguro con los demás cuando se les pasara el alivio de verle sano y salvo. Una vez en el despacho de Dumbledore, McGonagall conjuró una silla y ordenó a Harry tomar asiento.

- ¿Ha cenado, Potter? –preguntó con voz cortante y severa.

- La verdad es que no. Tenía la esperanza de llegar a tiempo para cenar aquí. No he probado una comida decente en mucho tiempo, profesora –contestó alegremente.

- ¿Y quién tiene la culpa de eso? –repuso gélida la mujer. Pero con un movimiento de varita hizo aparecer un plato lleno de emparedados fríos de carne asada. Harry cogió uno mirando a su alrededor con curiosidad. La última vez que estuvo en ese despacho fue justo después de la muerte de su padrino, y él había destrozado cuanto encontró a su paso. Pero ahora tenía el mismo aspecto de siempre. Incluso los extraños objetos plateados volvían a estar en perfecto estado y en su lugar de costumbre. Fawkes, el fénix de Dumbledore, lo miraba desde su percha. Harry dio un mordisco al bocadillo y sonrió más abiertamente.

- Gracias, profesora. Está delicioso.

- Tienes un aspecto deplorable –fue la respuesta de la profesora, mirándole atentamente y con algo menos de frialdad. –La señora Pomfrey tendrá que confirmarlo, por supuesto, pero parece que estás bastante sano.

- Soy mayorcito. Sé cuidarme sólo, profesora. –Harry no abandonaba en ningún momento ese tono alegre y desenfadado, lo que pareció molestar a la mujer, que volvió a su actitud recta y dura de siempre.

- Espero que haya disfrutado de su escapada, Potter. Le habrá parecido divertido preocuparnos a todos.

- La verdad, profesora -respondió Harry con la misma severidad y con una mirada extremadamente fría que McGonagall no había visto nunca en su alumno, –es que he disfrutado enormemente de mi libertad. Libertad que por primera vez en mi vida he podido gozar, haciendo lo que yo creía conveniente en vez de lo que los demás me empujaban a hacer. –Ella abrió la boca para replicar, pero se vio interrumpida por el chirrido de la puerta al abrirse.

- Tengo que pedirle al señor Filch que engrase esta puerta… -dijo Albus Dumbledore al entrar. Tomó asiento y observó a Harry por un largo rato. El joven simplemente comía en silencio, mirando la luna que brillaba entre las nubes a través de la ventana. – Bien, Harry, dime qué ha pasado este verano, por favor.

- Como le estaba explicando a la profesora McGonagall… -contestó Harry mirando a Dumbledore a los ojos y señalando a la mujer con un ademán de su mano libre –estaba disfrutando por primera vez de la libertad que durante dieciséis años se me ha negado.

- Podría haber sido la última, Potter –dijo indignada la aludida. –Quien-usted-sabe estaba tras su pista.

- ¿Voldemort? –Harry disfrutó del pequeño respingo de su profesora al oír el nombre del Señor Tenebroso. –Él siempre anda tras mi pista. Cubrí bien mi rastro, como, estoy seguro, pudieron comprobar –repuso Harry con calma y una sonrisa. –Además, esa es precisamente la principal razón para hacer lo que hice. Si he de convertirme en asesino o cadáver, no creo que tenga demasiadas oportunidades de repetirlo. ¿No cree, profesor?

- ¿De qué demonios está hablando, Potter? –se sobresaltó la profesora. Su alumno hablaba de convertirse en asesino o cadáver como si fuera algo seguro, y sin inmutarse.

- ¿No le ha contado nada de la profecía? ¡Creí que ella era su mano derecha! –le dijo a Dumbledore con fingida sorpresa.

- ¿La profecía? ¿No se había roto?

- Minerva, no es momento para hablar de eso. Por favor, déjanos solos. –Dumbledore esperó a que la puerta se hubiera cerrado tras ella, que parecía algo molesta por quedarse en la ignorancia. -¿Qué pretendes hablando de la profecía tan abiertamente?

- Creí que confiaba en McGonagall –dijo encogiéndose de hombros.

- Profesora McGonagall, Harry. Y sí, confío en ella. Pero no creo que debas coger la costumbre de tratar ese tema tan a la ligera.

- Yo no soy como usted, profesor –dijo enfatizando la última palabra. –Yo no escondo la verdad de la gente que merece mi confianza.

- Está bien, Harry. Me lo merezco. –Dumbledore le miró apenado. Harry se dio cuenta que parecía más viejo y cansado que nunca, pero se esforzó en apartar de su mente la preocupación por él y concentrarse en el rencor que sentía por todos sus secretos y medias verdades. –Pero todos nos preocupamos por ti. Por tu seguridad.

- Usted se preocupa por la seguridad del que tiene poder para derrotar a Voldemort –le reprendió colérico Harry. –Lo único que le preocupa es poder usarme como arma contra él.

- ¡Eso no es cierto, Harry! –exclamó dolido Dumbledore.

- Claro que sí. Si no fuera así, habría buscado otra forma de protegerme que no fuera tan desagradable para mi. Si no fuera así, intentaría que el poco tiempo que podría durar mi vida fuera lo más feliz posible. –Harry levantaba cada vez más la voz, iracundo. Los numerosos cachivaches que había desperdigados por el despacho, así como los cristales de las ventanas, temblaban. Fawkes emitió un leve trino de protesta desde su percha. –SI NO FUERA ASÍ, NO ME HABRÍA ALEJADO DE LA GENTE QUE ME QUIERE CUANDO MÁS LES NECESITABA. ¡SINO FUERA ASÍ, NO ME HABRÍA ENCERRADO EN PRIVATE DRIVE CON LOS ODIOSOS DURSLEY DESPUÉS DE PERDER A SIRIUS! –En el mismo momento que pronunció el nombre de su padrino todos los cristales del despacho estallaron en pedazos. Ventanas, vitrinas, copas… Sin excepción. Hasta Fawkes se asustó, desapareciendo en medio de un fogonazo. Albus Dumbledore no había movido ni una ceja por lo ocurrido, pero parecía más preocupado que nunca.

- ¿Te ocurre a menudo perder el control de esta manera?

- No, sólo cuando le tengo a usted delante, profesor –contestó con la voz cargada de sarcasmo.

- Pues procura aprender a controlarlo, pues nos veremos a menudo este año. Snape no acepta volver darte lecciones de Oclumancia, ya me costó convencerle de que te admitiera en su clase con tus notas, y supongo que después de lo ocurrido hoy vuestra relación no va a mejorar. Tendré que dártelas yo.

- No necesito más lecciones.

- Tienes que cerrar tu mente a Voldemort para evitar que se entere de la profecía o vuelva a utilizarte.

- Jamás me hubiera utilizado si no me hubiera escondido usted lo que ocurría –dijo con una mirada acusadora. –De todas formas, si vuelve a intentarlo por fin sabré donde encontrarle.

- ¿Pretendes que lo que le ocurrió a Sirius le ocurra a alguien más? Tus amigos no te dejarán ir solo, y menos sabiendo que es una trampa.

- Ahora ya estoy advertido de lo que puede intentar Voldemort, profesor. No volveré a pedir ayuda. De todas formas, ya he aprendido a percibir cuando intenta entrar en mi mente. Lleva todo el verano intentándolo y le he rechazado. Así que, como ve, no será necesario que nos veamos más de lo estrictamente necesario.

- ¿Qué has estado haciendo este verano, Harry? ¿Qué te hace estar tan seguro de ti mismo? –Dumbledore le miraba suspicazmente. Harry le sonrió burlón.

- Eso no es de su incumbencia, profesor. Nuestra relación se limita a la de un profesor y un alumno. Lo que yo haga o deje de hacer fuera del colegio no es asunto suyo. ¿O acaso se ha olvidado de que no es usted mi tutor?

- Has cambiado, Harry. Y no me refiero solo a tu aspecto. Hay algo distinto, como una… oscuridad. Me temo que no puedo permitir que guardes en secreto lo que has estado haciendo este verano.

- Cómo si pudiera hacer algo para obligarme –se mofó descaradamente. –De todas formas, si tanto necesita saberlo, tampoco es que sea exactamente un secreto… He estado practicando las maldiciones imperdonables. –Su sonrisa se ensanchó, con lo que su expresión pasó de mordaz a ligeramente malévola. –No entiendo su sorpresa, profesor. Pensé que era evidente. ¿Qué esperaba? Fue usted mismo quién me dijo que mi destino era matar o morir. Y supongo que usted prefiere que sea yo quien sobreviva, ¿o me equivoco? Y no creo que espere usted que mate a Voldemort con un cuchillo, como un simple muggle, ¿verdad? Si fuera tan sencillo cualquiera podría hacerlo.

- Eso es imposible. Hemos estado muy atentos a cualquier señal de magia por tu parte y no ha habido ninguna.

- No es usted tan grande como todos creen si no se da cuenta que es fácil de solucionar. Pero me temo que si quiere saber cómo me las he apañado, tendrá que averiguarlo usted solito. –Harry experimentaba una mezcla de culpabilidad y satisfacción burlándose del anciano. –Quizá así se de cuenta de lo molesto que es que te mantengan a oscuras.

- Es pronto para esto, demasiado pronto. –Dumbledore negaba con la cabeza mirando a Harry con una mezcla de tristeza y horror.

- ¿Pronto, dice? ¿Cuantas vidas más he de dejar que se tome Voldemort antes de estar listo para acabar con él? ¿Tengo que darle tiempo de acabar uno a uno con todos aquellos que me importan, como Sirius? ¿Esperar a que me arrebate a Ron? ¿a Hermione? No, profesor, ahora que conozco la profecía no pienso seguir perdiendo el tiempo. Mi estancia en Hogwarts solo tiene un sentido, continuar preparándome a la espera de mi oportunidad. Ya sea cuando él venga a por mi, o cuando sepa donde encontrarle. Pero la última batalla se acerca, el momento del cumplimiento de la profecía será en nuestro próximo encuentro. Y ahora que sabe lo que quería saber, si me disculpa, mañana empiezan las clases y yo estoy rendido. Buenas noches, profesor. – Harry salió por la puerta sin que Dumbledore hiciera nada por impedírselo. Cuando la cerró detrás de él oyó como todos los cuadros de los antiguos directores, que se habían mantenido en absoluto silencio hasta ese momento, empezaban a hablar a la vez a gritos, cada uno intentando que se le oyera por encima de los demás. Bajó por las escaleras y se dirigió hacia el retrato de la Dama Gorda y la sala común de Gryffindor, donde, quizá, le esperaban sus antiguos amigos. Pronto vería si seguían siéndolo, pero estaba seguro que, fuera como fuera, volverles a ver le resultaría mucho más grato, y probablemente complicado, que el reencuentro que acababa de tener con Dumbledore.

Cuando llegó al retrato de la Dama Gorda, detrás del cual se encontraban los dormitorios de los Gryffindor, se dio cuenta de que no tenía ni idea de la contraseña. Se aclaró la garganta para despertarla, con la intención de que avisara a alguien de dentro de que él estaba ahí fuera, pero nada más verlo se puso a gritar como alma que lleva el diablo y salió disparada. Harry la vio pasar de un cuadro a otro, cuyos habitantes despertaban indignados y protestaban por su intromisión y sus alaridos. Aún estaba mirando asombrado el último cuadro en el que la vio, donde una bruja muy vieja, y al parecer muy sorda, dormía profundamente, cuando el retrato se apartó y un brazo lo arrastró a través del agujero hacia la sala común.

No se había recuperado de su sorpresa cuando se llevó otra. Él esperaba que, si por suerte no estaban demasiado enfadados, Ron y Hermione se hubieran quedado a esperarle allí dentro, pero se encontró con que también Ginny y Neville estaban esperando con ellos. Hubo un largo silencio. Incómodo. Harry buscó la manera de romper el hielo.

- ¿Qué demonios le pasa a esa? –dijo con una sonrisa y señalando hacia la entrada con un ademán de la cabeza.

- Bueno, Harry, la última persona con esas pintas que vio la Señora Gorda fue… ya sabes… -dijo Ron con una sonrisa triste. A pesar de lo gracioso del susto que se había llevado la guardiana de su entrada secreta, Sirius seguía siendo un tema delicado. Tenía miedo de cómo podía reaccionar su amigo al mencionarle a su padrino.

- Ah. –Harry también sonrió, pero con un poco más de alegría que el pelirrojo. –Pero yo no llevo ningún cuchillo. –Y enseñó sus manos vacías. Había entendido que Ron se estaba refiriendo a la ocasión en que Sirius, durante el tercer curso, había destrozado el cuadro de la Dama Gorda cuando se negó a dejarle pasar sin contraseña. –Aunque gracias a eso os habéis enterado que estaba ahí fuera. Se me olvidó preguntar la contraseña.

De nuevo se hizo el silencio. Harry, inquieto, posó la mirada en cada uno de ellos, maravillándose de lo mucho que parecían haber cambiado todos. Los cambios que se suceden lentamente ante nuestros ojos pasan desapercibidos, pero después de tanto tiempo sin verles, esos cambios resultaban evidentes, porque era improbable que se hubieran dado en tan solo dos meses.

Ron había vuelto a crecer, pero esta vez no tanto a lo alto como a lo ancho. Siempre había sido el más alto de su curso con diferencia, pero ahora ya no tenía esa pinta desgarbada. Sus hombros se habían ensanchado y parecía que había añadido fuerza a su envergadura. Ahora a penas había diferencia entre Crabbe y Goyle y él, salvo que el no parecía tonto de remate. También su cara se había vuelto más angulosa y masculina, perdidas ya las redondas formas de la niñez. Sólo su pelo seguía prácticamente igual que siempre, aunque un poco más largo y revuelto.

Hermione también había dado un último estirón y era bastante alta para ser chica. Harry no podía apreciarlo bien con las ropas del colegio, pero estaba seguro que debajo de ellas también se había vuelto más adulta.

Y Neville había cambiado más que estos dos juntos, pues no sólo había crecido una barbaridad, si no que también había perdido la mayor parte del peso que le sobraba. Sin sus rechonchas mejillas había perdido esa cara de bonachón que le hacía parecer algo bobo. Y sus ojos. Sus ojos ya no reflejaban esa timidez de antes. Eran unos ojos seguros de sí mismos. Todo en él reflejaba ese cambio, que se había librado de su inseguridad. Harry se preguntó si se debería al E.D. y la experiencia vivida en el Departamento de Misterios.

Pero el mayor cambio, en su opinión, lo había dado Ginny. O quizá se debía sencillamente a que nunca se había parado un momento a mirarla con atención. Estaba casi tan alta como Hermione, se había cortado muchísimo el pelo, dejándoselo a penas un poco más largo que Ron, y lo llevaba escalado, con mechones más largos que otros, y como despeinado, dándole un aire muy natural y despreocupado. Harry no pudo evitar imaginarse cómo se habría puesto la señora Weasley al verla. Además, quizá se debiera a que la ropa le venía un poco pequeña, pero juraría que sus formas destacaban más que las de Hermione. No parecía en absoluto un año más joven que ellos. Al contrario, quizá se la veía más madura que al resto, pese a las lágrimas que asomaban a sus bonitos ojos castaños.

Dispuesto a hacer un nuevo intento por romper el hielo, pues sus amigos lo miraban al parecer incapaces de reaccionar, abrió la boca, pero Hermione avanzó decidida hacia él, con lágrimas empezando a resbalar por sus mejillas, y le cruzó la cara con una sonora bofetada. Todos se asombraron, pero nadie más que el propio Harry, pues aún no había recuperado el equilibrio cuando Hermione se le echó encima y le abrazó muy fuerte sollozando.

- ¿Cómo… se te ocurre… desaparecer sin… decir nada? –preguntó entre hipidos. Harry la cogió por los brazos y con suavidad la apartó, mirándola a los ojos con una sonrisa.

- Yo también os he echado de menos –dijo mirándolos a todos a los ojos. -¡Cómo habéis cambiado!

- ¡Mira quién habla! –replicó Ron cruzando la distancia que los separaba en un santiamén y abrazándole él también. Al cabo de un segundo Ginny y Neville se le añadieron y le abrazaron todos juntos.

- Por favor… No puedo… respirar –dijo Harry con una gran sonrisa de felicidad. Cuando al fin le soltaron fue a sentarse a su butaca favorita frente al fuego casi extinto, sujetándose las costillas. Los demás se sentaron a su alrededor, sin apartar la vista de él ni un momento, como si pudiera desaparecer otra vez si lo hacían. –Tenía miedo de encontraros furiosos conmigo, y lo tendría merecido, la verdad.

- Y estaremos furiosos contigo como no tengas una buena excusa –dijo Hermione, poniéndose seria. –Nos has tenido a todos preocupadísimos. –Ron la miró fijamente un momento, como intentando adivinar qué pasaba por su cabeza, pero en seguida volvió a mirar a su mejor amigo, expectante.

- No sé si será suficientemente buena para vosotros –repuso Harry, también serio, –pero es la única que puedo daros. –Respiró hondo. –Necesitaba pasar un tiempo completamente solo para hacerme a la idea de que Sirius no volverá, superar la culpa y aceptar… otras cosas. –Harry se dio cuenta de que Ginny iba a preguntar qué cosas y levantó una mano para pedirle que no le interrumpiera. –Imagino que no os gustó nada de nada que no quisiera recibir cartas vuestras, pero si quería superar de verdad lo ocurrido, y no sólo eso, si no aprovecharlo para hacerme más fuerte, debía hacerlo solo, sin ayuda. Vuestro apoyo y vuestros ánimos seguro que me hubieran ayudado a levantar cabeza antes, pero así no habría terminado nunca, me habría visto obligado a apoyarme en vosotros una y otra vez.

- ¡Pero eso no es nada malo! –Hermione no pudo seguir callada. –Somos tus amigos, Harry, y los amigos están para eso. Siempre podrás contar con nuestro apoyo.

- Hermione, estamos en guerra. –Harry hablaba despacito y con calma, como se le habla a un niño pequeño y testarudo para hacerle comprender que no tiene razón. –No sabemos quién será el próximo en seguir a Sirius. –Todos le miraron horrorizados. No podían creer que estuviera tan tranquilo mientras hablaba de la posibilidad de que pudieran morir más amigos. –Si no nos hacemos fuertes, si no aprendemos a superar las cosas por nosotros mismos, puede que llegue el día en que no nos quede nadie para ayudarnos a levantarnos. Y yo más que nadie debo evitar llegar a ese punto, después de lo de la profecía.

- Lo siento, Harry –intervino esta vez Neville, mirando al suelo y sintiéndose culpable, como cada vez que alguien mencionaba la profecía que había roto sin querer por culpa de la maldición Tarantallegra de Dolohov. –Fue culpa mía que se perdiera. Si supiéramos qué decía…

- Yo lo sé.

- ¡¿CÓMO?! –gritaron todos a la vez.

- Eso es la otra cosa que tengo que aceptar. El contenido de la profecía. Dumbledore la oyó de boca de Trelawney en Cabeza de Puerco hará algo más de dieciséis años. Ella fue la vidente que la realizó.

- Lo sabía –murmuró Hermione por lo bajo. Todos la ignoraron.

- ¿Y qué dice? –preguntaron ansiosos Neville y los dos pelirrojos.

- Lo siento. No es que quiera mantenerlo en secreto, pero aún no he acabado de aceptarlo y no estoy preparado para que se sepa lo que… Espero que lo entendáis. -Todos le miraban preocupados, pero le dejaron callar y no insistieron más.

- Entonces, dinos. ¿Dónde has estado metido todo el verano? ¿Qué has estado haciendo? ¿Y cómo vas con esas pintas? –lo avasalló Ron.

- Ron, chicos… No me matéis, pero pasan de las dos y mañana hay clase. Deberíamos dejarlo por hoy. Además, estoy cansado y hace siglos que no duermo en una cama de verdad.

- ¡Claro, perdona! –exclamó Hermione, sintiéndose culpable porque le tuvieran que recordar a ella las clases.

- Toma. –Ginny le tendía una carta con el sello del Ministerio de Magia y otra con el emblema de Hogwarts. –Necesitarás saber los resultados de tus TIMOS para decidir a qué clases asistirás.

- Gracias, Ginny –respondió tomando las cartas y empezando a rasgar la del ministerio. Había olvidado por completo los TIMOS, y aunque después de conocer el contenido de la profecía le daba bastante igual lo de ser auror, pues no sabía si viviría lo suficiente para terminar sus estudios, al menos debía disimular para no preocupar a sus amigos. –Veo que te han hecho prefecta a ti también. Tu madre debió ponerse contentísima. –Ginny se sonrojó levemente y asintió.

- Podemos compartir mis libros hasta que encargues los tuyos, Harry.

- No hará falta, Hermione. Ya compré todos los libros de sexto antes de irme, por si acaso. –Sacó la carta y la desdobló, pero no pudo leerla porque Ron le interrumpió.

- ¡Por eso sacaste tanto dinero de Gringotts! –Todos miraron a Ron sobresaltados, pues estaban más pendientes de las notas de Harry. –Los compraste el mismo día, ¿no?

- ¿Cómo sabes eso? –se sorprendió Harry.

- Nos lo dijo Bill. Ya sabes que trabaja ahí. –Ginny sonreía, orgullosa de la deducción de su hermano mayor. –Pero al principio creímos que lo sacaste para poder esconderte.

- No, no. Estaba escondido aquí, en Hogsmeade –repuso tranquilamente volviendo a mirar la carta. ¡Menuda discreción la de los duendes! –En la Casa de los Gritos no cobran alquiler –añadió con una sonrisa. Pero Ginny vio algo raro. Sus ojos no habían sonreído esa vez. ¿Les estaba contando toda la verdad?

- Pero… -empezó Hermione.

- Mañana, por favor –la atajó Harry con voz cansada. Al fin se callaron todos y pudo prestar atención a la carta.

"Estimado señor Potter,

Nos complace comunicarle los resultados de sus Títulos Indispensables de Magia Ordinaria (que encontrará en el pergamino adjunto a la presente carta) realizados durante el pasado mes de junio. Le recordamos que las calificaciones se dividen en: Extraordinario (E); Supera las expectativas (S); Aceptable (A); Insatisfactorio (I); y Desastroso (D); siendo estas dos últimas insuficientes para conseguir el Título.

Atentamente,

Griselda Marchbanks

jefa del Tribunal de Exámenes Mágicos"

En el siguiente pergamino Harry pudo ver:

Historia de la Magia: I

Pociones: S

Transformaciones: S

Encantamientos: S

Defensa Contra las Artes Oscuras: MHB

Astronomía: A

Herbología: S

Cuidado de Criaturas Mágicas: E

Adivinación: D

- ¿MHB? Eso era… -dijo Harry.

- Matrícula de Honor en Brujería –dijo alegremente Hermione. –En Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿verdad? Sabía que te la habías llevado tú. ¿Quién si no? A mi solo me ha faltado esa y Runas Antiguas –dijo con fastidio. –Si no me hubiera confundido en la traducción de…

- Hermione, basta –atajó Ron exasperado. Si la dejaban volvería a repasar entero el examen, aunque lo hubiera hecho más de dos meses atrás. Ron estaba seguro que tenía algún tipo de don para recordar cosas, porque eso no era normal. –No es el momento, ¿verdad Harry? –Éste asintió aún mirando su MHB. –Solo se da una MHB por asignatura, al mejor de todo el curso. Era evidente que en el nuestro tu tenías tan asegurado el de Defensa Contra las Artes Oscuras como Hermione todos los demás. –Ron sonrió a su amigo y miró de reojo a Hermione, que le devolvía la mirada con el ceño fruncido, molesta por la forma en que la había cortado. Con tono burlón añadió: –¿Qué tal Adivinación?

- Una D, por supuesto –respondió sonriendo aún más, divertido por cómo Ron había puesto la mano para que la chocara. Lo hizo encantado. Se alegraba de que nada hubiera cambiado entre él y sus amigos. Nada, siempre que no tuviera en cuenta que antes acostumbraban a ser sólo ellos tres y ahora parecían ser cinco, con Ginny y Neville. Estos se reían, flojito para no despertar a nadie, de la payasada de Ron y Harry. Hermione luchaba por mantener esa cara tan parecida a la de McGonagall que le salía a veces, pues normalmente se tomaba muy en serio un asunto como las notas. Pero esta vez estaba perdiendo la batalla.

- ¿Y qué clases vas a escoger? –dijo ésta intentando recuperar la compostura y su imagen de alumna modelo.

- Aunque solo tengo una S en Pociones, Dumbledore me ha dicho que ha convencido a Snape para que me admita, así que…

- ¡A mí también! –exclamó Ron. –Nuestra carrera hacia el Departamento de Seguridad Mágica y el entrenamiento para convertirnos en aurores ¡comienza ahora! –proclamó levantando los puños en señal de triunfo, gracia que le rieron todos.

- McGonagall me dijo que se necesitaban cinco EXTASIS y me recomendó Transformaciones, Encantamientos y, por supuesto, Defensa Contra las Artes Oscuras además de Pociones, así que cogeré esas. Y en cuanto a la quinta…

- Yo he cogido Cuidado de Criaturas Mágicas – le informó su amigo pelirrojo.

- Sí, supongo que yo también cogeré esa. –Bostezó. –Ahora me voy a la cama. Como coja al gracioso que le ha lanzado el conjuro de gravidez a mis parpados se entera.

Entre risas, todos se dieron las buenas noches y se dirigieron a sus dormitorios. Todos estaban felices de haberse reunido de nuevo. Lo que más alegraba a los amigos de Harry era ver que había vuelto sano y alegre, completamente repuesto de la depresión que le supuso la muerte de su padrino; mientras que a él lo que más contento le ponía era ver que nada había cambiado entre ellos en el tiempo que no los había visto, que todo siguiera igual que antes. Pero estaba equivocado. Algo sí había cambiado.

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Gandulfo: Lo que pasa es que subí los 6 capítulos de golpe, pues ya estaban terminados cuando decidí subirlos aquí. Le transmitiré tu opinión a lana cuando pueda, aunque si alguna vez quieres comentar algo serio del fic, tendrás que hacerlo en la pagina donde ella publica originalmente, yo solo voy pillándolo de allí para subirlo aquí, pues leo más aquí que en dicha web.

K-Katherine Black: Como has visto, no era Harry . Pero déjame corregirte el error, el fic no es mio, yo solo lo traigo a esta web de donde mi amiga lo publica.

carol lovegood: No he tardado mucho, eh? Pero el merito no es mío, insisto. Yo solo os lo traigo para que podais disfrutarlo, pero no me pertenece, así que si alguna vez tardo no es culpa mía!! :p

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