Sentados en una cafetería, Harry y Hermione estaban disfrutando de una modesta comida, tras haber comprado varias prendas de ropa en una de las zonas más caras de Nueva York. Por fin los dos iban conjuntados como era debido y ya no debían preocuparse más por que la gente se les quedara mirando, extrañada por su indumentaria nocturna. Ambos estaban bastante cansados. Habían pasado tres horas desde que Ron y Ginny habían desaparecido en la gran ciudad y los dos empezaban a achacar el agotamiento mental, provocado por la preocupación, y el físico, derivado del cambio tan brutal de horario al que se habían sometido.
-¿Qué hora será ahora en Inglaterra?- quiso saber Harry.
-Pues, más o menos… las tres de la madrugada, creo- calculó Hermione.
-Eso explica por qué estoy tan cansado… ¿Has decidido dónde vamos a dormir?
-Todavía no, pero tenía pensado preguntárselo a ese camarero tan majo.
Un chico latino, acodado en la barra de la cafetería, acababa de guiñar un ojo a Hermione, en un intento desesperado de flirtear con ella.
-Ya veo…- bufó Harry, el cual estaba demasiado cansado como para preocuparse por nimiedades de mujeres.
El sitio estaba a punto de cerrar. Algunos camareros ya estaban recogiendo y uno de ellos luchaba con el mando a distancia de la televisión, empeñado en localizar algún programa de la transmisión por cable.
-¡Eh, no! ¡Deja el baloncesto: está jugando mi equipo!- había pedido uno de los empleados.
-¡Que no, tío! Que está Georgia Weasel en la MTV y yo eso no me lo pierdo- había comentado el otro; ambos luchando por el control de la pantalla.
En ese instante, Hermione y Harry, que ya habían acabado su comida, se habían levantado, dando la espalda a la televisión, y se disponían a acercarse a la barra para pagar la cuenta y hablar con el camarero.
El chico que ostentaba el poder del mando a distancia parecía haber encontrado, por fin, el canal que andaba buscando. Un hombre muy atractivo, con hoyuelos, dominaba la pantalla. El chico estaba hablando con una rubia muy llamativa, de grandes pechos, que atendía al plástico nombre de Barbie.
-¡Ajá! Aquí está….- comentó, contento, el muchacho, embobado con la televisión, sujetando una escoba en una mano y el mando en la otra.
-Disculpa- llamó Hermione al camarero que, momentos antes, le había regalado un guiño desde el otro lado de la barra.
-Dígame, señorita- respondió el latino.
-Sí, verás… Mi… mi novio y yo- dijo Hermione, señalando a Harry, que había puesto cara de sorprendido al oír estas palabras, -estamos de vacaciones aquí, pero hemos tenido problemas con el hotel que teníamos reservado y nos hemos quedado sin habitación. ¿Sabes a dónde podríamos ir por un precio, digamos, más o menos módico?
-Mira, precisamente tengo un colega que trabaja en un hotel no muy lejos de aquí. Puedo daros el teléfono. Sólo decidle que llamáis de parte de Mario y tenéis habitación asegurada- contestó el chico latino, volviendo a guiñarle un ojo a Hermione. –Os lo voy a escribir, espera.
Mientras tanto, los camareros que estaban al fondo del salón, mirando la televisión, empezaron a silbar cuando vieron aparecer a Georgia Weasel en la pantalla. La chica iba acompañada de otro chico pelirrojo, al cual habían presentado como su hermano.
-¡Pero qué preciosidad, madre!- comentó uno de ellos, mirando a la televisión y señalando a Ginny.
Debido al escándalo que estaban armando los camareros y a que no había ningún cliente en la cafetería, a excepción de Harry y Hermione, los dos amigos se giraron para ver a qué se debía aquel alboroto.
Ambos se quedaron inmóviles al ver lo que apareció en la televisión. Una chica que era clavada a Ginny, aunque vestida de una manera bastante más provocativa, estaba hablando tranquilamente y acababa de presentar a su hermano…. ¡Ron!…. La chica se hacía llamar Georgia Weasel.
-¿Estás viendo lo mismo que yo o es que ya tengo alucinaciones?- quiso constatar Harry, todavía mirando a la pantalla.
-Es guapa, ¿eh?- comentó Mario, el camarero latino, que ya había vuelto con un papel donde estaba apuntado el teléfono y la dirección del hotel.
-¿Tú sabes dónde está grabado eso?
-Sí, claro, es el estudio de la MTV. Está muy cerca de aquí:- dijo, al mismo tiempo que les devolvía el cambio de la comida y les tendía el papel con los datos del hotel –en Times Square, ¿lo conocéis? Pero creo que este programa es en directo.
-¿¿En directo??
Harry y Hermione intercambiaron miradas. Sin mediar palabra, los dos amigos dieron las gracias rápidamente al camarero, le dejaron caer la propina al vuelo, y salieron escopetados del lugar, en dirección a Times Square.
Todavía en el estudio de grabación, Ginny y Ron se estaban preparando para volver al hotel. Ellos no tenían muy claro qué era eso del hotel, pero esperaban con todo su corazón que se tratara de un lugar donde pudieran dormir porque empezaban a estar agotados. Ginny todavía llevaba puesta su ropa de cantante y Ron seguía enfadado por ello. Ahora que había terminado todo, su hermano consideraba que iba siendo hora de cambiar de atuendo, aunque Ginny se sentía muy cómoda con su nueva piel de estrella del pop.
Los guardaespaldas volvieron a hacer su aparición y todo parecía indicar que los iban a seguir adonde quiera que fueran.
-Oye, Kathryn, ¿quiénes son éstos?- preguntó inocentemente Ginny, señalando a los dos armarios que actuaban como sus sombras.
-Oh, querida, qué pillina eres. Siempre intentando zafarte de tus guardaespaldas, ¿eh, eh, eh? Esta intentona ha sido aún mejor que las anteriores. Me gusta cómo ahora te haces la ingenua.
Guardaespaldas. Pensó Ginny. Bueno, la palabra tenía sentido: guarda y espaldas. Dedujo entonces que probablemente serían los encargados de su seguridad, ahora que era una figura pública. Uno de los ellos se había pegado a Ron, el cual estaba empezando a sentirse bastante molesto por el marcaje que le estaban haciendo:
-A cuatro metros, eh. No te pases ni un pelo, que me estoy agobiando, pedazo de troll.
-¡Ron, no los hagas enfadar!- sugirió Ginny.
-¡Pero si ni siquiera se mueven! Yo creo que son una especie extraña de Muggles… ¿No ves que ni siquiera hablan? ¿Y a qué vienen esas gafas negras? Seguro que no tienen ni ojos…
-Haz el favor de cerrar la bocaza: ¡Te están oyendo!
Poco después apareció de nuevo Charline en la sala, seguida de cerca por Phillipe, su inseparable sombra. Ella sí se había cambiado de ropa. Ahora llevaba un vestido ajustado y botas altas, además de grandes toneladas de maquillaje, las cuales habían aumentado tres centímetros el perímetro de su rostro.
-¡Fabulosa! Has estado estupenda, querida. Una de tus mejores apariciones, de verdad- comentó -¡Y qué labia! Me ha encantado la frase esa de la magia. Creo que deberías usarla en tu próxima entrevista con la Rolling Stone ¡Anótalo, Phillipe! A los lectores les va a encantar. Ya sabes que no son como los televidentes. Éstos son más cultos. Ellos leen ¡Ay, qué lastima de gente! (Los lectores, digo) ¡Qué gran pérdida de tiempo leer y cultivar la mente! ¡Pero estoy segura de que les encantará saber que hasta puedes expresarte! Yo estoy realmente sorprendida, de verdad…. Ha sido toda una sorpresa saber que tienes cerebro. Te felicito, querida- concluyó, dándole dos besos en el aire a Ginny.
Ella, un poco anonadada por tanto cumplido (si es que a eso se le podía llamar cumplido), no supo qué contestar, por lo que se limitó a sonreír.
-En cuanto a tu hermano- prosiguió Charline, esta vez agarrando a Ginny por el hombro, para llevársela aparte, a un lugar donde pudieran charlar lejos de Ron –creo que deberíamos limitar sus apariciones en público. Kathryn me ha contado su problemilla y, bueno, no es que yo tenga nada en contra de los limitaditos, querida. Ya sabes que tengo un enorme corazón…. Pero simplemente no encajan en el negocio, ¿entiendes? Ha sido divertido, pero espantoso. Realmente espantoso….
Ginny hizo todo lo posible para contener la risa y asintió levemente con la cabeza, mirando a Ron, el cual ahora mismo estaba intentando entablar una conversación con los guardaespaldas, sin tener demasiado éxito.
-Bueno, es hora de irse. La limusina está abajo, esperando. Así que chicos…. Nos vemos mañana… Venid con fuerzas para el concierto, ¿de acuerdo?- concluyó su discurso Charline.
En la puerta del edificio de la MTV un coche con lunas tintadas y de dimensiones descomunales, estaba aguardando por Georgia Weasel y su equipo. La limusina medía, por lo menos, la longitud de tres coches juntos y tenía unas luces rectangulares que iluminaban y decoraban la entrada de sus puertas.
Al empujar el portón de entrada, Ginny y Ron pudieron ver que todavía había algunos fans esperando por Georgia. Muchos de ellos empezaron a gritar cuando Ginny cruzó el umbral de entrada del edificio. Una zona acordonada, vigilada por varios guardas de seguridad, impidió que se formara una escena como la anterior. Así, los dos hermanos pudieron acercarse cómodamente, entre el griterío del gentío, a la limusina que estaba aguardando por ellos.
-¡La leche!- exclamó Ron al ver el fantástico coche de lujo que estaba esperándolos. El chofer se había bajado de la parte delantera y ahora sostenía la puerta para permitir que todos entraran en ella.
Una vez que Ginny, Ron y Kathryn hubieron entrado en la limusina, los dos guardaespaldas se metieron en otro coche con lunas tintadas, aunque de menores dimensiones, que estaba aparcado justo detrás de éste.
En el interior había todo tipo de lujos y comodidades. Los sillones eran de cuero negro, muy confortables, un inmenso frutero con todo tipo de frutas en su interior reposaba encima de una mesa de metacrilato y en el techo del vehículo había una hilera de luces encendida, que estaba llamando a gritos la curiosidad de Ron.
-¿Y cómo funciona este trasto?- preguntó el pelirrojo.
Ginny, que ya había tenido suficiente espectáculo ese día y que deseaba mantener una conversación a solas con su hermano, pidió muy cortésmente a Kathryn que se pasara al asiento delantero, junto al conductor. Ésta no dudó ni un minuto en cumplir sus deseos y los dos hermanos se quedaron, por fin, a solas.
-Bueno… Ahora que ya hemos acabado con la función, tenemos que planear cómo vamos a escapar de aquí.
-¿De veras quieres escapar? Porque yo me quedaría dos diítas más- dijo Ron, quien se había recostado en el sillón de cuero y estaba intentando atinar en su boca un racimo entero de uvas.
-¡Ron!
-Vale, vale… Me he dejado llevar por la emoción del momento. Tienes razón… debemos pensar algo- reconoció, incorporándose y adoptando una posición recta de nuevo. -¡Anda! No es esto un…. un….
-Es un teléfono, sí, Ron. Por ahí llaman los Muggles.
-¿No podemos usarlo para llamar a alguien? Papá se va a emocionar cuando le cuente todo esto….
-¿A quién conoces tú que tenga uno de esos, a ver?- dijo Ginny, perdiendo la poca paciencia que le quedaba.
Ron, a quien no le interesaba demasiado resolver su problema en ese momento, descolgó el aparato. Pero no conocía muy bien la mecánica del teléfono, por lo que en lugar de ponerse el micro en la boca, se lo puso en la oreja, y viceversa. –Pues vaya fiasco- concluyó – ni siquiera hace ruidos. Creía que iba a ser mucho más interesante.
-¿Puedes dejar de tocar cosas un momento, por favor?
Pero Ron había vuelto a hacer de las suyas. En esta ocasión había presionado un botón y algo muy raro estaba pasando. El techo del coche empezó a vibrar y, de pronto, una parte de la cubierta se abrió. Rápidamente, Ron se incorporó para asomarse por la ventana lunar de la limusina. -¡Ginny, ven, no te puedes perder esto!
Ya desquiciada del todo por el comportamiento infantil de su hermano, la pequeña de los Weasley agarró una revista y comenzó a leerla. Aunque, al ver que las fotos no se movían y que todo era estático en sus páginas, se acabó aburriendo muy pronto de la revista y la dejó de nuevo en su sitio.
Ron, todavía con medio cuerpo asomado en el techo de la limusina, se dedicó a saludar a cuantos rebasaban durante el resto del camino al hotel.
Tras diez minutos de carrera, Harry y Hermione por fin habían llegado al corazón de Times Square. El edificio de la MTV estaba justo enfrente de ellos, pero no parecía haber nadie dentro. Dos hombres estaban enrollando la alfombra roja por la que, minutos antes, habían hecho su salida triunfal Ginny y Ron.
Los dos amigos se acercaron apresuradamente para hablar con los señores. Al llegar hasta allí, fue Harry quien sacó el tema:
-¿Han visto por aquí a Ginny Weasley?
-¿A quién?- preguntó el más joven de los hombres.
-Weasel…. Mmmm…. Georgia Weasel- corrigió Hermione, que todavía se acordaba del nombre de la cantante y empezaba a intuir qué era lo que estaba pasando.
-¡Ah, sí!- comentó emocionado -Acaba de estar aquí. ¿Por qué? ¿Sois fans? Llegáis tarde, muchachos. La fiesta ya ha acabado.
-Ya….- se resignaron los dos al mismo tiempo.
-Al menos… no sabrá dónde podemos encontrarla, ¿no?- preguntó Hermione, haciendo un último intento.
-A menos que sea allí….- le contestó el hombre, señalando algo que estaba a sus espaldas, -…no tengo ni idea.
Harry y Hermione se giraron y vieron un inmenso cartel que colgaba de uno de los edificios. En el cartel estaba dibujada Ginny y en letras gigantescas estaba escrito: Georgia Weasel en concierto: Nueva York, 28 de agosto. 22:30 horas. Estadio de los New York Jankees.
-¿En concierto?- preguntó Harry, -¡Pero si Ginny no sabe cantar!
-¡Dios, Harry, somos tontos! ¿Cómo no pudimos ver ese cartel antes? ¡Pero si es imposible no verlo! ¡Y era ella! ¡Fue Ginny la que armó ese revuelo ahí mismo!- razonó Hermione, señalando la parte de enfrente de la plaza. -¿No te acuerdas? Todos estaban hablando de Georgia Weasel.
-¡Deben de haberla confundido con ella!- exclamó Harry. –Eso explica todo….
Los dos amigos siguieron mirando el cartel durante un minuto, hipnotizados por el descubrimiento que acababan de hacer. Por fin, Harry rompió el silencio, se pasó una mano por la frente para limpiarse el sudor provocado por la carrera y preguntó en voz alta:
-Bueno, ¿y ahora qué? ¿Qué propones?
-El concierto es mañana ¡Tenemos que ir a ese concierto! Está claro.
-¿Pero y si no es ella?- dudó Harry, temeroso de que estuvieran siguiendo una pista equivocada.
-Tiene que serlo. Y tenemos que arriesgarnos, no nos queda otra. Ahora no podemos hacer nada. Habrá que esperar a mañana.
-¿Nos vamos a buscar ese hotel, entonces?- propuso Harry, extrayendo de su bolsillo el trozo de papel que les había dado el camarero.
-Sí, vamos. No creo que esté muy lejos de aquí….
-Eso espero, porque estoy molido….
