-¿QUÉ-DEMONIOS-ES-ESTO, GEORGIAMARIEWEASEL?
La puerta de la habitación de Ginny y de Ron se había abierto de golpe. Alguien había dado un sonoro portazo y se había colado en el interior de la estancia. Una figura delgada, cari grimosa, rubia y despeinada, se alzaba enfrente de la cama. Los dos hermanos abrieron súbitamente los ojos y se encontraron con Charline, la respresentante de Georgia, todavía en pijama, clavada como una estaca a los pies de la cama. Los Weasley se incorporaron de sopetón. Desde aquella perspectiva Charline era aún más terrorífica: parecía más alta de lo normal y su figura se elevaba a cada grito que pronunciaba. Realmente estaba enfadada. Tenía la cara descompuesta y no dejaba de maldecir, aunque lo hacía de una manera tan rápida que casi no se le entendía.
-¿Tieneslamenorideadeloquenosvaacostararreglaresto?-continuaba diciendo, en una sola sílaba, cargada de excitación. –¡MILLONES EN PUBLICIDAD TIRADOS POR LA BORDA!
En su mano tenía asidos varias revistas y periódicos que no dejaba de agitar en el aire.
-¡MILLONES! ¿ME HAS OÍDO BIEN?- siguió gritando. Ginny, aturdida, estaba mirando fijamente a Charline y asintiendo al mismo tiempo. No entendía muy bien lo que estaba diciendo, pero quedaba claro que no eran buenas noticias.
Ron, tenido a su lado en la cama, empezaba a crisparse por aquel estruendo. Cuando ya no pudo aguantar más, rompió a hablar, aunque lo hizo con la boca pequeña, casi en un susurro:
-Cálmese, vieja loca… ¿No ve que son sólo las ocho de la mañana?- comentó, prácticamente para sus adentros, aunque la frase fue perfectamente audible en toda la habitación.
-¿Acaso te he interrumpido? ¿Te he despertado, Donald?- preguntó, irónicamente, Charline, a la cual se le estaba empezando a hinchar peligrosamente una vena en medio de la frente. De pronto sus ojos se pusieron en órbita y abandonó el tono casi dulzón con el que se había dirigido en un primer momento a Ron y estalló de nuevo en aullidos: -¡PUES ME DA IGUAL QUE TENGAS RESACA! ¡TÚ TAMBIÉN TIENES LA CULPA!
Acto seguido, Charline empezó a dar zancadas en la habitación. Iba de un lado a otro, sin rumbo, injuriando a cuantos le venían a la cabeza. Todavía tenía los periódicos y revistas en la mano, pero esta vez, en lugar de agitarlos, empezó a leerlos uno a uno, mientras seguía dando vueltas:
-El New York Times: El pre-concierto de Georgia Weasel- leyó, arrojando el periódico al aire.
-People: Borrachera en do menor para Weasel- de nuevo arrojó la revista al suelo.
-Rolling Stone: Weasel y Carey dan la nota- la Rolling Stone voló por encima de las cabezas de Ron y de Ginny, que ahora empezaban a estar un poco más despiertos.
-The Evening Telegram: Weasel baila mientras Mariah besa a su hermano- aunque quedaban muchos más por leer, Charline paró en ese preciso momento. Se quedó mirando a los Weasley fijamente, dejó caer las publicaciones al suelo y vociferó: -¿¿PERO QUÉ CUERNOS HICISTEIS ANOCHE??
Ginny interpretó que debía dar una respuesta porque Charline logró controlar su temperamento y se quedó callada, como esperando una contestación.
-Na… nada…-se aventuró a decir Ginny, no muy convencida de que eso fuera verdad. Como Charline no contestó, sino que puso cara de querer saber más, continuó hablando, -Ha… Harry- tartamudeó –vino a por nosotros y nos dijo que había una fiesta y….
-¡Ese novio tuyo te creará muchos problemas! ¡Yo te lo dije!- le interrumpió Charline. -¿Acaso no convenimos que ibas a cortar con él? ¡Publicidad, Georgia, publicidad! Tú lo dejabas con él y nosotros vendíamos la exclusiva ¿Qué ha sido de todo aquello?
-No… no lo sé….- respondió Ginny, ya despierta del todo.
-¿Y ahora cómo pretendes resolver esto? ¡Por el amor de Dios, hoy das un concierto! ¿Es que no podías esperar a mañana para aparecer en las portadas de todas las revistas?- siguió diciendo Charline, a la cual ya no le valía ninguna explicación. Derrotada y ya más calmada, Charline se sentó en una butaca de la habitación y apoyó su frente en sus manos, totalmente congestionada por la situación. Parecía que estaba a punto de llorar. Ron y Ginny, descolocados, se miraron uno al otro y se incorporaron lentamente de la cama para aproximarse a la rubia. Los dos hermanos, al levantarse, sintieron una horrible punzada en su frente. Les dolía la cabeza a horrores. Cuando ya se habían colocado al lado de Charline para prestarle su apoyo, ésta, medio poseída, volvió a explotar, aunque esta vez con lágrimas en los ojos:
-¡Tantos años de trabajo! ¡Tantos quebraderos de cabeza! ¡Y tú- dijo, señalando con un dedo acusador a Ginny –niñata, siempre lo echas todo por la borda con tus tonterías! ¡Pues yo ya no aguanto más! ¡Dimito! Y espero que me llame Phillipe muy pronto para decirme que ya no eres número uno en ninguna radio- Charline se levantó de la silla, pasó a través de los dos hermanos sin permitir que estos dijeran ni una palabra, abrió la puerta de la habitación y, desde el umbral dijo- ¡Adiós!- y pegó otro portazo al salir.
-¡Están locos estos muggles!- se quejó Ron, haciendo un movimiento circular con su dedo en su sien, para reforzar sus palabras. –Yo me vuelvo a la cama- sentenció, víctima de la resaca.
Pero Ginny, intentando comprender qué era lo que había pasado, se arrodilló y empezó a recoger las revistas del suelo. Una vez que las hubo recopilado todas, fue hasta el despacho que había en la habitación, abrió las revistas y empezó a leerlas todas. En cada una de ellas había fotos diferentes de su noche pasada. En algunas aparecía Ron, sin camiseta, en el centro de la pista, bailando con Mariah Carey. En otras se enfocaba directamente el beso de su hermano con la cantante y a Ginny de fondo, bailando sobre la tarima. Pero a Ginny le llamó especialmente la atención uno de los artículos. Era una página entera de una revista del corazón para mujeres muggles. En el centro de la noticia, había una foto gigantesca de Ginny y de Harry Troter y se veía cómo éste la había sujetado entre sus brazos y la portaba a hombros para sacarla de la discoteca. Era una foto bastante bonita. Ginny comenzó a leer el artículo, intrigada por la fotografía:
Troter y Weasel: amor y alcohol
La pareja de moda del momento fue vista anoche por nuestros maravillosos reporteros. Georgia y Harry compartieron una velada loca en una de las discotecas más modernas de la ciudad. Las dos celebridades han ido aireando su amor por todo el mundo, pero nunca se le había visto tan unidos como anoche. Georgia Weasel, severamente afectada por el alcohol, dio un espectáculo sobre la tarima de la discoteca Cipriano, frente a los ojos de su amado. Harry Troter, visiblemente afectado por los celos, sacó a su novia en brazos, protegiéndola de las cámaras y los mirones que estaban presenciando la escena. Esta pareja promete mucho. Todos sabemos que están hechos el uno para el otro.
Aquella era la única revista que había enfocado la noche como un acto de amor. El resto de los artículos giraban en torno a la idea de una velada salvaje y del descontrol mostrado, tanto por Mariah como por Georgia. A Ginny se le escapó una sonrisilla cuando acabó de leer el artículo y tampoco pudo contener su cara de felicidad mientras miraba, embobada, la fotografía:
-Sí, estamos hechos el uno para el otro- comentó en voz alta, aunque sin esperanzas de que nadie la oyera. Ni siquiera Ron, que estaba roncando a mansalva, tumbado boca arriba en la cama de dimensiones descomunales.
En otra punta de la ciudad, a Hermione se le habían salido los ojos de órbita. Sentada en la cafetería del hotel, la morena estaba experimentando un ataque de furia incontrolable y empezó a ponerse roja como un tomate. En sus manos tenía una revista que no dejaba de agitar paranoicamente, estrujándola y removiendo las páginas.
-Increíble, esto es increíble- comentó en voz alta, sin darse cuenta de que alguien la estaba escuchando. El camarero de la cafetería, que pasaba cerca de su mesa recogiendo vasos y tazas de café, miró de reojo el artículo que estaba leyendo Hermione e intentó participar en la auto conversación que ésta estaba teniendo.
-Lo sé. Es gracioso, ¿verdad? Viene su hermano a verla y la que arman los dos. Pero no me extraña que haya agarrado a esa preciosidad de Mariah. Yo también lo haría si ella me dejara- dijo el camarero, divertido con la fotografía que dominaba la noticia. En ella, aparecían Ron y Mariah, muy acaramelados, pegándose un beso de los que hacen historia. Hermione, negra por la situación, se giró inmediatamente para ver quién se estaba dirigiendo a ella y le espetó al camarero:
-No creo que tenga ninguna gracia. No es gracioso en absoluto- y acto seguido giró la cabeza de nuevo y continuó leyendo. El camarero, confundido, gesticuló resignado y volvió a su tarea, reconociendo que el comentario, por alguna razón, no había sido demasiado acertado.
A los cinco minutos, Harry se unió a Hermione en la cafetería del hotel. Había tardado un poco más en bajar de la habitación porque su caballerosidad había permitido que Hermione usara la ducha en primer lugar. Harry todavía llevaba el pelo mojado, pero ya estaba totalmente despierto y portaba también una revista en su mano.
Al acercarse a Hermione, ésta, desquiciada, intentó soltar un comentario, aunque su amigo se le adelantó:
-Lo sé, lo sé- dijo, sentándose al lado de la morena. -¿Cómo han podido hacer esto?
-¿Qué quieres decir?- preguntó, confundida Hermione -¿Quiénes? Aquí yo solo veo a un cerdo sin sentimientos- se desahogó, mientras señalaba la fotografía de Ron y se la enseñaba a Harry.
-Pues hay dos- dijo éste, dejando caer su revista en la mesa. En ella se podía ver otra fotografía de Ginny, muy acaramelada con Harry Troter.
A Hermione, que estaba muy sorprendida al ver este nuevo material documental, le llamó la atención un pequeño detalle:
-Oye… Harry… Pero…. Pero…- vaciló unos segundos, presa de la confusión -¡Este chico se parece mucho a ti!
-Lo sé… pero no soy yo- dijo Harry, con cara de tristeza, haciendo que su mejilla reposara en su mano en señal de resignación.
-¿Cómo es posible que haya tantos Harrys y tantas Ginnys por ahí sueltos?- bromeó Hermione, aunque al ver la carita que estaba poniendo su amigo, cambió inmediatamente de tono e intentó reconfortarle. –Oh, Harry, lo siento mucho… ¡Pero al menos no tienes que ver cómo un chupóptero se queda pegado a su boca!- argumentó su amiga, señalando de nuevo la foto de Ron con Mariah.
-¡Ya! Es increíble, ¿no? Ron, que parecía tan parado cuando lo compramos….
Este comentario hizo que los dos amigos estallaran a carcajadas. Aunque poco les duró porque en seguida cayó un insoportable silencio entre ellos, una vez que ambos volvieron a mirar detenidamente las fotografías que tenían enfrente.
Harry, sorprendido por el comportamiento con el que estaban afrontando la situación, empezó a reírse solo, ante la mirada incrédula de Hermione. Ésta, curiosa, preguntó:
-¿Qué te pasa? ¿De qué te ríes? Yo no le veo la gracia, la verdad…
-¿Es que no lo ves? ¡Estamos celosos, Hermione!- comentó Harry, todavía riéndose del descubrimiento. En realidad ninguno de los dos esperaba esa reacción en sí mismo.
-¿Celosos? ¿Quién? ¿YO? ¿Te encuentras bien, Harry? ¡Estamos hablando de Ron!- intentó disimular Hermione.
-¡Oh, vamos, Hermione! Llevamos años con esto y ya nos conocemos demasiado como para andarnos con tonterías…- sentenció Harry, convencido de que su amiga estaba intentando engañarse a sí misma y, por extensión, a él.
-¡Te estoy diciendo que no estoy celosa!- insistió Hermione, cada vez más alterada por las afirmaciones de su amigo. –Simplemente me ha sorprendido… No… no esperaba esto de Ron y….
Hermione cortó en ese momento su propio discurso porque Harry, pendiente de lo que decía, se había quedado mirando a su amiga con cara de incredulidad, con los ojos fijos en los suyos, pendiente de lo que estaba diciendo. Para la morena esta actitud fue suficiente para derretirse en sus propias palabras. Entonces, se quedó unos segundos callada, luego empezó a ponerse de nuevo colorada como nunca lo había estado (por Dios: Hermione con vergüenza?) y concedió, bajando levemente la mirada:
-….bueno… tal vez un poquito…
Harry, divertido por la situación, no quiso decir nada, aunque se le dibujó una ligera sonrisa en los labios. Sabía que si decía algo Hermione volvería a negarlo todo, por lo que se limitó a estar callado unos segundos, hasta que a su amiga se le pasó el sofocón y entonces comentó, cambiando de tema:
-Entonces… ¿qué planes tenemos para hoy?
-Hay que ir a comprar las entradas del concierto- dijo la morena, todavía un poco acalorada por el momento de confesión al cual se acababa de ver sometida. –Pero el resto del día lo tenemos libre, más o menos… A no ser que nos los crucemos primero.
-Te propongo una cosa- dijo Harry.
-Dime
-Vamos ahora a por las entradas. Seguro que hay algún centro comercial donde todavía las vendan. Y luego, como tenemos algo de tiempo libre, subimos al Empire State, ¿qué te parece la idea?
-Pues perfecta ¿Vamos?
-Vamos- asintió Harry.
Los estudiantes de Hogwarts, tras pagar el hotel y preguntar dónde podían encontrar entradas para ir al concierto, echaron a andar rumbo a un centro comercial que había allí cerca. En el camino, Hermione se paró al menos en unos cuatro puestos de periódicos para recopilar todas las revistas y periódicos donde se había publicado la noche de sus dos amigos.
-Es material extra. Ya sabes: información para poder encontrarlos- se excusó, de nuevo, la muchacha por su comportamiento enfermizo y persecutorio.
-Claro, claro- comentó sarcásticamente Harry.
Cada vez que Hermione volvía a encontrar una fotografía del famoso beso entre Ron y Mariah, ésta soltaba mil improperios por la boca, por no hablar de los comentarios que hacía sobre la cantante:
-Y pensar que a mí me encantaba cuando era pequeña ¡Hasta me hice miembro de su club de fans!- iba diciendo Hermione, mientras caminaban por la calle, refiriéndose a Mariah Carey. –Pero ahora está un poco desmejorada, ¿no crees? Vaya, que antes aún era guapa, pero ahora ya se le están notando los años ¿O es que yo soy la única que lo cree?- seguía diciendo la morena, buscando la opinión de Harry, aunque éste se limitaba a asentir con la cabeza y guardar silencio. El muchacho era perfectamente consciente de que Hermione, en esos momentos, estaba muy necesitada de una ráfaga de autoestima por tener que competir con una estrella de la música internacional. Él, sin embargo, no podía sentirse tan amenazado ya que, a fin de cuentas, el tal Harry T sospechosamente guardaba mucho parecido con él…. Algo es algo… pensó Harry.
Ya eran las cinco de la tarde y Ron y Ginny seguían inconscientes, reposando alegremente en la cama del hotel. Ginny, que después de leer todas las revistas había decidido que necesitaba un poco más de reposo, se había unido a Ron y ahora los dos estaban sumidos en un profundo sueño, más allá del mundo muggle o del mundo mágico.
Extrañada por la tardanza que estaba demorando a la super estrella Georgia, Kathryn salió corriendo hacia su habitación, para ver qué estaba pasando. Supuestamente ambas habían quedado en la estancia que había sido expresamente alquilada para todo el equipo estético de Georgia Weasel, pero la estrella se retrasaba… y Kathryn empezó a temer que hubiera desaparecido de nuevo. Tras bajar una planta y cruzar un extenso e interminable pasillo, la buena de Kathryn se paró frente a la puerta tras la cual los dos hermanos dormían a pierna suelta. Se quedó un rato escuchando, por miedo a que Ginny tuviera compañía inesperada, ya me entendéis… y, tras pegar durante unos minutos su oreja en la puerta y no percibir ningún sonido más allá, Kathryn empezó a temer lo peor y apresuradamente giró el pomo y se entró. Pero lo que encontró allí era todo lo contrario a lo que ella esperaba. Todavía con las luces encendidas, los dos hermanos dormían como tórtolos, tan placenteramente que a Kathryn casi le dio pena despertarlos.
Por supuesto, no le hizo falta abrir las persianas para ponerlos en pie, porque la habitación estaba tan cubierta de luz que hasta era difícil imaginar cómo habían sido capaces de caer dormidos.
-Chiiiiiicos…..- susurró, al principio, Kathryn. –Oh, vamos, chicos… Es hora ¡Vamos a llegar tardísimo, por el amor bendigo!- se exaltó un poco Kathryn.
Ron y Ginny comenzaron entonces a murmurar en sueños, dejando escapar unos extraños sonidos guturales. Todavía tenían resaca.
-¡Arriba, hombre!- gritó Kathryn, cansada de insistir y no encontrar respuesta.
Los Weasley se despertaron esta vez, pero no podían creer lo que estaba pasando ¿Todavía estaban allí? Ambos tenían la sensación de que aquello había sido un mal sueño, que se pasaría y volverían a estar en la Madriguera cuando abrieran los ojos. Pero no era un sueño. Aquella mujer con cuello de avestruz los estaba esperando para algo, aunque ninguno sabía para qué. Apresurada por el poco tiempo con el que contaban, Kathryn fue hasta la cama, destapó a los dos hermanos y tomó a Ginny por el brazo, obligándole a incorporarse.
-Vamos… es muy tarde, querida. Te espera maquillaje, peluquería ¡Todos están aguardando por ti! ¡Ay, Dios mío, qué carita!- se sorprendió Kathryn al ver las ojeras negras que se habían apoderado de Ginny, producto de la noche anterior y del alcohol. –Ya sé lo que pasó anoche, pero ya hablaremos de ello luego, señorita. Y contigo también quiero hablar- dijo, ahora interpelando a Ron. -¡Y yo que pensaba que eras tonto! ¡Pero de tonto no tienes ni uno de esos pelos rojos tuyos!
Ron, confundido, no sabía de qué estaba hablando aquella señora. Pero como Kathryn continuó con su discurso mientras ayudaba a Ginny a reaccionar, pronto realizó a qué se refería:
-Y dime, ¿cómo es? Porque personalmente siempre he sido una gran fan de Mariah y siempre me he preguntado cómo será ella con los hombres- continuó Kathryn.
Ron, que no se acordaba de lo que había pasado la noche anterior, fue presa en ese momento de una especie de flash que le devolvió al pasado. Él estaba… besando a una chica… aunque sólo recordaba que ella era rubia y que cantaba con un tono altísimo y que usaba frases inconexas en su discurso para referirse a la gente. Asustado por lo que acababa de rememorar, Ron se llevó una mano a sus labios, todavía sin creer que había besado a una chica.
-¡Por Merlín!- exclamó.
-Merlín ya está muerto y enterrado, querido. Esos cuentos ya no están de moda- le comentó Kathryn –tienes que empezar a modernizar tu vocabulario, corazón. Pero la mujer avestruz, al ver que Ron estaba conmocionado por alguna idea, se quedó satisfecha con su gesto y no preguntó nada más, interpretando que Mariah era tan fantástica como amante que dejaba a los chicos (hasta a los mas limitaditos) sin palabras.
Tras unos momentos de toma de contacto con la realidad, los dos hermanos siguieron a Kathryn por los pasillos del hotel. No sabían adonde iban, pero ya se habían acostumbrado a seguir sin rumbo los mandatos de los allegados a la tal Georgia, así que en esta ocasión tampoco pusieron impedimento.
Al llegar a la habitación 3010, Kathryn abrió la puerta y les dejó la entrada libre a una estancia que parecía un salón de belleza. Todo estaba dispuesto para la gran sesión. A la derecha se agolpaban tres peluqueros, esperando con los peines y las tijeras en la mano. A la izquierda había una maquilladora, dispuesta para hacer su trabajo en cualquier momento. Sus armas: los pinceles, brochas, lápices y sombras. Al fondo, esperaban unos lava-cabezas y tres tocadores atestados con secadores de pelo y algún que otro artilugio o potingue extraño para la cabeza. Y en uno de los lados estaba lo más impactante de todo: un tremendo armario del tamaño de la Madriguera, repleto de una colección interminable de ropa y de zapatos.
-Pues ya estamos todos- comentó Kathryn, tan pronto entraron en la habitación, todavía con Ron y Ginny con los ojos abiertos y embobados ante el despliegue. -¡A trabajar!
Tanto a Ginny como a Ron los sometieron a una horrorosa tortura de belleza y maquillaje. Pulieron su piel, sus manos, sus pies e incluso aquellos pelillos invisibles que resultaban molestos únicamente para el zoom de una cámara. No había detalle que dejara suelto aquel equipo de profesionales de la belleza. Ginny estaba encantada con todo aquello. Se sentía más mujer que nunca. Pero Ron, evidentemente, no dejaba de quejarse, sobre todo cuando uno de los chicos se empeñó en cortarle unos minúsculos pelillos que asomaban por su nariz.
-¡Te he dicho que ni loco!- se rebeló Ron -¡No me voy a depilar los pelos de mi nariz!
-Pero, señor,- respondió pacientemente el chico, intentando hacerle razonar –¡Es que son muy rojos! Y, francamente, vale que usted sea pelirrojo, pero no le favorece en absoluto un tono rojizo en su nariz ¿No querrá usted que piensen que está sangrando, verdad?
-¡Que no! ¿Qué persona en sus cabales se arrancaría los pelos de la nariz?
-Yo lo hago- dijo uno de los chicos que en esos momentos le estaba retocando las puntas del pelo a Ginny.
-Yo también- reconoció otro que andaba trabajando en las uñas de los pies de la muchacha.
-¡Y yo!- se sinceró una de las maquilladoras. Por supuesto, todos se le quedaron mirando, intentando imaginar lo peluda que tenía que ser aquella mujer para tener que depilarse esa zona tan delicada. –Tengo un poco de pelusa, ¿y qué?- se enfrentó ella a todos, al ver que los presentes se le habían quedado mirando. Tras estas palabras, el equipo continuó con su trabajo y volvió a la normalidad, sin decir ni una palabra.
Pero nada de esto consiguió mentalizar a Ron, ni tampoco que éste accediera a los deseos del peluquero. El pobre muchacho se tuvo que conformar con que el pelirrojo le permitiera hacerle un peinado ultra-fashion en el pelo, pero poco más.
Pasadas dos horas, Kathryn volvió a la habitación donde la transformación estaba teniendo lugar y dio su visto bueno al trabajo que estaba a punto de finalizar.
-Estás quedando preciosa, querida. Hoy es un gran día- le dijo a Ginny – es el comienzo de tu gran gira. Espero que no estés nerviosa. Ya sé que no podemos contar con Charline más, pero tú no te preocupes por eso porque yo lo tengo todo bajo control, ¿eh, eh, eh?- aseguró, para intentar tranquilizar a la pelirroja.
-De acuerdo- dijo Ginny muy tranquila al ser incapaz de imaginar cómo podía ser un concierto muggle. Pero, de pronto, le asaltó un pensamiento muy desalentador: -¿Y qué tengo que cantar?
-¡Lo que has estado ensayando todas estas semanas! Espera, ya sé que la noche de ayer fue muy dura- comentó, carraspeando y guiñándole un ojo a Ginny, como queriendo decirle: luego me lo cuentas todo. –Mira, te traeré el programa de la actuación, para que recuerdes, ¿sí, querida?
-Va.. vale- dijo Ginny, que de pronto empezó a sentir un ataque de pánico. –Oye, Kathryn….
-¿Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii?
-¿Podrías traerme también las letras de mis canciones?
