Queridos lectores… Esto toca a su fin… (Sniff, sniff) Gracias por vuestras críticas y por vuestros cariñitos. Espero que os haya gustado y también espero veros muy pronto en la próxima historia que estoy escribiendo (la cual empezaré mañana, con un poco de suerte y tiempo). No será tan larga como ésta, pero también es una idea bastante… distinta.
Os mando un saludo a todos y ahí va: el final de la historia….Si os apetece contarme qué os ha parecido os lo agradeceré muuuucho.
Por Booh
Ring, Ring. El teléfono empezó a llorar.
-Policía de Nueva York ¿Qué está ocurriendo?- contestó una voz femenina, algo alterada.
-Oiga… sí…-un hombre hablaba con el auricular con su boca pegada a éste. Estaba nervioso. Sus ojos centelleaban hacia todos lados, pendientes de la situación. –Acabo de ver a… a….
-Disculpe, señor, ¿puede hablar más alto?- comentó, irritada la policía. Los sonidos del concierto se estaban colando por el hilo telefónico y apenas le dejaban escuchar a la persona que estaba intentando contactar con ellos.
-No… no puedo- comentó sudoroso el hombre. –Escuche, esto es algo muy gordo: ¡acabo de ver a Bin Ladden!
-¿A quién dice que ha visto, señor?- la policía había escuchado perfectamente el nombre, pero respondió incrédula a las acusaciones de aquella voz.
-A….¡A Bin Ladden!
-Claro, señor- respondió, irónica, la mujer. Mientras tanto, la policía abrió un pequeño estuche que había al lado de ella y empezó a limarse las uñas. –Entonces, ¿dónde dice que lo ha visto?- continuó, incrédula.
El hombre, aún más nervioso, se secó unas gotas de sudor de la frente. Otro chico acababa de hacer presencia a su lado. Éste también estaba alterado y mataba su inquietud devorando las uñas de su mano derecha.
-Lo he… ¡Está en el concierto de Georgia Weasel!
Llegados a este punto, la mujer retiró levemente el auricular de su oreja, tapó el micrófono con su otra mano, respiró hondo como colmándose de paciencia y dijo:
-Señor…. ¿Está seguro de lo que me está contando? ¡La Policía de Nueva York no está para bromas de mal gusto!
-Es… es… ¡Es verdad!- afirmó, desesperado porque le creyeran, aquel Muggle. De pronto, el hombre que estaba llamando a la policía reaccionó ante la visión de una persona encapuchada que lo miró con recelo. –Oiga… no puedo hablar.- finalizó, colgando el aparato.
En algún lugar de Nueva York, la mujer policía que había recibido la llamada se levantó lentamente de su puesto, caminó unos pasos hasta una de las puertas que había en el departamento y asomando su cabeza por ella comentó:
-¡Eh, Bill! Otro chalado con el asunto de Bin Ladden. ¿Qué hacemos ahora?
-¿Otro más?- respondió el comisario. -¿Y ahora dónde se supone que está?
-Eso es lo mejor de todo: ¡En el concierto de Georgia Weasel!
El comisario, presa del descubrimiento que acababan de hacer, se frotó el bigote con su mano izquierda y se quedó pensativo, –¡Eso no tiene ningún sentido!- afirmó, pasados unos segundos.
-O sí lo tiene- dijo otro joven ataviado en uniforme que se encontraba reunido con el comisario en su despacho. –Hay miles de personas en ese concierto. Si planea un ataque es un sitio perfecto de concentración- comentó, agudo.
-¿Entonces?- inquirió la mujer, todavía apoyada en el marco de la puerta.
-Está bien. No perdemos nada por probar. Manda una patrulla para allá. Pero que no sean McDonalds y Kentucky Fried Chicken… Ellos ya tienen suficiente con vigilar el concierto.
-Oído, señor.
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Una joven sumamente desquiciada, con los ojos en órbita, acababa de entrar en el parking del estadio gracias a una maniobra de derrape que casi se llevó por delante a dos vigilantes del aparcamiento. Colérica, con su tez alcanzando los niveles de tonalidad de su propio pelo, ordenó a su acompañante que se bajara.
-Yo me quedo aquí- respondió el chico, -ya te las apañarás tú bien. Además, no me quiero encontrar con el estúpido de tu novio.
-¡Harry no va a estar aquí!- argumentó Georgia Weasel, en un último intento por que éste la acompañara.
-¿Y tú cómo lo sabes?- apuntilló su amante, consciente de que Georgia llevaba demasiadas horas ausente para conocer todos los movimientos de su novio.
-¡Está bien! ¡Como quieras!- respondió la pelirroja, saliendo del deportivo y dando un portazo que retumbó en el interior del vehículo. La cantante se apresuró hasta una puerta lateral del estadio, donde un muchacho musculoso guardaba la entrada. Al reconocer la cara de la pelirroja, se quedó sumamente impresionado y confundido.
-¡Déjame entrar!- reclamó en tono imperativo Georgia.
El chico, convencido de que la cantante estaba dentro del estadio dando su concierto se mostró reticente a dejar entrar a su gemela y bloqueó el camino.
-Escucha, musculitos. Si no me dejas entrar te arrepentirás por el resto de tu vida ¡Soy Georgia Weasel!
Al chico ya le estaba saliendo humo de las orejas. Aquello era muy confuso. Sin embargo, temeroso de que aquélla fuera realmente la cantante, dio pie a la credulidad y le preguntó:
-¿Y cómo puedo saberlo yo?
Refunfuñando y con prisa, Georgia Weasel se palpó los laterales de su cuerpo. Estaba buscando algo, pero evidentemente no lo encontraba. Una cosa faltaba en su indumentaria:
-¡Oh, mierda! ¡Me he dejado el bolso en el hotel!- comentó, frustrada por no ser capaz de encontrar algún carné que la identificara.
-Lo siento, señorita, pero no puedo dejarle entrar sin una identificación- reiteró, apacible, el vigilante.
Georgia Weasel, llegados a este punto, había adoptado una coloración peligrosa. Así que, sin más que discutir o argumentar, la cantante elevó una de sus rodillas, causándole al muchacho una congestión en Aquellas-partes-que-no-deben-ser-nombradas.
Aprovechando esta coyuntura, Georgia se introdujo rápidamente por uno de los pasadizos del estadio, mientras el gorila se retorcía de dolor en el suelo de la entrada.
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-¿Qué estás mirando, muggle?- preguntó Lucius Malfoy, con cara de pocos amigos. A sus espaldas un batallón de mortífagos le seguían en su búsqueda del señor oscuro.
-Mira… se va a hacer pipí en los pantalones- bromeó Bellatrix, también al frente, a la derecha de Malfoy.
El pobre muggle, consciente de que aquellos tipos tenían cara de pocos amigos, descolgó el teléfono, contuvo la respiración y, tras consultar con su mirada a su compañero, dijo: -Na… nada…
-¡Eso me parecía, mosquito!- afirmó Lucius, haciendo una seña a los demás para que continuaran su camino.
Una vez que hubieron pasado, los muchachos que acababan de llamar a la policía salieron corriendo del estadio, convencidos de que aquél no iba a ser el mejor sitio para pasar la noche.
La escuadra de mortífagos, mientras tanto, no dejaba de dar vueltas. Ya habían estado en varias zonas de aquel recinto muggle, pero por más que buscaban no eran capaces de encontrar al Señor Tenebroso. La marca que todos ellos ostentaban en el brazo no dejaba de picar y de quemar, pero por más que buscaban y se dispersaban, por allí no había señal de que Voldemort estuviera acechando.
-¡Vamos a por Harry, vamos a por ese mocoso!- gritaba Bellatrix, babeando. -¡Está aquí! ¡Te apuesto un Crucio a Dumbledore a que está por aquí! ¿No ves que todos sus amigos están en ese escenario?
-¡Serénate, Bellatrix! ¡Ya sé que el niñato ese tiene que estar por aquí! Pero nuestro Señor nos dijo que esperáramos y esperaremos. Primero hay que encontrar al Amo.
-Lucius- le llamó desde las filas de atrás el mayor de los Goyle, -¡Mira!- dijo, temeroso, señalando algo. La marca tenebrosa acababa de aparecer en lo alto del escenario.
-¡Vamos!- indicó Lucius Malfoy con una señal para que todos le siguieran. -¡Por fin nuestro Señor nos ha mandado una señal!
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Fila 56. Escalera 34. Harry Potter, que no dejaba de dar vueltas acababa de encontrar algo interesante. Una chica, sorprendentemente mal vestida, con grandes incoherencias en su vestuario y el pelo azul, no dejaba de agitar un banderín en el cual estaba mal grabada la imagen de Georgia Weasel. Detrás de ella Harry pudo encontrar, bastante agazapado, el escuadrón que llevaba minutos buscando.
-¡Lupin! ¡Aquí!- gritó el muchacho que sobrevivió.
Detrás de la chica, una cabeza desmelenada se asomó y el resto del grupo se quedó mirando en la misma dirección.
-¡Harry!
Lupin, Ojo Loco y la mal disfrazada Tonks salieron al encuentro de Harry.
-¿Qué está pasando?- preguntó el muchacho, mirando fijamente a Lupin en busca de respuestas. -¿Están aquí los mortífagos?
-¿Qué haces aquí, Harry? ¿Por qué no estás en el escenario con el resto?- preguntó Lupin, malhumorado y preocupado al haber descubierto a Harry Potter merodeando por las gradas.
-¡He visto a Lucius Malfoy!- gritó Harry, intentando que los miembros de la Orden del Fénix lo escucharan.
-Tonks, será mejor que regreses al escenario con Harry- ordenó Ojo Loco Moody, haciendo oídos sordos a los comentarios del muchacho.
-¡No! ¡Esperen! ¡Si Voldemort está aquí, yo me quedo!- comentó un Harry colérico, con fuego en sus ojos. Estaba ya cansado de que le trataran como un niño pequeño. Por el refulgir de aquellos ojos verdes, los tres miembros de la Orden supieron que el muchacho hablaba muy en serio y que de nada valdría que intentaran persuadirle otra vez para que no se metiera en la batalla.
Lupin fue el primero en darse cuenta de este mandato de los ojos de Harry. Luego, Ojo Loco y Tonks se miraron uno al otro (ésta todavía agitando malamente el banderín con la cara de Georgia Weasel) y a los pocos segundos fue Remus Lupin quien habló:
-¡Muy bien! ¡Vamos! ¡Hay que encontrarlos! ¿Dónde has visto a Malfoy, Harry?
Pero no hizo falta que Harry contestara a aquella pregunta porque en ese momento la Marca Tenebrosa empezó a brillar, solemne, en lo alto del escenario. Todavía silenciosos por aquella visión, los cuatro echaron a correr hasta aquel punto.
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(Atención: Nota de Booh)
Hago una pausa para poneros en situación. Aquí nos encontramos con una trepidante carrera por atrapar a los muchachos de Gryffindor.
En la pista número uno: Georgia Weasel. La malcriada e iracunda cantante que cuenta con el record mundial de zancadas por segundo en un ataque maníaco- obsesivo ¿Conseguirá llegar al escenario a base de patadas en las ingles? Misterio….
En la pista número dos tenemos al batallón de la Orden del Fénix, esta vez enviado por el miedoso Cornelius Fudge gracias a la loable empresa de intentar adquirir más votos para su próxima campaña política. Harry, Tonks, Ojo Loco y Lupin, cuentan con la desventaja de encontrarse a una gran distancia del escenario.
En la pista número tres están los malos malosos mortífagos, apremiados por el escozor (parecido al de las almorranas) que les está creando la marca tenebrosa. Todos ellos están sedientos por encontrar a su amo y señor.
En la pista número cuatro de esta apasionante carrera está el huracán Voldemort, seguido por su fiel aliado Osama Bin Ladden. Sabemos de buena tinta que ambos han derribado edificios más altos que éste… Pero todavía no sabemos dónde están, aunque corren rumores de que un muggle ha visto a uno de ellos.
En la pista número cinco sospechamos que una patrulla de la policía muggle se dirige hacia este cacao de concierto, aunque no estamos seguros puesto que McDonalds y Kentucky todavía no han dado señales de vida y sus compañeros deben andar por allí, pero no podemos confirmarlo.
Y, finalmente, en la meta, esperando a que los corredores hagan su aparición, Hermione, Ginny y Ron, entretienen la carrera con sus bailes, coros y meneadillos.
¿Quién llegará primero? ¿Qué sucederá?
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Ninooooooooooooo- Ninooooooooooooooo- Ninoooooooooooooooooo
La patrulla de emergencia de la Policía Nacional acababa de arribar al estadio con sus sirenas echando humo. Kentucky y McDonalds, avisados de la situación, ni siquiera se molestaron en bajar de su coche patrulla. Los dos continuaron devorando sus Dunkin Donuts en la parte delantera del vehículo.
Vestidos de negro, en plan Minority Report, la patrulla policial bajó del camión y se introdujo en la misma puerta por la que se había colado Georgia Weasel. Esta vez el musculoso se lo pensó dos veces antes de impedir el paso a alguien más. La patrulla, compuesta por cinco miembros de la policía, estaba dispuesta a peinar todo el estadio (discretamente, eso sí) hasta encontrar al terrorista internacional.
Como buenos agentes de la ley, los policías iniciaron su investigación con la mayor delicadeza y discreción posible, siguiendo la técnica de la persuasión más estudiada, intentando sonsacar al público alguna pista que les llevara hasta su paradero:
-Perdone, ¿ha visto a Osama Bin Ladden?- preguntó uno de ellos con mesura.
-¡No, tío! ¡Apártate, que no me dejas ver!- contestó un fan enfurruñado.
Otro agente se dirigió a un grupo más concurrido:
-¡Eh, alguien ha visto a Bin Ladden!
-¿Y quién es ése?- preguntó una chica morena, que estaba mascando un chicle.
Pero, por fin, uno de los mejores policías del departamento encontró la pista definitiva:
-¡Eh, chaval! ¿Has visto a Osama por aquí?
-Oye… ¡pues sí!- respondió el muchacho. –Lo acabo de ver en los servicios de caballeros.
-¡Gracias! Recibirás una condecoración por esto- comentó el intrépido policía.
El escuadrón de incógnito se dirigió inmediatamente hacia unos de los aseos de caballeros del estadio. Unas empinadas escaleras conducían hacia las entrañas del recinto, en las cuales un hombre y un algo que no se sabía qué era, conversaban tranquilamente en los servicios de caballeros:
-¿Quieres darte prisa? ¿A quién se le ocurre tener una urgencia ahora?- exclamó, furioso un ente encapuchado. -¡Mis muchachos estarán a punto de llegar! ¿No ves que ya he convocado la Marca?
-Oye, ¿nunca te han dicho que no apures a un hombre cuando tiene entre manos un asunto como éste?- contestó Bin Ladden desde uno de los excusados. Voldemort, mientras tanto, no dejaba de dar vueltas. Con sus poderes mentales estaba siguiendo todos los movimientos de sus mortífagos y tenía la sensación de que llegarían tarde gracias al apretón de aquel estúpido (pero eficiente) muggle. –A uno le llega la hora y le llega. Compréndelo- explicó Ladden, haciendo esfuerzos y empujando para acabar su faena.
De pronto, El-que-no-debe-ser-nombrado recibió la señal mental inequívoca de que un peligro los estaba acechando y con un movimiento de su varita se evaporó del servicio de caballeros. Bin Ladden, todavía hablando, acababa de salir del cubículo en donde había estado haciendo sus quehaceres: -Bueno… Pues ya está. Ahora podemos ir a buscar a esos…- Pero un brusco movimiento golpeó la puerta de entrada de los lavabos. Bin Ladden comprobó que se encontraba sólo, enfrente de una patrulla de cinco policías que le apuntaban directamente a los ojos con sus armas de último diseño:
-¡No se te ocurra respirar!- exclamó el jefe de todos ellos. –¡Y suelta eso que tienes en la mano!
Bin Ladden miró hacia su mano, en la cual llevaba algo estrujado, y rindiéndose dejó caer los restos de un rollo de papel higiénico.
Y así fue cómo el mundo se libró de la amenaza del terrorista internacional.
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-¿Pero querida, qué haces aquí?- preguntó, asustada, Kathryn, cogiendo por el brazo a una chica pelirroja e impidiendo que ésta continuara su frenético camino.
-¡Suéltame vejestorio!
-¡Georgia! ¡Controla esos modales! ¡Deberías estar en el escenario cantando!- le espetó Kathryn, encontrando el valor necesario para enfrentarse a la cantante. Pero de repente la asistente avestruz se dio cuenta de un pequeño detalle en el que no había caído: la música seguía sonando y alguien estaba cantando. Pero ella tenía enfrente a Georgia… Entonces… ¿qué demonios estaba ocurriendo allí?
-¿Pero es que no lo ves? ¡Me has traicionado! ¿Quién es ese clon que me habéis encontrado? ¡Nunca me hubiera esperado esto de ti, Kathryn…!- comentó la cantante, muerta de rabia, casi entre lágrimas.
La mujer avestruz, totalmente desencajada, no supo qué argumentar, aunque estaba empezando a caer en todo lo que había pasado. Sin querer, aflojó el brazo de la pelirroja y ésta prosiguió su camino hasta el escenario.
En el centro de éste, Ginny, Ron y Hermione todavía estaban bastante confundidos por la aparición de la marca tenebrosa, pero hacían todo lo que podían para continuar con el concierto. En el fondo intuían que aquélla era la mejor manera de mantener la calma y de estar protegidos. Pasara lo que pasara, casi estaban convencidos de que Voldemort no se atrevería a dar un espectáculo en público, a no ser que quisiera llamar la atención de toda la comunidad mágica y muggle.
La música cambió de tono y entonces empezó a sonar otra canción. Era el gran éxito de Georgia Weasel: Me robaste a mi novio: eres una bruja. Entonces, Ginny empezó a entonar sus notas. Cuando la estudiante de Hogwarts se había metido lo suficiente en el papel como para olvidar que los mortífagos estaban merodeando por allí, Georgia Weasel entró como un terremoto por un lateral del escenario. Ron y Hermione vieron de reojo cómo la cantante se recorrió la escena en una milésima de segundo y agarró a Ginny por los pelos, tirando de ella hacia atrás.
El público, pensando que ésta era un número planeado para escenificar la canción que estaba sonando, se volvió loco y empezó a aplaudir. Pero Ginny, que sabía muy bien lo que estaba sucediendo, casi sufrió un ataque cardíaco al encontrarse cara a cara con una chica exactamente igual a ella.
-¡Suéltame copia mal hecha!- le gritó Ginny.
Pero Georgia no dejaba de tirarle de los pelos, mientras Ginny se retorcía en el escenario. La bruja cesó de cantar, aunque a la verdadera cantante no parecía importarle demasiado:
-¡Eres una bruja!- le gritaba Georgia Weasel, ante la mirada atónita de Ron y Hermione, que no sabían cómo reaccionar ante esto. -¿Cómo se te ha ocurrido suplantarme?
Ginny, que apenas se podía mover por el placaje al que le estaba sometiendo Georgia, reaccionó rápidamente: agarró a la exaltada muchacha por los hombros, se dobló lo suficiente como para cargar todo su peso en la espalda y le hizo una llave de judo magistral al grito de "¡AAAAAAH!", dejando a la otra pelirroja tumbada en el suelo.
Al ver esto, Ron empezó a aplaudir mientras coreaba: -¡Vamos, hermana, dale duro!
Pero Hermione, que no se lo estaba pasando tan bien y todavía estaba inquieta, miró hacia la parte de atrás del escenario y de repente vio lo que se estaba temiendo: un ejército de encapuchados, guiados por Lucius Malfoy, los esperaban entre bastidores.
-¡Ron, Ron!- dijo, tirando de la camiseta de su amigo para que éste le prestara atención. -¡Tenemos que salir de aquí cuanto antes!- comentó, haciéndole una seña para que mirara hacia el punto donde estaban esperando órdenes los mortífagos.
-¡Por Merlín! ¿Crees que son… que son?- tartamudeó Ron.
Ginny, que había dejado a Georgia inconsciente en el suelo, estaba con los brazos extendidos, recibiendo el aplauso del público tras haber dejado KO a la otra pelirroja. Pero, de pronto, algo muy extraño ocurrió: Ginny se evaporó en la atmósfera por unos segundos, dejando a todos con las bocas abiertas.
-¿QUÉ HA SIDO ESO?- preguntó Ron, muerto de pánico, agarrándose al micrófono, que todavía estaba encendido. Los fans que estaban en el estadio guardaron silencio. Georgia Weasel se incorporó como pudo. Cuando la cantante estaba a punto de atrapar entre sus manos el micrófono, dispuesta a explicar a la concurrencia todo lo que había ocurrido y el fraude al que los habían sometido, Ginny Weasley apareció de nuevo en el escenario, sólo que estaba un poco más descamisada que cuando había desaparecido.
Recelosa por este nuevo y extraño truco de prestidigitación, Hermione volvió a mirar hacia todos lados y se encontró con Harry, Lupin y Ojo Loco agazapados en el lado opuesto de los mortífagos. Éstos no podían verlos. Ginny, la verdadera Ginny, estaba con ellos. Harry le hizo una seña con los dedos para que Hermione siguiera con el concierto, como si allí no hubiera pasado nada.
-Ufff…- comentó la nueva Ginny, agarrando el micrófono y ayudando a Georgia a levantarse. –Bueno, colegas- dijo, dirigiéndose al público, -creo que vamos a hacer un descanso después de esta batalla tan brutal. Nos vemos ahora.
Dicho esto, las luces se apagaron y los micrófonos se quedaron mudos.
Georgia Weasel seguía fuera de sí y se encaró a la nueva Ginny:
-¿Quién demonios te crees que eres para cortar mi concierto?
-Mira, guapa, si quieres no perder a tus fans y volver a la normalidad, lo que tienes que hacer ahora es volver al camerino, quitarte esa cara de culo y ponerte ahí enfrente para acabar este patético concierto tuyo- le espetó la falsa Ginny, con cara de pocos amigos.
-¡No entiendo nada!- se quejó Ron, mirando de reojo a los mortífagos y clavado en el suelo, por miedo de salir del escenario. Todos sabían que, mientras estuvieran enfrente del público no iba a pasar nada. Pero los mortífagos empezaban a envalentonarse debido a la oscuridad con la que ahora se había teñido el escenario y Hermione empezaba a estar muy nerviosa:
-Ron, ésa no es Ginny: es Tonks- le susurró la morena al pelirrojo. –Harry y ella están ahí fuera, escondidos, pero debemos esperar aquí hasta que nos digan algo.
Ron, que estaba empezando a comprender que la auror se hubiera transformado en su hermana, se quedó más tranquilo. En ese momento la verdadera Georgia Weasel salió del escenario, camino de su camerino.
Los mortífagos, conscientes de que sólo quedaban magos de cara al público dieron un paso al frente, amenazantes. Pero antes de que pudieran hacer nada, una irradiación empezó a brillar en el punto más alto del decorado y una luz brillante cayó como un trueno al lado de Tonks, que todavía estaba caracterizada como Ginny, y a las milésimas de segundo se materializó en….
-¡Voldemort!- gritó Harry a sus compañeros, haciendo que todos se estremecieran.
-¡PEQUEÑA LOMBRIZ!- gritó el Mago Tenebroso, pensando que iba a ser más que fácil amedrentar a una pequeña estudiante de Hogwarts que aún encima estaba caracterizada de muggle y no contaba con la ayuda de su varita. -¡DIME DÓNDE ESTÁ HARRY POTTER O….!
Pero Voldemort no pudo acabar la frase porque rápidamente Tonks sacó su varita, la cual ya tenía preparada por temor de que aquello pudiera ocurrir, gritó algo ininteligible y el Mago Tenebroso se esfumó de golpe.
-¡Vámonos!- gritó Tonks, lanzando una mirada a Hermione y a Ron para que salieran corriendo cuanto antes. La auror todavía no se creía lo que acababa de hacer ¡Había evaporado a Voldemort!
Harry, Lupin, Ginny y Ojo Loco salieron entonces de sus posiciones, dispuestos a luchar. Pero para sorpresa de todos, los mortífagos ni se movieron. Estaban congelados. Todos ellos pensaron que habían perdido de nuevo a su Amo y no eran capaces de reaccionar. Bellatrix Lestrange tenía lágrimas asomándose por sus ojos.
Los amigos aprovecharon esta circunstancia para salir zumbando de allí, mientras la malévola bruja, a punto de romper a llorar, se acercó al punto del escenario donde Tonks había tenido su encuentro con Voldemort. Al mirar al suelo, Bellatrix se encontró con lo que parecía una pequeña tarjeta de visita, en la cual pudo leer:
Éste es un hechizo cortesía del departamento de aurores. El sujeto Tom Riddle, más conocido como El-Que-no-debe-ser-nombrado, ha quedado volatilizado en el espacio por un tiempo no superior a 1:00 minuto. Al señor tenebroso le quedan….
…..30 segundos….
……………………..…..para aparecer.
Bellatrix se quedó embobada con aquella tarjeta. Los números de la tarjeta se iban moviendo solos, haciendo una cuenta atrás:
….15 segundos….
……………..…..para la re-re-re-re- aparición de su Señor Todo Tenebroso
….10 segundos….
………………………………….….para que vuelva el más grande de los Tiranos
…5 segundos…
………………..…para que el Que-estamos-hartos-de-no-nombrar vuelva a nosotros
…3 segundos….
……………..…pero que conste que Harry Potter se la ha vuelto a pegar
…1 segundo….
…………………………………………….…y la cosa estará bien jodida.
Cuando la tarjeta acabó su cuenta atrás, justo antes de que Voldemort se materializara, Bellatrix pudo leer el último mensaje que apareció impreso en ella:
¡En Harry Potter confiamos!
El copyright de este mensaje pertenece al Ministerio de Magia (departamento de aurores) y a su brazo derecho, La Orden del Fénix. Cualquier plagio, copia, publicidad o uso de este hechizo con ánimo de lucro será perseguido por el implacable azote de nuestras varitas. La divulgación de este hechizo podrá ser, asimismo, causa de una condena perpetua en la Prisión de Azkaban, de la cual un único mago consiguió escapar: Sirius Black. Pobre hombre. Descanse en paz.
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En el castillo de Hogwarts, Dumbleadore deambulaba inquieto en su despacho, hablando preocupado con la multitud de retratos que allí se agolpaban. Por fin, tras una larga espera, la puerta de su despacho se abrió y Minerva McGonagall hizo su entrada, seguida de un grupo de cuatro estudiantes:
-Aquí los tienes, Albus- comentó la directora de la casa Gryffindor, con un centelleo en sus ojos.
-Bienvenidos- les recibió el director. -Llegan tarde. El curso académico ya ha empezado- comentó, borrando la mueca de preocupación que se había apoderado de su cara y volviendo a sonreír, intentando sacarle plomo al asunto. –Ahora quiero que vayan a su Sala Común y descansen. Mañana tendremos tiempo suficiente para discutir todo esto- afirmó Dumbledore, dejándose caer en el sillón que había enfrente de su mesa de escritorio. Los cuatro estudiantes sonrieron, se dieron media vuelta dispuestos a encauzar el camino hacia la torre de Gryffindor, cuando de repente Albus Dumbledore, divertido, se dirigió a uno de ellos: -Precioso atuendo, señorita Weasley. Y gran espectáculo. La felicito…
-Gra… gracias- La pequeña de los Weasley, todavía vestida con la indumentaria de una cantante internacional, se ruborizó un poco. Minerva McGonagall se apartó del marco de la puerta para que los cuatro amigos salieran del despacho y volvió a cerrarla, una vez que los muchachos habían pasado.
De camino a la torre de Gryffindor, ninguno de ellos medió palabra. Estaban demasiado destrozados y cansados para poder decir nada. Pesadamente, subieron la escalera central y cuando llegaron al retrato de la señora gorda se dieron cuenta de que no sabían la contraseña.
-¡Oh, vamos! ¡Si nos tienes más que vistos!- se quejó Ron, encarándose con la señora gorda.
-No hay contraseña, no abro- concluyó ésta, negando con la cabeza.
Los cuatro amigos ya estaban empezando a desesperarse cuando, de pronto, la puerta se abrió y una jauría de Gryffindors comenzó a armar un escándalo y a aplaudir. Casi todos los estudiantes estaban allí, dispuestos a celebrar una fiesta por la nueva victoria del mundo mágico contra el Mago Tenebroso.
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En el otro lado del globo, una chica totalmente derrotada se dejó caer sobre una inmensa cama de hotel. Georgia Weasel, tras grandes dificultades, había conseguido terminar su concierto. Pero aquella noche no tenía ganas de fiesta, por lo que se tumbó en la cama y mirando al techo se quedó así unos segundos, todavía confundida por lo que acababa de vivir. Aquello parecía cosa de magia. Por lo que le habían contado, lo que se había armado en el escenario no había sido normal y ahora temía las críticas de los periódicos, que aparecerían al día siguiente. Dominada por estos pensamientos, la muchacha ni siquiera podía moverse, cuando de pronto el teléfono sonó.
Georgia estuvo tentada a no cogerlo, pero imaginando que podía ser su novio o cualquier periodista que a última hora quería hacerle unas preguntas, descolgó el auricular.
-¿Quién?- contestó bruscamente.
-Señorita Weasel, le habla Gel, su conserje particular. Aquí tenemos a un mensajero que dice que trae un envío para usted.
-Muy bien, déjelo subir- aceptó la cantante, sin duda pensando que se trataría de un envío de flores de algún fan, que pretendía animarla tras aquel espantoso concierto. Georgia se levantó de la cama para ir a recibir al mensajero, rebuscó por su cartera en su bolso para sacar unos cuantos dólares de propina y a los pocos segundos se oyó cómo alguien llamaba a la puerta.
Al abrirla, Georgia sólo pudo ver un montón de cajas amontonadas en lo que parecían ser los brazos de una persona.
-Envío urgente- dijo el mensajero, asomando la cabeza como podía por entre las cajas.
La cantante, confundida, dejó que pasara y cuando cruzó el umbral de la puerta se encontró con muchos más mensajeros. Al menos habría cinco y cada uno de ellos transportaba inmensas cajas de cartón que no se sabía lo que contenían. Uno a uno fueron pasando a la suite de la cantante y amontonando las cajas en el centro de la habitación.
-Bueno, pues aquí lo tiene- comentó el primer mensajero, sacando una carpeta donde parecía haber un listado de algo, -….la super máquina de abdominales ultra reafirmante, una freidora sin cable, la nueva máquina de coser Punzadaeficiente, el kit de protección personal Nometoquesquetedoy, una alarma contra incendios, un depurador de agua, la máquina de masajes para pies con problemas de sudoración y nuestro pequeño, pero no por ello menos importante, simulador de trasbordación espacial para niños…. Si quiere echarme una firmita, nos vamos.
Georgia Weasel, descolocada por lo que ese hombre le había dicho, derrotada, firmó la hoja de la Teletienda que le estaba tendiendo y cerró la puerta de su lujosa suite una vez que todos los mensajeros hubieron salido de la habitación. ¿Cuándo he comprado yo todo esto? Se preguntó a sí misma, agitando la cabeza y llegando a la conclusión de que a lo mejor había estado demasiado drogada o borracha para recordarlo.
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-¡Y tienen una cosa que se llama Teletienda!- comentaba excitadísimo, Ron. –¡Llamas por el telófono ese y te traen lo que quieras a casa!
Todos los Gryffindor dejaron escapar un silbido. Los cuatro amigos eran el centro de atención en la Sala Común. Los estudiantes estaban plenamente atentos a todas sus palabras, mientras éstos contaban su aventura. Algunos de ellos desviaban la atención para clavar su mirada en Ginny, la cual todavía estaba impresionante vestida con aquellas ropas. La pelirroja no había querido cambiarse porque se encontraba muy realizada con aquella indumentaria. Como siempre, Ron era el que más énfasis le estaba dando a la historia, de vez en cuando introduciendo alguna que otra mentira o exageración, como por ejemplo que a él también le habían tratado como si fuera un famoso, o que no había tenido ningún tipo de problema para llevar la voz cantante del coro. De repente fue Seamos Finnigan quien llegó al punto más candente de la cuestión:
-¿Y qué es eso de que estuviste con otra cantante?- preguntó. Por lo visto los rumores habían llegado hasta el mundo mágico. Ron, entusiasmado por que alguien le hubiera hecho esa pregunta, se hinchó como un gallo y contestó, mirando de reojo a Hermione:
-Bueno, sí, ya sabes… Una famosa que no pudo resistir mis encantos.
Hermione estaba negra. Sentada a su lado, tenía ganas de asfixiarle con sus propias manos ¿Cómo era posible que se estuviera pavoneando delante de todos? Pero Ron, tomando carrerilla para intentar poner aún más celosa a Hermione, siguió contando todos los detalles sobre su encuentro con Mariah Carey. Las cosas habían vuelto a la normalidad en Hogwarts….
Llegados a este punto, Ginny, que empezaba a estar muy cansada de escuchar las batallitas de su hermano, se retiró un poco de la multitud, prácticamente dispuesta a volver a su habitación y descansar todo el día. Pero Harry, que vio como ésta se alejaba del centro de atención se apresuró para llegar hasta donde estaba ella y le preguntó:
-¿Va todo bien?
-Sí, sólo estoy un poco cansada- contestó la pelirroja. –Creo que me voy a ir a dormir…
-Bueno… no me extraña, después de toda esa aventura, ¿no?- comentó el chico que sobrevivió.
-Muchas gracias por ir a buscarnos- contestó, encantadora, soltando una sonrisa agradecida y dando por terminada la conversación.
Fue entonces cuando Harry se resignó a seguir hablando con ella, admitiendo que era el final de un día muy largo y que tenía que dejar a Ginny descansar. La pelirroja se giró un poco, dispuesta a disculparse e ir a los dormitorios, pero de pronto Harry se lo pensó mejor y sacando fuerzas de valor dijo:
-¿Y cómo era él?
Ginny giró sobre sus propios talones y, confundida, preguntó con una mueca de curiosidad en sus cejas: -¿Quién?
-¡Mi clon!- contestó Harry, como si la pregunta hubiera sido evidente.
Ginny sonrió tiernamente y miró a Harry a los ojos. Por primera vez notó que el muchacho no la estaba mirando con la misma mirada que empleaba Ron cuando se dirigía a ella. Ésta era una mirada nueva, que nunca antes Ginny había atisbado en Harry. Todavía sonriendo y divertida por la pregunta del muchacho, la pelirroja no dudó ni un instante en contestar y dijo:
-Un estúpido….. No se parecía en nada a ti….- afirmó, sin ningún tipo de pánico o timidez en la voz. Algo había cambiado en Ginny Weasley aquellos días.
Harry, muerto de felicidad por aquella contestación, sonrió abiertamente, se acercó a la muchacha, le plantó un beso en la mejilla y le dijo con ternura: -Buenas noches, Ginny Weasley.
-Buenas noches, Harry……….
Cuenta la leyenda que en una calle de Nueva York, muy cerca de Times Square, todavía hay un mendigo borracho que a todo el que quiera le cuenta una increíble historia acerca de unos chicos que hacían magia con una varita.
……………………………….………...FIN……………………………………………...
Bueno….. al final he conseguido acabarla. Dos semanas de sufrimiento! Espero realmente que no se haya hecho muy pesada y que os haya gustado. Saludos!
Booh
