AMOR CAUTIVO

Capítulo 1: La batalla

Todavía no me he podido acostumbrar a esto. - Dijo un anciano de brillantes ojos azules sonriendo amablemente a una mujer de aspecto severo. Bueno Albus, yo tampoco los entiendo mucho, pero es su vida, son sus sentimientos y no podemos luchar contra ellos. - Respondió Minerva McGonagall. Ambos agitaron la cabeza con falsa desesperación, al poder observar la lejana silueta de dos personas que corrían y se perseguían tontamente, a la vez que tropezaban y caían al suelo, entonces rodaban por la fresca hierba de los alrededores del castillo Hogwarts de magia y hechicería y se robaban ambos besos de amor. ¿Ya están otra vez?. - Dijo un hombre de oscuro cabello negro que intentaba aparentar enfado. Bueno... - Interrumpió otro hombre que observaba divertido la escena desde la misma ventana que su ahora amigo Severus Snape. - Él lo ha pasado mal, yo creo que merece la oportunidad de ser amado por alguien, que por fin no tiene prejuicios. Ya Sirius, no todos hemos tenido la misma suerte... Es cierto, nosotros siempre quedaremos aquí, solos hasta el fin de nuestras espantosas vidas. - Dijo el hombre tristemente. Bueno Black, tu al menos no desaprovechaste el tiempo en tus tiempos de estudiante. Ya.., pero yo nunca me enamoré, Snape, y creo que soy desafortunado al o conocer el amor. No lo eres, te aseguro que depara mucho sufrimiento. - El hombre volvió a posar su mirada en los jóvenes y suspiró, escapándose entre sus labios una única palabra: Lily.

Mientras una muchacha de bonito pelo castaño y rizado y una sonrisa a la que todos que la conocían definían como encantadora se estremecía al notar el cálido aliento de la única persona a la que había amado tanto en su vida - Vaya romántica que me estoy volviendo, pero después de tantas aventuras y peligros creo que me lo merezco - pensó.

Sentía como esos brazos fuertes la rodeaban con delicadeza por la cintura, y la posaban con ternura en la hierba, como el hombre que le había robado tantos sueños ahora se perdía entre sus labios, buscando satisfacer su amor.

Incapaz de rechazar la pasión que derrochaba todo su ser la chica cerró los ojos, se concentró en sus pensamientos y noto como su memoria retrocedía al pasado, como entonces una mujercita de 19 años se debatía con fiereza en una oscura sala con aquellos llamados "Mortífagos"

¡Cuidado Ron!. - Se oía decir a si misma, mientras al mismo tiempo daba la vuelta y exclamaba con decision: ¡Desmaius!. - Y uno de los centenares de hombres vestido con túnica negra caía al suelo, desmayado.

Hermione se agachó rápidamente y se inclinó sobre esa imitación de ser humano, le quitó la mascara blanca y observó con asco su rostro, una sonrisa malévola y feliz cruzó su rostro al ver de quien se trataba. Wortmail, ahora si que recibirás el castigo que mereces, rata traidora... los muchachos te recibirán con alegría... Murmuró en voz baja.

Pero la emoción le hizo olvidar que se encontraba en medio de una cruenta batalla entre el bien y el mal, que cualquier despiste podría costarle la vida, y pago ese instante caro, ya que un encantamiento desgarrador le pasó cerca, rozándole el brazo, abriéndole un agujero en la manga derecha de la túnica naranja, antes de poder ahogar un gemido pudo ver la sangre brotarle del brazo, aunque ya estaba acostumbrada al dolor, no pudo evitar que se le escapara una exclamación de disgusto.

Pudo ver también su bonita marca dorada y naranja, la de la orden del Fénix, tras abandonar Hogwarts le habían ofrecido a ella, una de las estudiantes mas inteligentes que el castillo había tenido en bastante tiempo, aunque lo negara siempre, no pudo hacer menos que aceptar gracias al aprecia que procesaba a su director, Albus Dumbledore, y a causa del daño que le había causado ese ser odioso, Lord Voldemort.

Alejó de su cabeza esos pensamientos y observó su situación: Había varios cuerpos de color negro tirados en el suelo, y algunos pocos naranjas, pero la batalla cruel se desarrollaba a un par de metros mas de altura, donde encantamientos de todos colores surcaban casi rozándose unos a otros, al lado izquierdo aquellos que deseaban el mal para el mundo mágica, y para los muggles, los aliados del mago mas terrorífico de la historia, comúnmente denominado el que no debe ser nombrado, al lado derecho todos aquellos que apoyaban la paz, y eran personas humildes, aunque deberían ser considerados grandes héroes, ella estaba entre ellos, la orden fundada por Albus Dumbledore, y que había sufrido un intento de ataque sorpresa por parte de los mortífagos, pero no los había pillado tan desprevenidos, ya que habían sido reducidos a un escaso número, ante la obvia ausencia de su jefe.

Sin pensárselo más se tiro al suelo, quedando semioculta por varios cuerpos y se transformó en una gata plateada. Surcó la zona de batalla y se acercó a un pequeño escondite detrás de un tapiz, que no había sido descubierto por los hombres de negro, y que era muy útil para aquellos miembros heridos, o para ocultar a los prisioneros que habían sido reducidos, como Peter por ella misma, a tamaño de bolsillo.

La imagen dentro no era tan mala como había esperado. Había unos 50 miembros de la orden saciando su sed y descansando, algunos hablando con seriedad, otros atendían a 5 o 6 heridos que iban despertando poco a poco.

¿Qué te trae por aquí pequeña?. - Escuchó una agradable voz. Se volvió y vio al padrino de su mejor amigo, Harry, que estaba atendiendo a un malhumorado y orgulloso profesor Snape, de una parálisis en la pierna izquierda. Hermione al ver la tensa situación y el poco empeño que estaba poniendo Sirius en el problema se acercó: Ya sigo con esto yo, Sirius. - Sonrió al advertir las miradas de alivio que tenían los dos hombres y tomaba las vendas. - Yo creo que tal vez te interesaría sacarme una cosa molesta que tengo en el bolsillo... Haber que me ha traído la gatita... - Snape rió, sarcástico. A McGonagall no la llamas gatita Black....¡Ay, duele!, pero no es tu culpa Granger... Añadió advirtiendo la mirada de asombro de la muchacha. Ja, ja, ja, primero de todo, McGonagall me sacaría los ojos si la llamara gatita...además cuando te curó ella la vez pasada si que tuvo la culpa... ¡que conmovedor y educado Snape!. - Rió Sirius, mientras seguía buscando entre la túnica de Hermione. - ¡Lo encontré!. - Dijo con voz de triunfo.

Unos instantes después se podía ver a ese hombre dando saltos de alegría contenida mientras casi aplastaba a la pobre muchacha en un abrazó de oso y gritaba: ¡Lo cogimos, lo cogimos, soy libre, tenemos a la rata, tenemos a la rata! Shhhh. - Lo cayó Snape mientras se incorporaba, aterrado. - Te recuerdo que hay una horda de mortifagos hay fuera, y si descubren nuestro escondite gracias a tus gritos juro que te mato. Ok. - Se dio por vencido el animago mientras sonreía. - ¿Dónde está Moony? - Preguntó Sirius. Esta por la parte central, creo que sería mejor que alguien fuera a ayudarle. - Dijo uno de los miembros de la orden. Iré yo. - Se ofreció Hermione, y sin esperar respuesta salió del escondite con su forma de animaga y se dirigió a la parte donde los mortifagos y los miembros de la orden se encontraban mas cercanos, tambien donde el número de bajas era superior.

Pronto localizó a su ex - profesor y ahora compañero de charlas Remus Lupin. El licántropo era uno de los miembros más destacados de la orden, y, como no tenía aprecio por la vida, como muchas veces le había dicho, luchaba con más valor y menos miedo que nadie. Además poseía una cualidad que atraía irremediablemente a Hermione, aunque la muchacha no se diera cuenta, era inteligente, sorprendentemente inteligente.

Aún bastante joven, el hombre era juzgado por ser hombre lobo con anterioridad por casi todo el mundo, de hecho, hasta sus propios compañeros recelaban su compañía, depende de que noches se tratara. Solo a dos personas les importaba un comino en ese momento su condición, y Hermione estaba orgullosa de ser una de ellas, ya que, con la ayuda de ellos se había convertido en animaga, ilegal, claro y les hacía compañía a los dos hombres todas las lunas llenas a petición de ellos, pero realmente no le importaba mucho...

Se acercó a él, escapando de un Avada Kedabra que había sido habílmente esquivado por Lupin y tras asegurarse de no ser vista se transformó justo detrás del hombre, y se delató ante los mortifagos con un poderoso hechizo antiguo que había aprendido en los libros de la sección prohibida y que, ante la sorpresa, derribó a seis de ellos de golpe, todos inconscientes.

Vio como Lupin se giraba 180 grados y le sonreía, sorprendido y ella le devolvía la sonrisa, desarmando a un mortifago que se había intentado aprovechar del despiste matándolo. Cuando la varita llegó a su alcance la tomó y la partió con un hábil golpe contra su rodilla.

Pero justo en ese instante, la sala adquirió un frío desgarrador, y frente a sus narices apareció una especia de hombre con ranuras en donde deberían estar los orificios de una nariz, con túnica negra, alto y con ojos rojos. Lord Voldemort, el hombre que había matado a tantas personas inocentes, entre ellas, sus propios padres. No pudo evitar que el odio se apoderara de ella y diera un paso hacia delante, pero Remus Lupin la sujeto del hombro y le advirtió con una mirada el peligro de la situación. Demasiado tarde se dio cuenta de que todos miembros de la orden se habían alejado de ahí, rápidamente, seguramente a intentar advertir a Dumbledore, solo Remus y ella habían quedado. Se agarró fuertemente al brazo de Remus, quien la intentaba de proteger, con la cólera en su mirada de ojos dorados, de los ojos rojos de Voldemort.

Él, todavía no había advertido la presencia de los dos jóvenes, estaba mirando furioso el suelo, y a sus propios mortífagos, que no eran 27. Todos se estremecieron al escuchar su fría voz: ¿Veintisiete? ¿Mando a 150 mortifagos a una redada contra la orden del fénix y solo me encuentro a27 supervivientes? ¿Es que no sabéis defendeos ni matar enemigos sin mí? Contesta ¡Lucius!. - Llamó con una voz peligrosamente suave. Mi señor, son mucho más numerosos y poderosos que la última vez, Dumbledore les debió dar permiso para matar, además estaban prevenidos, pues nos atacaron por sorpresa ellos, además no paraban de aparecer y desaparecer refuerzos.... Eso no sirve...¡Crucio!. - Y Lucius Malfoy comenzó a retorcerse de dolor en el suelo.

Lupin y Hermione o habían podido retroceder mucho más por temor a ser descubiertos por en ese momento despistado Voldemort, pero no bien habían dado un par de pasos más cuando una voz fría con tono sorprendido exclamó:

Vaya vaya, ¿Pero qué tenemos aquí?. - Voldemort los miró directamente a los ojos y rió al apreciar cuanto odio procesaban hacia él, dirigió su vista al suelo, ellos notaron que estaba contando el número de mortifagos que había a sus pies, serían unos... Veinte. - Dijo furioso. - Esta... - Voldemort volvió su vista a Hermione y sonrió malvadamente, Remus la abrazó más contra él y se puso delante de ella. - Sangre sucia. - Escupió las palabras y rió ante la reacción de Remus. - ¡Ah!, y amiga de Potter se me olvidaba, y a ti también te conozco, licántropo. - Miró la reacción de la chica, pero se dio cuenta de que ya lo sabía.

3. Bien, asi que ¿Qué haré con vosotros dos?, ummm, dejadme pensar, Lupin,
lobito, Lupin. - Se escucharon risas entre los mortifagos. - Siempre fue
bueno tener Gryfindoor´s entre mis filas... son buenos traidores, si
señor, ¿a que si?. - Remus lo miró con odio. Pero dejaré que tomes la decisión de si te unes a mí para otro momento...

Y se acercó a Hermione, quien se abrazó si aun era posible mas a Remus Al menos Potter sabe elegir bien a sus amigas, eres bonita, aunque seas sangre sucia eres bonita, como su madre... - Rió. Intentó acercarse más pero Remus no le permitía el paso, estaba parado a escasos centímetros de Voldemort, con ninguna señal de miedo en su rostro. Si eso es lo que quieres Lupin... No te acerques a ella. - Respondió él. ¿Y qué me vas a hacer, asquerosa bestia... dime ¡Crucio!. - Remus cayó de rodillas al suelo, gimiendo de dolor. - Inpedimenta. - Y Hermione quedó paralizada delante de donde el hombre gritaba de dolor, las lágrimas se escaparon de sus ojos... y los mortifagos reían.

Entonces lo sintió, a la magia surgir dentro de ella, subir por su cuerpo, y mezclarse con la furia, el odio y el dolor, por la muerte de sus padres. Notó como el encantamiento paralizador se rompía, y a Voldemort con una sonrisa macabra en su rostro, ¡Y cuanto odiaba ese rostro! Sin darse cuenta de lo que hacía, agarró con fuerza la varita, y sin poder evitarlo, la apuntó hacia esa cara de serpiente...el odio fluía de ella y Remus pronto moriría, tenía que hacer algo, y tenía que ser, pronto.