Misao tan solo podía mirar con odio al que alguna vez fue el amor de su vida, a Soujiro, aquel por el que una vez perdió su inocencia, y aquello, si que lo había pagado caro. Aoshi no podía entender como no se había dado cuenta de semejante dolor en aquella chica de ojos océano, siempre le había parecido que ella estaba protegida de todas aquellas mierdas que llenaban el mundo, no le importaba ya lo que le pasara a él, ya se había llevado tantos golpes en la vida, y tanta gente se los había llevado por él... por su causa. Y Jiro, mejor dicho, Soujiro, lo tomaba todo como un juego, que más le daba que aquella chica estuviera con él, solo le importaba que aquello fuer un impedimento para su jefe, para Sishio, lo demás, para él lo demas era Aimeri, la chica que en algun momento fue la mejor amiga de Misao pero que demostró ser como él. Aquel gimnasio se llenó de ruidos, ruidos infernales, ruidos de guerra, la lucha entre dos personas, el bien y el mal, lo que el mundo no sabía nunca diferenciar pero se esforzaba tanto en separar, ¿habían buenos que hicieran el mal?, tal vez, pero el mundo no quería diferenciarlos, eso sería tirar al traste años de creencias, más bien milenios, no podía funcionar de otra forma, y para Misao solo había una verdad, amaba verdaderamente a Aoshi y no era aquel amor tonto que ahora comprendía que sintió por Jiro, aquel que estaba intentando dañarle, ¿lo permitiría? Creía firmemente que prefería morir, y aquello lo unico que le hacía sentir era pánico, pánico de volver a sentir aquellas ganas egoístas de morir. Los ruidos de lucha pronto se volvieron insoportables, solo se oían en el dojo, pero para ellos era todo su mundo, luchaban por ellos, unos egoístamente, otros por los seres a los que amaban. De pronto, uno de tantos gritos que llenaban el lugar, se hizo más fuerte que los demás, más seco, y después de él, el silencio. El silencio del terror, el silencio que parece paralizarte la sangre, ese silencio que todo el mundo teme, el de la muerte. Aoshi estaba tumbado en el suelo, tenía la cara casi ilegible por la sangre y los ojos cerrados, pero no cerrados apaciblemente, estaban cerrados con fuerza, cerrados por el deseo de no ver nada a su alrededor, por el dolor, dolor causado por un golpe demasiado certero en el abdomen, aquel abdomen tan bien formado que ahora tan solo dejaba ver su pecho fuerte, pero que aquella Misao ingenua e inocente no se atrevía siquiera a ver, tenía demasiado miedo, miedo de ver la realidad. La realidad de que lo que más pánico le da, se podía cumplir ¿lo perdería? Soujiro tan solo estaba tumbado en el suelo, y a pesar de parecer el que más bien de los dos estaba, aquello era una simple jugada de la visión, pues este que siempre rebosó vida pero tan egoísta y vacía, se moría por dentro, tenía una emorragia interna, Aoshi, al oir la voz asustada y cortada Misao abrió los ojos, sabía que tenía que hacerlo tarde o temprano, pero solo ella le daba la valentía necesaria para hacerlo. Y ahí estaba ella, mirándole asustada y con sangre sobre todo su cuerpo, su sangre, la había manchado con ella, de pronto, todo el dolor de físico se apagó para dar paso a uno peor, el dolor mental ¿es que acaso solo podía hacer daño a quien le rodeaba? ¿Nunca podría darle felicidad? Y ahí estaba ella, un ángel manchado por la locura de los humanos, se odió a si mismo, pero sobretodo, lo odió más que nunca. Entonces, solo entonces, lo recordó, como un flash volvió a su mente, todo era borroso, recordó como con todas las fuerzas que le quedaban se acercó hacia una de las dos kodachis que habían colgadas del dojo, con un rápido salto se alejó de esa misma pared para llegar al suelo, tan solo unas décimas de segundo, Soujiro aterrizaba a unos metros con la otra Kodachi, y sonriendo con su hipocresía personal y característica. Era cierto, siempre se parecieron mucho, y solían compenetrarse, demasiado bien. Otro flash le llegó, este algo más borroso ya que él con todas sus fuerzas se había levantado para, ayudado por una Misao confusa llegar hacia Soujiro. Unos segundos después de haber cogido las Kodachis el uno se acercaba al otro con el conocimiento, de que esa podía ser la última vez que vieran el mundo, Aoshi estaba preparado para ganar, no la iba a dejar sola, y dio lo mejor de si, vaya si lo dio, con un corte poco conocido fruto de sus predecesores mas sangrientos y desalmados, lo dejó sin aire, y con sucesivos golpes por los puntos vitales más frágiles llegó a caer al suelo al mismo tiempo que él, asustando a Misao, la creadora de aquel grito desgarrador, lo demás era ya historia. Ahora ya estaban los dos al lado de Soujiro, su cara empezaba a desfigurarse por el dolor demasiado desconocido por él. Misao tardó un poco en entender lo que había pasado, hasta que con una tos imparable, Soujiro empezó a soltar sangre, aquella sangre fría que le caracterizaba. Con el pulso aun tmbloroso y sus manos manchadas buscó su movil, para marcar y hablar casi sin aliento pidiendo una ambulancia.... Lo demás, el chico de ojos azul profundo y en aquel momento sin sentimiento alguno ya no lo recordaba. Al día siguiente despertó con el sol del mediodía, como si nada hubiera pasado, como si todo hubiera sido un sueño, un maldito sueño Su ángel lo estaba custodiando, con su trenza deshecha y los ojos cerrados pero sin gesto de calma, lo tenía cogido de la mano, y aquel gesto le pareció el mas importante del mundo. Con suavidad empezó a incorporarse, pero aquello tan solo le hizo sentir el dolor de la herida y tener que tirarse como si fuera al vacío otra vez a la cama, a la seguridad de su cama, aquella cama, que solo entonces reparó que no era la suya, era la cama de un hospital. Poco a poco se fue moviendo para despertar haciéndose el despistado a Misao, no quería que notara que lo estaba haciendo aposta, como si volviera a ser un niño pequeño queriendo despertar a su madre. Su misión se cumplió con éxito, cuando la pelinegra se despertó sobresaltada y empezó a sobresaltarse preguntando por los enfermeros, era obvio que ella no se había quedado dormida a propósito y que lo había pasado mal por él, entonces le llegó una imagen otra vez a la mente, la misma chica toda ella envuelta en sangre, su sangre, y otra vez más, vió sus muñecas con marcas de haberse intentado quitar la vida, se olvidó de haberla manchado, solo pudo dar gracias a Dios o a quien fuera, por haberla salvado, no haberla dejado morir, por haberla dejado conocerlo. Misao de pronto se quedó en shock, estaba claro que ella no se esperaba encontrarselo despierto, se lanzó a sus brazos, ya no recordaba donde estaban, no recordaba siquiera la herida profunda en su abdomen, solo pensaba que estaba vivo. Lloró, lloró como solo una vez antes en su vida lo había hecho, cuando se enteró de que había perdido aquella criatura que alguna vez estuvo dentro de ella. Y entonces se dio cuenta de cuanto debieron haber sufrido sus familiares al haber estado a punto de perderla a ella también, y, como su novio, dio gracias. Las semanas habían pasado rápido, Aoshi se encontraba frente a la puerta del hospital, aun sin poder creer que por fin lo abandonaba, Misao no se encontraba a su lado, pero si que estaban sus dos mejores amigos, sus únicos amigos a parte de ella, Kenshin y Kaoru, los dos había acudido asustados al enterarse de lo ocurrido, habían vagado por los pasillos muertos y llorosos esperando respuestas que no llegaban y habían sentido la felicidad al enterarse de que estaba bien, siempre se preocupaban por ellos dos y les ayudaban en todo cuanto podían, ahora estaba esperando apoyado en Kenshin a su hermana Aika, que junto con Enishi iba a llevarlo a casa con el coche, de vuelta a casa, era curioso como la había echado de menos, era curioso como había echado aquellas cuatro paredes de menos, pero no eran una cuatro paredes cualquiera, pensó en el coche, eran sus cuatro paredes, le vino a la mente como sería vivir con Misao, sin duda aquello sería perfecto, un sueño para él. Cuando el coche paró siguió con su idea en la cabeza, estaba como en un sueño en vida, sin duda era feliz, fue Enishi quien, a carcajadas lo sacó de su "sueño" Se le notaba demasiado en que pensaba. Le ayudaron a entrar las cosas, Aika, sin duda estaba feliz por su hermanito, bueno por su hermanito y por su inminente enlace nupcial. Por fin se convertiría en la verdadera señora Yukishiro. Cuando entraron en la casa dejaron las cosas en el salón y como si tuvieran mas prisa que nunca, se despidieron de él. No entendía nada, ¿no se iban a quedar con él? Tampoco le molestó. Se paró en el sillón a pensar mientras oía la puerta cerrarse, recordó tantas cosas como habían pasado en aquel "corto" periodo, el cual le había cambiado la vida, como la conoció gracias a Kenshin, como se tuvo que alejar de él, pero lo que más le dolió recordar, fue sin duda el dia en que Soujiro casi muere, no murió, y ahora se daba cuenta que era mejor asi, no quería tener el peso de una muerte en su conciencia, no tenía ese derecho, por más daño que aquel "hombre" hubiera hecho, ahora, por suerte, se estaba rehabilitando si, pero la suerte era que estaba rehabilitandose nada mas ni nada menos que en el hospital de la cárcel, aquellas semanas habían bastado para descubrir tantas y tantas cosas que había hecho y que no habían podido juzgar antes por minoría de edad, lo malo, era que ninguna de ellas implicaba a Sishio y este, estaba en la calle tan campante. No quiso que el odio lo volviera a comer, no lo quería, por ella, solo por ella, por suerte los contactos más bien raros y oscuros de un tio de Kenshin, un tal Saito, lo habían librado de toda posible culpabilidad, aunque aquel hombre sin duda le daba escalofríos, sin duda no tendría problema en no volver a verlo. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un ruido en la dirección de los cuartos, sin miedo alguno cogió un bate que había en el armario de la entrada y se dirigió alli, al darse cuenta de que el ruido provenía sin duda de su cuarto, su cara se endureció, sin cuidado abrió la puerta con el fin de sorprender al intruso, y cual fue su sorpresa al encontrar a un pequeño gatito, mas bien gatita, su gesto se ablandó, aquella gatita con un lacito rojo y su pelaje de color marrón claro con manchas oscuras del mismo y ojos azul profundo, sin duda le había gustado, tan emocionado estaba con la gatita que ni cuenta se dio cuando la puerta de su armario se abrió con sigilo, ni tampoco cuando una sombra se acercaba a él con una sonrisa en la boca.

CONTINUARÁ..........

Bien gente, siento haber tardado tanto en dar señales de vida TT es que se me rompó el word! Otra vez ¬¬ El fin se acerca jujuju ¿sabeis que? Ya llevo un año por aquí, un año desde que publiqué mi primera historia en ff.net! wiiiiiiii jijijij gracias a todos por haberme ayudado a mejorar (¿algo he mejorado no? ) por haberme apoyado a seguir, y por haberme dicho los fallos para, de esta forma, darme cuenta y mejorarlos TT que me pongo sentimental jijijij, que sepais que con motivo de semejante acontecimiento jejej pienso escribir un one-shot para vosotras : jeje

Weno siento no poder contestar los rev como hago siempre, pero estoy en un ordenador que no es el mio y sin inter, por lo que no puedo verlos prometo contestar como es debido en cuanto pueda

Dwwwwww muakssss

Mary-chan