Ninguno de los personajes de Tolkien, aquí utilizados, son usados con ningún otro fin, si no el de pasar un buen rato, con sus magnificas creaciones.
Contestación Reviews:
HADA: Gracias por apoyarme tanto, de verdad, es mi primera historia, y aunque tenga faltas, y no este muy bien escrita, me encanta de que te guste el contexto de la misma. No se parece a ninguna historia que nunca haya leido en fanfiction, quise hacerla distinta... espero que te siga gustando, y por favor, si no te gusta la ortografía la redacción o demás dímelo.
Firts – ayanami : A ti también muchas gracias por apoyarme en mi primera historia, la verdad que la colge en fanfiction, porque una chica me lo dijo. Espero que te guste como se desarrolla y que también te caigan bien los personajes. También, si tienes alguna queja por lo que sea, dimelo.
Solo digo una cosa, las cosas nuncan son lo que parecen, y esta historia lo intento demostrar.
I HAHTAI (LA OLVIDADA)
Kanya, paseaba por el bosque, como lo hacia cada día,
ahora era otoño, y los arboles y el suelo se teñía de tonos rojos, amarillos y marrones. Sus ropas eran de color castaño y verde oscuro, llevaba un pantalón verde, junto con una parte de arriba castaña, y unas botas altas. Iba acompañada de su fiel amigo, compañero, maestro... en fin, lo era todo, se llamaba Ku(Palomo), que había estado con Kanya desde hace 2 años. Él le había enseñado, todo lo que sabia acerca de la curación, lenguaje Elfico, plantas... Era un palomo especial, ya que había cruzado el mar desde la Tierra de los Valar, y estaba vendecido por ellos, y por eso no moría al igual que los Elfos, y podía hablar con ellos. Cuando llego a la Tierra Media, todo era tranquilidad y belleza, hasta que Sauron, convoco a sus ejércitos, e hizo su guerra, que fue cuando Ku, se refugió con unos Elfos, hasta que todo termino, y se marcho. Este le contaba, todo sobre el exterior a Kanya, que escuchaba con curiosidad, mientras iban paseando por el bosque, Ku iba en el hombro derecho de Kanya. Iban hablando sobre los humanos y sus costumbres, a lo que Kanya, escuchaba atenta y atónita
-Los humanos, han vencido a Sauron, que es el mal, el ojo, como ya te conté, que fue derrotado hace 2 años. Ahora el Reino de los humanos, esta reinado por Aragorn, heredero de Isildur, y reina la paz. Decia Ku, mientras que Kanya, tenia que voltear el rostro para verlo.
-Me gustaría conocer el mundo, a gente como los míos, aunque aquí este muy bien, de verdad, me habéis cuidado, desde que era un simple bebé, y ahora han pasado 3900 años, que para ellos son una eternidad, y para mi la vida. Que destino tener una vida tan larga. Decía Kanya algo triste.
-Alégrate, y regocíjate, porque en el mundo exterior, aun queda demasiado mal, y tú, alguien que no ha conocido el mal... debes quedarte aquí. Dijo Ku
. -No lo entiendo... ¿Qué significa el mal? Dijo Kanya, ahora desconcertada.
-Espero que no lo sepas, y que te quedes aquí con nosotros hasta el fin de los tiempos... te queremos demasiado. Tu futuro esta con nosotros, porque en el mundo, no sabrías que hacer. Créeme, no son como tu, te tratarían como a una extraña, y será mejor que te quedes con nosotros, para siempre. Aquellas palabras contundentes del pequeño palomo, retumbaron en la cabeza de Kanya, que no entendía lo que quería decir, pero por su tono debía de ser malo. Su gesto ahora era de desconsuelo, pero en su interior, todavía tenia una pequeña esperanza de ver alguna vez a alguno de los suyos. Pero Ku tenia razón, no se podía ir sola, a su destino, era demasiado inocente para tanta corrupción como había fuera, para una chiquilla, que ahora era una bella Elfa, era todo un peligro. Aunque Kanya, no entendió que quería decir Ku, al decir eso de "extraña", volvió su cabeza para mirar hacia el horizonte, que ahora se teñía de múltiples colores, a lo lejos los pájaros volaban en la dirección de la colina, y se perdían en lo alto de los arboles. Y le contesto a su amigo, con mucha serenidad y solemnidad, como lo hubiera hecho una Reina.
-Me quedaré, no os podría abandonar, aunque quiera conocer a seres como yo, no importa, por vosotros, mis grandes padres y amigos. Sinome maruvan tenn´ Ambar-metta. (Aquí morare hasta el fin del Mundo)... Jamas os dejare. Dijo Kanya, mirando hacia el cielo algo nostálgica, y apesadumbrada, ya que no conocía a sus padres, y veía una posibilidad de conocerlos, saliendo al exterior.
Llegaron a un claro de bosque, donde las hojas caídas, hacían las veces de alfombra, y Kanya se sentó, para contemplar el paisaje, y Ku se puso a su lado, junto a sus manos, que se apoyaban en el suelo. Se quedaron un largo rato, contemplando aquella maravillosa vista. El atardecer ya estaba cerca, y desde aquel claro del bosque que estaba algo empinado, y desde el cual, se podía ver el horizonte, ahora de múltiples colores del Sol que ya rayaba la colina que había enfrente, siempre tan lejana y desconcertante. Los arboles, ahora casi sin hojas, aprecian esqueletos muertos, esperando otro tiempo mejor, pero no dejaban de ser bellos a los ojos de Kanya, que amaba todo tipo de vida, hasta la más ruin. El cielo, se estaba empezando a nublar, y una gran Luna, blanca y redonda, empezaba a asomar por el Norte, casi al lado del Sol. Todo aquello era tranquilidad y sosiego
. -Debemos de irnos ya, esta empezando a anochecer, unas nubes negras se acercan y los Lobos Salvajes salen al anochecer a cazar, y no tienen compasión de nada ni de nadie. Dijo Ku, volando hacia el hombro de Kanya.
-Pero todavía es pronto... ¿No puede quedarnos un rato mas?...ah. Ku, siempre te he querido preguntar, ¿Qué hay detraes de aquella Colina? Dijo Kanya mirando hacia allá, en su rostro se reflejaban los múltiples colores de la puesta, y ahora sus ojos, aprecian una paleta de colores.
-No hay nada, que te deba interesar, solo mas bosque. Además hay Lobos Salvajes, y algunas criaturas oscuras que quedan aun en el mundo. El bosque en esa parte se oscurece, y ninguna de las criaturas que conoces habita alli. Es un lugar frío, y por eso siempre lo evitamos. Ahora volvamos, no quiero estar aquí, tan lejos del hogar. No presiento nada bueno. Dijo Ku, alzándose en vuelo, y poniéndose sobre una de las ramas muertas, que colgaba de un pequeño matorral, que olía a perfume.
-Esta bien, volvamos, sé esta haciendo tarde, y me gustaría que me contaras historias, aunque siempre me quedara la duda de saber que hay mas allá. Dijo Kanya riéndose, esbozando una sonrisa de oreja a oreja, y levantándose ágilmente del suelo. Kanya se irguió, y Ku se volvió a posar en su hombro derecho.
Cuando se alejaban cada vez mas, Kanya miraba hacia atrás, porque siempre se había preguntado que habría allí, que le removía tanto la conciencia, sobre todo ahora mas que nunca. Ku le pregunto que porque miraba hacia taras, pero ella simplemente se limita a volver la cabeza y no decir nada a su pequeño amigo. Ahora conforme andaban, el bosque se iba haciendo mas claro, y tenia un "viento" más primaveral y fresco, que donde habían estado antes. Los arboles se juntaban entorno a ellos, cada vez había mas, pero no tan muertos como antes.
Los dos amigos iban en silencio, cada uno observando aquel paisaje, que aunque conocido, ahora no era tan interesante como lo que había detrás de aquella colina. Contra mas andaban, el bosque se iba haciendo más oscuro a su paso, pero no era tenebroso, sino acogedor. Los matorrales ahora se agazapaban al pequeño sendero por el que andaban, y eran de un color verde luz intenso, con unas extrañas florecidas moradas, que aunque fuese invierno u otoño, nunca morían. Su paso era ágil, y ahora Ku, volaba por encima de Kanya. Pronto llegaron a un claro del bosque, donde crecía una alta hierba, que llegaba por las rodillas, muy verde. Por allí pasaba un pequeño arroyo, que desembocaba en una pequeña cascada, que era de aguas que parecían plata. En esta parte del bosque, no parecía otoño, sino primavera, con todo su esplendor y vida. Había un gran árbol, tan alto que las ramas se perdían hacia arriba, y tan viejo como lo era Kanya. Ku voló hacia una de aquellas ramas, que estaba muy alta, y desapareció entre la maleza. Aquel árbol, estaba más verde que ningún otro, y múltiples cantos de pájaros salían de su interior. El tronco era de proporciones descomunales, casi como una cabaña, y era marrón oscuro, todo el cubierto líquenes y musgo. Los árboles de detrás no eran nada comparados a aquel macizo roble. Kanya, corrió ágilmente hasta la cascada de agua de plata, se agacho, y bebió de ella, como si nunca hubiera probado agua en su vida. Se puso en pie, pero noto que alguien la empujaba por detrás, y cayó a la cascada, que aunque era pequeña e inofensiva sus aguas estaban muy frías. Kanya callo a las aguas cristalinas de aquella pequeña cascada, que desembocaba en un lago profundo pero de dimensiones muy reducidas. La caída no era para nada grande, y mientras caía, sonreía, aprecia el ser más feliz de toda la Tierra Media, inocente y muy dulce. Cayo al lago, y se sumergió en sus aguas. Por un momento, parecía que se había ahogado, pero salió al exterior con una cara reluciente, verdaderamente todavía era una niña. Nadó rápidamente hacia la orilla, donde se retorció el cabello para secárselo, al igual que sus ropas. Caminó por un pequeño sendero hacia arriba, y allí la esperaba Vaiwa, un caballo de un blanco cegador, que ahora comía hierba tranquilamente, mientras que Kanya se acercaba con todas sus ropas mojadas.
-Muy gracioso Vaiwa... jejeje. Le dijo Kanya al caballo, el que levanto su hocico. Kanya reía, no estaba enfadada.
-Sé que te gusta el lago, por eso lo hice... como Ku, no te deja que te bañes allí... y tu le obedeces... bueno, decidí que fuera un "accidente". Decía en tono irónico el Vaiwa, que movia su hocico rápidamente, para hablar con Kanya
. -Te doy las gracias, aunque no sé que va a decir Ku. Aunque yo no enferme, a Ku, no le gusta que me acerque a ese Lago, no se porque. ¿Tú lo sabes?
-No, la verdad es que Ku se va a enfadar conmigo cuando lo sepa, quizás me expulse del bosque. Dijo Vaiwa apenado, pero feliz, por haber ayudado a su amiga, a hacer algo que aunque era simple, alegraba a Kanya.
-No, le diré, que he sido yo. No te preocupes Vaiwa, últimamente Ku, parece preocupado, desde hace una semana, le veo que por la noche vigila a través la ventana, y que no se va de mis aposentos, permanece allí, y esta atento a todos Los movimientos del bosque. Ni siquiera nos quedamos como antes hasta la noche, por el bosque, si no que al atardecer, ya empieza a estar preocupado. Y le visitan extraños pájaros, con Los que habla muy serio. ¿Tu sabes que le ocurre?. Dijo Kanya dirigiéndose junto a Vaiwa hacia el roble.
-No permitiré, que hagas eso, se enfadará contigo, y no lo quiero. He sido yo, yo daré la cara, mejor dicho el hocico. Dijo Vaiwe ya muy cerca del roble.
-No, te digo que no. Por favor, déjame devolverte un favor, de los que tantos me has hecho tu, como acompañarme, ser mi amigo inseparable, llevarme en tu lomo hasta muy lejos, escucharme... te lo suplico, déjame decir que he sido yo. Además, no creo que Ku se enfade mucho. Dijo Kanya ya tocando el tronco del macizo roble, todavía chorreando agua de su largo y moreno cabello, al igual que sus ropas, que además estaban sucias. Pero una fugaz sonrisa iluminaba el rostro de la joven, la cual parecía una niña pequeña, sin ninguna preocupación ni angustia. Vaiwa, la miro más tranquilo.
Al termino de decir esto, Ku descendió de entre las ramas del árbol, con las alas abiertas de par en par, y volando en círculos sobre Los dos amigos. El Sol, ya se había ocultado por completo, y un manto de estrellas empezaba a iluminar aquel paraje, con un brillo paranormal, tanto que aprecia fantasmagórico, y la Luna estaba ahora de un blanco puro, grande y redonda, sobre el cielo estrellado. Ku, dio varias vueltas a su alrededor, hasta que descendió de pronto al suelo, y se posó sobre un tronco de árbol, que había entre la alta hierba. Levantó sus pequeños ojos, redondos y brillantes, y los fijó en Kanya y Vaiwa. Los dos se miraron uno al otro, como cómplices, esperando a no ser regañados. Ku observó a Kanya, que estaba totalmente sucia y empapada de la cabeza a los pies. Miró a Vaiwa, el que en ese momento hubiera deseado huir.
. - Kanya... ¡¡¿¿Qué te ha pasado??!!, ¿Porqué estás así? ¿No habrás sido tu Vaiwa?...dijo Ku, ahora con un tono algo irónico, mirando a Vaiwa.
-Yo... yo... balbuceaba Vaiwe.
-He sido yo Ku, sabes que me encanta ese lago, y sus aguas. Son claras y limpias, y me encanta jugar en el agua, con los pecezillos que allí habitan. No culpes a Vaiwa, porque el no tiene ninguna culpa, sabes que siempre me cuida, y no dejaría que hiciera nada así. Dijo Kanya, cortando la palabra a Vaiwa, cuando su voz era débil como un susurro de viento.
-Kanya, sé que no es así, y que lo haces para defender a tu amigo. No hace falta, pues en verdad, no le expulsaría de aquí por algo así, mi niña, sabes que yo puedo leer las mentes, conocer todos tus miedos e inquietudes... Algún día tu también podrás hacerlo, cuando habrás tu corazón. Las palabras del palomo, eran claras y limpias, llenas de bondad. No se veía acción recriminatoria en él, aunque si estaba preocupado.
Kanya se quedó muy desconcertada, pues aunque sabía que Ku, era capaz de saber lo que pensaba, y aconsejarla o no. Vaiwa, ahora parecía más tranquilo, y alzó su hocico hacia el cielo, en señal de tranquilidad
. -¿Pero cuándo podré? Dijo Kanya, dudosa ante lo que le había dicho el pequeño palomo.
-No lo sé, no tengo la capacidad de la adivinación, aunque nunca se sabe, también podrías tenerla. No obstante, amonos, está empezando a oscurecer, estas empapada y sucia. Prométeme, que nunca saldrás de aquí por la noche, y que mucho menos iras a ninguno de los lagos que conoces. Pues me traen malas noticias del sur y del este.
-¿Qué noticias son esas, Ku? Preguntó Kanya con cara de curiosidad.
-No son importantes, no te preocupes Kanya. Subamos ya, es demasiado tarde, y estás calada hasta los huesos. Dijo Ku, alzando el vuelo hacia las ramas más altas del árbol.
-Ves Vaiwa, no se ha enfadado, aunque si le noto algo preocupado, algo ensombrece su corazón... bien, hasta mañana pues, ¿Me llevaras mañana hasta el Sauce Llorón? Dijo Kanya tocando la corteza del roble.
-Claro amiga mía, eres un ser humano, distinto, te aprecio mucho, los humanos no se parecen a ti... bueno, venga vete ya, que Ku se va a "mosquear"... Dijo Vaiwa, simulando una sonrisa en su hocico. Los dos amigos se despidieron, y Vaiwa, hecho a galopar, tan rápido, que parecía un rayo blanco. Mientras desaparecía entre el bosque, Kanya lo observaba hasta que por fin lo perdió de vista. Agilmente, y muy rápido, Kanya empezó a trepar, el tronco del árbol, hasta llegar a su parte mas alta, donde la esperaba Ku. Aquella parte de arriba del árbol, estaba cubierta, por una alfombra de ramajes y hojas, convertida en suelo, y al final de ella, había algo así como una hamaca. Kanya se tumbó en ella, y empezó a observar las estrellas
. -Ku, tengo hambre... voy a buscar las fresas y las setas... Dijo Kanya, levantándose de la hamaca de un salto.
-¡No!, No puedes salir de aquí, por la noche, me lo prometiste. Mañana desayunaremos mejor, ahora duerme, que la noche ya esta aquí. Dijo Ku alzando el vuelo hasta la copa de los árboles, donde siempre dormía. Kanya, se quitó, sus ropas mojadas, y se puso, un pequeño y fino camisón, que le habían bordado las arañas del lugar. Era blanco, extremadamente fino, y muy bello a la vista. En su cabeza, constantemente, pensaba en Ku, en su comportamiento, y el de porque no la dejaba salir al bosque por la noche, si antes la dejaba hasta cuando ella quisiera. Todos estos pensamientos rondaban su cabeza, cuando miró a su alrededor y se acordó. No había ninguno de los animales, que siempre la acompañan en el árbol, ni ardillas, ni ratones de campo, ni búhos, ni lechuzas... todos ellos habían desaparecido, y todo era silencioso. Kanya, dejó de pensar en ello, porque se figuró, que se habrían ido jugar, como siempre lo hacían, abajo en el claro. Se volvió a levantar de la hamaca, y se asomo al borde de aquel suelo improvisado. No había nadie en el claro, ni siquiera el viento mecía la hierba como siempre lo hacia. Todo estaba en calma, y Kanya, estaba muy confundida. Decidió llamar a Ku, pero desistió, ya que el palomo no bajaba de la copa del árbol. Se volvió a tumbar en la hamaca, llena de confusión y dudas. Pasaron unos minutos, y Kanya, ya cerraba los párpados de sus ojos... pero, un grito desgarrador, rompió aquel silencio sepulcral, y Kanya se despertó sobresaltada. Temblaba, y tenía sudores fríos. Pero Los gritos seguían y seguían, como un quejido espantoso en la noche.
No lo pudo soportar mas, y a pesar de la promesa que le había hecho, cogió una espada que tenia guardada el palomo, que aunque antigua, era muy bonita, de color casi blanco y muy luminosa, con grabados que Kanya no entendía, al igual que cogió una capa, que la cubría todo el rostro. Descendió por el árbol, y corrió por todo aquel claro del bosque. Los gritos venían de muy lejos, y Kanya se guiaba por su oído. Corría movida por la desesperación, de que algún amigo suyo estuviera herido. Se empezó a internar mas y más en el bosque, hasta que llegó al borde de la colina donde había estado con Ku. Los gritos procedían de ella, y Kanya no sabia que hacer, se quedó allí parada, conmovida por los gritos, pero preocupada por Ku... pero una extraña sensación, la recorría, sentía que si iba a ese lugar, su vida cambiaría para siempre, y así fue.
