Entre olivos y viñas

Capitulo I : Encuentros

     Era un día caluroso, el sol pegaba fuertemente sobre la espada de los campesinos y no había ninguna brisa que pudiera refrescar aquella veraniega tarde. Cierto, se acercaba pronto el verano y los trabajadores debían apurarse ya que la cosecha debía estar lista para exportarse.

     No muy lejos de ese lugar, una sombra negra cruzaba velozmente los prados. Una joven cabalgaba en un hermoso corcel negro como el azabache, que se perdía entre los femeninos y oscuros cabellos de la fémina.

     Ya en el establo, Megumi bajaba lentamente de su caballo y se lo entregaba a los criados. Estaba feliz, alegre, hacía pocas horas que había vuelto a la hacienda y ya se sentía en casa de nuevo. Como amaba aquella tierra que la vio nacer y crecer. Estuvo alejada de todo durante unos 7 años, cuando su padre la había enviado a estudiar al extranjero. En ese entonces era solo una niña de 15 años que no sabía nada de la vida, a excepción del pueblo y los olivos.

     Ahora ya estaba en casa, con 22 años y toda una doctora. Había decidido estudiar esa carrera para ayudar en el pueblo, sabía que el consultorio estaba muy lejos y que gente no tenía mucho dinero, su sueño era poner un hospital gratuito para las personas de los alrededores.

     Suspiró antes de entrar a la casa, sabía lo que le esperaba y estaba un poco asustada. Después de todo, no había visto a su padre hace mucho y le daba miedo pensar que este estuviera muy envejecido. "No, mi padre va a ser joven por siempre... yo me voy a encargar de eso" se decía cuando niña, ahora esa misiva tomaba cierto tono chistoso. "Los sueños de una niñita siempre son así, demasiado ilusos y fuera de la realidad", pensó al entrar finalmente en la gran casona.

     Bueno, casona era poco decir. Ellos vivían en una mansión muy hermosa, rodeada de olivos y vegetación por doquier. Eran una de las familias más importantes del país, y una de las más acaudaladas de la región. Su familia durante generaciones se había encargado de la importación agrícola, pero su mayor fuente de ingresos era el delicioso y único aceite de oliva de todo el país. Era un aceite apetecido por todos, cuya receta familiar de la fabricación era secreta, quizás eso era lo que le daba el toque especial. Algo mágico que al probarlo, millones de sensaciones maravillosas recorrían tu ser y solo podías pensar en aquel ser que tanto amabas.

     "Mitos, nada más que mitos de una leyenda familiar" pensaba mientras cruzaba el salón hasta el despacho de su padre.

     El señor Oguni Takani era un hombre ya de edad, era medico pero nunca había hecho su práctica. Se había dedicado al campo por completo desde que terminó los estudios, quizás por eso le gustó la idea que su hija estudiara medicina, así alguno de la familia podría ayudar a quienes lo necesiten.

- Hija, tanto tiempo que no te veía. Has crecido mucho -

- No es para tanto papá, aunque la diferencia se nota en 7 años. Obviamente ahora estoy más grande y tan hermosa que los hombres caerán a mis pies -

     Megumi se rió de esa forma característica que su padre extrañaba tanto oír. La abrazó con cariño y la invitó a sentarse a su lado.

- Megumi, te tengo una sorpresa -

- ¿Sorpresa? - no le gustaba el tono de esa palabra en los labios de su padre, la ultima vez que la había escuchado se había tenido que ir al extranjero para estudiar. Trató de relajarse y fingir una sonrisa de gusto - Dime padre, ¿qué sorpresa me tienes? -

- Te he encontrado un trabajo para que te desempeñes como medico de la zona - sonrió al ver los ojos de su hija abrirse sorprendidos - Así es, como la hacienda se encuentra bastante alejada del pueblo, practicaras la medicina aquí en la hacienda y la vecina. En ambas necesitamos un doctor urgente y tú nos vas a ayudar -

     Megumi no cabía en su sorpresa y alegría, estaba muy emocionada. Por fin su sueño se iba a hacer realidad. No le importaba si le pagasen o no, ella haría los trabajos gustosa y gratis. Abrazó a su padre fuertemente mientras lloraba de alegría. Aunque esa alegría de repente desapareció, algo le inquietaba.

- Pero, si yo me voy a poner a trabajar como medico, ¿quién se va a encargar de administrar la tierra contigo? -

- Yo lo haré -

     Una profunda voz se escuchó desde la puerta, padre e hija voltearon para ver quién osaba a interrumpir la conversación y tomarse tales atribuciones. Megumi sonrió al ver una figura alta, de cabellos negros y ojos tan azules como fríos pueda tener una persona. Estaba apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados mirando a la joven fijamente, como si le inspeccionara cada detalle, cada parte de su cuerpo.

- ¡Hermano! - dijo Megumi antes de ir a abrazarlo - Ha pasado tanto tiempo Aoshi, casi ni te reconocí -

- Lo mismo digo, ya estas más crecida - se separó un poco para observarla mejor - ya eres toda una mujer, ¿en qué momento dejaste de ser mi hermanita pequeña? -

     Megumi sólo sonrió de alegría, su hermano podía aparentar ser serio y frío como una piedra, pero con ella esas caretas no funcionaban. Simplemente porque conocía bien al corazón oculto bajo ese escudo, sabía que era alguien dulce y amable, que buscaba desesperadamente a alguien que lo quisiera y a alguien a quién amar.

     Después de la muerte de su madre, Aoshi se convirtió en el protector de su hermanita. No iba a dejar que nadie se le acercara ni la dañara, era lo más preciado que tenía en el mundo y no quería perderlo.

     El señor Takani estaba feliz, sus dos hijos estaban juntos, toda la familia se había reunido por fin después de tantos años separados. Aoshi había partido al extranjero a la edad de 15 años para terminar sus estudios y seguir en la universidad. Él había estudiado Ing. Agrónoma, así ayudaría a su padre en la administración de la hacienda, pero ahora que tenía 26 años podía dejar que su padre se retirara y él pasar a ser el administrador. Su padre lo tenía merecido...

     La mirada de Oguni no estaba muy feliz. Esa noche habían invitado al prometido de su hija a cenar, junto con la hermana menor de este. Sin embargo, Aoshi aun no encontraba una mujer que ocupara su corazón, él seguía solo. Pero tenía la intuición que pronto aparecería la dueña absoluta de la vida del duro joven.

- Megumi - dijo en tono suave su padre - deberías subir a arreglarte -

- ¿Para qué? - se separó de su hermano, quién aun le tenía tomada de las manos.

- Es que hay otra sorpresa que te tengo, la familia de Himura-san vendrá a cenar con nosotros para darte la bienvenida - Megumi bajó la mirada enojada, se alejó de su padre y hermano.

- O sea, que Ken-san vendrá a comer y tengo que arreglarme para él, ¿cierto? - su tono había cambiado radicalmente, estaba bastante molesta.

- Sabes que no debes verte mal para él - Megumi se giró en dirección de las escaleras - por más que te enojes no cambiaras el hecho que ustedes están comprometidos...

- Yo me casaré con quien quiera y cuando quiera - subió unos escalones y miró a su padre molesta - El hecho que ustedes quieran unir a las familias más poderosas me importa un comino, yo no lo amo y por conveniencia no me pienso casar -

- Megumi... -

- Nada de peros padre - subía las escaleras fuertemente - "esa" es mi última palabra -

     Oguni Takani se quedó de pie observando la figura de su hija desaparecer por las escaleras. Todo el asunto del matrimonio siempre los hacía pelear, es que ella no podía entender que era lo mejor para todos. Miró a su hijo mayor en busca de aprobación, pero solo encontró malestar. "Sabes bien lo que pienso de todo esto padre y sabes bien que no me gusta nada", fu lo ultimo que escuchó antes de subir las escaleras y seguir a su hermana al segundo piso.

     Ahora el señor Takani estaba solo, otra vez solo...

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     Megumi estaba molesta, por más que pensaba y pensaba cómo su padre había sido capaz de semejante barbaridad, la respuesta aún no aparecía en su mente. Peor aún, la idea de casarse por conveniencia era sin sentido.

     Kenshin Himura, el hijo menor de Hiko Himura uno de los más grandes exportadores ganaderos del país, había sido su amigo desde la infancia. Él, su hermana, Aoshi y ella jugaban juntos desde siempre. Fue por eso que sus padres acordaron que sería mejor dejar la fortuna entre ambas familias, para que no tuvieran problemas económicos, excusaron.

     "¡JA!, lo hacen para su propio beneficio" dijo molesta al sacar su ropa del armario. No quería verse muy formal, ni muy arreglada. A pesar de todo Kenshin era su amigo de toda la vida y no perdería esa amistad por nada.

     Es cierto que hubo un tiempo cuando pensó que "Ken-san" era lindo, incluso, el amor de su vida. Pero eso había sido a los 8 años, era una niña. Ahora lo consideraba su mejor amigo, aunque no lo veía desde hacía tiempo.

     Se miró en el espejo, se veía bien. Vestía una falda larga (hasta los tobillos) de cuero café, unos botines altos negros junto con una blusa vaquera de color blanco con los tres primeros botones abiertos, dejando ver un hermoso medallón azul profundo. Era un recuerdo de su madre, ella siempre lo llevaba puesto y cuando murió, Megumi adoptó esa manía.

     Sonrió por más que trataran no arruinarían el día más feliz de su vida, estaba en su casa, con la gente que la quería, en la tierra que amaba. Si tenía que casarse con alguien sería con su tierra, su pueblo, el lugar que ama desde siempre.

     Volvió a sonreír, amarró su largo y negro cabello con una cinta, formando una trenza bastante gruesa y larga.

     "Señorita Megumi, los invitados ya llegaron", se escuchó a la sirvienta avisar de la puerta. Respondió con un rápido "Ya voy" y se arregló los últimos toques. Salió de la habitación y se encontró con la imponente figura de su hermano vistiendo un pantalón de tela negro con una camisa blanca, desabrochada en los primeros dos botones. No estaba con cara de muchos amigos, bueno, casi nunca la tenía. Pero la idea de ver al "prometido" de su hermanita le daba rabia. Kenshin era su mejor amigo pero no le gustaba que tomaran decisiones por Megumi.

- Vamos hermanito - dijo tomándolo del brazo y dirigiéndolo a la escalera - primero que nada son nuestros amigos y no debemos hacerlos esperar -

- Cierto, vamos...

     Megumi bajó las escaleras, iba sola ya que su hermano se había quedado atrás. Iba confiada, como si todo el asunto del compromiso fuera el mal recuerdo de una broma.

- No puede ser que seas tú, Ken - bromeó admirada frente al joven de cabellos largos y rojos, mirada violeta y dulce sonrisa - Has cambiado mucho -

- Y tú no te quedas atrás "amiga" - dijo con énfasis en esa palabra, tampoco estaba de acuerdo con el compromiso y esa era su idea de demostrárselo a su padre.

     Ambos se abrazaron como en los viejos tiempos, nada había cambiado. Ni siquiera el hecho que Kenshin estaba mucho más atractivo que antes, la hacía titubear. Aunque algo llamó la atención de la chica, una jovencita tomada del brazo de su amigo la miraba con curiosidad. Era un poco más baja que ella, cabellos negros amarrados en una fuerte trenza, ojos grandes y azules, con una figura bastante envidiable.

- No me digas que no te acuerdas de mí - le dijo en tono burlón la jovencita - jaja, ya te estás quedando vieja... soy Misao

- Discúlpame, es que no te reconocí estas tan cambiada... - Ambas se abrazaron dulcemente como hermanas.

- Y... ¿Aoshi-sama? - preguntó nerviosa

- Hohohoho... ¿aún enamorada de mi hermano?

- ¡Ay!, cómo puedes decir esas cosas. Eso pasó cuando tenía como 8 o 9 años, ahora tengo 20 y estoy mucho más madura que en ese entonces... - le dirigió una sonrisa, pero en el fondo quería ver a su amor de la infancia, necesitaba saber si lo que sentía todavía existía.

     Desde la escalera, en la parte superior de esta, se encontraba Aoshi. Miraba sorprendido a aquella hermosa muchacha, ella no podía ser Misao, no "su" Misao.

     "¿Cuanto tiempo pasó pequeña?, ¿Qué sucedió con la niñita que cuidé como a mi propia hermana, la niña que crié como si fuera parte de mi familia?. ¿Quién tomo a mi dulce niña y la convirtió en aquel ángel que me ha dejado sin aliento?. Díganme, ¿quién?".

     No podía creer lo que sus ojos veían, la pequeñita era ahora una mujer... pero no podía hacer nada, esa "mujer" era Misao Himura, la pequeña que después de la muerte de su madre él había cuidado. Era la pequeña que se escapaba con él al río para bañarse y que no temía desnudarse frente a su "hermano mayor"... sí, eso era. Su casi hermano mayor...

     Respiró profundamente y bajó las escaleras, saludó a todos como si bada hubiera ocurrido. A Kenshin lo abrazó como si nunca se hubiera separado, eran amigos desde siempre y una confianza los unía fuertemente. Cuando llegó el turno de Misao, se paró frente a ella y le besó su mano, saludándola de esa forma, más cortésmente. Ahora era una damita y debía tratarla como tal.

     Misao se sorprendió al ver como ese atractivo hombre bajaba y la saludaba de beso en su mano. Ese hombre era el más apuesto que había visto, el solo observar sus ojos, se perdía en un mar azul del cual nadie la sacaría. Ese apuesto hombre no era más que Aoshi, su primer amor y su único amor. Ahora lo sabía... no, lo comprobaba, Aoshi Takani era el único hombre que había amado, aunque él no la mirara con otros ojos que no sean de "Hermanita menor".

     Después de tanto saludo, todos pasaron al comedor. A pesar de tanto encuentro tenían hambre y la cena ya estaba lista.

     La comida fue amena, conversaron de muchas cosas y, por precaución de ambos jefes de familia, no se nombró el asunto compromiso. Sabían que si decían alguna palabra, la paz que reinaba el lugar se rompería y todo sería discusión tras discusión. Discusiones que ganarían los hijos.

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     Sin saber cómo, las horas pasaron bastante rápidas. Todos se habían sentado a comer como a las 7 de la tarde, pero el reloj ya marcaba las 12:30 de la madrugada.

- Nos disculparan, pero creo que ya es hora de retirarnos - dijo el señor Hiko Himura la levantarse de la mesa - Creo que es un poquito tarde -

- Fue un gusto cenar con ustedes - respondió gentilmente el señor Takani al acompañarlos a la puerta - espero que tengan un buen viaje -

     Todos se despidieron animosamente, quizás era el efecto del sake que habían tomado pero que importaba ahora.

     Aoshi y Megumi se quedaron en la puerta observando el coche marcharse, ambos estaban algo perturbados. Mientras Aoshi mantenía una secreta e interna pelea consigo mismo, Megumi estaba ahogada, necesitaba salir, cabalgar y sentirse libre. Sabía que ninguno de los dos bandos quiso tocar el tema "matrimonio" pero la rabia que sentía en su interior y el hecho de haber visto el rostro de su padre sonreír al verla abrazar a Kenshin de manera amistosa, le carcomía. Ahora estaba segura, "tenía" que salir.

     Subió a su cuarto y se cambió de ropa, se puso unos jeans negros y mantuvo su camisa blanca, sólo que se quitó el medallón de su madre.

     Aoshi no alcanzó a decirle nada, ella ya estaba en el establo subiendo a su negro corcel y cabalgando por entre los olivos. Cuando ella salía a cabalgar no había nada ni nadie que la detuviera.

     Cabalgó durante un buen rato, la luna estaba llena por lo que se veía todo el terreno de su familia y el de sus vecinos con claridad. Siempre le habían fascinado aquellos viñedos que se imponían del otro lado del río. Cabalgó en esa dirección y sin pensarlo dos veces cruzó aquel río que separaba las tierras.

     Comenzó la brisa a correr, esta movía su cabello. Ella se lo había soltado antes de salir, se sentía más libre al cabalgar de esa forma.

     Se detuvo por un instante, estaba cansada. La brisa corrió nuevamente y pudo observar que no muy lejos de allí la figura de alguien golpeaba un gran árbol. Se acercó cuidadosamente en su caballo y pudo observar que la figura era la un hombre, al parecer joven y alto.

     "Alguien está entrenando", pensó. Rió un poco mientras cerraba los ojos, era casi imposible que alguien entrenara a estas horas de la noche y tan alejado de todo. Debía ser imaginación suya, pero la curiosidad la dominaba y tenía que saber quién era.

     Bajó del caballo, el sonido de las ramas quebrarse bajo sus pies llamó la atención del joven a lo lejos. Se quedó inmóvil, no quería que se diera cuenta que ella lo estaba espiando. Volvió a reír, era gracioso pensar que estaba espiando a alguien.

     La brisa corrió y unas solitarias nubes cubrieron la plateada luz de la luna, oscureciendo todo. Megumi maldijo su suerte, es sí le daba un poco de miedo quedarse a oscuras en medio de la nada. Trató de observar a su alrededor, pero sólo diviso una pequeña casita a lo lejos. "Claro, desde aquí todo se ve pequeño", pensó al darse cuenta que era su casa la que se veía.

     Caminó lentamente hacia donde se encontraba el árbol, no lo veía bien pero el sonido del viento en sus ramas le indicaba el lugar donde se encontraba.

     El viento corrió de nuevo y la luna se despejó, todo estaba solo. La figura del joven había desaparecido y Megumi se encontraba sola frente a un gran árbol bastante viejo. Se siguió acercando, pero ahora más confiada aunque en su mente seguía la pregunta acerca del paradero de aquel misterioso joven.

     Observó detenidamente el tronco, estaba gastado y tenía marcas de golpes por doquier. No era nada del otro mundo, pareciera que su joven misterioso utilizaba el tronco como saco de boxeo. Rió de nuevo al pensar golpear aquel duro tronco, la primera vez le debe haber dolido bastante. Aunque había algo fuera de lugar, unas marcas que llamaron la atención de la doctora. Eran unas rojas marcas, no, eran como manchas de un líquido rojo. "Sangre" pensó preocupada, él debía haberse lastimado las manos al golpear tan fuerte el tronco. Parecía que las heridas eran frescas, "tiene que haberse lastimado recién".

     Con su mano derecha recorrió las marcas dejadas por los nudillos del joven.

- Tontito, debes ser un cabeza de pollo por lastimarte de esa forma, deberías saber que es peligroso -

- Más peligroso es que te refieras a la persona que hizo eso con "ese" apodo - una masculina voz le hablaba al oído, lo que hizo que se asustara un poco - puede que te esté escuchando sin que te des cuenta -

     Rápidamente quién le hablaba a sus espaldas la tomó por la cintura con una mano, dándola vuelta y acorralándola. La tenía atrapada, la sujetaba firmemente contra el tronco del árbol con una mano (el joven tenía apresada ambas manos de Megumi sobre su cabeza, mientras que la otra la sujetaba por la cintura). No podía hacer nada, pero por alguna extraña razón no quería hacer nada ni siquiera tenía miedo, aunque la idea de que aquel atractivo joven le hiciera "cualquier" cosa cruzaba su mente a cada segundo.

     Megumi temía mirarlo a la cara, ella seguía analizando el perfecto cuerpo que la tenía apresada. Era un joven mucho más alto que ella, vestía unos blue jeans desteñidos, no, desgastados (viejos) mejor dicho, ajustados en las partes importantes. El torso lo llevaba desnudo, mostrando sus bien formados músculos del tórax y pecho. Megumi estaba absorta observando como el sudor del joven acariciaba cada rincón de ese masculino cuerpo, realmente él era endemoniadamente atractivo.

     El  misterioso hombre notaba lo asustada que estaba Megumi, en cierto modo le gustaba eso. Tener el control le encantaba.

     La soltó de la cintura y tomó delicadamente su rostro para obligarla a mirarlo a los ojos. Megumi estaba muy nerviosa, por así decirlo, es que la impresión de ver aquellos maravillosos ojos miel que analizaban cuidadosamente cada parte de su cuerpo la hacía inquietarse. Una arrogante sonrisa recorría aquellos labios mientras la mirada volvía a posarse sobre los femeninos y perturbados ojos. Tenía un rostro un tanto infantil, como el de un niño travieso y el castaño cabello que se sujetaba con una cinta roja sobre su frente, le seguía el estilo.

     El joven seguía sonriendo, estaba asombrado de haber capturado tal hermoso ángel. La pálida piel de la joven contrastaba con lo oscuro de su cabello dándole un toque casi fantasmal, pero a él le encantaba. Al igual que esos ojos tan salvajes, parecían los ojos de un animal al asecho, parecían los ojos de un salvaje zorro. Pero sin embargo, eran los carnosos y rojos labios de la joven lo que llamaban su atención, era como si pidieran a gritos que fueran probados por los suyos... Y obviamente les daría ese gusto.

     Megumi no supo cómo aquel joven se le estaba acercado tanto que podía sentir su aliento sobre su rostro, estaba extasiada. Los masculinos labios se empezaron a posar dulcemente sobre los suyos, besándola de manera sin igual. El beso comenzó suave, dulce pero luego tomó un toque más fuerte. Era más seductor, fogoso por decirlo de alguna forma.

     La temperatura comenzó a subir, puede que sea el clima pero ambos sabían que era la química que ellos tenían. Para Megumi, el beso trastornaba todos sus sentidos, los alborotaba de tal manera que no podía pensar ni actuar por sí sola. El joven no estaba tan diferente que ella, el dulce sabor de los labios de la joven lo incitaban a seguir probándolos y llegar más lejos, tenía que probar "todo"...

     Una cálida brisa corrió y, la falta de aire talvez, los separó lentamente. Un rubor cubría las mejillas de ambos, mientras sus ojos se miraban pidiendo más. Jadeaban tratando de llenar sus pulmones del nuevo aire que corría, como si quisieran llenarse del aroma del otro.

     El joven la miró arrogantemente otra vez, se alejo un poco y tomó su camisa de mezclilla colocándola sobre su hombro con una mano. Comenzó a caminar dejando a una bastante estimulada Megumi apoyada sobre aquel fuerte tronco del árbol.

     Ella trató de articular palabra, de decirle que esperara que necesitaba saber quién era. Pero no, nada salía de su boca, como si aquel apasionado beso la hubiera sellado por completo. Sorprendida vio como su misterioso joven se giraba para verla una vez más, sonrió nuevamente y acomodó su cabello.

- Gusto en conocerte, linda Kitsune - se despidió antes de guiñarle un ojo y seguir su camino, perdiéndose entre las matas de uva.

- ¿Kitsune? - se dijo cuando ya no se podían escuchar los pasos de aquel hombre - ¿me dijo Kitsune?, ya va a ver... nadie me dice de esa forma y sale con vida - no le gustaba ese apodo, sólo una persona le había dicho de esa forma y la odiaba desde siempre - ya verás, encontraré la manera de vengarme -

     Estaba furiosa, "ese" tipo había osado besarla y decirle de la manera que más odiaba en el mundo.

     Tomó su caballo y cabalgó hacía la casa, tenía que dormir. Quería quitarse la imagen de esa persona de su cabeza, a pesar que recordaba los sucesos con cierta excitación, no debía dejar que sensaciones absurdas aturdieran su pensamiento lógico. "Dormiré, creo que es lo mejor... mañana será otro día".

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Disclaimer: Los personajes de Rurouni Kenshin no me pertenecen, son propiedad exclusiva de watsuki-sama y sólo los estoy utilizando para aumentar mi imaginación... snif snif, yo quero un sano para mi T.T

Notas de la autora: Les gustó el fic?, espero que sí. Este es mi primer fic de Kenshin y ocurre en un universo alterno. Por si se habrán dado, la historia no tiene nada que ver con Kenshin en sí (sin contar que los portas son Megumi y Sano). Porfis dejen reviews... se los suplico.... n_n

Dedicatoria: Este fic está dedicado a dos personitas muy importantes para mí. La primera, una gran amiga que tngo, con ella comparto la mayoría de mis aficiones... es que tenemos casi los mismo gustos... mi querida Tamachi, te quero caleta amiga!!!! (viva kiba!!!, viva Kenshin!!!! Y viva sano en jeans!!!!). La segunda es una escritora como yo, ella es muy re genial escribe espectacular y me está apoyando para que siga escribiendo, compañera de locuras este fic es para ti n_n, ella es Cleoru Misumi... eres genial!!!

Bueno, ojala les guste el capi. Espero actualizar pronto ya que el 15 me voy de vacaciones sin computador (buaaaaaaa.... T.T)..

Nos vemos!

Su escritora

Yukiko Himura

Yh_yukiko@yahoo.co.uk