Capítulo VII : Rodeo I
Había pasado una semana desde el incidente en la casa de los Takani y Megumi seguía sin hablarle a su padre. Es que después del bochornoso rato que la hizo pasar a ella y a todos los presentes, decidió demostrarle su enfado de la mejor y más efectiva forma que conocía, y de la única que dañaría a su padre, aplicándole la ley del hielo. Así es, desde esa misma tarde había decidido no dirigirle la palabra hasta que sintiera que estaba totalmente arrepentido.
Una vez más Megumi se observó en el espejo de la habitación, estaba hermosa pero tenía que asegurase. Llevaba puesta un blue jeans con unas botas de cuero café, una camisetita sin mangas (esas de tirantes) de gamuza al más estilo vaquero posible.
Esa tarde ella y Kaoru irían al rodeo anual de los Himura, que se realizaba en el rancho de ellos. Como conocida familia ganadera, siempre habían realizado ese tipo de eventos donde mostraban a sus mejores animales a los posibles compradores y futuros clientes de la zona o extranjeros.
Megumi suspiró, miraba sin ganas el reflejo de su espejo. Otra vez tenía que ir a esa mansión, otra vez tenía que encontrarse con Sanosuke.
Volvió a mirar sus ropas, esa camisetita era "demasiado" corta. Quizás muy reveladora, ya que el escote mostraba bastante y dejaba poco a la imaginación si se agachaba. "Nota personal, no recoger nada del suelo", pensó divertida.
Esa semana había estado yendo a casa de los Sagara de manera seguida y siempre se trataba de arreglar lo mejor que podía. Es que la "casualidad" de encontrarse con Sanosuke la preocupaba y, de cierta forma, traba de verse bonita para él. "¿Para él?", se preguntó con arrogancia. Tenía que estar loca si pensaba que se ponía bonita sólo para decirle un típico, común y educado "hola". Auque tenía que admitir que adoraba verle la expresión de bobo cada vez que la veía con alguna falda corta o traje apegado al cuerpo, es que esa era su forma de decirle "yo también puedo jugar tu juego".
Respiró hondo y cerró sus ojos, sus mejillas se volvieron de un suave pero ardiente color carmín mientras su piel se erizaba ante el recuerdo del beso en las caballerizas. No entendía por qué le gustaba recordarlo, si cada ves que lo hacía su sangre hervía de rabia. Rabia por ser tan débil cuando ese hombre estaba cerca... así de cerca.
Fue en el instante que lo vio alejarse en su caballo que ideo un plan para pagarle con la misma moneda, no iba a dejar por ningún motivo que un hombre (menos ese hombre) la manejara como mantequilla derretida. Era imperdonable, ya tenía bastante con su padre detrás diciéndole con quién casarse, como para agregar a la lista el nombre de Sanosuke diciéndole que debía sentir por él o cómo debía sentirse con él.
Apretó sus puños con fuerza y agarró su cartera de mala gana, mientras caminaba con paso firme y decidido hacía la puerta de su habitación.
El reloj de la sala de estar marcaba las 14:55 horas en punto, ya estaba atrasada y no iba a dejar a su amiga esperando. Menos con semejante hermano que la molestaría hasta el día de su muerte si llegaba tarde.
Apretando los dientes y colocándose sus gafas de sol, se dispuso a caminar hasta las tierras de los Sagara. Se supone que irían en el auto de Kaoru, ella se había ofrecido a llevarlas, pero necesitaba que Megumi se fuera a su casa primero porque quería estar temprano para apoyar a su "Ken-san" en todo momento.
Megumi volvió a revisar su reloj mientras esperaba que le abrieran la puerta, eran las 15:05 de la tarde y esperaba que su amiga no le molestara los 5 minutos de retraso. "Mi papá no me quería dejar salir", pensó como excusa, "no, muy de niña, mejor Aoshi tubo un problema...". Negó con la cabeza, esa excusa era peor que anterior. Trataba de buscar la mejor idea que tuviera en su cabeza para dar como excusa por la tardanza. Cerró sus ojos y pensó finalmente, mientras sonreía "Se me olvida que tengo el reloj adelantado 5 minutos, estoy bien en la hora".
Lentamente la gran puerta de madera se abría mostrando la pequeña y desgastada figura de una mujer detrás de ella, tenía el cabello casi blando y bastantes arrugas en su rostro. Parecía que mucha paciencia no le quedaba y Megumi trató de sonreírle lo mejor posible.
- Buenas Tardes, se supone que me están esperando adentro - la mujer la escudriñó con la mirada, le analizaba cada detalle como si tratara de demostrar que estaba mintiendo. Megumi mejoró sus postura a una más arrogante y, de cierta manera, elegante – Soy Megumi Takani y vengo... -
- ¿Señorita Megumi?, no puede ser usted – a la mujer se le llenaron los ojos de alegría al escuchar ese nombre
- Sí, soy yo, ¿por qué cree lo contrario? – trataba de recordar donde había visto ese rostro, le parecía familiar pero no recordaba de donde era
- ¿No me recuerda? – Megumi niega con su cabeza – soy Hisae – Megumi abrió sus ojos sorprendida
- ¿Hisae? ¿La nany Hisae? – la anciana asentía – no puede ser, cuanto tiempo ha pasado nany Hisae –
Megumi corrió a abrazarla, sus ojos se estaban llenado de lagrimas mientras la pequeña anciana la abrazaba tratando de contener sus propias lagrimas de emoción.
- Pero mi niña, pase, pase – le repetía la anciana tratando de calmar los ánimos un poco - ¿viene a buscar al joven Sanosuke? -
- ¿Al Tori-Atama ese?, ni pensarlo – rezongaba enfadada – a ese tonto ni las lagartijas lo vienen a buscar -
- ¿A mi niño? – la mujer sonreía divertida, en todos esos años esos dos seguían peleando como siempre – pero si siempre lo veo salir con cuanta chica guapa encuentra -
- ¿A sí? – Megumi desvió la mirada llena de celos que tenía tratando de cambiar de tema – Pero volviendo a lo que venía, yo vengo a buscar a Kaoru -
- Pero mi niña Kaoru no está – Megumi la miró a los ojos incrédula – ella se fue hace bastante tiempo atrás con el joven Himura, tan grande y atractivo que está, ¿no? –
Megumi no escuchó el resto del comentario, ella ya estaba sacando su teléfono celular para marcar el número de su amiga.
- Moshi moshi - se escuchó por el teléfono
- Kaoru, ¿dónde estás? -
- ¿Yo?, acá con Kenshin... me fue a buscar para que almorzáramos juntos – Megumi estaba comenzando a encolerizarse con cada palabra que decía su amiga - ¿Por qué lo preguntas? -
- ¿No recuerdas que tenías que hacer algo hoy? – a Megumi ya le estaba apareciendo una vena gruesa sobre su frente
- Eh... No que recuerde – Eso fue el colmo, Megumi ya soportaba más
- Entonces no recuerdas que... ¡nos íbamos a ir juntas al rancho! Y además, ¡que te pasaría a buscar a TU CASA! Y, ¿sabes algo?... – Megumi respiró hondo - ¡ACÁ ESTOY ESPERANDO QUE ME LLEVES! – se escuchó un silencio desde el otro lado y un bajito "parece que metió la pata, Kaoru-dono"
- Megumi disculpa, no me acordé... lo siento – Megumi respiró hondo, no era su culpa es sólo que Ken-san siempre tenía ese efecto de "borrador de Memoria" sobre Kaoru
- Está bien, no te preocupes – suspiró con desgano – tendré que irme rápido a casa para ver si Aoshi me lle... -
- Lo dudo – Megumi frunció el seño – Es que Aoshi está acá ayudándole a Kenshin con unas cosas de los potros... – Megumi estaba apunto de gritar pero se contuvo, tendría que apurarse e irse a caballo para el rancho Himura
- No te preocupes, yo veo la forma de irme y dile a Kenshin... ¡que para la otra te avisa con más tiempo!... Adiós – Megumi cortó el teléfono y observó a Hisae un poco decepcionada
La pequeña anciana sonrió dulcemente dándole un poco de animo a Megumi. Esta estaba molesta, lo peor era que tendría que caminar todo el camino a casa de nuevo, para tomar su caballo y cabalgar hacia el rancho. Sin contar que tendría que cambiarse de ropa y arreglar su caballo. "Demonios, por qué me suceden estas cosas", se dijo antes de caminar hacia la puerta.
Pero su camino se vio obstaculizado por el alto y musculoso cuerpo de Sanosuke que la observaba fijamente a los ojos. Llevaba puesto unos jeans que parecían haber sido azules alguna vez y una camiseta desgastada y con las mangas arrancadas. Megumi tubo que contener la respiración para evitar que Sanosuke notara su rubor.
Sanosuke había estado observando todo lo ocurrido desde que escuchó el timbre en la puerta, no quiso decir que estaba allí hasta que Megumi dejara de gritar por el teléfono. Se veía tan hermosa enojada...
- ¿A dónde crees que vas? – preguntó tomándola de la muñeca, Megumi trató de zafarse pero realmente no tenía ganas de hacerlo
- ¿Y a ti que te importa? – respondió mirándolo desafiante. Sano sonrió arrogantemente, le encantaba esa mirada de la joven
- Kitsune... – cerró sus ojos mientras movía su cabeza en señal de desaprobación. Suspiró y volvió a observar a la joven a los ojos – Está bien, yo te llevo -
- Tú ¿qué? – Megumi soltó su muñeca y comenzó a moverse en dirección a la puerta de entrada – yo no te he pedido nada y me puede ir caminando a mi casa -
- No me refería a tu casa, pero si te quieres ir caminando al rancho – mirando la vestimenta que Megumi llevaba puesta y evitando tragar saliva al ver el escote de la camisetita – con esos pedazos de género que llamas ropa, no llegas viva... – se acercó a ella, dejando pocos centímetros entre ellos – recuerda que hay muchos trabajadores solitarios en busca de compañía -
- Muchas gracias, pero puedo cuidarme sola... con permiso, me retiro – desvió su mirada y caminó hacia la puerta, otra vez.
Sanosuke no podía permitir que Megumi se fuera así como así , había ofrecido llevarla pero esa testaruda Kitsune no aceptaba la oferta. "Vas a aceptar mi ayuda quieras o no", le dijo antes de tomarla en brazos y subir con ella las escaleras.
La joven pataleaba y trataba de bajarse, pero los fuertes brazos del chico no permitían que realizara ningún movimiento. Ella estaba molesta, cómo se iba dejar vencer por él, menos por él. Era humillante, además que no tenía idea hacia donde la llevaba. Sabía que estaban subiendo unas escaleras y que pasaban por varias puertas, hasta que Sanosuke se detuvo frente a una de ellas y la abrió de una patada, al parecer no estaba completamente cerrada. La depositó sobre la cama y cerró la puerta tras de sí, se dio vuelta mirándola de manera insinuante.
Megumi estaba muy ruborizada, no podía evitarlo. Se encontraba en el cuarto de Sanosuke, sobre la cama de Sanosuke, con Sanosuke mirándola con un brillo especial en sus ojos y avanzando poco a poco hacia ella. Los latidos de su corazón se aceleraban con cada paso que el joven daba, trataba de tranquilizarse y respirar normal pero su respiración también estaba sufriendo a causa de semejante hombre.
Sanosuke sonrió, la tenía justo y como quería. Allí asustada como un cachorrito, mirándolo de manera suplicante y tendida sobre la cama, SU cama. Caminó unos pasos más hasta quedar parado sobre ella, se arrodilló al lado de la joven y acercó su rostro. Podía sentir el aliento de la joven, cómo su pecho subía y bajaba rápidamente. La chica estaba nerviosa y le encantaba tenerla así, tan a su disposición. Si fuera otra persona se abría aprovechado de eso, pero no, él no hacía esa clase de cosas, "por lo menos no esta vez". Pensó antes de acercarse a la femenina oreja y exhalar suavemente.
Megumi estaba apunto de cometer alguna locura, ese maravilloso cuerpo estaba sobre ella apunto de besarla, si eso quisiera. Su corazón latía a mil y sabía que Sanosuke se había percatado de aquello, su respiración se hacía más rápida cuando sintió el cálido aliento del joven sobre su oído, cómo si aquel aliento la quemara. Era maravilloso sentirlo, como si estuviera en el cielo...
"Espérame aquí, Kitsune. No trates de escapar, la puerta está cerrada con llave y yo la tengo en mi poder. Me voy a cambiar de ropa porque no puedo ir vestido de esta manera al evento... a menos que tengas otra mejor idea, me esperas aquí". Sanosuke besó y dio un pequeño mordisco al lóbulo derecho de la joven, haciendo que Megumi soltara un leve gemido. Sonriendo se alejó de ella y se dirigió a su guardarropa, sacó unas prendas y entró a su baño.
Allí quedo ella, sola, con su corazón latiendo a mil, acostada sobre la cama de Sanosuke y sintiendo que el calor se apoderaba de ella. Sus sentidos le estaban poniendo a prueba, es que ese joven sabía como dejarla indefensa, lista para que realizara con ella cualquier cosa que se le pusiera en mente. Lo peor, es que ella quería que sucediera. Trató de normalizar su pulso, de relajarse, miró el techo mientras escuchaba el sonido del agua caer de una ducha. "Se está bañando", pensó y ruborizó al imaginarse ese cuerpo tensarse bajo el agua. Cerró sus ojos fuertemente, no debía dejarse vencer por aquellas simples cosas. Nunca se iba a permitir admitir que hombre la podía manejar de tal forma, menos Sanosuke Sagara. Asintió con su cabeza, trataba de convencerse que sus propias palabras, ya que ni ella misma creía las cosas que decía.
El ruido de la ducha cesó, se escuchó abrirse una puerta y un fuerte grito de relajación se oyó después. Megumi sonrió divertida, era gracioso escuchar a Sanosuke gritar de esa forma. "Con esto, tengo material para molestarlo por mucho tiempo".
Sanosuke observaba su mojado reflejo en el espejo del baño, allí estaba él completamente desnudo y con el agua cayendo de su cuerpo. El pelo se le apegaba al rostro y le impedía ver bien, con su mano izquierda apartó algunos mechones de su frente mientras escuchaba una risita desde su habitación.
"Kitsune", pensó. Cerró sus ojos y comenzó a secar su cabello con la toalla que tenía a un costado. Una suave brisa entró por debajo de la puerta, Megumi debía haber abierto la ventana de la habitación, por lo que la piel de Sanosuke se estremecía bajo el contacto del helado aire. Abrió sus ojos y pensó en la chica que estaba esperándolo en su cama, sonrió mientras algunas escenas no muy decentes aparecían en su mente. Cerró sus ojos con fuerza y movió su cabeza tratando de ahuyentar aquellas imágenes de Megumi, desnuda y acostada sobre su cama. "No creo que otro baño de agua helada te tranquilice, ¿cierto?", se dijo al enviar su mirada hacia la parte inferior de su cuerpo, se había percatado que parte de él estaba cobrando vida propia. Es normal que le ocurran ese tipo de cosas, pero no era el momento para eso ahora. Trató de respirar y de relajar su cuerpo, nada podía hacerlo demorarse en salir.
Buscó entre sus ropas pero no encontró nada, no había llevado ni la ropa interior ni una camisa o camisera que ponerse. Pensó en salir a buscarlas, o llamar a Megumi que se las pasara. Rió con el comentario, ya se imaginaba gritándole a Megumi que le llevara ropa interior al baño, donde él se encontraba recién salido de la ducha. Aunque no era mala la idea, prefirió ponerse los blue jeans así no más y saldría a ponerse algo afuera. Tenía pensado en una camisa, pero prefirió optar por su sudadera favorita, una blanca sin mangas y ajustada al cuerpo.
Megumi estaba sin palabras al ver salir semejante adonis del baño. Es que Sanosuke la dejaba con la boca abierta, traía puesto unos blue jeans rectos pero ajustados en el trasero y una toalla sobre los hombros desnudos. El cabellos lo traía húmedo, pero su pecho aún estaba completamente mojado. Megumi observaba extasiada como algunas gotas caían desde el fuerte cuello, abriéndose paso hasta el pecho, modelando cada hendidura que marcaban los perfectos músculos del abdomen hasta perderse en el borde del pantalón.
Sanosuke sólo sonrió al ver como esa hermosa joven lo observaba hipnotizada. Tubo deseos de correr hacia ella y besarla en ese mismo momento, pero no. No debía apresurar las cosas, primero le demostraría que no puede vivir sin él y sólo había una forma de hacerlo...
Megumi observó como el joven se acercaba a su cómoda y sacaba una camiseta blanca, sin mangas, se quitaba la toalla de los hombros y la lanzaba al suelo. Se colocó la camiseta lentamente, de frente a ella haciendo que Megumi se sonrojara aún más. Luego tomó una botella de Kenzo Jungle y se echó sobre su varonil cuerpo, dejando una estela de ese aroma en toda la habitación. Se ató sus zapatillas Reebok negras y con un poco de gel arreglo su cabello. Ató su cinta roja sobre su frente, así daba por terminado su proceso de vestirse dejando a Megumi a la espera de más.
Sanosuke sonrió nuevamente, de esa manera tan arrogante que siempre daba buenos resultados con Megumi. Se acercó a un velador y sacó un llavero con forma de gatito, lo metió en su pantalón y se dirigió a la puerta de la habitación.
"¿Nos vamos?" le dijo el joven a una Megumi que trataba de reunir todas sus fuerzas para levantarse de la cama y caminar "decentemente" hacia él. Sano la miraba divertido, espero que ella se le acercara y abrió la puerta delante de él pero no dejó que ella pasara primero, haciendo que Megumi diera un respingo y murmura las típicas "los tori-atamas no tienen educación ni buenos modales".
Sanosuke no prestó atención a sus comunes comentarios, estaba demasiado ocupado en analizar ambos lados del pasillo de su casa. Tenía que tener cuidado de no encontrarse con "esa" persona. Cuando ya estuvo seguro que no habían moros en la costa, hizo una señal a Megumi para que lo siguiera, en silencio. Cosa que la joven ni se inmutó a hacer.
- ¿Por qué eres tan exagerado? – Megumi estaba parada frente a Sanosuke que estaba en su mejor pose de espía que encontró - ¿Temer encontrarte con algún villano de película? – Sano ni la miró - ¡Oye, te dije algo!... ¡respon...! –
Sanosuke la tenía aprisionada contra la puerta que había cerrado detrás de ella. La tenía con la boca tapada con su mano derecha mientras que su brazo izquierdo sujetaba uno de los brazos de Megumi y su cuerpo la presionaba contra la fría madera de la puerta. Megumi no sabía que ocurría, la mirada eléctrica que le enviaba el joven le tenía la piel de gallina. El sólo hecho de sentir su aliento cerca de su rostro le subía el pulso a mil, pero sería fuerte y no se lo demostraría.
- Shuuu... no hagas ruido, no querrás que nos descubran... - El joven sólo sonría pero esa sonrisa no le duró mucho en su rostro, ya que una mueca de dolor lo invadía de repente - ¡¡ARG!!, pero que demonios... – liberando a Megumi y alejándose de ella
- Hum... – dándole un desprecio – me estabas arruinando el lápiz labial -
- Es cierto, se me había olvidado que a la "miss maquillaje perfecto" le molesta que arruinen sus kilos de pintura... – le daba la espalda – es asombroso cómo logras resaltar tu fealdad natural con tantas capas de maquillaje, si con nada te ves fea igual – Megumi estuvo a punto de gritarle algo, pero Sanosuke fue más rápido y se acercó a ella, lo suficiente como para dejar su boca en el femenino oído – pero así me gustas más -
Sanosuke sonrío ante la mirada atónita que tenía la chica, se sacudió un poco el húmedo pelo y giró su cuerpo al pasillo. Lenta y silenciosamente comenzó a caminar, tratando de observar todo. Megumi en cambio caminaba tan natural como siempre, esa pose de "espía en acción" no la asombraba. Al contrario, estaba muy metida en el por qué de esa actitud, en qué lío se habrá metido con alguien de allí como para que vigilara cada sombra que se formaba en la casa. Es que no podía ser de otra forma, tenía que haber metido la pata con alguien de allí, si no, no estaría vigilando por si sale alguien a su encuentro.
Ambos habían llegado a un punto de tranquilidad, el silencio del pasillo los tranquilizaba bastante y Sanosuke podía caminar como lo hacía comúnmente. Pero esa paz duró poco...
Un silbido cruzó el ambiente, luego algo rozando el cabello de Megumi produciendo una leve brisa que agitó algunos cabellos. Megumi estaba con los ojos como plato, lo que había producido aquel sonido estaba clavado en la pared de al frente y resplandecía con los rayos de sol que lo alcanzaban. Era un daga, una pequeña daga que, luego, una gemela la acompañó ensartándose un poco más alejada.
Sanosuke comprendió de quién se trataba pero no se dejaría vencer, agarró a Megumi y la plantó contra la pared de su derecha antes que una tercera daga se clavara directamente sobre el hombro de la joven.
Megumi respiraba agitadamente, no comprendía nada. Mientras una lluvia de dagas se abalanzaban de todas partes, sin embargo, desde donde estaban, ninguna podía hacerles nada sólo tenían que permanecer quietos bien apegados a la pared.
"Mierda, nos pilló" fue lo único que salió de los labios del joven, al mismo tiempo que Megumi lo miraba con cara de "¿qué demonios pasa?". La joven no entendía, estaban siendo atacados y Sanosuke sólo podía repetir la misma grosería, esto era ilógico.
"Que demonios, no queda otra opción" se dijo el joven antes de tomar a Megumi en brazos y salir corriendo por el pasillo. La lluvia de Dagas se hizo más grande y ya no eran sólo dagas, ahora una serie de cuerdas y trampas en el suelo aparecían por todos lados. Sanosuke las trataba de esquivar como podía sin contar que Megumi iba sobre su cabeza más pálida que de costumbre.
Sanosuke se detuvo en seco, una sombra se alzaba sobre ellos. Era inmensa, quizás el sol producía ese efecto ya que estaba de espaldas a ellos y la sombra en cuestión se reflejaba en la escalera. Megumi estaba aterrorizada, era como si un monstruo estuviera detrás de ellos. Cerró los ojos fuertemente y sintió como Sanosuke bajaba a toda velocidad las escaleras mientras unos pasos los seguían a toda carrera. Ya abajo un destelló molestó en los ojos de la joven, pero por más que deseaba abrir los ojos y ver quien era el atacante, no se lo permitió estaba demasiado asustada.
"¡No te vas a escapar de nuevo, Tori-atama!" bramó una voz detrás de ellos. Era como un animal haciendo su grito de caza, ese tipo de gritos de los cuales nunca vives para contarlos. "¡Te dije que tenías trabajo hoy!", bramó nuevamente pero ahora más cerca y más fuerte.
Megumi reconoció esa voz, pero no podía ser esa persona. Un hombre tan gentil y amable como él no podía estar gritando así.
- ¡Ven acá Tori-atama, te dije que tienes trabajo! – le gritó un hombre detrás de una gran katana (regalo de matrimonio) que brillaba bajo la luz del sol
- Cállate viejo lobo, te dije que voy a salir hoy – le grita Sanosuke a un muy enojado Hajime Sagara que se acercaba poco a poco al cuello de su hijo con la punta de la katana
- Hoy no sales – Sanosuke lo observa detenidamente. Sólo había una forma de salirse con la suya y esa tenía que llegar en cualquier momento
Sanosuke sonrió cuando la puerta de entrada de la casa se abrió, dándole paso a una hermosa mujer vestida con un elegante vestido rojo con su cabello suelto. Ella observó como su marido estaba a punto de cortarle el cuello a su hijo, "otra vez Sanosuke quiere librarse del trabajo de hoy", pensó antes de dar un suspiro y cerrar la puerta tras de sí. Lentamente fue donde su esposo y acarició su mejilla, lo miró de frente y tomó aire. "¡¿Hasta cuando van a seguir comportándose como niños chicos!?".
Hajime observó a su mujer por unos instantes, era cierto pero no había otra forma de hacer entender a su primogénito lo que eran las responsabilidades.
Sanosuke sonrió de manera vencedora, su madre le había dado el tiempo suficiente para burlar a su padre y escapar por la puerta. Pero no contó con que él lo seguiría...
- ¡Ven acá tori-atama! -
- No quiero – sacándole la lengua – parece que ya estas viejo para estos trotes -
- ¡¿Viejo?! – corrió hacia la pareja – ven acá, tu papi te va a enseñar que significa tener mis años – un brillo dorado salía de los ojos de Hajime, ese era el momento para correr más rápido o ninguno de los dos salía con vida de la casa
- No me vas a atrapar... – al abrir la puerta, da una última mirada vencedora a su padre – ¡¡¡¡VIEJO!!!!
Sanosuke alcanzó a bajar a Megumi y moverse de la puerta, en ese mismo instante un gran trozo de metal salía de ella logrando cortar algunos mechones del pelo del joven.
Megumi observó casi sin aliento como la espada del padre de Sanosuke era sacada a toda velocidad y vuelta a meter con más fuerza q antes, mientras que un grito de "¡NO SOY VIEJO!" se escuchaba detrás. Sano tomó a la joven del brazo y la arrastró hasta el garage.
La joven miraba el auto sorprendida aún del escándalo, estaba con el corazón en la mano. Había salido viva y de milagro... realmente Kami-sama era grande.
Sanosuke la miró con desgano, subió el volumen a su radio y abrió la puerta de su Lamborghini Diablo VT descapotable MY 1999, "No preguntes, sólo entra rápido, ya?".
Megumi asintió como por mecánica, se sentó dentro del cómodo auto y cerró sus ojos. "Kami, este va a ser un día muy largo..."
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Sigan leyendo... el capi sigue (es era muy largo para dejarlo como uno sólo :P) n_n
