Advertencias: hay lemon, quedan avisados, así que después no me vengan con reclamos. Las frases en cursiva son recuerdos. Las que están encerrados en comillas "..." son la carta que está leyendo Emiko. Si están solos, les recomiendo leerlo en voz alta. A mí, al menos, me gustó más leerlo en voz alta.
A la salida de la escuela del jueves, probablemente Daisuke y Satoshi seirán juntos. Pasarán el día juntos, cenarán juntos, dormirán juntos. Aparentarán juntos. Cada uno le mentirá al otro con su sumisión. El viernes, es posible que Daisuke prepare el desayuno para ambos. Charlarán casi animosamente. Irán al colegio y se comportarán como buenos amigos. Emiko no habrá podido hacer nada: sólo espera el retorno de su niño. Los demás simplemente no comprenden. Acabarán las clases y, sin duda, Daisuke y Satoshi darán un paso dentro del departamento.
Capítulo 10
... Soledades Últimas ...
Emiko vio la carta en cuanto abrió la puerta. Soltó las bolsas de las compras de pronto, dio un portazo, corrió y tomó el papel en sus manos. Su respiración era agitada. La carta había sido escrita para ella. Era de su hijo.
Daisuke entró en el departamento un poco torpemente. Satoshi lo guiaba, lo llevaba de la mano con un extraño cariño. Llegaron al centro de la habitación. Satoshi se volteó y lo miró a los ojos.
-Pasaron muchas cosas, Daisuke.
-Sí... pero ahora estamos juntos, eso es lo que importa, ¿No?
"Mamá, a veces los sentimientos son difíciles de entender. Todos los sentimientos felices que podamos tener no son capaces de equiparar un único sentimiento devastador. Quisiera poder desaparecer y así no sentir más. Es extraño pensar que realmente existe esa posibilidad."
No veía a su hijo desde el miércoles. Tenía miedo. Mucho miedo.
Satoshi acarició suavemente el pecho de Daisuke, inclinando las arrugas de la camisa hacia un lado y hacia el otro. Se concentraba en cada uno de sus movimientos, observando sus manos, tan frías, tan frías. El pelirrojo, en cambio, no dejaba de mirarlo a los ojos, vacío, ausente. Acaso Satoshi no se diera cuenta. Acaso él tampoco estuviera allí, después de todo.
Risa oyó un lloriqueo. Abrió la puerta de la habitación.
-¿Riku? ¿Sos vos?
El sonido cesó de pronto. Riku, cubriéndose el rostro con las manos, se volteó a ver a su hermana.
-Riku, estás llorando... Riku...
Risa se acercó, arrodillándose junto a ella, y la abrazó con suavidad.
-Es por Niwa, ¿No? Ese idiota te hizo llorar...
-No digas eso... él no es malo...
-Claro que lo es... –Y luego añadió, en un susurro inaudible: yo.
-Yo lo amo, Risa. No voy a dejar de amarlo, aunque se vaya.
-Ya lo sé. Yo... yo también le tenía mucho aprecio. Pero no podemos hacer nada.
-Yo le dije, le dije que no se fuera.
-No importa lo que digamos.
-No, no importa, pero... ¡Dios mío, duele tanto darse cuenta!
Un botón, dos botones... La camisa iba dejándole el paso libre a las ansiosas manos. Daisuke seguía inmóvil. Había una ventana abierta y la brisa le golpeó su máscara de muerto, como si quisiera empujarlo, como si quisiera echar abajo al destino.
-Satoshi... –Murmuró, con la voz pausada de los sueños.
El otro tardó en contestar. Y cuando lo hizo, sólo emitió un gruñido. Daisuke arqueó la espalda, apenas, sólo en la medida en que no pudo evitarlo, mientras sentía los labios del muchacho en su ombligo.
-Vos... ¿Creés en el destino?
-Sí.
"Pero el destino así lo ha decidido por mí, ha creado esta posibilidad para mí. Lamento haberte gritado el otro día. Lamento haberte mentido tanto, porque aunque me cueste admitirlo, sí, te mentí. Te mentí porque pensé que uno podía vivir en una mentira sin que doliera. Te mentí porque pensé, tan ingenuo soy, que la palabra felicidad era algo más que eso, una palabra."
Daisuke apoyó sus manos suavemente en la cabeza de Satoshi, que estaba arrodillado frente a él. La lengua que jugaba con su miembro le obligó a gemir, una vez, dos veces, tres veces. Había placer, era cierto, pero-- ¿Era el placer del acto en sí mismo lo que le quitaba fuerza al dolor, o era en realidad la esperanza de lo que vendría después, la ilusión de la nada lo que lo mantenía vivo todavía...?
Volvió a gemir e hizo presión con sus manos involuntariamente. Sus ojos, sin previo aviso, empezaron a llorar.
Saehara le dio una patada al suelo. No sabía qué le pasaba a Daisuke, pero de seguro las cosas no estaban bien. Había faltado dos días a clase -¡nunca había hecho semejante cosa sin una explicación!- y ahora, ¡Se olvidaba del partido de fútbol! Habían organizado el juego la semana anterior, incluso le había parecido que su amigo estaba bastante entusiasmado con el asunto, pero cuando el momento había llegado, simplemente desaparecía. Inició el camino hasta su casa, estaba seguro de que no tendría ninguna buena razón para faltar, así que lo arrastraría de los pelos si era necesario, pero lo haría ir a jugar, sí, por supuesto, eso haría, y jugarían juntos toda la tarde, como se habían prometido. Jugarían.
-Satoshi... –Entonó Daisuke y, tomándolo con fuerza de los cabellos, lo hizo subir hasta su altura para besarle una mejilla, luego la otra.
Satoshi subió sus manos hasta los codos del pelirrojo y fue llevándolo hacia la cama, avanzando de espaldas. Aún de pie, acarició sus hombros, arrojando la camisa abierta al suelo. Se sentó y, nuevamente, besó el vientre terso de aquel niño –porque era un niño, todavía y a pesar de la vida, era un niño- y acabó de bajarle los pantalones.
Dos niños, sí, eran dos niños.
"Me sorprende lo profunda que puede ser una mentira de tan corta duración. Porque hoy voy a despertar, ¿Sabés? Hoy vamos a despertar del sueño que iniciamos juntos, él y yo. Vamos a recuperar el rumbo que perdimos hace tan poco. Uno no puede ser libre mucho tiempo. En realidad, uno no es libre en lo absoluto."
Cuando terminó de quitarle la camisa blanca y la camiseta amarillenta, lo abrazó con fuerza contra su pecho. Se mantuvo un momento así, conteniendo las lágrimas, y Satoshi, aunque dudando, respondió al abrazo.
Daisuke se preguntó qué querría Dark de él, qué le habría dicho antes de desaparecer si hubiera sabido que eso era lo que iba a ocurrir. Se preguntó qué pensaría, qué sentiría si ahora lo viera así, rendido de antemano, a la espera de que bajen el telón. Las manos en su espalda lo alejaron lentamente de su discurso mental y de sus lágrimas. Se separó un poco para poder besarlo en la boca. Repentinamente, tuvo la necesidad de llenarse de sensaciones, de almacenarlas en alguna parte de su alma, guardarlas para cuando ya no pudiera sentir.
Saga se sentó en el gran sillón de su oficina. Funabashi se acercó, trayéndole la bebida que había ordenado.
-¿Le ocurre algo, jefe?
-Daisuke dijo que se iba.
-Quizás quiere escapar de usted. Yo lo entiendo perfectamente.
Saga le dirigió una mirada mortal, pero no replicó nada.
-Ya va a encontrar a otro chico para tus comerciales.
-No es eso, ¡Los tontos comerciales no me importan! –Gritó de pronto, como despertando de un letargo. –Daisuke es... mi amigo.
-Bueno, ya va a encontrar otro amigo.
-No es lo mismo.
-No. Pero es lo que hay.
Satoshi le hizo un lugar junto a él. Daisuke se recostó allí para que pudiera acomodársele encima. Mientras hacían esto, con sus manos desabrochaban el último cinturón, los últimos botones, se deshacían de la última verdad que los hacía estar solos. Satoshi besó su cuello, besó sus hombros, besó sus pezones. También él lamentaba que ya no fuera a haber una próxima vez.
"Dark se desvaneció, mamá. Ya sé, yo también lloré mucho. Pero eso no era suficiente. Yo... yo también tenía que irme, ¿No? Sino, para qué, para qué tantas persecuciones, para qué tantas batallas. El final siempre fue este. El final fue cuando Dark se fue, porque él era el verdadero protagonista de la historia. El verdadero y el único. El único, mamá."
Emiko se interrumpió al oír el timbre. Abrió la puerta lentamente y se encontró con un niño, con Takeshi Saehara, ese amigo de la infancia de Daisuke, ese amigo que ahora tendría que formar parte de los recuerdos.
-¿Está Daisuke?
La palabra, el nombre de su hijo pronunciado en voz alta, le dolió infinitamente.
-No, lo siento mucho, ahora no está. –Dijocon suavidad.
-¿¡No está!? ¡No puede ser! ¿Y dónde puedo encontrarlo?
-Yo... no sé, lo siento mucho.
-¿No sabe a qué hora va a volver?
-No, lo siento, lo siento mucho. –Y le cerró la puerta al asombrado Saehara, repitiendo "lo siento mucho", y llorando, siempre llorando.
-¿Estás listo?
-Sí...
Satoshi rozó con sus dedos los labios de Daisuke, jugó con ellos dentro de su boca hasta asegurarse de que estaban húmedos. Después palpó la dulce piel de sus piernas y avanzó, avanzó hasta introducirlos en el orificio, de a poco, uno a uno.
-Ah... m-- me duele, Satoshi… ah…
-Shh... ya, ya se va a pasar el dolor... shh...
-Espero que seas feliz ahí. Muy feliz.
-Voy a serlo si vos también lo sos. Es un trato, ¿Sí?
Wizz voló hasta el hombro de Emiko. Podía comprender que estaba llorando y acercó la nariz a su mejilla haciéndole cosquillas con cariño.
-...Daisuke... mi Daisuke...
Casi por instinto, Wizz tomó la forma de su amo. Emiko lo vio allí, vio a su hijo, sonriente como antes, con sus ojos repletos de inocencia.
-¡Daisuki! –Exclamó la figura.
La mujer se echó sobre él, abrazándolo con fuerza, gimiendo de dolor, impotente, vencida.
Daisuke sintió frío. Daisuke sintió frío sobre su vientre. Pero no quiso mirar, no, no quería mirar porque si lo hacía se detendría y si se detenía iba a doler aún más.
Pero si no querés irte... no te vayas.
Satoshi lo dejó vacío por dentro un momento, pero en seguida reemplazó sus dedos por su miembro, sin violencia, sin intención de herirlo, sin poder concentrarse en el elemento que descansaba en su otra mano.
Daisuke percibía alternadamente el frío sobre su vientre y la calidez dentro de sí, sentía a Satoshi en su cuerpo, sentía la vida y el amor que todo ello conllevaba, sentía, sentía, sentía.
-¡Satoshi...! –Gritó. -¡Satoshi, yo... yo te amo!
"Y yo... yo ya no sé para qué seguir. Yo lo amaba, amaba a Dark. Pero ya no está, no puedo oír su voz en mi mente, no importa cuánto me esfuerce. Por un momento, pensé que estaba equivocado. Pensé que había otra persona, pensé que yo amaba a alguien todavía, pensé que yo era amado todavía, pensé que yo existía todavía. Pero qué equivocado que estaba, mamá, mamá querida, qué equivocado que estaba..."
Sólo había brotado una gota de sangre, pero las palabras tan dolorosas y tan reales lo detuvieron, le hicieron abrir los ojos en toda su extensión, abrir los ojos para observar bien esa sonrisa, ese sol de invierno.
Daisuke sonreía, sí. Acariciaba su rostro con delicadeza, con el mayor afecto que era posible en un hombre.
Siempre se puede encontrar algo que lo cambie todo.
Viendo el miedo inusitado que se había apoderado de Satoshi, Daisuke dijo, con perfecta claridad:
-No te preocupes, Satoshi. Ya te perdoné. Me arrepiento de haberte dicho tantas cosas horribles, creo que en realidad... yo no te odié nunca. Porque yo te amo, Satoshi, recién ahora me doy cuenta, pero yo te amo de verdad. Hacé lo que tengas que hacer, pero sabé que yo ya te perdoné.
Los ojos de Satoshi se humedecieron. La expresión de Daisuke cambió, mostrándose preocupado por la inesperada reacción del otro.
Tal vez esa persona que te espera decida venir por vos.
Satoshi perdió el control de sus manos y el objeto frío, el cuchillo, su pequeña arma de marioneta del destino, cayó al suelo. De pronto colapsó sobre el cuerpo del pelirrojo, apoyándose sobre sus codos, y lloró, lloró porque nunca había llorado en su vida y tenía tantas, tantas innumerables razones por las que llorar.
-Yo... yo también te amo, Daisuke.
"Uno siempre puede equivocarse.
Adiós, mamá."
::: Finis :::
Notas de la Autora: Yo... no sé qué decirles, saben. Lamento el retraso. La historia... tuvo un giro inesperado para mí. Les dije que la inclusión de Saga en el capítulo nueve me había hecho pensar... Daisuke tenía que morir en este capítulo. Pero él mismo me enseñó a no creer en el destino... Y las cosas cambian. Creo que es casi seguro que haré un epílogo, porque no alcancé a decir todo lo que quería acá. El texto se volvió increíblemente largo... las ideas se agregaban solas y el argumento original quedó de lado. Realmente... realmente espero que lo hayan disfrutado. Les agradezco mucho a todos por leer hasta acá, especialmente a aquellos que más me alentaron –ustedes saben quiénes son-, les agradezco porque a mi manera aprendí mucho de este fic y de sus recomendaciones y de los personajes que al final acabaron siendo míos, pues poco de Yukiru-sama les quedó en sus cuerpecitos torturados.
Próximamente volveré a subir los primeros capítulos, porque les encontré muchos errores y estoy corrigiéndolos.
Sólo me queda decir, queridos lectores, que el destino, simplemente, no existe.
Adiós.
::: Lila Negra :::
Un viernes extraño, allá por la época cercana a las fiestas, cuando el número cinco no terminaba de acomodarse entre tantos ceros y aquel dos lastimoso...
