Disclaimer: Lo que reconozcas es de J.K. Rowling o de quien haya comprado los derechos. Lo demás es mío. A leer!!

Capítulo 1: La pianista

"La música es un eco del mundo invisible"

Andr Malraux

Estaba tumbado en su cama, observando el cielo a través del techo hechizado de su habitación. Se encontraba aburrido mientras planeaba cosas que podría hacer en contra de sus enemigos si fuera tiempo de curso escolar. Gruñó ante el pensamiento de que sólo era feliz cuando podía utilizar su ingenio para conseguir reacciones del Trío Dorado, en Hogwarts, el colegio de magia más prestigioso de Inglaterra. Se sonrió levemente para sí mismo, pues los Malfoy no sonríen cuando están solos, al recordar la cara indignada de la chica castaña cuando se despidió de ella con un comentario "cariñoso". Se había fijado en que ya no era tan alta como antes, o quizá él había crecido.

"Es pequeña…" murmuró sin darse cuenta.

"Señorito Malfoy, señorito," interrumpió sus pensamientos uno de los elfos domésticos de su padre. "Los señores han mandado a Frinky a buscarle, señorito. Han mandado a Frinky que le diga al señorito que les han mandado invitaciones para un evento musical esta noche, señorito, y que debe prepararse para salir, señorito. Han mandado a Frinky a buscarle, señorito, y a ayudarle a prepararse. Son órdenes de la señora, señorito." Terminó agachando la cabeza y temblando como una hoja.

El comportamiento de los elfos domésticos de su casa le exasperaba y respiró profundamente antes de hablar.

"No hace falta que te quedes, Frinky. Ve y dile a mi madre que voy en un minuto." Observó críticamente que el elfo le miraba asustado y con un ¡Plop! desaparecía.

Gruñó disgustado por el comportamiento del elfo. Siempre les habían tratado bien, salvo en público, e, incluso les habían ofrecido un salario, que ellos habían rechazado dolidos y ofendidos, expresando su protesta con un par de días en los que habían estado casi inactivos. Pero desde la huida de Dobby, por culpa de Harry Potter, se comportaban temerosos de un castigo, como si fuese culpa suya lo traicionero del carácter del otro elfo.

Sabía por su padre que Dobby había actuado con su permiso para avisar al Héroe Mágico pero nadie debía estar enterado de eso. La ida de Dobby le había llevado a enfadarse con su padre durante un par de semanas, pero tras hablar con su antiguo sirviente había comprendido que, si era libre, era por culpa del moreno. Aún les visitaba, de cuando en cuando, y les ayudaba en las fiestas si cuando echaba un ojo veía a su madre muy ocupada. Una Malfoy nunca debía verse ocupada.

Se alisó el traje que llevaba, muggle, pues eso es lo que le había insinuado su madre al enviarle a Frinky para ayudarle y se sonrió oyendo de nuevo las palabras del elfo al decir que les habían mandado invitaciones… Seguro que su padre había utilizado sus influencias para conseguirlas pues sabía cuánto disfrutaban de la música su mujer y su hijo.

Eufemismos… En su vida todo estaba envuelto en papel de regalo, brillante y nebuloso por los eufemismos. Pero le gustaba, pese a todo y todos. Le querían y él les quería. Como a Severus, que era casi de la familia y todos estaban al tanto de su doble naturaleza al servicio del Señor Oscuro. El único enfrentamiento de su padre con el Lord fue cuando éste sugirió cazar al padrino de su niño. Ganó su padre, claro. Los Malfoys siempre ganan, aunque fuese por posición social e influencia. Lord Voldemort, pese a todo su poder, no podía permitirse perder a los Malfoy. Sin el apoyo de una de las familias puras más antiguas, su movimientos tendría tan poco sentido que sus aliados desaparecerían.

Mirándose de reojo en el espejo situado junto a la puerta, que hacía aspavientos con las manos, como asombrándose de su propia belleza, y esbozando una sonrisa maliciosa y sarcástica, salió de su habitación en dirección al despacho, donde les esperaban sus padres, arreglados para la ocasión y compartiendo una de esas escenas románticas y cariñosas de las que él era el único y privilegiado testigo.

"Madre, padre" saludó con formalidad.

"Draco, cariño, no hace falta que nos llames así si no hay extraños delante" le dijo con una sonrisa cariñosa su madre, mientras dejaba los brazos de su padre e iba hacia él. "Te has puesto muy guapo" comentó abrazándole.

"Es un Malfoy, amor" sonrió con orgullo su padre. "Aunque vas un poco oscuro, ¿no crees?"

"No sabía dónde era, ni a qué evento musical íbamos."

"Es una sorpresa. Para los dos" sonrió abiertamente el hombre, abrazando a su esposa por la cintura y lanzándole una significativa mirada a su hijo, que les siguió cuando caminaron a la entrada, donde les esperaba una limusina.

Las salidas al mundo muggles las realizaban cuidadosamente, lanzando un hechizo desmemorizante al conductor una vez acabado el día borrando únicamente la forma de llegar hasta la mansión, protegida después con hechizos especiales. Por supuesto contrataban la agencia de limusinas por ellos mismos, pues no se fiaban del Ministerio, imitando las maneras excéntricas de los actores muggles para no dar su dirección. Debido a sus grandes propinas y como no daban ningún problema lo pasaban por alto, creyendo después que las pérdidas de memoria de sus conductores eran resultado de un soborno bien hecho.

El trayecto en limusina, tras subir el cristal del conductor y privatizarla, había sido una sucesión de arrumacos, besos y mimos de la pareja, con alguna que otra risita, que Draco había tenido que ignorar, estoico, mirando por la ventana, viendo pasar el paisaje gris de la ciudad contaminada. Acostumbrado a los amplios jardines verdes de su mansión y a la extensión natural del lago de Hogwarts, el gris metálico común de la ciudad le hacía sentir encerrado.

"Están locos estos muggles" se quejó interiormente, sonriendo débilmente al recordar la similitud de su exclamación con otra de un personaje de un cómic ya antiguo, francés, que había leído en su infancia. Romanos, druidas y pociones mágicas, recordó divertido.

Cuando frenaron, y mientras el conductor bajaba para abrirles la puerta, sus padres se arreglaron rápidamente, luciendo en pocos segundos como si hubiesen hecho el trayecto tranquilos y serenos.

Los tres levantaron sus barreras, tanto físicas como mentales, colocando en su lugar la máscara pública de los Malfoy y, cuando salieron, lo hicieron con la gracia que les caracterizaba.

Era, por lo que pudo deducir un concierto privado, con 100 espectadores a lo sumo, y todos ellos al mismo nivel. La edad casi no variaba, siendo casi todos adultos de más de treinta años, con algún que otro chico de su edad.

Dirigió una mirada inquisitiva a su padre, curioso ante lo insólito del lugar, demasiado sobrio y modesto para lo acostumbrado de su padre, aunque no cabía duda de su elegancia y exclusividad.

"Hoy toca una chica de tu edad. Es una virtuosa del piano, por lo que he oído, y junto a su hermana, que toca el violín, organizan únicamente un par de conciertos en verano, y no tocan el resto del año. Generalmente es casi imposible conseguir un sitio, porque no desean un gran público."

"Pero son… ya sabes…"

"¡Draco!" exclamó su madre, reprobatoria. "Recuerda que los prejuicios son sólo para cuando estemos… allí. Son necesarios para nuestra…"

"Posición social e influencias" interrumpió con descaro. "Lo siento. A veces se me olvidan esas cosas."

"Tranquilidad, sobretodo. Recordadlo." intervino su padre. "Además, por lo que sé, la del violín va a Beauxbatons."

"¿Y la otra?"

"Nadie lo sabe. Ha habido especulación en los dos mundos, pero como debido a un accidente, los padres de una no son en realidad los padres de la otra… Nadie sabe su nombre real. Lo oculta celosamente."

"Pero en este tipo de eventos podrían reconocerla, ¿no?"

"Al parecer toca llevando un antifaz."

"¡Qué descortés!"

"E inteligente" comentó su madre sin prestar mucha atención.

Las palabras de su madre le hicieron comprender que, para mantener en secreto el nombre, el rostro y el entorno se debía ser muy, muy inteligente… y la admiró por un momento. Al menos ella no tenía que fingir ser quien no era la mayor parte del tiempo… Sólo fingir no ser nadie durante un par de horas cada verano… Y ocultar a todos sus amigos una parte íntima y profundamente ligada a sí misma… Quizá no eran tan diferentes como había pensado en un principio.

"¿Qué es ese lío de los padres?"

"Al parecer es huérfana. Sus padres murieron en el extranjero y ella quedó sola con sólo diez años. Al parecer eran amigas, casi como hermanas, y los padres de la otra chica la adoptaron, buscando que no sufriese más cambios en su vida diaria. No sé si eso influyó pero…"

"Esas cosas siempre influyen. Pobre niña." la compasión de su madre era visible en sus ojos, aunque a los demás se mantuvo imperturbable.

"¿Nadie sabe su nombre?"

"Se hace llamar Germaine R. Gheron, pero así no aparece en ningún registro así que todo el mundo supone que es un nombre artístico, con algún tipo de significado."

"¿Y la chica que toca el violín? Sus padres estarían relacionados porque en los papeles de la adopción tiene que salir reflejado."

"Karen Monk, aunque el apellido es ficticio, por lo que el nombre familiar sólo aparece en archivos muy selectos, con una cláusula de privacidad importante. Y respecto a los papeles de adopción… Los originales se quemaron en un incendio un par de años después de la adopción y la copia está en su casa. Y está protegida. No sé de nadie que haya conseguido entrar."

"Parece que las circunstancias han ayudado a mantener el secreto. Qué raro…"

"No te obsesiones con esto, Draco," intervino su madre. "La pobre niña ha tenido más que suficiente con lo que ha pasado en su vida. Si quiere mantener eso en secreto, no te metas creyéndolo un pasatiempo o un juego. Ya te he dicho que las cosas importantes hay que acometerlas con seriedad. Hasta que no tengas un objetivo razonable y sincero, no hagas movimientos estúpidos."

"Sí, lo sé, pero…"

"No hay peros que valgan. Y no tuerzas la boca en público. Es impropio."

"Sí, madre."

Era verdad que a veces se obsesionaba con las cosas más extrañas, buscándole tres pies al gato en ocasiones, pero rivalizaba con las más expertas cotillas en curiosidad ante los secretos. Se obsesionaba con ellos, tanto como estaba permitido en un Malfoy, y no podía resistirse a utilizar tantos recursos como fuera posible para conocerlos. Después respetaba que se mantuviesen en silencio, aunque el conocimiento, como alguien dijo una vez, es poder… y él no se guardaba de utilizarlo.

Se sentaron en los asientos que les señaló una de las azafatas de la sala y se dieron cuenta, por fragmentos de conversaciones en susurros, que más de la mitad de los asistentes provenían del mundo mágico y se conocían entre ellos. Algunos, por el acento, demostraban ser franceses, otros, más cómodos en una sala decorada de manera típica inglesa, demostraban ser del mismo sitio que ellos.

Algunos detalles, quizá ocultos al ojo inexperto, garantizaban la seguridad de la sala ante ataques tanto mágicos (varios objetos estaban encantados en cadena para crear un escudo lo suficientemente grande), como muggles (había cámaras en todas las esquinas, alarmas semiescondidas y sellado automático de puertas así como los indispensables aspersores para casos de incendio). Las señales de "No fumar" se repartían por las paredes de manera periódica, lo que indicaba claramente la gran sensibilidad de los aspersores ante cualquier aumento de calor y humo en la sala.

La seguridad de la sala y los hombres que estaban de pie junto a las puertas o sentados en sillas apoyadas en la pared daban a entender que, o bien había alguna figura con importancia política en la sala, o alguna de las artistas tenía una verdadera obsesión. Se decantó por la segunda opción tras observar a los asistentes. Ninguno parecía prestar atención a los hombres y tampoco detectó intercambios de miradas.

Y no detectar intercambios era casi como que afirmase que no los había habido. Un niño pequeño y con cara inocente pasa desapercibido o es subestimado, como muy pronto habían aprendido sus padres, por lo que había sido entrenado sin descanso en el arte del espionaje. Al principio había sido un juego, divertido y ameno, más tarde, tras cumplir los once años e ingresar en Hogwarts se había convertido en un trabajo y, ahora, con dieciséis años, a punto de cumplir los diecisiete y entrar a su séptimo y último año en el colegio, se había convertido en una obligación, algo necesario para sobrevivir al próximo y definitivo renacimiento del Señor Oscuro.

Para evitar su iniciación, programada para finales de ese año, se veía obligado a prestar atención de todos los detalles, incluso los más insignificantes o sin relación, como era el caso de la seguridad de la sala. Quizá en el futuro la información podría serle de ayuda. El conocimiento es poder, se repitió.

La plataforma colocada en el centro de la sala, rodeada por los asientos y con un  piano vació y un atril con el violín y el arco colocados a un lado, se iluminó levemente debido a los focos que tenía incrustado el borde metálico del "escenario". La luz era débil, únicamente para indicar el inicio del recital. Dos chicas, ambas vestidas con trajes de noche muggles, negros, largos y sujetos por un solo tirante al hombro izquierdo avanzaron por uno de los pasillos que se abrían frente a la sección de asientos en los que se encontraba.

Observó con atención a las dos muchachas. Las dos eran medianamente altas y con el pelo castaño, pero ahí terminaban las características comunes. Una de ellas llevaba un antifaz, negro y sin adornos, cuya única función era no permitir la identificación de su portadora, por lo que cubría la frente y la nariz, ocultando los pómulos y la conformación de los ojos, elementos clave en una identificación. Ésta poseía un cuerpo esbelto, desarrollado en función de su edad, por lo que se manifestaban curvas aunque no eran tan notables como en la otra chica, más rolliza y con sonrisa simpática.

El contraste entre la sonrisa y afabilidad de una, que desbordaba en sus ojos azules, y la seriedad fría y distante de la otra avivaron la curiosidad del rubio, que deseaba saber quien era la dueña de los ojos castaños, como el chocolate fundido, pero duros y helado como el metal, que se adivinaban bajo el antifaz negro.

Reminiscencias de leyendas absurdas e historias infantiles sobre héroes enmascarados y salvadores que ocultaban su rostro invadieron su mente pero las expulsó sin prestarles atención. Al fin y al cabo no hay héroes en el mundo real, sólo personas que luchan por su propia supervivencia.

Analizó la manera de caminar de las dos chicas, una con confianza, la otra con orgullo, y quedó fascinado cuando los ojos castaños se cruzaron con los suyos y las esquinas de la boca de la muchacha se tensaron en lo que podría interpretarse como una sonrisa cínica. Un destello de reconocimiento le indicó que ella le conocía y que, por tanto, era del mundo mágico, y el esbozo de sonrisa le indicó que la conocía personalmente y no mantenían una relación agradable a juzgar por la dureza con que le observaba y lo cínico de la sonrisa.

El saber que la conocía pero no era capaz de reconocerla despertó en él el profundo deseo de conocer el verdadero nombre de la chica y la miró detenidamente. No despegó los ojos de ella desde ese momento, viendo como se sentaba frente al piano, dándole casualmente la espalda, por lo que no pudo seguir observando sus ojos. La otra chica castaña estaba situada de manera que cruzaba miradas con su compañera, y se situaba, así, frente a él.

Cesaron todos los susurros en la sala y el silencio invadió el espacio, aunque era un silencio cómodo y extrañamente cálido. Se percató de que uno de los hombres de seguridad cruzaba sus ojos con la chica del violín y asentía ligeramente, lo mismo que pudo observar en el que estaba enfrente a la pianista.

No hubo presentaciones, pues todos los asistentes sabían a qué venían, y la música del violín se elevó temblorosa en la apertura de la primera obra.

El violín era manejado con maestría, arrancando las notas con sentimiento y conmoviendo su corazón, pero cuando entró el piano el público fijó sus miradas en la que interpretaba la difícil melodía. Los movimientos de las manos blancas de las dos chicas se compenetraban mientras cruzaban la mirada y una sonrisa y la música fluía alrededor, envolviendo la sala en una niebla transparente.

Pareció extenderse como un hechizo, creando una atmósfera irreal. Se sintió atraido por la pianista como una polilla a la luz y se sorprendió cuando la vio más bella de lo que había visto a mujer alguna. Sabía que su destino era casarse con una mujer seleccionada para ello pero, en su interior, deseaba encontrar en amor por el que daría su vida, parecido al que compartían sus padres.

Oyó como la voz de la chica se alzaba acompañando a la música y vio cómo la chica con el violín guiñaba el ojo en su dirección. Por un momento se asombró del gesto pero vio que era casi el único que prestaba atención a la chica, pues los demás estaban fijos en la pianista, que demostraba la veracidad de su virtuosismo. Se sorprendió al comprender que le chica más afable sabía de la popularidad de su "hermana" y la aceptaba sin envidia ni problemas.

Notó que la música le recorría como siempre que presenciaba un concierto, privado o no. Notó las oleadas de placer atravesando su cuerpo mientras el piano, el violín y la voz de la chica más delgada rompían el silencio en armonía. Sabía que su devoción por la música no la entendía su padre y no casaba con sus otras aficiones y habilidades, pero ya no le importaba. Su madre compartió con él una mirada, con la que se entendieron perfectamente antes de regresar su atención a la plataforma.

Disfrutó cada momento mientras se comía con los ojos a las dos chicas, que tenían el don de poner sus sentimientos en música, algo que él siempre había deseado para sí. Las envidió pero sin desearles ningún mal, únicamente deseando algo imposible.

Terminó el recital y, por un momento, le recorrió el placer en su forma más pura, la maravilla que experimentaba al volver a descubrir lo que se podía hacer con la voz y la música. Se le erizó la piel de los brazos y la garganta se le apretó dejándole casi sin respiración. La última nota acabó el hechizo que se había ido tejiendo a medida que el espectáculo seguía y le recorrieron escalofríos de placer mientras mantenía la mirada fija en el escenario.

Se habían apagado las luces, los invitados aplaudían pero él seguía quieto, sin mover un músculo de la emoción que me embargaba. Recordó en solo unos segundos esas veces que había encontrado fotos antiguas de sus padres y se había sentido privilegiado por verlas. Recordó esos sitios que descubría en los viajes en los que te quedas mudo por lo que ha creado la naturaleza y pensabas que estaba más allá de lo que podría crear la mente humana. Recordó esas personas con las que sólo te cruzas una vez. Y se sintió vivo. Esta vez no por algo pasado q no puedes alcanzar, ni por la naturaleza, ni por la casualidad, sino por dos chicas.

La última canción, llena de tristeza, dolor y desesperación, había llegado hasta el centro de su alma, casi tocándola por dentro, y parecía que su cuerpo lo notaba. Estaba paralizado, casi sin pensar, sólo disfrutando… hasta que se desató la euforia, la alegría por ver algo nuevo, una verdadera obra de arte, en la que cada vez encontraba detalles diferentes que la hacían única, independientemente de las veces que se dijera lo mismo o se hicieran las mismas cosas. Cada vez había personas distintas, emociones distintas en el ambiente y también esperabas algo distinto.

Lo que esperabas era lo mismo, pero, como dijo uno de los músicos amigos de su madre, lo difícil era captar el espíritu y plasmarlo. Incluso en la imaginación es imposible representarlo de la misma manera. Es imposible captar el alma.

Y el alma de esa chica, que con su voz y su música había llegado a tocar su alma le fascinó completamente y, mientras aplaudía, decidió que lograría averiguar su identidad y conseguir su amistad aunque fuera lo último que hiciese. Y volvería a escuchar su música, que le había hecho vislumbrar un mundo al que sin duda pertenecía pero donde no se podía quedar si no era con ella.

N/A: Este es el primer capítulo de mi nueva historia. Sé que debería publicar algo de las otras pero no he tenido tiempo de actualizarlas o, en el caso de Siete Intentos Fallidos, tampoco ha habido ganas, la verdad. Esta la tengo casi terminada, así que he decidido publicarla, pero solo lo haré si me llegan reviews, pq si no no tendrá sentido, que aquí una escribe para quien le lee… así que, ya sabéis, si os gusta… dadle al botoncito de la izquierda abajo que pone GO! y listo, gracias!!!!