Disclaimer: Lo que reconozcas es de J.K. Rowling o de quien haya comprado los derechos. Lo demás es mío. A leer!!

Capítulo tres: Laramy d'Ofoc

"Las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas."

Honoré de Balzac

Kaikyo Hito, abogado japonés de gran renombre bajó del avión que le había traído hasta Alemania. Días atrás había recibido una llamada de Inglaterra del mismísimo abogado familiar del fallecido Draco Malfoy, que había muerto en Estados Unidos y quemado, según sus instrucciones, en ese mismo lugar.

El certificado de defunción, así como el testimonio de un médico rural del estado de Iowa, que había expresado su condolencia ante la muerte del cliente del abogado en un accidente de tráfico habían llegado por fax, dándole permiso para abrir el testamento de su cliente bajo la supervisión del abogado inglés por videoconferencia.

Maldijo a los ingleses recordando los aspavientos que había hecho el anticuado anciano ante su sugerencia de utilizar tecnología muggle. Seguro que por eso había triunfado la disensión provocada por el tal Lord Vlordemot, todos sabían que los reprimidos se volvían obsesivos menos, por supuesto, los ingleses. ¡Dominar el mundo! ¡Ja! Como si al resto del mundo le importase otro loco como Hitler lo suficiente como para luchar por él. ¡Locos ingleses!

Confirmó de nuevo que tenía la dirección de su nuevo joven cliente en el bolsillo y decidió dirigirse primero a su lugar de trabajo. No comprendía mucho de alemán y menos se atrevía a hablarlo, aunque tenía esperanza de que con su francés e inglés fluido pudiese comunicarse con su objetivo.

Montó en el taxi con sólo el maletín con los papeles y una bolsa ligera, no había traído mucho pues sabía que el chico era fácil de localizar y no esperaba estar mucho tiempo. Dio la dirección con su alemán titubeante y el coche arrancó con una sonrisa comprensiva de parte del taxista que les soltó una diatriba impresionante en alemán, cambiando al inglés rápidamente cuando se percató de la cara de incomprensión de su pasajero.

"Laramy d'Ofoc, ¿me equivoco?" vio cómo negaba su pasajero sin comprender todavía que el taxista conociese a su cliente. "Es un buen chico, sí señor. Un poco juerguista, si sabe a lo que me refiero, pero trabaja duro. Tiene muchos amigos. El mismo amigo del hijo del amigo de un amigo le conoce, y eso que la ciudad no es precisamente pequeña, aunque no se le conocen amoríos al chiquillo, pobres chicas." Se rió con fuerza.

"¿Es conocido?"

"Oh, sí, claro. Es un playboy poderoso. Tiene un lema en su consultora, ya sabe, sobre Internet y las cosas esas de jóvenes que… En fin, que tiene un lema impactante, aunque ahora no me acuerdo de cual era. Pero dígale que se lo diga, cuando lo vea."

"¿Playboy?"

"Sí, ya sabe, trae locas a las chicas. Mi propia hija tiene recortes suyos por toda la habitación. Y como sale por la tele, hablando con los ministros o yendo a las fiestas del famoseo, me gasto el sueldo en comprarle vídeos a mi niña."

"Ya veo. ¿Tiene dinero?"

"¿d'Ofoc? ¿Bromea? No es que nade en monedas pero no lo pasa mal, por lo que yo sé. Tiene cuatro carreras además de su empresa y varios Administration Bussiness Masters. Se pelean por él."

"Ajá. ¿Y enemigos?"

"Alguno habrá, supongo. De eso siempre hay" replicó encogiéndose de hombros. "Aunque si usted trabaja para alguno, me lo dice, que no le llevo" bromeó.

"No se preocupe."

"Bueno, señor, ya llegamos. Es el edificio extravagante."

"Gracias."

Y pagando al amable conductor bajó del coche, con la certeza de que la imagen mental que se había hecho del posible amigo de su antiguo cliente, rubio e impasible, era muy distinta de lo que de verdad le esperaba en ese edificio.

Caminó lentamente, asimilando la información recibida y calibrándola detenidamente. Alzó la vista al edificio que, al parecer amablemente, el taxista había calificado de extravagante. La conformación del edificio parecía haber sido hecha por un arquitecto loco, consiguiendo ángulos imposibles y sombras que parecían más profundas que la misma oscuridad, consiguiendo pese a todo y extrañamente un efecto contrastante de luminosidad y armonía.

Entró al edificio con ganas de conocer al diseñador de la fachada, sintiendo verdadera curiosidad. Al entrar le pareció haber sido trasladado a un bosque, pues a ambos lados crecían árboles de varios metros, junto con arbustos y florecillas de aspecto silvestre. Al mirar hacia arriba le recibió el cielo y, asombrado, anduvo por el camino marcado con piedras naturales.

Al girar una curva encontró a la típica recepcionista que tenía a su vez varios ordenadores encendidos y trabajando.

"Disculpe señorita, soy el señor Hito Kaikyo, quisiera entrevistarme con el señor d'Ofoc, por favor." empezó en inglés.

"¿Tenía una cita previa?"

"No. Esperaba… otra cosa, supongo."

"Lo siento, señor, pero deberá concertar una cita. Si es urgente puede dejarme su nombre y teléfono de contacto y le llamaré si hay alguna reunión cancelada." indicó con real consternación y ganas de ayudar.

"Sí que es urgente. ¿No podría esperarle aquí?"

"Es su elección, señor, pero hoy se han concertado numerosas reuniones y hasta el momento no se ha cancelado ninguna. Es posible que tenga que esperar todo el día sin que dé resultado."

"Igual esperaré."

"¿Puede decirme el motivo por el que quiere ver al señor d'Ofoc, por favor?"

"Soy el abogado japonés del fallecido señor Draco Malfoy y ha de procederse a la lectura de su testamento en presencia de sus herederos."

"¿Malfoy? Un momento, por favor" marcó un número y tras hablar unos segundos en alemán, colgó, girándose hacia él. "En unos minutos bajará una compañera para acompañarle hasta una de las salas de reuniones. El señor d'Ofoc no sabía nada de la muerte del señor Malfoy ni de usted. Estará con usted enseguida."

Le indicó que se sentara en uno de los sillones que adornaban la entrada a su izquierda, también rodeada por árboles, aunque más pequeños debido a que en esta parte ya había techo.

Paseó la vista por la sala abierta al jardín principal, sintiéndose lleno de calidez y paz. Sin lugar a dudas debía ser un buen sitio para trabajar. Volvió la vista hacia la chica, dándose cuenta de que no sabía su nombre pero consciente de que cada vez que sentía que la miraba, le sonreía amablemente, sin dejar de hablar por teléfono y escribir en uno de los ordenadores. Parecía que había buen personal, y que éste estaba contento.

"¿Señor Hito?" una chica castaña, de origen claramente oriental le miraba con una sonrisa. Era bajita, con los ojos oscuros y un tipo bonito.

"Sí" como no sabía qué personas hablaban en francés o en japonés decidió seguir en inglés, aunque no era su idioma natal.

"Siento haber tardado tanto. Ahora, si me acompaña, le mostraré el edificio y le comentaré las curiosidades más importantes en espera de que el señor d'Ofoc termine su reunión. ¿Prefiere que le hable en japonés?"

"Si no es mucha molestia, señorita…"

"Oh, ¡qué desconsiderada!" exclamó pasando rápidamente al idioma del abogado. "Mi nombre es Hikari Atomi."

"Un placer conocerla, señorita Hikari, y más al poder hablar con alguien que domina tan bien mi propio idioma."

"Lo mismo digo, señor Hito, y gracias por el cumplido. No tengo muchas oportunidades para mejorar mi acento, pues el señor d'Ofoc realiza tantas actividades que no posee mucho tiempo libre."

"¿El señor d'Ofoc habla japonés?"

"Oh, sí. Por lo que sé, estudió allí derecho internacional. Ahora, si le place acompañarme, empezaremos por la entrada." Y sin esperar respuesta se dirigió con paso tranquilo al jardín inicial.

Le hizo situarse en una esquina cerca de la entrada de la que no se había percatado antes y mirar hacia la parte superior del jardín.

"Desde donde está usted situado puede observar parte de la decoración de fachada, visible hace un año pero que ha desaparecido de la vista por culpa de los árboles plantados, nogales, cedros, álamos y abetos todos ellos. Por supuesto, cada uno posee un significado especial para el personal de la empresa, pero no hay tiempo suficiente para decirle más que todos los árboles que ve usted han sido plantados por los empleados y que las figuras decorativas que ya sólo se ven desde donde está usted, las diseñó y colocó Afran Munch, artista alemán que ha recibido gran apoyo del propietario de esta empresa desde que coincidieron en un recital de piano."

"¿Usted también tiene un árbol?"

"Sí, es aquel abeto escondido tras el nogal de la esquina a su derecha. Ha crecido bien."

El abeto en cuestión era aún pequeño, sobretodo porque el nogal debía quitarle mucha luz, pero la chica parecía consciente de ello y no hizo comentario alguno.

"Si se fijó en la fachada cuando entró," esperó un segundo mientras su interlocutor asentía "fue diseñada por el mismo artista, Afran Munch, unos meses antes que el interior. El escudo personal o sello del señor d'Ofoc fue grabado en el techo, rodeando la pista de aterrizaje para helicópteros que hizo prever para emergencias médicas. Por suerte aún no ha sido utilizada."

"¿Escudo personal?"

"Un diseño propio que deberá mostrarle y explicarle su dueño, lo siento. Si desea seguirme iremos a la primera planta. Mientras, le explicaré la historia del edificio antes de que se restaurara para albergar las empresas Drag'est."

"Por supuesto."

"Debido a la frialdad del clima de esta zona de Alemania en invierno y, casi, en cualquier otra época del año, el señor d'Ofoc hizo preparar paneles aislantes de grueso vidrio con refuerzo de poliestireno que aíslan la recepción del jardín interior pulsando un botón o al detectar una temperatura menor a los 18ºC en dos grados o más. Los sensores dispuestos en todo el perímetro del techo pueden verse a simple vista. Si mira ahora," indicó cuando estaban cerca de los ascensores, situados a la derecha de la recepcionista "verá que son una especie de cámaras vítreas negras incrustadas como parte de la decoración. La tecnología utilizada es de las empresas Tecnamech, de nueva creación en Estados Unidos pero ya con gran prestigio. Esta misma empresa se encarga de los sistemas de seguridad físicos del edificio."

"¿Sistemas físicos?" preguntó mientras subían a la cabina.

"Sí. Los sistemas informáticos, y dada la naturaleza de la empresa, que se basa en nuestra experiencia en ese mismo campo, tienen su propio departamento en la quinta planta. Todo el personal de esa planta son informáticos con experiencia. En total son quince personas, cinco de ellas hackers declarados que trabajan para nosotros intentando burlar nuestros sistemas. Hay una prima en Navidad para ellos si lo consiguen, y para los cinco expertos en seguridad si no lo hacen."

"Faltan cinco personas" indicó curioso a su pesar.

"Son personal temporal, que quiere formarse y adquirir experiencia, generalmente becarios o recién graduados sin ingresos. Se asignan tres al grupo de seguridad y dos al grupo de hackers. Si alguno destaca pasa a ocuparse de alguna filial o proyecto con otra empresa, a la que es transferido una vez acaba el plazo."

"¿Y si no destacan?"

"Pasa a formar parte de los grupos informáticos de otras empresas. Incluso el peor de los nuestros es bastante bueno y capaz de encontrar trabajo por sus propios medios. Sin embargo, el señor d'Ofoc no cierra sus puertas, a no ser que se cometa una falta grave contra otro compañero. El código ético y de régimen interno se entrega al ingresar, de manera que todos saben a qué atenerse."

"¿Podría ver una copia de esos códigos?"

"Oh, lo siento, pero es secreto profesional. Estamos atados una vez firmamos el contrato. El único que puede permitírselo es el mismo señor d'Ofoc, le sugiero que se lo pida a él."

"Muy bien, ¿y la historia del edificio?" preguntó al tiempo que paraban suavemente.

"Lo siento, me he emocionado al hablar del sistema competitivo de la empresa. Disculpe mi torpeza" ante la sonrisa comprensiva del otro, continuó. "Antes de ser reformado para albergar Drag'est este edificio era bastante emblemático en la ciudad. Estaba en pésimas condiciones y pocas personas recordaban como era, ni siquiera por relatos pasados de padres a hijos. Fue un palacete privado, al parecer. Al menos en su inicio. Más tarde se convirtió en una de las casas del espionaje alemán en la época en la que los estados alemanes elegían a su emperador mediante una especie de democracia."

"Disculpe, no sé mucho sobre historia europea pero si pudiera nombrarme algún rey de ese tiempo…"

"El rey Carlos V de Alemania y I de España es uno de los más conocidos. Sobretodo en España," le quiñó un ojo con complicidad, "pero volviendo a ese momento en concreto, debía ser el siglo XVI, quizá el XVII. Más tarde quedó abandonado y sirvió de refugio a niños sin hogar."

"¿Quedaron vestigios de todo eso?"

"Sí. Algunas cosas, sobretodo de la época en la que la casa funcionaba como base del espionaje gubernamental exterior, que era básicamente político, y surgieron al inicio de la restauración del edificio. Todas se donaron a los museos, aunque si quiere una lista de qué cosas eran y cuáles fueron sus destinos…"

"No creo que sea necesario, no se preocupe."

"Muy bien. Ahora mismo las paredes originales, al menos las que estaban en el momento de la compra, no se conservan, pues su valor, tanto histórico como cultural fue mínimo y no había rentabilidad para ningún museo en su conservación. Los muebles originales desaparecieron en la época de la Segunda Guerra Mundial, de manera que no pudimos averiguar cuáles correspondían a las distintas salas, a pesar de que se contrataron a los mejores expertos y no hubo excesivas limitaciones monetarias. A pesar de eso, alusiones documentales y pruebas halladas tras paredes falsas y sótanos ocultos han dado al edificio una gran historia, casi tan antigua como la misma ciudad."

"Parece gustarle."

"Me encanta la historia. Realicé mi tesis doctoral sobre este edificio, gracias a la ayuda documental del señor d'Ofoc, cuya única condición fue poseer una copia de mi tesis y tener derechos parciales sobre ella. Sígame por favor, y no se separe de mí. Este piso es el único laberíntico del edificio, con multitud de pasillos sin salida, pero es el favorito del presidente a la hora de realizar reuniones extraordinarias o imprevistas."

"Ya veo."

Caminaron unos cinco minutos en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos. Hito, asimilando todavía la información, consideró disculparse y volver una vez tuviera más datos de su potencial nuevo cliente, cuya personalidad no acababa de entender. ¿Era altruista? ¿O sólo miraba por sus propios beneficios? ¿Era social? ¿O un verdadero y excéntrico juerguista? ¿Y cuál era la relación que podía haberle unido a su fallecido cliente? Era un misterio, y no le gustaba enfrentarse a misterios sin ninguna información. Ahora sabía más del dichoso edificio que del tal Laramy.

Había estado tan sumido en sus pensamientos que no oyó a la chica que le acompañaba, que llevaba un par de minutos intentando llamar su atención.

"¿Señor Hito?"

"Sí, ¿qué pasa? discúlpeme señorita Hikari, estaba pensando en otras cosas y… ¿qué me decía?"

"No se preocupe. Le comentaba que los cuadros que ve colgados en las paredes son también obra de Afran Munch, así como de algunos nuevos artistas internacionales, como, por ejemplo, Minoruy Yohei, de Japón, como usted. ¿Le conoce?"

"No personalmente, aunque últimamente creo que ha realizado algunas exposiciones exitosas, ¿no?"

"Sí, el señor d'Ofoc inauguró algunas, debido a su posición como protector del artista. A decir verdad ha creado un verdadero emporio artístico, aunque solo subvenciona artistas con pocos ingresos o en dificultades."

"¿Por qué?"

"¿Perdone?"

"¿Por qué sólo a artistas en dificultades?"

"Supongo que porque a los otros no les hace falta, ¿no? No lo sé."

"¿Sabe en que despacho va a reunirse conmigo, señorita Hikari? Empiezo a sentirme cansado. Como comprenderá, a mi edad, uno no resiste tanto como cuando era joven."

"¿A su edad? No parece mucho mayor que yo, si me permite que se lo diga."

"Muchas gracias, de verdad, pero, siendo sincero, admito que paso ya de los cincuenta y…"

"Por supuesto, no se preocupe, enseguida llegamos, torcer esta esquina y… ya. Aquí es" afirmó con una sonrisa arrepentida y comprensiva a su acompañante que, pese a todo, aparentaba rondar la treintena. "Disculpe mi torpeza, de nuevo."

"No se disculpe. Son cosas que pasan."

"Entre. Seguramente ya le está esperando."

"Bien, gracias por acompañarme."

"Un placer. Pero en principio volveré a buscarle."

"Muy bien, hasta luego, entonces."

"Sayounara."

La chica desapareció tras una de las múltiples esquinas que parecía haber en ese piso, que, verdaderamente parecía un laberinto. Abrió la puerta con cuidado, sabiendo que muchos de los empresarios actuales gustaban de extravagantes fórmulas de cortesía de las que sólo ellos tenían conocimiento.

En la sala, cuyo claro objetivo eran las reuniones numerosas, equipada con una larga mesa, una pantalla de proyector y una pizarra blanca para plasmar ideas espontáneas, así como múltiples enchufes y pantallas de videoconferencia plegables. Una sala de negocios internacionales, e importante.

A la cabecera, mirándole con curiosidad, estaba sentado un hombre joven, seguramente que no había llegado a los treinta, moreno, de ojos grises penetrantes y una sonrisa amable.

Se levantó de su asiento, cortésmente, y se dirigió hacia él extendiéndole la mano.

"El señor Hito, supongo. Encantado de conocerle. Déjeme que me presente, soy Laramy d'Ofoc, presidente de la compañía Drag'est."

"Encantado."

"Sé que no es su manera habitual de saludar, pero espero que me permita algunos cambios deliberados y perdone mis equivocaciones accidentales, hace mucho que no he pasado por Japón, de manera más permanente."

"Entonces es cierto que estudió allí." preguntó más que afirmó el abogado.

"Así es. Parte de la mejor época de mi vida, si me permite decirlo. Es un sitio pacífico, armonioso."

"Sí, es parte del espíritu de la gente, que ha quedado en la tierra, como un residuo de agua pura."

"Poético, como todos los de su país. Yohei también es así, creo que nació para ser literato, en realidad, pero la pintura le fascina."

"He oído que usted le patrocina."

"Oh, por supuesto. Fue amigo mío en mi época de estudiante en Japón y me ayudó a entender vuestras costumbres. Le debía una" respiró profundamente y, poniéndose serio, continuó. "Sin embargo, sé que no está aquí para que comentemos el potencial de mi amigo."

"Así es. Traigo noticias non gratas."

"¿Malfoy?" preguntó en un suspiro, cerrando los ojos.

"Sí."

"¿Cómo?"

"Accidente de tráfico en Iowa."

"¿Dejó algo escrito?"

"Sus pertenencias se me enviaron en una maleta cerrada que no quise abrir hasta estar en presencia de sus herederos."

"¿Qué quiere que haga? Puedo localizar a quien sea, de ser necesario. No sé mucho de la vida de Draco en Inglaterra pero conozco gente que estaría dispuesta a ayudar" dijo abriendo los ojos, que se habían convertido en duro metal impenetrable.

Comprendió cómo había sido posible que su antiguo cliente, frío y duro, y éste, tan amistoso, se conociesen y forjasen una amistad, pues los dos compartían la característica común de ocultar sus sentimientos a los demás y no dejar pasar el dolor hasta que estuviesen a solas.

Recordó la carta que había llegado dirigida a él junto a la maleta. Su remitente era Draco Malfoy y un párrafo le había llamado la atención, aunque no lo había entendido en ese momento.

"No es necesario. Nombró un único heredero: usted."

"Pero… ¿y su familia en Londres?"

"No tenía más familia allí con la que se relacionase aparte de sus padres, y éstos fueron ejecutados unos meses antes de que se trasladase a Estados Unidos de forma definitiva."

"¿Ejecutados?" preguntó en un suspiro pero sin mostrar emoción alguna.

"Sí. Fueron acusados, como muchos otros inocentes de participar en la disensión producida por un tal Lord Vlordenmot."

"¿Eran inocentes?"

"Sí, se demostró más tarde, por lo que sé. No pasó del ámbito nacional y no sé mucho más. Quizá en los archivos de su amigo haya algo más."

"Terminemos con esto, por favor."

"Por supuesto, perdóneme" se reprochó mentalmente el no haber entendido que eso iba a dolerle. Se lo estaba facilitando porque no mostraba emociones pero aún así… Pobre joven. "Voy a leerle el testamento, le pasaré después la carta destinada a usted que dejó conmigo y por último una cinta de vídeo con instrucciones de que la vea a solas y más tarde. Le haré mandar la maleta con los objetos personales en cuanto terminemos los trámites y firme su conformidad."

"¿Qué pasó con él?"

"¿Perdone?"

"Con el cuerpo. ¿Qué hicieron?"

"Lo incineraron, señor. Todo se realizó conforme a sus deseos."

"¿Dónde lo…" no terminó la pregunta, pero no hacía falta.

"No estoy seguro. ¿Quiere que lo averigüe?"

"Sí, por favor. Estábamos muy unidos, ¿sabe? Casi como hermanos."

"Le llamaré en cuanto sepa algo, no se preocupe."

"Gracias. Puede… leer el testamento." El titubeo en su voz le hizo comprender que el chico moreno que, en un principio, había igualado a su rubio cliente, nunca tendría ese control de sus propias emociones como para poder compararse.

"Si cree mejor retrasarlo un par de días…"

"¡No! No es necesario. Si lo retrasamos tendrá que esperar más que un par de días, se lo aseguro."

"Muy bien. Empiezo:

Yo, Draco Malfoy, hijo de Lucius y Narcisa Malfoy, quienes depositaron en mi sus posesiones, soltero y en plenitud de mis capacidades mentales y frente a testimonio de Frederick Malloy, abogado familiar desde hace más de cincuenta años, hago testamento de mis bienes terrenales, que se reparten actualmente por Inglaterra, Iowa, Nueva York y Kyoto y cuya lista adjunto en el sobre.

Me encuentro en el despacho principal del señor Kaikyo Hito, abogado del bufete Hito-Ookuyhi, prestigioso en Japón cuyas oficinas principales se sitúan en Tokyo. La dirección concreta la adjunto en el dorso del sobre, junto a la dirección de mi principal heredero, Laramy d'Ofoc.

Ya que no tengo herederos forzosos tales como hijos, padres o hermanos, declaro heredero universal de todos mis bienes terrenales a Laramy d'Ofoc, inglés, hijo de Pierre d'Ofoc, francés, y Marie d'Ofoc, cuyo nombre de soltera era Marie Williams, de natural inglesa, casados y acomodados en Londres hasta hace 24 años desde el momento de la redacción de este documento.

Leo al testador este testamento íntegramente, previa renuncia de su derecho a hacerlo por sí, del que le advierto, lo encuentra conforme, se ratifica y firma.

Del conocimiento a través de su Documento de Identidad, y de la capacidad del testador, de haberse observado en un solo acto todas las formalidades prevenidas en la

Ley para la validez del testamento y, en general, de todo lo demás contenido en este instrumento público, extendido en dos folios de papel exclusivo para documentos legales, y el presente, cuya autorización finaliza dando yo, Kaikyo Hito, abogado oficial actual del señor Malfoy, fe."

Hizo una pausa, observando al moreno, que había entrelazado las manos con fuerza haciendo palidecer los nudillos.

"El resto es un listado de direcciones sobre sus propiedades, las llaves de sus cámaras de Gringotts, y una lista de objetos familiares personales de gran valor para el fallecido, tanto sentimental como económico" terminó detectando que el pobre chico no aguantaría mucho más. "¿Desea revisarlo completamente ahora conmigo? ¿O prefiere revisarlo usted mismo y contactarme en mi oficina de Tokyo según vaya viendo irregularidades o asuntos de interés?"

"Yo… creo que preferiría contactarle, si no es mucha molestia."

"No se preocupe. Aquí tiene mi tarjeta" dijo alargándole una pequeña tarjeta escrita en inglés con un borde en kanjis japoneses que formaban el nombre del bufete al que pertenecía. "Puede llamarme a cualquier hora."

"En ese caso, no le robaré más tiempo por hoy. Espero comprenda mis motivos" respondió el moreno levantándose a su vez.

"Por supuesto. ¿Se trasladará a Inglaterra?"

"¿A Inglaterra? ¿Para qué?"

"Sería bueno que revisara las propiedades en persona. Han permanecido más de seis años cerradas y…"

"También hay propiedades en otros países… ¿Cree que debo…"

"Eso es por su elección, supongo. Aunque mi sugerencia se debía a ala necesidad de verificar la conservación de los bienes ingleses. Han estado muy abandonados."

"Lo pensaré. En cualquier caso, le avisaré."

"Muy bien. Encantado de conocerle" le alargó la mano imitando el saludo occidental con el que le había recibido al principio.

"Si sabe algo de… ya sabe… ¿me avisará?"

"Seguro. Pero si va a Inglaterra pregunte al señor Malloy. Sabe más que yo sobre ese asunto."

"Lo haré. Gracias de todos modos."

Salieron ambos al pasillo, donde ya estaba esperando pacientemente Hikari Atomi, con una sonrisa cortés en los labios.

"Señorita Hikari" saludó el abogado.

"Señor Hito, señor d'Ofoc."

"Atomi, por favor, lleva al señor a la salida, si no desea ver el resto de muestras instalaciones" sugirió sutilmente.

"No será necesario. Quizá una próxima vez que no venga en circunstancias similares."

"Como guste. Atomi, por favor, que no me molesten en todo el día."

"¿Cancelamos sus reuniones, señor?"

"Sí, gracias."

Se despidió del abogado con una sonrisa triste y volvió a entrar al despacho, desapareciendo por una puerta lateral.

"Parece que no estaba con ánimos."

"No es para menos" comentó el abogado. Y realizaron el resto del camino en silencio.

n/a: Bueno… El capítulo anterior no tuvo mucho éxito, al parecer… Gracias a Avenger Nemesis, antes llamada Joy Riddle por su review… No sabes cuanto me animó J… Me he leído tu historia de Peter Pan!!! Es genial!!! Sigue escribiendo, plis! que escribimos sobretodo para la gente que nos lee…

Y a  ver si más gente se anima a escribirme un review!!! Plis!!!! Solo hay que darle al botoncito de la dcha que pone GO! U