Disclaimer: Lo que reconozcas es de J.K. Rowling o de quien haya comprado los derechos. Lo demás es mío. A leer!!!

Capítulo 4: Viaje a Inglaterra

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única."

Jorge Luis Borges

Bajó del avión con una sonrisa melancólica, observando aquello que había dejado atrás hacía años. El cielo gris en abril, la amenaza de lluvia, los rostros pálidos, las muecas insatisfechas, las caras apresuradas de la gente que corría de un lado para otro…

Aún dolían las heridas, pero se dio cuenta de que, en su mayoría, eran un dolor fantasma, algo que sabía que estaba ahí, podía sentirlo pulsando, pero ya no le hundía en la desesperación como cuando sólo tenía 17 años y acababa de perder a sus padres.

Tras él iban sus dos amigos más cercanos, el alemán Afran Munch, a quien había protegido como artista, intentando que los problemas que invadían su vida no invadiesen también la de su amigo, ya preocupado por encontrar el cuadro perfecto, y Hikari Atomi, amiga y compañera suya desde la época de Japón, doctorada en historia japonesa, alemana e inglesa, que le había acompañado ocultando la relación que les unía.

Eran un trío extraño, que llamaba la atención por lo famoso que habían llegado a ser los dos chicos, uno moreno y el otro rubio, uno con ojos grises y el otro azules, uno alegre y extrovertido, el otro más serio e introvertido.

Eran un contraste llamativo que, unido a que ya se había filtrado la noticia de la condición del moreno como heredero universal de la milenaria fortuna de los Malfoy, habían reclamado a su llegada al país la presencia de la prensa, tanto muggle como mágica.

"Atomi. Ya sabes lo que hay que hacer" indicó mientras se abrían paso entre los periodistas sin hacerles ningún caso.

"Por supuesto. En una hora tendrás mi informe."

"Que sean dos."

"Pero puedo…"

"Dos, Atomi. Quiero también el otro."

"Sí, Lam, claro" suspiró resignada. "¡¡Ciao Fran!!"

"Bye, cielo" despidió con una mirada soñadora y una sonrisa tonta.

El apelativo, así como el gesto del rubio, atrajo la atención de los medios hacia ella, que le envió una mirada fulminante antes de irse corriendo, intentando evitar a los periodistas.

"Si sigues haciendo eso, se enfadará" señaló con una sonrisa conspiradora.

"¿Tú crees? Nunca me lo habría imaginado" dijo irónicamente arrastrando las palabras.

"No hagas eso, te pareces a mí."

"No puedo evitarlo, me encanta ser tan malo como tú en tus años mozos" se burló con una amplia sonrisa maliciosa.

"Portarte como un chico rebelde contradice el aspecto dormido con el que prefieres aparecer en público."

"¿Dormido? ¡¿Dormido?! ¡No parezco dormido!" exclamó indignado. "Soy un artista atormentado por su propio talento, ¿es que no te has dado cuenta?"

"Sí, artista, pero dormido."

"¡Las chicas se mueren por mí!"

"Salvo una" dijo triunfante mientras montaban en la limusina que les estaba esperando, negra, larga, y decididamente snob, como no se abstuvo de comentar la chica durante el vuelo.

"No me la nombres. Es de hielo, lo juro. No creo que parpadee cuando de le acerque el chico de sus sueños, siquiera."

"Al único al que no hace caso es a ti. Y con razón, si me permites opinar."

"No te lo permito, entonces."

"¿Por qué no le dices que la quieres y acabas con el problema?"

"¿Y que no vuelva a ver ni su pelo? No, gracias" dijo categórico mientras sacudía la cabeza en un signo de negación.

"Eso no lo sabes, quizá si…"

"Déjalo Lam, no importa" desestimó hundiéndose en el asiento, desanimado. "No le atraigo ni lo más mínimo."

"Vamos, Fran. ¿El experto técnico con problemas para seducir a una mujer? Tú la quieres, ¿no?"

"¡No seas idiota! ¡No puedo obligarla!"

"No me digas…" dijo en tono irónico alzando una ceja. "¿Y qué es lo que vas a hacer, entonces?"

"¡Nada! No me quiere. Fin de la discusión."

"Pero tú la quieres…"

"Precisamente, amigo. Precisamente. Cuando te enamores de verdad, lo entenderás."

"Ya estoy enamorado, Fran" dijo dejando el tema que tanto molestaba a su amigo y mirando por la ventana al cielo gris londinense.

"¿Tú? No me mientas. No has querido ni a May, ni a Lois, ni a Elise, tampoco a Hanna, no a Madeleine, no a Sarah…"

"Claro que no. Me enamoré mucho antes de conocerlas a ellas."

"Pero entonces ¿por qué…"

"¿Por qué lo haces tú, si te gusta Atomi?"

"Ya entiendo. Error mío, compañero. ¿Quién es la afortunada?"

"No sé su nombre."

"¡¿Qué?! ¿Desde cuándo?"

"Germaine, pianista, desde que tenía dieciséis años"

"Francesa, entonces."

"No lo sé. Era su pseudónimo artístico."

"¿No la has buscado?"

"No a fondo, para ser sincero."

"¿Por qué? Quiero decir, si la querías…"

"Recuerdo la noche que la vi por primera vez frente a un piano… Con su pelo castaño y sus ojos color miel brillando ante las luces tras el antifaz…" sonrió soñador sin fijarse en la cara de extrañeza de su amigo. "Una ninfa del bosque, eso me pareció, una verdadera diosa de la naturaleza."

"¿Un antifaz?"

"Sí, y las palabras de mi madre sobre ella aún llenan mis sueños… y mis pesadillas. Así que dejemos este tema también."

Cambiaron de tema de mutuo acuerdo, ambos conscientes de que habían entrado cada uno en una de las habitaciones cerradas del otro que habían evitado durante mucho tiempo, respetando la intimidad del otro y su pasado. Se notaban más cerca, y comprendieron que, ahora, tras abrir la única puerta que mantenían cerrada, eran más hermanos que nunca.

Desde que se habían conocido, casi ocho años antes, en la época en la que aún era Draco Malfoy, habían conectado con facilidad. Sus caracteres eran parecidos y, en esa época, como aún llevaba el pelo rubio, parecían verdaderos hermanos.

Afran, alemán de nacimiento e inglés por adopción, acababa de abandonar sus estudios de Informática para dedicarse a hackear los sistemas de grandes empresas y hurtarles pequeñas cantidades con las que mantenerse hasta que llegase a la fama mediante la pintura y el diseño arquitectónico.

Él, inglés de nacimiento y paria por elección, acababa de huir de Inglaterra y empezado sus estudios de medimagia y medicina muggle. Coincidieron en el gimnasio, uno porque venía a regalarse la vista y el otro porque había decidido entrenarse, quedando por desgracia en medio del campo visual del alemán, que tomó medidas quizá un poco violentas para que se moviese.

El inicio de su amistad había sido inusual cuando menos, pues tras tirarle al suelo de un puñetazo y decirle que se quitase de en medio, había visto de varias chicas le miraban mal a él y con ojitos tiernos a su contrincante y había reaccionado con rapidez explicando que eran hermanos y que había estado muy preocupado por él, pues se había escapado de casa.

Visto que los ojitos tiernos se volvían hacia él, había esbozado una sonrisa triste y, adoptando su mejor aire de artista atormentado, había ayudado al rubio de ojos grises a levantarse y se lo había llevado a su casa, aún atontado, para curarle.

Cuando se había recuperado totalmente le había devuelto el golpe, pegándole fuerte en la mandíbula, pero el alemán había permanecido impertérrito y le había ofrecido quedarse a dormir en su casa ese día, alegando que se sentía culpable. Desconfiado, sin conocer las costumbres estadounidenses, había pensado que eso era lo normal y, no queriendo parecer desconfiado, había aceptado.

Esa noche se había reído por primera vez desde que cayó el Señor Oscuro y le había tomado cariño al chico alto, rubio, con ojos azules y aspecto de artista atormentado que admitía robar pero sólo a los ricos para dárselo a los pobres, es decir, a sí mismo.

A su vez, el chico alemán había descubierto una nueva forma de acercarse a las chicas: un hermano pequeño. Y consiguió convencerle de que se hiciese pasar por tal, trasladándose a su casa y acompañándole al gimnasio, aunque el sólo fuese para ayudar a su "hermanito". Pronto descubrió que su compañero de piso hacía cosas extrañas, dos carreras de las que sólo había constancia una en la universidad y mucho más ejercicio del que parecía posible en el poco tiempo que le quedaba tras estudiar.

Según su planteamiento, y tras adoptarle, la confianza debía ser total y consiguió arrancarle la mayor parte de su secreto: era un mago. Por supuesto, tras la sorpresa inicial, le había dado un ataque de risa que no le había sentado demasiado bien a su "hermanito". Cuando éste le ordenó que le dijera qué era lo gracioso, se había reído aún más fuerte y, entre risas, le había explicado que el apellido Malfoy no pasaba desapercibido, y que no era eso lo que le había extrañado.

Una vez comprendieron ambos que los dos eran magos, pese a que el alemán lo sospechaba antes, se unieron mucho más. El más joven le confesó que usaba un giratiempos y que buscaba venganza. El otro, consciente del dolor de su amigo, le había creado una nueva identidad, tanto mágica como muggle, y había cuidado de él esos tres años que estuvo estudiando. Prepararle pociones revitalizantes y de no envejecimiento, que necesitaban algunas técnicas de Artes Oscuras que había aprendido en Durmstrang durante su juventud, así como ocuparse de que durmiera las horas reglamentarias, se convirtió en su rutina, que complementaba con la informática mientras él estaba estudiando y con la pintura cuando llegaba al apartamento con mucho más trabajo de lo normal.

Cuando Laramy d'Ofoc se trasladó a Japón, dejándole solo, había decidido volver a su hogar natal, consciente de que, sin su amigo, su piso en Estados Unidos le parecería un sitio vacío, frío y solitario. Quedaron en reencontrarse pasados dos años en Alemania, cosa que cumplieron los dos, aunque el, ya en ese momento, moreno llegó a Alemania con una alegre chica japonesa a la que estaba muy unido y que quería estudiar la historia europea de primera mano.

Al principio, los tres había conectado bien, el núcleo era el moreno, pero ambos sabían de su importancia y aceptaban al otro sin problemas. Hasta que el chico alemán cometió el error de hacer un comentario sobre una de sus antiguas novias, que le había llamado recientemente para quedar. A la chica japonesa, quizá por sus costumbres, le había parecido ofensivo que comentase sus relaciones frente a ella. Y el entendimiento que habían tenido hasta entonces, profundo, había desaparecido.

Lo había lamentado con todo su corazón, pues cuando dejó de hablarle con confianza, cuando dejó de ser Afran para ser el amigo de Lam, se dio cuenta de que la chica oriental, bajita, castaña y alegre, le había robado el corazón. Pero consciente de que debía haber hecho un error fatal según sus costumbres e intentando no incomodarla, se había retirado, tímido, y buscado consuelo saliendo con muchas mujeres, de las que se cansaba tras una hora de hablar con ellas. Ninguna tenía tanto nivel como su japonesita, y le dolía.

Tras eso se había encerrado en su estudio durante meses, inmerso en su pintura, hasta que su amigo, preocupado, consiguió hacer un hueco y llevárselo un día al campo a descansar. Allí, con las lágrimas resbalando por sus mejillas, le había confesado al moreno su motivo para evitarle a él, que siempre iba con la chica oriental. Pese a todo, consiguió sobreponerse y ocultar sus sentimientos a la chica, que parecía verdaderamente preocupada cuando fue a visitarle. Esa preocupación fue todo lo que necesitó para recuperarse. No haría que se preocupase. No por él.

Así que, con la ayuda de su "hermanito", organizó su primera exposición, compuesta por los cuadros que realizó durante su depresión, sabiendo que necesitaba hacerlos desaparecer de su casa para olvidar esa etapa. No esperaba triunfar.

Pero lo hizo.

A partir de entonces le llovieron los pedidos y los encargos, mientras él, en un estado de asombro constante y olvidando su aspecto de artista atormentado, oía la risa de su "hermanito" que se pavoneaba diciendo que él le había descubierto y lanzado a la fama.

El ajetreo de su nueva vida, llena de trabajo y fiestas de inauguración de exposiciones de artistas conocidos, a las que se le invitaba como nuevo favorito de la sociedad alemana, le alejó sutilmente de la chica a la que amaba, dándole el tiempo que necesitaba para guardar los sentimientos que antes le agobiaban en su corazón, tras una puerta cerrada.

Más tarde conoció a Minoruy Yohei, artista japonés que había llegado a Alemania con la creencia de que una exposición organizada por el cada vez más conocido Laramy d'Ofoc, quien había vivido algunos años en su tierra natal y se había convertido en su amigo, le llevaría a la fama. La amistad que les unió desde que le encontró a la salida de una de las aburridas fiestas a las que se veía obligado a asistir, vestido con un largo abrigo negro, tiritando, pues venía de una de las zonas cálidas de la isla del Sol Naciente, con los ojos rasgados como la chica que llenaba sus cuadros privados, se había hecho rápidamente lo suficientemente fuerte como para que formasen una asociación en algunas de las exposiciones, patrocinadas por el mecenas de ambos, que se sentía feliz al verles tan afines.

La voz del conductor de la limusina les sacó a ambos de sus reflexiones, que habían avanzado a la par.

"Señores, ya hemos llegado a la estación King's Cross. ¿Desean que les espere aquí o que lleve sus maletas hasta algún hotel?"

"Lleve nuestras maletas al Radisson Edwardian Mayfair Hotel. Dé nuestros nombres al encargado y espérenos allí. Ya está hecha la reserva" ordenó ignorando la mirada de asombro del conductor ante el hotel elegido.

"Sí, señor."

Bajaron de la limusina esperando no haber llamado la atención y comprendiendo las quejas de la japonesa. No sólo era esnob sino demasiado llamativa.

Los ojos grises comprobaron que la estación no había cambiado desde que él venía con poco más de once años a coger el Expreso de Hogwarts. Supo, con un nuevo brillo en los ojos, que nadie se interpondría esta vez entre él y la consecución de la justicia.

"Lam, la gente nos mira, amigo" advirtió el rubio con una sonrisa divertida al ver que miraba la estación sin mover ni un músculo.

"Por fin."

"Hey, Lam, recuerda que no conoces esto" sonó casi preocupado.

"Sí, lo sé. Pero seguro que aún recuerdo cómo guiarte hasta el Caldero Chorreante, ¿verdad?"

"Seguro" afirmó el otro con una sonrisa brillante. "Hace años que quiero verte en tu hábitat."

"Soy Laramy d'Ofoc, tenlo siempre presente" dijo con más intención de lo que parecía a simple vista.

"Nunca lo olvido, "hermanito". Nunca."

"Bien, bien. Vamos hasta allá."

"¿No vas a contarme ninguna historia de esta zona?"

"Te recuerdo que quien estudió Historia es Atomi, Fran, y que no soy ella."

"Eso se ve a simple vista "hermanito", no eres tan guapo."

"¡Eso ha dolido!" exclamó poniendo una mano sobre su corazón con afectación fingida.

"No hagas numeritos por la calle" advirtió entre dientes. "Sigues siendo una figura pública."

"Aquí no, aquí no soy nadie" se engañó a sí mismo ante la cara divertida de su amigo.

Y nada más decir eso chocó con una chica castaña, que acababa de salir del Caldero Chorreante, y que había estado llorando, por las mejillas húmedas y los ojos rojos. La chica levantó el rostro hacia él murmurando una disculpa que quedó cortada cuando sus ojos se cruzaron.

"¿Malfoy?" el apellido le hizo sobresaltarse. ¡Se suponía que nadie debía reconocerle! ¿Qué había salido mal? La expresión desconcertada de su cara pareció decirle algo a la chica que, subiendo un poco más la mirada, vio el pelo negro peinado informal. "Oh, disculpe, lo siento. No sé que me pasó para confundirle."

"No se preocupe" la tranquilizó, tranquilizándose a su vez al ver que su disfraz no había fallado. "¿Puedo saber su nombre, bella dama?" preguntó mirando sus ojos y queriendo saber quien la había hecho llorar. Ninguna chica debía llorar.

"Hermione, Hermione Granger" respondió sonrojándose al ver como el chico cogía su mano y se la besaba.

"Yo soy Laramy d'Ofoc, a sus pies" sabía quién era, sabía cómo habría actuado el antiguo Draco Malfoy, pero ahora no tenía porqué guardar las apariencias ni mantener una reputación. "¿Puedo saber el motivo de sus lágrimas?"

"Oh, no, yo…" la chica se secó las mejillas e intentó esbozar una sonrisa. "No importa. No es nada."

"Señorita, no he visto a ninguna mujer que llore por nada, si me permite decirlo" intervino el alemán, con un fuerte acento americano. "Soy Fran Munch, a su servicio."

"Encantada de conocerle, señor Munch. Pero le aseguro que no merece la pena."

"¿Podríamos acompañarla hasta donde se dirija? No desearía dejarla sola en estos momentos."

"No nos conocemos, ¿verdad?" preguntó inquisitiva.

"No podría asegurarlo, señorita, porque hace muchos años que dejé Inglaterra" se resistía a mentirle, y sabía que era por las lágrimas que aún intuía en sus ojos.

Mantuvo la mirada fija en ella, consciente de que su amigo le miraba con diversión y de que empezaban a atraer la atención de la gente que pasaba por la calle y de los que estaban en el interior del Caldero Chorreante, pero sin poder hacer nada por evitarlo. El mismo sentimiento que le había amargado su séptimo curso en Hogwarts, una molesta culpa para la que no tenía motivos, le llenaba el corazón.

"Hermione, ¿qué crees que estás haciendo? ¿Primero montas un número delante de todos y después te lanzas a los brazos del primer desconocido que ves?" la pregunta, burlona, acusadora y con muy mala intención, atrajo las miradas de los dos chicos, mientras la chica cerraba los ojos con dolor y las lágrimas volvían a recorrer sus mejillas.

Un chico moreno, de ojos verdes y sonrisa engreída estaba parado en la puerta del establecimiento, mirando con rabia a la chica y a los dos chicos. El impacto de ver a uno de sus objetivos el mismo día que llegaba a Londres le hizo estremecerse de odio. Una mirada de preocupación de su amigo le indicó que había notado el estremecimiento y las sombras de su expresión.

Intentó mantenerse sereno. Aún no había llegado la hora. Aún no. Pero quedaba poco.

"¿Con quien tengo el cuestionable placer de hablar?" preguntó sabiendo que debía controlarse pero incapaz de fingir que le caía bien, y menos después de ver que era el que había hecho llorar a la chica, ¿no se suponía que eran amigos?

"¿No me conoces? ¿En qué planeta vives? Soy Harry Potter, el 'Salvador del Mundo Mágico', y deberías soltar a mi novia antes de que definitivamente no me guste tu actitud" dijo con sarcasmo.

"¿Salvador del Mundo Mágico?" su amigo alemán estaba verdaderamente asombrado, incrédulo ante lo que había dicho el chico moreno. Para el resto del mundo, la 'batallita' de Inglaterra era algo lejano, que no tenía nada que ver con ellos, "¿Quién te ha dicho eso, joven?" preguntó pareciendo realmente confundido, creyendo que era una broma.

"Disculpa, pero yo vencí a Lord Voldemort, merezco más respeto."

"¿A Lord Vlordemot? ¿Es algún tipo de concurso popular aquí, en Inglaterra?"

"¡Era un tirano! Allí, de donde vienes, ¿no estudiáis historia?"

"Lo siento, pensé que en Inglaterra había una democracia."

"¿Eres un muggle o qué?"

"¡Claro que no! ¿Es que no conoces mi nombre? Soy Afran Munch, artista alemán. He venido a una exposición en el Art Light Palace de Gringotts." Al ver que no le conocía, se exasperó. "¡Incultos ingleses! ¡No sé cómo he accedido a venir a este país! Lam, te espero dentro. Y por tu bien, espero que haya algo allí que merezca la pena. Señorita, ¿me disculpa?"

"Sí" respondió algo impresionada por la rabia del alemán y por la identidad de los dos chicos, que había reconocido.

"Debo reconocer que si hay más como usted, el viaje sí habrá merecido la pena" comentó besándole la mano y sonriéndole, consiguiendo que se sonrojase totalmente. La soltó y con una mirada despectiva al moreno, entró en el local.

"Supongo, 'Salvador del Mundo', que entenderá que ha puesto en entredicho mi honor y espero una disculpa" dijo por fin, serenamente, sin dejar de servir de apoyo a la chica castaña. "Así como espero que se disculpe con su novia por su comportamiento."

"¿Perdón?" la cara incrédula del héroe dorado fue suficiente satisfacción, al menos para un tiempo.

"Supongo que nos daremos por satisfechos con eso, ¿verdad bella dama?" preguntó irónicamente. "¿Me permitiría invitarla a algo? No quisiera ser impertinente pero, como bien ha dicho mi amigo alemán, usted ha sido la única por ahora que ha conseguido una reacción favorable de él y… sería más fácil si me acompañase a tratar con él."

"Pero… sois muy conocidos y…"

"Si os molesta la publicidad podemos ir al sitio que prefiera. Como ya le he comentado, hace años que dejé Inglaterra y no la conozco como antes, pero sí sé cómo es mi amigo y cómo era el Caldero Chorreante, y no debe estar contento. Si me hiciera ese favor…" se sentía renuente a dejarla sola con el moreno que la había hecho llorar.

"¿No le molestaría?" preguntó mirando por un breve instante la cara roja por la furia de su novio y sintiendo que si no se alejaba de él volvería a ponerse a llorar.

"Claro que no, al contrario, sería todo un placer" insistió llevándola casi sin que se diera cuenta al interior del local. "Un verdadero placer" susurró mientras pasaba al lado del moreno, que seguía atónito a un lado de la puerta de entrada al Caldero Chorreante y que, al oírle, se estremeció de rabia y celos, les dio la espalda y se fue de allí furioso y deseando matar a alguien, en concreto a un moreno con los ojos grises que estaba ahora con su novia.

Mientras, la pareja había entrado en el local esperando tener todas las miradas sobre ellos, para llevarse una sorpresa al ver al chico rubio, con una gran jarra de cerveza, sentado en un taburete junto a la barra, pintando un retrato con pintura mágica a Tom, el dueño del local, y atrayendo la atención con sus movimientos y sus ruidos de satisfacción al beber la cerveza.

El moreno sonrió al ver a su amigo dejando por un momento su fachada de artista atormentado para recuperar al joven escandaloso y simpático que se había ganado su corazón en Estados Unidos. Por un tiempo había pensado que ese joven había desaparecido entre el ajetreo social que había sufrido en los últimos años, pero se alegraba de que no fuese así. Y conocía a alguien que aún se alegraría más que él.

"¡Magnífica cerveza alemana! ¡Alemana auténtica!" oyó exclamar alborozado a su amigo. "¡Esta vez no lo has hecho tan mal, Lam, no tan mal!

La chica castaña observó al artista mundialmente famoso con asombro. La imagen de artista atormentado e incomprendido, que tanto le había sorprendido en un primer momento, había caído casi por completo, aunque notaba sombras en los ojos azules que sabía eran reales, resultado de alguna herida sentimental reciente que todavía no había curado. Conocía perfectamente esa sombra: la veía en sus propios ojos cuando se miraba al espejo.

Giró la vista al chico que estaba a su lado, aún con una mano apoyada en su espalda, y que sonreía ante el espectáculo que estaba dando su amigo. Notaba el calor de la mano del moreno como un apoyo cálido que hacía mucho tiempo que nadie se molestaba en ofrecerle, aunque sabía que si él se lo estaba dando era porque no se había dado cuenta, por despiste. Y aún así lo agradecía. ¡Qué patético!

No había sido la vida feliz que había esperado cuando salió del colegio. Al principio las cosas habían ido como soñaba, quedando con sus amigos y divirtiéndose mientras seguía estudiando. El día que cumplió veinte años había empezado a salir formalmente con Ron, pero no había funcionado. Las peleas graciosas que mantenían cuando eran solo amigos se habían hecho cada vez más serias y las heridas que se hicieron mutuamente derrumbaron la relación, que sólo duró dos años.

Más tarde, cuando sintió su corazón curado, renovó sus relaciones con sus amigos, a los que tuvo un poco abandonados. La única que la trató como antes fue Ginny, la hermana de su ex-novio, pues todos los demás, a causa de la versión de Ron sobre lo exagerada y excéntrica que era como pareja, la miraban con un poco de rencor y frialdad, incapaces de creer que era el dolor de una relación rota el que hablaba por él.

Pasó, así, de no estar nunca sola, a sumergirse de lleno en su trabajo porque no soportaba la soledad o las miradas de aquellos que se llamaron a sí mismos amigos suyos. Estaba tan sola que, cuando se presentó la oportunidad, empezó a salir con el que había sido su mejor amigo, Harry Potter.

Llevaban dos años de relación y, por primera vez, ese mismo día, había comprendido que Harry la había utilizado. Su posición pública le exigía algunos sacrificios como él mismo le había explicado hacía escasos diez minutos. Una modelo inglesa, con gran potencial en una agencia que empezaba a saltar al extranjero con empresas internacionales, le había dicho, era una baza que se le había presentado para mejorar su reputación, y creía que ella lo entendía de la misma manera.

Pero no era así. Para ella, que continuamente se tenía que librar de molestos y falsos admiradores, y cuyas únicas amigas se habían reducido a la hermana de su ex, a su manager, sus amigas de pasarela, algún que otro diseñador y una amiga francesa, él había sido como una luz, más que nada porque las dos personas que de verdad la querían, habían demostrado ser la hermana de su ex y la extranjera. ¡Qué patético!

Y, sin embargo, pese al dolor continuo que había sufrido en todas sus relaciones, se encontraba disfrutando del calor casual de un chico al que no conocía, sintiéndose protegida, como hace mucho tiempo que no se sentía. Se preguntó si el chico a su lado sabía quien era, o cual era su pseudónimo artístico, y se cuestionó porqué le importaba si hacía solo unos minutos que le conocía. Aunque la cara le era familiar… y esos ojos…

"Perdona" interrumpió sus pensamientos aquel al que se referían éstos. "Me he emocionado al ver a mi amigo así. No es lo normal, ¿sabes? Ha estado un poco ausente últimamente, y empezaba a preocuparme." Por alguna razón se sentía ansioso de contarle todo sobre él a la chica castaña que le miraba con grandes ojos castaños.

"¿Problemas sentimentales?" preguntó taciturna, y el moreno se golpeó mentalmente al ver la misma sombra en sus ojos que la que había en los ojos de su amigo.

"Sí. Amiga nuestra."

"Mala suerte."

"Pero no pensemos en eso, porque ahora parece haber recuperado el ánimo. ¿Te apetece de verdad tomar algo conmigo y mi amigo? ¿O lo has hecho para librarte de tu… novio?" incluso pronunciar la palabra había sido difícil.

"Un poco de las dos" le dijo con una sonrisa triste que redujo la dureza de las palabras que había pronunciado.

"Muy bien, bella dama, permítame escoltarla a una mesa de su categoría" y según lo decía, la llevaba a una mesa no muy apartada, no queriendo buscarle problemas de publicidad que la afectasen donde fuera que trabajase ahora.

Una vez sentados y con sus respectivas bebidas, se miraron fijamente, una intentando averiguar de qué le sonaba la cara del chico y el otro buscando las señales que los problemas dejan en el alma de las personas y que se reflejan en los ojos.

"Dijiste que tu nombre era Hermione, ¿verdad? ¿Podría llamarte así?"

"Claro. ¿Puedo llamarte Laramy?"

"No" sin darse cuenta de la mirada ofendida de la chica continuó, "eso es de negocios, llámame Lam, que es como me llaman mis amigos."

"¿Amigos?"

"Lo siento" dijo al darse cuenta de las implicaciones de lo que le había dicho. "Si no quieres serlo, lo entenderé. No hace falta que digas nada sobre eso, sólo déjalo pasar."

"No, está bien, últimamente tengo escasez de amigos, así que me encantará serlo tuya."

"Menos mal. Nunca he sido muy bueno con las relaciones sociales" mintió levemente, pues sólo era malo cuando bajaba la guardia.

"Tu nombre, Laramy d'Ofoc, me suena de algo, pero no sé de qué…" pensó en voz alta tras un silencio un poco incómodo.

"¿Empresas Drag'est?" intentó ayudar sin saber si eso cambiaría la naciente amistad.

"He trabajado para ellas pero… no sé qué… ¿d'Ofoc? ¿TU eres d'Ofoc?" se agitó en a silla, entusiasmada.

"Bueno, sí" admitió inquieto sin encontrarle sentido a mentir, si ya lo había dicho antes.

"Me diste mi primer trabajo serio. Me salvaste, de verdad, gracias" le sonrió agradecida, transportándole al séptimo cielo y haciendo que decidiera dar una prima a quien fuese que la había seleccionado en cuanto volviera a Alemania.

"¿Tu primer trabajo?" preguntó sin saber muy bien qué preguntaba.

"Sí, soy modelo. Un momento, acabo de ver a alguien" se disculpó, y nada más decir eso se levantó y saludó a una chica pelirroja que acababa de entrar en el local y parecía un poco perdida.

Al levantarse le había dado al chico una casi completa vista panorámica de porqué era modelo, con largas piernas, cintura delgada y curvas donde tenía que tener… y una cara preciosa, al menos a su entender… absolutamente única. Espera… ¡¿pelirroja?!

"Lam, ésta es Virginia Weasley, uno de mis pocas amigas, Ginny, él es Laramy d'Ofoc, de las empresas Drag'est" y el que dijese pocas refrenó la reacción natural ante la hermana del que había sido su más enconado enemigo durante el colegio.

"Un placer conocer a una mujer tan encantadora como usted" dijo levantándose e inclinándose sobre su mano, aunque sin llegar a besarla. Eso se lo reservaba para las chicas castañas, se sonrió para sí.

"En… encantada" dijo enrojeciendo tanto que no se veía donde nacía el pelo, rojo como el fuego e igual de rebelde, pues con el tiempo de le había ondulado enmarcando su rostro de forma asimétrica y, a la vez, natural y con efecto.

"¿Le gustaría acompañarnos a Hermione y a mí tomando algo?" preguntó cortésmente.

"No me gustaría interrumpir algo privado" se disculpó torpemente ganándose la simpatía del moreno y una mirada de advertencia de su amiga.

"No interrumpiría, no se preocupe. Estamos esperando a un amigo" indicó con un gesto al rubio, que seguía alabando la cerveza y pintando cuadros que después regalaba, pues había captado la mirada de la chica castaña y sabía que se encontraría más relajada si su amiga se quedaba.

"¿Ese es Afran Munch?" preguntó emocionada y llevándose las manos a la boca.

"Sí" respondió orgulloso, "y me encantaría presentárselo, pues no ha tenido la mejor impresión de la gente de aquí al llegar" terminó suspirando.

"¿Por qué?"

"Harry" respondió la castaña por él.

"¡No!" se horrorizó, "oh, perdona, Mía, sé que…"

"Ya no" respondió rígida.

"Oh, querida, no te preocupes" la abrazó con fuerza. "No te merecía… y menos si insultó a Afran Munich en su primera visita a Inglaterra. ¡Como le vea a él o al idiota de mi hermano en casa, se acordarán de mí y este día!" y sus palabras le ganaron un sitio en el corazón del moreno, que decidió tomarla bajo su ala desde ese mismo momento.

"Bueno, Ginny, si me dejas llamarte así" esperó hasta recibir permiso de la chica, "pero tengo un amigo que va a acabar borracho y creo que necesitaré tu ayuda."

"Por supuesto que sí."

Sin soltar a la chica castaña, a la que tenía abrazada por el cuello y que empezó a reírse por lo ridículo de la situación, pues ella era bastante más alta que su amiga, fueron los tres hasta pararse frente al lienzo que empezaba a llenar de pintura el rubio.

"No voy a hacer más retratos" dijo sin mirarles.

"Tampoco los queremos, aunque un autorretrato nos hará falta si nos sigues ignorando" dijo irónicamente el moreno clavando sus ojos grises en la cabeza de su amigo.

"Oh, perdona Lam" dijo levantando la vista, que se quedó fija en la pelirroja, que había dejado de abrazar a su amiga por el cuello para cogerse de su brazo, buscando apoyo. "¿Y cuál es tu nombre, preciosa estrella?" preguntó deslumbrado.

"Soy Virginia Weasley, un placer conocerle, señor Munch" dijo Ginny ocultando milagrosamente su nerviosismo.

"Virginia" paladeó el nombre el rubio sin apartar la vista de la chica, que se sonrojó. "Un nombre precioso para una estrella del cielo. ¿Y a qué has bajado hasta el mundo de los mortales, ángel?" preguntó con una sonrisa dulce.

"No…" se interrumpió avergonzada.

"No te pases, Fran. Déjala en paz" advirtió el moreno a su amigo que no le hizo el menor caso.

"A ti te pintaría miles de retratos" comentó casi sin darse cuenta de la incomodidad de la chica. "Tu pelo es como el fuego, brillando de manera diferente cada segundo, voluble, inconstante, ardiente…" y la voz del pintor se volvió sensual de repente, poniéndole la carne de gallina a la chica cuando éste sumergió una mano en su pelo y lo dejó caer como si fuera agua cayendo de una fuente, con delicadez y suavidad. "Discúlpeme" reaccionó de repente apartando la mano, "creo que he bebido alguna copa de más y estoy actuando indecorosamente con usted."

"Desde luego. Gran comportamiento del alemán de hielo" se burló el moreno sarcástico y sorprendido por la pasión de su amigo respecto a la chica pelirroja.

"Le ruego que me disculpe, señorita, de verdad. No volverá a ocurrir. Aunque es cierto que su pelo es digno de un Tiziano."

"No… no pasa nada" la voz titubeante de la chica, sonrojada e incapaz de mirarle a los ojos, le apretó el estómago y se sintió culpable por incomodarla.

"Se recuperará, dadle unos minutos" dijo la castaña mirando divertida a su amiga y al rubio, que se encogió un poco.

Ambas se dirigieron a Tom, el dueño, para que les sirviera algo de beber y para que les diera tiempo para recuperarse, pues la pelirroja se había quedado sin aliento. Las miradas de los dos chicos las siguieron durante el recorrido y, cuando se apartaron de ellas y se cruzaron, dijeron al mismo tiempo:

"Te gusta."

A lo que siguieron las caras de asombro y, al fin, una de ligera irritación en la cara del moreno.

"¿Y Atomi?" a lo que el alemán se encogió aún más y se sintió enfermo.

"No lo sé" admitió con un hilo de voz. "¿Las dos?" preguntó en tono esperanzado.

"Estás… no quiero decirlo. Eres como un hermano para mí, pero no es correcto que juegues con las dos chicas al mismo tiempo."

"Lo sé pero…"

"A Ginny la conoces desde hace un par de minutos, piénsalo bien antes de hacer daño a una o más personas" aconsejó sabiendo que si no reaccionaba a tiempo sufrirían los tres, pues estaba seguro de que Atomi estaba enamorada, al menos desde hace un par de semanas, de él. Y temía que, ahora que iba a ser correspondido, la perdiese.

"¿Y la chica castaña?"

"¿Hermione?" preguntó confundido.

"Parece que ha desbancado a la tal Germaine del Antifaz" se burló suavemente, "aunque juraría que su cara me suena."

"Es modelo" explicó ausentemente mientras la miraba beber y hablar suavemente con su amiga.

"Modelo… ¿trabajó para Drag'est?"

"Eso parece."

"Me alegro por ti, amigo. Una prima al Departamento de Recursos Humanos, creo yo."

"Como mínimo, sí" corroboró sin desviar la vista.

La risa escandalosa del rubio y un ruido sordo le despertaron de la ensoñación en la que se había sumido. Su "hermano mayor" se había caído al suelo de la risa y, pese a tener los ojos llenos de lágrimas por la caída, no podía dejar de reír.

"Esta vez sí que has caído" se burló en un murmullo para que las dos chicas que, alarmadas, ya venían hacia ellos no le oyesen, pero sin ver la ironía que encerraban esas palabras que pronunciaba desde el suelo para el chico moreno, "pero tiene novio."

Y esas tres palabras le hundieron el corazón. Era cierto. Tenía novio, y no un novio cualquiera, sino Harry Potter, el principal objetivo de su venganza, que además, la había hecho llorar.

Aunque no era tan malo. No estaba enamorado de ella, sino de su pianista… ¿verdad?

n/a: Hola!!!! El cuarto capítulo!!! Aunque la vdd es q parece que escribo para una sola persona, ¿verdad Avenger Nemesis? No dejes de enviarme reviews, plis, que el que no dejen casi reviews es mu duro, sniff ;;… Bueno, espero que os guste esta nueva entrega, aunque creo que hay menos descripción… nose.

Ah sí! Ya me leí el 5º chap!! Continúala pronto!!!!! Aquí stare esperando!!!!! Quiero que acaben juntos!!! O es muxo pedir??? Quizá el hermano pueda acabar con Campanilla, para que no se enfade, jejejejeje…

Escribidme reviews, porfaplis, unos pocos solo… para saber que me leeis…

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