Disclaimer Lo que reconozcas es de J.K. Rowling o de quien haya comprado los derechos. Lo demás es mío. A leer!!!
Capítulo 5: Informes de situación
"Toda persona tiene tres caracteres: el que exhibe, el que tiene y el que cree tener."
Alphonse Karr
Había empezado un nuevo día, pensó Hermione desperezándose en su cama y mirando por la ventana. El Sol lucía brillante, dándole ánimos para una nueva jornada de trabajo. Hoy tenía sesión de fotos y prueba de vestidos, así que escogió un chándal cómodo y no se puso maquillaje, pues de eso se ocupaban en la prueba y no les gustaba desmaquillar en el mismo momento, ya que decían que la piel no traspiraba y quedaba seca.
Se recogió el pelo en una simple coleta y sonrió al espejo, verdaderamente alegre por primera vez en un mes, durante el que la relación con Harry había decaído totalmente. El interés que había intuido en él tras la relación con Ron se había demostrado producto de la intención de mejorar su imagen pública y ella no le había enfrentado hasta el día anterior en el Caldero Chorreante, cuando había dado por terminada la relación, incapaz de seguir fingiendo.
Y entonces había aparecido él. Laramy d'Ofoc, que había enfrentado a su novio aun sin saber nada de ella y había insistido en que Ginny y ella se quedasen con él y su amigo, alegando desconocimiento total de Londres.
Habían estado hasta tarde esa noche, recorriendo tanto el Londres mágico como el muggle y, aunque le había notado algo taciturno al principio, en cuanto habían salido del local, los cuatro, se había animado un poco, haciéndola reír.
Se dio cuenta de que le había coqueteado descaradamente, pero fue incapaz de sentirse culpable por ello, mucho menos por Harry. Incluso le había dado su número de teléfono, aunque estaba segura de que no iba a llamar.
El sonido del teléfono interrumpió bruscamente sus reflexiones. Había optado por tener un estilo de vida muggle, más que mágico, pues las agencias de modelos mágicas tenían poco campo de acción debido a su limitación, al menos en Inglaterra, y había estado muy atada al principio al país como para trasladarse.
El timbre, que se había repetido ya tres veces, despertó a la chica que, con el corazón latiendo acelerado, pensando que sus más profundos deseos se habían cumplido, se precipitó sobre el aparato y esperó con el corazón en un puño.
"Hola, si llamas aquí ya sabes quien soy. Deja el mensaje y reza porque te devuelva la llamada." y las risas ahogadas de Ginny se oían de fondo. Ese día habían estado un poco locas pero se habían divertido. Uno de esos días de excepción que tenía en el trabajo y en el que no habían aparecido ni Ron ni Harry.
"Hermi, soy yo, Harry" aún estaba al lado del teléfono pero ya no tenía ganas de contestar. "No me gustan los contestadores, lo sabes, así que si estás ahí, coge el teléfono…" hubo una pausa, pero ella no se movió. "Oye, mira, sé que lo de ayer no estuvo bien, y quería disculparme. Te quiero, ¿sabes? y no soportaría verte con otro. Contéstame, por favor. Te quiero."
Definitivamente, no iba a contestar. Decían que los celos nacen del amor pero no mueren con él, lo que se demostraba claramente en el comportamiento de Harry. Él mismo le había dicho que no quería seguir con ella si empezaba a exigirle cosas. Según él, lo que había entre ellos era un acuerdo de compañía y negocios. ¡Compañía y negocios! Dos años pendiente de él, cambiando los trabajos para acompañarle a sus reuniones sociales como figura pública, sacrificando en parte su propia carrera por ayudarle a triunfar… ¡y así se lo pagaba! ¡Compañía!
Pero estaba decidida a no sacrificar nunca más su trabajo por un hombre. Tenía 26 años y seguía igual que cuando tenía 20, y pensaba aprovecharlo. Ahora lo tenía claro e, irónicamente, se lo debía a su ex-novio.
Cogió las llaves del coche y se dirigió a la agencia, dispuesta a hablar antes de la sesión con Rosie Blakely, su promotora.
Cuando llegó, le recibió el mismo portero a la puerta del garaje, Luke, que le guiñaba un ojo todas las mañanas y todas las noches, y cuidaba de su coche personalmente. A pesar de que algunos insinuaban que los cuidados de Luke se debían a una pasión secreta, ella sabía que le preocupaba, pues una de las veces la había encontrado llorando cerca de su coche, en el periodo en el que había roto con el pelirrojo.
Luke se había autoproclamado su protector en la agencia y vigilaba las entradas con las cámaras de seguridad, lo que ayudó a que las visitas enojadas de su primer novio, no tuvieran más consecuencias que unos gritos de reproche hasta que llegaban los verdaderos guardias de seguridad.
Alto, fuerte y de piel oscura, con ojos penetrantes, le recordaba a los antiguos gladiadores de las películas que vestían piles de leopardo y hacían temblar el suelo con sus látigos. No es que fuera despiadado, no, pero las veces que había tenido que frenar al pelirrojo o a los pocos locos que la habían visto en alguna revista, le habían hecho mostrar un lado fiero y a la vez imperturbable.
"Buenos días, Hermione" saludó con una sonrisa y el guiño. "Más animada hoy, ¿o qué? ¿Nuevo novio?" preguntó pícaro consiguiendo que se riera.
"Por ahora no. Pero necesito que me hagas un favor."
"¿Cuál? Ya sabes que eres como mi hermana, ahora."
"Gracias, Luke. Es Harry."
"Otro loco obsesivo" se quejó y al ver el asentimiento divertido de la chica se llevó las manos a la cabeza en un gesto de desesperación fingida. "¿No puedes salir con tipos normales?"
"Los que se me acercan" dijo Hermione cerrando su bolso con forma de mochila con un encogimiento de hombros.
"Tendré que buscarte algún tipo rico, guapo y sano por mi cuenta, entonces."
Y las carcajadas del hombre la acompañaron hasta el ascensor, pues ante las palabras de su amigo había recordado al moreno del día anterior, Laramy d'Ofoc, y se había sonrojado.
Sonreía cuando llegó a la cuarta planta, donde estaba el despacho de su manager, Rosie.
Rosie era una mujer decidida. De joven, antes de cumplir los treinta y empezar a pensar que debía dedicar algún pensamiento a su futuro a largo plazo, trabajaba de modelo y consiguió tener fama internacional. Ahora, con casi cincuenta años, casada y con dos hijos mayores de edad, conservaba su encanto, con algunas arrugas que antes no tenía, pero con la misma silueta y la misma sonrisa que la hizo famosa en el ambiente artístico.
Cuando la conoció, mientras revisaba algunos archivos del Departamento de Regulación de las Criaturas Mágicas un sábado por la mañana sentada en un parque, le había recordado a una presentadora de cámara oculta debido a que se acercó a ella, sentada en la hierba y vestida con unos vaqueros y una camiseta ancha, y le comentó que veía un gran potencial en ella para ser modelo.
No se lo planteó y, educadamente, rechazó el ofrecimiento, sobretodo porque creía que era una broma de mal gusto.
Sin embargo, dos semanas más tarde apareció en su despacho del Departamento en el Ministerio y le reiteró el ofrecimiento, afirmando que no podría estar tranquila hasta que lo probase.
No quería, pero de alguna manera se vio enredada a una sesión de fotos esa tarde y a una prueba de pasarela el siguiente domingo. Sin compromiso, dijo.
Y ahora estaba allí, en la agencia donde trabajaba la que se convirtió en su amiga, manager, consejera y madre, decidida a aprovechar por primera vez en ocho años todo su potencial y los contactos de su amiga en el extranjero.
Llegó hasta la mesa de Sharon, la secretaria, y la saludó con una sonrisa.
"Llegas justo a tiempo. Acaba de salir Maron, así que la pillarás de mal humor."
"Oh, no."
"Oh, sí. Alégrala un poco, ¿quieres? O nos tocará sufrirla el resto del día" suplicó la chica regordeta, alegre y trabajadora, poniendo cara de chica en apuros, consiguiendo mostrar ojos llorosos y un puchero encantador.
"No hagas eso" pidió sabiendo su debilidad ante las caritas de pena.
"¿El qué?" preguntó fingiendo inocencia si dejar de mirarla con los ojitos azules llorosos. "Te traeré un café y chocolate, por favor" y la tentadora oferta hizo tambalear sus ya débiles defensas.
"Oh, de acuerdo, pero que el café esté muy cargado y que sea chocolate del negro" vio el brillo triunfante en su mirada y una mueca calculadora mientras miraba tras ella. "Y no se lo encargues a David, ya está muy ocupado" advirtió con el ceño fruncido pero una sonrisa divertida mientras miraba como cambiaba la mueca calculadora por una de decepción.
"Te prepararé una aspirina" murmuró sin embargo mientras le abría la puerta del despacho y la hacía pasar.
El despacho, bastante grande, estaba forrado de madera, consiguiendo una verdadera atmósfera acogedora mediante la presencia de cuadros de flores y marinas en las paredes, intercalándose con estanterías llenas de libros y algunos adornos de sus años de viaje como modelo, así como fotos de esa época y de sus protegidas: Brenda, que se retiró demasiado pronto; Martine, que creyó que podría triunfar sola y lo perdió todo; Stephanie, que ya se había retirado a un chalet en la playa española; Joy, que aún tenía apariciones estelares en algunas series; Jennifer, que creía estar aún en la cima pese a haber cumplido ya los treinta y nueve; Jessica, que creía en las hadas y tenía fe en un idealizado príncipe azul, por lo que rechazaba a todos los hombres que se le acercaban; Maron, caprichosa, voluble, maleducada y descarada, con la que se llevaba muy mal, y ella, que no se atrevía a triunfar.
Frente a la puerta se situaba una mesa negra de casi dos metros de largo y uno y medio de ancho, negra e imponente, con dos sillas rústicas un poco más oscuras que las paredes y diseñadas de forma que fuesen cómodas dando la espalda a la puerta abierta.
Con un susurro de ánimo, Sharon cerró la puerta y la dejó a solas con la mujer que miraba de pie por el amplio ventanal que había tras la mesa, con un brazo apoyado en el respaldo de la silla giratoria de estilo modernista que utilizaba para ella.
"Sigo creyendo que esa silla desentona con el resto de la decoración" empezó buscando refugio en la rutina que tenía en cada reunión.
"Y yo, por una vez, no estoy de humor para discutirlo" definitivamente, la rutina no bastaría. ¿Qué había hecho la inútil de Maron esta vez?
"Ha exigido un nuevo contrato con las empresas Drag'est. Ya se ha enterado que su presidente ha venido de visita a la ciudad y quiere que le consiga una reunión" como siempre, parecía leerle la mente. "Intenta desbancarte de nuevo"
"Supongo…" titubeó sin saber cómo enfocar la cuestión de su cambio de actitud frente a su trabajo.
"Sabes, por un momento he deseado que fueras como ella. Te falta la pasión, la garra… ¡¿Por qué diablos le permites que te arrebate los contactos sin pelea?!" preguntó indignada dándose la vuelta.
"De eso quería hablarte" interrumpió al ver que respiraba hondo para empezar una diatriba con sus decisiones como objetivo. "He decidido dedicarme a esto totalmente."
"¿Sin discusiones por trabajar fuera?" preguntó incrédula.
Ella asintió.
"¿Sin enfados por continuas pruebas de vestidos?" preguntó aún incrédula.
Ella asintió.
"¿Sin quejas por la necesidad de los tacones?" preguntó ya escéptica.
Ella asintió.
"¿Sin anulaciones por culpa del novio?" preguntó sin ninguna fe y alzando la ceja.
"Eso totalmente confirmado" aseguró ella.
"Oh, cariño" exclamó yendo hacia ella y pasándole un brazo por los hombros. "¿Otro capullo?"
"Sí. Pero esta vez la culpa es sólo mía. Pensé que era algo serio y…"
"Y él no. Entiendo" asintió calmándola. "Siéntate, cariño. No he querido ser dura pero…"
"Lo sé. No te preocupes."
"¿Estás segura? La vez del pelirrojo dijiste lo mismo, pero apareció este, Harry, y lo dejaste todo por él."
"Esta vez estoy decidida. No es producto de la depresión, como cuando rompí con Ron, de verdad. Supongo que lo sospechaba, porque me he ido alejando de él estos últimos meses. No ha sido tan duro."
"¿Y él? ¿Lo ha aceptado? Por experiencia, los capullos no entienden cuando algo se termina" se preocupó visiblemente. "Quizá quiera intentarlo y cuando te enamoras, eres un poco irracional."
"No lo ha aceptado" reconoció, "pero no hay marcha atrás. No con él. Ayer, cuando anulé la sesión de fotos para tomar un café con él en uno de sus descansos" tapó con una mano la boca de la mujer, que ya se disponía a replicar el asunto de las fotos, "bueno, él… me humilló."
"¿Qué? ¿Cómo? ¿Y cómo se atrevió?" inquirió indignada.
"Es… le pregunté que pensaba de nosotros" sacudió la cabeza, recriminándose haber hecho LA pregunta.
"Lo siento, cariño. Supongo que el 'nosotros' le confundió" dijo irónicamente.
"Supongo. El caso es que se río frente a mí, sin ningún respeto, ni como cuando éramos amigos, y me respondió que las palabras mejores para definirnos eran… adivina" la mujer puso cara asesina y la instó a responder, "compañía y negocios. Por conveniencia."
La mirada de la mujer se endureció y se volvió fría. La ira, pese a no exteriorizarse, bullía en el interior y parecía rodearla con un aura maligna que, cálidamente, parecía evitar a la chica que, pese a tenerlo casi superado, aún derramó algunas lágrimas de frustración.
"No quedará así. Nadie utiliza a una de mis chicas" afirmó la mujer acariciando el pelo castaño de la chica sentada a su lado. "No te preocupes, querida."
"Quiero ser totalmente independiente" sentenció la chica, irguiéndose.
"¿Te refieres a… mí, la agencia?" titubeó la mujer, insegura por unos momentos, recordando a la pobre Martine, que no había podido recuperarse del fracaso de su intento en solitario.
"No. Claro que no. No podría pasar sin ti, Rosie" le aseguró abrazándola.
"Me alegro, pequeña. No te preocupes. Dame un mes y estarás en boca de todos. No habrá quien no te quiera en su plantilla o en sus fiestas."
"Y quiero hundir a Maron."
"¿Qué?" casi gritó la mujer al oír esas palabras, tan poco típicas de su protegida.
"Ha intentado hundirme desde que entré en la empresa. Quiero que esta vez se muera de envidia. ¿Podrás hacerlo? Sé que nos quieres a todas pero… ¿No sería una buena manera de que tuviera más educación y cortesía en el futuro?" preguntó esperanzada.
"¡Muy bien! Pero tendrás que trabajar en serio" advirtió con una sonrisa.
"Pasión y garra, sí" asintió con una sonrisa cómplice.
"Vete ya, entonces, a la sesión de fotos. ¡Y quiero verte en la pasarela! ¡Nada de citas!" advirtió en broma.
"Sí, jefa" contestó irónicamente con una sonrisita.
Y salió del despacho mientras su amiga se reía entre dientes y exclamaba sin creérselo: "¡Hundirla! ¡Nada menos!". Mientras salía le guiñó un ojo a la secretaria, que sonrió aliviada, guardó las aspirinas, le dio el café y el chocolate y la empujó en dirección al ascensor para subir a los estudios.
Lo último que oyó antes de que se cerrasen las puertas fue:
"¡Sharon! Tráeme los archivos de Hermione, vamos a poner orden en este garito"
Y las risas alegres de la mujer, que estaba encantada al poder actuar sin restricciones esta vez respecto a la chica castaña. La llevaría hasta lo más alto en tiempo récord: un mes.
::::::::::::::::
Había empezado un nuevo día, pensó Lam desperezándose en su cama y mirando por la ventana. El Sol lucía brillante, dándole ánimos para una nueva jornada de trabajo. Hoy debía inaugurar junto a su amigo la exposición en el Art Light Palace y reunirse inmediatamente después con Atomi, que le había dejado un mensaje indignado la tarde anterior, quejándose por su ausencia en el hotel cuando había llegado con los informes que le había pedido.
Debía disculparse, también. Y enfrentarse a Potter, que al parecer estaba invitado a la inauguración. Al menos Dumbledore no había aparecido todavía. Y el hechizo de ocultación de poder funcionaba correctamente.
Después tenía que ver al abogado inglés y concertar una cita conjunta con el abogado japonés. Debía poner todos los papeles en orden y poner en marcha los planes. El encuentro con Potter en el Caldero Chorreante había cambiado algunas de sus previsiones pero ya había contemplado un caso así y no tenía motivos para preocuparse.
Se vistió con uno de los muchos trajes de seda que había decidido traer. La calidad de una persona, como bien había aprendido de joven, se juzgaba desde el primer momento y era lo que te garantizaba apoyo o te hundía en el olvido. El traje que usaba había sido diseñado expresamente, con un bolsillo oculto en la chaqueta en la que podía llevar la varita, pues la moda muggle estaba triunfando en el mundo mágico en general.
En el ambiente de los negocios actualmente, vestir una túnica, a no ser que fuese excepcional, se veía como una descortesía al anfitrión o al visitante, aparte de una falta de respeto a los demás invitados. Ya que Inglaterra seguía siendo muy cerrada la moda podía ser que tardase en llegar, pero lo haría, y él sería el conductor de que así fuese.
Llamaron a su puerta y, como no había hecho ninguna llamada al servicio de habitaciones, supuso que sería alguno de sus amigos. Abrió la puerta y, efectivamente, apoyada contra la pared de enfrente, estaba su amiga oriental, mirándole fijamente con sus ojos negros.
"¿Aún no sabes anudarte la corbata?" se burló sarcástica.
"Muy graciosa" concedió él con una mueca, invitándola a pasar y continuando con su corbata.
"No sé por qué no vais con kimono. Impondríais una moda con estilo propio."
"O no nos dejarían pasar" indicó.
"Seguro que sí. Todo el mundo sabe que sois unos excéntricos" desestimó con un gesto de desdén.
"Nos dejarían pasar, Atomi. Pero vinimos a este país con un único objetivo y no dejaré que nada nos aparte de conseguirlo" explicó imperturbable.
"Lo sé, lo sé. Pero llevas años obsesionado con eso, al menos desde que te conozco, y no te iría mal relajarte un poco."
"Ayer no estabas tan contenta con que me relajase" comentó irónico.
"Ayer no había hablado con Fran acerca de una modelo castaña" replicó en el mismo tono.
"¿Cómo te lo ha dicho?" preguntó indignado. "¿Es que no tengo vida privada?"
"Cariño, soy tres años mayor que tú. Y aparte de mis innegables tácticas y métodos para averiguar lo que quiero, nuestro amigo tiene hoy una gran resaca de cerveza alemana, sobre la que, sin embargo, ha tenido ganas de realizar un discurso hoy por la mañana."
"Bien, no hay nada que hacer sobre eso, supongo" se resignó con un suspiro. "Pero no quiero comentarios."
"Totalmente de acuerdo… ¿Castaña? ¿Todas las mujeres de tu vida son castañas, o qué?"
"No haré comentarios."
"¿Lo son?" insistió con verdadera curiosidad tomándole del brazo.
"¡No! ¡Mi madre era rubia, ¿contenta?!"
"Oh, cariño, pero todas las demás que he visto pasar por tu vida lo eran. Incluso yo, aunque no tiene nada que ver nuestra relación con la que mantenías con ellas. ¿Aún estás obsesionado con la pianista?"
"Sí" suspiró. "Ya son casi diez años, ¿sabes? y aún no sé nada de ella."
"Esta vez la encontrarás. Yo me encargo de eso. Pero por ahora te he traído los informes que me pediste. Me he extendido en las cosas interesantes, y hay otras cosas que no se pueden poner por escrito, como comprenderás."
"Ajá. Como siempre. ¿Alguna incongruencias en las declaraciones a tener en cuenta?"
"Quisiera que las comentáramos de camino, ya en presencia de Fran. Hay algunas cosas que… me han alarmado. Sobre tus padres… y sobre tus objetivos" dijo seriamente tras un titubeo.
"Ya veo" dijo mirándola."Ya veo" repitió, un poco inseguro sobre qué más decir ante eso. "Salgamos cuanto antes, entonces. No voy a permitir que nada se interponga, Atomi. Ni siquiera LA chica castaña de mi vida, mucho menos otras cosas. Sea lo que sea, lo resolveremos, no te preocupes" afirmó poniendo una mano sobre su hombro. "Bajemos a desayunar mientras esperamos al de la resaca" consiguió sonreír, pese a que presentía que era algo más grave de lo que le había dado a entender.
"Tú mandas, al menos en esto, pero no tardemos mucho."
"No será nada. Pero recuerda: tranquilidad, sobretodo. Además, sea lo que sea, ya lo sabremos."
"Y el conocimiento es poder. Sí, lo sé, es lo único que me da ánimos" completó mientras bajaban al comedor.
El comedor del hotel, pleno de mesas cuadradas que se situaban a una distancia prudencial las unas de las otras, buscando dar una intimidad calculada a los comensales, estaba listo para el desayuno, y rápidamente les condujeron a una mesa para cuatro personas.
Se sentaron con tranquilidad, colocadas las máscaras públicas que estaban acostumbrados a mostrar y recuperada la falsa relación que mantenían en público como secretaria y presidente. Ambos vestían de acuerdo con los eventos del día, así como en relación a su posición teórica dentro de la empresa, aunque la verdadera calidad de la ropa de la mujer quedaba oculta por lo discreta de ésta, algo difícil de conseguir en esas esferas.
Mientras pedían sus cafés y el desayuno apareció el chico rubio, vestido con un traje de seda similar al de su amigo y calzado con deportivas.
"¿Qué se supone que es lo que llevas en los pies?" preguntó el chico sin perder la calma.
"Deportivas" respondió lo obvio sin entender la indirecta.
"Y…" dejó la frase en suspenso para ver si su amigo reaccionaba.
"Son de marca" alegó por fin, dándose cuenta del motivo de la conversación. "Un desayuno continental y café solo. Sin azúcar" encargó al camarero que se acercó a tomar nota.
"Sé que son de marca" dijo en el mismo tono que había utilizado con un poco más de dureza. "Y sé que ya habíamos hablado antes sobre esto."
"Sí pero… es mi exposición" se quejó infantil. "Tendría que poder presentarme desnudo si quisiera. Los artistas incomprendidos tienen que ser excéntricos para seguir siendo incomprendidos" se justificó con una sonrisa pícara.
"Desnudo" comentó como sopesando la idea.
"¡Oye! Era una situación hipotética, nunca se me habría ocurrido… Así que no se te ocurra" advirtió alarmado al ver su expresión.
"Supongo que sabes que cuando termines vas a subir a cambiarte de calzado" intervino la mujer con una sonrisa divertida.
"Sí, pero es mi pasatiempo favorito… Y se relaja cuando ve que le obedecemos."
"¿Qué…? Cállate, ¿quieres?" gruñó entre dientes mirándole fijamente.
"Pero es verdad" alegó con un quejido plañidero. "¿Vas a castigarme?" preguntó con falsa inocencia.
"No" gruñó pero sin poder evitar un asomo de sonrisa. "Pero vas a cambiarte y a preparar veinte cuadros más."
"¿Para qué?" se quejó ahora seriamente. "Ya hemos organizado una exposición, la que vamos a inaugurar hoy, ¿recuerdas?"
"Para la que te vas a poner zapatos, sí" sonrió satisfecho como un gato travieso. "Pero nos falta una en la National Gallery."
"¿Trafalgar Square?" preguntó incrédulo.
"Sí" y sonrió como un verdadero gato panza arriba cuando vio la cara de asombro de su amigo y compañero. "Han reservado la habitación Sunley. Aunque los cuadros que expongas no podrán venderse hasta que abandonen la exposición, por supuesto."
"Obviamente" concordó su amigo aún impresionado. "¿Cuánto hace que realizaste la reserva?"
"Algo así como dos años" dijo indiferente y bebiéndose el café.
"¡¿Qué?!" exclamó absolutamente perturbado escupiendo el poco café que había bebido y atragantándose. Tras el ataque de tos que se quedó atascado en su garganta, consiguió volver a hablar a su amigo, que le miraba interrogante. "Hace dos años empezaban a conocerme. En Alemania. Nadie te habría dado en Londres crédito como para organizar la exposición."
"A mí no" reconoció sin pudor. "Pero a un Malfoy mediante el Ministerio, sí."
"Pero…"
"Eres el único nexo, recuérdalo. Nos conociste a los dos en Estados Unidos."
"Cierto. Pero no podías saber si triunfaría."
"¡Oh, venga!" exclamó incrédula e impaciente la chica castaña. "Nunca has sido modesto, Fran, no lo seas ahora. Eres bueno en eso de la pintura. Lo sabemos todos."
"Y siempre lo has sido. Tarde o temprano habrías triunfado, amigo. Aunque no te lo tomes muy en serio" recriminó sutilmente.
"Y ahora, mis queridos y lentos amigos, va siendo hora de que terminéis y nos vayamos."
"Sí" reconoció el rubio, ruborizado aún, mientras se terminaba el café. "Subo a cambiarme, un momento" empezó a dirigirse a la salida pero cambió de opinión y volvió sobre sus pasos. "Esos veinte cuadros… ¿para cuándo?"
"Dos semanas. Y tienes cinco minutos."
"Te esperamos en el Hall, leyendo la prensa, Fran" le dijo con una sonrisa y un suspiro tardío al ver que el chico rubio se iba sin haber reaccionado a su llamada, absorto en sus pensamientos.
Ambos compartieron una sonrisa mientras cargaban el importe a la cuenta en el hotel y se sentaban, casi inmediatamente después en los sillones colocados junto a la entrada, por donde se filtraba el suave y frío aire matinal propio de las seis de la mañana.
La entrada, de mármol rojo con vetas marrones, que brillaba ante las luces, daba una sensación de lujurioso despilfarro, que se acentuaba con las escaleras también de mármol, el alto techo, las balconadas laterales y los botones situados al lado de la puerta. Todo ello con un aire muy inglés, luciendo uniformes estrictos que variaban según rango e importancia dentro de la jerarquía del hotel.
Esta severidad del personal, tan diferente a las actitudes que había observado en otros países, aunque Alemania también compartía algunos rasgos, le sorprendieron en grado sumo, pese a que ya lo había visto en el pasado. La costumbre de la flexividad estadounidense o la búsqueda de superación personal japonesa contrastaba claramente con el comportamiento inglés… e inevitablemente sus pensamientos se dirigieron a sus padres, que e esos momentos ocupaban casi continuamente su cabeza, llenándole de recuerdos que pensaba estaban enterrados junto con el antiguo Draco Malfoy.
Observó los cuadros a su alrededor, percibiendo la presencia de un Yohei que rápidamente le señaló a su compañera, entretenida en una revista de cotilleo. Los escándalos de la familia real inglesa volvían a surcar la tierra y salir en todas las portadas como gran exclusiva. Aunque la precariedad de algunas de las fortunas de los miembros de esta familia hacían dudar de la veracidad de la afirmación de exclusiva y a pesar de las quejas de la realeza por esta publicación.
Las, cada vez más populares, revistas empezaban a perder, cada vez más, la calidad de la redacción, adaptándose a lo que ellos creían era su público, subvalorándolo y tachándolo de tonto. El sutil estilete de la ironía que antes había triunfado desaparecía para dar paso a la pesada sierra mecánica del sarcasmo que tanto gustaba. Y, según el ejemplo de su amiga, triunfaba.
Abrió el periódico de ese día con una sonrisa apenas disimulada, divertido de sus propios sentimientos. Uno de los botones del hotel se acercó a él con una copa de whisky con hielo, una de las bebidas a las que se había acostumbrado disfrutar. El líquido, suave y ardiente al mismo tiempo, bajando por su garganta, despertaba sensaciones en su piel que le recordaban de alguna manera con sus años en Inglaterra y, al ser una de sus costumbres más conocidas, todos los hoteles se la ofrecían sin necesidad de que la pidiese. Una de las ventajas de viajar a hoteles de alto standing, supuso.
Aún esperaron otros diez minutos antes de que el otro chico estuviera listo. Bajó con una expresión seria, el traje perfectamente acomodado, al igual que el calzado, y perfectamente peinado, con un brillo ilusionado en los ojos.
"Yo he hecho eso" se enorgulleció el moreno en un murmullo a su amiga, que le dirigió una mirada de diversión irónica y no pronunció palabra alguna.
Los tres salieron del hotel y montaron en la limusina blanca que les esperaba antes de decir nada, conscientes de que la hora de tratar asuntos serios se acercaba. El aire absorto del más mayor quizá ocasionaría algún problema cuando se necesitase que plantase los pies en el suelo pero era algo a lo que ya estaban acostumbrados.
El interior de la limusina era algo a lo que estaban acostumbrados: lujoso y casi rozando el mal gusto debido a lo suntuoso y lujuriosamente excesivo de los equipamientos. Ese tipo de limusinas, tan llamativas, era lo que normalmente exigían los más famosos personajes, pero a ellos se lo suministraban sin consultarlo, de manera que no podían modificarlo llamar la atención de los medios de comunicación, que buscarían formas de explicarlo con grandes y falsos escándalos, a ser posible de tipo sentimental.
El moreno, con gran práctica y mucha más indiferencia sirvió dos whiskys con hielo y un chocolate caliente, pues conocía la aversión de su amiga ante la consumición de cualquier tipo de alcohol antes de las 7 de la tarde. Los repartió y se arrellanó en el asiento mirando fijamente a la chica y esperando que explicase todo lo que había pospuesto hasta entonces.
"Soy todo oídos, Atomi" se impacientó tras unos minutos de viaje en silencio, con sólo el ronroneo del motor como ruido de fondo.
"Estaba estructurando mis ideas" explicó ella sin sonreír. "No me gustaría que algo fallase por una mala interpretación de mis palabras, ya lo sabes. Siempre trabajamos así, y no es algo que quiera cambiar. Fuera tú eres el jefe, pero a mi lado sigues siendo un niño en este tipo de cosas" recordó con severidad.
"Sí, maestra" reconoció con humildad, pero sin poder evitar el deslizar un débil sarcasmo junto a sus palabras.
"No seas infantil, Lam. No lo seas" pidió más que ordenó con voz cansada. "Los dos informes que me pediste me han costado mucho más de lo que esperaba, y la organización de las ideas me ha llevado toda la noche, así que casi no he dormido."
"¿Por qué no lo has escrito?" preguntó con impaciencia.
"Lo hice. Pero ambos sabemos que cualquier documento de ese tipo debía ser destruido con rapidez y sin dejar rastro, así que ahora no tengo recordatorios ni un guión en el que basarme. Una vez empiece agradecería que no me interrumpierais demasiado."
Los dos hombres asintieron con seriedad e impaciencia, ordenándose a si mismos no fallar en esa simple tarea. Más tarde tendrían tiempo suficiente para hacer las preguntas.
"El primer informe, el de los dos objetivos por los que nos hemos trasladado a este frío, lluvioso y desagradable país" ignoró el bajo gruñido reprimido de su amigo moreno, "es el más largo y el más previsible, de manera que empezaré por ese. Harry es ahora una de las más famosas personas en Inglaterra y ha conseguido mover bastantes hilos para hacerse también bastante popular en varios lugares, como España, Francia e Italia. Por alguna razón no ha triunfado en Alemania, aunque lo ha intentado" les guiñó el ojo a sus dos amigos que se reían entre dientes. "Ha actuado bien, demasiado bien como para que sea casualidad, diría yo. Al parecer su vida sentimental ha sido la que le ha abierto las puertas a los otros países y subido su popularidad de esa manera. Es más activo que tú, Fran, y eso ya es decir mucho."
El rubio la fulminó con la mirada y fingió ofenderse, negándose a realizar ningún comentario.
"En todo caso, hay una larga lista de mujeres que han pasado por sus redes, todas ellas con algún tipo de influencia social que le ha ayudado a mejorar su reputación. A pesar del descaro del chico, que al parecer sigue intentando influir en ellas tras haberlas dejado para salir con otra, todas las mujeres con las que ha estado le protegen."
"Amenaza, extorsión o mucho, mucho, mucho carisma" intervino el rubio intentando ayudar.
"Eso creí yo. Al principio. Pero no parece ser ninguna de las dos primeras opciones. Actúa celoso durante meses después de la ruptura pero no se han dado los típicos casos de estrés, angustia o inestabilidad emocional en las chicas, como sería el caso de estar sometidas a una extorsión o bajo amenazas. Y he visto al chico. No es carisma. Quizá este mejor en la cama, no lo sé. Pero fuera de ella no es nada extraordinario. Guapo, pero no extraordinario."
"¿Qué sugieres?" preguntó el moreno con una mirada penetrante.
"Dinero, quizá. No lo sé" reconoció con frustración. "Me gustaría tener un encuentro con alguna de las chicas con las que salió. No entiendo por qué aguantaron a un chico celoso tras ellas después de que éste rompiera. Y por qué no le han atacado socialmente tampoco."
"¿Amor? Puede ser muy engañoso. Pero muy fuerte" sugirió el rubio sin mirar a ninguno de los dos, que cruzaron una mirada sorprendidos y preocupados al mismo tiempo.
"Puede ser" admitió la chica con frustración. "Pero algo me dice que hay más oculto. Algo oscuro."
"Lo sacaremos a la luz, Atomi" aseguró el rubio con una mueca sádica. "Y cuando lo hagamos, hundiré a esa rata. Si lo que más le importa es su situación social, eso es lo que perderá."
"Muy bien. Prepararé el plan de acción para con él. ¿Con qué empezamos?"
"Suavemente. Invítale a él y a algunos amigos suyos sutilmente a una inversión. Algo con poco capital inicial y rentabilidad sustanciosa. Haremos que nos coja confianza y más tarde le insinuaremos algo sobre una inversión de alta rentabilidad. No podrá resistirse y se hundirá económicamente al aportar demasiado capital en algo sin futuro. Después sacaremos sus trapos sucios a la luz. Quiero pruebas tangibles y contrastables para entonces. Y una lista de las mujeres de su vida, incluida su madre. Llamaré a algunos amigos para conseguir la información que necesitas."
"¿Los Haihatsu?" preguntó con un nudo en el estómago.
"Sólo como último recurso. Empezaré con los Dai-jon Hai. Son discretos y les enseñan varios idiomas desde niños."
"Sabes que un favor se paga con otro favor de igual o más valor, ¿verdad?" quiso saber con ansiedad.
"Por eso mismo, querida. Ellos me deben un gran favor. Los Haihatsu no me deben uno tan grande y prefiero no tentar a la suerte" explicó con una sonrisa cruel. "Háblame del otro" ordenó suavizando su sonrisa.
"Eso ha sido decepcionante. Tal y como dijiste sigue de Director de la Escuela de Magia y Hechicería más prestigiosa de Inglaterra, pero no ha tenido problemas con el Ministerio, ni con el Consejo, ni con los padres de los estudiantes. No está casado, no se le conocen intereses más que una obsesión con los dulces y los caramelos de limón y se ha convertido en un pequeño ermitaño en su pequeño despacho y su viejo y aislado castillo."
"¿Nada más?" preguntó un poco decepcionado.
"Ni siquiera una pista de cómo podrías herirle. Harry es vulnerable. El viejo, no."
"¿Algo que perder?"
"Salvo la vida, nada. Aunque hay rumores de que adora al otro, ya sabes, como a un hijo. Quizá si le duele a uno…"
"Le duela al otro" completó. "Pero no acaba de gustarme. No tenemos suficiente información. Sigue trabajando en eso, algo tiene que haber. Yo buscaré por otro camino. Algún agujero tiene que tener el hombre."
Hubo una pausa en la que no hubo interrupción por parte de ninguno de los tres, cada uno absorto en sus pensamientos y en sus movimientos futuros sobre ese tema. El moreno, pensativo, repasaba la lista de sus conocidos intentando encontrar el punto débil. El rubio, absorto, buscaba la manera de devolverle el favor que le había hecho a su amigo, consciente de lo difícil que era. Mientras, la chica intentaba enfocar de la mejor manera el resto de información que había recolectado el día anterior.
"Hay algo más" se decidió al ver que sus dos amigos ya no se acordaban. "Sobre el otro asunto…"
"¿Encontraste algo?" preguntó verdaderamente sorprendido.
"Sí" afirmó, "y muy interesante" se hinchó de satisfacción al ver la cara impaciente de su mejor amigo.
"¿Qué?" fue lo único que pudo decir, ansioso.
"Hay registros de Germaine R. Gheron en algunos de los locales privados que se alquilan para conciertos. Concretamente se alquilaron para conciertos de piano y se habilitaron grandes medidas de seguridad, tanto mágica como muggle. ¿A ella te referías?" preguntó buscando confirmación.
"Sí"
"Pues esto te va a sorprender. Hay varias Germaine establecidas en Londres ahora. Y cinco de ellas tocan el piano" sonrió ampliamente al ver la cara desconcertada de su amigo. "Por supuesto, hay algunas Germaine que utilizan ese nombre como pseudónimo."
"¿Hay alguna que pueda ser ella? ¿Alguien?"
"Tres. La primera con posibilidades se llama Germaine R. G. Malvís. Como nadie sabe qué significan las iniciales creo que podría haber alguna posibilidad, pero es nombre real. Es una joven de más o menos treinta años, de pelo castaño y un puesto mediocre en el Departamento de Educación del Ministerio. Pero no ha dejado ningún registro en salas de conciertos, ni en locales de venta de instrumentos, aunque he oído que toca el piano."
"¿Canta?"
"¿Por qué…? Ah. No. No he oído nada de eso. Pero puede no ser una pista, puede que no haya nadie a quien se lo haya enseñado…"
"Averigua algo más. La invitaré a algún evento de manera sutil si sigue coincidiendo. Su edad tendría que ser la misma que la mía, año más año menos, y haber coincidido conmigo en Hogwarts. ¿Qué hay de las otras dos?"
"Las otras dos, y eso es lo más extraño con lo que me he encontrado, son modelos. Ambas pertenecen a la misma agencia, que opera en el mundo muggle y, con menos relevancia, en el mundo mágico. Las dos perdieron a sus padres de muy jóvenes y han pasado parte de su vida en Francia. Las dos son castañas, aunque una de ellas se ha teñido de pelirrojo, al parecer a petición de la propia agencia" disfrutó de manera casi infantil de las caras atónitas de los dos chicos. "Y… se odian a muerte" terminó con una sonrisita maliciosa.
"¿Cantan?"
"Cantan y tocan el piano" confirmó ella. "Aparte de desfilar por las pasarelas, claro."
"¿Sus nombres?"
"La pelirroja se llama Germaine Gheron, no tiene la R. característica pero aún así… y su pseudónimo es Maron, creo. La otra se llama Hermione Granger y…" un jadeo de sorpresa de los dos chicos sentados frente a ella la interrumpió. "¿Qué pasa?"
"Hermione… nos encontramos con ella ayer" consiguió decir el moreno aún sin recuperarse.
"Y la conoce de antiguo" intervino con una sonrisa divertida. "Unidos por el destino… y ellos sin verlo" se burló.
"¿Hay algún problema?" preguntó alarmada al ver que no reaccionaba a la broma y que había fruncido el ceño.
"La persigue nuestro primer objetivo. Al parecer es su novio."
"Mala suerte" chasqueó la chica con una mirada compasiva.
"¿Qué ibas a decir antes de que te interrumpiéramos?" inquirió el rubio para romper el silencio tenso que había invadido el coche.
"Su pseudónimo: Germaine R. Gheron. Afirma que la propia pianista le dio permiso para utilizarlo y como no ha salido a la luz reclamándolo, todos lo creen. Si no es ella, puede que la conozca personalmente."
"¿Ha habido más conciertos suyos desde que me fui de aquí?" preguntó en voz baja.
"Sí" respondió con seriedad. "Dos al año aquí, en Inglaterra, y otros dos en Francia."
"¿Alguna fecha repetida?"
"Buena pregunta. Me informaré sobre eso. No le di demasiada importancia."
"Hazlo. Y dejemos el tema porque ha llegado el momento de abandonar el mundo muggle y adentrarnos en nuestro nuevo proyecto. Mantén los negocios en marcha, puede que necesitemos un par de meses para asentar una posición fuerte y estable en el país" ordenó a la chica antes de descender del coche, esbozando una sonrisa amplia que, para cualquier observador, sería verdadera.
n/a: Holaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!! Mucho retraso, ¿verdad??? Lo sé, lo siento, lo siento mucho, mucho, mucho, muchooooo… Pero es que con esto de las vacaciones… Ya sé, ya sé… diréis: ¿cómo puede decir que se ha ido de vacaciones un mes?? Pero… No ha sido el mes entero!!!! solo 25 días!!! J Aunque como he estado sin ordenador no he podido adelantar mucho….
En fin… paso a responder AL revieww… Gracias Avenger Nemesis!!! Se va a convertir en una costumbre esto de que t responda únicamente a ti, en las n/a pero… la vdd es q t lo agradezco… Ya me dirás si t gusta este capi… aunque no hay nada (o casi) de H/D, jejejeje…
A ver si alguien se anima… Y m escribe!!
BSS
