Disclaimer Lo que reconozcas es de J.K. Rowling o de quien haya comprado los derechos. Lo demás es mío. A leer!!!
Capítulo 6: Situaciones incómodas
"Hay una fuerza motriz más poderosa que
el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.."
Albert Einstein
La sala reservada en una de las alas laterales de la oficina central del Banco Gringotts para exposiciones interesantes y exclusivas o conferencias, era magnífica.
Todo el edificio anexo, el Art Light Palace, brillaba con luz propia entre los edificios del Callejón Diagon. La estructura del edificio, armoniosa y equilibrada con algunos adornos florales y mitológicos, así como de animales mágicos estéticamente esculpidos, destacaba entre la funcionalidad del banco, el exceso de la sede principal de El Profeta, el mal gusto del Quibble y la extravagancia del resto de establecimientos.
Esa construcción había sido muy discutida por los duendes que llevaban las cuentas por el gasto en oro que conllevaría la construcción. Para un duende no había mayor delito que malgastar el dinero y el levantar un edificio que no iban a vender no parecía reportarles ningún beneficio.
Afortunadamente convinieron con uno de sus más preciados clientes en continuar el proyecto, siempre y cuando, parte de los gastos los cubriese el cliente con su propio patrimonio. El cliente, que por supuesto, había sido el anterior Malfoy, había firmado un contrato en el que se le permitía la administración del edificio y la gestión de cuentas, a él o a sus herederos, tanto si éstos eran familiares como si no.
Gracias a la gestión de Lucius, ejercida en la sombra, el Art Light Palace se había erigido como uno de los mayores puntos de encuentro culturales de Inglaterra, donde se inauguraban las exposiciones más selectas y las convenciones mágicas más exclusivas.
El nivel intelectual, cultural y artístico que se había llegado a disfrutar en el lugar había reportado, como muy bien su padre había supuesto en un principio, grandes beneficios económicos, pues pronto se habían empezado a ofrecer grandes sumas de galeones por un lugar en una de las tantas convenciones o exposiciones del Palacio. Sin embargo, ese dinero no ejercía diferencia si el nivel del solicitante no convencía a su progenitor. Ellos no sufrían escasez económica y disminuir el valor de la nueva institución por dinero era un "gran" paso en falso.
El conocimiento es poder, se recordó mentalmente, recitándolo como un mantra. Cuanto más supiese de sus enemigos, más cerca estaría de su venganza. Y para ello debía mantener a sus enemigos más cerca que a sus amigos. Había empezado mal, al parecer, pero siempre se le habían dado bien las causas perdidas.
Esa mañana, con la noticia de la llegada del artista alemán Afran Munch decorando las portadas de todos los periódicos, en el edificio pululaban y revoloteaban todos los elementos de la alta sociedad inglesa.
Sabía que sólo el 50 de las invitaciones a la inauguración habían sido puestas a la venta, según sus propias indicaciones, mientras un 25 se remitía a las pocas escuelas de arte mágicas del país y el otro 25 se hacían llegar a las personas que él había juzgado oportuno, como por ejemplo su buen amigo Harry Potter.
No creía poder encontrar ese primer día a su pianista y tampoco había ido con la intención de renovar sus lazos de amistad con sus antiguos compañeros Slytherin, menos aún sabiendo que, pese a lo que se pensaba, las dotes de observación de Pansy podrían llegar a desvelar su secreto.
Caminó junto a su amigo, que había recobrado su pose de artista atormentado, hacia el interior, cerca del cuadro que más le gustaba, donde había decidido que su amigo daría su ya conocido discurso de apertura. Pese a que siempre decía lo mismo, una nueva muestra de genialidad según Fran o de pereza según él mismo, el público lo agradecía efusivamente. Creía, en su yo profundo, que sus palabras habían cruzado ya por todo el mundo, pero su amigo no cambiaba.
Los guardaespaldas, aurores alemanes, españoles y rusos retirados del servicio oficial, altos e impresionantemente anchos, se encargaban de "despejar" el camino. O lo habrían hecho de ser posible que alguien se atreviera a interponerse.
Afran se adelantó un par de metros y subió a la plataforma delante de él, como correspondía, deteniéndose ante el fundador del banco Gringotts, un gnomo bajito, feo y decididamente gruñón al que conocía desde que era niño y con el que se llevaba muy bien. Se llamaba Drenajden, y era muy, muy, muy rico. Y muy, muy listo, también. Debía acordarse de mantenerse alejado.
"Señor Munch, es un honor y un placer para mí recibirle por primera vez en Inglaterra" saludó con voz ronca y desgarrante ofreciéndole la mano de largos dedos rugosos.
"El honor es mío. He oído mucho sobre Inglaterra, y mucho más sobre Gringotts. Un orgullo, si me permite decirlo" correspondió el artista con un sonrisa complacida.
"Pese a que me gustaría entretenerle, sé que miles de personas esperan sus palabras" dijo cediéndole el paso y dejando que un leve asomo de ironía se deslizase entre sus palabras.
Afran inclinó la cabeza en un breve saludo, intentando no echarse a reír ante la broma ya común sobre su discurso. Sabía que se veía como una muestra de su excentricidad, o de su pereza, pero sólo él sabía la verdad. Y todo era culpa de su retorcida forma de bromear.
La primera vez había estado en uno de sus ánimos disolutos y disipados, sin saber muy bien lo que decía y sin que le importara demasiado, pero lo habían agradecido igual que si hubiese hecho el discurso del siglo y le gustó mucho. Se divirtió mucho con las bromas siguientes sobre su propia genialidad, en la que él, y pese a su fingida arrogancia, no creía. Y la segunda vez pensó en divertirse un poco empezando con las mismas frases pero alargándolo luego un poco más. Grave error. Le habían aplaudido tras esas dos frases y le habían impedido continuar. Así se constituyó su eterno discurso, y seguramente lo grabarían en su tumba, también, lo que sería el mejor homenaje y recompensa a su humor negro.
"Señores" empezó dejando que se alargara dramáticamente el silencio tras esa única palabra, "señores" repitió. "Esto soy yo. Sean compasivos" y con un gesto de la cabeza bajó del estrado.
Por supuesto, los aplausos se extendieron inmediatamente después de su última palabra, de tal manera que, aunque hubiese sido su intención, no podría haber continuado con un discurso. Notó la mirada burlona de su amigo y del gnomo, tan similares que tuvo que contener las ganas de presentarles. El bullicio que se había instalado el la sala era agradable, contrastando con el silencio anterior a su discurso.
Distinguió una cabellera rojiza entre la multitud y sonriéndose por su buena suerte se dirigió hacia allí.
"Señor Munch, señor Munch, ¿podemos hacerle unas preguntas? Para el Profeta" dijo una encantadora jovencita que llevaba un pergamino con vuelapluma.
"Pensaba que ya habían comunicado que estaban prohibidas las vuelaplumas" comentó plácidamente con una perezosa sonrisa.
"Oh, lo siento, no deseaba ofenderle" y la bruja rápidamente desencantó la pluma y la guardó en un estuche especial. "La costumbre, ya sabe" intentó justificar con una sonrisa tan falsa como calculadora.
Tan joven y tan tonta. Suspiró mientras observaba que ninguna llama roja rompía la monotonía en la sala a su alrededor.
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El moreno se divertía de verdad viendo las reacciones de las personas no prevenidas ante el "discurso" de su amigo. Dos frases, se rió mentalmente. Casi podía decir que eso era lo más divertido que se le había ocurrido a su amigo, pues de manera sutil demostraba que podía hacer lo que quisiera y que el público, mientras siguiese siendo un artista, le perdonaría todos sus defectos tachándolos de excentricidades o de señales de genialidad.
Sabía que eso a su amigo le divertía y exasperaba a la vez, pero estaba muy poco convencido de su habilidad y prefería no mover las cosas. Sabía lo que era estar en una posición frágil, así que entendía el razonamiento de su amigo, pese a que él pronto había aprendido que si tú no movías las cosas para adaptarlas a ti, éstas pronto te aplastaban.
Vigiló atentamente el salón, decidiendo a qué personas era necesario acercarse, a cuales no importaba tanto y a cuales estaba absolutamente prohibido, al menos desde el punto de vista estratégico.
Ya había llegado a la conclusión de que debía conseguir que alguien verdaderamente importante hiciera las presentaciones entre el "Salvador" y él mismo, pues no podía dar ni el más mínimo indicio de que quería conocerle.
Vislumbró una cabellera pelirroja y pensó que la mejor manera de conseguir acercarse al "Niño-que-vivió" era conociendo primero a un Weasley. Toda esa familia estaba enamorada del moreno cuando era más joven y la maternal Molly no era de las que abandonan.
Esperó charlando cortésmente con un alto funcionario el momento más oportuno para hacer los movimientos adecuados hasta que una frase de su interlocutor llamó su atención. No siempre se podían oír los cotilleos sobre el Ministro de Magia inglés, siempre correcto.
"Perdone, ¿cómo dice? Me temo que la atención que ha despertado el cuadro de la tormenta me ha distraído por un momento" se excusó sonriendo al hombre amigablemente, con esa expresión que muchas veces le había ganado confidencias de las personas más reservadas.
"Oh, no era nada de verdad importante. Sólo que el secretario del Ministro, sigue allí desde la época de Fudge, ya sabe, cuando Quien-usted-ya-sabe y todo eso, pues eso, que él, que viene de una familia, no pobre, pero sí lamentablemente limitada…" se detuvo por un par de segundos, "¿qué iba diciendo?" preguntó verdaderamente desconcertado.
El moreno contuvo un suspiro de frustración y sin dejar entrever su curiosidad e interés le contestó suavemente.
"Era sobre el secretario del Ministro."
"Ah, sí, bueno, es sólo un rumor, pero parece ser que ha estado en tratos con Harry Potter, ya sabe, el "Salvador" y eso de la época de…"
"¿Tratos?" le cortó, intentando evitar que volviese a recitar su disertación sobre el Lord Sangriento que había aterrorizado Inglaterra.
"Oh, sí, de inversiones, económicos y eso."
"¿Y qué? Quiero decir," añadió rápidamente intentando ocultar la descortesía de su tono, provocado por la desilusión, "¿qué tiene de interesante? Todo el mundo invierte en una cosa u otra hoy en día."
"Sí, claro, todo el mundo. Pero no se arruina en su primera inversión."
"¿Arruinado? ¿Harry Potter?" preguntó casi enfadado de que alguien se hubiese adelantado a su venganza. Casi.
"¿Qué? ¡No! ¿De dónde ha sacado esa idea?" exclamó realmente asombrado.
De usted, cabeza hueca, pensó con desespero. "Supongo que no le he entendido bien. ¿Quién se ha arruinado entonces?"
"¡Weasley!" exclamó sacudiendo la cabeza.
"¿Quién?" preguntó sin saber a qué venía el nombre. Aunque bien que le iría una presentación, claro.
"Pero, joven" reclamó casi indignado, "¿es que no escucha? ¡El secretario del Ministro! ¡Weasley!"
"Ah, ¿pero ese Weasley es el secretario?"
"Claro, joven, desde la época de Fudge. ¿No se lo había dicho ya?" inquirió pensativo frunciendo el ceño.
"¿Y Harry Potter? ¿No salió perjudicado?" intentó averiguar esperanzado.
"No, qué va, y eso es lo más extraño. Al parecer la inversión recuperó su valor poco después de que el pobre hombre vendiera sus acciones desesperado. Una pena" sacudió de nuevo la cabeza, entristecido.
"Sí, supongo que sí."
"Aunque el resto de los Weasleys se han separado también."
"¿Sí?" Adiós al plan de presentación comadreja.
"Sí. Es por eso que han surgido los comentarios, supongo."
"¿Comentarios? ¿Qué comentarios?"
"¡Hombre! ¡Pues lo de que ha sido intencionado lo del joven Potter, claro! ¡Qué otra cosa va a ser!"
Adiós al Plan Inversión. Si el Chico Dorado lo había utilizado, era poco probable que cayera en su misma trampa. Pero, ¿por qué? Y ¿qué pintaba Dumbledore en todo esto?
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Acababan de terminar la sesión de fotografía y, aún con el maquillaje y peinada, se tomaba un café muy cargado mientras descansaba los pies desnudos en el suelo helado. Lo peor de las sesiones, de los desfiles y de las apariciones en público eran, sin la menor duda, los tacones. Cuando llevaba más de una hora enfundada en uno de esos zapatos que dictaba la moda, de tacón alto y fino, empezaba a notar un dolor sordo y, al principio, casi imperceptible.
Tras tres horas, sin embargo, notaba como los pies habían adoptado la forma del zapato y el dolor se atenuaba. Era cuando sabía que el pie estaba insensibilizado y tenía la desagradable sospecha de que se reducía el flujo sanguíneo en esa parte de su cuerpo. Y, por supuesto, comenzaba a temer el momento en que se los quitaría.
Ahora, descalza, notaba el dolor y el cosquilleo de siempre. Suspiró aliviada cuando supo que ya no tendría que volvérselos a poner, pues no estaba segura de poder meter el pie de nuevo en el alto "recipiente". Y había prometido no quejarse.
"Hey, G'maine, ¿qué tienes ahora, belleza?" el fotógrafo, Daniel, americano y libertino, pero con gran sentido del humor, se había convertido en uno de sus más fieles seguidores, como no dudaba en proclamar a quien quisiera oírle.
Cuatro años atrás, cuando la carrera del chico estaba en su mejor momento, había visto uno de los reportajes de moda en los que salía ella y había decidido tomarla de modelo. Lo había conseguido, y ahora, además de todas las fotos que salían publicadas, guardaba todos los negativos y las copias, tanto de las fotos que le hacía él, como las de sus colegas, que se las cedían a cambio de favores con algunos distribuidores excéntricos de material exclusivo fotográfico.
Se jactaba, como un niño con su juguete favorito, de saberlo todo sobre ella y afirmaba que se quedaba en el país en espera de que estuviese libre y le diera una oportunidad, lo que ponía a Harry furioso. Aunque ella sabía que no era verdad. Había venido por ella, cierto, pero en el camino había encontrado el amor.
Y se quedaba en el país porque su amor estaba allí encadenado, y no podía llevársela.
"Nada, creo. Al menos durante un par de horas. Por la tarde hay una recepción en uno de los clubes del centro pero…" se encogió de hombros y cerró los ojos, cansada.
"Podrías venirte conmigo" sugirió.
"¿Adónde?"
"A una exposición que hay aquí cerca. Tengo una invitación pero no quería ir solo y…" dejó el resto de la frase en suspenso, no queriendo continuarla.
"Entiendo. Supongo que sí, pero no estoy vestida para la ocasión" comentó ella. "Quizá un café…"
"¿Otro? Eso tiene que ser malo. Pero por la ropa no te preocupes. He visto un vestido que te quedaba genial y…"
"Nada de tacones" advirtió ella.
"Nada de nada. No te preocupes. El vestido va con sandalias sin tacón. Justo a tu gusto. ¿Qué dices?" insistió con una sonrisa infantil.
"Está bien" suspiró resignada. "Dile a Sanra que me lo lleve al tocador, por favor."
"Hecho, preciosa" y se alejó con una sonrisa y paso ligero.
Era un hombre guapo, alto y atlético, con mandíbula fuerte y ojos penetrantes, de color gris azulado. Tenía el pelo castaño claro, con reflejos rubios, y un poco largo, casi hasta el hombro. Nunca lo llevaba recogido, sino solamente retirado de la cara con dos trenzas que se hacía a ambos lados de la cara, en un homenaje a Legotas, como bromeaba a veces.
Ella en concreto no descartaba que se peinase así imitando al elfo, pues sabía de boca del mismo chico que "ella" había salido encantada de la película y que coleccionaba todo lo que podía sobre el elfo y sobre el actor. "No puedo culparla" decía con una sonrisa de disculpa, "porque yo hago lo mismo contigo." Y se reía, eliminando la tensión.
Entró a la habitación pequeña que servía de vestidor y se quitó el chándal con el que se vestía normalmente los días de trabajo. Mientras se ponía la bata ligera sobre la ropa interior oyó cómo llamaban a la puerta.
"Hola, G'mee, traigo una belleza de vestido. De esos que sólo vez en las revistas, aunque, claro, como tú sales en las revistas, probablemente seas de las que los llevan, pero es que éste te va a quedar genial, precioso, irrepetible. No habrá ningún hombre que no caiga a tus pies. Ni uno solo. Y ahora estás libre, ¿no? Y vas con Dani. Oooooh, es que es tan romántico… Me encanta. ¿Os queréis? Sería tan bonito…"
Sanra, que acababa de entrar, era una mujer joven, bajita, delgada e hiperactiva. Le encantaba hablar de todo y veía romances en todos los sitios. Una optimista incurable, según todos sus compañeros. Tenía un niño pequeño, al que había adoptado tras encontrárselo en su puerta. Como en un cuento de hadas, decía ella cuando lo contaba, a lo mejor resultaba ser un Einstein, o a lo mejor había llegado a ella para darle algo más en qué pensar que los amores de los demás, ironizaba ella al ver sus caras atónitas, y se reía de ellos, y de sí misma.
"Sanra, deja, que te ayudo con el vestido. No estoy con Dani, ¿vale?" respondió rápido antes de que se entusiasmase de nuevo.
"Pero te ha invitado y…"
"La tiene a ella, ¿la recuerdas? Ojos azules, pelo rubio y una sonrisa deslumbrante."
"Bueno, sí, pero… No sé, digo yo, un poco de admiración sí que siente y…"
"¡Sanra! No vuelvas a decir algo así. Entre Dani y yo sólo hay amistad. Una muy buena. Y yo la quiero mucho a ella también, y no lo pasa bien cuando hay rumores de ese tipo. Es muy insegura, lo sabes."
"Lo sé, pero no puede estar siempre pendiente, ¿no? Quiero decir, él no puede estar encima de ella…"
"Ha hecho un buen trabajo estos cuatro años" cortó secamente la chica castaña.
"Sí, pero…"
"Basta, Sanra, no hay nada. ¡Acabo de romper con Harry!"
"Y bien merecido que lo tenía, si quieres mi opinión. Ese chico no te merecía."
"Bien, bien, ¿cómo está John?" preguntó intentando cambiar de tema mientras se quitaba la bata y empezaba a vestirse.
"Muy bien. Ha crecido casi diez centímetros este mes" dijo entusiasmada con una amplia sonrisa. "Esta hecho todo un hombrecito. El otro día incluso me dijo que ya era lo suficientemente mayor para acompañarme hasta el trabajo y ¿sabes qué? ¡protegerme! Es un cielo" y puso una sonrisa soñadora y maravillada. "Mi cielo."
"Tienes que traértelo un día" pidió la modelo con una risita, "hace mucho tiempo que no viene."
"La última vez estuvieron a punto de despedirme, G'mee" dijo ella gravemente.
"¡¿Qué?!" exclamó alarmada y escandalizada. "¡No pueden hacer eso!¡Eres mi ayudante personal y sólo yo tengo poder como para tomar esa decisión! ¿Y por qué, si puede saberse?"
"Al parecer se comió los pasteles que habían encargado para Maron y ella…"
"¡Esa estúpida!¡¿Cómo se atreve?!" indignada se giró y cogió su móvil del tocador.
"G'mee, no importa, no es necesario. Si tú dices que no me despedirás todo está bien. No sabía cómo funcionaban las cosas aquí. Sabes que todavía no llevo ni un año" dijo apoyando su mano en el brazo de la chica con una sonrisa triste.
"No te despediré, Sanra, no importa si a tú hijo le gustan los dulces o si tú no tienes tanta experiencia como las snob que contrata Maron. No te elegí por eso" la tranquilizó dándole un abrazo.
"Gracias, G'mee" permanecieron en silencio durante unos minutos, "pero si vas a salir tienes que estar radiante. Siéntate que voy a hacer un milagro con ese pelo tuyo" y se separó suavemente con una sonrisa.
"Lo necesito, creo yo. Mi pelo parece más un nido de pájaros que un mar ondulado, como dice Dani."
"Sigo creyendo que Dani y t
"¡Sanra!" exclamó reprobatoria.
"¡Era broma!" se rió la mujer bajita obligando a la otra a sentarse frente al espejo.
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La exposición estaba siendo todo un éxito, concluyó Laramy mientras observaba a la multitud desde un rincón con una copa de champán en la mano que había aceptado de uno de los camareros. Al menos habían cumplido con la norma de no hacer trabajar a los elfos domésticos sin paga, aunque, por desgracia, eso había ocasionado la huida generalizada de todos los efectivos menos uno, Dobby, al que recordaba que había servido en su casa. Con un solo elfo, le habían destinado a las cocinas, donde se podía encargar de todo más efectivamente que un batallón de cocineros.
Una sonrisa socarrona se extendió por su rostro al ver a su amigo lidiando con una joven periodista que le perseguía por toda la sala. Suspiró al ver de nuevo un pelo rojo. Ojalá no se hubiese estropeado el Plan Inversión. Tendría que comunicárselo a Atomi. ¡Necesitaba a un Dai-jon Hai ya! Esperaba no tener que recurrir a los Haihatsu.
Notaba la tensión invadiendo de nuevo su cuerpo como un mar embravecido. Primero los brazos, las manos, que se cerraron en puños, notó que se le marcaban los tendones del cuello y apretó los dientes, intentando relajarse. Había veces, como esa, que los múltiples entrenamientos parecían contraproducentes. Había aumentado tanto su potencia mágica que casi notaba como esta intentaba escaparse de su cuerpo. Esas veces buscaba en su mente el recuerdo de su pianista. Hoy no conseguía nada.
Respiró hondo y abrió las manos, lenta y disimuladamente pues seguía siendo una figura de prestigio en la que se fijaban personas importantes. Rezó porque nadie le interrumpiese. Quizá fuese cierto que antes de hacer nada debería haberse tomado más tiempo en encontrar un refugio interior de paz y descanso que no fuese influenciable por sus circunstancias. Pero eso costaba mucho tiempo. Y él deseaba venganza. La deseaba.
"¿Lam?" llamó una voz femenina a su espalda.
Notó que un par de chispazos escapaban de sus dedos y apretó más fuertemente los dientes, intentando controlarlo. Se dio la vuelta, tenso, rezando porque quien sea que estuviese llamándole le dejase en paz.
Era Hermione.
Y no estaba sola.
Notó un nudo en el estómago. ¿Celos? No, él no era celoso. La magia estaba ecapando de su control y no podía hacer nada frente a la mirada inocente y preocupada de la chica.
"¿Lam?" esta vez su voz era poco más que un susurro. "¿Estás bien?" no pareció tranquilizarse tras el brusco asentimiento del moreno y con un murmullo despidió a su acompañante que se alejó dedicándole una sonrisa. "Lam" llamó suavemente, acercándose, "déjame ayudarte. Sólo déjame."
Notó otro chispazo en los dedos y comprendió que estaba muy cerca de perder el control. Asintió de nuevo, bruscamente y se alarmó al ver que, en respuesta, ella cogía su mano. Luchó por contenerse. No quería hacerle daño.
"Affero vestrum vis" susurró mirándole a los ojos.
Y sintió que la magia que le desbordaba dejaba su cuerpo, lentamente, suavemente, a través del contacto de ambas manos. Percibió una leve contracción muscular en la mano que sujetaba la suya y observó que las pupilas de la joven se contraían.
"Merlín."
Esa suave exclamación le hizo reaccionar y desprendió su mano de la de la chica.
"¿Qué has hecho?" preguntó en voz baja, asombrado.
"Aligerar tu carga" sonrió ella. "Lo he hecho más veces. Hay personas cuyo poder mágico casi sobrepasa la capacidad de su cuerpo y les cuesta controlarlo en momentos de tensión. Me enseñaron ese hechizo para que ayudara a… les ayudara" el sutil titubeo le indicó que quien se lo enseñara lo hizo a raíz de su noviazgo con Potter.
"Gracias. De verdad."
"No fue nada" le sonrió mientras le brillaban los ojos. "Un placer" insistió.
"¿Puedo invitarte a un café?" le preguntó mientras veía acercarse al chico de antes. Notaba aún el nudo en el estómago y no estaba dispuesto a separase de Hermione para que ése se la llevara. Podía necesitarla. Seguro que el nudo en el estómago anunciaba una nueva explosión de poder.
"No. No me da tiempo" se disculpó sin dejar de sonreír amablemente. "He venido con mi fotógrafo durante un descanso de diez minutos porque ahora me toca una prueba de pasarela."
"¿Fotógrafo?"
"Sí. Daniel Smith. Aunque profesionalmente se hace llamar Sthimd. ¿Te suena?"
Por supuesto que le sonaba. Y lo que sabía de él no le hacía gracia. Era un Donjuan típico. Muchas mujeres y nada serio. "No, no me suena. Lo siento."
"No pasa nada. Se ha retirado un poco durante estos tres últimos años" le sonrió de nuevo y saludó a su acompañante que miraba el reloj. "Tengo que irme."
"¿Y el café?"
"Tienes mi número. Llámame" y con una última sonrisa se fue con el tal Daniel.
No le hacía gracia. Ninguna, ninguna gracia.
Cogió el móvil y marcó el número de su amiga.
"Atomi. Para esta noche quiero todo lo que haya sobre Daniel Smith, alias Sthimd. Y averigüa de una vez lo que hay con Potter. Ah, sí, la Inversión no podrá ser realizada, el Dorado se nos ha adelantado. ¿Has llamado a los Dai-jon Hi?"
De repente, el tiempo que era necesario para que terminase la exposición le parecía interminable. Y ni siquiera había acudido Potter.
n/a Bueno… Empiezan a fallar los planes? Ehhhh, iba a decir algo aquí y era algo importante…. Sí!! LO SIENTO!!!! Más de un mes!!!!!! No tengo excusa (cuando tenga, os la daré, no lo dudéis :P)Diréis… Esta pesada… Y encima querrá que le enviemos más reviewwwws… Emmmm… sí……. Pero he decidido que la próxima semana publico el siguiente capítulo, contra viento y marea si es necesario…. PROMETIDO. De vdd!!! Me perdonáis???
A ver… pasemos a los reviewwws… el placer de escribir…
Avenger Némesis: GRACIAS!!!! Si el mundo fuera un pañuelo, serías mi moquito preferido, de vdd ;P. NO eres pesada… Y menos eres PESADA. Eres GENIAL!!!! No te preocupes por escribirme insistiéndome, que eso es lo único que me motiva, ya lo sabes… Y… nada… que, aunque en este capítulo no pasan muchas cosas… en el próximo mejora. Palabra!!
erica: Gracias por el review!! Eres la tercera persona que me escribe ;) Eso se merece un premio!!! La respuesta a tu pregunta es sí, se enterará. Y dirás: Idiota! eso ya lo sé! dime cuando! Vale, vale, no nos pongamos nerviosos… Lo descubren tres o en cuatro capítulos. La vdd es que hay pistas antes. Pero como hemos podido comprobar la inteligente del grupo es Atomi y el pobre Draco se abruma enseguida cuando pasan cosas inesperadas… Jajajajajaja!!! Me gusta !!!!! Espero que te haya respondido a tu pregunta. Cualquier cosa más: reviewww (botoncito GO;P)
Pajaro-de-fuego: Ejm… Emmm… Gracias por el review!!!! He tardado bastante verdad? Pero lo siento :'( Y el prox llega enseguida J. Venga… bss!!!!!!
Bueeeeeeeeenooooo…
Una vez dicho todo… Me despido. Esta vez: Hata la próxima semana!!!!!
Escribidme!!!!!!! (casi m da vergüenza pedirlo xo… plis?)
