Disclaimer: D·N·Angel y sus personajes no me pertenecen y no saco ningún provecho económico con esto.
Notas de la autora: Sobre este fic no tengo mucho que decir salvo que es sobre mi personaje favorito Satoshi Hikari. ¡¡¡Me encanta este chaval, yo quiero uno así para mí de carne y hueso!!! XD No echen mucha cuenta a estas picas raras que me dan de cuando en cuando XP. Dejen reviews, please.
Un ángel en soledad
Se asomó un instante a la ventana, observando las sombras oscuras de la cuidad, iluminada por las pocas luces que aún quedaban encendidas. Levantó la vista, al cielo. Era una noche sin luna y la espesa negrura parecía haberse tragado hasta las estrellas. Aquella negrura le gustaba, calmaba su espíritu.
Se fijó en su reflejo en la ventana. Su pelo azul caía suavemente sobre unos ojos aún más azules y profundos que la negra noche que tanto le gustaba.
Azul. Decían que el azul era el color de la serenidad, la tranquilidad, la templanza. Eso se podía aplicar a él. Pero el azul también era un color frío, como el hielo, como su alma…
Se apartó de la ventana corriendo las cortinas. Miró el reloj de la pared. Ya era tarde, sería mejor acostarse que mañana tenía clase y no sabía si, probablemente, tendría también trabajo. Se puso el pijama rápido y se acostó, apagando antes la luz.
Estaba sólo en aquella fría cama, sólo en esa casa, con la única compañía de las borrosas sombras que se formaban en la penumbra del cuarto.
Cerró los ojos, tratando de dormir, y a su mente acudió la imagen de Niwa. Intentó pensar en otra cosa pero no pudo. El pequeño pelirrojo era su obsesión, su pasión, su deseo. Era lo único que aún le daba esperanzas para seguir adelante.
Volvió a pensar en él, recreándose en cada imagen, cada instante que habían compartido juntos. Su cabello rojo era suave y sedoso a pesar de estar siempre revuelto, su piel, cálida, sus sonrisas eran sinceras y dulces, y sus ojos siempre lo miraban de forma inocente.
Eso era lo que más le gustaba de Niwa, su calidez, su dulzura, su inocencia…todo lo que a él le había sido arrebatado, todo aquello que apenas había podido conocer.
Se había visto obligado a poner un caparazón de hielo a su alma, prohibiéndole la entrada a todo el mundo, sin embargo, el pelirrojo había logrado colarse y estaba derritiendo su caparazón. Esa actitud tan confiada y despreocupada que tenía con él, a pesar de saber que dentro de él estaba Krad, y que había intentado matarlo, lo desarmaba por completo. Aquello rompía todos sus esquemas y hacía que perdiese todo el autocontrol que se había visto obligado a tener sobre sus emociones.
Poco a poco, el pequeño pelirrojo, como le gustaba llamarlo, se había ido haciendo un hueco en su corazón, haciéndolo disfrutar de cada rato que estaban juntos; pero haciéndolo sufrir cada vez que se separaban, cuando lo veía con Harada, cuando debían enfrentarse.
Había infringido la más importante de todas las reglas, tomarle cariño a su enemigo, o mejor dicho, enamorarse de él. Aunque eso no importaba, Niwa jamás lo querría, él sólo lo veía como un amigo, un buen amigo.
Estaba acostumbrado a la soledad. Siempre había estado sólo, así que aún podría seguir estándolo. La diferencia es que ahora contaba con el cariño de Niwa, aunque éste no fuese exactamente el tipo de cariño que él quería, pero le bastaba. Si Niwa era feliz, él también lo sería y siempre haría todo lo posible para que el pequeño pelirrojo no perdiera su sonrisa inocente.
-Daisuke…-susurró un ángel en el silencio de la noche.
Entonces, Satoshi Hikari quedó dormido en la soledad absoluta de su cuarto.
Miércoles 31 de marzo del 2004
Aroa Nehring
