Dagorlad: Una puerta al infierno

El Otoño comenzaba a declinar poco a poco, como siguiendo los pasos de las incontables huestes de la Alianza. Un mar de variadas armaduras, lanzas y estandartes se deslizaba hacia el sur, hacia la Puerta Negra de Mordor. Atrás habían quedado los últimos atisbos de vegetación junto con Bosqueverde, oculto tras El Páramo y las quebradas. El frío viento del Noreste barría las estepas, agitando la hierba seca, hasta que chocaba contra las Emyn Muil; helando más los corazones que los cuerpos, pues su sonido parecía un lamento sin letra.

Una violenta ráfaga le arrancó a Galadriel la capucha gris, sus cabellos ondearon un instante cual furtivo rayo de sol en la perenne oscuridad. Contempló a los ejércitos, orgullosa y angustiada por igual. El núcleo central lo componían los númenóreanos de Elendil, los enanos de Dáin y los noldor de Gil-galad y Elrond, con una pequeña aportación de teleri de Círdan. En el flanco izquierdo se encontraban los arqueros de Bosqueverde al mando de Thranduil, mientras, en el flanco derecho, ella cabalgaba con los arqueros de Lórinand liderados por Amdír.

- ¿Preocupada? -. Glorfindel se había puesto a su altura, llevaba la cabeza descubierta y el rostro sonrojado daba fe de una reciente cabalgada.

- No más de lo estrictamente necesario – respondió Galadriel – Otra vez te has ofrecido como explorador -.

- Avanzar tan despacio me crispa los nervios – explicó, encogiéndose de hombros – Nos hemos deshecho de todos los puntos de observación que hemos encontrado, aún así, me temo que el Enemigo sabe perfectamente que algo se avecina; las Montañas de Ceniza ya son visibles desde aquí y no creo que nuestros ejércitos sean algo que pase desapercibido en una llanura como ésta -.

- ¿Has visto a Celeborn? -.

- Vuestro esposo se encuentra con Thranduil, tenían... -.

Glorfindel calló bruscamente al percatarse que la dama eldarin ya no le prestaba atención, miraba fijamente un punto hacia el suroeste. El claro sonido de varios cuernos rasgó el aire.

- ¡Anárion, el príncipe Anárion ha llegado! – clamaron alegremente las tropas de Elendil.

Un trémulo resplandor se alzó en el horizonte, todos los soldados de Gondor caminaban o cabalgaban tras su señor. Un pequeño grupo se había adelantado al ejército; el estandarte del Árbol Blanco y las Siete Estrellas brillaba en las sobrevestas de los guerreros, el que iba en cabeza se parecía muchísimo a Elendil, sobre todo en el momento en que sonrió al reencontrarse con su padre.

- Nuestros últimos refuerzos – apuntó Galadriel en un suspiro – Lo próximo que aparezca en el horizonte no será tan bienvenido -.

Tras haber asentado un campamento base, donde aguardarían los sanadores con algunos soldados de reserva, la Alianza prosiguió su camino hasta detenerse a escasas ochenta millas de la Puerta Negra. El Morannon estaba abierto y vomitaba sin cesar hordas de orcos y trolls, mientras en la llanura ya aguardaban las legiones de Orientales, Sureños y Númenóreanos Negros de Umbar.

En semejante campo de batalla, la única estrategia posible para Sauron era la de atacar con todas sus fuerzas, de manera que Gil-galad y Elendil idearon una formación defensiva; dejarían que las hordas enemigas se estrellasen contra ellos, desgastándose, y luego les responderían con una contraofensiva envolvente.

- ¡Arqueros en primera línea! – ordenó Galadriel.

Los elfos de Lórinand y Bosqueverde, junto con un nutrido grupo de dúnedain, se apostaron para frenar el embate. Después, cuando el enemigo estuviese a punto de caer sobre ellos, la infantería se adelantaría para cubrirles.

El fuego del Orodruin tiñó la negrura que les envolvía de un color rojo sangre. Cuernos de batalla sonaron procedentes del otro lado de la llanura. Los orcos cargaron en primer lugar.

- ¡Tangado a chadad! -. (preparados para disparar)

Las manos de Galadriel se crisparon sobre las crines de su montura mientras veía acercarse a los orcos, la preocupación dio paso a las incontenibles ganas de esgrimir el acero en combate. Echó un último vistazo a su izquierda, observando el poderoso despliegue de fuerzas de la Alianza.

- ¡¡¡Hado!!! – (disparad)

Los orcos se derrumbaban alcanzados por flechas de plumas blancas, amarillas y verdes. Una y otra vez los arqueros cargaron y dispararon. El ejército enemigo tenía que pasar por encima de una maraña de criaturas muertas para llegar hasta ellos, pero lo consiguieron.

- ¡Infantería! -.

Los arqueros no cesaron de disparar, mientras los guerreros de a pie los adelantaban y cargaban contra los orcos. Elrond e Isildur enarbolaron sus espadas al frente de sus soldados con una fiereza inusitada. Cuando parecía que no resistirían más, Gil-galad cargó por el flanco derecho y Elendil hizo otro tanto por el izquierdo, Aiglos y Narsil, y los pocos orcos supervivientes se batieron en retirada.

- ¡Túre! – clamaron al unísono los ejércitos de la Alianza. (victoria)

Galadriel sonrió al Rey de los Noldor cuando éste pasó por su lado, resplandeciente por el triunfo.

- Sólo hemos ganado el primer asalto – dijo Gil-galad – Debemos reagruparnos y prepararnos para el siguiente embate -.

- Envía a los enanos por detrás de esa colina, ellos solos se bastan para desordenar a la próxima horda que se nos acerque, después sólo debemos atacar en formación de nernehta y los arrasaremos –. Las palabras de Galadriel sonaron prácticamente a una orden.

- Es una buena estrategia – asintió el rey – Además, creo que nuestro enemigo nos azuzará una vanguardia de trolls para abrir brecha secundados por humanos -.

- ¿Trolls?... mis guerreros traen cuerdas de hithlain -.

Una amplia sonrisa iluminó el hermoso rostro de Ereinion al captar la idea de la dama eldarin.

- Habla con Thranduil, que sus arqueros nos cubran; tú y tus galadhrim ocupaos de los trolls; le explicaré a Elendil y Dáin nuestro plan – dijo apresuradamente, dando media vuelta con el caballo.

- A la orden – rió ella.

Galadriel congregó a sus capitanes y les dio instrucciones.

- Haldir, comunícale a Thranduil la estrategia de este segundo asalto -.

- Enseguida, mi señora -.

Apenas habían terminado de tomar las nuevas posiciones, cuando se les echó encima un nuevo ataque. Orcos, trolls y humanos. Elendil envió a Anárion y sus hombres contra los orcos y Galadriel avanzó a pie con sus elfos, agrupados de cuatro en cuatro, portando cuerdas. Todo bajo una oportuna lluvia de flechas.

Las bestias se vieron ligeramente desconcertadas cuando tropezaban con finos hilos plateados y caían cual torres pétreas, una vez en el suelo los elfos los remataban sin mayores problemas con sus esbeltos puñales.

Un griterío desconcertado se alzó a un centenar de metros por detrás de los trolls, sin duda los enanos de Dáin ya debían estar poniendo a prueba sus hachas contra los humanos. Galadriel frunció el ceño, entre preocupada e incrédula observó a Celeborn y Amdír dirigiendo a una tropa de guerreros de Bosqueverde y Lórinand que había acudido en ayuda de los naugrim.

- ¡Caballería, formación de dírnaith! – ordenó la poderosa voz de Elendil - ¡Herio! -. (cargad)

Los caballeros cargaron en una formación de punta de flecha perfecta, se clavaron en mitad de los alborotados enemigos y los barrieron del campo de batalla. En esta ocasión no quedó nadie que pudiera retirarse de vuelta a Mordor.

- Hasta el momento el sistema de turnos ha funcionado, pero empezamos a tener pérdidas de consideración -.

La observación de Círdan apagó un poco el ánimo de los reyes y capitanes presentes, incluida la propia Galadriel. El día anterior se había visto metida de lleno en una seria refriega nocturna, ante sus ojos habían sido exterminada una veintena de noldor, elfos a los que conocía personalmente.

- Llevamos cuatro meses aquí atascados, en un combate sin salida donde cada instante que pasa mueren quendi y edain – prosiguió el rey dúnedain – Yo no puedo seguir en este estado de tablas, hay que encontrar una solución -.

- No es sólo el hecho de combatir, quizás los elfos seáis inmunes pero nuestros soldados sufren las hechicerías del Señor Oscuro, cualquier día darán media vuelta y saldrán corriendo ante esos Nazgûl, por mucho valor que posean – añadió Isildur.

- ¿Qué proponéis entonces? – inquirió Gil-galad, exasperado – No sois los únicos que estáis perdiendo a gente en esta guerra, son cientos ya los elfos enterrados en esta maldita llanura -.

Y estalló la tercera trifulca en lo que llevaban de reunión. Los ánimos estaban crispados, la desesperación no tardaría en acosarles con la misma intensidad que los ejércitos de Sauron.

- Enojándonos no conseguiremos nada – intervino Celeborn, un vendaje asomaba por el cuello de su camisa – Debemos usar las pocas energías de que disponemos para trazar algún plan, algo habrá que podamos hacer -.

Un elfo asomó la cabeza dentro de la tienda.

- ¿Qué ocurre Farothol? – preguntó Thranduil.

- Han llegado los refuerzos y las provisiones que esperábamos, alimentos y armas – informó lacónicamente – El jefe de la comitiva solicita ser aceptado en vuestro consejo de guerra, aran nin -. (mi rey)

- ¿Quién es? -.

- La señora Eirien -.

- Hazla pasar -.

La reina de Bosqueverde lucía el traje de combate de su Pueblo, el cabello recogido en una gruesa trenza rubia y un hermoso arco al hombro. Saludó con una somera reverencia.

- Ella es Eirien Cúthalion, mi esposa y reina del Bosque – dijo Thranduil – Estamos intentando resolver la situación de tablas en las que se encuentra esta guerra -.

- Sé que acabo de llegar, sin embargo quisiera proponer algo -.

- Estamos abiertos a cualquier idea, dama Eirien, a nosotros se nos acabaron hace mucho – sonrió agriamente Anárion.

Galadriel se mostró igual de interesada. Su vieja amiga era una excelente estratega y no era la primera vez que entraba en combate.

- La Alianza se forjó con una intención ofensiva, es decir, atacar Mordor; no obstante aquí estamos, atrapados -. Desplegó un mapa sobre la improvisada mesa – Mi opinión es que debemos avanzar, tomar todos nuestros ejércitos y arrojarlos contra el Enemigo, no se esperará nada semejante porque hasta ahora nos hemos comportado tal y como dicta nuestro corazón, con miedo a perder a aquellos soldados que dirigimos -.

- Morirán cientos... miles en semejante ofensiva – objetó Elendil, abrumado.

- Morirán de igual manera si seguimos como hasta el momento, ¡llevamos cinco meses de guerra sin resultados! – replicó Eirien – La primavera ya debería haber llegado pero no lo ha hecho, si no nos mata la guerra lo hará la carencia de alimentos, Sauron está jugando con el clima de este lado de las Nubladas con esa nube negra que oculta las estrellas; ese es el motivo que me trajo hasta el campo de batalla, haceros ver que nuestra situación es crítica -.

Todos meditaron aquellas palabras aunque sabían que la propuesta de Eirien, aún por lo absurda que pudiera parecer, era la más acertada dadas las circunstancias.

- Se hará como sugieres – afirmó Galadriel, su voz un eco de la resolución interna de cada uno, y añadió – Deberíamos enviar los heridos al otro campamento -.

- ¿Querrías ocuparte de ello? – le preguntó Tranduil a su esposa.

Los ojos verdes de Eirien chispearon airados, sin embargo la preocupación que destilaba el rey sinda se abrió paso a través del enojo y ella consintió en cumplir sus deseos.

- De acuerdo, guiaré a los heridos; ¿quién está al mando de los sanadores? -.

- Nadie en particular – sonrió Elrond – La sanadora jefe de Lindon es Aurenar, por Lórinand está Fanari, Isilwen de Imladris y Nimlassiel por Eryn Galen; las cuatro dirigen de manera férrea a todos los sanadores -.

Gil-galad y Elendil salieron de la tienda y repartieron severas instrucciones a los capitanes elfos y dúnedain. Vigilancias de dos horas y sueño en abundancia para todos los soldados. Al día siguiente asaltarían el Morannon.

La mañana llegó como las anteriores, oscura y fría. Galadriel, envuelta en su capa gris, contemplaba la pedregosa llanura envuelta en tinieblas. Apenas había podido descansar, cada vez que se tumbaba sus ojos abiertos al infinito la transportaban a sus peores recuerdos.

El campamento a sus espaldas cada vez se sentía más bullicioso. El sonido de armaduras al colocarse, espadas siendo afiladas, caballos siendo ensillados... pero ni una sola palabra, nadie hablaba en las horas que precedían a una batalla que sería decisiva.

- Altáriel -.

- Aiya Ereinion -.

- ¿Te encuentras bien? -.

- No peor que tú, yo no cargo con el peso de liderar a todas las huestes élficas – respondió afable Galadriel, mas fue incapaz de esbozar siquiera un amago de sonrisa – Hoy será un día difícil, de vivir y de olvidar -.

- ¿Alguna visión? -.

- No lo sé, me cuesta diferenciarlas de los sueños, todos los días contemplo esta llanura sembrada de cadáveres así que no es extraño que sueñe con imágenes semejantes – respondió con el ceño fruncido - ¿Cuándo atacamos? -.

- Dentro de poco, el ejército ya se está desplegando y tomando posiciones – respondió el rey noldo.

- Ahí llega Elendil, dejaré que habléis tranquilos, yo debo reunirme con Amdír y Celeborn -.

La Dama Blanca saludó al rey dúnadan y fue al lugar donde se congregaban las huestes de Lórinand. Al cruzar entre las filas de soldados su mente se vio sacudida por cientos de pensamientos; la angustia producía ese efecto en la gente, sus miedos salían proyectados en todas direcciones e irrumpían en la mente de Galadriel sin piedad.

- Elrond y Gil-galad lo deben estar pasando igual de mal – pensó malhumorada, al tiempo que subía en su corcel blanco.

- Tienes un aspecto horrible, vanimalda -.

Los ojos de zafiro traspasaron a Celeborn, coléricos.

- Y tú deberías haber ido con Eirien, ese hombro no está en condiciones de soportar el combate -.

Se situaron junto a Amdír, aguardando la señal para avanzar. Galadriel contemplaba a los galadhrim; el monarca de Lórinand ahora era Amdír pero esos seguirían siendo sus elfos, como lo era una gran parte de las huestes bajo el mando de Gil-galad.

El claro sonido de una trompeta irrumpió en el opresivo ambiente. Los miles de quendi y edain empezaron a moverse a unísono, un mar azul, negro, verde y gris. Un cuerno, enorme por la potencia de que hizo gala, replicó desde el Morannon, una horrible llamada a la muerte.

Se impuso un paso rápido, enérgico, que no vaciló ni siquiera ante la visión de las ingentes hordas enemigas. Un nuevo toque de trompeta lanzó a la carga a la infantería. El choque fue brutal, en medio de gritos de ira y sufrimiento. Inmediatamente después los enanos se abalanzaron rebanando cabezas orcas en uno de los flancos. Isildur y Anárion acometieron contra el grueso de las fuerzas orientales que amenazaban con traspasar la defensa de su padre. Elrond aguardaba con sus soldados de Rivendel, defendiendo la vanguardia de arqueros de Thranduil y Amdír junto con Círdan.

Un grupo de trolls surgió de detrás de una cresta con sus fieros ojos clavados en los arqueros galadhrim.

- Voy por noldor – le gritó Galadriel a Celeborn – Quédate con Amdír -.

- Ten cuidado -.

Se quitó la capa gris, desenfundó la espada y cargó colina abajo para reunirse con las fuerzas capitaneadas por Gildor.

- Maegovannen – saludó el elda, alegre por la resplandeciente presencia de su señora.

- Sígueme con tus guerreros, allí necesitan apoyo -.

El grupo de noldor abandonó su posición cerca de vanguardia y fueron tras Galadriel, los soldados de Amdír estaban a punto de tener graves problemas con los trolls.

- ¡Elbereth! – clamó la dama. La afilada hoja de su espada segó los tendones de la pierna de un troll haciéndolo caer. - ¡Derribarles! -.

En medio de lluvia de flechas, gritos, rugidos, espadas chocando, las horas fueron avanzando. La batalla se convirtió en un cúmulo de dantescos combates dispersos por la llanura, visto desde el aire habría parecido que dos hormigueros habían entrado en guerra.

- ¡Indagor!, ¿qué ocurre? -.

Galadriel sacó su espada del cuerpo de un oriental y miró al sinda que conversaba con Amdír.

- ¡Trolls!, han traspasado nuestra defensa, Thranduil y Círdan requieren ayuda -.

- Los han enviado por nuestra retaguardia, ¡demonios!; yo me encargo -.

Celeborn hizo que Indagor montara con él en el caballo, y se llevó un centenar de galadhrim antes que Galadriel pudiera protestar. A pesar de la confusión reinante, aún pudo verle reuniendo a todos los soldados dispersos que encontraba a su paso.

- Ilúvatar, protégele – rogó en silencio, descargando su espada sobre la cabeza de otro enemigo. - ¡Amdír! -.

El rey sinda ordenó otra tanda de disparos y miró a la dama eldarin.

- Los soldados de Gildor os cubrirán, yo voy a comprobar como están en otros puntos -.

- De acuerdo, nos situaremos allí, para cubrir con los arcos a los elfos de aquellas posiciones -.

En su camino, Galadriel fue ayudando a pequeños reductos aislados e intentó reagruparlos en la medida de lo posible y enviarlos allí donde eran más necesarios los refuerzos.

Pronto se encontró en primera línea de batalla, el lugar donde se sucedía una auténtica carnicería. Llevada por la ira, se arrojó contra los númenóreanos negros, los temibles corsarios de Umbar, en defensa de los dúnedain.

- Señora -.

- ¡Ah!, ¡Elendil!, veo que os defendéis bien de vuestros primos – dijo ella, cáustica.

- Aquí estamos bien, es allí, donde Gil-galad, donde estaban en problemas hace un momento, mis hijos les han enviado tropas de refuerzo – explicó con voz cansada, la armadura teñida de sangre negra y roja – Ahora me temo que intentarán atacar por el Sur, es el ala del ejército que tenemos más vulnerable, pero yo no puedo prescindir de un solo guerrero, ya les he enviado mis mejores lanceros a los elfos de retaguardia -.

- Veré si puedo encontrar soldados para fortalecer ese lado – afirmó Galadriel – Nai Elbereth varyuva le -.

- Que nos proteja a todos, valerosa señora – sonrió Elendil. Empuñó nuevamente a Narsil y se unió a sus hombres en el combate a la sombra del Morannon.

Galadriel dio un pequeño rodeo, buscando soldados sin liderazgo. Descubrió a Dáin y su gente repartiendo hachazos a diestro y siniestro con bastante éxito, varios dúnedain de Anárion estaban con ellos. Fue cuando reparó en una llama blanca que cruzaba el campo de batalla, Glorfindel.

- ¡Galadriel! -. El Señor de la Flor Dorada le hizo una indicación para que cabalgara junto a él.

- ¿Qué noticias hay? -.

- Elrond, Elendil y sus hijos mantienen firmes la vanguardia... ¡vosotros id a aquel punto, reagrupaos! – le indicó a un grupo de noldor – Sin embargo Thranduil tenía problemas -.

- Lo sé, mi esposo acudió en su ayuda con un centenar de guerreros -.

- Tengo ordenes de Gil-galad de reunir a todos los guerreros que pueda para reforzar ese flanco -.

- Elendil ya le ha enviado a sus lanceros – le informó la dama – Me quedo por aquí un poco más para reafirmar nuestras posiciones, luego volveré con los de Lórinand -.

Con un gesto de la mano Glorfindel se despidió y continuó la marcha. Galadriel volvió grupas y se unió a un numeroso grupo de elfos de Rivendel, que se habían visto separados de la hueste principal de Elrond. Luchó junto a ellos hasta que estuvo segura que los orcos no les superarían, entonces decidió volver con Amdír.

Cual no fue su sorpresa, al encontrarse a gran parte del ejército elfo intentando detener a una recua de olifantes de Harad. Alcanzó a ver a Gil-galad y Glorfindel entre la confusión de noldor, galadhrim y dúnedain, habían tenido éxito en espantar una de las formidables bestias y ésta arremetía enloquecida contra sus propios amos. La batalla se encontraba en su punto álgido, si rechazaban a los olifantes podrían llegar a la Puerta Negra.

Un grito de júbilo recorrió la llanura. El ejército enemigo se batía en retirada y los soldados de la Alianza los perseguían. Galadriel se aproximó a los silvanos de Lórinand, se les veía exhaustos pero satisfechos con su actuación.

- Se harán grandes cánticos de este día – sonrió Fanar al ver a Galadriel, una herida en la cabeza había cubierto parcialmente de rojo su pelo rubio.

- Sin duda – asintió ella, desmontando.

Los estandartes de Elendil y Elrond se alzaron en la cúspide del Morannon, el Señor Oscuro había rendido la Puerta Negra. Pero esa alegría se veía nublada por los cadáveres que cubrían la llanura, elfos y humanos masacrados en su lucha por defender sus hogares y su libertad.

Varios gritos de alegría se transformaron en llantos. Galadriel se volvió alarmada y acudió al lugar donde un círculo de galadhrim se lamentaba. Sobre el suelo gris, yacía el cuerpo sin vida de Amdír. Para la dama eldarin aquello fue como un golpe físico, se quedó de pie, mirándole con un dolor infinito que jamás mostraría abiertamente. Sintió a su lado la reconfortante presencia de Gil-galad; el rey noldo rozó un instante la mano de Galadriel, en un gesto de condolencia, y se marchó.

Despacio, la dama se arrodilló junto al rey, le puso la espada en el pecho y cruzó las manos inertes sobre su empuñadura.

Boe naid bain gwannathar,

Boe cuil ban firitha.

Boe naer gwannathach,

Hiro hyn hîdh ab'wanath.

Todas las cosas deben morir.

Toda vida está destinada a marchitarse.

Tristemente debes marchar,

encuentra la paz después de la muerte.

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N. de A.: Gracias a todas las que me habéis dejado reviews: cari_chan, Anariel, arwen_chang, Nariko, Elloith, Selene y Lothluin!!! Me han animado tanto que he escrito otro capi enseguida. ;-)

Cari_chan espero que perdones que te gocheara un poco la escena de los olifantes. ^^ Me gustó mucho.

Sólo un par de aclaraciones. En primer lugar, ¿qué es un nernehta y un dírnaith?, en realidad son lo mismo, un sistema de ataque en punta de flecha. Aparece en los Cuentos Inconclusos.

Y, en cuanto a esta estrofilla final, ya me gustaría a mí que fuese mía. Los tres primeros versos pertenecen a la canción "Aliento de Vida" de la BSO de LDT. El último párrafo es lo que dice Legolas en la peli cuando encuentran la hoguera de orcos junto a Fangorn y creen que los hobbits han muerto.

Bueno, a ver si sigue la racha creativa.

Tenna rato!!! ^^