Luz y lagrimas

Desorientados. Sí, aquella era la palabra que mejor definía el estado en que se encontraban los victoriosos ejércitos de la Alianza. Siete años de guerra y la muerte de sus reyes les habían dejado a todos una sensación amarga, de triste alegría.

Durante la primera semana la mayor parte de los esfuerzos se centraron en arrasar lo que quedaba de Barad-dûr y enviar mensajeros a los diferentes reinos. Una vez se dio por finalizada la campaña, los ejércitos realizaron los preparativos para dirigirse a sus respectivos hogares.

Isildur tomó a su gente y se dirigieron a Gondor, el reino númenóreano que había quedado huérfano tras la muerte de Anárion y que más había sufrido los ataques del Señor Oscuro; allí es donde comenzarían la reconstrucción, Arnor podía aguardar bajo la regencia de la esposa de Isildur y su hijo pequeño.

En cuanto a los elfos, la situación era más grave de lo que parecía. Los grandes señores que habían sobrevivido a la última batalla se reunieron para tomar decisiones: Círdan, Elrond, Celeborn, Galadriel y Thranduil.

- Debemos llevar el cuerpo de Gil-galad a Lindon – dijo Círdan, con voz apagada.

- El camino más rápido es el Paso del Norte, el Cirith Forn – apuntó Galadriel.

- El Paso de Calenardhon también es una opción factible, además ahorraríamos el tiempo que nos restaría cruzar las Nubladas -.

- No es sólo eso, mi señor Círdan – replicó la dama – Deberíais ir por el Norte para pasar por Imladris, es el lugar idóneo para que Elrond tome el gobierno de los Noldor -.

- Y mucha de vuestra gente os espera en el Valle – añadió Celeborn – Elfas que han perdido a sus esposos e hijos -.

- De acuerdo, vuestros argumentos son de peso, tomaremos el camino de Imladris – concedió Círdan.

- Os acompañaremos hasta el Vado – intervino Thranduil – Luego regresaré al bosque con mis tropas -.

Poco más quedaba por decir. Círdan y Celeborn se quedaron en la tienda trazando la ruta más acertada, y Lothlórien era una de las paradas obligatorias; Amroth actuaba como regente del bosque pero debía ser investido con la corona que perteneció a Amdír, su padre.

Galadriel vio a Thranduil desaparecer entre las otras tiendas y el ajetreo del campamento.

- Sufre – dijo Elrond, deteniéndose junto a la Dama Blanca.

- De una manera que nosotros sólo alcanzamos a imaginar – asintió ella – Aún se debate entre seguir a Eirien o permanecer con el hijo que ella le dio -.

- Ha sido una pérdida horrible... me estremezco de sólo pensar en aquellos que nos esperan en Rivendel, en los que miraran hasta el último de los soldados y, entonces, comprendan que aquella persona a la que amaban no volverá jamás -.

- ¿Te despediste de Isildur? -.

- Podría decirse que sí, aunque nuestra amistad ha sufrido un duro revés – respondió el medioelfo, sus hermosos ojos grises oscurecidos por la pesadumbre y el cansancio – Lleva el Anillo colgado del cuello, expuesto, y no pude reprimir del todo el enojo que me producía contemplarlo -.

- Dicen que discutisteis – comentó Galadriel con voz átona.

- Debí haber hecho lo que sugirió Glorfindel -.

La dama eldarin le sonrió brevemente, consciente que Elrond bromeaba; él era incapaz de levantar una mano contra aquellos a los que apreciaba y, a pesar de lo ocurrido con el Anillo, el medioelfo aún quería a ese Señor de los Dúnedain.

Transcurrieron los días y el ejército elfo empezó a levantar el campamento, ya nada les retenía en aquel lugar.

Galadriel estaba dando algunas indicaciones a sus galadhrim, cuando Celeborn, Farothol y Osanwë se aproximaron a ella con expresiones de preocupación muy parecidas entre sí.

- ¿Qué sucede? -.

- Thranduil; hace tres días que nadie le ha visto – contestó su esposo.

- Sé donde encontrarle – dijo Galadriel – Yo misma iré a avisarle de nuestra pronta partida -.

- Hannad le, señora – sonrió Osanwë – Nos tiene muy preocupados desde la muerte de nuestra reina -.

- Celeborn, termina de organizar a nuestra gente; en cuanto vuelva con Thranduil partiremos -.

Galadriel montó en su caballo y se alejó por la verde llanura hacia el Oeste. Disfrutó de la cabalgada bajo los brillantes rayos del sol, embebiéndose del aroma de la primavera. El Anduin resplandecía como si fuera de plata líquida. Allí, en su orilla, un grupo de sauces se inclinaba sobre las aguas, acariciándolas al ritmo de la brisa; una figura se hallaba sentada sobre las gruesas raíces, casi formando parte del mismo paisaje por su capa verde musgo.

De un ágil movimiento, Galadriel desmontó y dejó que su caballo tascara libremente con otro ejemplar gris. Con movimientos pausados, se aproximó al elfo que miraba sin ver el fluir del Anduin.

- Thranduil -.

- Todavía no habías venido a despedirte de ella – le atajó el rey del bosque – Ni siquiera estuviste aquí cuando... cuando se la entregué a las aguas -.

- Sabes que en esos momentos no podía ausentarme del campamento, me necesitaban -.

- ¿Te necesitaban? -. Thranduil soltó una carcajada impregnada de amargura - ¿Y dónde estaba la poderosa Ninquenís cuando mi esposa la necesitaba? -.

Galadriel soportó su sarcasmo y avanzó un par de pasos para poder verle el rostro. Él la encaró, con la expresión de aquellos que han llorado tanto que se han quedado sin lagrimas.

- Dime, Galadriel, ¿acaso tu poder no te lo advirtió?, ¿no te mostró su muerte? -.

No contestó. No hacía falta.

Del estupor inicial, Thranduil pasó a un estado de cólera desatada.

- ¡Lo sabías! – se incorporó - ¡Por todos los Balain!, ¿y por qué...? -.

- Porque no puedo alterar el Destino -.

- ¿¡Qué!?, ¡llevas entrometiéndote con el Destino desde que llegaste a Doriath!, ¿por qué, justo cuando una de las personas más importantes de tu vida estuvo en peligro, no hiciste nada? -.

- Porque desde Doriath he intentado cambiar lo que no se puede, el Destino es Ilúvatar y nadie puede truncar aquello que Él ha decidido -.

- Mentirosa, ¿y Sirion qué fue, una farsa? -.

- Preparamos el camino para la unión de Eärendil y Elwing, nada más, porque los Noldor nos siguieron y cometieron una segunda matanza en la que murieron aquellos que debieron haberlo hecho en Doriath -.

Thranduil se acercó hasta encontrarse frente a frente con la dama eldarin, clavó sus ojos en los de ella aunque resultase realmente difícil soportar el poder que irradiaban aquellos zafiros.

- Hablaste con ella cuando nació Legolas, ¿veías ya lo que sucedería? -.

- No exactamente, sólo que ella no viviría para ver la Tercera Edad -.

- Le sonreíste, y tú eras consciente... no quiero volver a saber de ti en lo que me resta de existencia -.

Galadriel le miró, dolida.

- Yo no tengo la culpa de la muerte de Eirien, nadie la tiene -.

- Podrías haberle advertido -.

- Thranduil, en mis largos años de vida he amado a muchísimas personas y a casi todas las he visto sufrir y desaparecer, de nada sirvió mi poder entonces y de nada sirve ahora. Aquellos Eldar que no abandonen la Tierra Media están abocados a morir irremediablemente, o a extinguirse como un fuego al que se ha privado de aire; estoy condenada a perder todo lo que amo sobre la faz de la tierra, así que no intentes hablarme de sufrimiento y muerte, no a aquella que vive día a día bajo su sombra -.

El Rey del Bosque contempló a Galadriel, pura luz bajo la irradiación del sol, más hermosa y resplandeciente que nunca, emanaba un poder difícil de creer; y, sin embargo, sus ojos de zafiro estaban anegados en lagrimas. Luz y lagrimas. Poder y sufrimiento.

- Porque cuando te miro no es sólo a ti a quien veo, Thranduil – la voz de la dama se tornó ominosa - Veo niños alzando la mirada y pidiendo clemencia, veo amantes sorprendidos por el alba entre besos ardientes, veo lobos hambrientos aullando en la cima de una colina, veo a un anciano arrastrarse hasta el pie de su ventana para ver ponerse el sol al igual que su vida, veo tormentas y barcos que naufragan, veo a una mariposa volar hacia el único haz de luz de su encierro para no morir congelada, veo vagabundos llorando en un rincón oscuro, veo presas en agonía temblando su último estremecimiento ante la mordida fatal del depredador, veo miedo y vidas arrepentidas soñando con las oportunidades que perdieron... Tan sólo una imagen, y miles al mismo tiempo. Es la nada, el vacío, el intocable que está tan cerca y tan lejos pero siempre está allí, el sabido por todos y admirado por pocos -.

Thranduil inclinó la cabeza. Un gesto en el que se mezclaban sobrecogimiento, desconsuelo y culpabilidad.

- Perdóname, antes ha sido el dolor quien me ha hecho hablar así; tú sabes hasta que punto amaba a Eirien, no consigo resignarme a no volver a contemplar su rostro, sus ojos del color de las hojas de los bosques de Neldoreth bajo la luz de la luna -.

Ella apoyó su mano en el hombro del sinda; una sonrisa agridulce, de tristeza compartida, asomó a sus labios.

- Debemos volver al campamento, ahora más que nunca has de aferrarte a la vida Thranduil, te necesitan en Bosqueverde -.

- Entiendo – suspiró él – Sólo lamento no haber podido conseguir flores y traérselas antes de partir -.

- Eso sí puedo concedértelo, a ti y a Eirien -.

La dama se arrodillo sobre la hierba y posó su mano sobre la tierra. Durante un instante a Thranduil le fue prácticamente imposible mirar a Galadriel, tal era su resplandor; y cuando al fin pudo hacerlo, ¡maravilla!, todo a su alrededor se hallaba sembrado de flores.

Entre los dos recogieron dos inmensos ramos y los arrojaron a las aguas del Anduin con su última despedida.

- Ethuil gwaew linnatha he, Erien, ne morn uireb uidafnen hennad, i daur ned aur geleriol ú-echuiatha tíro -. (El viento de la primavera te cantará, Eirien, porque en la eterna noche tus ojos permanecerán cerrados, no despertarás para ver el nuevo crecimiento del bosque).

- Namarië Eirien, muinthel ar mellon, nai Ulmo togo na bar le -. (Adiós, Eirien, hermana y amiga, que Ulmo te guíe a casa)

Ambos dieron la espalda al Anduin, subieron en los caballos y cabalgaron de regreso junto a aquellos que les aguardaban.

El sonido de la campana hendió el aire de la mañana. Todos los elfos de Rivendel dejaron las tareas que tenían entre manos, el ejército élfico por fin estaba de vuelta.

La princesa regente fue de las primeras en llegar a recibirles, su presencia plateada destacando contra el verde de la naturaleza. Le acompañaban algunos consejeros y, detrás, el resto de habitantes del Valle, la mayor parte elfas y niños.

Celebrían aguardó paciente, de pie, contemplando como se aproximaban lentamente las tropas victoriosas. Algo en su corazón se estremeció; no había alegría en los que llegaban y, sin duda, eran muchísimos menos de los que habían partido.

- Mae govannen – exclamó cuando los Señores Elfos llegaron a su altura, y aquello fue como una señal para el resto de elfos que esperaban junto a ella, todos fueron en busca de sus seres queridos.

Celeborn fue el primero en abrazar a Celebrían.

- Cuanto me alegra verte, tithen loth -. (pequeña flor)

- Os he echado mucho de menos, ada -. (papá)

La princesa se liberó del abrazo de su padre para poder saludar a su madre. Galadriel la estrechó con la misma intensidad, algo que sorprendió a Celebrían, pues su madre no solía ser tan abierta con sus sentimientos en público; en verdad debía haber sido dura la guerra.

- Nana – musitó, feliz de tener a sus padres de regreso. (mamá)

La mirada plateada de Celebrían reparó entonces en el Señor de Imladris; él aguardaba junto a su montura, solo, abatido, observando los reencuentros que se sucedían a su alrededor y escuchando los primeros llantos por los caídos.

- Ve con él – susurró la dulce voz de su madre.

Celebrían se acercó al medioelfo. Él, sonriendo por primera vez en semanas, inclinó la cabeza a modo de saludo. Sin embargo, ella correspondió abrazándole con la fuerza de quien ha temido perder algo durante demasiado tiempo. Galadriel sonrió.

Dan io-anann os si gwannant
A mas, ú-bedir ithronath;
An gîl dîn na-dúath di-dhant,
vi Mordor, ennas caeda gwath.

El canto que resonara a los pies del Orodruin, volvió a atravesar los corazones en Rivendel. Los hermosos rostros élficos miraban sobrecogidos el cuerpo cubierto por una tela blanca, varios guerreros lo portaban hacia el interior del palacio.

Galadriel reconoció entre ellos a Vorondil, uno de los mejores amigos, capitanes y consejeros que Ereinion había tenido, y que intentaba en vano no echarse a llorar.

Glorfindel se había ofrecido voluntario, junto con otros miembros de su linaje, para organizar el campamento que diera cobijo al numeroso ejército de Lindon, Elrond se lo agradeció antes de guiar a los porteadores hacia la Casa.

Era ominoso. La primavera que hacía resplandecer el Valle no tenía cabida en la Casa de Elrond, allí sólo se lloraba. La luz de las estrellas era la única que alumbraba los pasillos y estancias, suficiente para los ojos élficos.

Un solitario roce de tela contra suelo y alfombras era el único sonido que producía el paso de una figura blanca. Galadriel abrió la puerta silenciosamente y entró en la cámara donde reposaba el cadáver de Gil-galad.

Todo allí era oscuridad, excepto el haz plateado derramándose sobre el lecho fúnebre que ocupaba el centro de la estancia. Allí, entre sedas y flores blancas, el que fuera Señor Supremo de los Noldor parecía dormir. Sus manos cruzadas sobre la cintura, el cabello dorado enmarcando cual aureola un rostro arrebatadoramente hermoso, sí, hermoso y sereno. Le habían vestido con una túnica azul, en el pecho aparecía el emblema romboidal con las estrellas. A su derecha descansaban los dos fragmentos de Aiglos, a su izquierda la corona que había pasado de Turgon a Idril, de Idril a Eärendil, y de Eärendil a él.

La Dama Blanca rozó las manos exánimes, frías. Gil-galad había partido.

- No te dije nada, pero lo sabías – musitó Galadriel – Cuando hablamos en la tienda tú sabías que no ibas a volver, y acudiste al campo de batalla... y no fue en vano, ahora los Pueblos Libres pueden vivir en paz, aunque me temo que la Sombra no ha sido derrotada del todo -.

Apartó un mechón dorado de la frente del rey muerto.

- El Anillo ha sobrevivido y con él lo ha hecho el Señor Oscuro, volverá a alzarse y yo seguiré aquí, en Endor, preparada en todo momento para hacerle frente y combatirle como he hecho desde que pise estas costas. Los Tres Anillos Élficos nos serán de gran ayuda para reparar el mal que se le infringió a la tierra, sólo roguemos para que Sauron no recupere el Único y malogre todos nuestros esfuerzos -.

La brisa se coló en la habitación, portando el aroma a flores y los cantos de los elfos.

- Ya te has hecho un sitio en las leyendas, mi querido Ereinion – sonrió Galadriel – El último rey de los Noldor. Sí, Elrond se ha negado a aceptar la corona; consiente en ser el Señor de Imladris y fuente de consejo y refugio, pero no desea ser el Rey. En parte le comprendo, yo también he renunciado a reinar; Amroth ha tomado el gobierno en Lothlórien con mi bendición y la de Celeborn. Círdan gobernará Lindon, aunque muchos noldor y sindar han decidido embarcar al Oeste, demasiados; hemos ganado la guerra, pero nuestro Pueblo ha sufrido un golpe demasiado fuerte como para seguir siendo el mismo, la gloria de los Edain empieza a sobrepasarnos -.

Tomó una de las flores blancas, una nimphredil.

- Condenados a olvidar y a ser olvidados... -.

El apenas imperceptible crujido hizo volverse a la dama eldarin.

- Elrond -.

- Disculpadme por la intromisión -.

- No hay nada que disculpar, ambos estamos aquí por lo mismo -.

El medioelfo se aproximó a la zona iluminada. La estrellas arrancaron destellos a sus ojos grises y a los escasos adornos de su túnica granate oscuro. El pelo azabache se derramaba libre de ataduras, acentuando la gravedad de sus rasgos.

- Parece imposible, incluso ahora – comentó Elrond, rozando brevemente las manos del rey noldo como hiciera antes Galadriel – He estado todo el día hablando con aquellos que han perdido a sus seres queridos en la batalla... son tantos, la mayoría marchará a Mithlond, a Aman -.

- Nada será igual -.

- Lo sé, otra Edad del mundo ha quedado atrás – asintió con tristeza - ¿Qué haréis ahora? -.

- Tranquilo, Celebrían permanecerá a tu lado de cualquier modo – sonrió ella.

Él le devolvió la sonrisa, se había acostumbrado a las afirmaciones directas de Galadriel con respecto a la relación entre él y la princesa.

- Suponía algo parecido, mi pregunta iba referida a Celeborn y a ti -.

- He estado hablando con mi esposo, ambos deseamos tranquilidad y aislarnos un poco de los sucesos del mundo – respondió Galadriel – Acompañaremos a Círdan a Lindon para ayudarle y asistir a los funerales por Gil-galad. Después nos gustaría disfrutar un tiempo en Imladris, hasta vuestra boda, y entonces, es probable, que nos traslademos a las cercanías de Edhellond, el puerto élfico nos proveerá de lo necesario -.

- Entiendo -.

El silencio se adueñó de la estancia. Un silencio sereno, reflexivo, compartido.

Galadriel fue la primera en retirarse, dejando que Elrond se despidiera a solas del que fue su señor y su amigo durante milenios.

- Somos iguales, Elrond, tú y yo, ambos veremos como todo nuestro mundo se marchita y lo perderemos todo antes de abandonar estas Costas -.

Una vez las gentes de Lindon se recuperaron del largo viaje, decidieron emprender el último tramo que les separaba de sus añoradas playas. Llevarían a Gil-galad con ellos y sería embarcado rumbo al Oeste, era el único sepelio digno de él.

El ejército élfico avanzó sin detenerse por las tierras de Eriador, convertido ahora en una inmensa procesión de seres tan hermosos como tristes. Las arpas y las voces élficas se dejaron oír en cada valle y cada colina, lamentando la pérdida del último de sus reyes, llorando porque muchos partirían de la Tierra Media para no volver nunca.

La comitiva transitó bajó la sombra de Amon Sûl. Una solitaria campana resonó en lo alto, una cadencia grave y lenta. Los dúnedain daban su último adiós también a Gil-galad.

Por fin, llegaron a Lindon cuando el día moría en el mar. Centenares de elfos les aguardaban para darles la bienvenida, la mayoría madres, esposas e hijos. Sin embargo no era un recibimiento alegre; demasiados elfos habían caído en la batalla y perder a su amado rey hacía todo aquello aún más doloroso.

- ¿Te sientes indispuesta? -.

Galadriel, más pálida que de costumbre, sonrió un momento a Celeborn para tranquilizarle.

- Su sufrimiento – musitó, mirando compasiva a las elfas que estallaban en llanto al no ver a quien esperaban – Es un eco del que yo misma sentí y aún siento -.

En cuanto llegaron a las proximidades del gran palacio de Forlindon, las huestes se dispersaron y cada soldado volvió a su casa. En el gran salón principal, iluminado por escasas lucernas, aguardaba el Consejo regente para recibir personalmente a los capitanes y Señores Elfos.

Una dama se adelantó, procuraba mostrarse digna aunque no cesaba de lanzar miradas furtivas a uno de los capitanes y a la desconsolada elfa que le acompañaba.

- Mae govannen... -.

- Nirie, creo que podemos prescindir del protocolo – intervino Círdan – Son duros días para todos -.

- Sí, señor Círdan -.

La dama sindarin hizo un gesto y varios criados se hicieron cargo de las capas de los recién llegados.

- La cena está lista, pueden pasar al saloncito del ala Oeste, es el más confortable ahora en primavera -.

- Hannad le Nirie – agradeció el anciano elfo.

Cuando la mayoría de los presentes se habían adelantado, Nirie abrazó a Vorondil de idéntica manera a como Celebrían lo hiciera con Elrond, también acogió a su hijo Aradan y, por último, pero no menos importante a Arien, todos en un solo abrazo cargado de amor y dolor.

- Ella fue la niñera de Ereinion – dijo la voz de Círdan.

Galadriel le miró sorprendida, no se había percatado de que el Carpintero de Barcos esperaba a pocos pasos.

- Creo recordar que Arien me dijo algo al respecto – asintió ella, andando junto a Círdan – Para Nirie ha debido ser lo más parecido a perder un hijo, igual que en tu caso, señor Círdan -.

- Me hice cargo de él cuando resultaba un niño incluso para los cánones humanos, aún recuerdo la expresión de Fingon al entregármelo y, te puedo asegurar, que era un reflejo de la de Ereinion antes de la última batalla -.

- Fuerza, determinación, tristeza y aceptación -.

- Ah, lo mismo que tú, mi querida niña – un súbito destello ardió en lo profundo de las pupilas de Círdan – Si bien en ti no observo resignación -.

- La hay; hace años que no he intentado combatir el destino, mi último acto fue abogar por esta guerra y, sinceramente, no me siento orgullosa de ello, aunque en el fondo sé que era la única solución. De ahora en adelante, me mantendré al margen de los sucesos de la Tierra Media en la medida de lo posible -.

El Señor de las Falas sonrió tras su barba nívea. Un gesto de diversión que desconcertó a Galadriel, parecía decir "espera, y verás".

Durante todo el día siguiente, los marineros élficos estuvieron trabajando sin descanso. Debían hacer los preparativos para la partida de una veintena de barcos, muchos eran los que abandonaban Endor y muchos más les seguirían en los meses siguientes, poco era lo que aún les quedaba a los Noldor en aquellas costas.

- Dama Galadriel, señora -.

Galadriel dejó de observar el mar y se volvió. De pie, como dudando si salir a la terraza, se encontraba Arien. Su vestido era de un azul tan oscuro que parecía negro, acentuando su perenne expresión desconsolada. Parecía haber transcurrido una eternidad desde que la pizpireta muchacha se presentara ante ella solicitando su ayuda, y, sin duda, no era la misma que ahora aguardaba la respuesta de la Dama Blanca.

- Si os molesto me marcho -.

- ¿Qué deseabas de mí, Avariel? – preguntó dulcemente Galadriel.

- Entregaros algo que no he podido dar personalmente a sus destinatarios – entre sus brazos había dos capas pulcramente dobladas – Las he estado haciendo desde hace años, eran mi regalo para la boda del señor Elrond y la princesa Celebrían, ¿se las entregaréis en mi nombre? -.

- Partes al Oeste -.

Ella asintió.

- De acuerdo, yo llevaré tu regalo – afirmó Galadriel, tomando las prendas.

- Lindon ha muerto con Ereinion – añadió Arien, cediendo a uno de sus impulsos – He estado escuchando hablar a la gente, casi todos los Noldor se marchan a Valinor y los que se quedan han decidido establecerse en Imladris -.

- También se quedarán muchos que no conocen morada fija, mi viejo amigo Gildor es un buen ejemplo – replicó la dama noldo – Y no es Lindon el que ha muerto, sino los corazones de aquellos que lo contemplan -.

Arien sostuvo la penetrante mirada de zafiro, su estirpe noldo más visible que nunca.

Era una mañana cualquiera, una mañana típica primaveral. El viento movía y ondulaba mi pelo. Una extraña sensación recorría todo mi cuerpo. Una sensación de soledad, una tristeza imborrable, un malestar imperturbable. Las hojas caídas de los árboles correteaban a mis pies y parecían estar retándome burlescamente a una carrera, a la que sabían, no tenía fuerzas para participar, mucho menos para ganar.

Ayer... anoche... Avancé a paso ligero por las habitaciones desiertas. Por fin llegué a mi destino. Abrí la puerta sigilosamente y momentáneamente me llegó ese olor tan entrañable característico de que aquél lugar. Me adentré con el corazón latiéndome fuertemente y sin cesar. Tanto y tan fuerte que no cabía dentro de mí.

En ese momento ya no lo soporté más. Me dejé caer al suelo, me desvanecí como quien tropieza al subir un nuevo y distinto escalón. Y lloré, lloré largo y tendido, lloré de manera instintiva, lloré sin poder parar, lloré al sentir esa impotencia, al oler tu aroma, lloré al recordar tu sonrisa, lloré al recordar el sonido de tu voz, y lloré...

Y me dolía estar allí sola; enorme soledad en el silencio de tu habitación. Sólo estaba allí por el deseo de quien te quería. Levanté la vista hacia tu cama, donde reposabas tan sosegado que me hacía tener la impresión de que aún estabas allí, que todavía había vida, tu vida, y no me deja darme cuenta de que aunque no quiera aceptarlo, y no sea capaz de asimilarlo, tú ya no estás aquí.

La gente me dice que es la voluntad del Destino, pero yo no lo creo así, eso no es verdad. No a ti, todavía no, tan pronto no. Yo te quiero tener aquí, conmigo, sin ti no puedo seguir, si tú no estás yo no tengo fuerzas para continuar.

Me levanté del suelo como pude y observé esa flor que reposaba ya marchita a los pies de tu lecho, sin vida, tal cual tú yacías, sin vida, y aún así con esa sonrisa imperturbable que jamás olvidaré.

No puedo más, me voy, cierro la puerta con llave. Todo queda encerrado; no podrá entrar ni salir nada más, pero lo que está siempre perdurará.

Las voluntades y mentes de las dos elfas se separaron. Galadriel había compartido el dolor de Arien y ésta había podido sentir la desolación que acompañaba a la Dama Blanca desde las Guerras de Beleriand. Nada quedaba por decir.

- Namarië Altáriel, hija de Finarfin -.

- Namarië Arien, hija de Ecthelion de Gondolin -.

Desde aquella misma terraza, con la sola compañía de su esposo, Galadriel contempló la partida de los navíos blancos al atardecer. Eärendil brillaba más que nunca en el horizonte, mostrándoles el Camino Recto a los Hijos de los Primeros Nacidos.

"I've tried so hard to tell myself that you're gone
but though you're still with me
i've been alone all along."

(My Inmortal, de Evanescence)

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N. de A.: Lo prometo, para la próxima me pongo más alegre ^^.

Por cierto, estoy sin internet en mi casa así que no me metáis prisa para subir los capis, sobre todo en Semana Santa que tengo muy difícil acceder a un ordenata con conexión a la web. ;_;

Antes de contestar a los reviews una cosa, voy a sobornaros para que me dejéis más mensajes (6). Las personas que me dejen un review (y un mail donde localizarles ^^U) prometo mandarles unos dibus muy chulos entre los que se encuentran Gil-galad, Finrod :)___, Elrond-Celebrían, y tb de Harry Potter si lo preferís (estos son nuevos y no los tienes ni siquiera tú, Mayu). A las lokas de ff.net ya os tengo localizadas, no os preocupéis por el mail. ^^

Bueno, contestemos a los reviews.

arwen_chang: gracias por dejarme un mensaje, aunque fuera telegráfico, a ver cuando nos das señales de vida por ff.net.

Nariko: bueno, como ves sigo con la racha triste tristísima, intentaré ser más alegre en el próximo capi.^^ Sí, yo tb quería pucho a Gil-galad ;_;, que se lo digan sino a cari.

Lothluin: gracias por el review, de nada por lo de Miluinel, encima que te voy gocheando a los personajes de manera indiscriminada :P.

Anariel: entre que aki no paras de llamarme malvada y en el de Fion terrorista creo que me voy a deprimir XD, no puedo evitarlo, sí, soy una perra tratando a mis queridos personajes. ^^

Elloith (esperemos que "lokura" le haga llegar el recado ¬¬): wee, que gracias por el review, por cierto, yo me apunto al club de los ilustres elfos muertos (¿CIEM? X^D).

Cari: weno, ya ves que la muerte de tu Ereinion me sigue dando mucho juego. Espero que no te enfades por el gocheo indiscriminado que he hecho de Arien en este capítulo, ¿te ha gustado el papi que le he puesto?, si no te gusta cambio el capi y seguimos dejando que Arien sea anónima en cuanto a su linaje, pero me hacía ilu contarla entre la nobleza más poderosa de Gondolin.

Gelmir: muchas gracias por los elogios Gelmir. En realidad no monopolizo la inspiración... la tengo esclavizada X^D, aunque hacía mucho que no terminaba un capi de esta hª. Tú sigue con la biografía del querido primito de Galadriel, que la sigo leyendo aunque como últimamente ando perezosa no dejo mucho review que digamos (aunque luego yo los exija XP).

Mayu: insisto... ¡que no soy yo la que se carga a los personajes, que fue Tolkien hace 50 años! Ya estás buscando una ouija para echarle a él las broncas X^D. Por cierto, ¿qué tal va mi fic-premio?, weee, tengo unas ganas de leerlo.

Laia: vaya, tú por aki en vez de por mail, eso me hace happy happy ^^. Gracias por el review.

Siobhan: bueno, tú te mereces el premio a la tenacidad con los reviews, que monstruo, devorar mi hª en 2 días, menuda indigestión X^D. Intentaré responder a algunos de tus comentarios. Me alegra que te guste como trato a Beleg, siempre he pensado que es uno de los elfitos más atractivos del Silma, aunque hay que ver que mala suerte tuvo el pobre con Túrin ¬¬. ¡Wee, he conseguido convertir a otra de las que no soportaba a Galadriel, y en el capi 9 nada menos! (toy happy ^^). Celebrimbor-Galadriel-Celeborn, todo el mundo disfrutó mucho y yo más al escribirlo XD. Otra que me quiere matar por Fendomë, ¿qué les dará este elfo? (me hago una idea X^D), al final creo que va a tener más éxito que el propio Legolas XD. ¡¡¡SIIII!!! ¡Por fin alguien reconoce a Terry y su querido Equipaje!, premio para la señorita ^^U. Como ya te dije, puedes secuestrar a Eirien y a cualquiera de mis personajes cuando gustes; tienes razón, es genial ver como en todos los fics proliferan personajes que saltan de una hª a otra, a mí me encanta.^^

Wee, ya están todos, así que ya sabéis, si queréis premio, dejarme review. XD.

Tenna rato!!!^^