ADVERTENCIA: Este capi no es el 44 de mi hª (seguramente acabe siendo el 60 y tantos), es el capi que se corresponde con el capítulo "Lothlórien" del Señor de los Anillos, aconsejo leer 1º a Tolkien y después este remedo XD.
Lágrimas de Plata
"Peligroso, es cierto – dijo Aragorn – Hermoso y peligroso, pero sólo la maldad puede tenerle miedo con alguna razón, o aquellos que llevan alguna maldad en ellos mismos". Aragorn en La Comunidad del Anillo, cap "Lothlórien".
Era una preciosa copa, hojas de fino cristal entrelazadas, hasta que cayó al suelo llenándolo todo de lágrimas resplandecientes.
- Altáriel -.
Celeborn se detuvo bajo la arcada, sujetando la cortina que separaba su estudio del salón. Su esposa miraba los pedazos de cristal, el rostro descompuesto como si fueran a convertirse en dragones y a abalanzarse sobre ella.
- Altáriel – repitió el sinda, yendo a su lado - ¿Qué sucede?, ¿algún ataque en la frontera? -.
- No. El Anillo Único ha entrado en Lórien -.
Esa sencilla afirmación contenía un mundo en sí misma.
- La Compañía ha llegado, tal y como dijo Elrond – asintió Celeborn – Haré que el grupo de Durmil acuda a la frontera y dé instrucciones a los guardianes -.
- Sí, que se les permita a sus miembros caminar libres por Lórien, incluso al enano que les acompaña – indicó la dama.
Celeborn frunció el ceño. La presencia de un enano dentro del reino iba contra la ley, mas si Galadriel daba aquella orden no sería él quien se opusiera.
- No tardarán en llegar a Caras Galadhon, dos días a lo sumo – continuó hablando ella – Me encargaré personalmente de preparar su hospedaje -.
Una mano se entrelazó con la de Galadriel. Dos plateados ojos se enfrentaron a dos zafiros.
- ¿Te encuentras bien, mi Altáriel? -.
La dorada cabeza se movió con infinita lentitud, en una dolorosa negativa.
- Sentía los ecos del Único cada vez que alguien lo usaba, una punzada en el borde de mi conciencia. Pero ahora, traspuesta mi barrera, su proximidad me afecta tanto como el agua al sediento -.
Celeborn estrechó la nívea mano y la besó.
- Si alguien puede superar esta prueba eres tú, la sabia señora de los Eldar -.
- La sabiduría te pertenece a ti – sonrió Galadriel – Sólo espero que mi voluntad sea suficiente -.
La Dama Blanca rompió el contacto y abandonó la habitación. Su esposo permaneció inmóvil, contemplando los fragmentos de la hermosa copa, recordando el miedo que brillaba en aquellos amados zafiros.
- ¡Haldir! -.
El guardian se descolgó cabeza abajo por el hueco del talan.
- Rúmil, ¿a qué vienen esas voces?. Vas a alertar a media Moria de nuestra posición -.
- Unos extranjeros han penetrado en el bosque, creí reconocer entre ellos la voz de uno de nuestra raza. No tardarán en cruzar el Nimrodel -.
- No te alarmes, con seguridad sea la Compañía que partió de Imladris – sonrió Haldir – Aunque es raro que hayan tomado esta ruta, el Señor pensaba que escogerían el Paso de Calenardhon -.
- Eso significa que los rumores son ciertos, que ya no hay tierras seguras ni siquiera al Oeste de las Nubladas -.
- Me encanta tu optimismo, Orophin – dijo Haldir – Ahora nuestra principal preocupación son los extranjeros. Dejemos que se acerquen, sólo para asegurarnos de su identidad; en tiempos tan oscuros no podemos fiarnos ni de nuestras propias sombras -.
Los tres guardianes se agazaparon entre las ramas del mallorn, invisibles. Su espera fue breve; una límpida voz, hermosa como sólo puede serlo la de un elfo, se coló entre los árboles como los tardíos retazos de sol. Los tres sonrieron al reconocer el Lay a Nimrodel.
La noche caería pronto, mas los forasteros llegaron antes junto al oculto puesto de guardia élfico. Les observaron mientras hablaban entre ellos, hasta que uno, el elfo, anunció que subiría al mallorn para echar un vistazo y ver si podían dormir allí.
Saltó y subió a la primera rama con gran agilidad. Haldir sonrió con malicia en la oscuridad.
- ¡Daro! -.
El elfo forastero se dejó caer al suelo sorprendido y asustado. Los tres guardianes estallaron en carcajadas.
- ¿Sabéis que sois muy ruidosos? – rió Rúmil, hablando silvano – Tan fuerte respiráis que se os podría acertar con una flecha en la oscuridad sin demasiados problemas -.
- Es cierto, pero también lo es que no os haremos daño – añadió Haldir - Escuchamos tu voz del otro lado del Nimrodel, por eso os dejamos llegar hasta aquí. Sube con nosotros, hermano del Norte, y trae al mediano, pues sabemos de la misión que os ha traído a nuestro bosque y queremos hablar con él -.
- ¿Y mis otros compañeros? – preguntó el elfo extranjero.
- Que esperen y vigilen mientras decidimos qué hacer con ellos -.
Orophin soltó una escala de cuerda de un gris plateado, mientras el elfo de la Compañía traducía a los demás su conversación. Después, subió rápidamente hasta el talan por delante del portador del Anillo.
Rúmil encendió una lámpara y así, iluminado por un rayo de plata, Haldir volvió a ver en el forastero el rostro de Eirien de Bosqueverde.
Las arpas del salón enmudecieron cuando se escuchó el toque de cuerno, advirtiendo de la llegada de visitantes. Celeborn intercambió una significativa mirada con Galadriel.
El primero en acceder a la cámara, de techo dorado y paredes de verde y plata, fue Haldir. El silvano miró a sus señores y Galadriel se concedió una sonrisa al leer su corazón, inquieto por la reacción de su Señor ante la presencia del enano.
Haldir se hizo a un lado, dejando a Frodo cara a cara con los antaño reyes de Lothlórien. Como era su costumbre, Galadriel guardó silencio mientras su esposo saludaba de uno en uno a todos los miembros de la Compañía del Anillo, incluso a Gimli.
Fue entonces cuando los elfos se percataron de la ausencia de Mithrandir. Aquello alarmó a la dama, necesitaba hablar con el maia, conocer sus intenciones al respecto de la Comunidad y la ayuda que estaban dispuestos a prestar los Valar ante la inminente guerra. Celeborn conjeturó un posible cambio en las decisiones del Concilio, mas su esposa le rebatió.
- Gandalf el Gris partió con la Compañía, pero no cruzó las fronteras de este país. Contadnos ahora dónde está, pues mucho he deseado hablar con él otra vez. Pero no puedo verlo de lejos, a menos que pase de este lado de las barreras de Lothlórien; lo envuelve una niebla gris y no sé por dónde anda ni qué piensa -.
- Gandalf el Gris ha caído en la sombra. Se demoró en Moria y no pudo escapar -.
Semejante nueva no podía ser cierta. Galadriel se replegó sobre sí misma, dirigiendo el poder de Nenya. Algo le decía que Gandalf no estaba muerto, al menos no de la forma en que lo conciben los mortales. Podía sentir a Narya, vibrante en algún lugar de Arda, un eco de poder que se habría extinguido si su portador hubiese sido derrotado. Respiró más tranquila. Un balrog no era rival para Olórin, de eso estaba segura.
Su conciencia regresó al salón, a tiempo de escuchar las duras palabras que su marido dirigía a la Compañía por despertar a la Sombra de Moria.
- ...No te arrepientas de haber dado la bienvenida al enano. Si nuestra gente hubiese vivido mucho tiempo lejos de Lothlórien, ¿quién de los Galadhrim, incluyendo a Celeborn el Sabio, hubiera pasado cerca sin el deseo de ver el antiguo hogar, aunque se hubiese convertido en morada de dragones? – dijo ella con voz grave.
Miró a Gimli; triste por la ruina y muerte que había contemplado en Moria, por el guía perdido, y por la añoranza del hogar en una tierra de egocéntricos elfos.
- Oscuras son las aguas del Kheled-zâram y frías son las fuentes del Kibil-nâla y hermosas eran las salas de columnas de Khazad-dûm en los Días Antiguos antes que los reyes poderosos cayeran bajo la piedra -.
Galadriel sonrió al enano, un gesto que decía "sí, yo también amé un hogar y lo vi convertido en morada de sombras". Gimli se puso en pie, conmovido, y se inclinó ante ella.
- ...y la Dama Galadriel está por encima de todas las joyas de la tierra -.
Celeborn se disculpó por sus palabras y prometió toda la ayuda de los galadhrim para la Compañía y el Portador. Galadriel hizo otro tanto, ofreciendo conocimiento, que no consejo, y esperanza.
Había llegado el momento, si los miembros de la Compañía no pasaban la prueba el Anillo no saldría del reino del Bosque Dorado. Los ojos de zafiro se clavaron en cada uno de los allí presentes, hendiendo los corazones con su poder.
En Sam halló el entrañable deseo de retornar al hogar y dejar la misión en manos de otros, de grandes señores que entendieran los asuntos del mundo. Y ella se lo ofreció; le mostró un cómodo agujero hobbit, con su jardincito y los días soleados de verano en La Comarca en oposición a la oscuridad y la tierra negra de Mordor, que ella recordaba con desagradable claridad.
Sam apartó la mirada al instante, enrojeciendo, pero su corazón hizo frente al de la dama y rechazó la tentadora oferta. Iría hasta el mismo infierno de Mordor con su señor Frodo o no marcharía a ninguna parte.
Merry y Pippin también bajaron la vista casi de inmediato. El primero evocaba todas las desventuras que habían soportado desde que abandonaron La Comarca, deseando regresar allí y olvidar que existía un mundo fuera de ella; sin embargo los recuerdos alegres del viaje resplandecieron y se aferró a ellos y a la promesa que hicieron él y Peregrin ante el Concilio. Quizás no fuera un poderoso guerrero como Trancos, pero los Brandigamo no eran unos cobardes. Seguiría adelante.
Los pensamientos de Pippin no diferían mucho de los de su primo, mas sobre él pesaba la reciente oscuridad de Moria. Sólo por su culpa, por su estúpida idea de andar tirando piedras donde no debía, Gandalf había muerto. El mago se había sacrificado para protegerles, para darles una oportunidad. No podía echarse atrás, no ahora. Peregrin Tuk acompañaría a Frodo, aunque le costase la vida.
Galadriel sonrió y su mirada recayó en Legolas, el hijo de dos elfos a los que había amado como hermanos. Ante él desplegó una encrucijada. Si seguía a Frodo se enfrentaría a un terror diez veces mayor que el de Moria, bajo la amenaza de la traición del codicioso enano y los frágiles corazones hobbits y humanos. Por otro lado, podía regresar a Rhovanion, tomar las armas y proteger a su pueblo de la inminente guerra como el príncipe que era; además, en caso de presentarse la victoria de Sauron, Valinor estaba abierto a los elfos, no tenía que morir para salvar un mundo que pertenecería a los Hombres.
Legolas sostuvo la mirada de la Dama Blanca hasta el límite de su voluntad, negándose a escucharla. Su expresión obstinada y firme le hizo a Galadriel sentirse orgullosa, sin duda Thranduil había hecho un buen trabajo a la hora de educar a su hijo.
El poder de la dama alcanzó a Boromir, clavándose como una lanza en un corazón moribundo. El Anillo casi había devorado la voluntad del guerrero, valiéndose de su miedo a perder la guerra y ver a su pueblo muerto o esclavizado por Sauron. Y Galadriel le ofreció en Único, el arma para defender a aquellos a los que Boromir amaba. El gondoriano vaciló, desgarrado entre el deseo de hacerse con la joya u honrar la palabra dada en el Concilio. Por fin, se sobrepuso y devolvió a la dama élfica una mirada de miedo y desconfianza.
Galadriel había encontrado el punto débil de la Compañía, mas decidió probar también a los que faltaban.
Aragorn le sostuvo la mirada con una triste sonrisa. Él había hecho su elección treinta y ocho años atrás, en ese mismo reino, en la colina de Cerin Amroth. Su destino era ser rey y lo cumpliría por amor a Arwen, o moriría intentándolo. Ni la más mínima sombra de duda empañaba su espíritu, aunque temiese por el futuro de la Compañía y cómo debía guiarla.
La dama le reconfortó, un sutil roce en su mente mostrándole a Arwen con un niño en brazos, riendo y cantando bajo las ramas floridas de un árbol blanco.
Era el turno de Gimli. Ante él desplegó todas las maravillas de Khazad-dûm en los Días Antiguos, recuperadas por su familia para gloria de los enanos. Ahora que el Balrog había desaparecido, podrían reclamar el antiguo reino de las Nubladas e ignorar el mal de Sauron. ¿Por qué luchar por humanos o elfos?, no les debían nada. Gimli frunció el ceño. "Pero no jure que caminará en las tinieblas quien no ha visto la caída de la noche". Bueno, él había visto la noche y no rompería su juramento. Su hacha seguiría al servicio de Frodo mientras sus brazos pudieran alzarla, hasta su último aliento.
La Dama Blanca reconoció en él la dignidad de la estirpe de Durin, la misma de la que hiciera gala Thrurin cientos de años atrás.
Sólo restaba un miembro de la Compañía, Frodo, Portador del Anillo. Se estremeció bajo el peso de aquella gélida mirada azul, pues lo que a él se le ofreció fue lo más duro de rechazar. Galadriel le mostró, de una forma cruelmente clara, el sufrimiento y los horrores del camino a Mordor, su propia aniquilación en cuerpo y espíritu hasta verse reducido a la nada. Sin embargo, si renunciaba al Anillo, podría regresar a Rivendel, quedarse allí con Bilbo y vivir en paz, descubriendo todos los maravillosos secretos de los elfos... ser uno de ellos. Sintió ganas de echarse a llorar. Mas Frodo sabía, con esa claridad con que se saben las cosas que son ciertas, que su camino le llevaba al Monte del Destino; todas las circunstancias se habían congregado, quizás desde hacía miles de años, para que él, un pequeño hobbit, cargara con la responsabilidad de arrojar el Anillo al fuego. La oportunidad que siempre se le concede al Bien para prevalecer sobre el Mal, la Luz que se alza para desterrar a la Sombra.
- Yo llevaré el Anillo -.
- Legolas, tolo n´ammen -. (ven con nosotros)
El elfo interrogó con la mirada a sus compañeros de viaje, descansando bajo el palio plateado.
- Ve con ellos, amigo – sonrió Aragorn.
Legolas le devolvió el gesto y se marchó en compañía de Haldir y otros dos silvanos, Lothiniel y Arnen. Para el joven elfo, tras la oscuridad de Moria, era un placer disfrutar de la hermosa Lothlórien, un sueño élfico de los Días Antiguos vivo gracias al poder de la Dama Blanca.
Los silvanos le mostraron los Claros y la ciudad, y no pudo evitar sentirse como en su propia casa. Sin embargo, percibía algo raro en algunos de los elfos con los que se cruzaban, pues le miraban con asombro y una extraña tristeza.
- Haldir -.
- ¿Alguna duda? – sonrió el guardián.
- Sí, quisiera conocer el motivo, si lo hay, por el que algunos galadhrim me miran como si yo fuera alguien a quien no han visto en siglos -.
Haldir clavó sus ojos en un lugar indeterminado a la derecha de Legolas, incómodo.
- Tu rostro trae recuerdos felices pero también desoladores – explicó al fin – Muchos galadhrim conocieron a tus padres -.
- ¿Conociste a mi madre? – inquirió Legolas.
- Tuve ese honor aunque, si deseas saber más sobre ella, deberías hablar con alguien más indicado a tal propósito, el Señor Celeborn o la Dama Galadriel – dijo Haldir.
Miró entonces al cielo.
- La tarde se aproxima. Iré a despedirme de tus compañeros, pues debo retornar a las fronteras. El Enemigo sigue moviendo sus piezas mientras nosotros hablamos -.
- Hannon le, Haldir -.
- Mara mesta, cunn -. (buen viaje, príncipe)
La noche encontró a Legolas sentado a solas en un talan. La espalda apoyada en el tronco del mallorn, sus ojos contemplando las estrellas que titilaban entre las hojas.
- Tu padre debió respetar tu amilessë -.
El elfo se puso en pie, grácil cual felino, sobresaltado por la voz de la Dama. Ella hubo de reprimir la risa que pugnaba por brotar. La expresión sorprendida de Legolas era un reflejo de Eirien y, más aún, de Beleg.
- Mara lómë, hiril nin -.
- Es peor de lo que pensaba -.
- ¿A qué os referís? -. Legolas la miraba desconcertado.
- Puede que poseas los rasgos de tu madre, pero Thranduil ha dejado su marca en tu carácter -. Galadriel se permitió una sonrisa.
- Dama Galadriel... -.
- Eirien era energía en estado puro, alegre e inquieta – respondió ella a la pregunta aún por formular – Una de los mejores guerreros que he conocido -.
- Mi padre nunca ha consentido en hablarme de ella, ni siquiera sé cómo murió – dijo Legolas.
- La muerte no sólo se llevó a tu madre, también le arrebató a tu padre el deseo de vivir. Es gracias a ti que Thranduil sigue vivo, gracias al amor que profesaba a un niño de seis primaveras -. La Dama hizo un gesto con la mano – Aphado le -. (Sígueme)
Descendieron de las alturas de mallorn por una de las escalas plateadas. Una vez sobre la mullida hierba, Galadriel se encaminó a una zona de Caras Galadhon que Haldir no le había mostrado a Legolas, un jardín frondoso bajando por una escalinata de piedra. El rumor del agua y el viento eran los únicos sonidos allí.
Legolas descubrió un pilón de piedra junto al arroyo.
- Es el Espejo – dijo la Dama – Observa el agua, pero no la toques veas lo que veas -.
El príncipe de Rhovanion miró y Galadriel volcó su poder. Se formó la imagen de un guerrero élfico portando un arco, un sinda de rasgos severos aunque hermosos y la mirada penetrante de un cazador. Legolas se estremeció, compartía su rostro con ese elfo.
El Espejo rieló. Apareció un jardín salvaje donde dos doncellas tiraban con arco. Una empezó a reír, sus ojos eran verdes como las hojas iluminadas por el sol.
- La primera tarde que Eirien pasó en Menegroth la llevé al campo de tiro, porque pensaba que acabaría sufriendo un colapso si alguien más se le acercaba para conocer a la hija de Beleg Cúthalion – dijo Galadriel.
- ¿Su hija?, ¡un momento!, ¿queréis decir que soy nieto de Beleg de Doriath? – exclamó Legolas.
- De él recibiste tu amilessë y tu don con el arco, Cúthalion, "Arco Firme" – asintió la Dama.
Ella le instó entonces a seguir mirando el Espejo y le mostró algunos de los más preciosos recuerdos de Eirien que atesoraba.
- Los naugrim combatieron muchas veces a vuestro lado – apuntó el joven elfo, contemplando las batallas de la Última Alianza.
- Las fieles gentes de Dúrin – dijo Galadriel – Los anillos empezaban a perturbar los corazones de los enanos, pero su innata fortaleza les mantuvo a salvo de la caída que sufrieron los Nueve; Sauron jamás pudo doblegar su voluntad, más fuerte que las entrañas de las montañas -.
- No es lo que me enseñaron -.
- Los Sindar odian a los naugrim, nada podrá cambiar eso. Heridas demasiado profundas son las que se han causado elfos y enanos, muchas de ellas nunca cicatrizarán -.
- ¿Qué sucedió?, ¿cuál es la verdad? – inquirió Legolas.
Galadriel rió.
- La verdad es que los elfos y los enanos somos unos susceptibles sin remedio. Unas veces los conflictos los causaron ellos, otras tantas nosotros. El odio entre nuestras razas es una tradición, lamentable sin duda, porque puedo afirmar que conté con grandes amigos entre los naugrim – suspiró y se sentó en las rocas por las que caía el arroyo. Blanca y enigmática en medio de la penumbra.
Legolas guardó silencio, meditando las palabras de la Dama.
- ¿Por qué me contáis todo esto? -.
- Quería que conocieras a Eirien, el amor que te profesaba – aseveró Galadriel – Y porque la Compañía ha de estar unida, algo muy difícil si tanto Gimli como tú no paráis de miraros de refilón aguardando que el otro le apuñale por la espalda -.
- Sois crudamente directa, dama Galadriel -.
- Mi esposo cree que por eso me gustan los naugrim -.
Legolas sonrió.
- Seré más amable con el enano -.
Ella negó suavemente con la cabeza.
- Eso significa que empezarás por pasarle la cantimplora sin mirarle mal, de ahí a tener confianza hay tanta distancia como de Endor a Valinor. Habla con él y sé claro, por una vez necesito que olvides esa desagradable costumbre que tenemos los elfos de dar mil rodeos, sé a ciencia cierta que es algo que exaspera al resto de razas -.
El príncipe sinda soltó una carcajada.
- ¿Alguien más ha recibido una clase sobre modales en la Compañía? – preguntó, divertido.
- Puede -.
Legolas inclinó la cabeza ante la Dama.
- Hannon le, Nínquenis -.
- Es un honor ser de ayuda al hijo de mi osellë -. (hermana)
Galadriel se quedó en el jardín, mientras Legolas corría hacia el palio donde se hospedaba la Compañía. Les encontró terminando de cenar y se unió a ellos.
- ¿Dónde has estado, Legolas? – preguntó Pippin.
- Mis hermanos de Lórien me han enseñado el reino – sonrió él – Es sorprendente lo diferentes y parecidas que son aquí las cosas con respecto a Bosque Negro -.
- Puede que se deba a que los galadhrim no tienen que enfrentarse a arañas de diez pies de envergadura todos los días – bromeó Aragorn.
- ¿Tan grandes son? – se sobresaltó Merry – Bilbo nos hablaba de ellas, pero nunca dijo que fueran más grandes que una vaca -.
- Las gigantes son escasas – explicó Legolas – Una araña engorda a lo largo de muchos años y las ancianas no suelen salir a menudo de sus nidos, les gusta dormir. Por eso, en mi hogar, la costumbre es hacer campañas de limpieza; eliminamos a todas las arañas y nidos que aparecen demasiado cerca de nuestro reino, así mantenemos el Camino del Bosque seguro -.
- Sí, seguro – gruñó Gimli – Que se lo digan a mi padre -.
La cara de todos los presentes era de "se acerca una discusión enano-élfica".
- Hacemos lo que podemos, ¿o acaso los enanos han limpiado de orcos las Montañas de Hierro? -.
- No le hagas caso, Legolas – dijo Boromir – Lleva todo el día enojado -.
Sam miró al gondoriano como diciendo "tu día no ha sido mejor que el suyo, si acaso peor".
- Dejadme en paz – renegó Gimli.
- No quiere abandonar la tienda – explicó Pippin, divertido – Supongo que debe sentirse agobiado entre tanto elfo -.
El enano frunció el ceño.
- Lamento que maese Gimli se encuentre indispuesto – dijo Legolas, sin asomo de burla en su voz – Pues he estado en el Claro de los Orfebres y el maestro Orrerë estaría encantado de conocerle, es un antiguo mírdain de Acebeda que me ha confesado echar en falta alguien capaz de apreciar una buena jarra de cerveza -.
- ¡Hmpf! – farfulló el enano – De acuerdo, maese Legolas, iremos a ver a esos orfebres... aunque es imposible que superen a Bain de Erebor en el metal -.
- De metales no entiendo, pero puedes apostar a que Orrerë sí -.
Legolas sonrió mientras los demás les miraban boquiabiertos.
- ¿Crees que es buena idea dejar a esos dos solos por la ciudad? – le preguntó Boromir a Aragorn.
- No mucho más que permitir a Pippin libertad de movimientos en Moria – replicó el montaraz.
El gondoriano se cruzó de brazos, disgustado, preguntándose por millonésima vez qué hacía él en semejante compañía de locos.
Los días se deslizaban eternos y luminosos en Lothlórien. Alimentados y cuidados en cuerpo y espíritu, los miembros de la Compañía recuperaban rápidamente sus fuerzas. Celeborn contempló a los hobbits hablando y riendo, sentados sobre la hierba en compañía de víveres, y sonrió.
Caminó por los talan y pasarelas, hasta alcanzar el límite de Caras Galadhon. Abandonó la ciudad por uno de los senderillos, el que llevaba al Claro de los Tejedores. Sus pies disfrutaban de la frescura de la hierba y su rostro la brisa y el sol de atardecer.
La paz del bosque se truncó al entrar en el Claro. Allí siempre había mucha actividad, los galadhrim necesitaban cuerda de hithlain en abundancia y ropas para sus guardianes.
Encontró a su esposa tejiendo con varias de sus doncellas. La Dama Blanca sostenía el hilo en una mano y, según lo tejía, quedaba entrelazado con hebras del sol crepuscular y su brillo sobre los árboles, creando una tela de color tan cambiante como las sombras de la tarde.
- Suilad, querido esposo – saludó alegremente Galadriel.
- Aiya, amada esposa – rió el sinda – ¿Cuántas capas habéis terminado? -.
- Con ésta, nueve -. Dobló la tela y se la dio a una de las doncellas para que diera los retoques – Aunque no será suficiente ayuda para el camino que les aguarda -.
- Poderosas armas portan todos -.
- ¿Entonces por qué has envuelto tu arco como un regalo? -.
- Ah, nada escapa a tu visión, Altáriel -. Celeborn se sentó en la hierba, a los pies de su esposa – Quiero que Legolas lo tenga -.
- ¿Qué entregarás a los hobbits y al guerrero gondoriano? -.
- Orrerë ha preparado vainas para sus armas y para la de Aragorn, reforzarán las hojas que en ellas sean envainadas – dijo y dudó antes de añadir - ¿Se la darás? -.
- Le pertenece a Aragorn, recibirá su nombre como futuro rey – asintió Galadriel llevándose la mano al pecho, allí donde brillaba una esmeralda entre las garras de un águila de plata – Elessar -.
- ¿Y al Portador del Anillo?, ¿qué podemos entregarle que alivie su carga? -.
- Aún lo estoy pensando. Acudiré al Espejo en busca de consejo, pues presiento que no sólo orcos se interpondrán en su camino -.
- Ha de ser pronto. La Compañía debe partir de Lórien. El Enemigo avanza cada día, y las sombras se hacen más profundas del otro lado del Anduin – advirtió Celeborn.
- Partirán cuando estén preparados. Han de aceptar que Mithrandir no será más su guía y fortalecerse frente a los males que les acecharán -.
El sinda escrutó el rostro de su esposa. No tenía su poder para leer los corazones, pero había aprendido a entrever el de su reina.
- La Compañía fracasará, lo has visto -.
Ella asintió despacio, la mirada perdida en el bullicio que les rodeaba sin tocarles.
- No entiendo; ¿les dejarás partir sabiendo que la misión está condenada? -.
- No la misión pero sí la Compañía – puntualizó Galadriel.
- Altáriel, prescinde de acertijos, ¿qué has visto? -.
- Llegarán a una encrucijada y se dividirán: tres, dos y dos; aunque no sé ni por qué ni cuándo -.
- Sólo son siete, falta uno -.
La Dama cerró un instante los ojos y suspiró.
- Hay uno que no seguirá adelante, uno cuyo destino es entregar la vida -.
- ¿Quién? -.
- Lo ignoro. Todos tienen sus objetivos, sus destinos, pero la muerte truncará uno de ellos, es difícil de explicar -. Su hermoso rostro se oscureció – Han de suceder una serie de aconteciemientos, según se resuelvan morirá uno u otro -.
- No mentías cuando decías que la misión se hallaba en el filo de un cuchillo -.
- A estas alturas deberías saber que jamás miento -.
- Sólo te limitas a omitir detalles de vez en cuando -.
Galadriel se incorporó, enojada.
- Sabéis que esas bromas no son de mi agrado, heru sindar – replicó, en una voz muy baja.
- Disculpad mi torpeza, hiril noldor, pero lo cierto es que no me habéis informado de vuestras visiones -.
- Porque estoy cansada de contarlas y que las ignoren -.
Celeborn la vio abandonar el Claro con el ímpetu de un tornado, y fue tras ella.
- Altáriel -.
La alcanzó en el solitario senderillo, mas ella no se detuvo.
- Altáriel -.
Celeborn la tomó por el brazo y la obligó a mirarle. Los ojos plateados se colmaron de inquietud.
- Ha comenzado a trastornar tu carácter. Si es necesario, despediré a la Compañía antes que verte caer en las redes de ese maldito Anillo -.
- No harás tal cosa – sonrió Galadriel – Aunque adoro cuando te preocupas por mí -.
Era cierto, no podía. Frustrado, rodeó a su esposa con los brazos, estrechándola contra sí; hacía tiempo que sabía cuanto la tranquilizaba ese sencillo gesto.
- Debo enfrentarme al Anillo, debo hacer mi elección – dijo la Dama, su voz amortiguada contra el hombro de Celeborn – Es una de esas cosas que puede cambiar el destino -.
- Haz lo que debas, mas ten cuidado, te lo ruego -.
Galadriel cerró los ojos, sintiéndose segura y en paz. De repente, ya no estaba en Lórien; sus pies pisaban arena y agua, la rodeaban ruinas grises invadidas por la vegetación, el viento sacudía furiosamente su cabello y ropas. La visión se amplió y, de una cala oculta, surgió un navío blanco. Un abismo de soledad se abrió en su interior.
Celeborn sintió como las manos de Galadriel se aferraban a su túnica con fuerza, mientras ella empezaba a temblar.
- ¿Altáriel? -.
La echó hacia atrás y acarició su cabello dorado y su rostro, contraído por alguna de sus premoniciones. No la había visto tan turbada desde la masacre de los Puertos de Sirion.
- Altáriel, vanimalda háblame, ¿qué te ocurre? -.
- "Temple, sabiduría y comprensión, son mis deseos para la Dama Blanca del Bosque y el Señor Celeborn; sólo el fin del anillo podrá separaros" – musitó la Galadriel, palideciendo por momentos.
Durante un instante, Celeborn la miró sin comprender. Entonces ubicó aquellas palabras y se sintió desfallecer.
- La profecía de Melian el día de nuestra boda – recordó el sinda – Ella lo sabía, hace diez mil años -.
- Si el Anillo es destruido Nenya perderá su poder y mi corazón enfermará de nostalgia, me cansaré de Endor y partiré a Valinor... pero tú no estarás conmigo -.
Las manos de Celeborn enmarcaron ese rostro amado y besó sus labios, más dulces que la hidromiel más pura.
- No es justo -. La voz de Galadriel se quebró – Puedo renunciar a todo menos a ti, mi adorado príncipe sinda -.
- El Anillo será destruido – fue la replica de Celeborn – Es el destino, tú lo dijiste -.
La Dama se apartó de él, repentinamente gélida como los largos inviernos del Norte.
- Maldigo al destino que me condenó a perder todo lo que he amado sobre esta tierra – exclamó, furibunda – No me someteré, Galadriel de los Noldor ha sobrevivido a demasiadas cosas y el Anillo será una más -.
Dicho esto, dio media vuelta y se perdió entre los mallorns.
Celeborn alzó el rostro al cielo nocturno que se adivinaba entre las hojas, las estrellas arrancaron destellos a lágrimas de plata.---------------------------------------------------------------------------------------------
N. de A: weno, ¿qué os parece? ¿está bien? ¿creéis que esas son las cosas que desearían los personajes tal y como lo concibió Tolkien? Ya sabéis que me encantan los reviews, alé, criticadme o adoradme, según os plazca XD
Hacía tiempo que no escribía sobre Galadriel. Estrecca tenía razón en su review, la cosa había perdido ritmo desde la caída de Acebeda, así que decidí dejarlo un tiempo... craso error, la inspiración murió ;_; Para retomar la historia he decidido novelar las partes más importantes como ésta y luego crear capis de enlace entre ellas, por eso tardaré en actualizar, como mucho subiré otro capi con Galadriel enfrentándose a la tentación del Anillo y la entrega de regalos para no dejaros a medias.
Respondiendo reviews:
Laia: respondiendo a tu mail, siguen sin convencerme tus argumentos con respecto a Fëanor (que conste que como personaje es interesantísimo y me encanta, Celebrimbor es clavadito a él, vaya) pero ya hay que ser mendrugo para dejarse engañar por Melkor, se supone que Fëanor es el elfo más inteligente y poderoso así que dejarse tomar el pelo por un dios con reputación de maligno y destructor de todo lo que se pone por delante... no sé. ¿Qué crees? Ah, añadir que los Valar a mí también me parecen insufribles, para más detalles consultar mi capi nº 10 de esta misma historia XD.
cari_chan: tu fic de Gil-galad te quedó genial (aplausos), ¿te dejé review? (ay que mal ando desde hace... medio año ¬¬) A ver si continuas con Hareth, que estoy en ascuas con el desenlace de ese fic. Gracias por los elogios ^^.
Elloith: gracias por tu review en las lyrics, veo que eres la única loka que sigue un poco viva por estos lares. Argh! debemos regresar todas a casa (ff.net) por navidad, como los anuncios de la tele. ;P
Faire: (te has cambiao el nick XD): sí, le pedí a Papá Noel un Equipaje xo me dejó una nota diciendo que Terry tienen la patente y no la suelta XD. Seguro te ha gustado el capi, un cameo de TU Beleg por ahí en el Espejo ^^. Ecthelion es mucho Ecthelion, ciertamente, no todo el mundo presume de haber matado un balrog. ¡Continua tu fic de Beleg!, por cierto, ¿dónde lo tienes? porque ha desaparecío de ff.net.
Elhith: tu hª también ha muerto por lo que veo, ais, somos un par de stresaos sin tiempo para nada. Te he dejado a Legolas suelto por Lórien un rato sin acompañantes, así puedes enlazar mejor con tu fic. ^^
Lothluin: gracias una vez más por prestarme a tus personajes, me alegro que te gustase lo de Rivendel y como trato a Elrond. Que sepas que he seguido leyendo tu fic, jejeje, y definitivamente yo quero un Glorfindel en mi vida. XD
Mayu: desaparecía nº1 llamando a desaparecía nº2, chica, las lokas estais missing total. Espero que este capi os haga resucitar porque se echan de menos las rayaduras mentales de la tropa ;_; Que no te leo desde que abandoné la traducción de OdF. Acabo de ver que no actualizaba desde Abril del año pasado, dioses...
Aurenar: wah, tengo las fotos del estreno del ERdR, me parto, tengo una con Bombadil y otra con Gollum. Lástima no haber pillado a Sauron. A ver si tengo time y me cuelo en el msm para charlar.
Nariko: muchas thanquius por el review... ¿te mandé las fotos? Es que desde Abril ya ni me acuerdo... ¬¬
Gelmir: otro de mis autores favoritos que ha debido perder la inspiración, no lo dejes, vuelve, escribe... la verdad es que no tengo derecho a meter prisa. Y eso de poner más alegría en la hª, no sé por que me da que no lo he conseguido :P
Anariel: uf, otra loka con la que no hablo hace siglos. Gracias por el review. Síp, parece que incluso a cari_han le gustó que su Arien fuera hija de Ecthelion XD
Narringe: encantada de conocerte el día del estreno, aunque como andaba tan histérica tampoco tuvimos mucho time para hablar. Que peacho peli!
Estrecca: el error de Thranduil como fundador de Bosqueverde no es tal, aparece en los textos de Tolkien. El maestro no llegó a dejar claro cual de las dos versiones era la definitiva: Thranduil príncipe silvano hijo de Oropher de Bosqueverde, o Thranduil príncipe sindar que condujo a los suyos a Bosqueverde por los problemas con Khazad-dûm. Gracias por tus elogios y tus ánimos. ^^
kata: weno, la boda de Elrond y Celebrían tendrá que esperar un poquito, pero prometo ponerla, será uno de esos capítulos de enlace. De todas formas, me alegro mucho que te gustara el capi.
arwen_chang: gracias por el review, hum, creo que aun falta un poquito para Elladan y Elrohir, más que nada porque Elrond y Celebrían se casan en torno al año 300 de la Tercera Edad, no sé en qué andaban pensando ¬¬
Alba: espero que este capi haya respondido a tu duda sobre si Celeborn se queda en Endor, aunque todavía no me he decidido si dejarle aquí a perpetuidad o que se embarque más tarde... ya veremos. El nacimiento de Celebrían no fue especificado por Tolkien, dio varias fechas, yo me quedo con la que más me cuadraba con la hª.
Un besote a todos, Feliz Año Nuevo y que os traigan muchas cosas los Reyes!
Tenna rato!
Elanta.
