La Prueba

El Mundo es hermoso, el cielo, los mares, la tierra, y todo lo que en ellos hay. Pero mi corazón no reposa aquí para siempre, porque aquí hay un final, y habrá un final y el Marchitamiento, cuando todo se cuente, y todo se numere al fin, pero aún no será bastante, no será bastante. ¿Qué me dará Ilúvatar, en aquel día más allá del fin, cuando mi Sol se apague?

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Galadriel se abrió paso entre los mallorns como la presa perseguida por un cazador invisible. Se sentía devorada por el miedo y la ira. Su mente no hacía más que repetir una y otra vez la profecía de Melian, así como las palabras que le dirigiera la maia en su primer encuentro ante el trono de Thingol.

"Porque veo que estás destinada a realizar grandes cosas, superando a todos los príncipes noldorin que han de vivir en la Tierra Media".

¿Y de qué han servido? – preguntó a la noche que la rodeaba – Durante milenios he combatido la oscuridad, ganando una batalla tras otra y, sin saberlo, perdiendo la guerra. ¡Me diste poder y sabiduría!, ¿para qué?, ¿para ver como todo está condenado a morir, a desvanecerse como niebla entre mis manos? -.

No había formulado el Juramento en la colina de Tûna, ya por entonces odiaba a la familia de Fëanor, y no derramó la sangre de los teleri, sin embargo la Maldición pesaba sobre ella como una lápida. Desde que los Eldar pisaron la Tierra Media estaban condenados a la pérdida, al dolor y la muerte. Ella era la única superviviente de los poderosos linajes élficos de la Primera Edad, la última que recordaba la Luz de Valinor.

Y ahora, al final, se le pedía que también renunciase al amor. Un amor que la había hecho feliz por encima de todos los horrores, que la mantuvo cuerda en la desesperación y, sobre todo, viva.

Una llama se encendió en la profundidad de su corazón. Le había dicho a Celeborn que el Destino del Anillo era ser destruido, bien, ella cambiaría su destino y el de todos si fuera necesario. Recordaba las palabras de Celebrimbor, todos los dones concentrados en una sola joya de poder ilimitado, incluso el de frenar el paso del tiempo; con Nenya sólo podía proteger Lothlórien, con el Único sería la Tierra Media.

Las voces de los hobbits la sobresaltaron. No tenía conciencia alguna de haber caminado hasta allí, mas era claro que otra parte de sí misma deseaba encontrar al Portador del Anillo.

- ...ella podría hacer algunas cosas maravillosas si quisiera -.

La dulce ingenuidad de Sam le devolvió a la Dama la templanza necesaria para presentarse ante los dos medianos nimbada por su poder. Sintió su sorpresa y su temor y sonrió. Con un suave gesto de la mano les instó a seguirla.

Desde su primer encuentro, Galadriel había deseado llevar a Frodo ante el Espejo. Su poder no era capaz de desentrañar claramente el camino del hobbit pero, era posible, que si él miraba en el Espejo muchas cosas fueran reveladas.

El pilón de plata resplandecía en medio del claro. Bajando los escalones de fría piedra, la Dama alzó un momento los ojos al cielo nocturno y un estremecimiento la recorrió al ver a Eärendil. Tomó del suelo el jarro de plata labrada y llenó el Espejo. Despacio, se hizo a un lado, y explicó a los hobbits el uso del artefacto.

...Pero ésta, si quieres, es la magia de Galadriel. ¿No dijiste que querías ver la magia de los elfos? – dijo ella, palabras dulces para convencer a Sam de contemplar el destino.

El jardinero accedió, superando la curiosidad al miedo. Galadriel sonrió y a través de los ojos de Sam vio la ruina de La Comarca y, algo mucho más importante para ella, a Frodo dormido o muerto, era difícil discernirlo.

La repentina ira de Sam sorprendió a la Dama, sabía cuan valeroso era su corazón pero nunca esperó semejante entrega a la hora de defender el hogar y los seres queridos.

...Recuerda que el Espejo muestra muchas cosas y que algunas no han ocurrido aún. Algunas no ocurrirán nunca, a no ser que quienes miran las visiones se aparten del camino que lleva a prevenirlas. El Espejo es peligroso como guía de conducta – advirtió Galadriel, severa.

El desconsolado hobbit se sentó en el suelo, con los ánimos a la misma altura, pero firme en su decisión de acompañar a su señor.

Le tocó entonces el turno a Frodo. Él se mostraba mucho más reticente a la hora de mirar, como si previese algún tipo de trampa o engaño por parte de la Dama.

¿Me aconsejáis mirar? -.

No -. La respuesta fue tajante, no habría más consejos, jamás; pero las palabras que pronunció a continuación animaban al Portador a usar el Espejo. Otra vez en ella debatían dos fuerzas opuestas, la que anhelaba el Anillo y la que lo rechazaba.

Y él la miró como si viera su lucha interna, mas aceptó mirar.

La mente de Galadriel se abrió paso en la de Frodo y ante ambos se desplegó el paisaje de unas montañas en el crepúsculo, por un sendero caminaba una figura blanca. Galadriel sonrió, sus sospechas sobre Gandalf parecían confirmarse aunque no fuese capaz de ubicar al díscolo mago.

Ignoró una breve visión del tío del Portador, entrañable pero inútil para ella. Ese instante de distensión hizo que la siguiente ráfaga de imágenes le golpeara con gran dureza. Vio a Fëanor y los Silmarils, la muerte de los Árboles, la Matanza, Helcaraxë y el asesinato de Fëanor; las guerras contra Morgoth, Fingolfin a la cabeza de sus huestes, Finrod entregando un anillo a un humano y cayendo en las fauces de un lobo, Luthien y Beren; Doriath, Gondolin, Arvernien y su ruina; el barco de Eärendil, los Valar contra Morgoth, el suicidio de Maedhros y Maglor arrojando un Silmaril al mar; los muros ensangrentados de Ost-in-Edhil, la destrucción de Númenor, la llegada de Elendil, Osgiliath, guerra... y el último barco. La historia completa de todas las Edades desencadenada en cuestión de segundos, el destino de Arda al que todos estaban atados, excepto los Hombres a los que Eru dotó de libre albedrío.

"A ellos Eru les regaló un don, el de la Muerte, y con él la libertad de forjar su propio sino, aunque ni siquiera Manwë sabe el por qué". Porque sólo aquello hecho por un inmortal puede ser torcido por un mortal, sólo uno de ellos puede destruir el Anillo, por eso Frodo es quién es y por eso el Anillo llegó hasta él.

El Ojo en llamas surgió en el Espejo. Una visión que Galadriel soportaba día a día, royendo los límites de su poder, buscando el centro de la Luz de Lórien. Pero ella conocía la mente que había tras el Ojo y respondía a sus trampas con laberintos, a su miedo con esperanza, y al odio con compasión. Cosas tan incomprensibles para Sauron como el hecho de querer destruir el Anillo.

Frodo se apartó del Espejo y vio a Nenya resplandeciente en la mano de la Dama, una señora de los elfos grande, poderosa, temible.

...si fracasas, caeremos indefensos en manos del enemigo. Pero si triunfas, nuestro poder decrecerá y Lothlórien se debilitará, y las mareas del Tiempo la borrarán de la faz de la tierra. Tenemos que partir hacia el oeste, o transformarnos en un pueblo rústico que vive en cañadas y cuevas, condenados lentamente a olvidar y a ser olvidados -.

¿Y vos qué deseáis? -.

Que se cumpla lo que ha de cumplirse... Sin embargo desearía, si sirviera de algo, que el Anillo Único no hubiese sido forjado jamás, o que nunca hubiese sido encontrado -.

El hobbit la elogió y, a mano tendida, le ofreció el Único. Galadriel rió al borde del llanto, percibiendo la sutil venganza tras el honorable gesto. Frodo le ofrecía aquello que su corazón más anhelaba en respuesta a la prueba que Galadriel le impuso en su primer encuentro.

Los ojos de zafiro resiguieron la fina banda de oro, la joya que podría concederle todo aquello que deseaba. Sintió temblar sus manos, consumida por la tentación y el miedo a ceder a ella.

En el sitio del Señor Oscuro instalarás una Reina.

¿Qué no haría con el Anillo? Desterraría a Sauron más allá del Portal de la Noche, a los Abismos intemporales. Su poder devolvería a Endor la belleza de la Primera Edad, más aún, la luz sin mácula antes de la llegada de Morgoth. Los Pueblos Libres vivirían en paz y armonía, y ella sería su reina y todos la amarían. Una visión la mostró sobre un trono, hermosa, poderosa y terrible. Su voluntad sería ley. Aquel que la infringiera no tendría cabida en su reino y sería desterrado, exterminado, anulando toda oscuridad que pudiera empañar la felicidad de sus súbditos.

¡Y yo no seré oscura sino hermosa y terrible como la Mañana y la Noche! ¡Hermosa como el Mar y el Sol y la Nieve en la montaña!

¿Y por qué no? También se enfrentaría a los Poderes del Oeste, a aquellos que les negaron la felicidad a los Eldar. Valinor sería para aquellos que la merecieran y no para quienes decidieran unos dioses de segundo orden.

¡Terrible como la Tempestad y el Relámpago! Más fuerte que los cimientos de la tierra. ¡Todos me amarán y desesperarán!

Su corazón gritó. Su poder desencadenado la iluminó como una llama de plata en mitad de la noche. Aceptar el Anillo era salvar su mundo, su amor por Celeborn y aquella tierra. Renunciar al Único era renunciar a todo, condenados a olvidar y a ser olvidados.

Una ciudad se desplegó ante sus ojos, una visión no convocada, y con ella un hogar perdido hacía siglos. Vio a su madre y a su padre y a sus hermanos, a Finrod riendo bajo la Mindon.

La luz se extinguió y Galadriel rió, con la alegría de una muchacha que jugaba en una playa de plata y gemas resplandecientes.

He superado la prueba. Me iré empequeñeciendo, partiré al Oeste y seré siempre Galadriel -.

No más la princesa noldor, la reina de Eregion o Lórinand, la Dama Blanca o la Dama del Bosque Dorado, no, sólo Galadriel ahora y siempre.

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Celeborn sentía como todo el bosque parecía contener la respiración, como si supiera que la Dama Blanca se enfrentaba al peor de sus enemigos: ella misma.

El repentino fogonazo de poder le obligó a sentarse.

Solo, en la oscuridad de la casa, se preguntaba qué habría hecho su esposa. ¿Qué significaba ese arranque de poder descontrolado?. No pudo evitar imaginar a Frodo fulminado igual que aquellos enanos que invadieron Doriath.

Poco después, se escuchó el suave susurro de la tela.

Celeborn, ¿qué haces a oscuras? -.

El sinda encendió una lámpara y descubrió en la entrada a Galadriel mirándole con expresión divertida.

Sé que me enfrentaba a un duro trance, pero no tenías por que ser tan melodramático -.

Celeborn no replicó. Podía ver que ella había cambiado de alguna manera, nada quedaba de su terrible poder contenido o de su rabia. Era como conocerla de nuevo.

Sólo falta la corona de flores – musitó él, nostálgico.

¿Qué? -.

Si lucieras una corona de flores serías la doncella que vi por primera vez ante Thingol, en el salón de Menegroth -.

¿Una princesa noldorin irreverente y malcriada? – sonrió la Dama.

Una muchacha hermosa vestida con nieve y coronada por el sol, dueña de mi ser y mi destino desde entonces -.

Y Galadriel descubrió que aún podía ruborizarse.

Belain – suspiró Celeborn – No veía esa sonrisa tan transparente y luminosa en tu rostro desde... -. (Dioses)

La Dagor Bragollach – concluyó ella – Mi corazón por fin ha conseguido deshacerse de toda la ira y la pena que he acumulado desde ese terrible día. Sólo ahora he llegado a entender las enseñanzas de Melian y la verdad oculta tras el velo de este mundo pues, aunque lo parezca, no hay nada eterno sobre Arda, todo está condenado a desaparecer. Ahora lo sé, no pertenezco a Endor, mi hogar está en el Oeste y allí volveré, si me es concedido, cuando llegue la hora del último barco -.

El Señor de Lórien tomó y besó las manos de su Dama.

Todo ha concluido, el tiempo habrá de decidir si para bien o mal -.

Ha concluido para mí, la elección ha sido hecha, mas la Tierra Media aún ha de enfrentarse a los más oscuros días desde la Última Alianza -. Galadriel miró al Este, a una oscuridad que sólo ella percibía más allá de bosque, llanura y montaña – Y su única esperanza reside en un pequeño hobbit -.

¿Fracasará? -.

No lo sé, y en sí mismo eso me hace feliz; quiero creer que lo conseguirá, aferrarme a la esperanza como lo hacen el resto de hijos de Eru -.

¿No intentarás ver su destino? – desconfió Celeborn.

Nadie puede verlo ahora, ni el suyo ni el de la Tierra Media, es imposible seguir la trama porque hay demasiadas cosas a tener en cuenta -. Galadriel rió sin alegría – Sabes que tengo malos sueños desde hace meses. He visto el Anillo caer en manos de más de treinta seres diferentes, desde el propio Sauron hasta la criatura llamada Gollum, y otros tantos desenlaces más o menos terribles he contemplado. ¡Oh, Eru!, ¡si ni siquiera sé si se me permitirá abandonar Endor! -.

Tu elección ha sido hecha, irás al Oeste, ¿o aún albergas dudas respecto a tu camino? -.

La decisión última no está en mis manos, reside en la voluntad de los Poderes del otro lado del mar. La Prohibición aún pesa sobre mí, ningún noldo puede regresar a Aman, y mucho menos yo que les increpé dos veces; una cuando todos abandonamos Tirion y otra tras la Guerra de la Cólera -.

La verdad es que pudiste ser un poco más considerada con el heraldo de Manwë, poco te faltó para despedirle de tu presencia con una patada – dijo, no sin cierta diversión, el príncipe sinda.

¡Estaba en mi derecho!, si Eärendil llega a fracasar y habríamos tenido a Morgoth arrojando elfos al agua desde las torres de Sirion para divertirse -.

En el fondo, creo que los Valar sabían lo que hacían -. Celeborn se sentó en un extremo de la mesa – Tú misma has comentado en ocasiones que Manwë se comunicaba con Ilúvatar y no creo que a Él le pase nada desapercibido, seguramente hizo nacer a Eärendil sólo para arreglar el problema de su díscolo hijo Melkor -.

Interesante teoría, podría desmantelar toda la teología de los últimos eones, mi sabio señor -.

Oh, sólo acabo de empezar, ¿y si los perianath aparecieron con el único objeto de permitir el nacimiento de Frodo y que cumpla su misión de destruir el Anillo? -.

Eso es llevar la teoría un poco lejos, pero puedo concederte el beneficio de la duda, sobre todo tras el retorcido sentido del humor que he podido captar en los sucesos a lo largo de una más que considerable extensa vida -. Galadriel rió, esta vez de manera alegre y sincera – Mi adorado príncipe sinda, sería conveniente convocar a La Compañía antes que duerman y hacerles saber que mañana partirán, es peligroso que se demoren más tiempo -.

Excelente idea, aunque bien podías haberlo pensado antes -.

Antes estaba intentando quitarle el Anillo a Frodo, cariño -.

Celeborn puso los ojos en blanco y salió de la casa mascullando algo como "no hay quien entienda a las elfas". Su esposa se limitó a sonreír y cerró los ojos.

Haldir -.

¡Auch! -.

¿Se puede saber qué haces? -.

Estaba en mi turno de descanso, heril nin, es difícil mantenerte en la rama de un mallorn si te dan semejante susto -.

Lamento el sobresalto, pero necesito que regreses a Caras Galadhon de inmediato para ocuparte de nuestros invitados, partirán mañana después de comer -.

Estaré allí al alba -. La voz del silvano se tornó sombría – Ninquenís, hemos visto sucesos inquietantes, nubes de humo negro, y los orcos están muy agitados, es como si fuera a suceder algo. Si alguno de La Compañía pensaba renunciar a la misión le resultará imposible volver al hogar -.

Señal de que poco falta para el desenlace final. Hablaremos cuando llegues a la ciudad, hay que planificar la defensa del Bosque; si mi intuición no me falla, creo que soportaremos ataques desde Moria y Dol Guldur. No estaría de más que escogieras a algunos de tus exploradores más veloces y les enviaras a Rhovanion para advertir a Thranduil, la gente de Valle y Esgaroth necesitarán ayuda aún contando con el poderoso ejército de Dain de Erebor -.

Todo se hará como deseas, Ninquenís, tenn' encenië -.

La Dama liberó la mente de Haldir y regresó a tiempo de acudir con su marido al talan que hacía de sala de recepción para informar a los miembros de la Compañía de su pronta partida.

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Era la segunda vez que acudía al Espejo esa noche, sólo que ahora su corazón estaba tranquilo y veía de nuevo la belleza de aquel rincón del bosque. Galadriel necesitaba consejo, en sus manos estaba ayudar al Portador aliviando su carga.

Aguas de Lórien, reveladme lo que necesito saber, qué bien puede ser más preciado para aquel que ha de destruir el Anillo de Poder -.

El Espejo rieló y mostró a Frodo tal y como lo viera Sam, dormido o muerto. ¿Qué era tan importante en esa escena?. Y Galadriel vio la oscuridad, antes que todo acabara Frodo tendría que aventurarse en la más horrible de las noches.

Necesita su propia luz, aquella que es la esperanza que se alza en el Oeste -. Los ojos de zafiro miraron al firmamento, a la más radiante de las estrellas – Necesita a Eärendil -.

La Dama Blanca subió corriendo los escalones y dejó atrás su jardín. Como un etéreo fantasma, atravesó las sendas del bosque hasta el Claro de los Orfebres.

Herinya – exclamó uno de los herreros, sorprendido - ¿Qué os trae a nosotros? -.

Necesito imperiosamente hablar con el maestro Orrerë -.

Tenéis suerte, esta noche ha decidido quedarse a terminar algunos trabajos, le encontraréis en el taller -.

Hantalë -.

El moreno mírdain terminaba el último de los broches con forma de hoja que prenderían las capas de La Compañía, ocho hojas resplandecían plateadas devolviendo a las estrellas parte de su luz.

Orrerë -.

¡Ninquenís, no me deis esos sustos! -.

No era mi intención, meldonya, necesito tu ayuda -. (amigo mío)

¿Mi ayuda? ¿para qué? -.

Galadriel le explicó el tipo de regalo que deseaba hacer a Frodo y las características del recipiente que habría de contenerlo.

Tengo lo que necesitáis -. Orrerë se perdió en las profundidades del taller, entre armarios y baúles – Hice algunos experimentos con un compañero que siente pasión por los vidrios, él siempre se quejaba de la fragilidad de los mismos e intenté crear algunas piezas del cristal que se empleaba en el Mírdaithrond para las compuertas y protecciones… ah, aquí está -.

Hermoso -. Galadriel examinó la botellita de elegantes pero sencillas formas que el noldo le entregó.

Aguanta temperaturas extremas y sólo el mithril puede dañarlo, una baratija para aquellos que trabajaron en las Estancias del Vidrio -.

No puedes imaginar lo valiosa que es esta pequeña obra de arte -.

No de la manera en que vos lo hacéis, herinya, mas si puede contribuir al éxito de la misión del Portador su valor es incalculable –.

Galadriel apoyó una de sus manos en el hombro del maestro herrero.

Ve a casa, Orrerë – sonrió ella – Fanari aguarda tu regreso -.

Él inclinó la cabeza en una somera reverencia, y contempló a la dama hasta que ésta desapareció fuera del taller.

Parece imposible, pero juraría que algo ha cambiado en ella, como si una nube invisible hubiera ocultado su luz durante todos estos siglos -.

Galadriel, ajena a las palabras del mírdain, retornó a su jardín rápidamente presintiendo la proximidad de la alborada. Hundió el hermoso frasco en las aguas del Espejo y esperó hasta que éstas se aquietaron; entonces alzó la mano en que portaba a Nenya y clamó a la estrella más brillante del firmamento, la más amada de los elfos.

Anno daer glawar lin enni, Eärendil! -. (dame tu poderosa luz, Eärendil!)

El astro pareció incendiarse y su luz colmó el agua del Espejo, una radiación tan pura y sublime como aquella que emanaba el rocío de Telperion, en Valinor, cuando los días eran felices bajo las hijas de Elbereth. Galadriel sumergió las manos y sacó la redoma, le recorrió un estremecimiento de temor reverente, era como sustentar un Silmaril; el mismo que consiguió Beren por Lúthien, el que brilló en el cuello de Thingol al morir, el que portaba Elwing al arrojarse al mar y el que Eärendil ciñó en su frente para sortear los laberintos que protegían Aman. Colocó el tapón con deliberada lentitud y el resplandor murió como si jamás hubiese existido, dejando sólo agua; pero la Dama sabía que la luz seguía allí, dormida, aguardando un momento de absoluta necesidad.

Hantalë, Eärendil – agradeció, apretando el preciado objeto contra su pecho – Ahora es Frodo el que carga con la misión que un día pesó sobre tus hombros, la de salvar a los Pueblos Libres de la Tierra Media, y necesita un milagro como el que acudió en tu auxilio... todos lo necesitamos -.

El sol desterró a la fulgente estrella más allá de las Puertas de la Noche y encontró a Galadriel sentada en los escalones de piedra. Se sentía al borde de un precipicio, pasara lo que pasara, bien o mal, para ella todo había terminado al Este del mar.

Nadie me ha doblegado y ahora no lo hará la incertidumbre – se dijo para sacudirse de encima la sensación de intensa melancolía – Debo centrarme en La Compañía, ellos son lo más importante -.

Hechas a un lado las dudas, la Dama regresó a su hogar para prepararse.

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Esa mañana era como cualquier otra en Lórien pero, al tiempo, no lo era. Galadriel dejó que sus doncellas la vistieran de blanco y peinaran sus cabellos en trenzas doradas como el sol nimbado por rayos de luna.

No – dijo cuando le iban a colocar una sencilla tiara de plata – Hoy no -.

Descendió del talan hasta el suelo cuajado de hierba y flores y caminó hacia el embarcadero. Irían al encuentro de sus huéspedes para ofrecerles una comida de despedida y los regalos que habrían de ayudarles. Su mirada azur captó un suave destello amarillo, un manto de elanor que saludaba al sol otoñal; sin pensarlo siquiera, Galadriel se arrodilló y trenzó una intrincada corona, sus formas evocaban a una tiara de plata que perdió en los saqueos de Doriath.

Celeborn, vestido de blanco y gris, aguardaba en la orilla junto a la nave cisne; al descubrir a su esposa emergiendo entre los árboles, sintió que se le partía el corazón. Sin pronunciar palabra alguna, la ayudó a subir a bordo y ocupó el asiento que le correspondía como señor, y Galadriel se colocó a su espalda, de pie, portando el arpa que a él tanto le gustaba tañer.

Los dos elfos que les acompañaban en la barca empezaron a remar río arriba, siguiendo la cadencia que marcaba el arpa de plata y la desgarradoramente hermosa voz de la dama noldorin, hasta dar con la Compañía que descendía por las aguas e invitarles a compartir una última comida con ellos.

Allí, sobre la fragante hierba, comieron y bebieron. Los dos señores élficos les confiaron toda la información que poseían de la situación que vivían las tierras que les rodeaban, sobre todo Celeborn, pues era él quien ocasionalmente abandonaba el Bosque con sus galadrim.

Dama Galadriel, ¿podría solicitaros un favor? – le preguntó Legolas.

Cuando llegasteis a Lórien se envió mensaje a Rivendel y a Amon Edhel – dijo ella, contestando a la pregunta aún por formular – Tu padre sabe que te hayas a salvo y lo mucho has hecho por la Compañía -.

Tome la decisión de venir por mi cuenta, no me agrada pensar que he podido incurrir en un error y enojarle – confesó alicaído – Siempre ha recalcado lo que piensa respecto a inmiscuirse en los asuntos que no nos atañen directamente -.

Galadriel evocó a Celeborn y Thranduil defendiendo ante Thingol la necesidad que Doriath ayudase a Ossiriand y a las gentes de Brethil, paradójico sin duda.

El tiempo dirá si equivocaste tu decisión, joven príncipe, aunque el señor Elrond no lo cree así, ni yo tampoco – esbozó una sonrisa.

Agradezco vuestra confianza, heril Galadriel -.

Ella aprovechó que Legolas había sacado el tema para averiguar algo más de cómo había sido su infancia, aunque la conversación acabó derivando hacia las relaciones entre Valle, Erebor y Rhovanion.

En todo momento fue consciente de la silenciosa presencia de Frodo, que no parecía tan interesado en el contenido de lo que todos a su alrededor decían como del hecho de encontrarse allí, disfrutando de una hermosa mañana con sus amigos y dos poderosos señores élficos en una tierra de ensueño. El hobbit la miraba de igual manera que antes lo hiciera Celeborn, con la certeza que por fin ella había renunciado a lo que no podía ser, a mantener su mundo estático, a no dejar que nada cambie para no perder la belleza y el amor; la veía ya como los hombres de tiempos ulteriores vieron a los elfos: presentes y sin embargo remostos, una visión animada de aquello que la corriente incesante del Tiempo había dejado atrás.

Llegado el momento, Galadriel cumplió con una antigua tradición, la de compartir una copa con aquellos que parten y no se sabe si retornarán. La Dama Blanca de los Noldor se miró en los ojos del antiguo Señor de los Sindar.

Ahora es tiempo de beber la copa del adiós – dijo - ¡Bebed, Señor de los Galadrim! Y que tu corazón no esté triste, aunque la noche tendrá que seguir al mediodía y ya la tarde lleva a la noche -.

Nadie más alcanzó a comprender aquellas palabras. Todos bebieron el dulce hidromiel blanco, de la última botella que se conservaba de los tiempos de Eregion, pero a Celeborn le supo amargo.

Entonces se repartieron los regalos. Sentados en dos sencillas sillas, Galadriel y Celeborn hacían acercarse a cada miembro de la Comunidad y por turno les entregaban preciados bienes.

Aragorn recibió una vaina para Andúril y la Elessar, joya que le protegería del paso del tiempo y así disfrutaría junto a Arwen de una vida más extensa que la de los mortales; era un hermoso fin para lo que fue una prenda de un amor imposible, Celebrimbor habría estado de acuerdo.

Cinturones para Boromir, Merry y Pippin. El ánimo del hombre de Minas Tirith se había oscurecido aún más, Galadriel le sonrió pero él retrocedió con miedo y recelo. Sin embargo, los hobbits agradecieron los regalos.

Celeborn fue quien entregó el arco y carcaj a Legolas, el más poderoso que las manos de los artesanos de Eregion pudieron crear y las más veloces y resistentes flechas que Lórien podía ofrecer.

Nunca errarán tus disparos con este arma, hazla digna de ti, Thranduilion -.

Hannad le -.

Sam recibió de manos de Galadriel una caja llena de la tierra de Lórien, bendecida doblemente por el poder de Nenya y por los dones que la propia dama poseía. Era la esperanza de que un fugaz recuerdo del Reino Dorado perviviera en la Tierra Media aún después de su partida, mejor si además servía para recuperar la belleza y prosperidad de La Comarca.

Gimli se había mantenido apartado y dio un respingo cuando Galadriel se volvió hacia él y le interrogó sobre lo que quería para sí.

Ninguno, Señora. Es suficiente para mí haber visto a la Dama de los Galadrim y haber oído tan gentiles palabras -.

Ella le elogió en su humildad y, riendo para sí misma, percibiendo el don que deseaba el enano, le ordenó que hablase con libertad y ella se lo concedería.

...a menos que se me permita pedir, qué digo, nombrar uno solo de vuestros cabellos, que supera al oro de la tierra así como las estrellas superan a las gemas de las minas... -.

Los elfos presentes murmuraron, perplejos ante semejante osadía. La cara de Celeborn era un panorama, indeciso entre la sorpresa o la ira que había desencadenado aquel naugrim. Cientos de elfos habían solicitado recibir de Galadriel lo que ahora pedía el enano, incluso existía el rumor que el primero en hacerlo fue el mismísimo Fëanor, que creó los Silmarils inspirado por la luz de los cabellos de la hija de Finarfin y por su negativa a entregarle una de sus trenzas.

Galadriel, sin embargo, sonreía. Tras conocer lo que haría Gimli con semejante regalo, ella misma se soltó una de sus trenzas y cortó los cabellos que puso en manos del enano en estado catatónico; el presente fue acompañado de un don, que si el futuro era la paz y la luz, Gimli se vería colmado de oro pero no por la codicia.

Frodo fue el último en recibir su regalo. La dama se levantó y, con dulces palabras, le entregó el frasco que contenía la luz de Eärendil.

...Que sea una luz para ti en los sitios oscuros, cuando todas las otras luces se hayan extinguido. ¡Recuerda a Galadriel y el Espejo! -.

El Portador volvió a mirarla, pero esta vez, bajo el resplandor del frasco, ella aparecía alta y hermosa, como la reina que siempre había sido y sería.

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Ya no se demoraron más. La Compañía subió a las barcas élficas y se deslizaron corriente abajo sin dejar de mirar atrás, con añoranza y tristeza. Galadriel fue a despedirles al límite de la tierra, en el extremo del Naith, y la misma tristeza se apoderó de su corazón. En el último momento alzó los brazos y dejó libre el poder que contenía en su interior, el viento se arremolinó en torno a ella y le arrancó el cántico de sus labios para llevarlo lejos; la pena por lo que perdió, por aquello que ahora se desvanecía ante sus ojos y por la Prohibición, rogando a los Señores de Aman que, aunque ella no pudiera partir al Oeste, se le concediera ese don a Frodo.

Vanimalda -.

Galadriel se giró y sonrió con melancolía a su esposo.

Hemos hecho por ellos todo lo que hemos podido, sólo nos queda desear que los hados les sean propicios – dijo Celeborn – Eso y armarnos. Aquí también habrá guerra, en nuestra mano está que los ejércitos del enemigo no acosen a los Hombres desde el Norte -.

Hay pocas cosas seguras cuando las sombras caen sobre el mundo, mi señor sinda, pero hay algo que sí puedo jurar – sus ojos azules centellearon – Que ni un solo orco cruzará del otro lado de la tierra que Galadriel de Tirion defienda -.

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N. de A: Espero que os haya gustado, es un pequeño regalo a todos los que disfrutasteis tanto con este fic y que esta inconstante escritora os ha dejado a medias. Al menos ya está completa la parte de la Compañía pasando por Lórien.

La petición de Gimli resulta más osada de lo que mucha gente cree. En el mundo medieval una de las prendas de amor más habituales eran un mechón de pelo de la dama a su amado, es un regalo muy personal y muy preciado. Galadriel nunca entregó ni un pelo a nadie, ni siquiera a Celeborn que se sepa; yo interpreto el regalo a Gimli como una especie de reconciliación última entre elfos y enanos, las dos razas de los Días Antiguos condenadas a desaparecer ante el avance de los Hombres.

Lo de Fëanor aparece reflejado en los Cuentos Inconclusos, creo, o en la Guerra de las Joyas; él le pidió una trenza a su sobrina y ella se negó en redondo, lo que aumentó el miedo y el odio que Galadriel sentía de por sí hacia Fëanor.

Sois mogollón de gente a contestar los reviews y no puedo estar en un ordenador con acceso a internet el tiempo suficiente, así que os suplico que me perdonéis si me salto la sana tradición de contestaros a vuestros mensajes. Sólo deciros que los he leído todos, que me animan un montón, que jamás pensé que este fic tuviera una acogida tan masiva y que un escritor no es nada sin sus lectores. Gracias a todos, hantalë.

Os deseo una Feliz Navidad, que la paséis en compañía de aquellos a los que queréis porque eso es lo importante, no los regalos (aunque yo necesite urgentemente un ordenador XP ).

Besotes, abrazos y tenna rato!!!