El camino de Abby
Disclaimer: Si Luka y Abby fueran míos, ya estarían juntos hace rato.
Capítulo II
Hablar con Sam me costó, no me animaba a perder su cariño y no quería lastimarla. Como sabiendo qué estaba pasando por mi cabeza, ella tomó mi cara entre sus manos, hizo que me bajara para que estuviese a su misma altura y me besó la frente. Algunas lágrimas corrieron por su rostro y ni una palabra. Con Alex la cosa no fue tan fácil, él me gritó diciéndome que no me podía ir, que no podía dejarlos como su papá. Escuchar eso me partió el corazón pero no había vuelta atrás.
Tenía una mínima esperanza de que alguien me fuese despedir al aeropuerto, más que a despedirme esperaba que alguien me pidiera que no tomara ese avión. Pero nadie estaba ahí, absolutamente nadie.
Llegué al Congo a las 4 am.. Y para hacerme sentir un poco mejor apareció Gillian frente a mis ojos. Me dio un abrazo y un suave beso en los labios. Al rato ya estábamos en camino a Kinshasa, donde me tocaría volver a la realidad que no había llegado a olvidar.
Frikiyya, la nenita a la que tuve que amputarle la pierna, y su mamá estaban en el hospital esperando para recibirme. La niña me había hecho un collar típico de la región que agradecí elevándola al cielo. Ella no dejaba de sonreir y por un momento sentí que a quien estaba alzando era a Jasna.
Ese instante de felicidad se esfumó cuando llegaron dos soldados del gobierno heridos de bala. Gillian me asistió tomando el rol de Angelique. Trabajamos por horas con ellos pero no logramos salvarlos. Empecé con uno de esos días en los que parece que se estar por caer el mundo encima tuyo.
A la noche me estaba preparando para dormir pero una fiesta de bienvenida me esperaba. La pasé bien bailando con Gillian aún cuando ese lugar todavía sumaba tristeza en mi mente. Sólo recordar que Patrique dio su vida por no dejarme solo... nunca podré agradecerle todo lo que hizo por mi.
Pasaron los días y lo inevitable volvió a ocurrir. Tuvimos casi tres semanas relativamente tranquilas y como para seguir ese dicho que dice "la tercera es la vencida", debimos escapar de la clínica con todos los pacientes que podíamos llevar. El tiempo no nos alcanzó para llevar a todos, pero por suerte la mayoría se las ingenió para salir por sus propios medios. Yo llevé a una pequeña que se llama Marie-Thèrese y Jean-Pierre a Nahir, una chiquita árabe que es hija de una pareja de enfermeros que trabaja con nosotros. Ella se contagió de malaria por estar en este ambiente pero Sharif y Zakia no tenían con quién dejarla en su país, y además aseguran que "no es mucho más seguro por allá, al menos así estamos juntos".
No pudimos volver a la clínica porque había sido tomada como un centro de operaciones precario de los Mai-Mai, así que basado en mi experiencia anterior, decidí llevarlos caminando por la selva hasta Brazzaville, que no queda muy lejos de Kinshasa. Todo salió bien, pero no pude evitar largarme a llorar cuando me quedé solo. Siento que alguien me toma por la cintura y apoya su cabeza sobre mi espalda. Ese aroma, ese aroma logra calmarme. Me doy vuelta y ella me besa. Nos abrazamos y de pronto una luz medio azulada baña nuestros cuerpos.
