DISCLAIMER: Nada de este mundo de fantasía me pertenece. Todo es propiedad de JK Rowling y sus asociados.
CAPITULO 24.
Las cosas comenzaban a mejorar, Katie no aparecía, pero ahora todos estaban unidos. Sirius seguía casi sin dormir y, aunque ponía todo su empeño en las clases de Pociones, Harry notaba que era todo una fachada y si su hija mayor no volvía pronto se iba a derrumbar.
Por suerte para todos, el receso de Navidad llegó y la mayoría de los alumnos abandonaron el colegio para pasar esas fechas tan especiales junto a sus familias.
La comunidad mágica estaba en peligro, Voldemort no se había presentado personalmente en los ataques, pero los mortíf4gos solían mostrarse cada tanto, atemorizando a magos y brujas de todas las edades.
Por eso fue que la mayoría de los padres deseaba que sus hijos regresen. Nunca se sabía cuando podía culminar la vida de las personas queridas y lo mejor era aprovechar el tiempo.
Hogwarts se había quedado casi desierto. Sólo los profesores, el Director y algunos alumnos eran sus habitantes, y el ambiente era silencioso y demasiado tranquilo.
La segunda mañana de las vacaciones, Dumbledore estaba junto a Sirius en su despacho, intentando animar al menor.
-Volverá Sirius, lo sé.
-No estoy tan seguro Albus. –dijo el animago mostrando su preocupación –Qué tal si le sucedió algo? Si la atraparon los mortíof4gos?
-Katie es una bruja muy capaz e inteligente. Dudo que se deje atrapar fácilmente.
-Es que aún no entiendo sus motivos para irse de esa forma. Estábamos juntos de vuelta Albus, y ella se fue...
-Comprendo tu preocupación pero...
Fawkes comenzó a agitar sus alas, mientras abría su pico llamando la atención de ambos magos. El brillo en los ojos de Dumbledore regresó y se acercó a una ventana.
El anciano agitó una de sus manos y la ventana por la que estaba mirando se abrió, permitiéndole la salida al fénix, que se hallaba ansioso por abandonar el lugar. Sin perder un minuto mas, le señaló a Sirius que lo siguiera.
Sirius no comprendía que sucedía, pero fuera lo que sea, era importante. Mientras sacaba sus propias y equivocadas conclusiones, siguió al viejo mago escaleras abajo y por los pasillos hasta llegar a las puertas del castillo.
Entonces se detuvo en seco al ver la escena frente a él. Dos bultos enrollados en el césped, uno sobre el otro, en un enredo de piernas y brazos. No podía creer lo que sus ojos veían, pero al acercarse a la pareja, fue aún mas su impresión.
Katie y Severus. Ambos sobre una gran mancha de sangre. No sabía cual de los dos estaba mas herido, pero sí podía decir que uno había sido al apoyo del otro y viceversa. Evidentemente, una vez dentro de las protecciones de Hogwarts, se relajaron y se dejaron llevar por la inconsciencia.
Fawkes se apoyó en el suelo junto a ellos y dejó salir una hermosa melodía, reconfortante y llena de vida. Y Sirius salió de su impresión y cargó a su hija en sus brazos, mientras Dumbledore hacía aparecer una camilla y colocaba a Severus sobre ella.
No le importaba que su túnica se llene de sangre, o que sus piernas le reclamaran por el largo camino que estaba recorriendo con un peso extra, lo único que necesitaba, era llegar a la Enfermería para que Madamme Pomfrey examinara a su hija.
-Tranquila hija –murmuraba sin cesar –Vas a estar bien. Ahora te van a curar y nunca mas te dejaré ir lejos mío. Ya casi llegamos Katie, aguanta un poco mas.
-Papá? –murmuró ella delirando de fiebre.
-Si hija, soy yo. Ya estás a salvo.
En ese momento Sirius la depositó en una de la camas de la Enfermería, mientras una preocupada Madamme Pomfrey se acercaba casi corriendo a atenderla. Dumbledore llegó muy poco tiempo después y colocó a Severus en la cama mas próxima a la de Katie.
-Albus! Por Merlín! –exclamó la enfermera al ver el estado de sus dos pacientes -Qué les sucedió?
-No lo sé Popy, no lo sé.
-Necesito privacidad para poder trabajar!
-Claro Poppy –dijo el Director alejándose de las camas.
-Tu también Sirius!
-No, no puedo dejarla.
-SIRIUS POR FAVOR!
Dumbledore tomó acción cuando vió que Madamme Pomfrey gritaba, cosa muy inusual en ella, y tomó al animago de un brazo, para abandonar juntos el recinto.
Sirius se dejó arrastrar fuera de la Enfermería por Dumbledore, aunque lo único que deseaba era estar allí dentro, con su hija.
-Por qué a ella Albus? –preguntó completamente abatido –Es una niña. Es sólo una niña.....
-Sirius –dijo el anciano llamando su atención –Comprendo tu preocupación, pero Katie es una adulta ahora, y ella decidió irse.
-NO! Ella es una niña! Es MI niña!
-Sirius?
El aludido volteó hacia la nueva voz, para encontrarse con su ahijado. Harry observó el rostro sufrido de su padrino, las lágrimas en sus ojos y el temblor de sus manos y temió lo peor.
Tentativamente, Harry se acercó a él como si temiese que el animago huyera del lugar. Pero Sirius no se fue, sino que dejó que Harry se acerque y que lo abrace. El mayor de los dos no pudo dejar de preguntarse cuando fue que Harry había crecido y madurado tanto.
-Sirius... qué sucedió?
-Katie –fue lo único que dijo el mayor.
-Regresó? –preguntó Harry apartando a su padrino lo suficiente para mirarlo a los ojos, pero él no respondió –Está bien, verdad?
-No. No está bien. Nada está bien.
-Sirius, debes tranquilizarte –aconsejó Dumbledore apoyando una mano en su hombro y luego se dirigió a Harry –Katie y Severus han vuelto hace tan solo unos momentos, pero no se encuentran en buen estado de salud. Por qué no vas a buscar a Marva?
-Claro. -Dijo Harry preocupado.
Madamme Pomfrey se movía sin parar de una cama a la otra, suministrando pociones y haciendo algunos hechizos, pero la vida de sus dos pacientes prendía de un hilo.
Luego de rápidas pruebas, supo que Katie tenía varios huesos fracturados, cortes mágicos, casi imposibles de cerrar, y fiebre. La chica deliraba en su estado y, por los temblores y sacudidas de su cuerpo, no era nada agradable.
Severus no estaba en mejores condiciones. Su cuerpo había sido mancillado, padecía de severas quemaduras, cortes y golpes. Estaba débil por la utilización de numerosos Cruciatus sobre él y había muy pocas posibilidades de salvarlo.
Su tarea se vio interrumpida por la entrada de Grisselle. Madamme Pomfrey sabía de los poderes de la rubia, pero no tenía ningún interés en dejarla actuar. Podía ser muy poderosa, pero la estrecha relación que mantenía con Katie podía jugarle en contra.
-Señorita Cytril, por favor retírese.
-No. –dijo Grisselle aproximándose a las camas.
-Grisselle, soy perfectamente capaz de curar a Katie. Ahora, por favor...
-Pero no es capaz de salvar a Snape y las dos lo sabemos. –dijo Grisselle con tanta decisión que Poppy no pudo hacer mas que asentir –Encárguese de mi amiga, que yo voy a salvar a este murciélago grasiento.
-Grisselle! –exclamó Poppy.
-Es sólo un apodo cariñoso –dijo Grisselle sonriendo y guiñándole un ojo.
Mientras Poppy trabajaba sobre Katie, la medio-veela colocó sus manos a centímetros del cuerpo de su ex-profesor. Juntando toda su energía interior, y focalizándola en sus manos, Giselle comenzó a hacer un antiguo ritual que aprendió durante uno de sus viajes.
Dentro de su mente podía ver el cuerpo atormentado de Snape, y se encargó de curar primero las partes mas graves. Su corazón casi no latía y eso debía cambiar inmediatamente.
Podía ver el órgano vital moviéndose cada vez mas despacio y utilizó la mayoría de sus fuerzas para aumentar su ritmo.
Cuando ya se aseguró que no dejara de latir, se enfocó en los pulmones, dañados por las costillas rotas que los atravesaban.
Nunca en su vida había curado a alguien tan herido como Snape, pero tenía que lograrlo. No iba a permitir que el mago muriese, no todavía.
Una hora había estado drenando energía al cuerpo que descansaba incómodamente en la cama. Una hora del mas estresante trabajo que jamás había hecho. Una hora que, cuando culminó, la dejó al borde de la inconsciencia.
Leyton estaba fuera de la enfermería con Dumbledore, Sirius, Marva, Draco, Harry, Ron y Hermione cuando sintió un tirón en su pecho.
Sabiendo perfectamente de que se trataba, ignoró las llamadas de Dumbledore e ingresó a la enfermería, justo a tiempo para evitar que su hermana colapsara sobre el cuerpo de Snape.
Maldiciendo en murmullos, la tomó en sus brazos y la recostó en la cama mas cercana. Sabía que lo único que necesitaba era descansar, y sabía el motivo por el que estaba en ese estado.
Su hermana era tan testaruda como él, o mas. Y no había permitido que la ayudara. Miles de veces, en el pasado, no comprendía el porque de las acciones de Grisselle; pero esta vez era diferente. Él lo sabía, sabía todo de su hermana por el vínculo que los unía.
Desde la silla junto a la cama de Grisselle, pudo ver como Madamme Pomfrey terminaba de curar a Katie y como Snape se removía en sueños. Una agradable sensación de calidez lo rodeó, al ver a Katie tragar por si sola la poción que la enfermera había colocado cerca de su boca.
Justo después, la mujer llegó hasta la puerta, para permitir el ingreso de quienes esperaban afuera.
Cuando Katie abrió los ojos, sintió que estaba haciendo un esfuerzo demasiado grande para poder soportarlo. Todo su cuerpo le dolía y aún recordaba los sucesos de los últimos días, mandándole escalofríos a su espina.
Sabiendo que su padre estaba allí y él necesitaba comprobar y ver que estaba bien, se forzó a abrir los ojos y enfocar la vista.
-Pa... Papá.
-Katie, mi pequeña... Cómo te encuentras?
-Como si me hubiera caído de la escoba desde 50 metros de altura y a 200 kilómetros por hora. Pero no es tan grave.
-Qué te sucedió hija?
-Después –susurró Katie –Por favor.
-Como quieras, pero prométeme que vas a decírmelo y que no vas a irte así nuevamente.
-Te lo prometo. –dijo Katie sonriendo –Y Severus?
-Está bien. Grisselle lo curó y ahora están esperando que se despierte.
-Grisselle? –preguntó Katie sonriendo –Ya sabía yo... Dónde está Vik?
-Vik? –sirius estaba desconcertado.
-Si, Viktor Krum. Dónde está?
-No lo sé hija, por qué me lo preguntas?
-Él... él... venía tras nosotros. –Katie cerró los ojos y dejó que las lágrimas fluyeran por su rostro. Si Viktor no estaba en la enfermería era porque estaba... –NO! Vik no puede estar muerto! NO!
-Sh... tranquila hija. –susurró Sirius abrazándola ofreciéndole consuelo -Voy a enviar a alguien a buscarlo a ver si está en los terrenos de Hogwarts.
-Por favor... –pidió Katie.
-Leyton! –llamó Sirius –Podrías hacerme el favor de buscar a Viktor Krum?
-Seguro, seguro.
El rubio abandonó la enfermería y pidió ayuda a los chicos que aguardaban para entrar. Hermione, Ron y Harry lo siguieron sin dudarlo, pero Marva y Draco se quedaron.
-Marva... no vas a entrar a verla? –preguntó Draco acariciándole tiernamente el cabello.
-No lo sé. No me gustaría verla herida y...
-Mírame –pidió Draco suavemente –Tu hermana no va a morir. Me escuchaste?
-Si, pero...
-Lo mejor va a ser entrar y que lo veas por ti misma.
-Me acompañas?
-No lo sé... Tu hermana no está muy contenta conmigo.
-Por favor Draco. –suplicó Marva haciendo un puchero.
-Está bien. De todas formas habrá que ver como está Snape, verdad?
Leyton abandonó el castillo con rapidez, seguido por el Trío Dorado. No les había dicho a quien debían buscar, pues lo mas probable era que ni siquiera lo encontraran.
Los tres chicos mantenían los ojos abiertos y sus varitas listas para atacar a quien fuera que se presentara frente a ellos. No conocían la identidad de la persona que buscaban pero, por el rostro de Leyton, era importante encontrarla.
-Ron: tu ven conmigo –dijo Leyton al pisar el césped congelado –Hermione y Harry: ustedes vaya a buscar en los alrededores del lago. Si encuentran algo, saquen chispas azules de sus varitas. Si, por cualquier motivo, se ven en peligro, chispas rojas.
-Bien –dijo Hermione tomando de un brazo a Harry y corriendo hacia el lugar que el rubio les había indicado.
Ambos buscaban con ahínco, pero sin separarse el uno del otro. Cuando pasaron quince minutos y no encontraban nada, Harry comenzó a preocuparse. Y la culpa comenzó a inundar su corazón, ya que quien fuera que estuviera herido, era porque Voldemort había estado haciendo de las suyas.
Ron observó como su novia y su mejor amigo se alejaban de ellos y fijó su vista en Leyton, esperando mas instrucciones. Pero cuando lo hizo, su corazón se detuvo y lo único coherente que pudo pensar era que debía salir de allí lo mas pronto posible.
Leyton observó el rostro temeroso de Ron y comprendió que debería haberle dicho sus planes primero. Se acercó con cuidado al pelirrojo, pero al ver que a cada paso que avanzaba, el chico retrocedía uno, decidió hablarle.
-Ron, tranquilízate. –dijo con voz demasiado gruesa y áspera.
-Qué... qué eres? –tartamudeó Weasley.
-Mi madre era una veela, por lo que yo soy medio-veela. No voy a hacerte daño.
-Pe.. Pero sólo se transforman cuando están celosas.
-No. Al ser medio-veela, tengo mas poder sobre mis atributos. –explicó Leyton –Y de esta forma es mas fácil reconocer olores y fragancias. Es más fácil para la búsqueda. Pero si te incomoda, puedes ir con Harry y Hermione.
-No, no. Está bien. Yo... sólo....
-Lo sé. Tranquilo.
El espectacular rubio tenía sus ojos de un violeta muy antinatural, pero eran los ojos mas hermosos del mundo en ese momento. Su cabello brillaba tanto como el sol y su piel resplandecía, dándole un aspecto imposible de resistir para cualquier mujer.
Y hubiera sido casi gracioso (pensó Ron) estar a solas con un medio-veela completamente transformado, si no fuera por la expresión de seriedad en el rostro del rubio.
Unas vez aclarada su herencia con Ron, Leyton se concentró en reconocer cualquier fragancia ajena al Bosque Prohibido. Todo lo que necesitaba era algún olor extraño que le diera una pista sobre donde encontrar a Krum.
Su vista también mejoraba con las transformaciones voluntarias, ya que podía dirigirla a donde necesitara y ver mucho mas que siendo un simple mago.
Pero nada. Nada le indicaba donde podía estar Krum y eso era lo que mas le preocupaba, porque había mandado a Harry y Hermione hacia el lago, suponiendo que el búlgaro no se encontraría allí. Ahora tenía sus dudas.
-Y... A quién buscamos? –preguntó Ron, que ya comenzaba a sentirse un inútil caminando junto a Leyton.
-A Viktor Krum.
-QUÉ? –exclamó el pelirrojo.
-A Viktor Krum. –repitió Leyton.
-No, si eso ya lo había entendido. Lo que no entiendo es que tiene que ver en el regreso de Katie y Snape.
-Al parecer estaba con ellos –gruñó Leyton, y ron supo que no era contra él o sus preguntas, sino que no le agradaba el jugador de Quidditch.
-A mi tampoco me cae bien. –declaró después de meditarlo por un momento.
-Los celos no son buenos compañeros Ron.
-YO NO SOY CELOSO!
-No hay necesidad de gritar –dijo Leyton con esa extraña voz, pero sonando divertido por la reacción de su compañero de búsqueda. –Son celos. Y te comprendo, porque a mi me produce la misma reacción.
Ron no tuvo tiempo para preguntar el motivo de sus celos, cuando vieron en el cielo una lluvia de chispas azules. Se miraron por unos segundos, Leyton volvió a su estado normal y emprendieron su carrera hasta donde estaban Harry y Hermione.
Desde que se habían separado de los otros dos, buscaban sin encontrar nada fuera de lo normal. Esperaban que Ron y Leyton tuvieran mas suerte que ellos y encontraran a quien fuera que estaban buscando.
Pero, entonces, debajo de unos arboles que descansaban a orillas del Lago Encantado, Hermione creyó ver un bulto extraño.
Le hizo señas a Harry y con cuidado y sus varitas listas se acercaron hasta el cuerpo tendido en el suelo.
Hermione tuvo que reprimir el grito que amenazaba por abandonar su garganta cuando reconoció el rostro de su amigo búlgaro. Y sólo pudo quedarse de pie frente a él, completamente inmóvil y sin poder acercarse a él, por miedo a lo que pudiera descubrir.
Harry comprendió a su amiga y pasó un brazo por sus hombros, obligándola a voltear. Sabía que alguien tenía que chequear el estado de salud de Krum, y era evidente que iba a tener que hacerlo él.
-Hermione, necesito que envíes esas chispas azules. Yo voy a ver de cerca de Krum. Está bien?
-S... Si.
POR CADA CAPITULO QUE ALCANZO A PONER, NOS ACERCAMOS MAS A DONDE LO DEJAMOS EN EL FORO.
BESOS PARA TODOS Y GRACIAS POR SEGUIRME ACA.
BARBY
