El viejo entre las sombras
Viajamos por los lugares más recónditos de Francia, en el fondo era mejor así, toda persona racional creería que viajaríamos por medios mágicos o en su defecto por los transportes muggles ordinarios, en ningún momento pensarían que viajaríamos por oscuras sendas de entre los bosques franceses y bordeando colinas.
Máximo se había adaptado rápidamente a nosotros, la verdad es que era un buen conversador, Scott y yo comenzamos a enseñarle algo más de magia ya que su nivel sólo llegaba al de un estudiante de 5º año, a cambio él comenzó a enseñarnos a sobrevivir en medio de la nada, a situarnos cuando no teníamos ningún mapa ni brújula con la que orientarnos, incluso a conocer algunas plantas venenosas.
Sin duda alguna hacíamos un grupo un tanto extraño y a la vez más compenetrados, sólo en mi interior rogaba por no defraudar a mis nuevos amigos cuando tuviéramos que enfrentarnos a un nuevo peligro, en el fondo, aunque había aceptado esta misión, todavía estaba renuente a tomar para mí el poder que me identificaría como heredero de Slytherin, siempre me e considerado un Gryffindor, tal como lo fueron mis padres y ahora me preguntaba si no les estaría fallando de algún modo si me vinculaba con aquel que comenzó con todo esto de la purga de los sangre sucia y si al recibir estos poderes mi forma de pensar cambiará en algún sentido.
Miré hacia el cielo y vi a mi fiel lechuza sobrevolando nuestras cabezas, viéndola me pregunté si estaría haciendo lo correcto al no enviarle algún mensaje a mis amigos allá en Hogwarts, ellos son mi única familia y seguro que estarían preocupados por mí.
Rápidamente borré esos pensamientos de mi cabeza, es mejor que estuvieran preocupados por mí e incluso que creyeran que estaba muerto a que Voldemort creyera que atacando a mis amigos podía acabar conmigo. Miré hacia mis dos acompañantes, y en el fondo sentí envidia de ellos, sí es cierto que ellos tampoco habían tenido una vida fácil, pero ellos al menos habían conocido lo que era el cariño, aunque no fueran de sus padres, sin embargo yo el único cariño que pude recibir fue por parte de mi padrino y de forma realmente corta.
Me pregunto que estará haciendo Sirius ahora, supongo que estaría hablando con mis padres mientras reían y disfrutaban, hablarían de mí sobre la persona en la que me e convertido, y mi padre y mi padrino sin duda prepararían alguna trastada para divertirse. Sin duda aquel lugar en donde estuviera mi padrino junto a mis padres sería mucho mejor que el lugar donde yo me encontraba.
Poder, solo era eso, poder, el poder de manipular a otros a su voluntad, el poder de matar con sólo un gesto de varita, ese era al poder que me enfrentaba, el mismo por el que mis padres y tantas personas habían combatido durante tantos años, aquel que se me otorgaría y que yo tanto aborrezco.
Mirando hacia mis dos amigos me doy cuenta que todavía hay algo por lo que luchar. Veo a Scott caminar en silencio, con la mirada fija en el camino, cualquier persona que no lo conozca diría que es un digno heredero de Gryffindor, leal a los valores de su antepasado, pero yo que ahora lo conocía me daba cuenta que emprendía esta cruzada no solo por el bien del mundo si no para demostrar que era digno de llamarse heredero de Gryffindor.
Por otro lado Máximo, sin duda tal como mi amigo Hagrid había tenido una infancia dura, teniendo que huir de pequeño de un clan de gigantes, y cuando encuentra a alguien que le da el afecto que se merece, muere a manos de licántropos. Sin duda era una bella persona de gran corazón pero tal como a mí su pasado le perseguía y no podía negar el estar a la defensiva cada vez que conocía a alguien.
Vamos demasiado tranquilos, en todo este tiempo no hemos tenido ningún contacto con ningún mago que no hubiera sido nosotros mismos. Es difícil de creer que Dumbledore no halla encontrado ya su rastro y valla tras él, y más difícil de creer sería que su desaparición no hubiera llegado ya a oídos de Voldemort y que él, el mago oscuro más poderoso de todos los tiempos no hubiera movido ya piezas para encontrarlo.
- Alguien nos está siguiendo – Gruñó Máximo sin siquiera variar su mirada.
- ¿Estas seguro? – Sabía que la pregunta de Scott era sin fundamento, en este corto de tiempo en el que viajábamos con Máximo habíamos descubierto su refinado sentido del olfato y del oído.
- Si, nos viene siguiendo desde hace una media hora – Mis temores pensamientos comenzaron a aflorar sólo esperaba que no fueran mortifagos los que nos seguían.
- ¿Qué puedes decirnos de ellos? – Pregunté intentando centrarme en un posible ataque.
- Que es uno solo, por el olor que emana diría que es un hombre, ya mayor por el ruido de sus pisadas, si incluso me atrevería a afirmar que es un viejo – Máximo puso cara de concentración al notar algo que antes no había notado – Si sin negarlo es un viejo, lleva una vara que usa como apoyo y al parecer va demasiado apurado siguiendo nuestros pasos
- Harry, podríamos unir nuestras mentes para saber si es mago – Unir nuestras mentes no sería la palabra exacta, en realidad lo que Scott quería hacer era de algún modo unir nuestros poderes mágicos de modo que pudiéramos identificar si es mago, poco antes de salir leí en un libro que con el suficiente poder y concentración podías distinguir si una persona era practicante de la magia o muggle, esto se debía a que todos los magos despedíamos de nuestro cuerpo un aura, por llamarlo de algún modo, que en función de la cantidad y el color podías distinguir si un mago era más o menos poderoso.
- Nunca lo hemos hecho Scott, podría salir muchas cosas mal y más peligroso sería unir nuestros poderes – Era conciente del pedido de Scott, si bien dos magos teniendo un buen control de su mente podían unir sus poderes para una determinada acción, cuando se trataba de dos magos, que para que negarlos, más poderosos que la media unían sus poderes podían acabar perdiendo todo rastro de magia o incluso llegar a caer inconsciente.
- Si pero no podemos arriesgarnos a que sea un mortifago – Dijo Scott con vehemencia – Sé los riesgos que ataña.
- Y hay otras salidas Scott – Puse a trabajar mi mente a marchas forzadas, ni siquiera me hacía gracia el querer oír hablar de nuestros poderes y quitarle a Voldemort una tarea para su conquista.
- Pues sea lo que queráis hacer será mejor que lo hagáis ya, porque el tipo ese sea quien sea se acerca hacia nosotros – Era de esperar entre pensamientos e ideas habíamos aminorado la marcha lo que había echo a nuestro perseguidor alcanzar un tiempo preciado.
- Dejaremos los caballos a la vista, y la carreta también, de modo que se acerque a explorarla, nosotros nos ocultaremos entre los árboles y le haremos un ataque sorpresa – Sin duda era lo mejor que se me ocurría, podía haber planeado otra cosa mejor, pero carecía de tiempo.
Ninguno de los dos discutieron mi propuesta, en el fondo porque no había algo mejor en lo que pensar, y aunque aceptara unir la mente con la de Scott, cosa que no pensaba hacer, eso requería tiempo y eso era algo de lo que carecíamos en estos momentos si se trataba de algún mortifago e incluso si fuera alguien de la orden.
Dejamos los caballos en un pequeño claro, sin duda se vería que era una trampa, pero alguien que estuviera desesperado en encontrarnos se acercaría a ella en busca de pistas, nos situamos en tres lugares perfectamente escondidos pero de los cuales nos veíamos unos a los otros. No pasaron 10 minutos cuando un viejo anciano entró en el claro, si no fuera porque sabía que era imposible, me juraría que se trataba del mismísimo Dumbledore, pero eso era imposible, el estaba en Hogwarts y ni siquiera por ir en mi busca abandonaría el castillo.
Mirándolo detenidamente al anciano descubrí que no podía ser Dumbledore, este cargaba con una vara de un metro y medio más o menos de larga la cual usaba como bastón, su túnica era de un gris oscuro que hacía confundirse con el entorno, y sus cabellos no eran tan blancos como los del viejo director si no que mostraba un pelo gris del cual estaba poblado de multitud de canas, su aspecto era sin duda más bonachón y se veía más joven, aunque cansado.
Miré hacia mis dos amigos del cual estaban sin duda observando todos los movimientos del anciano, no había duda que era un mago, la pregunta ahora sería ¿era parte partidario del lado oscuro o del lado de la luz?. No podíamos arriesgarnos así que haciéndole un gesto a mis amigos me dispuse a atacarlo, vi a Máximo que apretaba el mango de su hacha con fuerza lo que me indicaba que usaría la fuerza para atacarlo, Scott, al igual que yo tenía la varita en mano, dispuesto a atacar en cuanto yo diera la señal. Asintiendo con mi cabeza di la señal. Sin duda un error ya que no nos percatamos que el viejo no se había movido del claro y que incluso sonreía.
Saltamos al claro y lancé un desmaius mientras que Scott lanzaba un potente Sperlliamus, Máximo sin embargo corría hacia él con el hacha dispuesta a cortarlo en pedacitos. No obstante ni los hechizos impactaron en el viejo debido a un potente escudo dorado, ni Máximo llegó hacia su cometido debido a que parecía haberse clavado en la tierra.
- Valientes, si señor, astutos también y sin embargo insensatos – Habló con una voz suave y profunda el anciano – Por favor, bajad esas varitas, y tu muchacho, deja de resistirte, cuanto más quieras atacarte menos podrás moverte – Dijo el viejo con una sonrisa macabra arrugando sus facciones, me di cuenta que el viejo tenía los ojos grises, o al menos uno de ellos ya que el otro parecía como si le hubieran clavado algo filoso en el ojo por lo que estaba completamente blanco.
- ¿Quiénes usted? – Dijo Scott bajando la varita pero sin dejar de hacer presión en ella.
- Soy Aberforth Dumbledore, creo recordar que al menos uno de vosotros conocéis a mi hermano Albus.
- Tranquilo Max, es amigo, por lo menos por ahora – Le dije a Máximo que parecía no querer dejar de luchar con el hechizo que lo hacía tener clavado en la tierra.
- Si viene a llevarnos de vuelta a Inglaterra puede volver y decirles a los de la orden del fénix que no volveremos hasta que hallamos completado nuestros propósitos – Dijo Scott a la defensiva.
- Eres Scott Kilvert ¿verdad? – Preguntó el anciano que decía ser el hermano del director de Hogwarts mirando fijamente a Scott sus facciones de su cara – Si, te pareces a tu abuelo, irradias la misma aura que él – Dumbledore se giró hacia mí – Y de ti no hace falta presentación alguna, incluso ocultando tu cicatriz se que eres Harry Potter, aunque no tengo el placer de conocer a vuestro amigo.
- Máximo es mi nombre – Max había conseguido levantarse al ver que no era una amenaza inmediata y había decidido darle al viejo el beneficio de la duda.
- Deberías saber que el hecho de que la orden del fénix no os halla encontrado ya y llevado de vuelta a Inglaterra es debido a mi participación – A Dumbledore parecía importarle poco el motivo por el que estábamos fuera de nuestro país y que hacíamos, parecía como si tuviera un plan a seguir y le daba igual cual fuese el precio para conseguirlo – Está anocheciendo, deberíamos acampar aquí mientras hablamos frente a una buena hoguera.
Así pues nos dedicamos a buscar algo de leña, y ahí que decir que Dumbledore no ayudó en mucho, y preparábamos algo para cenar mientras nos sentábamos en el suelo alrededor de la hoguera.
- Bien, si los de la orden no han venido a buscarnos gracias a su ayuda, eso quiere decir que no trabaja para ellos – Dije yo una vez que estuvimos cómodos sentados.
- Exactamente lo que dices, mi hermano Albus, siempre quiso prestigio en la comunidad mágica y llegar a ser director de Hogwarts, cosa que consiguió, pero en mi caso me dediqué durante todos mis años a estudiar todas las diferentes ramas de la magia, incluso aquellas ya perdidas en el tiempo por la comodidad de los magos.
- Disculpe Señor Dumbledore, pero no estoy para lecciones de historia, así que si puede abreviar se lo agradeceríamos – Dije forzando a parecer amable aunque sin mucho resultado.
- Bien, cuando descubrí que ambos estabais juntos, no tardé mucho en descifrar cuales eran vuestros planes, Marcus – El cual era el nombre del abuelo de Scott – me había hablado de la magia que podían controlar los cuatro herederos de Hogwarts estando juntos, y al igual que mi hermano, yo también conocía la profecía – Dijo Aberforth mirándome fijamente.
- Entonces sabrá que debemos seguir con nuestro propósito – Dije con convicción.
- Exactamente a eso es a lo que e venido – Dijo dedicando una sonrisa arrugando su rostro más de lo que era ya posible – Sois valientes, no lo niego, pero os hace falta más que valentía para conseguir crear ese tipo de magia, no basta sólo con unir a los herederos y marcar a otra persona como heredero de Slytherin.
- Claro que sí, los escritos de mi abuelo eran muy claros – Bramó Scott por que alguien discutiera las memorias de su abuelo.
- Oh si, pero lo que tu abuelo nunca te mencionó, por el motivo que todavía no estabas preparado para saberlo, ni siquiera de forma escrita, es que para conseguir crear la luz de la eternidad es que necesitas tener un alto conocimiento de magia en estado puro al igual que en rituales.
- ¿Magia en estado puro? – Preguntó Max un tanto confuso, ya que si bien era conocedor de la magia y sus variantes, nunca había oído hablar de ese tipo de magia e incluso dudaba que supiera siquiera que era un ritual.
- La capacidad de hacer magia sin varita muchacho – Contestó como aquel que le explica a un niño que dos más dos siempre da como resultado cuatro – En la antigüedad, los magos no necesitábamos de varita, claro que estos conocimientos siempre estaban ligados a las familias de magos, con la construcción de los colegios de magia y la aceptación de los hijos de muggles, se hubo de buscar formas de reducir los conocimientos mágicos en 7 años de enseñanza para que todos pudieran aprenderlo a un mismo nivel.
- Creí que era imposible hacer magia sin varita – La verdad es que la sola idea de hacer magia sin varita me tentaba de sobremanera, podría ser realmente útil en un duelo.
- También se creía imposible resistir la maldición asesina y tu eres una prueba viviente de ello muchacho – Dijo molesto Dumbledore – Este es el problema de los jóvenes lo dais todo por sentado, ahora dime, antes de entrar en el colegio, ¿nunca diste muestra de ser un mago?
- Si pero eso es magia accidental – Respondió Scott por mí, ya que la verdad yo estaba un poco molesto por la forma en que me había hablado para contestarle sin soltar alguna obscenidad en el proceso.
- Pero sigue siendo magia verdad, y no usas ninguna varita – La verdad es que viéndolo de ese ángulo tenía razón lo que Dumbledore decía – Y si no me creéis, cuando me habéis atacado, os habréis fijado que en ningún momento e sacado mi varita.
- Bien, el motivo de nuestro encuentro es sencillo, soy viejo ya, no creo que dure más de unos años más, y durante toda mi vida e descubierto muchos secretos de la magia, rituales, pociones, encantamientos, habilidades, algunos de los cuales era conocedor tu abuelo – Dijo mirando a Scott – Ya que él me acompañó en alguno de mis viajes.
- ¿Qué es en realidad lo que pretende señor? – Sin duda alguna se había ganado el respeto que se merecía.
- Quiero enseñaros a los cuatro todos mis conocimientos, sería para mí un honor poder pasar a la historia como el hombre que educó a los cuatro herederos de Hogwarts y lanzará a la comunidad mágica a una etapa.
- Todavía no soy el heredero de Slytherin – Respondí inmediatamente.
- Y nunca lo serás si sigues con esa actitud jovencito, debes tener la convicción y querer estar relacionado con Slytherin, no con aquel por el que lo conoce la historia, si no por aquel que fundó el colegio Hogwarts junto a sus tres amigos – Hizo una pausa y giró su rostro hacia Máximo – En cuanto a ti muchacho, sin duda no entraba en mis planes enseñar este tipo de magia a un semi gigante, entre otras porque para muchas ramas de las que soy conocedor, se necesita un gran poder, poder que para que pudieras llegar a conseguir se necesitarían años de rituales y de entrenamiento, pero puedo llegar a enseñarte otros tipos de magia.
- ¿Cómo cuales? – Preguntó entusiasmado Máximo, ya que cuando mencionó que sus conocimientos sólo serían transferido a los herederos de Hogwarts su rostro cambió a tristeza – Puedo enseñarte a manejar la naturaleza a tu voluntad, a comunicarte con los animales en tu misma lengua e incluso puedo llegar a enseñarte a pulir tu estilo de lucha con el hacha.
- A ver si me aclaro, quiere convertirse en nuestro maestro – Estaba realmente impresionado, había oído hablar en más de una ocasión a Hermione de la maestría, básicamente consistía en que un mago adulto tomaba a su cargo a un joven para enseñarle todos sus conocimientos, se basaba en un contrato vinculante del cual ninguna de las dos partes no podía remover hasta acabada la formación del pupilo o una de las dos partes muriera, por lo general un maestro sólo tomaba a un discípulo por vez y eso era debido a la gran cantidad de compromiso que aquello llevaba, la única vez que había oído hablar de alguien que tomara a su cuidado a más de un alumno, era al mismo Merlín tomando a su cargo a los cuatro fundadores de Hogwarts.
- Hay algo que no entiendo, me dice que el hermano del líder de la organización contra la lucha de las artes oscuras, protector de aquí mi buen amigo Harry, el cual seguro tiene que estar levantando todas las piedras de Gran Bretaña en su busca, pretende tomarnos como discípulos a los aquí presentes y a las dos herederas de Ravenclaw y Huffelpuff para prepararnos contra la lucha contra Voldemort y así hacer historia como el hombre que nos educó.
- Básicamente – Respondió como si tal cosa acabándose el estofado que Máximo había preparado.
- De acuerdo donde está la trampa – Dijo Scott mirándolo de una forma rara.
- No existe tal trampa, si aceptáis ser mis discípulos, tendréis que aprender cosas que veréis inservibles, pulir otras cualidades en las que creéis que estáis preparados y hacer lo que os diga teniéndome el respeto que otorga mi cargo.
- ¿Pulir cualidades? – Sin duda la pregunta salió de mis labios sin apenas pensar.
- Exacto, por ejemplo, ambos – Señalando a Scott y a mí – os creéis que sabéis todo sobre oclumancia y legeremancia, creéis que lo que estáis viendo en mi mente es lo que queréis ver y no lo que yo quiero ver, del mismo modo que creéis que no estoy viendo lo que estáis pensando en estos momentos – Sin duda nuestras caras de asombros eran dignas de poema – Vuestra primera lección gratuita, nunca deis por echo que sois buenos en algo, siempre habrá alguien que os supere.
Y así fue como los tres entramos al cuidado del Aberforth Dumbledore, a partir de este día maestro, pesé a nuestros pensamientos que creíamos que comenzaríamos ejercitando alguna rama de la magia, incluso aprender a manejar la magia sin varita, no fue eso con lo que comenzamos.
- Bien, lo primero que debéis de saber, es de donde proviene toda la magia del planeta – el maestro hablaba con voz suave mientras iba sentado al lado de Máximo en la carreta y Scott y yo cabalgábamos cada uno a cada lado – La magia del planeta, está arraigada en sus cuatro elementos principales, la tierra, el fuego, el viento y el agua, pero aún así con la combinación de estos cuatro elementos que dan la vida, no se puede hacer magia. La tierra está formada por miles de líneas, líneas invisibles para el mago común, pero ahí están, estas son las portadoras de la magia, y son a ellas a las que un mago o criatura mágica se conecta a ella cuando realiza algún conjuro o encantamiento.
- ¿Creí que la magia procedía de cada persona? – Pregunté sinceramente interesado en la conversación.
- Ese es el problema, los magos están tan habituados a la sensación del poder que poseen que se olvidan de los demás elementos. Saber que un mago no es más poderoso por que contenga en su cuerpo más magia que otro, si no porque está más conectado a las líneas portadoras de la magia. Por poneros un ejemplo, imaginad un embudo, da igual cuanta cantidad de agua echéis a este, ya que el chorro de agua que saldrá por la parte más estrecha será siempre el mismo.
- Así que el embudo representa al mago, el agua a la magia y el chorro por el que sale el agua la potencia de sus hechizos – Dijo Scott enumerando lo que el maestro quería decir.
- Exactamente, pero tienes que saber que ese chorro de magia en los magos puede variar, según el entrenamiento, algunos rituales y también el nacimiento del mago. Pero ahora llega un segundo dilema, si haces que el cauce de magia de tu cuerpo salga demasiado grande, al igual que por donde entra la magia, tu cuerpo quedará sin contacto rápidamente con las líneas mágicas por lo que podrías sufrir un agotamiento mágico, y el hechizo lanzado sería tan potente y disperso que podría llegar a reducir un poblado entero.
- ¿Porqué eso nunca a ocurrido? – Preguntó Max impresionado por lo dicho.
- Eso se debe a que el uso de la varita limita el crecimiento del poder, por llamarlo de un nombre más coloquial, usando ésta, tu poder puede alcanzar cierto nivel que dependerá en mayor medida, de tu cuerpo, tu mente y de tu percepción mágica.
- ¿Quiere decir que cuanto más fuerte sea una persona mayor capacidad de flujo mágico será capaz de canalizar? – Preguntó Max un poco confuso.
- Exactamente eso es, pero tienes que entender muchacho, que no solo depende de la fuerza física, también depende de tu fuerza mental y con la fuerza en la que te vincules con los flujos de energía.
- ¿Entonces lo primero que debemos de hacer es…? - Pregunté ansioso por comenzar a entrenar.
- Bueno, primero deberéis entrenar vuestro cuerpo, eso será fácil, los tres sois relativamente fuertes, pero antes de pasar al entrenamiento mental, debéis entrar en armonía con vuestro cuerpo, conocer cada parte de vuestro ser y forzarlos hasta el límite. Esto hará que los lazos mágicos de vuestro cuerpo también crezcan, y eso os hará falta, sobre todo a vosotros dos si pretendéis llevar a cabo ese hechizo.
- ¿Cuándo comenzamos? – Dijimos los tres entusiasmados.
- Todavía no es tiempo, con un poco de suerte, antes de la navidad, estaréis los cuatro herederos juntos, comenzaremos cuando los cuatro estéis unidos, así vuestro poder se armonizará con forme aprendéis y os resultará más fácil trabajar en equipo.
Así pues los cuatro viajeros comenzaron a avanzar en su trayecto hacia las afueras de París, evitaron pasar a toda costa por poblados muggles y si tenían que parar en algún pueblo, lo hacían en poblados muggles. Harry se sorprendió cuando oyó que existían otros pueblos enteramente mágicos a parte de Hogsmeade, pero la respuesta de su maestro se lo dejó clara.
- ¿No pensarás que en todo el mundo existe una sola comunidad enteramente no muggle? – Las arrugas de su rostro se contorsionaron en una mueca que pretendía ser una sonrisa – Normalmente existen más comunidades de este tipo, muchas ocultas de los otros magos debido a que guardan su secreto celosamente entre sus habitantes, otras son lugares sonados de otros países así como Hogsmeade es de Inglaterra así como aquí en Francia es le bijou magique.
- ¿Existen en Inglaterra alguna otra comunidad enteramente mágica? – Preguntó Harry extasiado con este nuevo conocimiento, que si bien no le era necesario para la lucha contra las artes oscuras, comenzó a soñar despierto con visitarlas todas.
- Bueno, enteramente mágicas no, Hogsmeade es la única que se mantiene así, antes era también el valle de Godric, pero con el parentesco que tenían magos con los muggles se abrió la comunidad también para los muggles, ese lugar es conocido por ser el único en el que muggles y magos viven en armonía – Harry sintió un vuelco en el corazón al oír hablar así a su mentor, el lugar donde vivieron sus padres, aquel del que él era natal, era una comunidad integrada por ambos mundos, mundos de los que él pertenecía
Lugar: Afueras de París.
Fecha: 25 de Octubre.
Hora: 8.30 am
Se encontraban frente a una imponente mansión fruto sin duda de miles de galeones invertidos en decoración y en seguridad.
- Bien – Dijo Dumbledore una vez llegada frente a la impotente mansión – Deberemos hacer gala de nuestro linaje, nuestros apellidos son conocidos por su antigüedad y pureza en la sangre. Dentro nos encontraremos con algunas personas que opinan que los hijos de muggle y sangre mezcladas son escorias y que no merecen respirar el mismo aire que ellos, nuestra posición será clara pero concisa, ni negaremos tal afirmación ni la apoyaremos. En cuanto a ti Máximo, te mirarán por el encima del hombro solo por ser un semigigante, ignora esa mirada, después anunciaré que tu padre me salvó la vida en una ocasión y que al haber muerto mi vínculo mágico me hacía hacerme responsable de ti.
- No es un poco drástico maestro – Opinó Harry al ver todo lo que decía – Scott me había hablado que Robert McGonagall era un poco excéntrico y protector con su hija, pero de ahí a lo que cuenta.
- Bueno, Robert no tiene esa clase de prejuicios que tienen algunas familias mágicas, pero son precisamente las familias que menos se han mezclado con muggles aquellas que poseen mayor fortuna y por lo tanto con los que mejor se pueden hacer negocios – Así que sería eso, se encontraría con una persona del tipo de Fugde, le sonreiría y le miraría como si fuera familiar mientras su presencia le reportara algún beneficio, pero en cuanto su presencia no fuera requerida…
- Bien Max, a partir de ahora serás Máximo del castillo, es un antiguo apellido que se perdió por el tiempo, algunos de las familias más antiguas piensan que todavía existe algún heredero pero no se conoce quien es, eso hará que no te traten como escoria e intenten echarte a patadas, aunque sin duda habrá habladurías pero es mejor que nada.
Así pues atravesaron las grandes rejas que custodiaban la mansión de los McGonagall, en donde sin duda habitaba la heredera de Ravenclaw, un paso más para la caída de Voldemort, al llegar a la entrada de la mansión ya nos esperaba una comitiva de cuatro elfos domésticos dispuestos a servirnos.
- Anunciad a vuestro señor que Aberforth Dumbledore está ante su puerta y pide una audiencia con él inmediatamente – Uno de los elfos entró rápidamente en la mansión para cumplir con el encargo mientras los otros tres se encargaban de llevar a los caballos a las cuadras de la mansión. No pasaron ni cinco minutos cuando el elfo volvió anunciando que su amo los recibiría en breves instantes.
- Síganme señores – Pidió el elfo guiándolos por lujoso corredor hasta llegar a una estancia acogedora en donde el fuego de la chimenea daba un ambiente solemne a la sala – Mi amo los recibirá en breves momentos.
- Gusto en conocer por fin al famoso Aberforth Dumbledore del que tanto e oído hablar y del que se cuenta ser el único conocedor de los misterios de la magia – Frente a ellos había aparecido un hombre de rasgos aristocráticos, pelo castaño y ojos color miel.
- El gusto es mío señor McGonagall – Dijo haciendo una leve inclinación Dumbledore.
- Oh, por favor dejémonos de formalismos – Dijo brindando una suave sonrisa - ¿Y quienes son los jóvenes que le acompaña? – Hizo una pausa mirando a cada uno de los chicos parando más tiempo en Máximo haciendo una mueca desdeñosa al reconocer su raza.
- Permíteme presentarte a Scott Kilvert, del que seguro recordarás.
- Un placer señor conocerlo al fin en persona – Dijo Scott extendiendo su mano y siendo estrechada con una sonrisa falsa por McGonagall.
- El gusto es mío, todavía recuerdo que los negocios que llevé con tu abuelo me hicieron incrementar mi fortuna gratamente – Después de un breve silencio de no más de cinco segundos agregó – Oí que había muerto el año pasado, sin duda una gran perdida la suya.
- Aquí a mi derecha, seguro que habrás oído hablar de él, Harry Potter – Y apretando fuertemente su bastón continuó – Seguramente no lo habrás reconocido porque lleva su cicatriz cubierta, no queremos causar habladurías.
- Un gusto en conocerlo señor – Dijo Harry mostrando el mismo protocolo que había echo gala Scott.
- Sin dudarlo, el gusto es mío – La sonrisa que mostró fue sin duda más exagerada que la brindó a Scott – Si llego a saber que recibiría en mi casa a una celebridad había preparado un banquete en su honor.
- Sin duda no es necesario señor – Contestó Harry un poco azorado pero manteniéndose firme – El poder ser recibido en su casa es ya para mí un honor – Sin duda esa era las palabras que quería escuchar el hombre ya que afirmó varias veces en con su cabeza afirmando algo que seguro estaba pensando.
- Y por último, aunque seguro que no lo conocerás, habrás oído hablar de su familia – Señalando a Máximo que había estado en silencio todo el tiempo mirando lo que sus dos amigos hacían – El es Máximo del Castillo, una gran perdida la de su padre, pero un vínculo de vida es un vínculo de vida, así que está a mi cargo.
- Así que los del castillo se mezclaron con gigantes, sin duda una pena, pero eso no es culpa tuya verdad muchacho – Al estrecharle la mano Harry vio que no le hacía mucha gracia el dársela y Harry apostaba su saeta de fuego a que sólo lo hacía por la presencia de Dumbledore y el ser portador de tal apellido.
- Y bien, ¿Qué les trae a tales importantes familias a mi humilde morada? – Preguntó mientras nos invitaba a sentarnos mientras un elfo traía unos aperitivos y algo para beber.
- Conocimientos Robert – Dijo sin preámbulos Dumbledore ya acabado el formalismo – Me hago viejo, dentro de unos años la muerte reclamará mi vida y me gustaría al menos transmitir mis conocimientos a jóvenes con talento – La cara de McGonagall era todo un poema al ver que una autoridad en conocimientos de la magia se interesaba en transmitir lo que durante toda su vida se había dedicado a recopilar con tanto añico.
- Me está diciendo que quiere tomar a mi hija como discípula – Sin dudar este hombre se relamía con lo que esto podría proporcionar a su familia.
- Dejémonos de rodeos Robert, sé perfectamente que tu hija es heredera de Ravenclaw, y del mismo modo sabes que Scott es heredero de Gryffindor, mi propósito es volver a unir a los cuatro herederos de Hogwarts, educarlos y así hacer que vuelvan los días de grandeza de Hogwarts.
- Sin duda no creo que puedas llevar tal acción, ya que según tengo entendido, el heredero de Slytherin es ese mago que se hace llamar Lord Voldemort – Harry vio como apretaba fuertemente sus puños, sin duda le daba miedo pronunciar el nombre pero quería mostrarse como un mago que podía vencerlo si se lo propusiera.
- Y eso nos lleva a nuestro querido Harry, del que sin duda habrás oído que tiene la capacidad de hablar la lengua pársel.
- Oh sin duda, aunque siempre creí que eran habladurías de los periódicos para conseguir ventas.
- Bueno, pues yo te afirmo que es cierto que habla pársel, aunque lo de sus delirios y locuras si son exageraciones, no tiene más delirios y locuras de lo que tiene cualquier adolescente.
- Ni por un momento lo e dudado – Harry no podía creerlo, podía acaso ser más estirado y falso – Aún así, no soy yo quien tiene que decidir tal acción, pero sin duda, la haré llamar y así podréis conocerla – El hombre hizo sonar una campanilla y al instante apareció un elfo dispuesto a servir los deseos de su amo – Has venir a mi hija lo más rápidamente posible – No pasó mucho tiempo cuando llamaron a la puerta de la sala en la que se encontraban – Pasa Melisa – Sin duda Harry nunca la habría relacionado con su profesora de transformaciones, era una chica de bellas facciones, con cada curva en donde debía de estar, su pelo de un rubio brillante hasta los hombros le hacían a su rostro más bello de lo que ya era, sus ojos de un azul resplandecientes la hacían ver una chica llena de vida. Iba vestida con una sencilla túnica de color violeta que debido a su sencillez hacían de ella alguien a quien admirar.
- Me llamabas Padre – Dijo ella con una voz suave y sensual.
- Hija te presento a Aberforth Dumbledore y a sus discípulos Scott Kilvert, Harry Potter y Máximo del Castillo.
- Un honor – Dijo haciendo una reverencia tomando los bordes de su túnica.
- Señores, les presento a mi hija Melisa McGonagall – Uno a uno fueron haciendo una reverencia al verla – Por favor Melisa toma asiento, creo que esto te gustará de sobremanera, algo que sin duda cambiará tu destino – En la cara de la chica se dibujó un rostro de preocupación que disimuló ante su padre con una sonrisa – El señor Dumbledore ha venido exclusivamente hasta Inglaterra para tomarte bajo tu cuidado y enseñarte todos los secretos de la magia – En la voz del hombre se notaba la excitación y Harry pudo darse cuenta que la chica daba un pequeño suspiro de alivio.
- Me sentiría honrada siendo su discípula señor – Dijo ella con una bonita sonrisa
- Bien, echo ya los planes Robert, tal vez podríamos hablar de algo de negocios antes de nuestra partida, tenemos un largo viaje por delante y me gusta hacer las cosas a la antigua tradición, mostrar a mis discípulos todo el conocimiento mientras viajamos por el mundo – Miró a los chicos que miraban unos a otros y de vez en cuando una furtiva mirada hacia Melisa – Tal vez podríamos dejar solos a los chicos y que se vallan conociendo un poco.
- Sin duda alguna, tal vez podría ofrecerte un Wisky de fuego del 74 mientras hablamos – Sin más ambos adultos se pusieron en pie para cambiar de sala, Melisa al ver que su padre se levantaba hizo lo propio y se levantó para despedir a su padre, cuando ambos habían salido de la sala la chica se tiró literalmente en el sillón dejando atrás todos los modales de los que había echo gala en un principio.
- Uff, me temí lo peor – Dijo ella rompiendo el silencio – Cuando entré y os vi aquí y me presentó como dos respetables familias de sangre limpia – La chica hizo un silencio mientras pensaba las palabras adecuadas – Sinceramente temí lo peor.
- ¿Qué puede ser lo peor para ti? – Preguntó Harry sin saber muy bien a que se refería.
- Papá lleva diciendo durante varios meses que dentro de poco tendría que elegir a alguien de familia respetable con el que comprometerme, al veros aquí pensaba que uno de vosotros me pediría mi mano en matrimonio – Dijo ella con una sonrisa al haber sido liberada de tal tensión – No os ofendáis pero sinceramente prefiero ser yo la que elija con quien pasar el resto de mi vida para cuando llegue el día inevitable.
- Sin duda puedo llegar a comprenderte – Dijo Scott respondiendo con otra sonrisa como si recordara algo pasado.
- Bueno, puede que a mi padre le halláis engañado con palabras bonitas y espíritu de grandeza, pero al menos me gustaría saber yo la verdad – Dijo ella sirviéndose una cerveza de mantequilla.
- Puede que esta parte no te valla a gustar – Sin duda Harry dudaba que esta chica pudiera llegar a enfrentarse a mortifagos y al mismo Voldemort si se presentara la ocasión.
- Pruébame – Dijo Melisa con una mirada desafiante.
- En Inglaterra, las cosas no están nada bien, Voldemort se alza en el poder y cada día que pasa la purga de muggles e hijos de muggles se acerca si nadie es capaz de detenerlo, yo fui marcado antes de mi nacimiento como el único capaz de detenerlo y Voldemort me marcó como su igual al hacerme artífice de esta cicatriz – Harry se quitó el camuflaje que llevaba en esta revelando la famosa cicatriz por el que era conocido.
- ¿Y que tiene que ver eso conmigo? – Preguntó la chica interesada.
- A finales de mi 5º año, mi padrino murió y casi me sucumbí en una enorme depresión, por fortuna Scott vino a mí y me ofreció algo que era difícil de rechazar incluso para mí en mi estado.
- Uniendo a los cuatro herederos de Hogwarts tendríamos una posibilidad de derrotarlo, Harry aceptó y fuimos hacia España donde compramos dos espadas lo suficientemente buenas hasta que encontráramos las espadas de Slytherin y la de Gryffindor, ahí conocimos a nuestro buen amigo Max y dos semanas después el maestro nos encontró a nosotros proponiéndonos ser sus discípulos.
- Haber si entiendo, quieres que tu, yo y la heredera de Huffelpuff nos unamos, para darle a Harry Potter el estatus de heredero de Slytherin, y que viajemos de vuelta a Inglaterra para luchar con el mago oscuro más poderoso de todos los tiempos, usando un poder tan antiguo del que sólo mi familia tiene constancia escrita de ella – Dijo ella mirando fijamente a Scott
- Más o menos – Fue toda la respuesta de Scott.
- Si, esa sería la versión reducida – Agregó Harry.
- Y aunque yo no valla a enfrentarme directamente contra él, siempre hay algún mortifago al que patear – Dijo Max con convicción.
- Genial, ¿Cuándo nos vamos? – Dijo la chica eufórica.
- Parece como si fueras a ir de compras, cuando en realidad lo que vas es a ir a una misión suicida.
- Si para mi cumpleaños no e elegido a ningún pretendiente mi padre elegirá uno por mí, de este modo puedo alegar que alguno de los dos podría ser el pretendiente que él busca y que me guste, así me daría tiempo, alejada de mi padre no podría ponerme en compromiso con nadie. Además mi sueño es ser aurora aunque a mi padre no le hace mucha gracia.
- ¿Es obligatorio que digas que uno de los dos queremos ser tus pretendientes? – El tono de Scott se notaba algo asustado, y sinceramente Harry no vio el problema al ver lo guapa que era esta chica.
- Vamos, sólo es para engañar a mi padre, en ningún momento pasará, y si te sirve de consuelo, no eres mi tipo – Scott ahora reflejó en su rostro una mueca burlona que pretendía ser de dolor.
- Si te sirve a ti, tu tampoco lo eres – Contraatacó Scott a ella.
- Creo que nos llevaremos bien – Contestó ella en el mismo momento que su padre y el señor Dumbledore entraban por la puerta.
Así pues, Melisa McGonagall, heredera de Ravenclaw, se unió a este singular grupo, en el carruaje de Máximo se había agregado un baúl en el que iban todas las pertenencias de Melisa y una canasta con un kneazle llamado Lus.
Melisa cabalgaba en uno de su propio caballo, o mejor dicho, en su propia yegua, de un color blanco resplandeciente, regalo de su padre cuando cumplió los 13 años. En el camino en dirección a Berlín, Dumbledore se dedicó a medir el potencial de Melisa y sus conocimientos, viendo en que era mejor, enseñándole las bases de la oclumancia y algún que otro hechizo. Normalmente en estos entrenamientos también iba Máximo, aunque sería por su parte gigante o por otro motivo, no conseguía avanzar tanto en la oclumancia como él deseaba.
