ATENCION!: Usare el "SSSSSSSSSSSSS" para separar las escenas
CAPITULO 3-OUAAHHHH (bostezo)
-¬¬
-¿Qué pasa? Tengo sueño.
-Es lógico que tengas sueño si sooolo has dormido DOCE horas. Lo entiendo, Padfoot.
-Deja de echarme la bronca. A veces te pones muy pesado…
-Haz algo útil y pásame el periódico.
Remus calentó con un movimiento de varita el té que contenía la taza amarilla que sostenía. La dejó en la mesa y se sentó, aspirando los vapores que salían de ésta.
-Mmm… este es el mejor momento del día.
-¡¡Allá va, Moony!!
-¿Qué? ¿Qué pas…?
CHOF
-¡Ay! ¡Quema, quema…!
El Profeta (lanzado por Sirius ) había echo una parábola perfecta para aterrizar en el exquisito té de Remus, que se le había caído en la túnica azul que llevaba.
-¡Quema, quema, quema, quema, quema, quema, quema, quema…!
Remus daba saltitos por toda la cocina, separándose la túnica del cuerpo. Sirius cogió la varita y murmurando unas palabras enchufó con un chorro de agua (bastante potente) a Remus, que termino empapado.
-Padfo… cof, cof… ¡¡¡PADFOOT!!! ¡YA NO QUEMA!
El licántropo cogió los bajos de su túnica y los escurrió, formando un charco de agua en el suelo.
-Me siento mojado.
-Eso puede deberse a que te has mojado.
-¡No! Se debe a que TÚ me has mojado.
- Es verdad.
Remus se quedó mirando la cara de su amigo y resopló.
-Creo que me vuelvo a la cama…
-¿Qué? Pero no puedes… Tenías que acompañarme a comprar cosas para la casa. Me lo prometiste.
-Eso fue antes de que me mojaras.
-Porfa… se bueno, Remsie.
-¡NO ME LLAMES REMSIE! ¡Y SI, SOY MALO!
-Porfi, porfi, porfi, porfi, porfi…
-¡ARG!
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Sirius salió farfullando entre dientes de casa de Remus, cinco minutos después.
-Me echa de casa… mal amigo… me dice que vuelva dentro de muchas horas… ¡PUES QUE SEPAS QUE VOLVERÉ A CENAR! – grito Sirius a una de las ventanas superiores, cuya persiana se cerró inmediatamente después de estas palabras – En fin... creo que será mejor que vaya yendo al Callejón Diagon.
El hombre de ojos azules apareció apenas unos segundos después en el callejón, rodeado de personas y tiendas de magia por todas partes.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-Ya no me acordaba de todo esto… -murmuró mirando alrededor, extasiado.
Dirigió sus pasos hacia Gringotts, el banco de los magos; el lugar más seguro de todo el mundo mágico (excepto Hogwarts, como todo el mundo sabe…). Siempre le habían gustado las leyendas que corrían sobre sus pasadizos laberínticos, sus medidas de seguridad… los dragones que decían que había dentro.
Así que hacia allí se dirigió. Llegó al enorme edificio blanco y releyó las palabras grabadas encima de la puerta.
Entra, desconocido, pero ten cuidado
Con lo que le espera al pecado de la codicia…
Que recuerdos le traían... Recordó haberlas leído miles de veces cuando era solo un estudiante e iba a comprar sus materiales.
Encontró su llave después de rebuscar un poco por los bolsillos internos de la túnica. Con ella en la mano, ando con paso firme hasta un mostrador, detrás del cual había un gnomo de aspecto poco amigable.
-Cámara 711.
-¿Llave?
-Aquí la tiene – dijo, tendiéndole una pequeña llave dorada.
Con la piel ligeramente verde por los carros de Gringotts, Sirius salió poco después con una pequeña bolsa marrón que tintineaba en su bolsillo.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Lo primero que hizo fue irse a tomar algo en un pequeño bar para que se le pasase un poco el mareo. Una vez recuperado (Nda. La comida hace maravillas ), pasó por unas cuantas tiendas antes de llegar a la droguería, donde consiguió varios ingredientes extraños para pociones, por los que pago bastante. También consiguió una balanza, un caldero y varias cosas útiles. Tenía un plan en mente, y no podía pedir nada a Remus.
Cargando con varias bolsas, que no se atrevió a empequeñecer por si al metérselas en el bolsillo, tosas las sustancias malolientes se derramaban, llegó hasta un punto del callejón donde la gente se agrupaba masivamente alrededor del escaparate de una tienda. Supo al instante que se trataba de la de Quidditch.
Se metió a empujones dentro de la tienda, y vio un gran cartel que proclamaba en enormes letras que cambiaban de color:
NUEVO MODELO
BLACKROCKET
-Uhhh… Tengo que verla… - pensó en voz alta, soltando un suave silbido.
La emoción le recorría las venas, mientras leía los datos en letra pequeña del cartel sobre la escoba. Se obligó a no pensar en el precio. Se acababa de comprar una casa enorme. Tenía que llenarla de muebles. ¿Soportaría su economía si se la compraba? Al fin y al cabo, Harry tenía una escoba muy buena y se la podía pedir… Y Remus también tenía una, cierto que prácticamente de museo, pero algo era algo…
-¡Al diablo! – farfulló, abriéndose paso entre la multitud hasta llegar a el mostrador.
Ahí, un hombrecillo esperaba, suspirando. Había mucha gente, era cierto, pero solo miraban. Nadie compraba. Se tendría que replantear lo de cobrar por vistazo a la Blackrocket. Y por si fuera poco, tenía que vigilar por si algún chiquillo robaba algo. Esta juventud de hoy en día…
-Por favor, ¡por favor! ¿Podría darme tres?
-Son cinco sickles cada uno – murmuró cansinamente, señalando unas pelotas de goma que representaban snitchs y estaban metidas en una caja de plástico sobre el mostrador.
Sirius se quedó sorprendido, suponiendo que había oído mal. ¿Cómo podía una Blackrocket costar cinco sickles? ¡Que Moony le mordiera si eso era posible!
Luego se fijó en que el dependiente señalaba a las pelotitas… Sonrió un poco, aliviado. No porque costara más, sino porque ya no iba a meter a Remus en un compromiso.
-Me refería a tres Blackrockets.
Ahora fue el turno del hombrecillo de que los ojos se le pusieran como platos. Ya tenía los ojos saltones de por sí, y con la expresión esa, Sirius estaba por jurar que se iba a pasar los siguientes minutos ayudando al dependiente a buscarlos por el suelo.
-¿He oído bien? – preguntó, todavía incrédulo.
Sirius asintió, sonriente. Había decidido que ya había sufrido suficiente como para ahora tener que preocuparse por el maldito dinero. Ya pensaría algo. Se pondría a trabajar, tal vez…
-Muy bien, acompáñeme.
Siguió al dependiente hasta la trastienda, donde se podían ver estanterías pulcramente limpias. En cada estante destacaba la silueta de una escoba de carreras, cubierta por un paño blanco.
-Evita que se estropeen – explicó el hombre, quitando tres de los paños y dejándolos en el respaldo de una silla.
Una por una, fue cogiendo las escobas y depositándolas en una mesa. Hizo unos cuantos movimientos de varita y, al instante, estaban las tres escobas estaban envueltas.
-Le aconsejo que opte por el servicio a domicilio. Es un poco mas caro, pero… Bueno, digamos que la multitud de ahí fuera puede volverse loca si le ve saliendo con tres Blackrockets. Y nosotros no nos hacemos responsables de los posibles daños.
Estaba claro que buscaba dinero, pero Sirius aceptó que las razones que exponía eran más que convincentes.
-Envíelas a Blackmoor, a nombre de Sirius Black.
-De acuerdo. Firme aquí, aquí y aquí – dijo extendiéndole con una sonrisa varios pergaminos.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Sirius se fijó en varias personas que le miraron con curiosidad al salir de la tienda, pero no supo si se debía a que le habían reconocido o a que sospechaban que había comprado una Blackrocket. En cualquiera de los dos casos, no se le acercaron.
Estuvo la siguiente media hora mirando escaparates, y compró varios muebles, además de una placa metálica donde había ordenado grabar "Blackmoor", pero en general nada de lo que vendían acababa de convencerle. Llegó a la conclusión de que lo suyo no era la decoración, y que hubiera dado lo que fuera para que Karim estuviese allí con él, aconsejándole mientras comían juntos.
Grrrrrrrrrrrrouururggggrroiirooriggrrroooo (tripas sonando)
-Y hablando de comida... – se dijo en voz alta, poniéndose una mano en la tripa y cara de pena – tengo hambre.
Una anciana de pelo blanco pasó justo por su lado, escuchando su comentario. Le miró con compasión, como si diera por hecho que Sirius comía día si día no, cuando en realidad era día sí y día también, sin contar las entre horas.
Después de estar un rato mirando con cara de perplejidad a la anciana, que siguió su camino, sacó la varita e instantes después había pasado de estar en medio de la multitud del Callejón Diagon a estar en medio de la de Hogsmeade.
Un hombre o algo parecido le dio un empujón y le apartó a un lado. Sirius esperó una disculpa, pero ya podía haber esperado sentado porque el "hombre" ni se giró.
-No, si lo que estos "seres indefinidos" no hagan...
Empujó la puerta de madera, y un ambiente cargado de olor a cerveza de mantequilla y a comida recién hecha le recibió.
¡Las Tres Escobas! A menudo había dicho en su juventud, y lo mantenía, que no había mejor sitio que ese: comida, bebida e incluso podías echarte una cabezadita. Todo lo necesario para vivir estaba ahí.
Además de, como no, su querida Rosmerta, siempre infalible. Y, por cierto, ya se acercaba a tomarle nota.
-Vaya, vaya... nada mas y nada menos que Sirius Black. Ya era hora de que te pasaras por aquí, ¿no? No sé como ha podido sobrevivir este local sin ti... Te he echado de menos – dijo, con una generosa sonrisa.
-Yo también a ti, querida... y a tu comida no puedes ni imaginarte – comentó, cogiendo la mano de Rosmerta y dándole un beso muy galán.
-No has cambiado nada – dijo, riéndose.
-Tu, en cambio, estás más guapa que nunca, querida.
-Déjate de hacerte el caballero, Sirius Black. Te conozco demasiado bien como para no saber que lo único que quieres de mí es que te traiga esas salchichas que hago.
-¡Me has leído el pensamiento! – exclamó Sirius, poniendo cara de sorpresa. Luego hizo señas con el índice a Rosmerta para que se acercara – No te olvides de sumergirlas en esa salsa tan rica, ¿vale?
-De acuerdo, de acuerdo... ¿Algo más?
-Pues tráeme algo de beber, y unas cuantas raciones. De las buenas, ya sabes, de las que están reservadas para mí.
-Marchando. En cinco minutos vuelvo.
Y cinco minutos más tarde Sirius se encontraba dando cuenta de sus variadas raciones, aplacando su hambre a dos tenedores (uno en cada mano).
-¿Qué? ¿Eres un cliente satisfecho? – preguntó Rosmerta, trayendo una segunda cerveza de mantequilla.
-No pueges nim imagñiarte – contestó, sonriendo y masticando a la vez.
-Entonces puedo dar por hecho que mañana vendrás, ¿no?
-No se si podré, porque está Remus...
-Mañana toca menú especial.
-Pero creo que mañana nos tienes aquí a los dos.
-¡Cuento contigo! – exclamó, guiñando un ojo a Sirius mientras se iba hacia la barra.
-Yo cuento con que no se te queme nada.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Media hora más tarde, Sirius se repantigó en la tosca silla de madera, harto de comida. Remus no cocinaba del todo mal (aunque había platos con los que cometía sacrilegio), pero no podía igualarse a la comida de Las Tres Escobas.
Cinco minutos después fue a la barra y pagó la cuenta. Decidió pasar un momento por el baño del local y luego seguiría con las compras. Tenía que admitir que era bastante aburrido comprar cosas solo. Mientras se encaminaba hacia el baño, dudaba entre ir a casa de Remus e intentar convencerle para que fuera a comprar con él. Y así de paso podría ayudarle a elegir muebles y ese tipo de cosas. Total, ya había comprado todo lo necesario para darle la sorpresa.
PLAM
-Oh, perdone. ¿Se encuentra usted bie...?
Sirius se había chocado con una mujer que salía del baño y la estaba pidiendo disculpas cuando de pronto la reconoció.
No podía ser... ¡Ella aquí no!
-Sally... – murmuró, haciendo un gesto con la cabeza a modo de saludo.
A pesar de que lo intentó, su tono de voz fue frío, y puso nerviosa a la mujer, que bajó los ojos, mordiéndose el labio inferior.
Sirius recordó lo mucho que le gustaba aquel gesto, lo mucho que había adorado a aquella mujer. Ella sonrió, pero sus labios temblaban. Sirius de pronto odio aquella sonrisa, la odio, a ella y a su hipocresía. La odio por no haberle creído cuando la necesitaba tanto a su lado, cuando en ese momento lo único que le quedaba era ella. Ella no tuvo valor para creerle. No confió en él y, como todos, pensó que era un asesino.
¡Maldita fuera ella! Le dolió más de lo que hubiera podido imaginar reconocer que ella ya no significaba nada para él.
Le hubiera gustado borrarle esa estúpida sonrisa de una bofetada. ¿Es que no se daba cuenta de lo mucho que había sufrido sin ella? ¡Ella no entendía nada! No había sentido el mundo caérsele encima cuando la vio alejarse, sin tener valor para mirarle a los ojos.
¡La odiaba más de lo que hubiera deseado!
-Ehm... Hola, Sirius.
Estaba muy nerviosa, y Sirius sintió deseos de gritarla si ni siquiera ahora que ya había pasado todo iba a ser capaz de dar la cara.
-Te veo bien – añadió, al ver que el hombre lo único que hacía era mirarla fijamente.
Sirius no contestó. ¡No podía contestar! ¿Cómo iba a explicarle todo lo que había sentido cuando ella le abandonó?
-M... me hubiera gustado verte antes, Sirius. Yo... quiero hablar contigo.
-¿Hablar de qué? – soltó bruscamente el hombre.
-P-pues de nosotros, claro – la mujer bajó la mirada – Quiero pedirte perdón. Por no haberte creído. Lo siento mucho.
-¿Ni siquiera ahora vas a poder mirarme a los ojos, Sally? – preguntó Sirius, con un tono de voz bastante desagradable – ¿No tienes valor para mirarme a los ojos? Igual que cuando me llevaron a Azkaban. ¡Miraste a otro lado! ¡¡Tú hubieras sabido que decía la verdad!! ¡Yo no soy un asesino!
Sally temblaba, y las lágrimas comenzaron a aflorar a sus bellos ojos azules.
-L-lo siento, lo siento mucho. No sabía... no podía saberlo... perdóname, Sirius.
Pero Sirius no se dejó ablandar por lo balbuceos de la mujer, ni por las lágrimas que rodaban por sus suaves mejillas. Había empezado a hablar, y no se detendría hasta que hubiera soltado toda su rabia sobre ella.
-Me conocías, Sally. Sabías que nunca hubiera traicionado a James. ¡Era mi mejor amigo! ¿Cómo pudiste creer... – la voz de Sirius se rompió – H-hubiera muerto por él. Por él y por Lily. También hubiera muerto por ti. Pero me traicionaste.
-Yo no... nunca... no...
-¿Puedes mirarme ahora a los ojos, por favor? Quiero que me creas. Quiero de verdad que me creas ahora cuando te diga que te quería, pero te juro que no hay ahora mujer que odie más que tú. No quiero volver a verte más. Quiero que te alejes de mí, que me olvides, como si nunca me hubieras conocido, porque cuando te miro a los ojos recuerdo como me diste la espalda cuando de verdad te necesitaba. Todas las noches tenía pesadillas porque tú no creías en mi inocencia.
-No sabía... por favor, Sirius...
-Doce años recordándome todos los días que ya no podría estar contigo porque me creías un asesino. No quiero volver a pasar por eso... ¡No voy a volver a pasar por eso!
-Pero Sirius, ya sé que eres inocente.
-Un poco tarde para disculpas, ¿no crees? No voy a escucharlas porque ya no significan nada para mí. Escúchame bien, Sally. Por mí puedes seguir pensando que soy un asesino, me da exactamente igual. No me importa nada de lo que tú pienses. Para mí ya no existes.
Dejando sola a una sollozante Sally, Sirius salió de Las Tres Escobas, empujando a varios clientes a su paso.
En la calle le recibió un cielo que amenazaba lluvia. Se quedó parado en medio de la calle, incapaz de hacer nada. Se sentía confuso. Confuso y herido, aunque no sabía bien si era solo por Sally. ¿Podía una mujer provocar tanta incertidumbre?
Sacó la varita del bolsillo. Pospondría las compras para otro día. Ahora lo único que le apetecía era tomarse un chocolate caliente junto a Remus.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Remus le escuchó entrar desde la cocina, donde preparaba la cena. No pudo evitar una sonrisa. Sirius había cumplido su "amenaza" de la mañana: había vuelto para cenar.
Pasó al cuarto de estar, preguntándose porqué Sirius no había pasado a saludarle. Se encontró con la luz apagada y a su amigo mirando al cielo por la ventana abierta.
El viento trajo el olor de las flores nocturnas que crecían en su jardín, y Remus respiró hondo agradecido.
Sirius, al oír ruido, giró la cabeza, pero en cuanto vio que se trataba de Remus, volvió al vista al cielo. Fue en ese momento cuando Remus pensó que algo grave había ocurrido.
-¿Sirius? – preguntó, deseando que su amigo se sincerara con él para poder ayudarle.
Pero el hombre no pareció reaccionar. Pasaron los minutos y el tiempo parecía haberse detenido, puesto que ninguno de los dos se movió. Remus se preguntaba que podía hacer, cuando de repente Sirius se dejó caer en una silla y hundió la cara entre las manos.
-He visto a Sally – susurró.
Remus se hubiera podido imaginar todo menos eso. ¡Sally! Era increíble... A menudo se había preguntado por ella, pero nunca había hablado con Sirius sobre el tema. Al parecer no se había equivocado al pensar que le resultaría doloroso hablar de ella. Al fin y al cabo, si no hubiera sido por lo de Lily y James, ellos se hubieran casado.
No estaba seguro... ¿Qué podía decir? Tal vez él no quisiera hablar...
Se acercó y le puso una mano en el hombro, esperando que ese gesto reconfortara a su amigo. No podía hacer nada más.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Sirius abrió los ojos, y se incorporó, apoyándose en un brazo del sillón. Se frotó los ojos, adormecidos todavía por el sueño. Se fijó en que Remus todavía dormía en el sillón de enfrente, y recordó la noche anterior. Habían empezado hablando sobre Sally... y al final habían acabado confesándose esos tristes doce años que habían pasado solos.
Sentía que se había quitado un gran peso de encima y todo gracias a su amigo. Si lo pensaba bien, no sabía bien que es lo que hubiera hecho de no estar él allí a su lado, apoyándole.
Decidió hacerle el desayuno. Habían dormido poco, y pensó que sería una buena forma de darle las gracias. Quería que Remus se levantase con el olor de las tortitas y una taza de té bien caliente que le acabase de despertar.
Se levantó de puntillas, intentando no hacer ruido. Recogió el cojín que había usado de almohada y que se había caído al suelo durante la noche.
Se paró un segundo delante de Remus, mirando como dormía. Decidió por fin que ya era hora de irse a la cocina, que a ese paso se iba a despertar su amigo y no habría hecho nada.
Y fue entonces cuando se tropezó con la alfombra.
CATAPLAF
FIUUU
CRASH
BOM
Remus se despertó del susto cuando Sirius cayó encima suyo. Miró perplejo la cara del hombre de pelo negro. Luego su mirada fue pasando por la alfombra arrugada, los añicos del jarrón que había adornado la mesa, las revistas que había tiradas por el suelo y todas las plumas que habían estado guardadas hacia segundos en un estuche. Sus ojos volvieron a coincidir con los azules de Sirius, quien sonrió estúpidamente, intentando disculparse.
-Iba a ser una sorpresa.
-No, si la sorpresa sí me la has dado – replicó confundido, llevándose una mano al pelo y revolviéndoselo más de lo que estaba (Nda. Adoro cuando hacen eso... .) - Por eso no te preocupes.
-Estabas durmiendo...
-No, si ya.
-Y yo iba a prepararte el desayuno.
-En fin... tendremos que prepararlo juntos ya que estoy despierto. Pero antes, ¿podrías quitarte de encima?
-Claro, Moony.
De pronto, Hedwig entró volando por la ventana, sorprendiéndoles a los dos. Se posó encima de la cabeza de Sirius y estiró la pata.
-Creo que este pajarraco ha cogido demasiadas confianzas... – masculló entre dientes, moviendo la mano para espantar a Hedwig de su cabeza. Luego miró a Remus, quien había quitado la carta de la pata del ave - ¿Qué dice Harry?
-Hum... creo que esto te va a interesar.
-No habrá pasado nada, ¿no? ¿Está bien Harry?
-Claro que sí. Tú lee la carta.
Los ojos de Sirius volaron por el trozo de pergamino una vez lo tuvo entre las manos. Remus vio que sus ojos volvían al principio, incapaz de creerse lo que ponía. Sonrió al ver como las comisuras de los labios de Sirius se estiraban en un principio de sonrisa.
Ambos se miraron sin decir ni una sola palabra. Luego Sirius salió corriendo escaleras arriba a toda velocidad. Remus oyó el gritó desde arriba y no pudo contener una carcajada ante la ilusión de su amigo.
-¡Date prisa, Moony! ¡Haz las maletas! ¡¡¡Nos vamos a Hogwarts!!!
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
(Jadeando)
-Ya no me acordaba de esta horrible cuesta...
-Se supone que teníamos ir con los Polvos Flu, pero nooooo... es mucho mejor asfixiarse, porque como le apetecía andar, pues claro... siempre te tienes que salirte con la tuya.
-Es que ni siquiera tú puedes resistirte a mis encantos.
-Fíjate, es realmente curioso... Cuando piensas en ti te olvidas de que estás cansado y todo.
-Siempre ha habido cosas más y menos importantes. Yo soy de las primeras, Moony, deberías saberlo ya.
-Ya... Por lo menos podíamos haber pedido un carruaje a Dumbledore para que nos fuera a buscar a Hogsmeade.
-Es que quería pasear por los terrenos otra vez. Admite que te traen buenos recuerdos.
-Vale, vale, me rindo – dijo Remus, levantando las manos – Tienes razón.
-Lo sabía – exclamó Sirius, haciendo un gesto de quien ha ganado algo – Mira allí, ¿te acuerdas? Fue donde Peter se cayó y después de rodar cuesta abajo se dio en la cabeza con una roca. Que pena...
Remus le miró extrañado. ¿Sentía lástima de Colagusano? Esta si era nueva.
-No me mires así, Moony. Decía que que pena que no se rompiera la cabeza, pero ¡mira! ¡¡Allí!! – gritó señalando a un banco.
-No pasa nada si dejas de acompañar tus gritos con saltos, ¿eh, Padfoot?
-Ya ya... mira, ahí donde te besaste con Jannie.
-¡No!
-Si, si... lo recuerdo muy bien porque James y yo estábamos...
-¡Me refería a que te callases!
-Aguafiestas... ¡Ah! ¿A qué te recuerda ese sitio, Moony?
-Insisto en lo de los saltos, Padfoot. Solo con señalar me entero a que te refieres.
-Y ahí al lado del lago... ¡mira! Esta todo igual... ¿Me pregunto si el pequeño Snivellus (es Quejicus pero en inglés) seguirá recordando esa escenita... ¿Tú crees que me dejara repetirla? – preguntó con una curiosidad inocente Sirius.
-No se porqué, pero creo que no – y a su pesar no pudo evitar una sonrisa – Después del espectáculo que dio no pudo salir de su Sala Común en una semana.
-Estoy seguro de que a Harry le gustaría mucho... ¡Anda! Mira, la cabaña de Hagrid... sigue como siempre. ¿Tú crees que me hará caso si le propongo que haga una ampliación?
-Sinceramente, no tengo ni idea. Date prisa que ya estamos llegando – animó, acelerando el paso -Oye, y me preguntó si no se quejarán algunos padres. Al fin y al cabo, no es muy justo que haya dos adultos ayudando a estudiar para los EXTASIS a tres alumnos.
-Ventajas de ser quienes somos, Moony. Y además, si hay algún problema siempre podemos convencerles contándoles algunas de las bromas que vamos a hacer a los de Slytherin. Seguro que no ponen ningún problema a eso.
-¿Bromas? – soltó Remus, sin poder creer lo que oía.
-Anda Moony, ¿no me digas que me había olvidado decírtelo? – dijo, poniendo ojitos de corderito degollado. (Nda. Si habeis visto Shrek 2, los ojos que pone el gato .)
-¡No, Padfoot! ¡¡De eso nada!! Estamos aquí para ayudar ¡Nada de bromas! ¡Me niego!
-Oh, Moony, por favor... ¡estamos en Hogwarts!
Sirius se detuvo. Ya estaban delante de la puerta del colegio.
-¿Entramos? – preguntó Remus, poniendo una mano en el hombro de su amigo.
-Si – susurró – Harry debe de estar esperándonos.
Pasaron las enormes puertas y se detuvieron un segundo en el enorme hall. Los distintos grupos de alumnos les observaron y, al reconocer a Sirius, empezaron a cuchichear entre ellos. Alguno fue dentro del Comedor y varios alumnos salieron de éste para ver a los dos hombres.
-¡Profesor Lupin!
-Hola, Dean.
Dean Thomas se acercó con una sonrisa, saludando con la mano a su antiguo profesor de Defensa. Le siguieron varias personas más, la mayoría de las cuales habían sido alumnos del profesor.
Al final un grupo enorme rodeó a los dos hombres, y Sirius y Remus se encontraron saludando a gente que no conocían.
-Por favor, chicos. Me alegro mucho de veros, pero tenemos que ir a ver a Dumbledore.
La multitud de adolescentes se fue apartando a medida que la voz de Remus se impuso. Al final consiguieron llegar a las escaleras, y huir hacia la gárgola que daba paso al despacho del director de Hogwarts.
-¡Te queremos, profe, te queremos! – exclamó Sirius, poniendo voz de niño pequeño y dando saltos alrededor de Remus.
-Déjalo ya, ¿vale?
Sirius soltó una carcajada, semejante al ladrido de un perro.
-Tenias que verte, Moony. Todos esos canijos alrededor, saludándote. Parece que causaste furor el año que diste clases.
Acelerando el paso, Sirius se puso delante de Remus e imitó un redoble de tambores.
-Abran paso, abran paso... Viene Moony, el profe ideal... ¡Abran paso!
-¡Cállate, Padfoot! Pareces un niño de cinco años...
-Soy uno de tus admiradores, Moony – dijo, volviendo a dar vueltas alrededor de él.
Remus se paro y miró al cielo, soltando el aire muy despacio.
-Mira Padfoot, sé que estás muy emocionado por volver a Hogwarts y todo eso, pero, te lo pido por favor, no me tortures má- ¿Padfoot?
Sirius estaba unos metros más allá, manteniendo una conversación muy animada con un cuadro de una mujer ataviada con muchas joyas y un ostentoso vestido blanco.
Remus fue hasta su lado y le dio unos golpecitos en el hombro. Sirius se giró hacia él, con los ojos azul oscuro brillando.
-Mira Moony, te presento a Geraldine. Geraldine, este es Moony.
-¿¿Has dejado de escucharme para hablar con un cuadro?? Anda... vamos que Dumbledore nos espera – dijo, arrastrando a Sirius.
-Eres un maleducado, Remus. Has ofendido a Geraldine.
-Cállate, te lo suplico.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Unos minutos después, divisaron al final del pasillo que acababan de coger la gárgola.
Sirius de repente retrocedió.
-Hey, mira, si es McGonagall. ¡Profesora! ¡¡Hola, profesora!! – gritó Sirius, saludando con la mano a la profesora McGonagall.
Si no fuera porque Dumbledore les esperaba desde hacia más de media hora, Remus no hubiera podido evitar soltar una carcajada.
McGonagall se había detenido al oír la voz de Sirius, y por unos segundos le había mirado como si estuviera presenciando una aparición. Remus vio como se quitaba las gafas, las limpiaba y se las volvía a poner. Tenía los ojos desmesuradamente abiertos, como si su peor pesadilla se estuviera volviendo realidad.
Remus saludó también a la profesora, pero ésta no pareció verle. Decidió que lo mejor era coger a Sirius y salir de allí.
-Has visto que cara... – susurró Sirius, con una sonrisa en la cara - ¡Se nota que se ha alegrado de verme!
-Por supuesto, Padfoot. Y ahora vamos a hablar con Dumbledore.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Remus dijo la contraseña –que Dumbledore le había puesto en la carta- y entraron los dos. En cuanto subieron la escalera, Sirius se puso a gritar y a silbar.
-Ven, Fawkes... ven con Sirius, fawkisin precioso...
-No es un perro, Sirius.
Pero se tuvo que comer sus palabras, porque Fawkes salió volando del despacho de Dumbledore y fue directo a posarse en el hombro de Sirius, haciéndole arrumacos con la cabeza.
-Oo (cara de Remus) Ver para creer...
-Hola, precioso... ¿me has echado de menos? – murmuró Sirius, acariciando la cabeza del fénix.
Remus movió la cabeza de un lado al otro, como si no se creyera lo que veía. Luego entró en el despacho, donde el director les esperaba ya sentado en su enorme butaca. En sus ojos azules se podía ver ese guiño divertido tan característico de él que no desaparecía a pesar del paso de los años.
Sirius y Remus se sentaron, y saludaron a Dumbledore.
-Hola, Albus – saludó el licántropo. Los dos miraron a Sirius, que seguía entretenido con Fawkes.
Dumbledore sonrió, y miró a Remus con cara de "que-esta-pasando".
-No preguntes. Lleva así desde que llegó.
El silencio se hizo mientras Albus y Remus miraban a Sirius. Luego el licántropo se giró hacia el director.
-Nos hemos encontrado con Minerva. Parecía bastante sorprendida.
-Oh... – exclamó Dumbledore, acariciándose la barba con una sonrisa – Quería darles una sorpresa. ¿Os ha dicho algo? – preguntó, inclinándose hacia delante y bajando la voz.
-Estaba tan sorprendida que se ha quedado quieta en el sitio. Creo que lo de volver a tener a Sirius aquí...
-Oye, Albus – interrumpió Sirius, que por fin se había unido a la conversación - ¿En que consiste exactamente lo que tenemos que hacer? Sé que es para ayudar y eso, pero...
-Veréis... ya sabéis los dos, ya que habéis pasado los EXTASIS, que antes de los exámenes damos libre una semana entera para que repasen. Pensé que ya que pasasteis los EXTASIS con notas máximas, sino tenéis nada que hacer ahora, podríais ayudar un poco con el repaso, sobre todo con Defensa.
-¿No hay profesor? – preguntó Remus, con curiosidad.
-Oh, sí.
-¿Entonces?
-Nicolas le pone mucho entusiasmo, pero... en fin, ya sabes lo difícil que es encontrar a alguien bueno para ese puesto.
-¿Y a quien ayudamos? ¿A Harry? – preguntó Sirius, volviendo al tema que le interesaba.
-Por supuesto, y a todo el que os lo pida.
-¿Los Slytherin también? – preguntó Sirius, con una mueca de disgusto.
-También.
-Bueno, no creo que esos nos pregunten nada, así que por mí perfecto. Pero ¿dónde vamos a dormir?
-Ya tenéis preparadas dos habitaciones. Están en el tercer piso. Después de la cena, Dobby os enseñará el camino.
Dumbledore se levantó, sonriendo.
-Una pregunta más. ¿Vamos a poder estar en la Sala Común de Gryffindor?
-Hum... no creo que Minerva lo apoye mucho, pero creo que no hay ningún impedimento para que vayáis.
-¡Bien! – exclamó Sirius, apretando un puño. Remus y Albus le miraron perplejos - Um... em, quiero decir... que bien.
-Será mejor que nos vayamos, Albus. Te vemos en la comida – comentó Remus, mirando a Sirius como si algo fallara en su cabeza.
Justo cuando iban a salir por la puerta, Dumbledore dijo:
-Ah, y Sirius.
-¿Si? – preguntó el mencionado, dándose la vuelta.
Pero Albus le miró sin decir nada, sonriente. En sus ojos se veía el guiño de siempre. Sirius excavó un poco en su mente, sacando recuerdos de hace muchos años.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Cuando ya estuvieron solos, Sirius saltó indignado.
-¿Has visto?
-¿Si he visto qué? – preguntó cansado Remus.
-Me ha mirado – contestó Sirius, como si fuera obvio.
-Oohh... de verdad que no me lo puedo creer, Sirius. ¿Te ha mirado? ¿Estas seguro?
En la voz de Remus era tan claro el sarcasmo que hasta Sirius lo notó.
-No, no... no me refiero a eso. Me ha mirado como siempre me miraba cuando salía de su despacho cuando éramos pequeños. Como diciendo "no hagas ninguna broma" – dijo, poniendo voz de viejecito acusador en la última frase.
-¿Y no las vas a hacer?
-Si, claro, pero...
-¿Entonces de que te quejas?
-¡Me ha tratado como un niño pequeño! – se quejó el hombre, cruzándose de brazos.
-Es que te comportas como si fueras un niño pequeño.
-Ya, pero esa no es razón para... – protestó, ignorando el comentario de su amigo.
-¡Tienes cuarenta años, Sirius!
-Ouch, eso ha sido un golpe bajo, Moony... Y es mentira, puede que tú me veas así, pero YO estoy en la flor de la vida.
-Ya...
-Claro que no se puede decir lo mismo de ti – murmuró Sirius, poniendo una sonrisa maliciosa.
Remus le dio una colleja y siguió andando hacia la Sala Común de Gryffindor, donde habían quedado con Harry, Ron y Hermione.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Justo cuando se plantaron delante del retrato de la señora gorda, que les pidió la contraseña como si fueran unos alumnos, el retrato se abrió y apareció Hermione, que se dio un susto.
-Hola, Hermione – saludó Sirius, intentando ver si Harry estaba en la Sala Común.
-Hola – respondió, pensando que llegaban algo tarde – Iba hacia la biblioteca ahora.
-¿Lectura ligera?
La muchacha asintió, sonriendo complacida. Sirius miró a Remus significativamente.
-Están jugando al ajedrez dentro – dijo Hermione, señalando a una mesa del fondo de la sala – Yo vuelvo ahora.
En cuanto se hubo ido Hermione, Sirius se dirigió a Remus, recriminándole con la mirada.
-¿Cuántas veces tengo que decirte que no esparzas esa manía tuya por la lectura ligera, Moony? Es como una plaga...
El licántropo sonrió, encogiéndose de hombros, y se metió en la Sala Común de Gryffindor. Tal como había dicho Hermione, Ron y Harry estaban jugando al ajedrez, y Ginny miraba la partida, algo distraída.
-Si mueves el caballo, es jaque mate – sugirió Sirius a Harry por la espalda.
El muchacho lo hizo y el rey blanco de Ron se hizo añicos.
-¡Ja! Te gané. Gracias, Sirius – dijo Harry, volviéndose con una sonrisa de bienvenida.
-De nada – replicó éste.
-La ayuda exterior no está permitida, por si te habías olvidado – dijo Ron, no muy contento de que le hubiesen ganado.
-No lo intentes, Ron. Es imposible que Sirius se quede callado si hay alguien jugando al ajedrez.
-No exageres, Moony – comentó el aludido, sentándose en uno de los sofás granates – Yo soy algo así como un angelito que revolotea por sus cabezas dándoles consejos.
-Un angelito muy pesado – cortó Remus, cansado de las tonterías de su amigo – Y por cierto, ¿qué tal lleváis los EXTASIS?
-Bueno...
-Si, hem... bueno...
-No empieces, Moony. Ya tienen suficiente para que encima se los recuerdes.
-Si, con Hermione tenemos de sobra – aseguró Ron, resoplando – Creo que no nos deja ni cinco minutos al día de descanso.
-Llevas dos horas jugando al ajedrez, Ron – intervino Ginny, recordando esa sutileza a su hermano.
-Si, ya, dos horas con ella gritándonos al oído que tenemos que estudiar. Eso es como si estuviéramos con un libro delante.
-Entonces como Moony. Me ha hecho sacar del desván todos nuestros apuntes y libros de cuando íbamos a Hogwarts. No podéis ni imaginaros lo que Remus llegó a escribir y yo a copiar. Se me cansa la mano al verlo.
Remus negó con la cabeza de desesperación. En ese momento entró Hermione, con la mochila llena de libros a la espalda y cargando en los brazos otro montón.
-¿No es más fácil ir a la Biblioteca que traértela aquí? - preguntó Ron asqueado por los libros de muchas páginas y letra minúscula.
-Son para resolver dudas que tengo, listo.
-Lo llevamos claro, Harry. Si ella necesita todo eso para resolver sus dudas, creo que nosotros... ¿cómo decirlo? Si lo dejamos ahora, no haremos el ridículo. Podemos hacer como Fred y George...
-¡Ron! – exclamó Hermione, escandalizada por lo que proponía su novio.
-Vale, vale... solo era una broma.
-Bueno, ¿empezamos? – sugirió Hermione, sonriendo, como si la expectativa que les aguardaba durante las próximas horas le gustase.
-Yo estudio con Harry – dijo Sirius.
-De eso nada, Padfoot. Como si no te conociera... Si dejo a Harry contigo, no va a estudiar nada – protestó Remus – Recuerda que venimos a ayudar para que aprueben y no a que suspendan.
-Yo soy un profesor magnifico, para tu información.
-Ya... apuesto a que ni siquiera te acuerdas de la teoría.
-¡Diez galeones a que si! Coge un libro que hayamos estudiado en Hogwarts, venga.
-Tu lo has querido. A ver... Metamorfosis y Transformación de Salima Bulfinch. Nivel de EXTASIS. ¿Preparado?
-Cuando quieras.
-Capítulo de la transformación del cuerpo humano ¿lo recuerdas?
-Palabra por palabra
-Veamos si es verdad – dijo Remus, con voz retadora.
Sirius se aclaró la garganta, como si fuera a anunciar algo de extrema importancia.
-La rama de transformación del cuerpo humano supone una extrema concentración que no todo el mundo puede llevar a cabo. Esa es una de las razones por las que merece la consideración de campo más difícil de dicha materia...
-¡Lo ha dicho perfecto! – soltó Hermione, ahogando una exclamación de asombro.
-¿Y cómo lo sabes? – preguntó Ron, estupefacto – No has abierto ningún libro para comprobarlo.
-Yo también me lo sé de memoria.
-¬¬ Lo tenía que haber supuesto.
-¿Qué? ¿Sorprendidos?
-Bueno, tengo que admitir Sirius que...
-Venga, Moony, confiésalo... Sólo tienes que decir: Sirius-tiene-una-memoria-prodigiosa. Ahora tú, vamos. Repite: Si-ri-us ti-
-Oye, Hermione... – interrumpió Ron, mirando con curiosidad a su novia.
-¿Si?
-Me preguntaba si en tus fantásticos y útiles libros de consulta no estará el de la poción Multijugos... sabes, es que estoy viendo que a Sirius le encantaría hacerse pasar por un adolescente en la época de exámenes y...
-Ah, ¡no! No pienso dejar que adoptes la forma de ninguno de los chicos, Sirius – exclamó Remus, cortando en seco la idea de Ron.
-Hey, ¡pero si yo no he dicho nada! – protestó el aludido, que extrañamente no había abierto la boca – Además, Harry... Jamás podría volver a sentirme bien si te ayudara a hacer trampas en unos exámenes tan importantes como el EXTASIS. Me sentiría culpable el resto de mi vida y-
-Corta el rollo, Sirius. Estás deseando hacerlo– dijo acusador el licántropo ante la leve sonrisa de Sirius, entrecerrando los ojos y señalándole con el dedo – Acepto que vayas a hacer bromas, pero me niego a que-
-¡¿Vas a hacer bromas?! – preguntaron los tres adolescentes, los chicos con una sonrisa de oreja a oreja y Hermione escandalizada.
-¡Por supuesto! ¿Por quien me habéis tomado? ¿Creéis que he venido aquí a ayudaros a aprobar?
-Es que exactamente has venido para hacer eso, Sirius. Y ya va siendo hora de que empecemos.
-Oh, Remus... cinco minutos... – suplicó el hombre de ojos azules.
-No, empezamos ahora. Además, dentro de nada la Sala Común se llenará y tendremos que dedicar tiempo a los demás, Sirius.
Sirius se cruzó de brazos y se fue a la mesa, sacando varios libros.
Todos los demás le siguieron, y se pusieron a revisar apuntes, preguntando a los adultos si había algún dato erróneo.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-¿Ya? ¿Es la hora?
-Sirius, me imagino que estarás agotado.
-No puedes ni imaginarte cuanto, Moony – comentó éste, haciendo que se secaba el sudor de la frente.
-Lo comprendo. Diez minutos agotan a cualquiera, y sobre todo a alguien como tú, con esa sobrehumana capacidad de concentración.
- ¬¬ ¿Solo diez minutos?
-Si.
-¿Puedes callarte ya, Sirius? Intento estudiar – protestó Harry, levantando la vista del montón de apuntes de Historia de la Magia que tenía delante.
-Encima irascibles... – masculló con fastidio, antes de volver a los apuntes de Ron sobre Transformación que estaba corrigiendo.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-¿Moony?
-¿Moooony?
-¿Si? – replicó éste, dejando caer la cabeza sobre las hojas del libro que leía.
-¿Qué hora es?
-Más o menos han pasado cinco minutos desde la última vez que preguntaste, Sirius.
-¿Solo?
-Si. Solo.
-Shhhhhh... – dijo Hermione, sin molestarse en mirarles.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-Yuju... Moony, ¿por qué no me contestas?
Remus levantó la vista y fulminó con la mirada a su amigo.
-¡¿Qué?!
-Vale... no hace falta que te pongas así de borde – replicó ofendido Sirius – Solo quería preguntarte la hora, pero ya nada... no la quiero.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
(Ronquidos de fondo)
-Sirius... Sirius... ¡Padfoot!
¡¡SIRIUS!!
(Cesan los ronquidos)
-¿Eh? ¿Qué pasa? ¿Un ataque? ¿Quién grita?
-Despiértate. Es la hora de cenar – dijo Remus, recogiendo las cosas de encima de la mesa.
-¿Ya? Que rápido... ¡Hey! ¿Qué hago aquí?
Sirius se incorporó del sillón del que había estado tumbado.
-Te quedaste dormido – replicó Remus, con tranquilidad y dando pocas explicaciones.
Los tres amigos intercambiaron miradas rápidas, intentando no reírse. Nadie se atrevió a decirle que Hermione le había dormido cuando preguntó por quinceava vez que hora era, en un breve momento en el que perdió el control sobre sí misma.
-Uf... no me acuerdo de nada.
-El sueño hace maravillas – dijo Remus – Y ahora vamos, que llegamos tarde a cenar.
Los cinco bajaron hasta el Gran Comedor, que estaba prácticamente lleno. Los alumnos hablaban animadamente, y cuando entraron Dumbledore, ya sentado en la mesa del profesorado, inclinó la cabeza a modo de saludo.
Harry y sus amigos fueron en dirección a la mesa de Gryffindor y se sentaron entre sus compañeros. Sirius les siguió, hablando animadamente con Remus, e hizo ademán de sentarse junto a su ahijado.
-Pst... Padfoot... nosotros vamos en la de los profesores.
-¿Qué? ¿Por qué?
-No digas tonterías, Sirius. Venga, vamos; estás haciendo el ridículo.
Los compañeros que estaban sentados por la zona miraban a Sirius con asombro y diversión, incapaces de saber que pensar del adulto que rechazaba sentarse en la mesa de profesores.
-No quiero... Déjame aquí.
-No te voy a dejar aquí, Sirius. Y no voy a discutir – dijo Remus, intentando no alzar la voz.
-Por favor... McGonagall me está vigilando. Sospecha de mí, ¡y todavía no he hecho nada!
-Sospecha con fundamento, eso sin duda.
La confesión de Sirius arrancó carcajadas entre los alumnos de Gryffindor, que empezaron a pedir a Remus que le dejara quedarse.
-Venga, profesor, déjele.
-No puedo, Dean.
-Desde allí me verá mejor... No quiero ir... – rogó Sirius, en un último intento.
-Nos vamos ya, Sirius. Y piensa que cuanto más te quedes aquí, más sospechará McGonagall.
-¿Y le soportasteis como profesor? – preguntó Sirius a Harry, estupefacto.
Harry sonrió, divertido por la escena.
-Ánimo, Sirius. McGonagall no es tan terrible – comentó Ron, mintiendo ligeramente.
-¡Ja! Eso lo dices porque no has visto todavía como me trata. Soy su alumno "predilecto"... para las broncas, claro.
-Andando, Sirius.
Los dos adultos se alejaron, y la mesa de Gryffindor se deshizo en comentarios y risas. Remus miró a la mesa de los profesores, y vio las dos sillas vacías, sospechosamente situadas. Las dos juntas, una de ellas pegada a McGonagall... y la otra a Snape.
-Quiero que vayas a la de la izquierda, Sirius.
-¿Qué? ¿Por qué? – preguntó, levantando la vista. Entonces lo comprendió – Oh... Snivellus.
-Exacto. Te vas a sentar al lado de McGonagall.
-Um... Eso es un golpe bajo, Moony.
-Si prefieres a Snape...
-Esta bien. Hago un esfuerzo horrible y te dejo a ti a Snivellus, aunque podía ser divertido... – empezó Sirius, y una sonrisa maliciosa iluminó su rostro.
-No quiero que pienses, Sirius. Ni una sola idea tiene que pasar por tu mente, ¿de acuerdo? Vas a cenar tranquilamente, y luego vamos a seguir a Dobby a nuestra habitación.
-Que aburrido eres a veces, Moony... Por cierto, ¿has visto su cara? Ahora recuerdo que no nos esperaba...
La cara del profesor de Pociones se había contorsionado en una mueca grotesca al ver a sus dos antiguos compañeros de clase.
-¿Tu crees que nos habrá echado de menos, Moony? – preguntó Sirius, pero su voz no guardaba ninguna diversión ni buen humor, sino que el odio y la malicia podían palparse en la frase.
-Recuerda: tú al lado de McGonagall – repitió Remus, esta vez serio.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-Buf... estoy agotado.
-El señor ya tiene las camas preparadas – repitió Dobby por doceava vez, inclinándose hasta dar con su larga nariz en el suelo y marchándose con un chasquido.
Sirius y Remus inspeccionaron la habitación en la que Dumbledore había decidido alojarles durante esa semana que estaría en el castillo. Era una sola habitación, con una litera bastante grande. La sala no tenía un tamaño desproporcionado, pero poseía todo lo necesario para una grata y acomodada estancia.
-¡Me pido la de arriba! – gritó Sirius, corriendo hacia la litera y subiendo por la escalerilla.
-¿No prefieres que duerma yo arriba? Recuerda que la última vez te caíste y-
-Bah, no digas tonterías. Eso fue hace mucho – comentó despreocupado, quitándose la túnica y tirándola al suelo. Sin ponerse pijama (Joanne babea) se metió entre las sábanas y cerró los ojos.
-Buenas noches, Moony.
Remus le miró asombrado, sabiendo que dentro de dos segundos su amigo ya se habría dormido.
-Buenas noches, Padfoot – respondió, recogiendo la túnica que Sirius había tirado al suelo y colgándola en el respaldo de una silla. Luego se desvistió él y se puso el pijama.
Una vez en la cama, escuchando la profunda y acompasada respiración de su amigo, no tardó demasiado en dormirse.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
TIC TIC TIC TIC... TIC TIC TIC...
Remus abrió los ojos. Ese extraño ruido monótono le acababa de despertar y no tenía ni idea de donde venía. Se incorporó, observando si en la habitación había algo raro.
TIC TIC TIC TIC TIC TIC (cesa el ruido)
-¿Ya te has despertado, Moony?
Remus escuchó a voz de Sirius desde la litera. Entonces se dio cuenta de que cuando Sirius había hablado el ruido había cesado, lo que significaba que...
-¿Se puede saber que haces, Padfoot?
-¿Yo? Estaba grabando una cosa...
Remus miró a Sirius, y vio a éste tumbado en su litera con un pequeño cincel y martillo en la mano. Con golpes precisos grababa algo en el techo que tenía a poca distancia suya.
PADDY ESTUVO AQU
JUNIO 97
-¡Terminado! – exclamó Sirius, haciendo desaparecer las herramientas.
-¿Paddy?
-¿No suena bien? – preguntó con preocupación - Es que se me cansó la mano. Pero el nombre no es lo importante.
-¿Ah, no?
-No, lo importante será cuando venga de nuevo aquí de viejecito...
-Un viejecito lleno de arruguitas... – comentó Remus con guasa.
-¡Ah, no! ¡Eso es una blasfemia, Moony! Yo seré un viejecito guapo y esbelto.
-Si, seguro. Eso decimos todos.
-Pero como te decía, lo importante será cuando venga de viejecito – sin arrugas ni canas - y lo lea, y me traiga recuerdos.
-¿De cuando volvimos a Hogwarts? – preguntó esperanzado Remus.
-No. De lo gracioso que le resultará a Filch ver que no lo puede borrar – comentó entre risas.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-Tenemos que irnos ya – dijo Hermione, levantándose de la mesa de Gryffindor donde habían estado desayunando.
-Menos mal que hoy es el último día antes de la semana de vacaciones – soltó Ron, ante lo que Hermione puso una mirada de reproche – Digo... ante una interesantísima semana de estudio.
-¿Qué tenéis ahora?
-Pociones – contestó Harry, poniendo una mueca de asco.
-¡Voy a poner una queja! – exclamó Sirius, muy ofendido – No sé como ese idiota puede estar dando clase... como me entere que-
-Tranquilízate, Sirius. No niego que Snape sea un idiota, pero sabe de Pocion-
Sirius miró a su amigo como si le fulminase con un rayo.
-De acuerdo, olvida lo que acabo de decir.
-Creo que será lo mejor. Por un momento pensé que dirías que Snivellus era bueno en algo, pero veo que mis oídos me engañaban. Me siento muy aliviado, Moony.
-Nosotros nos vamos ya. Si llegamos tarde estamos muertos – dijo Harry, recogiendo sus cosas y saliendo del Gran Comedor con sus amigos.
Remus y Sirius se quedaron solos, acabando de desayunar.
-¿Qué vas a hacer hoy, Moony?
-Pensaba ir a la Biblioteca – respondió, ante lo que Sirius puso cara de "era obvio" – Hermione tiene unas dudas y necesito comprobar unos datos.
-¿Pero no se subió ayer libros de consulta a la Sala Común?
-Esos no tienen nada que ver, Padfoot. Bueno, yo me voy ya; ¿me acompañas?
Sirius se quedó unos segundos callado, con los ojos clavados en el licántropo.
-¿Me has visto cara de loco, Moony? – preguntó, realmente sorprendido.
-Vale, ya nos veremos después entonces – dijo, levantándose mientras pegaba un último mordisco a la tostada.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Pocos minutos después, Sirius salía solo del Gran Comedor, con la tostada que se había dejado Remus en la mano. Dejó que sus pies le guiaran por el pasillo, como cuando era un adolescente.
Cuando pasó por delante de la enfermería, escuchó a Madame Pomfrey con sus habituales protestas en voz alta.
-Estos encargos... y ahora tengo que bajar hasta las Mazmorras, y Snape me vendrá con sus excusas de que no tiene tiempo. ¡Y tengo que preparar esa cura! ¡Y encima los EXTASIS! Desmayos por todos lados... estos nervios...
Lo que le interesaba a Sirius estaba en la primera frase de la profesora. Llamó varias veces a la puerta y la abrió. Madame Pomfrey le miró sin hacerle caso, moviendo la varita de un lado para otro... camas haciéndose a toda velocidad, potingues en frascos de vidrio volando y ordenándose en las estanterías... La enfermería era un auténtico caos, y Madame Pomfrey estaba muy enfadada.
-Ahora no tengo tiempo para usted, señor Black.
-Yo... venía por si puedo ayudar en algo. No tengo mucho que hacer todavía – dijo, sugiriendo con los ojos que le mandase a hacer el recado a clase de Snape.
-Ahora que lo dice... tengo un encargo para usted – dijo, buscando por el revoltijo de papeles que tenía en su mesa un pergamino arrugado, que tendió a Sirius – Dígale al profesor Snape que necesito esta poción.
-Pero, ¿no está en clase ahora? – preguntó Sirius, con cara de inocente.
-¡Pues interrúmpale! Necesito esa poción urgentemente.
-A sus ordenes – exclamó Sirius, y salió rápido de la enfermería, cogiendo el camino hacia las mazmorras, con una sonrisa malvada en los labios.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Toc toc
Cuando la puerta de la clase se abrió, todos los alumnos que en ese momento daban Pociones se giraron para ver quien era.
Harry se quedó con la boca abierta al ver aparecer a su padrino, poniendo cara de serio. Aunque el reconoció ese extraño brillo en sus ojos... planeaba algo, y su objetivo era Snape.
-¿Qué quieres, Black?
-Sniv... digo, ¿puedes salir un momento? – preguntó Sirius, intentando que su voz no sonase demasiado agresiva. Snape era desagradable con otros adultos hasta delante de sus propios alumnos.
-¿No ves que estoy dando clase?
-Es importante. Madame Pomfrey dice qu-
-Ya voy – soltó Snape, deseoso de quitarse a Sirius de encima lo antes posible, aunque fuera a costa de tener que hablar con él.
El profesor salió de la clase, dejando a unos alumnos muy sorprendidos dentro. Al salir, cerró al puerta bruscamente.
-¿Qué quieres? – preguntó Snape, poniendo su tono más agresivo ahora.
-No creas que yo quiero estar aquí hablando contigo, Snivellus. Ya te lo he dicho. Madame Pomfrey necesita esta poción – murmuró olvidando su tono amable.
Los ojos de Snape recorrieron el pergamino.
-Dile que la tendrá en un par de días – dijo, regresando a clase sin añadir nada más.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-¿Hay alguien? – preguntó Sirius, asomándose a la enfermería.
-Estoy aquí, señor Black. ¿Y bien? ¿Cuándo me la da?
-Dentro de un par de días.
El frasco que la señora Pomfrey llevaba entre las manos cayó al suelo, haciéndose añicos con estrépito.
-¿¡No le dijiste que era urgente? ¡La necesito para esta noche! ¡¡Ve a decírselo ahora mismo!!
-Por supuesto – contestó Sirius, volando hacia las mazmorras de nuevo. Su plan estaba saliendo a la perfección.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Toc toc
Snape levantó la vista y vio de nuevo a Sirius. Estaba tan sorprendido que en la mueca que intentó poner se reflejó más el asombro que el desprecio.
-¿Puedes salir un momento?
En dos segundos Snape estaba fuera, y la puerta de la clase bien cerrada para que los alumnos no pudieran escucharles.
-¿Qué quieres ahora? – soltó, intentando controlarse para no saltar al cuello de Sirius.
-Madame Pomfrey dice que la necesita esta noche.
-Imposible.
-Pues eso se lo dices tú a ella.
-¿No eres tu el mensajero? – preguntó con sarcasmo Snape.
-Soy el mensajero, no el suicida.
Snape meditó unos segundos, olvidándose de Sirius. Luego se dio la vuelta, y abrió la puerta.
-¿Snape?
-Esta noche se la dejaré en su despacho. ¿O vas a venir tú a buscarla?
-No me meto en tu despacho ni muerto.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Sirius llegó a la enfermería, cansado de bajar y subir escaleras. Se preguntó quien habría sido el de la "fantástica" idea de no dejarse aparecer en Hogwarts.
-Slytherin... de fijo.
-¡Black! Ven aquí – exclamó Madame Pomfrey, buscando como una posesa por su mesa - ¡Tienes que volver!
-¿Qué ¿Por qué?
-¡Me he equivocado de pergamino! Es éste – dijo, agitando en su mano un pergamino muy arrugado y sucio.
Cuando Sirius se asomó a clase de Pociones por tercera vez en diez minutos, Harry le saludó con la cabeza, pensando cuantas veces tenía pensado su padrino interrumpir la clase.
-Cinco puntos menos, Potter.
Sirius abrió la boca, indignado.
-¿Por qué? – soltó.
-Por sonreír.
-No seas ridículo, Snape. ¡Devuelve esos cinco puntos a Gryffindor!
-Esta es mi clase, Black, y hago lo que me plazca.
-Malfoy también está sonriendo.
Snape se volvía para ver al muchacho rubio de diecisiete años sonriendo con suficiencia a Harry. Luego los ojos grises de Draco se clavaron en él, y su sonrisa se hizo más amplia.
-¿Y bien? ¿No vas a quitarle puntos?
-Claro que no – contestó Snape – Y ahora dime que quieres y lárgate.
Sirius le tendió con la mano crispada por el odio el nuevo pergamino.
-Esta es la poción que tienes que hacer. Para esta noche, recuerda.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-¿Dónde está el pergamino? – preguntó Madame Pomfrey en cuanto vio aparecer a Sirius.
-¿Qué pergamino? – soltó éste, con la cara a cuadros.
-¿Cuál va a ser? ¡Pues el primero que te di! ¿No me digas que Snape no te lo ha dado?
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Varias alumnos intentaron ocultar la risa cuando Sirius apareció por cuarta vez en la clase. Snape, desde su mesa, levantó la cabeza, y su piel se puso mucho más cetrina de lo que normalmente era.
Sirius avanzó hasta la mesa y, sin molestarse en bajar la voz, dijo:
-Necesito el pergamino; el primero que te di.
-Búscalo tú mismo. Lo tienes en la basura – replicó Snape, señalando con un movimiento de cabeza la papelera que había en una esquina de la clase.
-Lo dirás en broma, ¿no?
-No tengo tiempo para bromear contigo, Black. Sácalo de la basura y lárgate.
Sirius, todo digno, se dio la vuelta y salió de la clase.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-¿QUÉ?
-Lo ha tirado.
-¿QUÉ LO HA QUÉ?
-Lo ha tirado a la basura – repitió Sirius con paciencia infinita a una desquiciada Madame Pomfrey.
-Le mato... yo le mato... ¿Y qué voy a hacer ahora?
-Bueno, yo... yo me acuerdo de lo que ponía.
La mujer le miró, alzando las cejas.
-Lo l-leí... y recuerdo lo que ponía.
-¿Lo dices en serio?
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Sirius bajaba las escaleras de vuelta a las mazmorras. Llamó a la puerta, sabiendo que ese gesto crearía risas y expectación entre los alumnos.
Se imaginaba a Snape gritando que se callaran y cruzando la clase echó una furia.
-¿OTRA VEZ TÚ? – gritó el profesor, sin poder creérselo. Cerró la puerta de golpe, pero se seguían escuchando risas en el interior - ¿QUÉ QUIERES AHORA?
-La verdad es que esta vez no tengo nada que decirte – comentó Sirius, mirando a Snape con cara de divertida venganza – Me pareció divertido sacarte de clase.
-Serás...
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Snape entró como un trueno en la clase. Fue directo a la pizarra sin decir ni una palabra. En cuanto sus alumnos vieron su cara, terminaron instantáneamente los comentarios, cuchicheos y risas.
El profesor terminó de poner los ingredientes de la poción en la pizarra y miró a la clase.
-En media hora la quiero terminada.
Los alumnos se pusieron manos a la obra, pero Hermione levantó la mano. Al ver que Snape la ignoraba por completo, se decidió a hablar sin permiso.
-Profesor, se ha equivocado en la cantidad de-
BUM
El caldero de Neville estalló por los aires, incrustándose en el techo. Se quedó allí, clavado, y varios trozos de piedra cayeron sobre su cabeza, que intentó cubrir con sus brazos.
Nadie se atrevió a hablar, puesto que sabían que Snape había estado tan alterado que se había confundido en los ingredientes.
El hombre se levantó, apretando los puños a los lados.
-¡Cuarenta puntos menos, Potter!
-¿QUÉ? – saltó Harry, levantándose por la impresión.
-No avisaste a Longbottom – exclamó Snape, furioso, aunque no precisamente por ese pequeño incidente.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Sirius ahogó un bostezo, desperezándose.
-Estoy agotado...
-¿Qué has hecho hoy? – le preguntó Remus, ordenando la habitación.
-He estado ayudando a Madame Pomfrey.
-¿En serio?
-Me pidió que le hiciese algunos recados.
-¿Tiene algo que ver con ese rumor que corre por el colegio y que dice que interrumpiste tres veces la clase de Snape?
-Oh, Moony... no, para nada. Estas mal informado. Fueron cinco.
-¿Cinco?
-Tenias que haber visto a Snivellus... estaba furioso; me amenazó con la varita – comentó entre risas – Sigue peleando como un adolescente.
-No hagas tonterías, Sirius – le recomendó Remus, volviendo a su ropa.
-Ya... Bueno, ¿nos vamos?
-¿Nos vamos? – repitió el licántropo - ¿A dónde?
-¿A dónde va a ser? Pues a recorrer el colegio por la noche.
-¿QUÉ?
-Pues eso, Moony.
-De eso nada, Sirius. Se supone que somos adultos responsables que...
-Oh, vamos, Remus. ¿Me estás diciendo que ahora que podemos salir libremente por el colegio, sin peligro de castigos, vamos a quedarnos en la habitación? ¿Te has vuelto loco, Moony? No me creo que cuando viniste a Hogwarts como profesor no saliste el primer día por la noche.
Las mejillas de Remus se tiñeron de rojo, y fue incapaz de negar lo que había dicho Sirius. Lo cierto es que le apetecía ir a dar una vuelta.
-Venga, vamos – dijo Sirius, saliendo del dormitorio, seguido por un ruborizado licántropo.
Recorrieron los pasillos con sigilo inconsciente, a pesar de no tener nada que temer. Remus seguía a Sirius sin protestar, aunque no tenía ni idea de que pensaba hacer el hombre.
Hogwarts en la oscuridad cambiaba mucho, pero acostumbrados por sus paseos nocturnos de adolescentes, no perdieron el sentido de la orientación en ningún momento. Y cuando Remus vio el cuadro del cesto de frutas, se preguntó si de verdad Sirius pensaba ir a comer a las cocinas. Era imposible que ya tuviera hambre... ¿o no?
Sirius extendió la mano para hacer cosquillas a la pera, y justo en el último momento pareció pensárselo mejor. Bajó la mano y miró a su amigo.
-¿Ya tienes hambre? – preguntó Remus, en voz muy baja.
El aludido sonrió, aunque Remus no supo cómo interpretar su extraña sonrisa. Algo de ingenuidad, diversión... recuerdos.
-Moony, recuerdas cuando estábamos en quinto, esa noche que James y yo salimos.
-¿Cuál de todas?
-Una que no os llevamos con nosotros, y al día siguiente en el desayuno...
-Ah, no... no pienso participar en esto, Sirius. Me niego.
-Oh, venga, Moony... necesito tu ayuda – susurró Sirius, arrodillándose delante del licántropo.
-No, no y no. Y no tengo nada mas que decir.
-No se como he dejado que me convencieses – protestó Remus, después de pasar por el hueco que dejó el cuadro al apartarse.
-Es que soy irresistible, pero eso no es lo importante ahora. Recuérdalo bien, tú los distraes y yo entro en acción, ¿de acuerdo?
Remus asintió, cansado de escuchar a Sirius decir una y otra vez lo mismo.
-¿Preparado entonces?
-Como no empecemos ya, me duermo aquí mismo. Ya estoy viejo para esto...
-Ya se nota... cada día protestas más.
-¬¬ ... ¡Vamos a empezar ya!
Sirius retrocedió varios pasos, asustado.
-Vale, vale... tampoco es para ponerse así.
Una multitud de elfos domésticos les asaltó en cuanto pisaron el suelo de las cocinas de Hogwarts.
-Tan serviciales como siempre – comentó Sirius, y le guiñó un ojo a su amigo - ¡Venga!
Sirius se escabulló entonces hacia los armarios donde se guardaban los ingredientes para el desayuno y Remus se quedó sólo, rodeado por los elfos, que le miraban con sus ojos como pelotas de tenis.
-Eh... Hola – saludó Remus, cortado.
-Rápido, traed comida para el señor – exclamó uno de los elfos, y los demás se apresuraron a obedecerle, volviendo al instante con bandejas con pasteles, restos de la cena, y tazas para el té.
-No, si yo no...
Pero estaba rodeado, sin posibilidad de escapatoria. Prácticamente le metieron los pastelitos en la boca, a pesar de que él se negaba a comer.
Fueron unos momentos dignos de olvidar.
Sirius volvió a los pocos minutos y vio a Remus rodeado y masticando. El primero se mordió los labios al ver el destello mortal que despedía los ojos de su amigo.
Supo que tendría que hacer mucho favores a Remus para que éste olvidara este pequeño contratiempo.
-Le gusta más el chocolate – sugirió Sirius a un elfo que pasaba corriendo a su lado con una bandeja repleta. Éste se detuvo, miró a Sirius, se marchó corriendo y volvió al instante con una bandeja llena de chocolate.
Por lo menos, era un adelanto.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-Acuérdate, Remus.
Remus asintió disimuladamente, pero no hizo nada. En cambio Sirius sacó un pequeño frasquito de su túnica y lo echó en la copa que tenía delante. La cogió y se la acercó a los labios para beber. En ese momento la mano le tembló (voluntariamente) y el liquido cayó en su plato.
-Oh... – susurró Sirius, falsamente afligido.
Con su servilleta extendió –aunque se supone que limpiaba- el líquido por toda la superficie del plato y luego sonrió.
El Comedor estaba repleto, tanto de alumnos como de profesores. Ya no había clases para los de séptimo, pero aún así se levantaban pronto para estudiar.
La comida aparecía en las fuentes de la gente, y estos la cogían charlando animadamente.
Y entonces, activado al echar el líquido en un solo plato –el del culpable-, todo el plan se puso en marcha.
El primero que se llevo un trozo de tortita a la boca, mordió con un fuerte chasquido... el tenedor. Se llevó la mano a la boca, soltando una exclamación de dolor.
Sirius intentó disimular la sonrisa, y siguió comiendo, haciéndose el distraído. A su lado Remus miraba intrigado como esa escena de hacia tantos años volvía a repetirse de igual manera, aunque esta vez faltase James.
Uno a uno, las personas que se llevaban algo de comida a la boca, masticaban el tenedor o la cuchara, pues toda la comida desaparecía de los cubiertos.
Los cuchicheos y protestas empezaron a elevarse entre los alumnos, muertos de hambre y sin posibilidad de comer.
A lo lejos, Sirius vio a Ron escudriñar con mucha atención su tenedor, y tuvo que ahogar una carcajada. Hermione y Harry, en cambio, habían dejado de comer, y dirigieron inmediatamente sus ojos hacia el hombre, que les dedicó un guiño. Ron seguía a lo suyo, como si se encontrara delante de un problema especialmente complicado.
Los profesores no habían tenido mejor suerte, pero esta vez sabían perfectamente quien era el culpable. Todos los ojos se clavaron en Sirius, que seguía comiendo como si nada.
Remus, a su lado, contuvo una exclamación. Su amigo levantó la vista para mirarle, francamente sorprendido. Remus, sonriendo un poquito, le enseñó por debajo de la mesa su frasquito, aún lleno.
Sirius se llevó una mano a la cara, incrédulo. Iban a pensar que él había sido el único culpable, cuando en realidad...
-¡Señor Black!
La voz autoritaria y enfadada de McGonagall provocó que Sirius fuera presa de un escalofrío. Se giró despacio, intentando parecer inocente.
-Venga conmigo.
-Pero, profesora... – intentó protestar, pero McGonagall ya había empezado a andar en dirección al Hall.
Soltando un suspiro, Sirius se levantó y siguió a la profesora por el pasillo central. A su paso, los alumnos se giraban a mirarlo, señalándole y riéndose. En cuanto él salió del Comedor, la comida dejó de desaparecer de los cubiertos y los alumnos retomaron su desayuno, comentando lo ingeniosa que había sido la broma.
Remus se despidió con la mano de Sirius justo antes de que éste saliera, con una enorme sonrisa en los labios. Eso fue lo que más reventó a Sirius, que no pudo decir nada.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-No puedo creer que siga usted como hace veinte años, señor Black. Al parecer, la madurez no se detuvo en usted, según veo.
-Era solo una broma, profesora...
-Y también parece que se le han acabado las ideas. Recuerdo perfectamente esa "broma", y si no me equivoco el señor Potter y usted acabaron castigados.
-Si, pero no se crea... las ideas no se me han terminado.
-¿Ah, no?
-No, solo... solo recordaba viejos tiempos – comentó, con una sonrisa de añoranza.
Al ver la expresión de su antiguo alumno, la profesora destensó los labios inconscientemente, e incluso sonrió... un poquito.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-¿Seguro que no podemos ir? – preguntaron Ron y Harry por última vez, poniendo cara de pena a ver si eso conmovía los insensibles corazones de Remus y Hermione.
Pero nada.
-Tenemos los EXTASIS en dos días, y queréis ir a dar vueltas. ¡Nos queda mucho por estudiar!
-Creo que Hermione tiene razón, chicos.
-Bueno, creo que yo me voy ya.
-Y tú también deberías quedarte aquí, Sirius. Se supone que hemos venido a ayudarles a estudiar y no ha dar vueltas por el castillo.
-Oh, venga Moony, no me amargues las vacaciones.
-¬¬ ¿Vacaciones?
-Hasta luego – se despidió un Sirius sonriente, saliendo por el retrato de la Dama Gorda.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Estuvo casi dos horas recorriendo los pisos de Hogwarts, asomándose a las clases vacías, salas cuyo uso se desconocía... se recorrió los pasadizos y vio que varios de ellos estaban totalmente destruidos o bloqueados.
En uno tuvo que dar la vuelta rápido porque escuchó los pasos de Filch. A Sirius no le acababa de gustar la idea de encontrarse encerrado dentro de un estrecho pasadizo con el celador, y probablemente su fea gata, que nunca rondaba lejos de su dueño.
Después de subir a la torre de Astronomía y quedarse sentado allí un rato, bajó por un impulso –que todavía no lograba explicarse de donde vino- a las Mazmorras.
Paso por delante de una puerta entornada, y escuchó ruido dentro. Miró disimuladamente y se apartó como un rayo. ¡El despacho de Snape!
Por un momento se enfureció al ver que ese... o eso, mejor dicho, tenía un despacho de tan buenas proporciones. Si de él dependiera estaría durmiendo con Filch, en su inmundo cuartucho. O mucho mejor, en la cesta de la Señora Norris.
-¿Buscabas algo, Black? – preguntó agresivamente una voz, que Sirius reconoció de inmediato como la del profesor de Pociones.
-No, la verdad es que no. Solo daba un paseo.
-Pues será mejor que des la vuelta... llevas tanto tiempo sin bajar por aquí que a lo mejor te pierdes.
-Te recuerdo que el otro día estuve aquí. ¿Cuántas? Ah, si, cinco veces – comentó, ante lo que Snape perdió el poco color que tenía y puso una mueca al recordar ese episodio – Y de todas formas, siempre me sabré mejor este castillo que tú, por mucho que vivas aquí.
Severus no dijo nada. Estaba tan furioso que lo único que era capaz de hacer era contenerse para no perder el control de sus actos. Una vena latía en su sien, lo que le daba un aspecto de completo maniaco.
-Una cosa más– empezó Sirius, con un principio de sonrisa – Me estoy dando cuenta de que no eres muy bueno como profesor... Al parecer a los alumnos no les quedan las cosas claras.
-Si te refieres a Potter... – soltó Snape, recuperando el uso de la palabra.
-Si, me refiero a Harry.
-Solo te diré que en casos como los de Potter, cuando su capacidad intelectual no da para mucho, yo no puedo hacer nada. Ya sabes, estoy atado de manos.
La campana salvó a Snape de que Sirius saltase a su cuello, con toda intención de ahogarle allí mismo.
-Lamento mucho interrumpir esta fructífera conversación pero, a diferencia de ti, yo tengo trabajo – dijo, dando la espalda a Sirius y metiéndose de nuevo en el despacho.
Esta vez cerró la puerta.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-¿No puedes irte a dormir, Padfoot? Ya es de madrugada y... ouaaaa (bostezo)
-No puedo dormir. ¿No te das cuenta? ¡Mañana es el día! – exclamó Sirius, andando de un lado para otro de la habitación.
-Tú lo has dicho: mañana. ¿Podemos irnos a dormir ya? – rogó Remus, bien arropado entre las sábanas.
-Técnicamente es hoy, Moony (recordad que es de madrugada), pero ¡es que no puedo dormir! ¡Estoy demasiado nervioso!
-Por lo menos deja de dar vueltas – susurró, cerrando los ojos – Así por lo menos me podré dormir yo.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Lo primero que Remus vio al día siguiente fue a Sirius, sentado muy tieso en un silla, y con los ojos inyectados en sangre y abiertos de par en par.
No le costó mucho deducir que no había pegado ojo en toda la noche.
-Ya era hora, Moony. Venga, vístete, ¡deprisa!
-Ya voy, ya voy... – replicó Remus, que era empujado por Sirius hacia el baño – No te sulfures.
-¡No puedo soportarlo más!
Sirius se levanto y empezó de nuevo a andar de un lado para otro, como había estado haciendo las últimas dos horas.
Harry había entrado en el Gran Comedor para hacer el examen de Pociones escrito y la puertas se había cerrado detrás de él. Sirius no tenía ni idea de cómo le estaba yendo a su ahijado ahí dentro, y esa incertidumbre le impedía calmarse.
-Hazme un favor, Padfoot. Coge una escoba y vete a airearte un poco.
-Pero... ¿tú crees que podré volar hasta la ventana para verles?
-... ¬¬ ... Mejor olvida lo que he dicho.
Sirius soltó un suspiro, y se revolvió el pelo, inquieto.
-¿No puedes hacer nada?
-¡Claro que no! Harry está ahí dentro, pasándolo mal.
-Ya, y necesita tu apoyo moral, ¿no?
-Exacto, Moony.
-Creo que será mejor que te pongas a dar vueltas otra vez. Por lo menos así dejaras de decir idioteces.
-Estoy cansado – murmuró Sirius con fastidio – Me muero de sueño.
-Es tu culpa por no haber dormido. Yo, en cambio...
-No, si ya te oí roncar – comentó el primero, burlón.
-Ja, que gracioso, Padfoot. La falta de sueño te hace especialmente... ¿cómo decirlo? Ingenioso.
-Yo siempre soy gracioso, Moony, no sólo ahora. ¡Pero me estás desconcentrando! Recuerda que tengo que dar a Harry mi apoyo moral.
-Necesitarás toda tu capacidad intelectual, seguro.
En ese momento las puertas se abrieron, y los alumnos empezaron a salir algo cansados y aturdidos por el calor.
Sirius se levantó de un salto, y dejando solo a Remus, fue a reunirse con su ahijado y sus amigos. Ron y Harry parecían asqueados, y Hermione ya había empezado a hablar del examen.
-La pregunta catorce era algo complicado, pero creo que...
-Otra vez el examen no, Hermione. ¡Te lo suplico! – rogó Ron, juntando las manos como si rezara.
Harry asintió despistado, pero sonrió al ver a su padrino, que ya le preguntaba que tal el examen.
-¿Bien?
-Pues... digamos que no del todo mal. Creo que sacaré la nota – contestó Harrry sonriente.
Ron a su lado, asintió, como si compartiera las palabras de su mejor amigo.
-Ves, Moony, ya te dije que no tenías que preocuparte... Lo sabían hacer todo bien – dijo Sirius al licántropo, que alzó las cejas, incrédulo.
-Lo que faltaba, ahora se echa flores.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Los exámenes restantes discurrieron más o menos del mismo modo. Sirius se dormía todos los días en la silla, porque al principio no podía conciliar el sueño y odiaba dar vueltas en la cama. Lo peor era cuando protestaba por dolor de cuello, y pedía a Remus que le diese un masaje. El licántropo... en fin, que vamos a decir, se ponía... algo tenso.
Harry y Ron solían salir bastante contentos de los exámenes. Por lo menos de los que tendrían una importancia para su futuro profesional: la carrera de aurores.
Hermione, como siempre, salía echa un manojo de nervios porque pensaba que se le había olvidado poner algo que ella consideraba muy importante, y que en verdad no lo era tanto. A Sirius le recordaba tanto a Remus que se sentía como si hubiese regresado a esa época ya pasada de su vida.
Se sentía como en casa, y el día de regreso una sintió una tristeza que verdaderamente no esperaba.
-Anímate Sirius. Me ha dicho Albus que Nicolas se va para el año que viene. Puedes pedir que te den el puesto de Defensa.
Sirius reaccionó por fin ante estas palabras, mirando a Remus con una cara un tanto extraña.
-Que me guste estar aquí, querido Moony, no significa que haya llegado a tus extremos de desvarío. ¡Jamás trabajaré de profesor! Me niego.
-Tienes razón; no servirías.
-Yo sirvo para todo, solo que... bueno, dejémoslo, ¿vale? – dijo Sirius, incapaz de pensar en una excusa en esos momentos.
Remus se asomó a la puerta principal, y saludó con la mano a alguien.
-Hagrid ya está aquí, Padfoot. ¿No te olvidas de nada?
-Hem... creo que no. Ya nos hemos despedido de todos y he cogido mis cosas, así que nos podemos ir.
-Piensa que todavía tienes que decorar tu casa.
-¡Es verdad!
Sirius sonrió por primera vez esa mañana.
-Y además tienes a la chica esa... A lo mejor te ha llamado.
-Karim... si, tienes razón. ¡Venga! ¿Nos vamos o qué?
-Que prisas hay ahora...
N/A: Son las 4.30 de la madrugada... me muero de sueño, pero ¡he terminado el capitulo! Y ahora me voy a meter entre las sábanas, que ya va siendo hora.
Gracias por leerme, y plis, dejad reviews! Se tarda un segundo y son mu importantes .
