N/A: Por fin me anime a empezar este xapi Espero que os guste. Después de la semanita en Hogwarts de Sirius y Remus, ahora tienen que volver a la realidad. Su casa sigue esperando ser decorada, pero ¿seguirá contando con la ayuda de Karim? Eso descontando que puede que todo el mundo no le acepte muy bien... no siempre la vida es un camino de rosas.
CAPITULO 4-Gracias por todo, Karim. (Nda. Parece que si le sigue ayudando... XD)
-Ha sido un placer.
-Eso ya lo dijiste una vez – replicó Sirius, con una sonrisa pícara.
Acostumbrada ya a esas insinuaciones, Karim apenas estiró las comisuras de los labios en una ligera sonrisa.
-No te podía dejar solo con esta casa.
-¿Sugieres algo con eso? – preguntó el hombre, alzando una ceja.
-Es mi casa favorita, no podía dejar que la desgraciarás. Afortunadamente tus ansias de color se han calmado un poco... Eso evitará atentados futuros si la redecoras.
-Ja ja. Muy graciosa.
-Sólo satisfago al cliente – comentó, con una graciosa expresión de inocencia.
-Más bien creo que satisfaces tus gustos. ¿No has oído nunca eso del "cliente siempre tiene la razón"?
-Pero en tu caso es especial...
Sirius puso cara de interés y seducción, ante la que Karim solo pudo reírse.
-No hay nadie que combine colores como tú.
-Supongo que lo dices por mis fantásticos gustos.
-Nunca me atrevería a insinuar lo contrario.
Caminaron durante un rato en un cómodo silencio, admirando los hermosos y bien cuidados jardines de los que gozaba la casa. Al fondo se podía ver el estanque, que reflejaba los rayos del sol. Había terminado de llover hacia algunas horas, y el cielo se veía sin una sola nube.
Ambos disfrutaban del paseo y de su mutua compañía.
Sirius tenía que admitir que su relación iba viento en popa, a pesar de que se suponía que él no pasaba de ser un "mero cliente". En pocos días había conseguido que la bella mujer le considerara algo así como una amigo... o eso pensaba haber logrado él, por lo menos.
A pesar de todo, se seguía resistiendo obstinadamente a sus insinuaciones y ofrecimientos de tener algún día alguna cita.
-¿Has dicho que está casa es tu favorita?
-Si, ¿por qué?
-Oh, nada... solo porque ya que no vas a poder enseñarla más a clientes "para satisfacerles", si quieres, podrías venir algún día.
Karim puso expresión de perplejidad, con las cejas alzadas. La estaba invitando... ¿a su casa?
-Ya sabes, a cenar algún día.
-Hum... ya, a cenar –y a pasar la noche, pensaba ella- No se si fiarme mucho.
-¿Por qué? ¿Acaso tienes miedo de que intente seducirte?
-Ya me estás seduciendo – comentó divertida Karim sin cortarse un pelo. Sirius desvió la mirada, mirando los preciosos cordones de sus zapatos. ¿Tan obvio era? – Pero no... bueno, algo de eso si que hay. Lo que más me preocupa, de todas formas, es tu manera de cocinar. Seguro que tendrás que comprar algo pre-cocinado...
-Oye, eso son asuntos míos – exclamó Sirius, aparentemente escandalizado.
-Creo que te he pillado. Para eso, prefiero ir a un buen restaurante.
-Oh, un buen restaurante. Encima exigente...
-Tengo un paladar difícil de complacer.
-¿Eso ha tenido doble sentido? Voy a creer que ahora me estás intentando seducir tú a mí. No, si resultará que...
-Deja de decir estupideces; ya sabes a lo que me refiero.
-¡Pues decidido! Te voy a llevar a un restaurante que se te va a quedar el sabor de la comida pegada al paladar. Es mi favorito y...
-Oye, oye, oye, no te descontroles. ¿Quién te ha dicho que iba a ir contigo a un restaurante?
-¿No querías satisfacer tú exquisito paladar?
-Pero yo no dije nada de... Ya sabes que no quiero mezclar negocios con-
-Lo sé, lo sé... Yo solo te voy a llevar a un restaurante. No hay nada de malo en eso, ¿no?
-Contigo si.
-No digas tonterías. ¡Si me consideras un placer!
-Pero yo no me refería a-
-Nada de excusas. Te pasaré a recoger a las seis, ¿de acuerdo?
-¿A recoger a dónde?
-Pues a tu casa.
-¿Es obligatorio que te diga la dirección de mi casa? – preguntó Karim, frunciendo el entrecejo.
-Completamente imprescindible – respondió Sirius, haciendo un gesto de "no-hay-otra-posibilidad" con la mano – Y ponte elegante.
Karim se llevó una mano a la cabeza, viéndose ya esa noche en la cita con Sirius. Después de haberla logrado soltar esto, ella sabía perfectamente que el hombre no iba a renunciar a esa cena tan fácilmente. Optó por ir –le apetecía ir, de todas formas- y cuando la llevara de vuelta a casa, decirle claramente lo que pensaba de esa supuesta relación vendedor-cliente que deberían tener.
-¿Me acompañas a la puerta? Tengo una reunión en media hora.
-De acuerdo, pero no te olvides, ¿eh? A las seis en punto en la puerta.
En lo que tardaron en llegar a la verja de hierro, Karim explicó a Sirius como podía llegar a su casa. Éste, perdido después del segundo giro a la derecha, optó por recordar el nombre y número de la calle, y preguntar luego a Remus.
Vio a Karim desaparecer calle abajo, y girar por la esquina. Al parecer le sobraba algo de tiempo, puesto que no se había aparecido hacia donde sea que tuviese que ir.
En cuanto se fue, la mente de Sirius se fue hacia sus propios asuntos: ¡Lo había conseguido! Bastante eufórico por la cita de esa noche, se metió en casa prácticamente trotando.
Justo entonces se detuvo. ¿Cómo había podido olvidarlo? ¿Cómo iba a ir a buscar a Karim? ¡Su moto! ¿Dónde estaba? ¡Iba a matar a Hagrid! ¿¿Dónde había metido su moto??
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Y en el último momento llegaron los problemas. ¡Necesitaba ropa! Iba a invitar a Karim a un sitio carísimo y ¡no tenía túnicas!
¿Cómo es que no había pensado en eso?
En apenas dos segundos, se encontraba en el centro del Callejón Diagon. Algo aturdido, miró alrededor, intentando orientarse. ¡En Madame Malkin encontraría lo que necesitaba! Esa mujer tenía muy buen ojo para esas cosas.
Justo antes de entrar en la tienda, se detuvo. En una esquina que daba a una calle más pequeña, había un hombre sentado sobre una caja, algo abatido. A sus pies se podía ver una caja de cartón llena de cachorros de perro, adorables, canijos y juguetones.
En el cartel escaseaban las palabras, pero era claro: REGALO PERROS
¿Un perrito? Sirius los miró, contemplándolos mientras se mordía el labio. ¡Esos ojos! Eran tan... tan... ¡Diablos! Como le miraban esos ojitos, parpadeando algo perdidos por la multitud... ¡Pero no podía! ¡¡Pasaba mucho tiempo fuera de casa!! Oigh, pero es que eran tan blanditos, y suaves, y tan... tan... ¡Había uno que le estaba mirando!
Sin poderse resistir por más tiempo, Sirius se acercó al hombre, y miró a los cachorros de cerca. ¡Eran todos preciosos!
-¿Le interesa alguno? –preguntó, o más bien suplicó el hombre, que se rascó con impaciencia la cabeza con pocos pelos.
-Pues... si no es mucha molestia – respondió Sirius con una sonrisa.
-¡Para eso estoy aquí! Venga, elija uno. No tengo cómo cuidarlos. Tienen apenas un par de meses.
-¿Son grandes? Me refiero, ¿crecerán mucho? – preguntó Sirius, con algo de aprensión.
-No, para nada... como miniaturas, oiga usted– dijo el vendedor, demasiado rápido, pero Sirius que estaba ocupado mirando a un perro gordito, que permanecía más callado que los demás, no advirtió el matiz de la respuesta.
-Éste tiene pinta de no quejarse mucho. Creo que me quedaré este – murmuró, cogiendo a dicho perro, de un color grisáceo, entre sus brazos.
El cachorro se acurrucó, acercándose al pecho de Sirius para coger calor. El hombre de ojos azules paso su mano tiernamente sobre el lomo del perro.
-Muy buena elección, se lo garantizo. Ese es con diferencia el menos pesado de todos... callado como una tumba.
Sirius se despidió con una sonrisa enorme, tan contento como un niño. No lo iba a estar tanto meses después, cuando descubriría que los vendedores de perros eran muy mentirosos.
El perro, además de mastodóntico, no le dejo dormir durante varios meses con sus gemidos.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
DIN DON
Remus abrió la puerta y vio a su amigo de infancia, que le plantó algo delante de la cara. En un principio no logró ver nada, pero cuando se separo un poco... lamento haberlo hecho.
-¿¡Un perro!? ¿Me has comprado un perro?
-¡Me HE comprado un perro! – matizó Sirius - Le he traído para que conociera al tío Moony – añadió, poniendo en los brazos de su amigo al cachorro y metiendo en la casa una enorme maleta marrón.
--¿Y para qué quieres un perro?
-Para tener compañía. ¡Hay que ampliar la familia! Hasta que Harry acabe Hogwarts, estaré muy solito.
-Le quedan muy pocos días, Sirius.
-Bah, no le hagas caso, Algis – murmuró Sirius, dirigiéndose al cachorro – El tito Moony protesta mucho.
-¿Algis? ¿HAS LLAMADO A UN PERRO ALGIS?
-Un nombre precioso, ¿verdad? Por cierto, he pensando que para que te conozca mejor hoy se quedará en tu casa.
-¿QUE QUÉ?
-Pues eso. Es que hoy voy a salir y no voy a dejarle su primera noche solito.
-¿A dónde vas?
-Pues... he quedado con Karim – respondió, algo azorado.
-¿La agente inmobiliaria?
-La misma. Tengo que ir a buscarla a las seis, así que necesito que me ayudes urgentemente.
-No querrás que vaya a buscarla yo, ¿no?
-¿Me ves cara de idiota, Moony? Ya he recuperado mi moto. La tenía Hagrid bien escondida... entre nosotros, creo que quería quedársela - dijo, bajando la voz como si contara un secreto.
Remus elevó los ojos al cielo, pero se recuperó rápido en cuanto sintió los dientes del perro tirando del cuello de su camisa.
-Ahg...
-¡Algis! No ahogues al tito Moony. Pero a lo importante ahora, ¿me vas a ayudar?
-¿Q-qué quieres? – preguntó Remus, algo sofocado mientras intentaba que el perro soltara el cuello de su camisa - ¡Auch! Me ha mordido.
-Mira que mono... tiene hambre – comentó con dulzura Sirius.
-Lo que faltaba. Ahora defiende al perro ¬¬
-¡Deja de protestar y escúchame! ¡¡Estoy en crisis!! ¡Quedan cuatro horas y no sé que ponerme!
-Y en esa maleta has traído...
-Todas las túnicas que me he comprado hoy, por supuesto.
-...
-Venga, ven, Moony. Y ten cuidado con Algis a ver si lo vas a tirar. ¿Tienes algo de comer, por cierto? Probarme ropa me da hambre.
-A ti todo te da hambre.
-Que protestón es tu tito Moony, Algis, hay que ver. Se queja por todo.
-Esta bien, esta bien... ya te traigo algo.
-Yo iré sacando las túnicas.
-Me gusta la gris oscuro – dijo Remus, yéndose hacia la cocina.
-¡Pero si aún no las he sacado!
-Siempre te compras una gris oscuro.
-¡Esta vez el gris es un poquito más claro! Así que ven aquí y ¡ayúdame!
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Horas más tarde, con una túnica gris ondeando al viento, Sirius sobrevolaba los edificios de una zona residencial de Hogsmeade en su moto recién lavada.
-Venga, preciosa, a ver que eres capaz de hacer.
El motor de la moto rugió, y aceleró como un demonio al giro de muñeca de Sirius. No quería llegar tarde... no hoy.
Diez minutos más tarde se encontraba llamando al 1º C de un bloque de pisos de ladrillo oscuro. Elevó la vista hacia el pequeño balcón, pero no vio nada (era de noche, lógico).
Karim no tardó mucho en salir, con una túnica de color beige, ceñida en la cintura y con el cuello en forma de barca, dejando ver los hombros desnudos. El pelo suelto cubría su espalda con sencillez, y el maquillaje que se había echado hacia mucho más atractivos sus proporcionados rasgos.
Sirius se quedó embobado, con la boca algo abierta.
-¿Qué? ¿Te gusta? – preguntó la mujer, dando una vuelta sobre sí misma.
El hombre asintió repetidamente, muy rápido, sin alcanzar a decir nada. La boca se le había quedado seca.
-Hum... bonita moto. ¿Es tuya? – preguntó Karim, sacando tema de conversación.
-La tengo desde los diecisiete años – aseguró Sirius, admirando su belleza (así llamaba a la moto).
-Oh, ¿y todavía anda?
-Andando, lo que se dice andar... bueno...
-¿Has venido empujándola? – preguntó la mujer, soltando una carcajada imaginándose la escena.
-¡He venido volando!
-¿Esa cosa vuela?
-¿Cosa? ¿Qué cosa? – preguntó Sirius, sin entender a lo que se refería Karim. Al parecer "cosa" no entraba dentro de los nombres para designar a su adorada moto.
-Pues... tu moto.
-¿Y le llamas cosa? – preguntó Sirius, entrecerrando los ojos.
-¿Y vamos a ir en esa co.. digo, moto?
-¡Pues claro!
-¿Volando?
-Si prefieres empujar... ¿por qué? ¿Pasa algo?
-Es que... bueno, tengo vértigo.
-Vértigo, ya... no pasa nada. No tienes de qué preocuparte. ¡Soy muy buen conductor! – exclamó Sirius, pasando una pierna por encima de la moto y sentándose (Nda. Algo difícil con la túnica... no preguntéis cómo lo hace. Y no, no se la levanta . Si fuera así ya lo hubiese descrito XD)
-Temía que dijeses eso – murmuró Karim, sentándose detrás del hombre
Sirius arrancó, y en cuanto la mujer, algo pálida, sintió que sus pies dejaban de tocar tierra, rodeó a Sirius con sus brazos y se pegó a él como una lapa.
Cerró fuertemente los ojos, y se concentró en pensar que por nada de este mundo estaba volando en una moto.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-Karim, ¿me puedes soltar? Ya hemos llegado... ¡Karim!
La mujer, cuyos oídos habían permanecido insonorizados por un breve lapso de tiempo, escuchó las llamadas de Sirius y abrió un ojo. Vio que habían aterrizado y por fin, liberada, pudo abrir el otro ojo.
Sirius había girado la cabeza para mirarla, y la sonreía divertido.
-¿Bajamos ya?
-S-si... – murmuró Karim, y de pronto se dio cuenta de que estaba rodeando con fuerza la cintura de Sirius.
Roja como un tomate, se soltó rápidamente.
-Lo tuyo más que vértigo es fobia, chica. Nunca había visto a nadie apretar con tanta fuerza – dijo, llevándose una mano a la tripa adormecida.
-¿Te he hecho daño? – preguntó a mujer, sintiéndose algo culpable.
-Nah... de vez en cuando no podía respirar, pero no, nada del otro mundo – comentó, guiñándola un ojo al bajarse de la moto – Venga, vamos ya, ¿no? ¿O te traigo unos bocadillos y comemos aquí?
-Recuerda mi exquisito paladar – replicó Karim, recuperando el habla.
-Cierto. Es esa de la esquina, ¿le ves?
Se encaminaron despacio, charlando tranquilamente hasta la puerta del restaurante. Cruzaron la enorme puerta, y se encontraron con un maître vestido impecablemente.
Karim, viendo las mesas llenas de la sala interior, susurró al oído de su acompañante.
-Hay bastante gente, ¿no? A lo mejor no hay mesa.
-Que tu paladar esté tranquilo. He reservado mesa – le contestó el hombre, para después dirigirse al maître.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-¿¡¡Cómo que no hay mesa!!? ¡Debe ser un error! Mírelo de nuevo, por favor, a nombre de Sirius Black.
-Lo lamento muchísimo, señor Black, pero no hay ninguna reserva hecha a su nombre.
-¡¡DEME LA LISTA!! ¡LLAMÉ, ASÍ QUE TENGO QUE ESTAR APUNTANDO! – gritó Sirius, muy alterado, con una venita empezando a latir en su frente.
-No puedo darle la lista, señor, y le repito que usted no está en ella – dijo el maître, imperturbable.
-¡YO LLAMÉ! ¡¡LLAMÉ!! ¡TENGO QUE ESTAR EN ESA LISTA!
-Lo siento, señor, pero...
-¡¡QUE LE DIGO QUE ESTOY!!
-Sirius – dijo Karim, cogiendo al hombre del brazo para sujetarle – No pasa nada. Nos vamos a otro sitio y ya está.
-PERO YO LLAMÉ, LE DIGO QUE-
-Nos vamos, Sirius, ¿de acuerdo? Conozco otro restaurante cerca de aquí – explicó, tirando del hombre para sacarle del restaurante.
-Pero...
-Pero nada. Será mejor que nos vayamos ya, ¿vale? No pasa nada, en serio.
Karim se las arregló como pudo para sacar a Sirius del restaurante. Éste permanecía callado, mirando furioso al suelo mientras caminaba.
-Sirius...
-¿QUÉ? – soltó, sin recordar que ahora era Karim quien le hablaba. Al ver la cara que ésta ponía, se arrepintió, ruborizándose de inmediato – Lo siento, es que estoy...
-No pasa nada. No merece la pena pensar en eso.
-Te juro que llamé esta mañana y me dijeron que no había ningún problema.
-A lo mejor tuvieron cualquier problema con las listas. Han podido pasar muchas cosas.
-O puede que no me la hayan reservado porque era yo – comentó con amargura éste, apartando la vista de Karim.
-No seas tonto, Sirius. Sabes que no hay razón para eso – dijo la mujer, poniéndole una mano en el antebrazo – Te diré lo que haremos. Conozco un restaurante en esta misma calle. Iremos allí, ¿te parece bien?
Sirius se animó un poco, y le dedicó una sonrisa enorme a Karim.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-¿UN ASIATICO?
-Si, ¿no te gusta? – preguntó Karim, algo insegura – Tal vez debería haberte preguntado primero. Hay gente que no le gusta la comida oriental y...
-No, no pasa nada. Si me gusta, solo que... bueno, ¿entramos o no? – sugirió, extendiendo una mano.
-Claro – contestó, entrando en el restaurante.
Una mujer vestida de japonesa les esperaba en la entrada, con unas cartas en la mano.
-Buenas noches. ¿Mesa pala dos?
-Si, por favor.
-Acompáñenme – dijo la mujer, abriéndose paso a la siguiente sala.
Al entrar, Sirius se quedó de piedra. No había mucha gente, pero reinaba un ambiente agradable. Las mesas eran de madera, con un bello tallado... muy bajitas, y de sillas ¡cojines!
Imitando a Karim, Sirius se acomodó de rodillas en el cojín que quedo libre. Su acompañante estaba en frente de él, y les separaba la pequeña mesa.
Ojeó la decoración. Todo muy típico de Oriente, una cultura muy tradicional en esos aspectos. Muy bien decorada la zona.
Cogió la carta que le tendía la camarera, que se retiró, y procedió a abrirla y a observar los platos.
-Pss... Karim. ¡No entiendo absolutamente nada!
Karim no pudo contener la risa. Se había esperado esto, si era sincera.
-Nunca has venido a un asiático, ¿verdad? ¿Prefieres que pida yo?
-Si, por favor. Sino me veo comiendo pinchitos de gusanos o algo así...
Karim levantó una mano, llamando a la camarera que les había atendido al entrar.
-¿Ya han decidido? – preguntó ésta, cortésmente.
-Si – asintió Karim, y luego empezó a señalar los nombres impronunciables de la carta. Sirius miraba a su pareja, bastante asombrada por la seguridad con que señalaba los platos. Tragó saliva, intentando no pensar en que "exquisiteces" comería esa noche.
-¿Pala bebel, señol?
Sirius salió de su estupor, y contempló a la pequeña japonesa, que le miraba atentamente con una libretita y una pluma en la mano.
-Eh, yo... pues...
-Algo típico de la casa, ¿te parece bien? – interrumpió Karim, sacando a Sirius de su ignorancia – Y también una jarra de agua, por favor.
-Perfecto. Una jalita de agua para los señores.
-No, perdone – corrigió Sirius, a lo que la japonesa se inclinó un poco para escucharle mejor - Mire, nosotros queremos una jarra de agua.
-Pues eso, una jalita.
-No, queremos una JA-RRA, y no una jalita – repitió Sirius, marcando mucho las palabras.
La japonesa le miró extrañada, sin entender porqué el hombre repetía una y otra vez lo mismo. ¿No le había dicho ya que le traería una jalita? Al final optó por apuntar lo último que Karim le indicada, y se marchó.
Sirius se cruzó de brazos, algo enfurruñado.
-Asiáticos...¬¬. Ya verás como al final nos trae la jalita esa.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Antes de que trajeran las bebidas –al final le trajeron la jarra a Sirius-, los dos empezaron ya estaban sumergidos en una animada charla sobre sus tiempos de estudiante.
-Así que un rompecorazones, ¿eh? – dijo Karim, alzando sarcástica una ceja.
-¿Lo dudabas? – replicó rápido Sirius, con una conquistadora sonrisa – Mis amigos y yo formábamos los Merodeadores.
-Oh... muy original.
-¿No has oído hablar de nosotros?
-Yo estuve en Beauxbatons, y aunque no te lo creas, vuestra fama no superaba fronteras – comentó Karim, bebiendo de su copa.
-Así que hablas francés.
-Me vine a Inglaterra hace diez años, pero todavía lo recuerdo. Cuando viene algún cliente francés el Ministerio me envía a mí.
-Karim, la francesita.
-Eso suena un poco mal...
Sirius soltó una carcajada, ante la que Karim le lanzó una bolita de pan. Limpiándose las lágrimas de la risa, el hombre continuó la conversación, todavía de vez en cuando riéndose algo.
-Una vez conocí a una chica de Beauxbatons.
-¿Una antigua novia?
-Bueno, algo así – contestó con descaro Sirius – La conocí en unas vacaciones con Remus, que fuimos a Paris. Él también habla francés.
-Tengo que conocer a esa amigo tuyo – sugirió Karim – Hablas mucho de él.
-Cuando vengas a cenar a mi casa te lo presento.
-¿A cenar? – repitió Karim, frunciendo el entrecejo bromeando – Pensaba que con una cena te conformarías.
-Soy difícil de complacer, igual que tú paladar – replicó Sirius – Por cierto, me compré el otro día un perro. Tienes que venir a conocerlo...
En ese momento Sirius se calló, al ver que varios camareros ponían bandejas y cuencos llenos de cosas raras que ellos insistían en que eran comestibles,
Sirius y Karim, después de que los camareros se hubiesen marchado, se quedaron unos segundos en completo silencio. Con los ojos como platos, el hombre levantó la vista y vio sospechando la sonrisa atrevida de Karim.
-¿Te sirvo? – se ofreció.
Algo reticente todavía, Sirius se atrevió a asentir con la cabeza.
Con unos cubiertos de servir de madera, Karim le sirvió una especie de tallarines finos como hilos, unas bolas de arroz con trozos de pescado, alargado como uno de sus dedos, y finalmente algo que parecía carne.
Karim abrió un plástico que había al lado del plato y sacó los palillos para comer. Sirius no vio esto, puesto que estaba haciendo cosas extrañas. Levantaba el plato, el mantel, miraba debajo de los bordes de su cojín... cuando estaba mirando debajo de la mesa, Karim decidió que le preguntaría que demonios hacia.
-¿Buscas algo, Sirius?
-Pues es que al parecer se han olvidado de poner los cubiertos – dijo, bufando por el enfado - No tendrán un cajoncito debajo de la mesa de donde tienes que cogerlos, ¿no?
Por un momento Karim se quedó sin palabra, pero luego recordó que Sirius no había estado nunca en un sitio. Con una perversa sonrisa, pensó que iba a divertirse.
-No hay cubiertos, Sirius. Se usan estos palillos – explicó Karim, mostrando a Sirius los dos palillos.
Visiblemente asombrado, el hombre sacó sus dos palillos y se los acercó a la cara, estudiándolos minuciosamente.
-No los habrán cogido de la calle, ¿verdad?
-Quédate tranquilo – replicó la mujer, intentando aguantar la risa.
Karim se llevó una mano a la cabeza cuando vio a Sirius clavar –literalmente- los palillos en la bola de arroz. Levantó estos, y la bola con ellos.
-Creo que el arroz se les ha pasado un poco... – valoró Sirius – Está todo pegado.
Se metió la bola en la boca y la masticó saboreándola, como prueba.
-No está del todo mal. Algo seca... ¿Y esto que es? – murmuró, señalando a las tiras de pescado.
Intentó empalar, igual que antes, el pescado en los palillos, pero se le resbalaba siempre. De forma que cogió uno de los palillos con cada mano, y a modo de pinza, consiguió por fin levantarlo.
Al verlo de cerca, su labio inferior tembló un poco, y su entrecejo se frunció.
-¿Y esto es un restaurante? – exclamó, todo indignado - ¡Se les ha olvidado hacer el pescado!
-Eso es sushi, Sirius, y baja la voz.
-¿Sushi? – preguntó, ahora completamente liado, el hombre.
-Pescado crudo – explicó Karim – Se toma con las bolas de arroz. Y puedes echarte algo de soja, si quieres.
-Oh.
-Esto es pato, para tomar con estas salsas picantes – continuo, señalando a lo que antes Sirius había identificado como carne – Y esto son tallarines.
-Diminutos tallarines – aseguró Sirius, mirando el grosor de uno.
Karim sonrió, preparándose para pasar a la fase más importantes.
-Y los palillos...
-¿Si?
-No se cogen así.
-Pues me funciona.
-Es más fácil de esta forma, ya verás – dijo, cogiendo los palillos de la forma correcta – Los sujetas así, y pones este dedo por encima. Ves, así es como una pinza.
-Muy difícil de manejar – añadió Sirius, y segundos después estaba recogiendo sus palillos que se le habían caído de entre los dedos.
-Te voy a enseñar – dijo Karim – Dame tu mano.
Sirius se la ofreció, y con la derecha le tendió los palillos. Disfrutando del tacto suave de las manos de su cita, Sirius observó como Karim le ponía los palillos entre los dedos. Al final le obligó a moverles como si estuviera comiendo.
-Ya está. ¿A qué no es tan difícil?
-Teniendo en cuenta que soy diestro sí es difícil – argumentó Sirius, sonriente.
Karim observó que la mano que tenía entre las suyas era la izquierda. Entrecerró los ojos, lanzándole una mirada tétrica.
-Lo has hecho a propósito, ¿verdad?
Sirius intentó poner cara de inocencia, pero la sonrisa que bailaba en sus labios le delató.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Después de terminar con las bolas de arroz y el sushi, Sirius era un autentico maestro del manejo de los palillos. Entre risas, explicó a Karim que con tal de comer, él aprendía lo que fuese necesario.
-Acuérdate de las salsas picantes – dijo Karim, al ver que Sirius iba a atacar a los trozos de pato – Sino estará muy seco.
Sirius miró con ojo crítico los pequeños cuencos que tenía delante. Eligió tres de ellos, y se puso un poco de su contenido en el plato.
Minutos después, cuando se llevaba el cuarto vaso de agua a la boca, se prometió no fiarse nunca de un oriental cuando dijese que le llevaba a comer "comida picante de su pueblo".
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Los tallarines, una vez conseguías dominar el cómo cogerlos con los palillos, no ofrecían más misterio. No fueron un digno rival del hombre.
Cuando terminaron, Sirius y Karim estaban satisfechos y llenos, pero no pudieron negarse cuando la camarera vino a ofrecerles helado frito de postre.
Era... extraño. Sirius habían esperado mientras ardía, pero ahora estaba congelado de nuevo, aunque mantenía ese toque "frito" que proclamaba su nombre.
Desapareció de sus platos en un abrir y cerrar de ojos.
Quince minutos después, que los pasaron hablando esta vez sobre su vida actual, vino esta vez un camarero, y por sus ojos era claramente del mismo país que la mujer que les había servido durante la velada.
-¿Una copa pala telminal?
Karim miró a Sirius, quien sonrió asintiendo con la cabeza.
-Yo quiero ese naranja... No recuerdo su nombre ahora.
-Oh... pol supuesto. ¿Y usted señol? Usted tiene pinta de quelel algo más fuelte – sugirió el camarero, con una mirada retadora.
Sirius se quedó por un momento sin saber que decir, pero luego aceptó la oferta. Karim estaba riéndose por detrás, agarrándose las costillas que ya le dolían.
Al poco rato, el camarero regresó con dos vasitos pequeños, uno hasta arriba por el licor naranja que había pedido Karim, y otro vacío, que puso delante de Sirius. El hombre le enseñó una botella transparente, en la que se veía algo en el fondo... algo que se movía, que nadaba.
Sirius tragó saliva cuando el camarero acercó la botella para servirle. De cerca, se veía perfectamente que el pequeño ser que nadaba en el licor era un lagarto pequeño.
-Por esta noche – dijo Karim, levantando su vasito.
-S-si – replicó Sirius, y antes de llevarse el vaso a la boca, cerró los ojos, algo asqueado.
Cuando dejó el vaso vacío en la mesa, llegó a la conclusión de que pocas veces había probado un licor con tan buen sabor como aquel.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
-No ha salido tan mal, ¿a qué no? – preguntó Karim, saliendo del restaurante después de despedirse del camarero que les abrió la puerta.
Era una noche fresca, agradable. Soplaba una suave brisa, que no resultaba intensa hasta el punto de tener frío.
-¿Quieres dar un paseo? Podemos ir al parque que hay aquí al lado.
-Así que quieres alargar la cita, ¿eh? – dijo Karim, cogiéndose del brazo de Sirius.
-Puedes decirlo así, si quieres.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Sirius abrió la puerta y se metió en el saloncito de Remus, que esperaba la vuelta de su amigo en el sillón escuchando música.
Éste abrió los ojos al escuchar el ruido, y volvió la cabeza, con una sonrisa pícara.
-¿Qué? ¿Cómo ha ido con tu agente?
-Eso son preguntas personales, Moony.
-¿No me vas a contar nada? – preguntó Remus, algo decepcionado.
Sirius decidió cambiar de tema.
-¿Dónde está Algis?
-¬¬ Dormido encima mío.
Sirius se acercó al sofá, y vio a Algis tumbado en el regazo de Remus, con la cabeza apoyada en uno de los brazos del licántropo.
-Que monos...
-No me lo recuerdes. ¡Ha sido una noche horrible! Me ha estado comiendo los bordes de la túnica hasta que he descubierto que tenía hambre, y luego me ha vaciado media nevera. Es igual que su dueño cada vez que viene aquí.
-¿Acaso te refieres a mí?
-¿Acaso tiene otro dueño?
Sirius sonrió estúpidamente. Le encantaba tomar el pelo a su amigo. Remus se acomodó, intentando no despertar al cachorro.
-¿Entonces no me vas a contar nada? ¿Ni siquiera qué tal fue la cena?
-Comimos en un asiático... Soy un autentico experto con los palillos. Algún día te lo demostraré.
-Me lo imaginaba.
-¿Y la despedida? ¿No pasó nada... NADA?
-Pues...
Flashback
-Tengo que volver a casa – dijo Karim, volviéndose a mirar a Sirius a los ojos.
-¿Hay algo que no me hayas contado? ¿Tienes pareja esperándote en casa o... no sé, varios amantes, tal vez? – preguntó bromeando Sirius.
-No digas tonterías – replicó la mujer, dando un golpe amistoso en el brazo del hombre – Solo que mañana trabajo. Me tengo que levantar pronto.
-¿Puedes llamar diciendo que estás enferma? – sugirió Sirius.
-No creo que cuele... y eso me recuerda otra cosa.
-¿Si?
-Creo que no deberíamos volver a vernos, Sirius.
-Me has dicho setenta veces que no mezclas trabajo y placer, Karim. Creo que voy a empezar a creerme que de verdad soy un placer...
-Hablo en serio, Sirius.
-Yo no veo ningún problema, Karim. Somos amigos, y quedamos para cenar. ¿Ves algo de malo?
-Lo que ocurre es que creo que t quieres que seamos algo más que amigos.
Sirius se quedó un momento callado, pero Karim podía ver sus profundos ojos azul cobalto clavados en ella.
-Puede ser – contestó de manera indirecta.
Se inclinó, y besó a la mujer en la rosada mejilla.
-Creo que será mejor que te lleve a casa.
Fin del Flashback
-Así que no te quiere volver a ver.
-Bah... tonterías. Creo que la convencí. Y ahora me tengo que ir.
-Vale, toma a Algis. Ya se me ha dormido el brazo – protestó Remus.
-Pero ¿qué dices? A casa aún no me voy. Tengo que hacer unas cosas arriba.
-¿Cosas? ¿Qué cosas?
-Ya te cuento luego – exclamó, mientras subía corriendo la escalera.
-¡No rompas nada!
-Descuida.
-Que miedo – susurró Remus, clavando sus ojos en la escalera ahora vacía – Cada vez que dice eso... Menudo amo te ha ido a tocar, Algis. Tendré que defenderte de Padfoot ¿verdad, precioso?
El cachorro hizo un ruido semejante a un ronroneo cuando Remus le acarició la cabeza. Luego el licántropo volvió a mirar hacia la escalera.
-¿Qué estará tramando?
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Hora y media más tarde y muerto de impaciencia, Remus decidió que ya era hora de investigar un poco. Se quitó a Algis de las rodillas y lo puso sobre una manta que había en el sillón.
Algo intranquilo, pues había escuchado antes movimiento en el piso superior –por un momento de preguntó si Sirius no estaría redecorándole alguna habitación-, subió silenciosamente las escaleras.
Sólo una de todas las puertas del piso superior estaba cerrada, lo que le llevó a pensar que esa era precisamente la habitación en la que se encontraba Sirius.
Llamó varias veces a la puerta, pero nadie contestó dentro. Se agachó y miró por el ojo de la cerradura. Pudo ver la espalda de Sirius, que estaba ¿trabajando? en una mesa del fondo. Sobre la cama y tirados por el suelo había botes y bolsitas transparentes de plástico, pero con tan poca visión no lograba ver que contenían.
El siguiente pasó fue tirarse en el suelo para intentar observar por la rendija que había entre el suelo y la puerta. ¡Desde ahí si que no se veía nada! Lo único que notó fue un ligero olor, bastante familiar. ¿Por qué estaba Sirius cocinando en su habitación? Pero por otra parte... su amigo cocinaba mal, pero no hasta el extremo de ese olor. ¡Le revolvía el estómago!
¿Entonces que es lo que hacía?
Y antes de que pudiese reaccionar, la puerta se abrió.
Sirius se quedó paralizado, con los ojos muy abiertos (algo así: Oo).
-¿Puedo saber que haces en el suelo, Moony?
Remus respiró hondo... luego empezó a levantarse. Antes de hablar, se quitó el polvo de la ropa. Sus mejillas estaban bastante coloradas, a pesar de que intentaba infructuosamente controlar la vergüenza.
-¡Esa no es la cuestión! – exclamó, evitando la pregunta de Sirius.
-¿Cómo que no es la cuestión? Te he encontrado en el suelo y... Oh, un momento, no me estarías espiando, ¿verdad?
-¿Yo? – soltó Remus, con una cara muy verosímil de sorpresa - ¿En serio crees que yo, un hombre adulto, va a estar espiando a su amigo por debajo de la puerta? ¡Eso son cosas de críos, Padfoot!
-UU Tienes razón, Moony. Eres demasiado... responsable para eso. Aunque si no te conociera... (Nda. La cara oculta del lobito XD)
-¿Y se puede saber que hacías tú? – preguntó Remus, entrecerrando los ojos.
-Pues...
Remus se fijó por primera vez en la copa de metal que Sirius sostenía en sus manos. Un humillo salía de ella, señal de que estaba recién hecha.
-¿Y qué es eso?
-La poción matalobos – contestó Sirius, sonriente – Tienes que empezar a tomarla hoy, ¿recuerdas?
-¿La poción...? ¡Pero si ya me la hace Snape! – exclamó el licántropo, sin recuperarse aún de la impresión.
-¡¡¡No pienso dejar que ese... ese... bueno, que Snivellus te envenene!!! ¡¡Cualquiera se fía!! – bramó Sirius, soltando un bufido.
Remus se quedó sin saber como reaccionar.
-Pero ¿sabes hacerla?
-¡Claro que sé! ¿En serio piensas que hay algo que Snivellus sabe hacer y yo no? ¡No digas esas tonterías que me ofendes, Moony! ¡Y la mía es mucho más buena!
-Si tú lo dices...
-¡Yo lo digo! Así que ahora te la vas a tomar y ¡no hay más que hablar! Y luego te la tomaras mañana, y pasado, y...
-....
Remus se cayó, pero al ver a su amigo tan alterado, supo que acababa de conseguir una nueva abuelita durante una semana al mes.
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
(1 semana después)
-¿Y no has pensado en meterte algún día en el despacho de Snivellus? Podías darle un buen susto – dijo Sirius, con una sonrisa malvada.
-No pienses, Sirius. La última vez que lo hiciste ya sabes como terminó... No quiero volver a pasar por eso.
Sirius miró a su amigo. Había intentado hacer una broma, pero a Remus le había recordado esa noche cuando Sirius mandó a Snape a la Casa de los Gritos. No habían hablado mucho de eso, pero Sirius sabía que el licántropo nunca había logrado perdonarle aquello. No solo casi se convirtió él en asesino, sino que casi logró que Remus matase inconscientemente a una persona.
Y eso nunca se lo hubiese perdonado...
-Lo siento. Siento haberte recordado eso, Moony.
-No pasa nada – replicó con una voz algo amarga Remus, que se sentó a descansar en uno de los sillones. Estaba agotado.
La transformación se acercaba.
-Todo ha cambiado – murmuró Remus.
-¿El qué ha cambiado? – preguntó Sirius, algo confundido.
-La Luna Llena. James ya no está, ni Peter... los Merodeadores ya no existen.
-Seguimos nosotros.
-No es lo mismo. Ahora nos quedamos en casa, ya no salimos... no hay peligro.
-No veo la diferencia, Moony. Sigo a tu lado, igual que en Hogwarts. Ahora vuelvo a estar contigo.
El licántropo esbozó una tenue sonrisa, pero en ese momento, se inclinó hacia delante con una mueca de dolor.
Ahogó un gemido.
Sirius había visto muchas veces esa transformación. Sin embargo, hoy, después de percibir la amargura de todos esos años que Remus la había vivido solo, sintió que esta vez tenía que dar a su querido Moony todo su apoyo.
Ya transformado en perro, fue hasta donde se encontraba el lobo, y se tumbó a su lado.
No se movió de allí en toda la noche.
Permaneció despierto.
N/A: UU Jo, que penita me da el prexioso Moony... El final ha sido un poko triste (o por lo menos he intentado que lo fuera). Pero sois vosotros quienes valoráis eso, con los REVIEWS. Así que ya sabéis:
R
EV
IE
W
S
Y habéis visto?? He sido muy rápida esta vez. Se que es mas corto que el anterior, pero es que el 3 fue algo especial. En principio se supone que todos los capítulos (son 8) tendrán más o menos esta longitud. Y ya tengo el 5 pensado, asík espero empezar pronto con él.
X cierto, tengo muxos fics pensados, asik podéis ir preparándoos para una plaga de fics cortitos!! (Claro que tendréis que esperar a que los escriba )
Otra cosa, si os gusta este fic, podéis ir a leer Sirius el Marino. Es también de este estilo, solo que ni los diálogos ni la historia son míos, porque están basados en la peli Simbad el Marino.
Y... me apetece contaros algo más. Voy a hacer publicidad: Ir a leer:
-Talhos, con las historias: Pellizcame, y Si fuera tu
-Minette Van Witch Lovette, con El juego de la sospecha
-Lunasirnape, con todos sus fics, que son muxos y todos wenos
-Arwen Vanadis Magic, con sus geniales (y ya conocidos) fics Cintas de video caseras en casa de Padfoot, y El regreso de Lily (ademas de sus fics Slash, que tan mu bien)
-Y si leéis ingles, la de Kristen Black. Forevermore
