N/A: He tardado ligeramente, lo sé... pero aquí llega el nuevo capítulo, con las aventuras de Padfoot, Moony y Algis!! D
He creo que por aki nunca pongo Disclaimer XD, la verdad es k doy por exo que sabéis que no sako ni un duro de aki (sino pensáis que estaría escribiendo en Internet? UU)
Disfrutad del xapi!!! (Y dejad reviews!! Y si os apetece y tais animados (y creéis que lo merece), podéis dar al prexioso botoncito que pone (dnd los reviews): highly recommend this story to others ) ¡¡¡Os tero muxo!!! Joanne
CAPITULO 5
-Deséame suerte, Moony.
-¬¬
-Esa mirada no me da ánimos, ¿sabes?
-¿No estás demasiado nervioso, Sirius?
-Yo... bueno, si, algo. Pero es normal, ¿no? – comentó, con una sonrisa. Luego miró su reloj y decidió que ya era hora de darse prisa – Me voy ya, Moony. ¡Pórtate bien con Algis!
El hombre desapareció por la chimenea. Remus se quedó unos segundos mirando fijamente al fuego encendido.
-Suerte, Padfoot... – susurró, sonriendo levemente.
Se dio la vuelta, dispuesto a hacer algunas tareas de casa. La principal, y la más importante, era limpiar "el crimen" de Algis en la alfombra nueva del salón. (Nda. Podéis imaginaros...)
Recordando el espectáculo de esa mañana cuando se habían levantado, Remus buscó con mirada asesina al cachorro por toda la sala. Un gimoteo le llamó la atención. Algis seguía escondido debajo del sillón... Por su seguridad, sería mejor seguir ahí hasta que al licántropo se le hubiese "olvidado" el incidente.
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Sus pasos le llevaron hasta una de las calles principales de Hogsmeade. Miró la fachada del pequeño edificio: blanca y muy bien cuidada. No le disgustó.
Abrió la puerta y se encontró con una sala de dimensiones considerables, en la que imperaba el cristal y los tonos blancos. Se podían ver varias mesas de despacho, y mucha gente yendo y viniendo, ajetreada.
Se quedó paralizado por un momento, dudando de que debía hacer. Al final decidió que lo mejor sería preguntar... si es que alguien quería hacerle caso.
-Perdone, ¿puede usted decirme...?
-¡Ahora no! – exclamó el aludido, un hombrecillo con una calva incipiente que cargaba con un montón de carpetas. Detrás suyo flotaba otro montón de papeles, y llevaba tanto peso que prácticamente tenía que sujetar la varita con la boca.
-Oh, lo siento – se disculpó Sirius, mirando alrededor. Lo intentó con un par más de personas, pero todas reaccionaron como el hombrecillo, o mucho peor.
Al final observó un pequeño cartelito en una puerta blanca, donde anunciaba que ese era el despacho de la vicepresidenta de la compañía (y ahora que lo pensaba, ni siquiera sabía el nombre de ésta).
Llamó un par de veces con los nudillos y abrió la puerta cuando una voz chillona en el interior le dio permiso.
-Buenos días – dijo, esbozando una breve sonrisa – Soy Sirius Black.
-¡Oh, el señor Black! Si, si... el Ministerio me anunció su llegada. Pase, y siéntese, por favor – sugirió, con exagerados ademanes la mujer.
Intentando que no se notase mucho que la miraba, Sirius la valoró. Era rolliza, con una túnica color naranja chillón, y un perfecto y elaborado peinado, de muy mal gusto en opinión del hombre. Sujetaba entre sus dedos de anillos lo que los Muggles llamaban un pigarrillo y soltaba el humo muy despacio, como si disfrutase de su efecto. Sirius evitó toser.
La mujer sonrió, con unos labios pintados de un llamativo rojo.
A Sirius casi le volvió a entrar la tos.
-No me he presentado, ¿verdad, encanto? Soy Carolyn Newberry, pero puedes llamarme sólo Carolyn, encanto.
-Aja – dijo Sirius, con la boca seca.
Carolyn le dedicó otra de sus encantadoras sonrisas.
-Supongo, encanto, que te preguntarás en qué consistirá tu trabajo. Empezarás con algo suavecito digamos, para ver si respondes bien. Te hemos asignado, déjame ver... – murmuró, revisando unos papeles – ah, si, Colbert te enseñará todo lo que tienes que saber.
La mujer, bamboleando sus carnes al andar, caminó hasta la puerta y la abrió. Gritó el nombre del hombre que acababa de mencionar y prácticamente al instante apareció delante suyo un hombre de unos sesenta años, alto y muy delgado, vestido con una túnica completamente negra y un sombrero algo ridículo, del mismo color. Unas gafas redondas le resbalaban hasta la punta de la nariz, y su mirada era fría y determinante, severa.
Sirius, mientras estrechaba la mano del hombre, se sintió como si acabase de regresar a la escuela.
-No seas demasiado estricto, Colbert – comentó la mujer, poniendo una mano con una manicura recién hecha en el hombro de Sirius.
-Descuida.
A Sirius le sorprendió la familiaridad con la que se trataban, para ser Carolyn la superiora, pero supuso que ya llevaban mucho tiempo trabajando juntos.
-Vamos, chico, tienes trabajo.
¿Tengo?, pensó Sirius, dudando de si su nuevo jefe iba a aprovechar para no hacer nada. Pero al volver a mirarle, dio por sentado que eso era imposible. Era el típico personaje que pausadamente pero sin permitirse un descanso, hacia el trabajo de dos.
Sirius se sentó una mesa, e inmediatamente una pila de papeles de un metro de alto cayó en esta.
-Hay que ordenarlos alfabéticamente por el nombre del inversor. Una vez hecho eso, los ordenas cronológicamente.
Algo pálido al ver la montaña de papeles que sobrepasaba su cabeza, Sirius empezó con el primero y se dispuso a leer la letra minúscula.
El avanzaba despacio, con cuidado de no cometer errores, pero los papeles seguían llegando a la mesa a una velocidad sobrehumana. A la media hora ya no se le veía, escondido como estaba tras los papeles.
-Eh, chico, te llaman – dijo Colbert, asomándose por encima de uno de los montones.
Sirius se levantó, pensando quien sería. Colbert, al verle mirar alrededor desorientado, señaló sin ganas en dirección al despacho de Carolyn. Sirius la vio allí, llamándolo con un brazo.
-Encanto – dijo, cuando Sirius llegó a su lado – Necesito que me hagas un favor.
-Si, por supuesto.
Carolyn sonrió de nuevo, e hizo señas para que le acompañase a otra sala. Sirius se quedó muy quieto cuando vio a dos mellizos, de apenas cuatro años, jugando en el suelo.
-¿Podrías hacerte caso de mis sobrinos un momento, encanto? Tengo un asunto pendiente, y no puedo dejarlos sin vigilancia. Será sólo un momento, no te preocupes, son muy buenos. No te causarán ninguna molestia.
¿Qué son buenos? ¡Ja! ¿Qué no le causaran molestias? Dos veces ¡ja! Esos monstruitos resultaron ser lo más terrorífico a lo que Sirius se había enfrentado nunca.
Sirius no se hacia cargo de unos niños desde que Harry era un bebé, y tampoco en esa ocasión, pues Lily no le dejaba quedarse a solas con su ahijado.
A pesar de sus caras angelicales, enmarcadas con esos pequeños rizos negros... Los dos, niña y niño, se le quedaron mirando con unos grandes y curiosos ojos verdes en cuanto se quedaron solos.
Sirius se sentó derrotado en un sofá color crema y cerró los ojos. Notó una presencia a su lado, y al abrir los ojos se encontró a la niña de rodillas a su lado, mirándole fijamente.
-Hola – exclamó la pequeña - ¿Cómo te llamas?
Sirius esbozó una sonrisa pequeña, cogiendo de inmediato cariño a la niña.
-Sirius – contestó.
-Yo me llamo Marcie.
-Un nombre muy bonito.
-El tuyo es raro – replicó la chiquilla, riendo bajito.
-Oh – dejó escapar Sirius, sin saber muy bien como reaccionar – Supongo que tendré que tomarlo como un cumplido. ¿Y el otro renacuajo?
-No se llama renacuajo. Se llama Mick. Los dos empezamos por M – comentó, con una enorme sonrisa.
-¿Y no viene a saludarme? – preguntó Sirius, apartando por primera vez la vista de rostro de Marcie. El color se fue de su cara- ¿M-Marcie?
-¿Si?
-¿Dónde está tu hermano?
La sonrisa de pilla que alumbró el rostro de la niña hizo que para Sirius perdiera todo el encanto. Se levantó de un saltó, con el corazón en la boca, y se puso a buscar al niño por la habitación, donde obviamente no estaba.
Sirius abrió la puerta y asomó primero la cabeza, para ver si por algún casual la tía de los niños que se suponía que debía vigilar andaba por allí, pero no había moros en la costa.
Salió corriendo y cogió el camino de la derecha, alejándose del despacho de Carolyn. A su paso de vez en cuando preguntaba si alguien había visto a un niño pequeño, pero parecía haberse esfumado.
Escuchaba el repiqueteo de los pasitos de Marcie siguiéndolo.
Y fue entonces cuando escuchó una risa proveniente de detrás de una puerta cerrada. Entrecerró los ojos y se concentró en volver a escucharla.
Volvió a oírla y, esta vez, llegó a la conclusión de que debía ser Mick. Era inconfundiblemente una risa de niño.
Abrió la puerta y sintió que sus pies se mojaban. Miró hacia abajo: todo el suelo estaba encharcado, y seguía cayendo agua del lavabo. El grifo estaba abierto y escupía agua sin parar, y mientras tanto, Mick jugaba metiendo una mano en el retrete y con la otra tiraba de la cadena. Al parecer le gustaba sentir el remolino que tiraba hacia adentro.
Sirius corrió a coger en brazos al endemoniado chiquillo, mientras con la varita cerraba el grifo. El niño empezó a protestar y a gritar al oído de Sirius, pues su juego se había visto súbitamente interrumpido. Al coro de angelicales voces se sumaba la risa de la niña, que parecía pensar que era realmente divertido ver a Sirius tan estresado, con una vena hinchada latiéndole en el cuello.
-¡A la mierda! – gritó Sirius, dejando al niño en el suelo, que empezó a saltar salpicando todo de agua.
-A la mierda – gritaron a dúo los niños, soltando una carcajada.
-No, no, no aprendáis eso – exclamó Sirius, moviendo fervientemente las manos.
-¿A la mierda? – preguntó la niña, mirándolo con esos ojos enormes.
-Ahg, ¡yo dimito!
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Detrás de la barra, Sirius valoró el bar por segunda vez desde su llegada. El local era de tamaño medio, con paredes de piedra oscura. Si alzabas la vista podías ver las vigas del techo de madera, que le daba un toque antiguo. Mesas y sillas del mismo material por la zona derecha, pues la izquierda estaba destinada a los que querían tomar algo rápido en la barra.
Lo peor de todo, con diferencia, era que el bar estaba lleno a rebosar.
Cuando vio el anuncio pensó que algo así era justo lo que necesitaba: estar con gente y hablar con ella para que cambiarán la horrible opinión que de seguro tenían de él.
Claro que Sirius no había tenido en cuenta que el bar iba a estar siempre tan lleno que prácticamente no iba a poder mirar a ningún cliente a la cara, pues se debía mover con rapidez atendiendo cada uno de los pedidos.
¡¡¡¡BLACK!!!!
El bramido de su jefe le sacó a lo bestia de sus pensamientos, dejándole por un momento completamente desorientado. Miró al cincuentón, que todavía vestía un delantal blanco pues acababa de salir de la cocina. Al parecer él siempre se había encargado de hacer las comidas.
Una bruja algo regordeta se acercó a la barra y encargó tres platos especiales con tres cervezas de mantequilla. Sirius se apresuró a servirle las bebidas, mientras su jefe se ponía manos a la obra en la cocina.
Cualquiera que hubiera entrado en ese momento en el bar, hubiese pensado que era un bar dinámico, costumbrista y agradable.
Sirius prácticamente volaba entre las mesas, satisfaciendo los pedidos de los clientes, mientras intentaba evitar que de la montaña de platos que llevaba en las manos perdiera el equilibrio.
Los pedidos llovían de todas direcciones, y los oídos de Sirius tenían que captar absolutamente todos y, por supuesto, saber qué pedía cada persona.
Algo difícil cuando te gritan cinco voces a la vez.
-Un ron de grosellas – pidió un hombre, y pausadamente se dispuso a mirar la carta.
Alrededor de Sirius se estaba formando una verdadera algarabía, y varios minutos después, al ver que el señor seguía tan indeciso como siempre, Sirius decidió sacárselo de encima.
-Le recomiendo el menú tres – dijo.
El hombre, lentamente, como si estuviese solo, miró la receta del tres. Luego levantó la vista con una mueca de asco.
-No me gusta el pollo.
-Pues entonces el cinco.
El señor volvió a repetir la misma operación.
-No como carne; soy vegetariano.
Elevando los ojos al cielo, pensando que ya se lo podía haber dicho antes, le sugirió una de las ensaladas, pensando que sería mejor que estuviese buena porque nunca la había probado. Si meditaba acerca de ello, la verdad es que no había probado ni uno solo de los platos que había en la carta.
-¿Dónde están esas bebidas? – bramó un hombre grande, fuerte y gordo desde la barra. Sirius se apresuró a apuntar mentalmente la ensalada –aunque lo cierto es que el hombre no le había confirmado nada- y voló hasta la barra para servir al animal ese que tenía por cliente.
Varios clientes reclamaron también sus pedidos y Sirius maldijo en voz alta –se le escapó- al hombrecillo vegetariano.
Cuando por fin logró resolver más o menos todo con respecto a las bebidas, se puso manos a la obra con los platos de comida, que fue repartiendo con alguna que otra equivocación.
Al final consiguió dejar la ensalada delante del "hombre pesado", como interiormente lo había bautizado. Este revolvió con el tenedor la ensalada, con tanta cautela que prácticamente parecía esperar que algún animal salvaje saliese del interior para morderle el cuello.
-Yo no he pedido esto – murmuró, dejando el tenedor en el plato.
Lo que el pobre hombre no sabía es que el animal salvaje que iba a ahorcarle, estaba bajo la apariencia de un honrado camarero llamado Sirius.
Conteniendo el impulso de romperle los dientes para que sólo pudiera comer purés (y así ya no habría duda sobre lo que iba a pedir), Sirius cogió el plato y lo retiró.
En ese preciso y fatídico momento, el animal gordo y grande de antes se enzarzó en una pelea, y trastabilló después de romper una silla en la espalda de su compañero, tan grande y feo como él. Sirius sintió el enorme cuerpo del hombre caer encima de él, y en un vano intentó por esquivarlo perdió el equilibro, yendo a parar la exquisita ensalada sobre la cabeza del vegetariano.
Los dos gigantones seguían con su pelea, y las sillas y las mesas volaban por doquier. Mientras, el hombrecillo gritaba en medio de todo el lío todavía con alguna hoja de lechuga enredada en el pelo (un trozo de maíz golpeo a Sirius en el ojo):
-¡¡Esto es una vergüenza!! ¡¡¡Voy a poner una queja al gerente!!! ¡¡¡¡UN SERVICIO PÉSIMO!!!!
Incorporándose, muy, muy despacio, Sirius sacó la varita. Después de varias maldiciones seguidas repartidas entre el vegetariano, los dos tíos enormes y su jefe que había empezado a insultarlo, todo recupero una pacífica y agradable calma.
Lógico si tenemos en cuenta que el bar se había quedado vacío.
Sirius salió del bar respirando hondo, tranquilo, y jurándose a si mismo que, pasase lo que pasase, nunca, en lo que le quedaba de vida, volvería a ser camarero.
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Este sí que era su ambiente: la tienda de bromas Zonko.
Su lugar favorito en la juventud. Un lugar que comprendía, controlaba y en el que de verdad podía ser útil.
Estaba completamente extasiado. La cantidad de inventos geniales e importantes para la posteridad que habían creado en esos años que había estado "fuera de servicio".
Toqueteando todo, Sirius recorrió la pequeña tienda unas seis veces antes de darse cuenta de que tenía clientes esperando.
Una padre con su hijo pequeño. Instintivamente se alejó de la criatura, pues el encuentro con los dos "angelitos" hacia unos días no había contribuido precisamente a aumentar su amor hacia los niños.
Sirius miró alrededor, buscando a su jefe, y justo le vio metiéndose en la trastienda mientras miraba al crío aterrorizado. Al verse solo, Sirius se acercó a sus primeros clientes con una sonrisa.
-Buenos días, ¿deseaban algo?
-Quería... – comenzó el padre, y de repente se quedó callado mirando a su hijo - ¿Qué es lo que querías, Tommy?
Al parecer era el típico padre que concedía todos los caprichos de su hijo.
-Eso, eso, eso, eso, ¡ESO TAMBIEN! ¡¡¡Y ESO!!! – gritó el chiquillo, apuntando a todas las cajas y a todas las estanterías. Le daba igual a lo que apuntaba, el caso era comprar algo.
-Pues deme... no sé, algo que considere apropiado – murmuró el padre, desfallecido.
Sirius rebuscó un poco, y sacó un muñeco que catapultaba bombas fétidas. Sonrió un poquito, pensando en lo bien que se lo había pasado de pequeño con ese juguete.
-¿Te gusta este, pequeño?
-Es muy feo – soltó el niño, poniendo una mueca.
Sirius se sintió herido interiormente, y miró al muñeco con pena. Los niños de hoy en día no sabían apreciar las obras de arte, eso estaba claro.
-BUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA, ES MUY FEO, BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA......... BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
Sirius se tapó los oídos, imitando al padre. El niño abría una boca que pedía a gritos que Sirius le encajase el dichoso muñeco hasta la campanilla.
-Cóbreme ése – dijo el padre, intentando sacar dinero y calmar al niño a la vez.
-BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA, NO QUIERO ESE, BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA, ES MUY FEO, BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA......
Pocos segundos después, el padre sacaba en brazos al niño de la tienda, y mientras éste le tiraba del pelo llorando para que le diese el juguete que acababa de comprar.
(Nda. Niños incomprensibles... no preguntéis ¬¬ )
En ese momento, el dueño de Zonko salió de su escondite, y se puso a trabajar.
Y parecía tonto el viejo, pensó Sirius, mordiéndose la lengua para no opinar en alto. Dejarle solo con ese maldito niño había sido como una puñalada por la espalda.
-¡Black! Ayúdeme con estas cajas.
El viejo había bajado por una especie de trampilla al un sótano, que servía de almacén. El anciano intentaba cargar solo con la caja, y prácticamente no la levantaba ni medio dedo del suelo.
Sirius se acercó y cogió por un lado de la caja. Pesaba bastante, pero entre los dos lograron levantarla.
Justo se abrió por arriba la caja, y Sirius vio el interior. Soltó la caja, lanzando una exclamación.
-¡Pero si es...! – gritó, cogiendo una de las muchas bolsas rojas que había en el interior - ¡No sabía que siguieran fabricándolo!
Posó la vista en el viejo, que le miraba de malhumor. Borrando la sonrisa, Sirius vio el desastre que había creado. La caja estaba tumbada, con todas las bolsas tiradas por el suelo –Sirius recordó de pronto que eran frágiles- y justo, JUSTO, había ido la caja a caer encima del pie de su jefe.
Así se explicaba Sirius el extraño aullido que había escuchado cuando había soltado la caja, sólo que en ese momento estaba demasiado emocionado para darse cuenta de nada más que de la bolsa.
(Nda. A estas alturas sé que deberíais tener algo de curiosidad. ¿Qué tiene la bolsa?, os preguntaréis. Sólo os diré que yo también me lo pregunto. Sino ¿por qué creéis que lo he metido en una bolsa? )
-Lo siento – murmuró Sirius, inclinándose a recogerlo todo.
-Luego súbelo – ordenó el dueño, saliendo del almacén. Alguien debía de ocuparse de la tienda.
En cuanto hubo desaparecido, Sirius maldijo su mala suerte, y se desquitó pegando una patada a una de las bolsas –olvidó de nuevo que eran frágiles- que salió volando, yéndose a estampar en una pila de cajas.
Se tambalearon peligrosamente, y Sirius, blanco como la tiza, corrió para evitar que se cayeran. Llegó tarde.
Una de las cajas de abajo se volcó, provocando, como un terrible desprendimiento, la caída de todas las cajas de encima.
Sirius cerró los ojos y se tapó la cabeza con los brazos, protegiéndose, temiendo por su seguridad personal.
Cuando volvió a abrir los ojos, en los que había estado rezando para que el viejo no hubiese escuchado el ruido –estaba algo sordo-, se encontró con un espectáculo... en fin. Cajas destrozadas, juguetes rotos y otros tirados por el suelo, bombas fétidas que habían explotado...
Se quedó completamente paralizado durante unos minutos, suplicando para que el dueño no entrase. Cuando vio que estaba relativamente a salvo, echó un vistazo alrededor, para ver cual sería la forma más rápida de recogerlo todo.
Y entonces lo descubrió. ¡¡¡Hace cuanto no veía una de esas!!! Era otra obra de arte, de esas excepcionales bromas que se creaban cada mucho, mucho tiempo.
Cogió el pollo de goma y con la varita hizo que le prendiese las plumas de la cola. Al dejarlo en el suelo, el pollo empezó a corretear para todos lados, a medida que su cuerpo se consumía... cuando llegó a la cabeza, ésta se separó del cuerpo y salió volando. La bengala que tenía dentro no tardó mucho en explotar.
(Nda. UU Vale, sé que NO es una obra de arte XD xo mi inspiración para estas cosas usualmente está a –100000000000000000000000000000000000... etc)
Pasos. Un ruido. Y la trampilla se abrió.
Sirius se volvió justo a tiempo para ver adquirir a la cara del viejo un tono rojo granada-tomate.
Sinceramente, podía comprender su impresión. Ver que un solo hombre había destrozado su almacén, sus reservas de bromas, y que encima estaba sentado en medio del suelo prendiéndole fuego a las plumas de un pollito... Si, lo comprendía perfectamente.
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Situación desesperada, medidas desesperadas. Sirius nunca había imaginado que esa frase pudiera alguna vez resumir el estado en el que se encontraba.
Salió de casa de Remus tirando de Algis, que aún no había aprendido a caminar con correa. No había encontrado a su amigo, y había decidido llevarse al cachorro.
Caminó durante unos minutos hasta detenerse delante de una casa blanca, elegante y lujosa. Llamó al timbre, y una bruja de unos setenta años de buenas maneras, con el pelo rubio canoso recogido en un moño, salió a recibirle a la entrada.
-Oh, usted debe de ser el señor Black. Pase, pase... Lureline nos está esperando en el salón.
Después de dejar a Algis atado a la valla, Sirius entró en el casa siguiendo a la dueña. Cruzaron un muy bien decorado hall, y entraron por una puerta doble, tan blanca que parecía que la habían sacado brillo.
-Ven, Lureline, preciosa. Quiero presentarte a alguien.
Sirius contempló como de un cojín de terciopelo rojo se levantaba lentamente un caniche. La perra caminó hasta su ama y se sentó a su lado, mirando con atención al recién llegado.
-Esta va a ser la persona que te sacará a pasear, Lureline – comentó, señalando a Sirius, como si el animal pudiese comprenderlo.
Sirius admiró el bien recortado y peinado pelaje del caniche, recién salido de la peluquería. Tenía un lazito en la cabeza de color rosa, que al hombre de ojos azules le resultó francamente divertido.
No obstante, atinó al no reírse.
La bruja convocó una correa también rosa y se la enganchó al collar, del mismo color. Sirius ya se sentía flotando en un paraíso rosita que le resultaba francamente vomitivo (Nda. Igual que yo cada vez que voy al Corte Inglés ¬¬ Puaj).
La anciana le tendió la correa a Sirius, y éste la sostuvo con firmeza, llevando a la perra de nuevo a la calle. A ambos les despidió la mujer, quedando en que la traería una hora más tarde.
Sirius tuvo la terrible sospecha de que más valía que la devolviera con los mismos pelos rizados impecables, o su cuello peligraría.
Sujetando ahora dos correas, el hombre pasó a recoger a tres perros más, todos afortunadamente bien educados.
Media hora después, cuando paseaba por un parque, vio en una farola uno de sus carteles.
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Sonrió, dándose cuenta de que por fin había encontrado un trabajo tranquilo y con el que disfrutaba.
En ese momento Bruce, el pastor alemán, ladró a una paloma que salió despavorida, pero no se movió del sitio.
Como el parque en el que se encontraba era pequeño, y estaba dentro de un recinto cerrado, Sirius se atrevió a soltar a los perros para que dieran una vuelta.
Se sentó en un banco y cogió a Algis en brazos. Empezó a hacerle rabiar, dándole pequeños golpes en el hocico. El pobre cachorro, engañado, intentaba morderle pero Sirius era demasiado rápido.
Hasta que se quedó paralizado por lo que vio.
Algis aprovechó para vengarse y clavarle sus diminutos dientes, pero Sirius estaba tan en shock que parecía no enterarse. Cogiendo a Algis en brazos salió disparado hasta llegar a unos árboles, donde se puso a dar saltos –y Algis con él- y gritos como un loco.
-¡¡No!! ¡¡¡¡Ahg!!!! ¡BRUCE! ¡Bájate! ¡¡¡¡¡PERRO MALO!!!! ¡SUELTA A LURELINE! ¡Sit! ¡Sit! ¡¡Malo!!
Bruce pasaba olímpicamente de él, y siguió a lo suyo con la caniche.
-¡¡¡BRUCE!!! ¡¡BAJA!! ¡¡¡¡¡NO, NO!!!!! ¡¡¡MALO!!!
Algis, cansado de dar botes en brazos del alterado Sirius, lanzó un aullido, y éste se dio cuenta por fin de que tenía al cachorro cogido. Le tapó corriendo los ojos.
-¡¡No, Algis, no mires!! ¡En público! ¡¡¡Van a pervertir a Algis!!! ¡¡¡¡BRUCE, BAJA YA!!!!
Varios minutos y gritos después, derrotado, Sirius volvió a su banco, concentrándose en que Algis no viese nada para incordio del pobre cachorro, que no tenía ni idea de lo que pasaba.
No tuvo más remedio que esperar a que terminaran, y entonces se apresuró a poner a todos sus correas, y a devolverlos a sus respectivas casas, en primer lugar al pervierte-menores de Bruce.
Cuando llegó a la puerta de la casa de la anciana, Sirius tragó saliva y peinó con la mano el pelaje de la caniche. Tragó saliva de nuevo, respiró hondo y llamó al timbre.
La anciana le recibió con una sonrisa, y cuando Lureline ladró un par de veces y fue corriendo a que su ama le acariciase la cabeza, la mujer exclamó:
-Vaya, si que viene contenta.
Sirius esbozó una sonrisa, intentando no echarse a llorar.
-No sabe usted cuanto... Se lo ha pasado muy bien.
-Se ve que los paseos te gustan, mi preciosa Lureline.
-Si, en eso estaba pensando yo.
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-NO, REMUS, ¡¡DE ESO NADA!! – exclamó Sirius, dando vueltas de un lado para otro, recorriendo a grandes zancadas el salón de Remus - ¡¡NO PIENSO VOLVER A PASEAR A PERROS EN MI VIDA!!
-A ver, entonces déjame pensar... – dijo maliciosamente el licántropo, alzando una mano y enumerando con los dedos – No vas a cuidar niños... no vas a ser camarero... no vas a pasear perros... ¿me olvido de algo?
-¡¡SI!! ¡¡¡No pienso volver a dejar que cuides de Algis!!! ¡¡Le dejaste solo!!
-Por lo que me has contado, casi hubiera sido mejor que se hubiese quedado solo en mi casa.
-¡PUES SI! PERO YO NO PODÍA SABERLO.
Remus intentó ocultar la risa que amenazaba con delatar que se lo estaba pasando como nunca.
-Entonces... ¿en qué vas a trabajar? – preguntó inocentemente.
-¡Y yo que sé! – soltó Sirius, tirándose en el sillón - ¡No sirvo para nada!
Remus se sentó a su lado, negando con la cabeza.
-De pequeño siempre quisiste poner una tienda de bromas. ¿Por qué no lo haces? Alquila un local y móntala.
-¿Pero dónde? En Hogsmeade está Zonko, y en el callejón Diagon hay una nueva. Los sitios completamente mágicos están ocupados.
-Siempre puedes hacer una mejor y robarles los clientes.
-Nah... No sirvo como dependiente.
-¿Y por qué no te asocias? Podrías dedicarte a inventar y a hacer propaganda, ¿no?
-Si, vamos, Moony. ¡Estoy seguro de que el dueño de Zonko estará encantado de verme de nuevo por allí! ¿¿Te has vuelto loco?? ¡¡¡Me ha prohibido la entrada a tienda hasta el milenio que viene!!!
-No estaba pensando precisamente en Zonko...
-¿Y entonces en cual? ¿En la del Callejón?
-Tu capacidad de lógica me asombra cada día más, Padfoot – comentó Remus, irónico – No sabes quien maneja esa tienda, ¿verdad?
-Ni idea – replicó encogiéndose de hombros el aludido.
Remus esbozó una sonrisa, mientras Sirius se mantenía expectante esperando a que su amigo hablase.
-Los gemelos Weasley, ¿te suenan?
-¿Los hermanos de Ron?
-Los mismos.
-¿Y crees que podría convencerlos?
-Bueno... recuerda que hace unos años me contaste que ellos consideraban a Los Merodeadores sus modelos.
Una vez Sirius comprendió por donde iban los tiros de su amigo, le dio un rápido gracias y se marchó corriendo de la habitación.
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-¡¡Ostras!! – soltó Fred, alucinado - ¡¡¡Sirius Black!!!
Sirius le hizo un gesto con la mano para que bajase la voz, pues no quería atraer a toda la clientela del bar.
-¿Tu eres el amigo de los Merodeadores? – preguntó incrédulo George.
Sirius sonrió abiertamente, estrechando la mano de los gemelos. La verdad es que la nota que les había mandado había sido muy misteriosa. Temiendo que se echasen para atrás si les decía que era el prófugo Black, sólo les había escrito que quería verlos en este bar, y había firmado como "un amigo de los Merodeadores". Como había supuesto, los gemelos no habían podido resistir conocer al personaje misterioso.
-Prefiero que me llaméis Padfoot.
Haciendo gala de una misma expresión, los ojos de Fred y George se abrieron como huevos.
(Nda. Recordad: Los libros cuarto y quinto de JK no han ocurrido en esta historia, aunque Harry este en séptimo. Por tanto, los gemelos, aunque saben quien es Sirius y que es inocente, no saben que él es Canuto, o Padfoot. Sirius, por su parte, sabe que los gemelos adoran a los Merodeadores porque Harry le contó que fueron ellos los que le dieron el mapa y que veneraban al grupo de bromistas).
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-Buenos días, Moony – saludó Sirius, entusiasmado.
-Te veo demasiado contento para ser lunes – comentó el licántropo, ahogando un bostezo.
-¡¡Hoy es mi primer día de trabajo!! – exclamó.
Se llevó el último trozo de tostada a la boca, y luego apuró el té de un trago.
-Ah, es verdad; lo había olvidado. Supongo que será por la costumbre.
-¿Insinúas algo con eso?
-¿Yo? ¿¿Acaso me ves cara de querer insinuar algo a estas horas de la mañana??
Sirius meditó unos instantes, y justo entonces sonó el reloj que Remus tenía adornando la pared de su salón.
-¡Me tengo que ir! – exclamó Sirius, prácticamente volando hasta la chimenea. Echó un puñado de polvos flu y desapareció antes de que Remus tuviese tiempo para despedirse.
-Bueno, pues pásatelo bien – dijo Remus al fuego de la chimenea.
Se dedicó entonces a prepararse el desayuno, sirviéndose una taza del té que su amigo había preparado.
Poco después, la puerta de la calle se abría y Remus salió al rellano, entornando un poco sus ojos ambarinos para acostumbrarse a la luz. Su pequeño jardín se veía mucho mejor a la luz del día, y decidió que ese día se iba a dedicar a arreglarlo un poco.
Caminó, seguido de un Algis muy juguetón y curioso, hasta la verja de entrada. Luego el perro desapareció entre las plantas, y Remus se olvidó de él.
Abrió el buzón y recogió una única carta. No solía recibir mucho correo Muggle, pero de vez en cuando alguno de los familiares de parte de su padre se acordaba de él.
-De la tía Judy – murmuró, leyendo el remite, mientras caminaba de vuelta a casa.
De pronto notó que su pie no pisaba firme, y antes de que pudiera reaccionar se encontró tirado en el suelo.
Había metido el pie en un agujero.
-Maldito chucho – masculló entre dientes, incorporándose con torpeza. Recogió la carta, y la limpió un poco, pues estaba llena de tierra - ¡Ven aquí, Algis! Ven con el tito Moony... que te voy a retorcer el cuello...
Remus miró frunciendo el entrecejo alrededor, y para su desgracia, descubrió varios agujeros más.
-¡Será posible! Se carga mi ropa, ahora mi jardín... – exclamó furioso, haciendo referencia en primer lugar a todos los agujeritos que tenía la parta baja de su túnica - ¡Algis!
Escuchó un gemido de la parte trasera del jardín, y esbozando una sonrisa malévola, se dirigió hacia allí caminando de puntillas.
Al torcer la esquina de la casa descubrió al perro en batalla contra una diminuta hormiga.
Remus elevó los ojos al cielo, suplicando que cuando se hiciese mayor el perro no fuese tan estúpido.
Fue entonces cuando le llegaron retazos de la discusión y un golpe.
El hombre se quedó paralizado, con todo el cuerpo en tensión. Aguzó el oído, pensando que tal vez sólo había sido su imaginación, pero escuchó claramente unos sollozos ahogados.
Y si no se equivocaba llegaban del jardín trasero de Irina.
Apresuró el paso hasta llegar a la esquina de la casa y la torció, encontrándose con un espectáculo al otro lado de la verja que tenía enfrente (es decir, una de las laterales)
(Nda. Se que esto con tantas verjas ha quedado algo complicado. A ver, intento explicarlo. Las parcelas de Irina y Remus están pegadas. Esta la casa en medio y tiene jardín por delante, por los lados y por detrás. Lógicamente una de las verjas laterales es común a las dos casas. Imaginaros algo así como en la peli de Spiderman, cuando Peter sale a sacar la basura y se encuentra con MJ).
No pudo moverse durante unos instantes.
Irina estaba pegada a la valla destrozada, y allí encogida se tapaba la cara con las manos. Su espalda se convulsionaba por los sollozos que intentaba en vano ahogar.
A su lado había un hombre, y Remus juraría que pocas veces había visto alguno de ese tamaño. Debía casi llegar a los dos metros, era ancho de espaldas y no tenía ni un gramo de grasa en el cuerpo. Su mirada fiera y agresiva estaba clavada en Irina, y sus rasgos marcados estaban contraídos por la furia.
Remus no tenía ni idea de quien podía ser, pero cuando vio que alzaba una mano para golpear a la mujer, no pudo contenerse más.
-¡¡EH!! – exclamó, avanzando rápido hacia ellos, mientras sacaba la varita.
No sabía quien era el hombre, ni que relación tenía con la mujer. Tampoco sabía que diablos había pasado con su valla, pues parte había desaparecido, y los trozos estaban en el suelo.
El descenso de la mano del hombre se detuvo de pronto, y miró a Remus, esbozando una arrogante sonrisa.
-¡Lárgate, amigo! – gritó en advertencia.
-¡Déjela en paz! – replicó el licántropo, alzando firmemente la varita.
El rostro del hombre se ensombreció, y bajo la mano.
-No es el momento de jugar. ¡Esta es la última oportunidad que le doy para que se largue!
Hasta ese instante Remus no había sabido si se trataba de un Muggle o un mago, pero al ver que reconocía la varita, Remus no tuvo ninguna duda de que se trataba de lo último. Y por su arrogancia y agresividad, suponía también que el hombre sabía lo que se hacía.
Irina se levantó de un brinco y sujetó la mano del hombre, impidiendo que sacase su varita.
-Kral, por favor, déjale... No le hagas nad-
La bofetada que soltó el hombre en la mejilla de Irina la tiró al suelo, encima de todas las maderas que esa mañana había formado su valla.
Remus corrió junto a ella, agachándose a su lado. La mujer, incapaz de contener las lágrimas, se refugió en el pecho del licántropo y éste la ayudo a levantarse.
Vio que tenía un labio partido.
-¡Eso! ¡¡Abraza a ese cabrón, puta!! – exclamó Kral, con las mejillas rojas por la ira - ¡¡¡Eres una zorra!!!
Remus, rodeando con el brazo izquierdo la cintura de Irina, alzó la varita, pálido, aunque no precisamente por miedo.
-Vete – escupió.
-¿Me estás amenazando? – preguntó Kral, soltando una carcajada.
-Lárgate o te mato.
Los ojos de Remus corroboraban sus palabras, y el hombre no dudó ni un momento en que lo haría. Sabiéndose en desventaja, pues él no tenía la varita en la mano, hizo un gesto con las manos, despreciándolos.
-Disfruta de esa zorrita – masculló, retrocediendo y metiéndose dentro de casa.
En cuanto se hubo marchado, Remus bajo la varita y despegó a Irina de su hombro, que lo tenía empapado de las lágrimas de la mujer.
-¿Estás bien?
La mujer no contestó, y siguió llorando en silencio.
Remus alzó la vista hacia las ventanas de la casa de Irina, por si acaso el hombre seguía por ahí, mirándolos, pero había desaparecido.
-¿Quién era ese? ¿Por qué se ha metido en tu casa?
-E-es mi marido – consiguió balbucear la mujer, mirando ahora a Remus, que se había quedado de piedra - Estará furioso... Tengo que ir con él.
-¿Estás loca? ¡Te matará!
La sonrisa que esbozó Irina fue tan amarga que encogió el corazón de Remus, y sus manos apretaron con más fuerza los hombros de la mujer.
-No me hará nada.
-¿Y cómo lo sabes? ¡Está loco, Irina!
-Me quiere demasiado; no me hará nada... – repitió ella una vez más, sin quitar esa sonrisa.
-¿¡Qué te quiere?! – soltó Remus, incrédulo.
-Tengo que irme.
-No pienso dejar que vayas con él.
Apartándose del pecho de Remus, Irina le miró a los ojos.
-Por favor, Remus... tengo que ir.
El hombre intentó retenerla una vez más, pero la determinación que había en los ojos de la mujer le disuadió. No podría convencerla.
Mientras veía como se alejaba la mujer, rogó porque ella supiese de verdad a quién se enfrentaba.
(Nda. Se k lo de k se rompa la valla... ejem, poko plausible. Imaginaros que Kral tiro algo contra la valla y la rompio okis?? Es k necesitaba k estuviese rota para k Remsie abrazase a Irina )
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Sirius aparcó su moto en la acera, e ignoró a un par de personas que se le habían quedado mirando. Avanzó hasta el portal y llamó al 1º C.
Después de unos segundos, una voz de hombre le contestó al interfono. (Nda. Sé que los magos no tienen interfono, pero quería meterlo en esta escena. Una buena razón, ¿verdad?)
-¿Karim? – preguntó Sirius.
-Aquí no vive nadie con ese nombre – respondió una voz de hombre – Debe de haberse confundido.
-Este es el 1º C, ¿no?
-Sí.
-Entonces no me he confundido.
El interfono se quedó unos segundos en silencio, y luego soltó una exclamación.
-¡Puede que se refiera a la señorita Kerouac!
-Sí, es ella.
-Vendió este piso hace unos días. Yo soy el nuevo dueño.
Sirius se quedó como embotado, incapaz de pensar. ¿Se había mudado?
-¿Conoce usted por algún casual su actual residencia?-
-Pues no. Lo lamento, pero no tengo ni idea.
Sirius avanzó como ausente hasta su moto. Evocó en su mente el cabello de la mujer, sus rasgos, su aroma... ¿A dónde podía haberse ido? ¿Acaso ella sabía que él insistiría?
"Creo que no deberíamos volver a vernos, Sirius"
Esa frase... esa vez había ido en serio, él lo sabía. ¿Pero tan en serio como para mudarse y que él no pudiese encontrarla?
Arrancó su moto, mientras pensaba en que era una reacción demasiado exagerada. Ni que él la hubiese estado acosando...
¿Tan difícil era arrancar un beso a aquella mujer?
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La puerta de entrada se cerró con un suave clic, y al reconocer los pasos de su amigo en el recibidor, Remus volvió a relajarse. Miró al cachorro, que se había vuelto a quedar dormido en sus rodillas.
-Hola, Remus – saludó Sirius, abatido. Luego se fijo en la cara de preocupación de su amigo - ¿Pasa algo?
El licántropo asintió, sin dar más detalles. Esperó a que Sirius se acomodase en otro de los sillones y entonces le hizo la misma pregunta.
Sirius se mantuvo en silencio, esquivando la mirada de Remus.
-Venga, Padfoot... que ya nos conocemos.
-Hoy he ido a ver a Karim.
-¿Y? – preguntó Remus, sin hacer esta vez ninguna broma. Sabía que el ánimo de su amigo no estaba para chistes.
-Se ha mudado.
-¿Qué?
Sirius se rascó la cabeza, cerrando los ojos deprimido.
-No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo...
-Seguro que hay una explicación.
-¿Cuál, Remus? Se ha mudado, y no tengo ni idea de donde vive ahora.
Remus se quedó callado, dudando entre hacer o no hacer la pregunta que le quemaba los labios. Al final se decidió:
-¿Tanto te gusta?
Sirius se quedó en silencio. Un silencio que Remus supo perfectamente interpretar. /-Me he enamorado de ella.
Remus esbozó una leve sonrisa, casi fantasma.
-¿Y a ti qué te pasa? – reclamó Sirius, despertando de su sueño.
Empezando por cómo la había conocido en la fiesta y terminando por lo que había ocurrido esa mañana, Remus le contó toda la historia de su relación con Irina.
-Y está casada – terminó con amargura. - ¿Cómo ha podido casarse con ese loco?
Sirius se levantó y se dirigió hacia un armario pequeño que había en una esquina del salón.
-¿Qué haces?
El aludido se agachó y sacó una de las botellas que había guardadas. Conjuró dos vasos con hielo y le tendió uno a Remus.
-Vamos a emborracharnos.
N/A: ¡¡Ya lo termine!! Uf, llevo toda la tarde escribiendo... y se supone que debería estar estudiando XD ¡Xo es k no he podido resistirme! Me he superado además, porque lo he terminado antes de lo que pensaba.
Mi siguiente fic será una historia corta de Bellatrix, que espero subir para el final de la semana. Se titulará Linaje, dinero y poder, y tratará sobre su relación con Rodolphus. Pero dejemos de hablar de Bella, que estoy siempre igual
Os ha gustado este xapi?? Espero que si. Me ha costado sacar al principio lo de los trabajos, pero la verdad es que luego me puse a escribirlos y salieron de un tirón. En cuanto a Irina... me imagino que muchos se habrán olvidado de ella, porque la verdad es que salió solo en el primer xapi, y anda que no ha pasado desde que escribí ese... pero espero que os guste el personaje. Mejor dicho, ¡¡espero que os guste todo!! Dejadme opiniones constructivas y muy largas, para que vaya mejorando y corrigiendo mis errores
Ya queda menos del fic (solo tres xapis mas) y espero terminarlo (por lo menos tengo esa intención... lo k cuenta es la intención) antes de Navidad, porque además en cuanto termine los exams me pondré a escribir como loka.
Tengo una seria duda, y necesito vuestro consejo. Después de este fic, ¿qué hago? Quiero hacer otro de los Merodeadores, porque sino me conozco y me pongo a escribir de Bella en plan monotema y no quiero. Quiero que sea de este estilo, humor y romance. Asik puedo hacer dos cosas: seguir con el de Recuerdos Fotografiados que lo tengo muy abandonado, o inventarme uno nuevo. ¿Qué preferís?
Y na, q me tengo que despedir ya... snif, no kiero estudiar! UU
Un besito, Joanne
Agradecimientos por sus fantásticos reviews a...............
..................KaicuDumb, AnnaTB, Licon, Talhos, Lil-Evans, Kristen Black y Minette.
Y por supuesto a las xikas del foro WB k leen mi fic y me animan a seguir adelante (a base de amenazas, eso si, jejje)
