N/A: Aquí vuelvo, después de unos cuantos días.... ejem, bueno, algo más que unos días Es que estuve con el 9 de SDY, que hacia mucho que no actualizaba y ya tocaba. Weno, k deciros? Lo de siempre, k espero q os guste este xapi y k dejéis reviews, k me animan a escribir más rápido
Este capitulo se lo dedico a Orion Black, por su apoyo incondicional y por haberme dado la idea de la "Charla Merodeadora" que saldrá en este capitulo. Muxisimas graxias, wapisima!!! Sólo espero que te guste, y que mi idea de Charla no difiera en mucho de la tuya .
CAPITULO 6
Remus bajó El Profeta y alzó la vista al escuchar llamar insistentemente a la puerta. ¿Se podía saber qué quería ahora Sirius? Acababa de marcharse hacia apenas unos minutos al trabajo, y ya estaba de vuelta...
-Seguro que se ha dejado algo – masculló entre dientes, molesto por dejar su desayuno a medias. Se levantó sin ganas y avanzó por el pasillo hasta la entrada – La cabeza, un día se deja la cabeza.
Al abrir la puerta se quedó con la boca medio abierta.
-Hola, Remus – saludó tímidamente Irina, llevando una mano a la oreja y pasándose un mechón de pelo por detrás de ésta.
-Am, eh, si, h-hola – consiguió articular el aludido, todavía con la mano en el picaporte.
Irina se lanzó a sus brazos, y él fue incapaz de reaccionar. Se puso rojo, aunque no estaba seguro si era por la reacción inesperada de la mujer o porque acababa de abrir la puerta a Irina en pijama de cuadros azules. Cuando recordó los cuadros se le subieron aún más los colores.
Al final consiguió superar la parálisis y se fundió en un estrecho abrazo con Irina, mientras la mujer le susurraba tiernos "gracias" al oído. El licántropo se sintió como si estuviese flotando en una nube.
-Gracias por ayudarme – repitió una vez más, y esta vez le dio un beso en la mejilla.
Remus, de lo contento que estaba, bailaba mentalmente claque.
Cuando Irina se alejó un poco, Remus pudo por fin invitarla a entrar. El licántropo quería escaquearse para irse a vestir decentemente – los cuadros de su pijama le martilleaban el cerebro -, pero la mujer insistió en que se sentase a su lado, y Remus no pudo decirla que no.
-¿Has desayunado? ¿Quieres algo? – preguntó Remus, solícito, y sin esperar respuesta se levantó y se marchó a la cocina. Volvió con platos de tostadas y tortitas, y su inseparable tetera levitando detrás suyo. Lo cierto es que había dejado su desayuno a medias, y tenía un hambre horrible. Así ofrecía algo a Irina, y de paso aprovechaba para llenar el estómago - ¿Un té?
La mujer asintió, sonriendo, y cogió la taza que le tendía Remus.
-Coge una tostada – sugirió el licántropo, pegando un mordisco a la suya – Están muy buenas (Nda. Modestia aparte... las ha hecho él).
Tímidamente Irina alargó la mano y se sirvió una tostada. Remus se quedó medio embobado admirando los suaves gestos que hacía inconscientemente la mujer: su forma de sonreír; de ponerse el pelo por detrás de su oreja, esa adorable oreja algo puntiaguda; su mano moverse al hablar...
Nunca se le hubiese pasado por la cabeza que acabaría compartiendo ese desayuno con Irina, ellos solos, sin Sirius ni Algis para que los molestasen. Se preguntó por un momento si no estaría soñando. Era todo demasiado perfecto.
-Siento lo de ayer, Remus.
El aludido levantó la vista. El cambio de tema le había tomado de improviso, y no supo que responder. Se revolvió algo incómodo en el sillón, observando como Irina se abrazaba las rodillas. La verdad es que parecían amigos de toda la vida. Estaban en el sillón los dos, sin zapatos, y con los pies en el sofá.
Sin embargo, la tristeza que volvía a embargar a la mujer hizo que Remus ya no disfrutase de la situación.
-Lo siento mucho. N-no sé lo que paso. Había bebido...
-¿Por qué te casaste con él? – interrumpió Remus, incapaz de morderse más la lengua. Su voz sonaba incluso más triste que la de ella.
-Antes no era así. En Rusia no tenía dinero, y él me ayudó. Se enamoró de mí.
-¿Por eso dijiste que te quería? ¡Alguien que te quiere no te pega!
Los ojos de Irina estaban llenos de lágrimas contenidas, y suplicaban comprensión.
-Él no era así antes, Remus, te lo prometo. Nos casamos, y me sacó de Rusia – Irina esbozó una sonrisa amarga, tal vez nostálgica - Luego empezó a beber. Se volvió agresivo, y muy celoso. Prácticamente no me deja salir de casa.
-Déjale.
-Me matará. Me prefiere muerta antes de que me vaya con otro. Estoy atada a él.
-Eso es ridículo, Irina. Pide protección.
-No servirá de nada. No le conoces, no sabes...
-¿Qué no sé?
-Es un auténtico maestro de las Artes Oscuras. Es imposible luchar contra él.
-No digas tonterías, Irina, no es inmortal. ¡Claro que se puede luchar contra él! –Remus llevó su mano a la barbilla de la mujer y la obligó a mirarlo – Escúchame, no pienso dejar que te ponga la mano encima.
Irina cerró los ojos, y dos lágrimas rodaron por sus mejillas. Remus le apartó una con el dedo pulgar, y esperó a que la mujer le mirase de nuevo.
-No vuelvas con él, por favor.
-Sería demasiado peligroso – murmuró Irina negando con la cabeza – No puedo.
-Un día te matará.
-No lo hará. Ya te he dicho que me quiere.
-Está obsesionado contigo, Irina. Aléjate de él.
-Si me voy, vendrá a por ti, Remus.
-Déjale que venga – replicó el licántropo convencido, pero al ver las dudas de la mujer, insistió una vez más - ¿Nunca te he contado que una vez fui profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras?
Irina le devolvió la sonrisa, y se refugió una vez más el pecho de Remus. Éste la abrazó, pensando en lo pequeña y débil que parecía la mujer.
-Puedo hacerle frente, Irina, pero sal de esa casa.
Un ruido les hizo separase y volverse hacia la puerta del salón.
-Moony, ya estoy en casa... – exclamó una voz de hombre, que no tardó en aparecer por la puerta - ¡Anda, si hay visita! Buenaaaas. ¿Tú debes de ser Irina, ¿no? Encantado, yo soy Sirius Black.
Sirius fue a tenderle la mano a Irina, mientras detrás de ellos, viendo la escena, Remus se preguntaba si su amigo había bebido en el trabajo. Le veía quizás demasiado contento.
-Moony me ha hablado mucho de ti.
-¿Moony? – preguntó Irina, sin saber de quién diablos hablaba Sirius.
Remus lanzó una mirada fulminante a su amigo (Nda. Más o menos así: ¬¬). ¿Cómo podía ser Sirius tan bocazas?
-Oh, me refiero a Remus – replicó Sirius, sin enterarse de la "sugerencia-de-cerrar-la-boca" de su amigo.
-Ah – dijo la mujer, mirando con curiosidad al licántropo.
-¿Te quedas a comer? – preguntó Sirius, cambiando completamente de tema.
Las mejillas de Irina se tiñeron de rojo, y negó sonriendo.
-No puedo, pero muchas gracias. Tengo que volver a casa – replicó, mirando de reojo a Remus, que frunció el ceño.
-Otro día será, entonces.
-Me tengo que ir ya – dijo Irina, dando primero dos besos a Sirius –quien salió del salón para abrir la puerta de la calle a Irina cual cortés caballero- y luego acercándose a Remus, a quien dio un tierno beso en los labios.
Remus se quedó con los ojos cerrados unos segundos, como si lo saborease. Irina aprovechó para susurrarle al oído:
-Me lo pensaré, pero hoy tengo que volver con él, ¿vale?
-¿Vendrás mañana?
-Vendré – contestó, profundizando esta vez más el beso.
-¿Irina? Oh, ejem, lo siento, yo... perdón – balbuceó Sirius, que acababa de entrar en la sala para ver por qué la mujer no salía. Ahora ya sabía la razón.
Remus e Irina se separaron, y se sonrieron. Irina salió por fin del salón, y esta vez Sirius no la acompañó hasta la puerta. Escucharon la puerta cerrarse, y los dos se miraron inmediatamente después.
-Moony, ella está casada, ¿no?
-Ahg, lo sé, lo sé – replicó Remus, llevándose una mano a la cabeza – Y el marido está loco.
-¡Yo te protegeré, Moony! – exclamó Sirius, dándose un golpe seco en el pecho, para luego soltar un quejido de dolor.
-No estoy bromeando, Sirius. Esto es muy serio.
-Muy serio, muy serio...
-Sirius, ¿tú has tomado algo? No te habrán dado los gemelos algún invento, ¿no?
-No, no, no, no, no... – contestó, con una especie de cancioncilla.
-¿Estás seguro? – insistió, arqueando las cejas.
-Yo... bueno... pero no es nada malo, Moony, no te preocupes. Son unos caramelitos así – dijo, marcando un tamaño con dos de sus dedos – muy monos, que te ponen contento.
(Nda. Trankis, Sirius no toma drogas... son eso, lo que ha dicho. Un invento como la poción, o hechizo, no recuerdo, que tuvieron que hacer Harry y CIA en un examen y que Harry (o Ron, no recuerdo) tuvo que irse de clase porque se puso a reír como loco. Pues así, pero en caramelo).
-¿Y tú eres su conejillo de indias?
-Soy voluntario.
-Ya – replicó Remus, torciendo el gesto. Luego pareció pensar, y se acercó a Sirius entornando los ojos – Por cierto, ¿se puede saber qué haces aquí?
-¿Cómo que qué hago? ¡He venido a comer! ¡¿No me digas que no has preparado nada?!
-¿Ya es la hora de comer? – soltó Remus, corriendo a ver el reloj de la cocina.
-No ha preparado nada – dijo Sirius para sí mismo en voz alta – Pues hoy hay menú especial en las Tres Escobas, Moony. ¡Nos vamos a comer fuera!
-Pero le dije a Dumbledore que...
-Con ese postre especial de siete pisos de chocolate, recubierto de capa derretida de chocolate negro con unas figuritas que...
-Vale, vale, ya sabes que odio que me hagan sufrir así...
-¡Pues venga! Corre, corre, corre – exclamó, empujando a su amigo hasta la chimenea. Echó los polvos Flu y le metió dentro a pesar de sus protestas.
-Espera, Sirius, que n-
-¡Las Tres Escobas! – gritó Sirius.
Remus desapareció, y Sirius no tardó en seguirlo.
Apenas un minuto después, Remus volvió a aparecer, rojo como un tomate y muy enfadado. Sirius apareció detrás de él, con un nuevo chichón.
-¡Serás idiota! ¡¡Mira que no darte cuenta de que iba en pijama!! ¡Qué vergüenza he pasado! Me han visto todos los clientes y...
-Lo siento, Moony. Ha sido sin querer, te lo prometo.
-¡Cállate! No quiero volver a oírte a abrir la boca hasta después de la comida.
-Jo.
-SHHHHHHHH.
Sirius siguió con la cabeza gacha a su amigo hasta el piso de arriba, y espero a que éste se pusiese presentable. Luego, tímidamente, sugirió si podían ir a su casa, porque no había dejado comida a Algis.
-Está bien, está bien, pero date prisa.
Usaron esta vez las varitas para aparecerse en Blackmoor por sugerencia de Remus, que ya había tenido suficiente "chimenea" para mucho tiempo. Tuvieron que buscar al cachorro por todo el piso inferior, pues no vino cuando le llamaron. Al final le descubrieron en el salón, gruñendo a una estantería.
No tardaron mucho en comprender que Algis no se había vuelto loco, sino que Hedwig estaba posada en la parte de arriba de la estantería, y era a ella a quien ladraba el perro. La lechuza al verles, ululó y descendió hasta posarse, como no, en la cabeza de Sirius, que la espantó ya cansado. Al abrir la carta empezó a dar botes de alegría. Remus no podía saber cual era la razón, y si la carta decía algo importante o no. Normalmente Sirius daba saltos cada vez que recibía una carta de Harry, fuera cual fuese el contenido.
-Lee, lee – exclamó Sirius, tendiendo la carta a su amigo.
Remus le echó un vistazo por encima, y sonrió. Eran buenas noticias. Harry, Ron y Hermione llegaban a la estación de Hogsmeade esa tarde a las cinco y media, pues después de terminar su séptimo año habían estado pasando unos días visitando a Charlie, el hermano de Ron, junto al resto de los Weasley (menos los gemelos, que se habían quedado haciéndose cargo de la tienda de bromas, y Percy, siempre demasiado ocupado). Una especie de viaje de final de estudios para celebrarlo.
Y ahora regresaban, y por fin Harry se iría a vivir con Sirius, después de tantos años.
Mientras Remus leía la carta, Sirius había escrito a toda velocidad una respuesta, que colgó de nuevo a la pata de Hedwig. Ésta le dio un picotazo cariñoso, y salió por la ventana, dejando el suelo lleno de plumas de recuerdo que luego tendrían que barrer.
-¿Nos vamos ya, Sirius?
-Sí, claro – contestó el aludido, sonriente – Venga, Algis, ven con el amo que nos vamos a comer.
-Creí que venías a dar de comer a Algis, y no a llevarlo con nosotros.
-Es que he pensado que vamos a celebrar las buenas noticias todos.
-¿Y dentro de ese "todos" entra el perro?
-Por supuesto.
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-Padfoot, he aceptado fue Algis venga a comer con nosotros – empezó Remus, limpiándose con la servilleta – pero, ¿es obligatorio que se siente en la mesa?
Sirius y Remus, aprovechando el buen tiempo, se habían sentado en la terraza, y disfrutaban del célebre menú especial. Había, sin embargo, una tercera silla, cuya base Sirius se había ocupado de agrandar para que entrasen Algis y su plato. El cachorro lamía entusiasmado su segundo plato, como si fuese lo más delicioso que jamás se hubiese llevado a la boca. Remus hubiera jurado que tenía la misma expresión de felicidad que su dueño, que ahora estaba terminando de masticar.
-Claro que tiene que sentarse con nosotros, Moony. Y además, no sé de qué te quejas, al fin y al cabo sois congéneres.
-... (sin comentarios)
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-A ver Padfoot, por favor, tienes que explicármelo – preguntó Remus. Su voz sonó entre irónica y desesperada - ¿Cómo haces para salir a comer y olvidarte la cartera en casa?
-Cuestión de práctica, Moony – comentó Sirius, bromeando – No, en serio, no me lo explico. Juraría que la llevaba...
-Menos mal que llevo dinero de sobra.
-Bah, Moony, tampoco hubiese sido tan malo. Tardaría un segundo en desaparecerme y volver con la cartera.
-Si, ¡ja! Cualquiera se fía. Te desapareces, luego te olvidas de mí y me toca fregar platos para pagar la factura.
Sirius soltó una carcajada. Le encantaba hacer rabiar a Remus, y sobre todo estaba contento porque todo volviese a ser como antes. El licántropo no solía enfadarse a menudo, pero cuando lo hacía... bueno, más valía no ser el que le hiciese enfadar. Afortunadamente el enfado de antes le había durado poco tiempo.
Cogió a Algis en brazos, y se metió, seguido de Remus, dentro de las Tres Escobas. Saludaron a Rosmerta, Sirius la felicitó por el magnífico almuerzo y Remus, mascullando entre dientes, pagó. No es que le importase pagar, pero le sacaba de quicio que Sirius fuese tan despistado. En algunas cosas parecían no haber cambiado desde que era niño.
Y ahora tenían que hacer tiempo. Tenían varias horas por delante hasta la llegada de Harry, y aunque Remus suplicaba por una siesta, a Sirius se le veía muy animado. Eso suponía que le tendría dando vueltas y vueltas sin descanso.
Visitaron, recordando sus tiempos de estudiante, los lugares más famosos de Hogmeade: la Casa de los Gritos; la oficina de correos, donde Sirius se compró una lechuza de color canela –estaba claro, odiaba a Hedwig con toda su alma XD-;a Dervish y Banges y a Honeydukes, de donde salieron cargados, Sirius con golosinas y Remus con un cargamento de chocolate.
Evitaron pasar eso si cerca de Zonko, primero porque seguro que el dueño seguiría acordándose de Sirius, y además porque éste la calificó de "la competencia". Remus no insistió, aunque estaba seguro de que era más bien por la primera razón. Conocía demasiado bien a Sirius, y sabía que adoraría esa tienda hasta el fin de sus días. En sus visitas de adolescentes Sirius y James se pasaban siempre varias horas en esa tienda, y al final tenía que ir Remus a sacarlos. Le traía demasiados buenos recuerdos como para odiarla.
Estuvieron caminando por las calles de Hogsmeade alrededor de una hora, charlando animadamente. Contemplaban a la gente, miraban escaparates y se reían de las estupideces de Algis, a quien habían puesto una correa. El cachorro, que no estaba acostumbrado a esos artilugios tan sofisticados, se tropezaba con ella constantemente.
Y fue entonces, mientras Remus hablaba a Sirius, cuando a éste se le fue el color de la cara. Pegó un brinco y se escondió detrás del licántropo, quedándose allí tan quieto como una estatua.
-Escóndeme, Moony, por favor... No dejes que me vean – susurró aterrorizado.
Remus se hizo el distraído y miró alrededor, buscando que era lo que había provocado ese cambio en su amigo.
Escuchó risas, y al volver la cabeza vio a una niña apuntando a Algis y gritando:
-Mira, tita, un perrito. ¡Vamos a ver el perrito!
A su lado había otro chiquillo, y por lo que se parecían Remus apostó a que eran mellizos. ¿Mellizos? Un momento, no serían...
-¡Quiero ver el perrito, tita! – exclamó esta vez el niño, arrastrando a su tía hacia donde estaba Remus. Sirius, aún detrás de éste, maldecía en voz baja la hora en que se había traído a Algis a comer. ¡El maldito chucho iba a descubrirlo!
La chiquilla se agachó al lado de Algis y empezó a acariciarle las orejas. Sirius juzgó que lo hacía con algo de brusquedad, y cuando llegó el niño y tiró de la cola al pobre cachorro, su dueño no pudo evitar asomarse por detrás de Remus. Sus ojos coincidieron con los de la niña.
-¡¡Mira, tita, es Sirius!! – exclamó señalando a Sirius, que no tuvo más remedio que levantarse y abandonar su escondite.
-Buenas tardes, encanto. No te había visto – saludó Carolyn, dando a Sirius dos teatrales besos. Éste forzaba una sonrisa mientras contemplaba de reojo los sufrimientos de Algis a mano de los dos niños.
-Yo... es que estaba atándome el cordón del zapato – mintió Sirius, recriminando con la mirada a Remus, a quien se le había escapado una sonrisa – Este es un amigo, Remus Lupin.
-Un placer – replicó Carolyn, sonriendo al aludido. Luego echó un ojo a sus sobrinos, y puso cara de desagrado - ¡Marcie, Mick, dejad al perro! ¡¡Vais a ensuciaros todas las manos!!
Sirius miró a Remus, luego a Algis – a quien estaban intentando hacer comer piedrecillas – y otra vez a Remus. El licántropo, aprovechando que Carolyn le daba la espalda, se moría de la risa. Era para él como una especie de dulce venganza por los agujeros del jardín y los de su ropa. Aunque tenía que admitir que tal vez...
Sirius pegó un brinco y cogió a Algis en brazos, sorprendiendo a los dos niños, que lo miraron decepcionados.
-Es que tiene mucho sueño... ¿no veis como cierra los ojos? – improvisó Sirius, acunando a Algis, mientras éste se acomodaba entre sus brazos y bostezaba (Nda. Y parecía tonto el perro y todo... aunque claro, hay que admitir que de esta actuación depende su salud ) – Oh, pobrecito... creo que vamos a tener que llevarle a casa ya, ¿verdad, Remus?
-Sí, sí, por supuesto – dijo Remus, asintiendo muchas veces.
Carolyn les dedicó una cálida sonrisa, y se situó detrás de sus sobrinos.
-Es una lástima que os tengáis que ir ya. Me hubiese gustado ir a tomar algo, encanto.
-A mí también, pero ya sabe usted... los animales requieren muchos cuidados.
-Lo comprendo. Pásate algún día entonces por la empresa, y charlamos. Así podrás jugar algún día con los niños.
-No se me olvidará – replicó Sirius, despidiéndose con la mano mientras veía a Carolyn y los mellizos marcharse.
Remus se acercó a su amigo, agitando también la mano.
-¿En serio no se te va a olvidar?
-¿Qué? ¡No me digas que tenía que recordar algo! – exclamó Sirius, sufriendo un repentino ataque de amnesia.
Dio un golpe a Algis en el hocico, pues acababa de volver a las andadas intentando morderle el cuello de la camisa.
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Quince minutos antes de que llegara el tren, Sirius y Remus ya estaban en la estación. El primero había insistido, alegando que tal vez se adelantaba. Remus tuvo que recordarle que el transporte se caracterizaba por no llegar bajo ningún concepto antes de la hora señalada.
Así que, tal como había predicho Remus, tuvieron que estar esperando esos quince minutos. El tren llegó puntual, y Sirius se plantó delante de la primera puerta que se abrió, esperando ver salir a Harry. Luego resultó que éste salió cinco puertas más a la izquierda, y la bienvenida de Sirius se chafó.
Recorrió, seguido de Remus y de Algis (que iba caminando con la correa de nuevo), la distancia que lo separaba de su ahijado y sus amigos. También salieron los Weasley: Arthur, Molly y Ginny. Charlie se había quedado en Rumania, obviamente, y Bill había regresado ya a Egipto. Todos saludaron alegres y luego, comentando los sucesos más divertidos e impresionantes del viaje, salieron de la estación.
Sirius les invitó a pasarse por su casa, para que la vieran y tomasen algo, pero al parecer todos tenían cosas que hacer. Así que se despidieron, y Harry se quedó con Sirius y Remus mientras los demás desaparecían por la chimenea más cercana, teniendo en cuenta que Ginny aún no podía aparecerse. Hermione les siguió, aunque en su caso iba a casa de sus padres. Todos quedaron en verse más adelante.
Cuando todos se hubieron ido, Sirius hizo levitar el baúl, a pesar de las protestas de Harry, que ya podía hacer magia fuera del colegio. Fueron también a la chimenea, considerando que era más seguro para el baúl viajar por ahí.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que todos se encontrasen en casa, cubiertos de hollín, y con el baúl abierto en el suelo (si, la seguridad de viajar en chimenea). Toda la ropa yacía desperdigada, y tuvieron que ponerse a recogerla. Algis huyó encantado con su botín: un precioso calcetín rojo cortesía de Dobby.
-No me dijiste que te habías comprado un perro.
-Se llama Algis – comentó Sirius con una enorme sonrisa. Estaba tirado en el suelo, y metía la mano debajo de una cómoda donde el cachorro se había metido con el calcetín. Intentaba hacerle salir, pero sus esfuerzos eran en vano.
-¿Algis? – repitió Harry, incrédulo.
-Yo le dije lo mismo – intervino Remus, riendo.
-¿Te gusta?
-Muy... original, sin duda – respondió Harry, intentando no herir los sentimientos de su padrino, que había recibido ya tres mordiscos "cariñosos" – Deja el calcetín, Sirius, no me hace falta, en serio. Estaba suelto.
-¿Has perdido un calcetín en el viaje?
-Dobby no los regala por pares – explicó Harry, con una sonrisa – Y por cierto, me estaba preguntando si podría trabajar aquí. Es una casa muy grande, ¿no?
-¿Un elfo doméstico? – dijo Sirius, incorporándose.
-No pide mucho.
-¿Pedir? ¿Los elfos domésticos piden?
-Es un tanto especial.
-Bueno, supongo que no habrá ningún problema.
-¡Genial! – exclamó Harry, contento.
-Tampoco es para tanto. No lo había pensado, pero la verdad es que esta casa necesitaba mucha limpieza.
-Y con tal de no hacerla tú, lo que sea, ¿no, Padfoot?
-Tanto como lo que sea... pero sí, daría bastante – comentó bromeando – Venga, tengo que enseñaros vuestras habitaciones.
-Vale.
-¿Mi habitación? – preguntó sin entender nada Remus.
-Bueno, ya sabes que tú medio vives aquí, Moony. Me he tomado la libertad de arreglarte una habitación.
Sirius fue enseñándoles la casa detalladamente, sobre todo a Harry, que parecía extasiado. Más que con la casa –que le gustó mucho-, con la idea de vivir finalmente con su padrino y librarse de los Dursley.
Cuando llegaron a la habitación de Harry, éste se quedó colocando todo mientras Remus y Sirius visitaron el resto de la planta superior.
Al entrar en su habitación, Remus abrió los ojos como huevos.
-¿Y has comprado todo esto para mí? – preguntó casi sin voz, admirando las estanterías llenas de libros, el sillón negro pegado a la ventana para leer con buena luz, y los marcos que lo llenaban todo: de ellos dos en esa época, de cuando eran adolescentes y estaban en Hogwarts, una de la boda de James y Lily, de cuando fueron de vacaciones al terminar el colegio... Todo estaba lleno de recuerdos, que sorprendentemente no le resultaron dolorosos. Había sido una época feliz que no se arrepentía de haber vivido. (Nda. La habitación también tiene cama lógicamente, y más muebles, pero no voy a hacer un plano D)
-¿Te gusta?
-Me encanta, Padfoot. No te tenías que haber tomado todas estas molestias.
-Eres mi mejor amigo, Moony, y me gustaría que te mudases aquí. Es demasiado grande para dos personas.
-Yo... no sé, Sirius – replicó algo incómodo Remus. No es que no quisiera, pero no era su casa. Él necesitaba independencia, y además estaba Irina. No podía justo ahora dejar a la mujer.
-Quédate unos días por lo menos, ¿vale?
El licántropo asintió, sonriendo levemente.
¡¡SIRIUS!! ¡¡SIRIUS!!
La voz de Harry resonó por toda la planta superior, y Sirius voló a su encuentro, seguido de un Remus mucho más calmado.
Al entrar en la habitación, Sirius vio que Harry sostenía una tela vaquera. Al extenderla, vieron que se trataban de unos pantalones destrozados.
-¿Se puede saber qué es esto? Estaba debajo de la cama y...
-¡Así que estaban aquí! Algis me los robó el otro día – murmuró, dando una explicación – Es que ha aprendido a subir escaleras, ¿sabes?
-Pues si cada vez que aprenda algo te va a salir tan caro, lo llevas claro, Padfoot – intervino Remus, que miraba con las cejas alzadas y cara de circunstancias los vaqueros.
-No eches la culpa a los pequeños de la casa – le reprendió Sirius a su amigo, saliendo de la habitación con el pantalón bajo el brazo.
Harry y Remus le siguieron, intercambiando miradas de complicidad. Vieron como Sirius tiraba a la basura el pantalón y luego les indicaba que lo siguieran.
-Os voy a enseñar la Biblioteca. Ya verás, Moony, va a ser como tu sueño echo realidad – anunció Sirius, abriendo una puerta blanca.
Las bocas de Harry y Remus se abrieron a dúo. Era una sala enorme, con todas las paredes cubiertas del suelo al techo por estanterías llenas de libros de todos los tamaños y grosores. Había luz natural en la estancia, aunque no quedaba claro como entraba. Sirius les explicó que era parte de un hechizo que practicó el dueño original sobre la habitación.
No había sillones, sino que en el medio de la estancia había varios cojines de colores llamativos. Eran enormes, suaves y muy blanditos. Apilaron algunos, y se sentaron cómodamente, pareciendo, en opinión de Remus, sultanes.
Éste y Harry seguían admirando las proporciones de la biblioteca, cuando el carraspeó de Sirius les interrumpió.
-Harry, ha llegado la hora de que tengamos la charla.
El aludido se quedó de piedra, y sus mejillas se tiñeron de rojo. Esbozó una tímida sonrisa.
-¿No crees que soy ya un poco mayorcito, Sirius?
-¿Qué? – exclamó el hombre perplejo - ¿Ya lo sabes todo? ¡¡No me digas que se lo has contado, Moony!
-Yo no le he dicho nada – replicó rápidamente Remus, defendiéndose de la infundada acusación.
Sirius entornó los ojos, y se acercó a Harry.
-¿Entonces como es que sabes todo?
-Hem, pues... la gente habla, y la televisión, y... – balbuceó Harry, intentando buscar explicaciones.
-Ni Moony ni yo te lo hemos contado. ¡No puedes saberlo!
-¿Es que vosotros sabéis mas de eso o qué?
-Pues claro que sabemos más. Somos Merodeadores.
-Ya, pero...
-¡Nada de peros! ¿Como alguien va a darte una Charla Merodeadora sino es un Merodeador?
-¿Charla Merodeadora? – soltó Harry, perplejo.
-Por supuesto. ¿De que creías que hablaba si no?
-Yo, esto... pues, verás...
-Creo que hablaba de otro tipo de charla, Sirius – intervino Remus, divertido – Y la verdad es que yo también lo pensaba.
-¡No hay más tipos de charla, Moony! Esta es la más importante.
-Ya.
Harry miraba a los dos adultos sin entender nada. ¿Charla Merodeadora? ¿Se podía saber qué era eso? ¿Debería preguntar?
(Nda. ¡Si! Por fin la tan esperada charla. Me pareció una forma divertida de introducirla, y bueno... a ver en que me queda. La verdad es que soy bastante mala inventándome bromas y eso, pero haré todo lo posible para que quede lo más ameno y divertido posible. Al principio pensé en meter a Ron y Hermione, pero es que entonces quedaría demasiado embarazosa para Harry la situación de arriba. Así que aquí están los tres solitos... muahahahha... A ver que situaciones salen de esto XD).
-Y ahora Padfoot, ¿puedes explicarnos que es la "Charla Merodeadora"? – preguntó Remus, con cierto retintín en la voz.
-Eres un ignorante, Moony. ¿Y tú te llamas Merodeador?
-Si.
-Bueno, pues verás... Todo empezó cuando-
-¿Nos vas a contar un cuento?
-¿Te quieres callar, Moony? – soltó Sirius, elevando las manos al cielo. Al ver que su amigo le hacía caso, carraspeó y volvió a empezar – Todo empezó cuando...
-Si, eso ya lo has dicho... Bueno, vale, ya me callo – susurró Remus, ante la mirada homicida de Sirius.
-TODO EMPEZO CUANDO – dijo Sirius, marcando mucho las palabras – James y yo nos propusimos que, si teníamos hijos, les enseñaríamos el verdadero espíritu Merodeador.
-A ver, Sirius, esto tal vez le serviría a Harry de algo si siguiera en Hogwarts, pero ¿aquí fuera?
-Es que no he tenido tiempo de darle la Charla antes.
-¿Y cuando estuvimos esa semana en Hogwarts?
-Yo, es que... bueno, se me olvidó. Un fallo lo tiene cualquiera, ¿no? Pero vamos a lo que importa. Ahora nos toca a nosotros dos, Moony, cumplir la promesa que le hice a James. Además, es una forma de rememorar viejos tiempos.
-Eso no te lo niego, pero si fuiste tú quien hizo la promesa, ¿por qué me metes a mí?
-Porque tú eres "la voz de la razón merodeadora", Moony.
-Vamos, que soy Pepito Grillo.
-Como si eres Paquito Langosta, Moony, pero ahora déjame empezar – cortó Sirius, sin entender la referencia al mundo Muggle de Remus – Por ejemplo, ¿qué vas a hacer con el Mapa del Merodeador?
-Pues la verdad es que no... – empezó Harry, sin saber que decir. El Mapa seguía guardado en su baúl, pues antes no le había dado tiempo a terminar de arreglar todo.
-Yo, como Merodeador, te recomiendo que lo guardes para tus hijos.
-El chico solamente tiene diecisiete años, Sirius, y ya estás pensando en hijos.
-¿Y eso qué? James y Lily le tuvieron muy jóvenes.
-Ya lo sé, pero hasta que-sus-hijos-que-todavía-no-ha-tenido vayan a Hogwarts queda un rato. ¿Por qué no simplemente buscas a alguien en Hogwarts a quien dárselo? Alguien que sepas que vaya a cuidarlo y a usarlo.
-¿Y regalar algo tan valioso como eso? Es mejor que se lo quede Harry, que tiene Sangre-Merodeadora.
-Pues los gemelos Weasley lo tuvieron, y bien que lo usaron.
-Pero eso es diferente, ellos son unos genios, Moony. Además, yo estoy relacionado con Arthur muy, muy lejanamente y...
-Eso es una tontería, Sirius.
-Lo sé, pero tengo que defender mis argumentos.
-Hem... Sirius – interrumpió Harry, con una sonrisa divertida bailando en sus labios - ¿Cómo llegó el mapa al cajón de "Confiscado y peligroso"?
-Confiscado y ALTAMENTE peligroso, no lo olvides – le corrigió Sirius – No nos quites mérito.
-Todo fue gracias a este lumbreras de aquí.
-Mentira. Fue culpa de Peter.
-¿Podéis explicármelo?
-Fue una noche que salimos a hacer una visita de cortesía merodeadora a la Sala de Slytherin. Nos habíamos enterado casualmente de la contraseña...
-¿Casualmente?
-Sí, casualmente – Sirius carraspeó, y volvió a retomar el hilo – Pues como te decía, volvíamos de la Sala de Slytherin –que anda que no es fea, por cierto-
-¿Quieres dejar de irte por las ramas, Sirius?
-Vale, vale... sólo estaba metiendo detalles. Pues eso, íbamos con la capa de James, y entonces Peter me puso la zancadilla.
-Eso es lo que dice él, pero yo creo que se tropezó con el escalón bajando las escaleras.
-¡No lo digo! Es lo que paso de verdad. Me puso la zancadilla y el mapa rodó escaleras abajo –junto conmigo, debo añadir-. Iba a recogerlo justo cuando James me aviso de que venía Filch, así que me tuve que esconder.
-Tuvimos suerte de que habíamos borrado el mapa – añadió Remus.
-Y eso es lo que paso. Intentamos recuperarlo varias veces, pero tenías que ver la seguridad que tiene Filch en ese cajón. James casi pierde un ojo en el intento.
-Y fui por tu culpa, debo añadir.
-¿Cómo que por mi culpa? ¡Siempre me echas la culpa de todo!
-Es que fue tuya la culpa. Igual que esa vez cuando aconsejaste a James que para conquistar a Lily tenía que invitarla a dar una vuelta por los terrenos.
-Te encanta recordar cosas que he hecho mal, ¿verdad? – preguntó Sirius, enfurruñándose.
-¿Qué paso? – intervino Harry, muy interesado. Pocas veces había escuchado cosas de sus padres, y tenía que admitir que estar allí sentado casi como un espectador le encantaba.
-Lily aceptó la cita.
-¿Y eso que tiene de malo?
Sirius soltó su característica carcajada, que fue coreada por Remus. Harry les miró sin entender nada.
-Tenías que haber visto a James. Estaba como un flan... No decía dos palabras coherentes seguidas.
-Pero... bueno, yo creí que estabais acostumbrados a tratar con chicas, ¿no?
-Oh, sí, pero no con Lily. James se volvía estúpido cada vez que ella andaba cerca, y pensar en estar a solas con ella le ponía malo. Creía que iba a hacer todo mal.
-Sirius tuvo la magnífica idea de acompañarlo, y James acabó aceptando. Según él, era para evitar que hiciese ninguna tontería que estropease la primera cita. Lógicamente, nos arrastró a Peter y a mí con él.
-Fuimos con la capa, y al principio todo iba estupendamente. Cuando Lily se alejaba, nos acercábamos a James y le susurrábamos consejos.
-Entonces a este listo se le ocurrió pensar que sería el mejor momento para besarla, así que nos acercamos a James para susurrárselo al oído. Él no nos esperaba, pues estaba cerca Lily, y pisó la capa.
-Puedes imaginarte lo que vino después...
-Pensé que me moría de la vergüenza – masculló Remus, y por el recuerdo se puso algo rojo.
-La capa se cayó al suelo, y Lily al vernos pensó que intentábamos hacerle una broma. No volvió a hablar a James en casi un mes, y encima Prongs se enfadó conmigo. ¡Estuvo una semana dirigirme la palabra!
-Eso te pasa por meterte en los asuntos de los demás.
-Siempre me dices lo mismo.
-¿Y nada más? – reclamó Harry. Quería seguir escuchando historias, aunque había que admitir que ver a los dos adultos discutiendo era bastante divertido también.
-Si empezamos no acabamos. ¡Somos una leyenda!
-Pues debemos ser una leyenda poco conocida, porque ya nadie nos recuerda, Padfoot.
-Es que los alumnos de hoy en día no saben apreciar las buenas bromas – susurró Sirius, haciendo que se limpiaba una lagrimita – Con lo buenas que eran nuestras ideas.
-Sobre todo poníais especial dedicación a las de Snape – recordó Remus, refiriéndose a James y a Sirius.
-Oh, Snivellus... siempre ha sido mi favorito.
-¿Y ese mote? ¿De dónde lo sacasteis?
Sirius y Remus empezaron a reírse sin control, tirados en los cojines mientras se llevaban las manos a las costillas, casi sin aire. Harry tuvo que esperar esbozando de vez en cuando una sonrisa, aunque, como siempre, no entendía nada.
-Es que... – nueva carcajada – tenías que ver como grita...
(Nda. Esto lo he puesto basándome en la traducción del mote Snivellus, que se dice en español Quejicus, una traducción que me parece como un crimen... no podían haber elegido uno más feo, cutre, y todo lo malo que halla..., así que yo hago como si esta nunca hubiese existido. Para mí siempre será Snivellus suspiro)
La risa les duró sus buenos minutos, y aunque al final lograron controlarse, a Harry no le había quedado mucho más claro la explicación del mote. No insistió, por temor de que todo volviese a empezar (risas incluidas).
Remus y Sirius contaron a Harry algunas bromas más, sus peores castigos y algún partido de Quidditch. Al final, el muchacho estaba bastante sorprendido, y con bastante razón.
-¿Y erais los alumnos más inteligentes de todo el colegio?
-Bueno, sólo James y yo.
-Agradezco tu delicadeza, Padfoot – comentó con ironía Remus.
-Vale, es cierto que con los libros nos ayudabas mucho. La verdad es que los libros no eran nuestra afición. ¡Preferíamos la práctica!
-Y cuanto más peligrosa mejor – añadió Remus, aunque Sirius siguió a lo suyo ignorando el comentario.
-La única vez que estuvimos mucho tiempo en la Biblioteca fue cuando buscábamos cosas para ser animagos. No puedes ni imaginarte la cantidad de veces que nos colamos en la Sección Prohibida.
-Creo que se te derritió el cerebro entre tanto libro, Padfoot.
-¿Tú crees? – preguntó preocupado, llevándose una mano a la cabeza. Remus y Harry intercambiaron una mirada con la que comprendieron que pensaban lo mismo: a Sirius se le había derretido el cerebro – Bueno, no importa. El caso es que al final me convertí en un perro bastante bonito, ¿verdad?
-Algo pulgoso...
-Ja ja. Envidia que tienes.
-En esa época hicimos el Mapa – explicó Remus, volviendo a lo importante.
-Descubrimos muchísimas cosas, ¿sabes? Pasadizos, Hogsmeade, el Bosque Prohibido... ¿Sabías que hay acromántulas en el Bosque?
-Lo sé demasiado bien, creéme – replicó Harry, recordando vividamente aún su segundo año.
-¿Ah, si? ¿Y eso? ¿Has entrado?
-No, Padfoot, lo sabe porque lo ha visto desde fuera. Las acromántulas salieron a pedirle un té a Hagrid.
-Pues pobrecillas, han debido morir todas de indigestión. Recuerdo todavía una vez que me comí una de sus pastas... y yo que pensaba que tenía un estómago a prueba de bomba.
-No tienes que asegurarlo. Sólo había que verte comer, y la verdad es que ahora no has cambiado mucho.
-Si ese comentario esconde una doble intención debo decir que...
-Ahora me dirás que estás creciendo.
-¡Pues sí! ¿No has visto que figura tan espectacular? – exclamó, haciendo poses.
GUAU GUAU
-Anda, mira, si es Algis... ven aquí, pequeñín – dijo Sirius, poniendo voz enternecedora. Acomodó al cachorro en uno de los cojines. Ante la mirada atónita de todos, se puso a lamerlo con fruición (Nda. Basado en mi perro, que se pone a chupar el sillón... no me preguntéis porqué. Eso uno de los misterios indescifrables de la naturaleza).
-A partir de ahora, el cojín amarillo es el de Algis – sentenció Remus, y nadie discutió su orden.
-Bueno, ¿por dónde íbamos, Moony?
-Creo que acabábamos de terminar lo de los animagos.
-Ah, cierto. ¿Qué podemos contarle ahora?
-¿No te parece suficiente Charla por un día?
-No. ¡Tengo una idea! – dijo, sacando la varita y haciendo el hechizo convocador. Varios tomos gruesos salieron de una estantería - He conseguido unos álbumes... seguro que no has visto fotos de la boda de Lily y James.
-Tengo una que...
-¡Tonterías! Seguro que esta no la has visto.
-Ah, no, Padfoot. ¡Me niego a que le enseñes esa foto! – protestó Remus, intentando quitarle el álbum a su amigo.
-Siiiiiiii... Es mi favorita – exclamó, abriendo el álbum por la página en cuestión.
-¿Pero ese no es...? – empezó Harry, señalando dudoso a quien salía en la foto.
-¡Es Moony con el pastel estampado en la cara! La única foto que se guarda de ese gran momento.
-Gran momento para ti – murmuró Remus entre dientes, mientras miraba la foto de sus pesadillas. Era un primer plano de él más joven, con toda la cara pringada de pastel y nata. Incluso había una guinda incrustada en el bizcocho, cerca de la boca.
-¿También fue tu culpa? – preguntó Harry, intentando evitar la risa.
-De eso nada... fue culpa de James.
-¿Mi padre tiró el pastel de su boda?
-Tenías que ver como se puso Lily – exclamó Sirius, muriéndose de la risa – Casi lo mata allí mismo. Suerte que Moony consiguió detener parte del pastel.
-Sí, con mi cara y mi ropa.
-Algo es algo.
-Como esta vez no estás involucrado bien que te regodeas – refunfuñó el licántropo.
-Déjame reírme a gusto. Esta debe de ser de las únicas veces que no estoy involucrado.
-En eso tienes razón.
-¿Qué más fotos hay?
-Bueno... – comentó sonriendo – he conseguido rellenar bastantes álbumes recuperando fotos que andaban perdidas por ahí. Tenemos de viajes, cumpleaños, tu bautizo...
-¿Podemos verlas? – preguntó Harry, suplicando con la mirada.
-¡Por supuesto!
-Creo que hoy no dormimos... – susurró Remus, mirando la pila de álbumes que descansaba al lado de Sirius.
-Mira, aquí estás tú con seis meses. Fuimos de viaje a París, ¿sabes? Todos juntos. Aquí estamos en un autobús, ¿ves? Empezó a llover y tuvimos que comprarnos chubasqueros de plástico, que debían de ser de la talla XXXXXXXL porque... bueno, puedes mirar tu mismo el resultado. (Nda. Eso me paso a mi en Paris cuando fui... casi nos ahogamos dentro de chubasquero, y era amarillo pollito para más detalles u.u)
A la primera historia le siguió una segunda, y una tercera...
Lo cierto es que lo que había comenzado como la famosa Charla Merodeadora se había convertido en todo un remolino de recuerdos que Harry ansiaba saber desde hacia mucho.
N/A: ¡¡Bieeeeeeeeen!! No me lo puedo creer. ¡¡¡¡Lo he terminado!!!! Son las 4.30 de la madrugada, y la verdad es que no tengo nada de sueño.
Sé que tenía pensado subirlo el fin de semana pasado, pero es que me llevó más escribirlo de lo que pensaba (además, también influye el que lo empecé el sábado...). Lo de la Charla fue especialmente difícil, porque no sabía como enfocarlo. Lo de inventarme bromas se me da fatal, así que he hecho una especie de rodeo... si puede llamarse así. Sólo espero que no os decepcione demasiado.
Y bueno, tened en cuenta que voy a dejar el resto de mis fics "de lado" porque quiero terminar este antes de Navidad. Ya solo quedan dos xapis, así que espero cumplir mi propósito. Y para que estos salgan bien y los empiece con ánimos ¡¡¡¡necesito muxos reviews!!!! Siempre se agradecen.
Otra cosilla... si os gusta leer fics y eso, de todo tipo y sobre todo de Harry Potter, id a una web que estoy haciendo con unos amigos (la dirección en mi biografía). Se llama Story Weavers, los tejedores de historias... y vamos, esta dedicada a los fics escritos por nosotros. Me gustaría veros por allí participando y eso. Queremos sacarla adelante, y necesitamos participantes que vayan con ánimos Sólo espero que vosotros seáis esos.
Y ahora si que os tengo que dejar, porque me está entrando dolor de cabeza... tantas horas de PC sin dormir no pueden ser buenas.
Bexitos a todos, Joanne
Agradecimientos por sus reviews a: Orion Black (a quien va dedicado este nuevo xapi, como ya dije), a AnnaTB, a Algida, a KaicuDumb (con su enoooorme review ), a Thelmiux, y a Algida/Sandra (q supongo que seran dos no?? Y Algida ya me dejo review D)
