N/A: Ya estoy de vuelta, preparada para intentar cumplir de mi propósito de terminar este fic. Así será como un regalito para Navidad D (Ya sé que me he retrasado un pokito... U.U Se supone que esta en vez de éste debería estar subiendo el xapi 8). Así que, bueno, volviendo a lo importante, después de la Charla Merodeadora, regresan Sirius, Remus y Algis para hacernos pasar un buen rato Espero que lo disfrutéis, y plis, dejadme muuuuxas criticas constructivas. Muxos bexitos, Joanne

CAPITULO 7

Hasta que los rayos de Sol no le coincidieron en toda la cara, Sirius no se despertó. En un primer momento se quedó como ciego y tuvo que entrecerrar los ojos, pero en unos segundos se acostumbró a la luz. Se vio rodeado de cojines y con una mueca de asco, vio debajo suyo el cojín que la noche anterior se había adjudicado Algis al babosearlo todo.

Se incorporó, medio soñoliento aún y sin enterarse demasiado. Sintió un peso en la tripa, y contempló algo perplejo el álbum abierto que descansaba sobre ella. Se debían de haber quedado dormidos mientras veían las fotos.

Sonrió al reconocer a Lily y a James, vestidos de invierno, y bailando en una plaza mientras nevaba. (Nda. No he podido evitarlo... es una de mis imágenes favoritas de la tercera peli .). Recordaba haber sacado esa foto muchos años atrás, después de quitarle la cámara a Remus bromeando.

Y hablando de su amigo... ¿se podía saber dónde se había metido?

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Remus estaba en la cocina con Harry, terminando de preparar el té para desayunar. Mientras hacia esto, vigilaba las tostadas en la sartén, no se fueran a quemar.

El muchacho de ojos verdes estaba terminando de poner la mesa, y sonreía sin saber bien porqué. Estaba contento por estar allí, por haber pasado la noche anterior con Sirius y Remus. Por una vez sentía que su vida era normal, y se sentía feliz por ello.

IIIIIIIIIHHHHHHHHH

Bueno, casi normal.

Desde la cocina escucharon el grito histérico de Sirius, y luego una serie de ruidos y carreras por toda la casa.

Remus detuvo a Harry con un gesto, pues éste quería ir a ver que pasaba. A una señal del licántropo se sentaron a la mesa, y los platos flotaron hasta la mesa. Remus alzó su taza, que rellenó de té recién hecho la tetera volante. Harry, todavía escuchando con aprehensión y mirando de vez en cuando a la puerta de la cocina, estiró la mano para imitar al adulto.

Y entonces entró Sirius disparado en la sala, gritando como loco.

-¡¡¡Voy a llegar tarde!!! ¡¡Me he dormido!!

-Como todos los días – añadió Remus, dando un sorbo al líquido.

-¡¡¡¡¡¡NO ME HABEIS DESPERTADO!!!!!!

-O.O (Harry)

-¡¡¡RÁPIDO!!! ¡¡DESAYUNO, DESAYUNO!!

Sin dar tiempo a decir una palabra, Sirius cogió bruscamente la tetera y arrancó la taza de la mano de Harry, que todavía la tenía extendida para servirse. Remus alzó la mano para advertirle.

-Está muy cal-

Sirius se bebió el líquido de un trago, sin respirar. Inmediatamente lo escupió todo, bañando a Remus y a Harry, y luego salió disparado al fregadero, donde prácticamente se incrustó el grifo en la campanilla.

-MABRAGSO (traducción: me abraso) – balbuceó, abriendo la boca y abanicándose con la mano.

-Ya te lo advertí – replicó Remus, que había empezado a limpiarse la cara después de la ducha de té matutino, siempre muy de agradecer – Anda, ven aquí.

Sirius se plantó delante de su amigo y abrió la boca. Remus le apuntó con su varita, y después de susurrar unas palabras una ráfaga de aire helado salió de la punta de ésta, enfriando la garganta abrasada de Sirius.

-Mughas graftias (traducción: muchas gracias)– balbuceó con la boca abierta, esperando a que Remus terminase de echar aire. Luego se levantó dando un brinco, cogió un croissant de la mesa y salió disparado de la cocina gritando (con Algis intentando morderle los talones) - ¡¡Me teñgo qu'ir ya!! (me tengo que ir ya)

Harry y Remus permanecieron sentados mirando la puerta por donde había salido el hombre. El segundo hizo una floritura y otra taza apareció delante de Harry.

-Gracias – murmuró éste, aún alucinado.

Remus esbozó una leve sonrisa, divertida.

-Ya te acostumbrarás. Siempre se levanta tarde.

-Lo dudo mucho – replicó, dando un mordisco distraído a su tostada.

-¿Vas a hacer algo hoy? – preguntó Remus con sencillez, forzando la conversación. Ahora de daba cuenta que fuera del marco profesor-alumno, no conocía mucho a Harry. En cuanto se iba Sirius, la situación se volvía algo embarazosa. Harry le seguía viendo como su profesor, y no es lo que se dice corriente desayunar con alguien que te ha dado clases.

-He quedado con Ron y Hermione en Hogsmeade. Creo que pasaremos el día allí.

-Me parece bien. Yo creo que volveré a mi casa.

-¿Se va ya?

Remus volvió a sonreír, negando con la cabeza.

-Si me fuera, Sirius me volvería a traer atado aquí. Me quedaré todavía unos días, pero tengo que resolver unos asuntos. Creo que Sirius se las podrá apañar sólo con la comida.

Harry esbozó una sonrisa que significaba claramente "lo dudo". Remus rió.

-No creas, cuando se trata de comer, Sirius aprende a hacer lo que sea – dijo, levantándose de la mesa y mandando todos los platos al fregadero – Bueno, me voy a ir a cambiar. Nos vemos esta noche entonces, Harry.

-Hasta luego.

Remus salió de la cocina, despidiéndose una última vez del muchacho, que se quedó acariciando a Algis. Mirando de reojo, a Remus le resultó algo incomprensible el ver al cachorro lamiendo los dedos de Harry cuando a él sólo se los mordía como si fuesen salchichas.

-Maldito chucho... – refunfuñó entre dientes, subiendo las escaleras.

Usando los polvos flu en la chimenea de su habitación, se apareció una media hora después en su casa. Todo estaba como siempre, nada extraño si consideraba que se había dejado el día anterior. Con unos cuantos movimientos de varita limpió un poco todo, y luego subió a su habitación a coger algo de ropa para unos cuantos días. Mientras estaba metiendo todo en una pequeña maleta, escuchó sonar el timbre de la puerta.

Bajó casi volando las escaleras, sabiendo que era Irina quien llamaba a la puerta. Efectivamente, esta vez no se equivocó. La mujer esperaba en el rellano con una tímida sonrisa, que Remus no pudo evitar devolver.

Irina se lanzó a sus brazos, y Remus la apretó contra sí, encantado de las demostraciones de amor de la mujer. La besó en los labios rodeando su estrecha cintura con sus brazos, sin querer soltarla.

-¿Te apetece ir a dar una vuelta? – propuso Remus, posando de nuevo sus labios sobre los de ella.

-Claro. Podemos ir al parque que hay a un par de manzanas – replicó, cogiendo a Remus de la mano y comenzando a andar.

Charlaron animadamente por el camino, que se les hizo muy corto. A la entrada del parque, Remus vio un puesto de helados, y después de dejar un segundo a Irina sola volvió con dos enormes cucuruchos de chocolate.

-¿Por qué no me cuentas algo de ti? – preguntó Irina, hundiendo sus labios en el chocolate.

-¿Sobre qué? – replicó distraído Remus, sin saber sobre que hablarla.

-No sé, algo podrás contarme, ¿no? – dijo Irina, sonriendo de nuevo – Recuerda que llevo muy poco viviendo aquí.

-Es verdad. A ver... ¿Hogwarts? Creo que nunca te he hablado de él.

-No.

-Estuve ahí hace unas semanas, con Sirius. Es un castillo enorme, como de cuento de hadas – empezó Remus, con los ojos brillantes. Miraba al cielo entusiasmado, como si lo estuviese recreando en las nubes – Pasé allí mis mejores años. Algún día me gustaría que lo vieras.

-Suena muy bien – le animó la mujer, pegando un mordisco al cucurucho de galleta.

-Es como mi hogar, ¿sabes? Uno de los pocos que he tenido.

-¿Sirius fue contigo? – preguntó Irina, intentando que Remus olvidase esa súbita nota de amargura.

-Sí, es un amigo de infancia. También estaba James –su hijo acaba de terminar este año- y Peter... bueno, me imagino que habrás leído toda la historia en el periódico.

Irina asintió, recordando las tristes líneas que narraban la traición de uno de los amigos.

-Fueron buenos tiempos. Ahora todo es diferente.

-Pero eso no significa que tenga que ser malo.

-Sí, supongo que tienes razón – aceptó Remus, esbozando una triste sonrisa – Ahora estoy con Sirius, con Harry... y también contigo.

Irina llevó su mano a la de Remus, y éste la miró algo asombrado. Vio el chocolate rodar ya líquido por las dos manos.

-Se te está derritiendo el helado – avisó la mujer, llevándose a la boca los dedos llenos de chocolate.

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El laboratorio donde los gemelos creaban todas las bromas estaba muy bien equipado. Sirius, apoyado en la pared, miró el reloj y luego a Fred, que manejaba con cuidado dos líquidos.

-Ya he terminado, Fred. Me voy, ¿vale?

-Sí, sí – murmuró éste, mordiéndose el labio mientras echaba una sola gota del líquido rojo en el verde. Salió un humillo negruzco, y Fred sonrió y se giró hacia Sirius – Bueno, esto ya está. ¿Decías algo?

-Que ya he terminado.

-Ah, vale. Pues entonces nos vemos mañana.

-¿Mañana? ¡Pero si es domingo!

-Ya, pero es que tenemos un negocio. El dueño de Zonko quiere comprarnos unas cuantas bromas, ya sabes. Está dispuesto a pagar bien.

-¿Y tengo que ir yo?

-Claro. Tú eres quien se encarga de ese tipo de negocios, ¿no?

-Sí, supongo, pero bueno... no creo que se alegre mucho de verme – Fred le lanzó una mirada curiosa, pero Sirius evitó la ridícula explicación – En fin, si no hay más remedio iré. Nos vemos mañana entonces.

-Hasta luego – se despidió Fred, antes de que Sirius se metiese en la chimenea.

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En cuanto Sirius pisó suelo de Blackmoor, Algis se le lanzó encima, feliz y contento. Sirius, riendo, tardó unos segundos en sacárselo de encima, pero al final el cachorro se calmó (Sirius tuvo que usar su punto débil: cosquillas en la tripa).

-¡Remus! – exclamó Sirius, sin obtener respuesta - ¿¡Harry!?

El hombre se cruzó de brazos, alzando las cejas. Ellos deberían estar esperándolo con los brazos abiertos a que llegase, y resulta que ni siquiera contestaban a sus llamadas, en las que se estaba dejando la garganta.

Sirius llegó hasta la cocina, donde, como en el resto de la casa, no encontró a nadie... pero si algo. El hombre cogió con desgana la notita que Remus le había dejado encima de la mesa.

He ido a casa; volveré está noche.

Harry está con Ron y Hermione.

Hazte la comida.

Remus

Fantástico, pensó Sirius. Ahora resultaba que su amigo le dejaba por una chica (Irina), y que su ahijado tenía más vida social que él. Echó una mirada a Algis, que le estaba mordiendo los cordones de los zapatos con fruición.

-Parece que sólo quedamos tú y yo – susurró, acariciando las orejas del cachorro – Y encima tengo que hacer la comida. Creo que hoy vamos a comer bocadillo, Algis. Luego iremos a ver a alguien... no pienso consentir que la única vida social que tenga sea con un perro. ¡Venga, manos a la obra!

Sirius sacó con entusiasmo todo lo que era comestible de los armarios y se hizo un bocadillo que acabó resultando casi de siete pisos. Acabó compartiendo la comida con Algis, puesto que cada vez que éste le mirada con ojitos de cordero degollado Sirius le daba un trozo. (Nda. Yo con mi perro también comparto la merienda . Y claro, así está de tierna y rechoncha).

Poco después aparecía en una de las chimeneas del Ministerio de Magia, en el enorme vestíbulo. Delante suyo se podía ver una fuente enorme, a la que prácticamente no prestó atención. Demasiadas veces la había visto ya cuando trabajaba como auror antes de la muerte de Lily y James.

Pasó su varita por Seguridad, ya que era sólo un visitante, y cogió luego el ascensor. Llegó hasta la planta donde estaba el despacho del Ministro y entró con la sonrisa más encantadora de su catálogo de sonrisas encantadoras ya plasmada en la cara, como un sello.

Ésta le titubeó un poco al ver que la secretaria seguramente pasaba de los setenta y llevaba el pelo blanco en un recogido tan tirante que amenazaba con que las orquillas saliesen disparadas para sacar el ojo a alguien. La mirada de completa indiferencia y frialdad que le dirigió la mujer le confirmó que esta vez sus encantos masculinos no servirían para nada. Optó por el rostro serio de hombre competente, a la par que maduro y sofisticado.

-Buenas tardes – saludó, acercándose a la secretaria – Vengo a ver al Ministro.

-¿Tiene cita? – preguntó ésta, mirándolo fijamente por encima de las gafas, que se le habían deslizado hasta la punta de la aguileña nariz.

-No, pero es un asunto de suma importancia.

-Todos dicen eso. Sin cita no se ve al Ministro.

Un hueso duro de roer, pensó Sirius. Meditó unos segundos y optó por cambiar de estrategia.

-Dígale que Sirius Black está aquí.

La mujer volvió a mirarlo, esta vez mucho más inquisitiva. Sirius no bajó la mirada hasta que vio que la mujer se levantaba y entraba por la puerta que daba al despacho, sin decir una palabra. Salió poco después, y le indicó con una seña que pasase.

Sirius entró después de llamar a la puerta. Vio al Ministro, un hombre que rondaba los cincuenta, algo más bajo que él y con el pelo rubio ceniza. Le estrechó la mano, y asintió cuando el hombre le indicó educadamente que no podía dedicarle mucho tiempo.

-No le robaré mucho tiempo, señor Ministro. ¿Recuerda a la agente inmobiliaria que envió para que me ayudase?

-Sí, por supuesto. ¿Ha tenido algún problema con la señorita Kerouac?

-No, no... no es eso. Es que estoy teniendo problemas para encontrar unos muebles y no puedo contactar con ella porque se ha mudado. Me imaginé que, ya que tiene referencias de aquí, tendríais la dirección de su nuevo domicilio.

-Oh, por supuesto. No habrá ningún problema – replicó el Ministro sonriendo - ¿Es sólo eso?

Sirius asintió, algo avergonzado. Había mentido... un poco. Era cierto lo de que Karim se había mudado, no lo era lo de los muebles. Y tanto como un asunto de vital importancia, bueno, para él si lo era, aunque seguramente quedaría ridículo si se lo contase al Ministro.

-Bien, bien, pensaba que había tenido usted algún problema. Pregúntele entonces al salir la dirección a mi secretaria, y ella se la dará encantada.

Sirius se despidió dando las gracias y siguió las instrucciones del Ministro. Ahora, tanto como encantada, la secretaria no estaba. Se tuvo que levantar a buscar en un archivo, cosa que parecía hacerle más bien poca gracia. De todas formas mereció la pena aguantar la cara de desgana de la mujer, puesto que Sirius salió del Ministerio con la dirección apuntada en un papelito bien guardado en su bolsillo.

Usó la chimenea para volver a su casa primero. Se le había ocurrido una pequeña idea... Cogió todo lo que necesitaba, metió a Algis, que estaba empeñado en ir con él (se lo decían sus ojos), en una bolsa negra. Pegó ésta con un hechizo a la parte trasera de su moto y se aseguró de que el cachorro podía respirar, pero no caerse. Luego arrancó la moto y voló hasta Hogsmeade.

Karim se había mudado de casa, pero ni siquiera había salido del pueblo. Él si conocía la zona donde se había ido a vivir la mujer, y llegó allí bastante rápido.

Era un agradable y pequeño chalet blanco, con un cuidado jardín delantero. Sirius se auto-invitó, pues la verja estaba abierta, y cruzó el jardín con grandes zancadas. Se plantó delante de la puerta y llamó un par de veces, algo nervioso.

La mujer, vestida esta vez con unos tejanos y una camisa blanca ceñida, abrió la puerta. Decir que se le quedó con la boca abierta al ver a Sirius es exagerar poco.

-P-pero... ¿qué haces tú aquí?

-Yo vengo a preguntarte lo mismo.

-¡¡Pero si vivo aquí!!

-Creo que se te olvidó mencionarme ese pequeño detalle – dijo Sirius, frunciendo el entrecejo - ¿Por qué te mudaste?

-Pero si no tiene nada que ver contigo. Ya lo tenía pensado hace mucho – replicó Karim.

-Pues podías habérmelo dicho.

-Es que... – susurró la mujer, evitando ahora su mirada.

-Me gustaría que me dieses una explicación. ¿O te importo tan poco?

-Lo siento, Sirius, pero no sabía como... Siempre insistes en que... No sé, no sé porqué lo hice.

-Pensé que te habías mudado para librarte de mí – murmuró Sirius, acercándose a Karim, que le miró con cariño.

-La mudanza ya estaba pensada... supongo que la aproveché para no tener que decirte que no.

-No lo entiendo – dijo Sirius, meneando la cabeza – ¿No encuentras ridícula esa manía tuya de no mezclar relaciones personales con el trabajo? Siempre hay excepciones, ¿no?

-Yo...

-Me gustaría pedirte que me acompañaras a dar una vuelta, pero no sé si me vas a decir que no – dijo Sirius, llevando su mano a la barbilla de la mujer y obligándola a mirarlo.

Karim levantó la mirada y sus ojos coincidieron con los azules de Sirius. Sonrió un poquito, arrepentida, sabiendo que el hombre tenía razón.

-Sí, claro que me apetece.

Sirius le dedicó una sonrisa y se volvió, cogiéndola de la mano y tirando de ella hasta la moto.

-¡¡EN MOTO NO!! – exclamó la mujer, resistiéndose.

-Será un segundo, hasta que lleguemos a donde te quiero llevar – replicó Sirius.

Karim se paró en seco, y Sirius se volvió para ver como abría los ojos muy sorprendida.

-¿Y esa cabeza? – preguntó, señalando escéptica a la cabeza de Algis, que era lo único que sobresalía de la bolsa que colgaba de la moto.

-Oh, es Algis, mi perro.

-¿Algis?

-Un nombre bonito, ¿verdad?

Karim se quedó paralizada durante unos segundos, pero luego reaccionó esbozando una enorme y sincera sonrisa.

-¡Me encanta! – exclamó, agachándose para hacer arrumacos al cachorro, que ladraba emocionado meneándose dentro de la bolsa.

(Nda. Jaja... seguro que os imaginabais que, como estaba pasando siempre, a Karim no le iba a gustar el hombre de Algis. ¡Pero si es lo mejor! XD Cuando vi ese nombre supe que tenía que ser para el perro .)

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(Nda. Volvemos con Remus e Irina. Han pasado varias horas desde que llegaron al parque. Recordad que los ingleses cenan pronto).

El parque empezaba a quedarse vacío, pues ya estaba a punto de ser la hora de la cena. Remus, tumbado en la hierba, giró la cabeza y contempló la espalda de Irina, cubierta por su pelo largo y albino. Alargó la mano y se puso a juguetear con las puntas, distraído.

-¿Qué ves ahí?

-¿Ahí dónde?

-En esas nubes – dijo Irina, señalando al cielo – Parece un caballo, ¿verdad?

-Más bien un unicornio – replicó Remus, cogiendo la mano de Irina y guiándola por el aire – Si coges ese remolino parece un cuerno.

-Es verdad. ¿Y eso?

-Pues... yo diría que fénix – sugirió el licántropo, riendo.

-Si que tienes imaginación – replicó Irina con ternura, dándole un beso en la mejilla.

-Lo tomaré como un cumplido.

Irina se recostó en el pecho de Remus y éste la abrazó, hundiendo su rostro en el pelo de ella.

-Hace algo de frío – murmuró, llevándose las manos a la boca para darlas calor – pero se está muy bien aquí.

-Está anocheciendo – señaló Remus, incorporándose un poco– Creo que deberíamos volver.

Irina se volvió y le dedicó una sonrisa triste, sin decir nada ni protestar. Remus la ayudó a levantarse y salieron del parque, donde prácticamente no quedaba nadie. A lo lejos podía verse a un hombre paseando mientras fumaba, pero poco más.

Caminaron en silencio, disfrutando de la compañía del otro, sabiendo que su día perfecto llegaba a su fin. Tal vez por eso su sonrisa triste... tal vez por eso no tenían nada que decirse, nada que poder decir con palabras.

Poco antes de llegar a casa de Irina, Remus se detuvo, algo intranquilo.

-Creo que será mejor que me quede aquí. Puede ser peligroso si nos ve.

Irina sonrió, arrastrando a Remus hasta su portal.

-No te preocupes. Hoy no está. Se ha ido de viaje unos días – murmuró, sacando la varita y abriendo la puerta – Negocios – contestó a la pregunta que a Remus le paseaba por la mente.

-Ah.

Irina se volvió, y sus mejillas se cubrieron de un hermoso color rosado.

-¿Quieres pasar? – preguntó con timidez.

Remus subió los pocos escalones que había en el rellano despacio, dudando.

-¿Estás segura? – preguntó.

Como toda respuesta Irina le dio un beso fugaz y le arrastró hacia el interior, cerrando la puerta tras el hombre.

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Sirius, apoyado en la moto, contemplaba embobado a Karim. La mujer estaba sentada en la hierba, y jugaba con Algis como una adolescente. Karim tenía un palo agarrado, y engañaba a Algis para que lo intentara coger. El cachorro, picando como un tonto, seguía al palo-malvado-que-le-esquivaba, y cada vez estaba poniéndose más nervioso. En un acto de admirable gallardía, pegó un brinco sobre sus patitas y consiguió coger el palo por el otro extremo.

-Así que quieres guerra, ¿eh? – lo retó Karim, tirando del palo.

Algis se resistía, y tiraba hacia el otro lado. Estuvieron así unos segundos, y ambos tiraban cada vez más fuerte. Se escuchó un chasquido, y Algis se alejó triunfante con su mitad del palo... ahora palito.

Karim se levantó y empezó a perseguir al cachorro, riendo, mientras Sirius animaba a su perro gritando "¡Huye, Algis, huye!". El perro poco caso le hacía, porque en cuanto Karim se sentó en la hierba, agotada, Algis se acercó, tirándose panza arriba con la lengua fuera.

Sirius aprovechó que Karim estaba distraída haciendo carantoñas a Algis para acercarse por detrás. Se arrodilló detrás de ella y le tapó los ojos con las manos, acercando sus labios a los oídos de ella para susurrarle:

-¿Quién soy?

-¿Algis? – replicó ella, bromeando.

Sirius quitó la manos, y la sonrió.

-Fallaste.

Como toda respuesta, Karim hizo girar los ojos. Se apoyó en el pecho de Sirius, como si estuviese en una tumbona, y cerró los ojos.

-No se te ocurra movert... ¡Hey! ¿Qué haces? – preguntó, llevándose la mano al pelo. Sirius le acababa de soltar la coleta, y hundía sus dedos en su melena rizada para peinársela.

-Me gusta como te queda el pelo suelto – contestó con sencillez, jugueteando con los tirabuzones – Además, sino no te puedo poner esto.

Con un movimiento de varita, Sirius convocó una cinta azul oscuro y tapó los ojos de Karim, haciendo un nudo con la tela en la nuca de la mujer.

-¿Qué pretendes? – preguntó, divertida.

-Es una sorpresa; ya verás. Venga, levántate – dijo, ayudándola a levantarse. La cogió de la mano y, a pesar de la reticencia de la mujer, la hizo andar hasta su moto.

-¿Así que por fin me vas a decir porqué me has traído a este descampado?

Sirius sonrió misteriosamente.

-Lo descubrirás tú sola – dijo – Ahora quédate aquí un segundo.

El hombre se acercó a su moto y quitó la capa invisible que había cubierto hasta ese momento la Blackrocket, colgada a un lado de la moto. Cogió la escoba, admirándola de reojo, y se acercó a Karim. Iba a ver hasta que punto la mujer tenía miedo a las alturas.

(Nda. Ahora tenéis que recordar unas cuantas cosas. Primero, la escoba lleva incorporado un hechizo de cojín invisible, para que los jugadores no le la claven en ciertas zonas de la anatomía. Además, hay que recordar que Karim no ha montado hace más de 15 años en una escoba... posiblemente más. Tercer punto: no ve absolutamente nada).

-Siéntate aquí – dijo Sirius, guiando a la mujer hasta la escoba. La puso delante suyo y la hizo sentarse. Con una mano la cogió por la cintura y con la otra sujetó el palo de la escoba.

En cuanto dio el golpe en el suelo, salieron los dos disparados. Karim, sin saber que pretendía Sirius, se aferró con fuerza al brazo que la rodeaba.

-¿¡¡Qué estás haciendo!!? ¡¡¡No siento el suelo, Sirius!!! ¡¡Dime que no me estás haciendo levitar!!

-Tranquila – susurró, deteniendo la escoba en el aire - ¿Así mejor?

-Por lo menos ya no hace vient...

Karim detuvo su frase al sentir los labios de Sirius recorrer su cuello, ascendiendo casi sin rozarla por la línea de la mandíbula. Su brazo abandonó su cintura para llegar a su barbilla, y hacerle girar algo la cabeza.

Sirius llegó a los labios entreabiertos y húmedos de la mujer. Sentía la respiración agitada de ella, y sonrió inconscientemente. Se moría por besarla.

Posó sus labios sobre los de ella, y no tardó en profundizar el beso. Su lengua encontró la de Karim, y jugueteó con ella, entrelazándose ambas como amantes desesperados.

Su otra mano abandonó la escoba. Hundió ésta en el cabello de Karim, sin querer levantando la tela que cubría los ojos de la mujer.

Rompieron el beso segundos después, y al abrir los ojos, Sirius se encontró con los penetrantes ojos de Karim clavados en él. Ella apartó la vista, ruborizada... Su cara perdió entonces el color que había adquirido. Miraba horrorizada los metros que la separaban del suelo como si fuesen el mismo infierno.

-¡¡AHHHH!! ¿PERO QUÉ-

-Tranquilízate, Karim – dijo Sirius, abrazando a la mujer para que en un movimiento brusco no se precipitase al vació.

-¡¡¡NI SE TE OCURRA QUITAR LAS MANOS DEL PALO DE LA ESCOBA!!! – bramó, pegándose a Sirius como una lapa.

Sirius la obedeció, sintiendo las manos de la mujer rodearlo. Se planteó seriamente repetir esa situación a menudo.

Escucharon ladridos y miraron los dos hacia abajo. Un Algis muy chiquitito corría por debajo de ellos, y saltaba de vez en cuando, ingenuo él, para intentar cogerlos.

-Nos está diciendo que lo repitamos – apuntó Sirius, acercándose de nuevo a los labios de la mujer.

-¿Tú crees? No estoy convencida... – susurró Karim, melosa, olvidándose de la altura al ver los carnosos labios de Sirius tan cerca de ella.

-Tú hazme caso.

-Mmm... creo que confiaré en ti – replicó Karim, aceptando sus labios con pasión.

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Cuando Sirius entró en el salón de su casa, encontró a Harry en uno de los sillones, pasando las enormes hojas del álbum que la noche anterior se habían dejado a medias. El muchacho levantó la cabeza al oír los pasos de su padrino, y le sonrió.

-Hola, Sirius.

-Hola – comentó éste - ¿Qué tal el día?

-Bastante bien. ¿Y tú? ¿No te explotan un poco Fred y George? Son más de las diez – comentó con picardía Harry, mirando con curiosidad al adulto.

-Oh, hem... ¿No está Remus? – dijo, cambiando radicalmente de tema para evitar explicaciones.

-Se fue esta mañana a su casa... – replicó Harry, pero al ver la cara de su padrino se apresuró a añadir algo más - pero me dijo que volvería a dormir.

-Mejor voy a buscarlo. Tardo un segundo, ¿vale?

Harry, después de escuchar el "pop" de la chimenea, bajó los ojos de nuevo y contempló a sus padres saludándolo desde la fotografía.

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-¡Remus! ¡¡Remus!! ¿Estás en casa? – exclamó Sirius, haciendo bocina con las manos. Se detuvo a escuchar, y no oyó nada – Obviamente no. ¿Dónde se habrá metido?

Subió las escaleras rápidamente, a ver si por algún casual se había quedado dormido en su cama. No lo encontró en la habitación, ni tampoco en el resto de cuartos del piso superior. Subió al ático, pero quitando los viejos muebles, no había nadie más.

Sintió el viento en la cara y se dio cuenta de que la ventana estaba abierta. Se acercó a cerrarla, y vio que la cerradura estaba algo suelta.

Tendré que decirle a Moony que la arregle, pensó, asomándose. Veía el pequeño jardín lateral y, si giraba la cabeza, algo del delantero y el trasero. Delante estaba la casa del vecino, y Sirius recordó que era la casa de Irina.

-Anda, pero si hay luz – murmuró, entrecerrando los ojos para ver que pasaba en la habitación.

Una de las habitaciones superiores tenía la lámpara encendida y, en contraste, se podía distinguir dos figuras oscuras. Una claramente de mujer, seguramente Irina, y la otra... un momento...

-¡Se parece a Moony! – soltó Sirius, inclinándose tanto para ver mejor que casi se cae por la ventana - ¿Qué hace ahí- oh... ejem...

Sirius agradeció que estaba solo para que nadie fuese testigo de lo que estaba viendo. Las dos figuras se abrazaron, besándose con ternura, y Sirius vio como la mujer quitaba con mucha suavidad la camisa a su amigo.

-Hora de irse – farfulló avergonzado, dándose la vuelta y bajando a toda velocidad las escaleras – Hora de irse, hora de irse... Yo nunca he estado aquí.

En un segundos estuvo de vuelta en su casa, tosiendo y cubierto de hollín. Con los nervios se había olvidado "Las reglas básicas de viajar con polvos Flu", con las visibles y obvias consecuencias.

-¿Y el profesor Lup-

-No preguntes – exclamó Sirius, volviéndose a poner rojo – Yo nunca he estado en su casa.

-Pero, ¿qu-

-Prométeme que nunca le dirás que he ido.

-Claro, pero...

-Ensayemos – dijo, poniendo voz de grabadora – "Sirius, después de que volvió de TRABAJAR, estuvo TODA la noche contigo viendo fotos, sin separarse de ti ni para ir al baño... bueno, esto último no hace falta que lo añadas". Venga, ahora repite.

Harry, intentando contener las ganas de reír y preguntándose si su padrino no se había dado un golpe en la cabeza al salir de la chimenea, repitió todo poniendo de forma solemne.

-Muy bien, muchas gracias.

-Ahora puedes explicarme qu-

-Por ser tan buen ahijado – interrumpió Sirius, cambiando de nuevo de tema – Voy a darte una sorpresa. Sube y mira dentro del armario del extremo de mi cuarto.

Harry se levantó con desgana, preguntándose si su padrino le habría comprado una túnica o unos zapatos nuevos... eran cosas que se guardaban en los armarios, ¿no?

Cuando llegó, vio un millón de puertas (el vestuario de Sirius era bastante completo). Se quedó parado... sorprendentemente a Sirius se le había olvidado que las cosas suelen tener DOS extremos. Abrió el de la derecha y cogió una caja de zapatos que parecía nueva.

-Sorpresa, ¡zapatos! – exclamó para sí mismo, levantando la tapa. Se quedó sin saber que decir al ver un montón de cartas y algún que otro mechón de pelo de mujer. Levantó una de las cartas y leyó el remite. ¿Sirius le regalaba sus cartas de amor de juventud?

En ese momento entró Sirius, sonriendo, y se apoyó en el marco de la puerta. (Nda. Sigh... k sexy)

-¿Qué? ¿Te ha gustado?

-Las cartas de amor pueden servirme para aprender a escribirlas, pero no sé que hacer con este mechón rizado rubio – comentó Harry, levantando el mechón en cuestión.

Sirius se puso rojo hasta los calcetines y voló hasta Harry, arrancándole la caja de las manos y hundiéndola de nuevo en las profundidades más profundas del armario.

-¡Ese no era! – exclamó, con una extraña voz de pito – Era el otro armario.

-Pues especifica – cortó Harry, yendo al otro armario.

Abrió la puerta, esperando encontrarse esta vez una túnica reluciente... No fue poca su sorpresa al ver un enorme y alargado paquete. Lo sacó y se agachó en el suelo, desenvolviéndolo a toda velocidad.

-¡¡JODER!! ¡PERO SI ES... MIRA, SIRIUS, ES UNA... – balbuceó, señalando con un dedo tembloroso a la brillante escoba.

El adulto tenía plasmada en su cara una sonrisa de oreja a oreja. Casi se cae al suelo cuando Harry le placó para darle un abrazo.

-Veo que te gusta – susurró Sirius, intentando separar a la lapa de su ahijado, que parecía haberse pegado a él – He comprado a Remus otra igual, y yo tengo otra.

-¡¡¡¡VAMOS A PROBARLA!!!!

-¿Ahora? ¡Pero si no se ve nada!

-¿Y qué? – exclamó Harry, en una mano su escoba y con la otra arrastrando a Sirius como cualquier cosa.

Sirius le seguía tropezando cada dos pasos, y por poco no baja las escaleras haciendo surf sobre los incisivos.

-Luego ya me contarás cuando te espachurres contra alguna lechuza – le advirtió, inútilmente - ¡¡Por lo menos deja que coja mi escoba!! No querrás que vuele batiendo los brazos, ¿no?

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N/A: Y aquí esta el xapi 7!! ¿Qué os ha parecido? Aquí ya todo queda más o menos concluido, sobre todo la relación con Karim. Con Irina todavía queda el pequeño problemita que representa su marido, pero eso ya se verá en el próximo xapi . Venga, dejadme opiniones, que me animan muxo.

En este ya todo se ha puesto algo más romántico, ¿verdad? No sabéis lo que me cuesta escribir las escenas Remsie-Irina... ahg! Es k no me inspiro. Entro en un bloqueo neuronal y nada, ni a tiros. Pero bueno, yo hago lo que puedo y espero que os guste el resultado. Y me dejo de idioteces ya, y paso a los agradecimientos de este xapi. Sé que debería contestaros a todos en plan largo y eso, pero... ejem, después del 8 subiré un pequeño epílogo de agradecimientos y os dejaré mensajitos a todos, o algo así. No sé, algo se me ocurrirá.

Por cierto, id a visitar la web de fics que tengo con unos amigos. Va de Fanfics y Fanarts, y podréis encontrar todos mis fics y muchos más, todos muy buenos y recomendados. Podréis exponer vuestros fics y dibujitos además. Espero veros por allí. La dire está en mi biografía de aki, okis?

Agradecimientos por sus reviews a: AnnaTB, Angie Crowe, Leonita, Algida por sus reviews, y también a KaicuDumb, a OrionBlack y a Mina, porque sé que se lo han leído. A los que lo leen y no dejan review, para que algún día se animen. ¡¡Muxos bexitos a todos!!

UNA PEQUEÑÁ AYUDA - Si estais registrados, en el mismo sitio donde dejais reviews, si elegis Author Alert os llegará cada vez que actualice una historia un mail avisandoos. Es muy útil, os lo aseguro.