La mayoría pertenece a Tolkien, el poema del final pertenece a Bécquer y la idea del espejo a Joanot Martorell

Tanto Isil como Iridiel pertenecen físicamente a Elian y psicológicamente a mi.

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1. Reflejo de Luna

Solo faltaba una alba para entrar en la ciudad de los Galadhrim. Esa noche. Esa luna. Esas estrellas brillando por todo el cielo. Y esa mirada, verde de Nimphterin con la luz de las estrellas nocturnas brillando siempre en sus ojos. Solo un alba faltaba para verla. Pero con el pesar de la situación que provoca este reencuentro. Suspiró. Esos eran tiempos oscuros y se tenían que agarrar fuertemente a la luz para no desfallecer. La luz de sus ojos y su piel blanca le acompañarían siempre. No importaba cual desesperada fuera la situación. Él siempre lucharía para mantener su luz a salvo.

La guardia hacia que cada vez sintiera más añoranza por esa tierra de luz que se extendía a su espalda. Era una tortura mirar hacia la negra oscuridad que se cernía delante: imperiosa, dominante y demandante de opacar esa claridad. Por eso tenían que luchar. Para mandar lo tenebroso lejos y destruir esa amenaza para toda la Tierra Media.

Miedo. La batalla se acercaba y temía enormemente el reencuentro. ¿Cómo iba a explicarle que le mandaban a Mordor? ¿Cómo le explicaría en el que pudiera ser su último encuentro?. Suspiró.

Solo faltaba un alba. La espera: eterna como las edades que nunca dejaban de sucederse.

El sol despuntaba ya cuando emprendieron el último tramo hacía los bosques de Lothlórien. No se oía nada excepto el fregar suave de los centenares de pasos élficos que se sucedían y el rechinar de algún caballo. Y a lo lejos se oía el suave tintineo de unos pocos elfos cantando; eran los más jóvenes que, al final de aquella procesión silenciosa, cantaban para ahuyentar el miedo a la sombra. Cantaban sobre los Valar y también cantaban sobre los bosques que teníamos delante, eso era comprensible por que ninguno de aquellos niños los habían pisado.

Los pensamientos me poseyeron recordando la primera vez que crucé la frontera de esas tierras. Apenas tenía doscientos años, era un chiquillo en toda regla, pero ya estaba instruido en las artes básicas y cada vez me perfeccionaba más. Estaba asombrado por todo lo que escuché de las canciones que contaban en mi tierra natal, el bosque verde, pero más me sorprendió ver la luz que podían llegar a albergar los mállorn, acostumbrado como estaba a la oscuridad de mi tierra. Además Lothlórien no daba esa sensación de constante amenaza que dejaba Dol-Guldur, si no que la magia invadía el lugar dejando a su paso un ambiento místico... Pero si por algo recordaría su primer viaje a Lothlórien sería por el encuentro que ahí se aconteció....

~~~~~~ Flash back ~~~~~~

Andaba ya por en medio del bosque, contemplando las estrellas y la ciudad de Caras Gladhron se erguía imponente a mi derecha con cientos de luces brillando entre las ramas. Simplemente era imposible no maravillarse con la hermosura del lugar, incluso se atrevería a decir que las estrellas eran más brillantes y numerosas que en cualquier otra parte. Se sentía una magia poderosa en cada suspiro de vida.

Era una noche preciosa que en lo único que se había de lamentar era la falta de la luz plateada de la luna, ya que se encontraba en luna nueva. Pero a falta de su hermana las estrellas intentaban cubrir con su luz lo que isil dejaba oscuro.

Perdido en sus pensamientos llegó a la orilla de un pequeño lago, más bien de un estanque de aguas tranquilas cual superficie de un espejo, sonrío para sí. Esas aguas reflejaban las estrellas como si en su lecho reposaran miles de cristales con una gran perla de mar reflejando una luna oscilante... Eso debía ser una ilusión, no había luna aquella noche. Miró al cielo para ver si había sido su mente que había contado mal los días des de que llegó. No, no había luna en el cielo, Isil se mantenía oscura, ¿entonces que era lo que se reflejaba en las aguas?

- Extrañas horas escoges para pasear solo y lejos de los otros...

Levanté la vista pues no había oído a nadie acercándose...

-¿Eres un espíritu de los árboles o de la luna que no te dejas ver ni ningún ruido produces?-dije lleno de confusión.

-Produzco ruidos al andar como cualquier otro de nuestra raza. Pero me parece que nuestro elfo silvano no me ha oído absorto como estaba en mirar las estrellas.

-No desearía ser descortés pero debes de ser un espíritu pues no oigo ni tu respiración.

-Respiro suavemente para no estorbar la paz de este lugar y te repito que no soy un espíritu, soy una elfa que reside en estos bosques des de que puedo recordar

-¿Una elfa? ¿Y dónde estás que no te puedo ver?

- Un poco ingenuo si que eres, pues me has visto en el estanque en el momento en que me he asomado por estos árboles.

-Debe de tratarse de un error, yo no he visto ningún ser de mi especie después de salir de la ciudad. ¿O ... sí...?- ahora que lo pensaba ¿podía haber sido la luna oscilante su cara?.

Me alejé unos pasos del agua para poder vislumbrar bien el sitio de donde procedía esa voz. Entre dos troncos había una dama, de ojos verdes con cabello del color que se perdía entre el azul del mar y el verde de las nímphredil, y que le caía libre sobre la espalda donde se encontraban con un vestido blanco y azul. Era bella, de eso no cabía duda, pero también era joven pues en sus ojos no había hecho hueco el pozo de los siglos y milenios.

Me sonrió, luego miró hacia el cielo estrellado y habló con la voz fina que había usado hasta ese momento.

- Una vez ya me dijeron que no me enamorara de la noche por que, luego, no ves nada de este mundo en cuanto esta te envuelve, primero no lo creí, pero ahora lo veo claramente. He aquí un enamorado de la noche en busca de su amada.- una risa se escuchó llenando de campanillas ese lugar y haciéndolo aún más etéreo.

-Entonces me parece que estás interrumpiendo la velada.- dije yo con aire seguro, si quería jugar, jugaríamos a ver dónde nos llevaba.

-Pero el elfo dorado no se ve con mucho enfado, ¿acaso no es de la noche de lo que está enamorado? ¿Será del bosque? ¿O pensará en la mar lejana?- un brillo divertido se dibujo en sus hermosos ojos.

-No sé aún a lo que amo. Pero si sé que hemos hablado de este "pobre" elfo enamorado, ¿Y que dice la dama de la luz de la luna? ¿De quién está enamorada Isilme* que pasea tan tarde?- Este era una estocada que, juguetonamente, tendía a satisfacer mi curiosidad por tan bella dama de mirada infantil.

-Ya lo he dicho: he estado enamorada de la noche.

-¿"he estado"? Me parece que no ha respondido la pregunta. Si en el pasado estuvo enamorada de la noche estrellada, ¿Ahora a quién cela la preciosa dama?

-¿Y como se llama el elfo que quiere saber quien está en mi corazón?

- Está evadiendo una pegunta con otra...

-No, -interrumpió- lo que me causa un poco de dolor y, al menos, me gustaría saber a quién le estoy dando tal confidencia.- Su cara había perdido el aire de diversión infantil que tenía para revestirse de seriedad que rallaba lo triste. Aquel hecho me supuso que la había herido con recuerdos dolorosos, puede que después de todo no fuera tan joven.

-Lo siento si la herí con mis palabras atrevidas.- me disculpé, solo me faltaba eso, ¡conocía a una gran dama elfa y lo primero que hago es herirla!- no tiene por que contestar...

-Por favor, no te disculpes, es solo que me trae recuerdos y muchos de esos no son los momentos más felices de mi vida.

-Iridiel es mi nombre hermosa dama de luna y me sigo disculpando porque tal osadía no se tiene que permitir en un primer encuentro- le sonreí para hacerle entender que no había pasado nada.- es más, me ofrezco a acompañarla, si usted lo desea, hasta su destino en esta noche, pues me parece que la interrumpí en su caminata nocturna.

-¿Y no quieres saber mi nombre?

-El camino es largo, si conviene me lo puede decir durante el trayecto.- dije mientras ofrecía mi brazo, el cual ella aceptó agradecida

-Por favor, tutéame, si no me siento muy distante.

-Por supuesto, y ¿dónde te dirigías a estas horas?

-A la ciudad, volvía de ver a un amigo en las fronteras...- por su mirada diría que era algo diferente de un amigo.

-Pero te has desviado, por aquí no están las puertas de la cuidad, tendrás que recorrerla toda para poder entrar.

-Siempre me desvío, me gusta andar debajo las estrellas y el follaje de los árboles. Además hoy me parece que disfrutaré más de este trayecto, pues me acompaña un elfo hermoso y de buen hablar.

-También te dejas que gracias a este trayecto has conocido a este elfo tan bien preparado- este comentario le arrancó una sonrisa.

-¡Por Eru! Y me pensaba que había conocido a un elfo que no se pavonea.- me miró divertida y yo me hice el ofendido.

Continuamos hablando a la vez que la ciudad avanzaba acercándonos cada vez más a sus puertas. A decir verdad no ponía mucha atención al tema o a las palabras que pronunciábamos, solo me bastaba mirarle a los ojos para que las palabra se hicieran superfluas. Causante de que cada vez más abundaran los vacíos entre estas.

Ella también lo notó y, supongo, que ese era el motivo por el que cada vez que nuestros cuerpos se rozaban más de lo normal se ponía tensa. No sabría decir si a mi me ocurría lo mismo, solo tenía sentidos para la misteriosa elfa: sus movimientos, su respiración ligera y su andar fugaz. Tan absorto estaba que no percibía nada más, las murallas quedaron obsoletas en mi mente y ni a la puerta por la que pasamos daba importancia, mi mente solo reconocía a la dama cuya cara confundí con la luz de la luna...

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Sí, así le llamaría des de aquel encuentro: Isilme o simplemente Isil. Le satisfacía que nadie más le llamase así, pues tenía muchos nombres, pero así solo le llamaba él. Simplemente le ofreció este privilegio. Así como ella le llamaba con un nombre con el que nadie le conocía. Incluso le sorprendió la primera vez que lo usó. Pero eso era ir demasiado deprisa.

Después de ese primer encuentro se encontraron muchas veces, ya que él iba frecuentemente a Laurelindórenan. Pero siempre como amigos, amigos que hablaban juguetonamente como si dos infantes se tratarán. También teníamos nuestros momentos de disputas, pero todo quedaban en palabras vanas, pues sabíamos que las palabras no eran de corazón. ¿Así empezó a quererla como amigo o la quiso des del primer momento en la que la vió reflejada en el estanque?. Así nunca supo cuando ese aprecio profundo que sentía por ella se convirtió en el más ahogante de lo sentimientos, sé que ese sentimiento debió de ser muy diferente, pero él lo oprimía. No quería que si le dijese la apartase. Tenía miedo del rechazo....

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Estar solo con tus pensamientos nunca fue tan agobiante. Le carcomía las entrañas lo que ella pudiese decir o pensar en cuando le dijera sus sentimientos. Así que allí estaba: solo. Solo y con un útil, lo había hecho él mismo. Sabía que otros se habían declarado solo logrando la huída de ella como si fiera un pájaro espantadizo. Incluso había rumores que había rechazado a altos elfos, pero no se sabía con certeza. Su propia cara le dio un claro mensaje: estaba confuso. Tenía dos opciones y eligiera una o la otra sabía que podía perder. El reflejo aún no había cambiado, incluso ahora veía nítidamente como la confusión y los nervios lo mordían por dentro. Lo retiró haciendo que su reflejo quedara en la sombra, ¡tenía ganas de gritar! Pero de su boca no salía ni un sonido, ni siquiera para lamentar por su corazón. Ni un suspiro, ni un eco de este. Levanté la cabeza hacía el cielo que tantas veces había admirado, pero ahí tampoco estaban las preciadas respuestas. Volvió su cara al suelo, esperando que la luz tornara a la oscuridad. A ver si esta podía opacar y llevarse esos pensamientos oscuros con ella...

Volvió a observar el cielo y vió con asombro que este ya estaba moteado y un azul oscuro empezaba a recorrer sus horizontes...

-¡Vaya! ¡Así que sí que viniste al final!- esa voz me sorprendió, ¿ya había cumplido con sus deberes? O ella iba muy rápido o él se volvió a quedar perdido en sus pensamientos. Optó por lo segundo. Últimamente era propenso a ello. – ¿qué tienes ahí?- preguntó con aire infantil.

-Algo no muy interesante mi Isilme- respondí ocultándome el objeto en la espalda para provocar más curiosidad en ella.

-¡Pero si ponías una cara mirándolo! Seguro que es una de tus canciones, ¡me encantaría oírte cantar esta noche!- sus ojos empezaron a brillar. Sí, ya conocía su gusto por las historias y las canciones, pero esto ya rallaba a lo angustiante pues últimamente no había parado de pedirle una.- ¡Y no me vas a dejar otra vez otra primavera sin escuchar tu voz cantando en uno de los talan!

-No es una canción, hermosa.- dije con una sonrisa misteriosa- sino un retrato.

-¿un retrato? ¿pintado por ti?- ahora la luz de sus ojos cambió pero no supo decir a qué.

-No, pintado por las aguas profundas que habitan en la tierra.

-¿y que ese perfila en tal obra? ¿Paisajes de ensueño? ¿las fiestas de Imladris? ¿O las casas y salones del bosque verde?

-Has respondido erróneamente Luna, es simplemente el retrato de una dama.

-¿Una dama?- ahora tenía un tinte preocupado en la cara pero rápidamente cambió a la curiosidad de siempre.-¿Y se podría saber que dama es la que os tiene con tanta tristeza y confusión cómo la que mostrabais?- ahí iba la pregunta y la respuesta que quedaría para siempre enmarcada, fuera cual fuera la reacción.

-La dama que ocupa mi corazón, no puedo deciros más de ella o sea que no insistid.

-Pero tal dama os tiene con tristeza y si estás triste también me pertenece a mí ayudaros en lo que haga falta.

-Ella no me tiene con tristeza.- sonreí francamente- pero si me tienen mis pensamientos para con ella, ya que sé que ella ha tenido muchas proposiciones y aún no me atrevo a decírselo, pues tiemblo ante la posibilidad de un rechazo.

-¡Pero que dices! Ante tus palabras y a tus pensamientos serían ante los que tendrías que temblar. Y ahora lo que te diré tómalo como del alma, no hay elfa o mujer que no te merezca y que no te pueda querer y si ella te rechaza es ella la que no te merece, pues cualquier hembra estaría orgullosa de tenerte a ti, Iridiel hijo de Itiladil, como fiel compañero o marido.- Si, eso era lo que pensaba para con otra pero ¿qué pensaría para con ella?

-Ahora, dime- continuó- ¿quién es? Por que te podría ayudar, podría comentarle sobre ti.- esta vez identifiqué un ligero cambio en la voz, era más grave y ronca, como si le estuviera costando mucho decir esas palabras, ¿o sería su imaginación?. Solo había una manera de saberlo. ¡Pero que haría si la respuesta fuese "lo siento pero no"! ¡No podría soportarlo! Isil era ligera y con un movimiento brusco se podría ir con la suave brisa de primavera... Impidiendo que los pensamientos me poseyeran otra vez, lentamente dejé de esconder el útil en mi espalda, pero aún sin dejar ver la cara que escondía y, con este gesto, dejando a la vista los relieves y acabados de plata que perfilaban y componían tal objeto.

-Te aviso que la imagen que verás me puede dar otra vez la vida o quitármela de la forma más angustiante.- dije lentamente mientras que, igual de veloz que mis palabras, le acercaba tal objeto de plata boca abajo para que aún no supiera que es.

-No digas incoherencias, ¿cómo una imagen puede decidir tu futuro?

-Ya cambió mi destino el día en que vi una luna reflejada en un lago...-susurré, provocando otra vez una mirada de ella que no supe clasificar. A la vez que alargaba la mano para coger mi obsequio.

Lo cogió como si fuera muy pesado. Y, sin dejar de mirarme a los ojos, lo levantó hasta que estuvo a una altura en que ella pudiese ver bien el rostro de la dicha.

Su cara pasó de la sorpresa al blanco y, luego, una interminable sucesión de sentimientos le cruzó por la cara, hasta temí que se fuera a desvanecer ahí mismo.

Pasaron unos segundos interminables, hasta que yo entendí, y como una alma en pena que era me alejé de ahí rápidamente sin dejar que palabra alguna llegara des de aquel lugar.... o para no dejar ver como mi alma y corazón se rompían en incontables pedazos.

Primero es un albor trémulo y vago

Raya de inquieta luz que corta el mar;

Luego chispea y crece y se dilata

En ardiente explosión de claridad.

La brilladora luz es la alegría,

La temerosa sombra el pesar;

¡Ay!, en la oscura noche de mi alma,

¿Cuándo amanecerá?