La situación geográfica y las razas pertenecen a Tolkien, Iridiel y Arien pertenecen físicamente a Elian y psicológicamente a mí.
Aclaramos cosas. Arie, Elaëar e Isilme son la misma persona, tiene diversos nombres por su vida y sus misterios que en su hora serán relatados.
Capítulo 2: ¿A quién?
La luna brillaba tenuemente al estar en cuarto menguante, pero aún así se colaba bastante de su luz por el ventanal. Iluminando un cuarto con una mesa y varias estanterías repletas de libros e objetos de decoración diversos. Y, de pié un lado del ventanal había una chica de ojos verdes y pelo azul verdoso ataviada en un precioso vestido gris y verde, colores propiamente comunes de los elfos de Lórien. Dicha chica estaba absorta mirando la luz de las estrellas, pero también miraba preocupadamente al horizonte.
-¿Por que tienes tanto miedo a que venga?- preguntó una dama de ojos azules, pelo rubio plateado que lucia un vestido blanco.
-Por la simple razón de que no quiero perderle...- dijo la dama de ojos verdes.
-Si viene no tiene por que ir.
-Perdona mi firmeza en este asunto pero siento que algo está por venir.
-Así espero que sea una boda y un pequeño elfo correteando por este salón- dijo divertida a la otra dama.
-Espero que sea más de uno...- dijo dejando de observar el exterior para sentarse en una de las sillas de la mesa.
-¿Más de una boda? ¡chiquilla, piénsatelo! ¿Cómo harás para mantener contentos y bien atendidos a tantos elfos? Si con la suerte que tienes de tener a uno de tan buen porte no sé como se te puede ocurrir.- negó la cabeza divertida
-Pero Amarië, ¿de quien estás definiendo las esperanzas?- dijo divertida- ¿De la pequeña elfa que tienes delante o estas reflejando tus más queridos deseos que esta sociedad de sentimentalistas no abarca ni aprueba?
Los ojos azules de Amarië brillaron divertidos ante tales palabras:
-Y tú sigues definiendo todo con el lenguaje de las estrellas, o sea, con un lenguaje inexpugnable.
-Yo me expreso bien.- Dijo un poco ofendida.
-¡Claro!-continuó Amarië- Eso lo dices por que no te has parado a pensar ni lo que hablas cuando ese elfo del bosque Verde esta cerca...- este comentario hizo que en las mejillas de la otra elfa apareciese un pequeño rubor.- ¡Ay, Elaëar! No lo quise decir con esa intención. Solo que... ¡¿quieres dejar de pensar en ese momento y de poner esos ojos llenos de estrellitas?! Es que me das una envidia...
-Eso se puede arreglar,- dijo Elaëar- puedes coquetear y atrapar aquel elfo de la guardia... ¿cómo se llamaba? ¡Ah,! Sí, Orophin, pero no sé si tal elfo estaría a la altura... pero lo único que te puedo decir es que con tu instinto de cazadora de elfos no hay quien se te escape, ¡Si hasta tuve que proteger a mi Irima para que no cayese en tus redes cuando estabas intentando soltar tus encantos delante de aquellos guardias!
- ¡Ah! Sí, eso- rió divertida- espero que no interrumpiese algo importante, pero es que, entiéndelo chiquilla, esos no eran como para dejarlos escapar.
-aún no se como no te ha dado por asentarte, o al menos la cabeza... – dijo la dama de ojos verdes.
-¿Yo? ¿asentarme? ¡Pero si aún estoy en la flor de la juventud y de la locura!
-Sí, con más de cinco mil años...
-¡Oye! Que no se me notan.
-En eso te doy la razón, eres igual de irresponsable que un pequeño elfo de cincuenta primaveras.
-¡A mucha honra y por muchos años!- replicó la dama de ojos azules.
-No cambiarás nunca
-No- levanto una mano hasta su pecho- nunca.
La chica de ojos verdes se levantó divertida de la mesa y fue hasta el final del talan. Volvió a observar el horizonte de árboles. Le había parecido oír un cuerno. Y había agitación en lo bajo.
Sin previo aviso que el cuerno aparecieron muchas figuras en el suelo. Todas avanzaban en línea y medio cabizbajos.
-Ya están aquí. – dijo susurrando Elaëar.
-Tranquila, no te vayas tan pronto. –contrarrestó Amarië- recuerda que primero se van a reunir.
-No le veo, y no conozco a nadie...
- ¿Me estás escuchando, niña?
-¡Llevan puestos los yelmos! ¿Por qué no se los han quitado?
-Puede que lleven prisa. Piensa que ya llevan dos días de retraso por el incidente en las montañas.
-Pero ya los tendrían fuera ¡ya han pasado las puertas!
-Ya veo que hoy no me escucharás. Pues anda ¡ve!
No faltó decir ese comentario otra vez, pues la dama de ojos verdes ya estaba en las escaleras.
-Tiene oído de elfo y solo escucha una palabra de entre mil- gruñó para si Amarië.
Veloz bajaba ya Elaëar, escalón tras escalón. Casi ni rozaba la blanca madera, causa de que estuviera a punto de caer en más de una ocasión. Pero eso poco le importaba ya. En su mente solo tenía una cosa: encontrarle, antes de que fuera demasiado tarde. Tenía que asegurarse, solo eran invenciones de ella. El sueño de hace años. La opresión del pecho desde que se fue a Imladris. Todo eran mentiras, él nunca la dejaría. Pero, el sueño...
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Hacía ya más de veinte años desde la primera vez que vio a Iridiel, luz y sombra había visto su amistad, como todas. Era como un infante cuando quería y tenía los detalles del elfo más sabio.
Amarië, la elfa a la que consideraba como una hermana mayor y su mejor amiga, le había dicho muchas veces que me había enamorado de él, yo se lo negaba, confirmando una y otra vez que solo era amistad lo que nos unía. A ello siempre respondía lo mismo: "entonces no te importará que me lo quede yo" a lo que siempre acababa conmigo molesta, lo que le ponía de buen humor ya que reafirmaba otra vez su punto. "hay, chiquilla, no sabes lo que tienes, si lo tuviera yo..." siempre decía. Pero mi punto de vista era diferente, ahuyentaba todo sentimiento de mi, pues tenía miedo. Una de las noches después, y antes si la memoria no le fallaba, de su primer encuentro había tenido un sueño, más bien una pesadilla, que se repitió tres veces:
El crepúsculo brillaba rojo en el horizonte y entre los árboles se filtraba la luz rojiza. Un reflejo de si misma, un beso, caricias, manos, palabras, boda sorda, palabras, lágrimas, sangre. La noche cayó sobre el cielo como un manto negro, no había estrellas, todo era oscuridad, tristeza, dolor, putrefacción, sangre, carne podrida, susurros lejanos, el este.
Un reflejo de si misma. Un beso. Oscuridad. Una luz tenue.
Y lo entendía, sabía que decía, cual mensaje era. Si se unían, si dejaba ver y saber de su amor y pasión, se separarían, el que se podría, sangraba y susurraba era él, Iridiel, y no podía dejar que pasara. Sacrificios para que otra persona viviera. Aún que le parecía que no lo había de evitar mucho, pues se rumoreaba de que en Imladris tenía él una amante. Le dolía que no fuera ella, pero se dice que lo que quieres es la felicidad de a quien amas, y así lo quería ella. Simplemente al final se acabaría casando y compartiendo su inmortalidad como cualquier otra elfa.
Hoy había llegado, se lo habían dicho, y también le llegó un mensaje de él, "Por favor mi Isilme, agráciame con tu presencia al anochecer en las aguas donde te reflejaste pues tengo una cosa que decirte. Hasta entonces, Iridiel." ¿Por qué al anochecer? ¿Tendría que atender a los encargos durante todo el día?
-Simplemente querrá pasear contigo a la luz de las estrellas- dijo sonriendo Amarië- Además te va bien, ¿no te acuerdas que hoy tenemos que ir a ayudar a tejer con la señora?
-Claro que me acuerdo, pero...
-¡Hay! ¡Ya estás con tus peros y tus suspiros! Aprovecha que estarás en tan buena compañía y punto, además no sabes cuando se volverá a ir. Y... empecemos a ir nosotras porque si no llegaremos tarde.
Y casi llegan si no hubiese sido por Amarië que sacaba de las cavilaciones a Elaëar cada diez metros.
El tiempo pasó relativamente deprisa entre sus pensamientos y pronto el manto estrellado quiso ponerse sobre esa tierra. Y, aún perdida en sus pensamientos, salió de la ciudad en dirección al estanque. Entonces el horror la embargó, ¿y si el reflejo de si misma era el estanque? Sus aguas podrían confundirse perfectamente con un espejo. ¿significaba eso que ese encuentro era el que empezaría todo el círculo? ¡No podía arriesgarse! ¡No iría! Pero...tenía que ir. Según él, tenía una cosa que decirle. Además, por más que lo negase Amarië tenía razón, no sabía cuando se quedaría, ni si tenía que partir mañana mismo con el alba. Si no asistía puede que no lo volviese a ver durante bastante tiempo, conjuntamente con que Iridiel pensaría que no lo quería ver y eso le dolería. ¿Separación o sufrimiento? ¡Pero que pensaba! Si las dos cosas van unidas, cualquiera que escogiera la otra vendría por si sola.
Pasó junto a unos árboles y se encontró con un elfo rubio de ojos verdes perdido en sus cavilaciones. Miraba algo que tenía en sus manos, seguido, escrutaba el horizonte o el cielo con una mirada llena de angustia y preocupación. Era Iridiel y también era raro, pues casi nunca lo había visto así.
-¡Vaya! ¡así que viniste al final!- dijo más para si misma que por él, entonces cayó en la cuenta del objeto- ¿qué tienes ahí?
-Algo no muy interesante mi Isilme- dijo Iridiel escondiendo el objeto a su espalda.
-¡Pero si ponías una cara mirándolo!- dije y, teniendo en cuanta las palabras de Amarië continué- Seguro que es una de tus canciones, ¡me encantaría oírte cantar esta noche!- Y sobre todo le gustaría que cantase una canción para ella, pero no podía ser, se complacería con solo oír su voz cantando a la belleza de la naturaleza o a leyendas-¡Y no me vas a dejar otra vez otra primavera sin escuchar tu voz cantando en uno de los talan!- sobre todo si te tienes que ir mañana, añadió mentalmente para si.
-No es una canción, hermosa- dijo Iridiel con una sonrisa- sino un retrato.
-¿un retrato? ¿pintado por ti?- empecé a preocuparme, tenía un presentimiento que no sabía como definir, como cuando se toca con una mano agua hirviendo y con la otra agua helada.
-No, pintado por las aguas profundas que habitan en la tierra.- ¿Cómo? ¿cómo podía una pintura estar trazada por aguas profundas de la tierra?
-¿y que ese perfila en tal obra? ¿Paisajes de ensueño? ¿las fiestas de Imladris? ¿O las casas y salones del bosque verde? –pregunté vagamente pues ya sabía que no sería nada de eso
-Has respondido erróneamente Luna, es simplemente el retrato de una dama.
-¿Una dama?- ¿serían verdad los rumores? ¿le pediría consejo en el amor? No. Simplemente no podría. Me dolería demasiado.- ¿Y se podría saber que dama es la que os tiene con tanta tristeza y confusión cómo la que mostrabais?- ¡Por favor! No sigas con esto!
-La dama que ocupa mi corazón, no puedo deciros más de ella o sea que no insistid.- "no insistid", ¿se había dado cuenta? ¿tan evidente era? No, sería otra cosa.... seguro...
-Pero tal dama os tiene con tristeza- dije, ¡quería saber quien me lo había arrebatado!- y si estás triste también me pertenece a mí ayudaros en lo que haga falta.
-Ella no me tiene con tristeza. pero si me tienen mis pensamientos para con ella, ya que sé que ella ha tenido muchas proposiciones y aún no me atrevo a decírselo, pues tiemblo ante la posibilidad de un rechazo. – la respiración se le empezó a descontrolar. No podía dar ningún consejo, no podía darle nada. Se franca con él, dijo una voz dentro de mi cabeza, dile todo, no te guardes nada, pues ya sabes que esto no va contigo.
Empecé a hablar, sin poner atención si estaba diciendo banalidades o verdades. No me controlaba, solo volví a ser conciente en cuanto formulé la pregunta que me había estado rondando desde hacía tiempo:
-Ahora, dime ¿quién es?- No. No podía reprocharle, solo podía hacer una cosa, hacer que se unieran y que fueran felices. Dolería, pero sería mejor así. No muerte, no oscuridad.- Por que te podría ayudar, podría comentarle sobre ti.
Lentamente empezó a sacar el objeto que ocultaba. Estaba ricamente tallado en plata, con motivos del bosque. Estaba boca abajo para que no pudiese ver el rostro. Pase mi vista del este a sus ojos, tenían un brillo extraño. Entonces dijo con palabras lentas:
-Te aviso que la imagen que verás me puede dar otra vez la vida o quitármela de la forma más angustiante- ¿qué pretendía?
-No digas incoherencias, ¿cómo una imagen puede decidir tu futuro? – dije inconscientemente e intentando sacar de mi mente las imágenes de ese sueño.
-Ya cambió mi destino el día en que vi una luna reflejada en un lago...- susurró. Sin poder evitarlo, un escalofrío me recorrió la espinada, "la luna reflejada en un lago....".
cogí el objeto, sentía que pesaba... como si todos las maldiciones y bendiciones que alguna vez recayeron sobre los elfos estuvieran impresas en él.
Aún con la mirada fija en sus ojos empecé a levantarlo, mi alma y mi corazón no querían que mirara, ¡te dolerá más de lo que imaginas! Me gritaba el alma, mientras que el corazón y la mente me impulsaban a mirar, solo una vez, y después... ya veremos que ocurrirá y "nunca se sabe" acabó el corazón.
Desplacé la vista de los irises verdes al preciado y maldito objeto. Me quedé horrorizada, clavada sin poder pensar nada. ¡NO! ¡Esto es un sueño! ¡Es el sueño!
Era un espejo, mi reflejo me miraba horrorizado desde el otro lado.
Recordé. Un reflejo de si misma, lagrimas, sangre, oscuridad, putrefacción, oscuridad, dolor, susurros asustados, angustia, terror, desesperanza, descomposición, miedo, sufrimiento, depresión tenebrosidadsangrecarneputrefacciónangustiamiedorencorodioinmisericordieespiraldolormuerteresentimientocansanciomuerte....
Se tubo que recostar al árbol que estaba a su lado para no caer. La cabeza le estaba oprimiendo el celebro, no podía pensar, solo oía palabras, palabras que la arrastraban en una espiral, en un remolino de sensaciones y premoniciones.
Le retuvo un momento volver a poner orden en el caos de su cabeza. En el momento que volvió a poder ver, oír y estar en todo control de sus sentidos se dio cuanta de que Iridiel ya no estaba, se había ido. Y no hacia la ciudad, si no hacia el interior del bosque, sus huellas todavía se veían perfectamente aún que solo brillaban las estrellas.
En su mano permanecía el espejo.
Era ella. Ella era la dama a quien celaba momentos antes.
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-.- Ya se que es corto pero es que si lo meto todo quedarán muy pocos capítulos. Además, así están separados por etapas.
Ahora:
D
E
J
E
N
R
E
V
I
E
W
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