Las razas y la geografía no son mías -.- son de Tolkien. ¬¬ mira que se tiene que repetir veces esto
Capítulo 3: Solo brilla una noche
Se incorporó aún mareada. ¿qué tenía que hacer? Miró otra vez en el espejo. Ese era su reflejo. El sueño... la primera avenencia. El siguiente era el beso. Pero no tenía derecho a condenarle. No por sus acciones o deseos. Tendría que escoger su propio destino, no decidir ella por él.
Era mejor así. Sin respuesta. No mentir. No... ¿sufrir?. Pero si ya lo estaba haciendo. Y tenía la certeza de que él también.
Una lágrima de desesperación corrió por su mejilla. ¡¿Qué tenía que hacer?!. No podía mentirse a si misma. Le quería y él también, pero no quería que muriera por su culpa.
¿Y si rechazándolo empiezas la rueda? ¿cómo sabes que los labios que besas son los de él y no los de otro para apartarlo?, otra vez la vocecita dentro suyo, ¿cómo sabes que una cosa llevará a la otra y no está ya predestinado? Tus acciones podrían hacer más llevadero lo que vendrá. ¿Y eso no sería ayudarlo?. Tu no decidirás por él. Él mismo ya ha decidido, es lo que quiere. Y tú te has callado y él ha hablado. ¿ni una respuesta vas a dar? Vale, seguiré hablando des del silencio, pero recuerda que no sabes lo que sucederá y que puede ser que no suceda jamás. Tienes el camino marcado, ¿ves? Hay huellas de sus botas y manchas de lo que pueden ser lágrimas. Está llorando. Y tu puedes hacer que se valla parte de ese dolor. Ve, ve y también expulsa el tuyo, juntamente con tus miedos.
Sin darse cuenta estaba ya siguiendo las suaves marcas del suelo. Cada ves con más urgencia hasta que se encontró corriendo ágilmente por entre los árboles. A cada paso sentía como cada miedo y pensamiento de sufrimiento quedaban atrás. El miedo se disipaba cual niebla tardía. Y ahora los pensamientos estaban claros y sin oscuridad. Si empezaba la rueda ella la podría frenar, estaba segura.
Llegó hasta un lugar en que los árboles ocultaban la luz celeste. Y allí, entre las sombras, había una figura. Estaba sentada y abrazaba sus rodillas. Lo único que arrollaba luz de entre esas sombras era los reflejos de un rubio cabello y los de unas lágrimas plateadas que brillaban entre esa oscuridad.
Me acerqué sigilosamente, la oscura figura no se movió. Puede que ni se percatara que estaba allí, a unos pasos detrás suyo.
Me paré para observar a esa figura, ahora oscura, y antes estaba llena de una luz sobrenatural. La amargura y el dolor llegó antes de lo que predijo el sueño. Y era ella el que lo estaba provocando. Puede que no serían sus acciones, entonces ¿por qué ir en contra del destino si no era la hora?
Dio otro paso adelante. Que débil era ahora la luz, si tan solo ella pudiera devolverle parte de la que tenía...
Se dejó caer suavemente sobre sus rodillas y con sus brazos lo rodeó. La silueta se tensó al sentir el contacto.
-¿I...Isilme?- balbuceó
-Ssshhh. Tranquilo, si el averno viene ya veremos que pasará- murmuró.
-¿Pero entonces?- dijo girándose hacia ella- ¿a...antes?
-Era yo- dijo con una débil sonrisa- ya sabes, siempre perdida en mis cavilaciones.- le dio un beso tierno.- Y no te preocupes más mi Irima* y vuelve a la luz.-le besó dulcemente las lágrimas que aún se mantenían en su mejilla y luego volvió a besar sus labios largamente.
No sabía cuanto tiempo estuvieron allí, fundiéndose en un beso, en medio de la nada. Hasta que se separaron y se quedaron ahí. Ahora Iridiel también tenía a Elaëar rodeada con sus brazos y la estrechaba contra si, como si temiera que si la soltara se iría. También Isilme sentía eso, pues creía que se había dormido y que era un dulce e anhelado sueño. Pero no lo era, se dijo cuanto sintió los labios de Iridiel dándole un beso en la frente y susurrándole un "gracias"
Lentamente se levantó ayudándolo también. En su cara ya no había la oscuridad y volvía a reflejarse una luz tenue que iba aumentando a cada suspiro.
-Ven acompáñame y ya veremos donde nos conduce el camino.- lo cogió del brazo y empezaron a seguir un sendero. Un sendero que les condujo al estanque donde se habían encontrado tantas veces como amigos, pero ya no más, ahora se verían como pareja.
Miró al espejo, ahora reflejándolos a los dos.
-¿Qué haces mi Luna?
-Ver una pareja joven superando los miedos.
____________________________________________________________________
Sí, ese día superaron algunos de sus miedos. Pero no todos, pensaba Elaëar mientras acababa de bajar los últimos escalones y llegaba al suelo, pues se había cumplido la segunda avenencia del sueño, y eso aún la carcomía un instante antes de conciliar el sueño.
Llegó abajo, estaba todo tranquilo. Sin evidencia alguna de los muchos elfos que habían pisado esas calles momentos antes. Miró inquieta a banda y banda, entreviendo unos cuantos elfos del final del desfile. Se quedó parada, no había visto ninguna cabellera rubia sobresaliendo...
-Tranquila niña, ya te he dicho que primero se reunirían.- sobresaltada buscó la voz que le hablaba, para encontrarse con Amarië que acababa de bajar por las mismas escaleras que ella.
-Pero...
-Has de tener paciencia.- la interrumpió- Sobre todo en estos casos. Aún que también si vas con el espíritu inquieto no te sirve de nada. Anda, toma- le alcanzó una fruta.- que ya sabes que solo brillará hoy y, si es así, hay que aprovechar.- dijo guiñándole un ojo.
-¿Amarië, has escuchado lo que has dicho?- le miré extrañada.
-¿He dicho algo especial?-dijo devolviéndole la cara de extrañeza-¡Pero bueno, da igual! Me parece que voy a seguir tu consejo e ir a por ese elfo- sonrió y se fue por otra calle para desaparecer luego por unas largas escaleras.
Era extraño, Amarië nunca había usado las metáforas para dar un consejo. ¿O solo le había salido por suerte?. Negó con la cabeza. Era imposible saber si lo había hecho a propósito o no. Era demasiado complicada. Miró el fruto que le había dado.
-¿Pero que se propone?-dije para mi misma. Pues me había dado uno de los frutos del árbol cuya semilla se la dio Iridiel. Y recordaba perfectamente cuando fue. Le dio un mordisco y pronto el sabor dulce la embriagó al igual que los recuerdos.
___________________________________________________________________
Dos figuras se perfilaban delante la luna, una estaba en brazos de la otra y recostada en su pecho. Hablaban en susurros...
-Pues durante los descansos de las guardias explicaban una historia que pocos sabían.-susurraba Iridiel, quien tenía a Isilme recostada en sí- Relataba el origen de un fruto en lo profundo del bosque. Un fruto, que según lo que decían, reconfortaba el espíritu y te daba ánimos cuando en tu vida todo lo veías oscuro, pues él mismo te iluminaba.
En una de esas noches, se contaba que una vez, antes de un eclipse de luna, un rayo bajó de esta para ver aquel precioso bosque que cada noche iluminaba. Inocente bajó hasta el suelo e iluminaba por donde pasaba, quería ver todos los árboles hermosos para luego contarlo a sus hermanos.
Inconsciente del tiempo que pasaba, paseó por la gran superficie del bosque. Hasta que, horrorizado, vio como la luna se apagaba. Desesperado intentó volver, pero fue en vano, la luna ya había menguado del todo. Él, con su corta vida, no entendía que sucedía, de porque la luna se apagaba estando llena. En su intento por volver empezó a correr por entre los senderos.
Cuando sus esperanzas empezaron a flaquear se encontró frente a uno de los árboles más antiguos y majestuosos del bosque. Este le sugirió que, si tenía miedo de la oscuridad, se refugiara en lo alto de las ramas que desde allí podía esperar a que volviera a salir su madre. Él le explicó que pasaba, pues era viejo y ya había visto muchos de eclipses.
La luna no tardó mucho en salir a buscar a su pequeño extraviado, pero en ese rato que tardo el rayo y el árbol establecieron lazos. Así que, cada vez que el rayo podía bajar, lo iba a visitar y de esa unión salió un fruto. Un fruto que engalana el árbol una vez al año y por el día que, según cuentan, bajó el rayo por primera vez.
Pero ese fruto no es uno como se encuentran, ese tiene una cualidad especial, ya que dicen que una parte del rayo de luna quedó impresa en él. Y, cada vez que encuentra una luz parecida a su madre, brilla por que la porción que resta en la tierra extraña el manto estrellado.- y diciendo eso abrió las manos que había mantenido cerradas hasta el momento. Entre sus dedos se extendió una luz que fue acrecentando a medida que lo acercaba hacia Elaëar y, cuando extendió las palmas para que pudiera ver bien se quedó maravillada, apenas pudo contener una exclamación de sorpresa. En las palmas de Iridiel había un fruto ovalado que brillaba por si mismo con una luz que se parecía mucho a la de la luna.
Una suave risa cortó el aire y Elaëar pudo sentir como el pecho de Iridiel vibraba al son de esa.
-¿Qué te hace tanta gracia? Es muy hermoso.- dijo acercando una mano para tocarlo.
-Si es hermoso, pero solo dura una noche al año, en cambio tu luz es para siempre.- dijo dulcemente.- Además, tenéis otra cosa en común: Los dos tenéis un sabor dulce y reconfortáis el espíritu- dijo partiendo el fruto. Por dentro ese tenía varios tonos de plateado.- ¿ves?- acercó unos de los trozos a su boca, Elaëar mordió un trozo y sintió como un agradable sabor dulce se le extendía por la boca, al igual que se sentía mejor y más alegre.
-¿Cómo es que nuca oí a hablar sobre este fruto?-pregunté mientras daba otro mordico a la extraordinaria fruta.-Por que debe ser popular entre vuestra gente comer este fruto ¿verdad?
-¡Oh, sí!-rió otra vez él.-Pero no todos. Como he dicho este fruto se encuentra en lo profundo del bosque y solo los que hemos ido hasta ahí lo conocemos. Pero los otros elfos solo lo han visto cuando lo hemos comido.
-¿Y en qué festival coméis esta maravilla?
-En las bodas de los guardias mi Isilme. Es nuestro pequeño privilegio, ya que para una boda demanda que el fruto sea del mismo día.
-¿Entonces los de más alto estatus no lo comen cuando contraen matrimonio?
-No por que no saben donde están, y no se puede decir, lo tienes que encontrar por ti mismo.
-¿Y no pueden plantar la semilla?- otra vez volvió a reir, pero esta vez misteriosamente.
-Muchos lo han intentado, pero no les salía nada. Yo tengo una teoría, y es que debe de estar en contacto con la luz directa de la luna o que se la parezca. Y me parece que tu, Isilme, podrías hacer que germinara y creciera en gracia.- Del otro trozo que aún tenía en la mano sacó un bola redonda que era ligeramente más amarillento que el fruto.- Esta es la semilla, seguro que podrás hacer que crezca.
-Me das esta semilla, una semilla de un árbol especial, pero dime mi Irima, ¿cuando podré llevar la tuya y llamarte esposo mío? Cada vez me ahuyentas esta pregunta, hoy me has llevado aquí para estar a solas conmigo, mañana tienes que volver a salir hacia el bosque verde, ¿Cuándo, mi Irima, cuándo?
-Sabes muy bien que mi deber es ser mensajero, y rápida es mi cabalgadura, pero ya me gustaría que nos uniéramos en una ceremonia delante de todos, pero hoy no podrá ser, ya veremos si un mañana te podré llamar esposa.
-Eso no es una respuesta, es una guarnición escondiendo otra huída...
-Pues ven conmigo al bosque verde-me giró y me besó, comenzó dulcemente hasta que se convirtió en uno desesperado. Nos separamos buscando el aire.- Pronto,- continuó- cuando vuelva, te llevaré conmigo, pues ahora no son demasiado seguros los caminos para el viajero.
-Igual te digo, por favor ¿tendrás cautela en esos caminos?
-Claro, no querría que nada te hiciera sufrir y si fuera un intrépido sin control me parece que no me dejarías marchar.
-Tienes razón- dije yo- te ataría y te subiría al talan más alto para que no pudieras escapar de mi y así no hacer que mi corazón se acelerara cada vez que partes a llebar nuevas lejos, donde no puedo verte por lunas, incluso estaciones.
-¡Bendita prisión sería esa! Dime cual infracción tendría que cometer para llegar ahí, pues creo que mi corazón no estaría más gozoso.
-Lo fácil es llegar, pero ¿de verdad quieres saber la infracción que tendrías que cometer?- sonreí pícara. Y ese gesto hizo que Iridiel se deshiciera en risas, a las que se sumaron las mías instantes después.
______________________________________________________________________________
La primera sonrisa sincera des de hace días asomó a mis labios al recordar aquellos momentos. Y él tenía razón, con ella la planta había crecido y había florecido. Pero no hacía más de 2 metros cuando empezó a dar los primeros frutos, primero estos parecían que eran rocas de río, pero poco a poco, mientras se acercaba el día de hoy, habían ido obteniendo más brillo hasta llegar a parecer al de la luna llena. De ese encuentro hacía ya cuatro estaciones. Después de que volviera del bosque verde le dieron la orden de ir hacía Imladris a llevar nuevas, pero... había empezado la guerra. Y no sabía lo que pasaría. ¿Vendría? Eso era claro, le había dicho que la vería en cuando llegara otra vez a Lothlórien. Pero si venía tendría que ir...
-Si es así, te pido que no vengas- supliqué para lo invisible. El luminoso fruto ya olvidado en una mano.- No quiero... no.
Me recosté en un árbol para que mi mente frenara las imágenes que le venían. Abrí los ojos asustada, el sueño. No, no. ¡No!^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^
*Irima: "amable (digno de ser querido o amado), hermoso"
*Isilme: luz de luna
*Elaëar (aprox.): estrella de mar (¬¬ no se Quenya ni nada que se le parezca así que ¡aire!)
