Burning Lavender
By: HybridVirus

Disclaimer: Hetalia y sus personajes son pertenencia de sus respectivos dueños, solamente soy dueña de Rafaela y no hay ninguna ganancia con esto, más que darles amor a las relaciones de mi país con otros países; solo soy una fan que escribe para fans.

¡Dedicado con mucho cariño a Sorarisu, gracias por el apoyo constante!

Pd: Se aceptan donaciones en PP :La descalabran:

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El insistente aullido del viento meciendo bruscamente las ramas y hojas de los árboles en las afueras del recinto; resuena sin cesar en sus oídos junto al eco de las engreídas voces, que pululan en los alrededores del enorme salón del imponente palacio. Los hermosos rostros de las personas en los alrededores, son algo que fácilmente podría agobiar a cualquier humano; que no ha enfrentado con anterioridad alguna de las encantadoras criaturas nocturnas, que ciegan a sus víctimas con su desbordante glamour y encanto. Ser una humana en el mundo de los seres de la noche, es algo realmente complicado. Pero una parte de ella, se sabe lo suficientemente confiada en que ha sido elegida por su talento y por su fuerza, no como la mayoría de estos entes.

A diferencia de estos monstruos, ella no se encuentra en ese lugar por simplemente tener una cara bonita, que puede hechizar a cualquier incrédulo que la mire a los ojos. El susurro de sus botas chocando contra el pulido y resplandeciente piso de mármol, le recuerda la realidad de su situación. El silencio de los movimientos de esos calculadores monstruos, demuestran que en verdad hay una diferencia abismal entre sus cuerpos. Puede que ella sea una de los peculiares generales del príncipe de la noche. Pero el hecho de que es humana, resplandece en los depredadores orbes que se encargan de mirarla cada tanto tiempo, como un gato verificando que una inocente avecilla aun continua a su alcance.

–No son nada discretos, ¿Verdad?

La repentina forma en que su bronceada piel se eriza, gracias a la cercanía del gélido aliento en su oído. Le recuerda que en verdad debería de ser cuidadosa, en una sala repleta de escurridizos depredadores. Una pequeña sonrisa se apodera de las facciones de la ojimiel, esperando disfrazar la molestia que siente ante la repentina cercanía de alguno de esos seres a su persona. Porque Rafaela sabe de sobra que la ven como si no fuera nada más, que un pequeño bocadillo para intentar controlar su insaciable apetito. La mirada ambarina se posa sobre la pálida silueta que se encuentra a su costado. Antes de siquiera verlo con atención, está consciente de la postura orgullosa, en la que el vampiro rubio se mantiene de pie a su costado.

–No, no lo son.

Rafaela lleva varios años sirviendo a su príncipe, los suficientes como para reconocer sin el menor problema, el porte de la nobleza vampírica al verlo. La recta espalda que le hace lucir una imponente estatura, junto a esa sonrisa encantadoramente falsa en ese apuesto rostro... La misma que junto a esos hermosos orbes celestes, le dicen que de ser ella una persona normal… ya habría caído en sus garras. Es bastante peculiar, que un ser muerto… la pueda mirar con tal ardor en sus ojos. Los mismos que le recuerdan, a las llamas heladas que hay en algunos de los pasillos del castillo. El casi imperceptible movimiento del apuesto hombre, hace bailar las suaves y esponjosas hebras doradas, sujetas en una cola de caballo que le hace ver realmente encantador.

Los orbes miel se deslizan lentamente, sobre la seductora abertura en la sedosa camisa del ser de la noche. Absolutamente todo de este apuesto hombre, grita por un dominio completo sobre su persona. Sus ojos no se pueden separar de los de él y es así como recuerda… que aún sigue siendo humana; su respiración se encuentra tranquila... pero igual puede percibir ese agradable aroma, que viene sin duda de las feromonas que el apuesto ente produce sin cesar. Como si estuviera completamente seguro, de que eso y su coqueta sonrisa son más que suficiente, para hacerla caer en sus garras. Porque para esta criatura, ella no es más que alimento convenientemente a su alcance. Este hombre… este adonis… esta criatura que puede tener a quien quiera a sus pies. Es el ápice de lo que un vampiro de la nobleza representa. Algo que se sabe completamente inalcanzable, y que no duda lo mas mínimo en tomar aquello que desea.

Sin embargo, hay un problema en este discreto y furtivo encuentro. Ambos saben de sobra, que ella no es algo que se pueda tomar de esta forma. Principalmente porque ella le pertenece al mismísimo Drácula. Rafaela no es una simple mascota humana, ella es su general y al mismo tiempo uno de los tantos devotos soldados, al servicio del rey vampiro. Un discreto suspiro escapa de los labios de la joven, al mismo tiempo que los orbes miel se cierran lentamente, buscando concentrarse en el recuerdo del embriagante aroma que produce el amo del castillo. Un escalofrío completamente diferente al que, el imponente rubio produce en su cuerpo, se desliza por toda su piel al sentir la imaginaria caricia de la firme mano del señor de la noche. Lo que sea que este vampiro pueda ofrecerle, es nada a comparación de todo lo que su señor le ha obsequiado.

Una encantadora sonrisa, se apodera de los carmines labios de la joven, mientras sus orbes se posan de nuevo sobre el galante rostro de Mathias Kohler. El rubio es uno de los tantos esbirros, pertenecientes a uno de los aliados de su amo. La ojimiel recuerda haberlo visto una sola vez, durante una improvisada visita a otro de los señores vampiros, cuyo territorio limita con los dominios del amo de la noche. La visión de un campo nevado a los pies de un oscuro castillo, retumba en su mente junto al recuerdo de la invasión de los cazadores de vampiros, manchando el níveo campo con su sangre; gracias a las garras de sus preciosas forjas demoniacas. Lo cual ambos sirvientes saben de sobra, que aun continua presente en la mente de los seres, que la miran de reojo entre el gigantesco salón de baile.

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La sensación de una helada mano, tomando la propia en un fuerte y dominante agarre, le saca repentinamente de sus ensoñaciones. Para poner toda su atención sobre el dueño de los orbes cerúleos 'Es un placer verte de nuevo…' susurra la melodiosa voz, atrayendo lentamente a la pelicastaña hacia su pecho. La helada y pálida frente del rubio, se presiona contra la cálida piel de la dueña de la mirada caramelo. Las resplandecientes aguamarinas se posan sobre los orbes ambarinos, que recuerda a la perfección desde esa vez que la vio destrozar, las filas de los cazadores de la noche en una madrugada como esta, hace algunos meses atrás. Un suave 'thump' resuena en el tranquilo lugar, al sentir la forma en que el cráneo de la más bajita se presiona insistentemente contra su frente, en lo que sabe es una poco discreta forma de exigirle que se separe de ella.

–¿Tu amo, no te enseño a no tocar… aquello que esta fuera de tu alcance?

Una sonrisa socarrona se apodera de los pálidos labios del más alto, al mismo tiempo que se asegura de presionar su propia frente, contra la del pequeño general que guía al ejército más temible, que se encuentra al servicio de un señor vampiro. Es apenas unos segundos, pero el rubio sabe de sobra que este juego se puede convertir en algo realmente peligroso, si la persona incorrecta lo mira interponiéndose en el camino de la sierva del rey de la noche. Pero… los beneficios en caso de que su plan funcione, son algo que podría hacer latir apresuradamente su inerte corazón. La sonrisa del joven se agranda aún más, asegurándose de continuar con sus suaves movimientos, Mathias necesita que ella lo escuche… antes de que se rehúse a siquiera mirarlo por el resto de la noche.

–Hieres mi corazón, como no tienes idea…

Porque él mismo sabe que esa es la realidad, nunca antes sus ojos habían sido atrapados por la silueta de algún vampiro, vertiendo la sangre de sus enemigos de una forma tan hermosa sobre la blanca nieve. Una de las pálidas manos se hunde en las hebras castañas, para evitar el escape de la forjadora de demonios, que anhela poseer por completo. Las despiadadas criaturas que la acompañaban esa madrugada, no se encuentran en los alrededores. Es por eso que se atreve a acercarse tanto, además de que para su buena suerte el amo del castillo, se encuentra en alguna otra parte del salón. Sin percatarse que al hacerlo a dejado a su sierva, completamente expuesta ante cualquier idiota que crea que puede superar al rey de los vampiros. La sonrisa del rubio se torna en algo completamente malicioso, al saber de sobra que ese idiota que espera superar a Drácula, es nada más y nada menos que él.

–Solo tienes que escucharme…

Los orbes miel se entrecierran en un gesto repleto de molestia, al ver el inconfundible resplandor en los ojos del vampiro, sabiendo de sobra que ese es el truco, que utilizan para convencer a sus víctimas para que los sigan. Un casi imperceptible gruñido escapa de la garganta de la ojimiel, al mismo tiempo que aprieta una de sus manos, solamente para relajarse levemente al sentir la magia resonando en sus dedos, la misma que utiliza para llamar finalmente a una de sus criaturas, para que se haga cargo de la insolente rata con alas, que sigue rehusándose a dejarla escapar de su agarre. Una socarrona sonrisa se apodera finalmente de las facciones de la ojimiel, ante la imagen mental de alguna de sus adorables criaturitas, arrancándole sin piedad esa linda cara al apuesto rubio.

–No seas así… solo tienes qu-

La repentina sensación de la mano del ente dejando de improvisto su cabello, junto a la visión de la silueta del rubio desplomándose de golpe, contra el resplandeciente mármol en el piso del salón. Son en lo único en que la ojimiel puede pensar. El atacar a uno de los esbirros de un señor de la noche, es una afrenta que puede causar una guerra, si el amo de dicho sirviente exige un castigo para el agresor. Los orbes miel se posan en la persona que se encuentra frente a ella, la imponente figura del caballero ataviado en una blanca armadura, resulta ser algo completamente irreal para todos los presentes, que pudieron apreciar la situación que se llevó acabo, en apenas unos cuantos segundos.

Las miradas de los otros vampiros se desvían del derribado y molesto dueño de las resplandecientes aguamarinas, más que conscientes de que esto se puede salir de control en cualquier instante. Pero la verdadera razón para alejarse, es el imponente demonio que se encuentra de pie frente a la forjadora de criaturas. La vistosa armadura que resplandece como el oro blanco, les recuerda a los seres de la noche sobre esa vieja historia, que causaba terror entre los habitantes del día y de la noche. La vieja leyenda de aquel que había sido 'Olvidado' por sus amos, una temible criatura que estuvo a punto de llevar al mundo a su completa aniquilación. La mirada ambarina, se mantiene fija sobre el imponente hombre, mientras que en la mente de la joven mujer resuena el hecho de que, aunque se sabe humana... Es consciente de que debió percibir el momento, en el que este hombre que se encuentra entre ella y Mathias, se acercó lo suficiente para atacarlo.

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Un escalofrío recorre la columna de la dueña de las hebras cobrizas, al ver las resplandecientes amatistas que se encuentran fijas sobre su persona. Las felinas pupilas, le dicen lo que todos en sus alrededores saben de sobra. Este hombre es un demonio, pero la imponente energía que se desprende de su cuerpo, es prueba suficiente de que no se trata de un demonio cualquiera. Un siseo escapa de los labios del rubio, al mismo tiempo que se pone de pie para acercarse al dueño de las hebras rubias cenizas. El mismo que se encuentra entre el vampiro y la hechicera del amo del castillo, rehusándose de ese modo a darle paso alguno al ser, para acercarse de nuevo a la dueña de los orbes miel.

–Bastardo…

Sisea con una molesta voz el dueño de los orbes cerúleos, mientras que sus colmillos empiezan a sobresalir un poco de sus labios. La apresurada forma en que los seres a su alrededor se alejan, conforman la primera advertencia de que una pelea se llevara a cabo en cualquier instante. En caso de haber sido ella la causante, podría haber alegado que simplemente estaba protegiendo los dominios del vampiro ojicarmin. Pero esto era diferente, un caballero demoniaco estaba dispuesto a encargarse de uno de los esbirros de un señor vampiro, y eso era algo que tendría consecuencias para todos los inmiscuidos. Un repentino frio erizo la bronceada piel de la chica, haciendo que su atención se posara sobre la silueta del rubio platinado, que se encontraba interponiéndose en el camino del alto dueño de la cabellera dorada.

–Por favor, disculpa los modales de mi hermano.

Susurro la tranquila voz del dueño de los gélidos zafiros, mientras mantenía su mirada fija sobre la hechicera pelicastaña. Al mismo tiempo que ignoraba los indignados murmullos y siseos del hombre más alto. La pálida mano del silencioso vampiro, sujeto con fuerza la muñeca del ojiazul incitándolo a que se inclinara levemente en una reverencia, ante las figuras frente a ellos. Un extraño escalofrío recorrió por completo la espina dorsal de la forjadora, al mismo tiempo que sus ojos se deslizaban lentamente sobre la silueta de Siegfried Bondevik. Lo más sensato sería aceptar la apertura hecha por el vampiro, porque si lo que decían era cierto… esta criatura era un excelente hechicero, y por el simple hecho de dirigirse a ella, terminaría incluida en el inminente combate en caso de rechazar la ofrenda de paz realizada por el ser de la noche.

–Por supuesto…

Menciono la ojimiel al mismo tiempo que veía, como ambas criaturas se erguían orgullosamente para adentrarse entre los murmurantes invitados, que habían abierto un espacio a su alrededor, más que dispuestos a darles espacio para iniciar algún enfrentamiento. Un aliviado suspiro escapo de los labios de la joven mujer, al mismo tiempo que seguía el ejemplo de los entes, para alejarse de ese lugar. Puede que su amo la dejara salirse con la suya en ciertos casos, pero esta no le parecía que fuera una de esas excepciones. El suave eco de sus pasos resuena gentilmente en sus oídos, mientras que sus tranquilos y firmes movimientos la llevan a una de las ventanas, que se encuentran alejadas de la depredadora multitud. Permitiéndole abrir las puertas de estilo francés, para hacer su estratégico escape del salón de baile.

La brisa nocturna aun aúlla sin cesar en los alrededores del palacio, pero eso no evita que Rafaela aspire profundamente el aroma de las exóticas plantas en los alrededores. Al mismo tiempo que se acomoda el cabello detrás de la oreja, intentando ignorar la brusca forma en que la brisa nocturna, invita a su cabellera a participar en un silencioso vals. De haber sabido que terminaría teniendo un encuentro, con alguno de los sirvientes de otro señor vampiro; mejor hubiera permanecido trabajando en su torre. La joven humana estiro sus brazos perezosamente, al mismo tiempo que continuaba adentrándose en la espesura de los jardines. Aunque si debía de ser honesta… ya no había cuerpos nuevos, para forjar demonios esperándola en la torre.

Pero podría ver el resultado de su última forja… o más realistamente el fracaso de la misma. Un triste suspiro escapo de los labios de la chica, mientras sus orbes se entrecerraban en un gesto pensativo; al mismo tiempo que el recuerdo de la criatura que había intentado recrear, aún permanecía en su mente. Cuando Vladimir Tepes le permitió adentrarse en lo más profundo del castillo. Jamás habría podido imaginarse que, en sus andanzas descubriría un calabozo repleto de podredumbre e inmundicia. El mismo lugar en el que encontraría una inmensa cámara de tortura, en la que descubriría los restos de un demonio… los mismos que la ojimiel juraría parecían tener aun rastros de vida. El recuerdo de la visión de las larvas arrastrándose entre la carne de la criatura, y el horrible hedor de la sangre seca junto a otros fluidos corporales, aun le causaba una sensación de terrible malestar que no creía poder describir por completo.

Había utilizado toda la magia en su poder en esa ocasión, sabia de sobra que se había esforzado como nunca lo había echo. Quizás por eso es que le resultaba bastante deprimente, el que la magia y su forja no funcionaran. Las llamas habían consumido el maltrecho cuerpo, si es que podía llamarlo de esa forma a pesar de no tener algunas extremidades, y de no ser más que una pila de huesos con carne repleta de parásitos. Con esta noche se cumplían siete días después de haber usado su magia, lo que debía de suponer era una evidente forma de decir, que cualquier intento por recuperar a la criatura habían sido en vano. Había intentado darles forma a los restos varias veces, pero todas ellas habían sido un rotundo fracaso… quizás era el momento de aceptar la realidad. Lo que sea que fuere esa cosa… no podía ser recuperada.

–¿Es necesario que me sigas?

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El murmullo de pasos resonó al otro lado de los árboles, que se encontraban en los alrededores del jardín. En la noche la mayoría de ellos no serían la gran cosa, perdiéndose sus diversos tonos de verdes y los encantadores colores de las flores, a la inmensa oscuridad que siempre se cernía sobre el castillo del señor de los vampiros. La forjadora de demonios se cruzó de brazos, al ver la forma en que la suave luz de la luna, se deslizaba sobre la armadura blanca que resplandecía como un encantador lucero entre la oscuridad del jardín. El color de la elección del demonio, le parecía algo completamente fuera de lo común, había visto caballeros infernales y caballeros vampiro. Todos usualmente utilizarían el color negro, un gris oscuro o un tono plateado ennegrecido, jamás había visto una armadura blanca como la de la criatura frente a ella.

–¿Te debo gratitud por tus acciones?

Pregunto en un tono curioso la dueña de los orbes miel, mientras deslizaba su mirada sobre la pálida piel del ser frente a ella. No sería la primera vez que alguien pensaba en usarla, para poder acercarse a su amo, pero había algo extraño con este ser… Algo que hacia arder la magia en su interior, algo que no podía explicar del todo, algo como cuando sus pequeñas criaturas salían victoriosas de una batalla. Algo que hacía que su corazón se acelerara sin control, algo como la felicidad que esos seres le daban… o quizás… el orgullo de saberse su creadora. Sin duda alguna había algo en esos ojos, que eran igual de preciosos que unas hermosas amatistas heladas, los mismos que prometían sin el menor miramiento, una muerte segura para sus enemigos

–Seria agradable, mi señora.

Un repentino escalofrío que no tiene nada que ver con el clima en el exterior, recorrió el cuerpo de Rafaela al escuchar las palabras del alto hombre, que con unos cuantos pasos se postro finalmente frente a ella. Sin duda alguna había algo… en esa voz… Una extraña sensación se apodero de la ojimiel al ver la forma en que la mirada violácea se desliza sobre su rostro, el movimiento es lento y cuidadoso, como quien busca grabar en su memoria cada pequeño detalle de aquello, que se sabe es realmente apreciado y valioso. La cercanía entre sus cuerpos, produce una electricidad que ninguno de ellos sabe explicar, simplemente entienden que no es nada desagradable, la forma en que sus cuerpos se mantienen a una prudente distancia.

–…Gracias…

Susurra la voz entrecortadamente, al mismo tiempo que sus parpados se cierran con una pesadez que no puede explicar. Hay un aroma en el aire que le recuerda a la época más cruda en ese viejo palacio, la gentil caricia de la fragancia es suave y al mismo tiempo algo fresco… justamente como el aroma que se despide del suave hielo, que da forma a la resplandeciente y blanca nieve. El recuerdo del suave manto blanco que cubre el tenebroso castillo, durante el invierno en las heladas mañanas en Valaquia, acelera por completo su corazón al rememorar toda la calidez de este lugar, que ha conocido como su segundo hogar. En este lugar donde muchos encuentran la muerte, ya sea a sus manos o a manos del resto de los monstruos, que habitan en este lúgubre dominio. Ella simplemente ha encontrado calidez y seguridad… a pesar de ser humana.

–¿Mi señora, deberíamos volver a la torre?

El eco de la varonil voz resuena en la lejanía de su mente, mientras una sensación de vértigo se apodera por completo de su cuerpo. Las bronceadas manos se aferran como pueden a la armadura blanca, intentando controlar la forma en que su cuerpo parece ir y venir entre la consciencia y la inconciencia. Una parte de ella grita que este es el resultado de haber estado expuesta al glamur del rubio, lo que demuestra que cualquier cosa que ese hombre quisiera de ella, se hubiera llevado a cabo de no ser por la intervención del demonio que la acompaña en este instante. La sensación de ser cargada en un par de brazos, debería de llenarla de pánico. Pero extrañamente… solo hay una calidez que le recuerda a las cariñosas caricias, que sus propias criaturas le obsequiarían después de una ardua batalla.

Los brazos del más alto acunan con cuidado a la mareada mujer, que se encuentra aferrándose con desesperación a su armadura, como si esa fuera la única forma de anclarse a la realidad, para no caer a la merced del abrumante glamour de la criatura de la noche, que encontraron en el salón de baile. Los irises violeta se dirigen sin miramiento alguno, hacia las sombras que se aferran insistentemente a las paredes de las murallas que forman la extensión de los jardines. Sabe de sobra que no están solos y que al ser el sirviente de esta curiosa hechicera… su deber es protegerla, así ella no pueda darle órdenes. Después de todo, ella llamo por alguien y el respondió sin pensar a la extraña magia que se había encargado de darle una forma.

¿Cuándo había sido la última vez… que había podido sujetar algo con sus manos? La barbilla de la criatura ojivioleta, se hundió en el cabello de la mujer que había tomado cuidadosamente entre sus brazos. ¿Cuantos centenares de años, había estado encerrado en esa cámara por si solo? Un discreto suspiro escapo de los pálidos labios, mientras aspiraba profundamente el aroma de su nueva ama. La mezcla de algo fresco y despreocupado como la brisa del viento, y el cálido aroma de alguna planta revoloteando junto a la perceptible esencia del hierro, y la magia que se desprendía abiertamente de su figura, solo podían ser descritos de una sola forma para el caballero demoniaco. El aroma era aquello que conocía como la libertad, y no había forma alguna de que se permitiera que alguien, le arrebatara aquello que recién había recuperado.

Continuara...

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Hybrid-Virus

Yo! ¡Buen día lectores, espero que estén teniendo un excelente día! Lo sé, es sorprendente que hubiera una segunda publicación el día de hoy. Esta vez el suertudo ha sido Iván, quien fue solicitado por nada más y nada menos que Sorarisu. Quien quería ver algo con el adorable ruso. Cabe aclarar que esta historia no tiene nada que ver con el otro Au de Castlevania que tengo publicado. Por lo que no es necesario leer la otra historia.

Obviamente Iván es la forja que Rafaela intento realizar y que no había rendido ningún fruto, Ivan representa al Jefe opcional que más me gusta de esta saga de videojuegos. "El Olvidado" este demonio es conocido como una criatura que se encuentra encerrada ya que estuvo a punto de destruir el mundo, el mismo apareció por primera vez en Castlevania: El Lamento de la Inocencia y después volvió a aparecer en el DLC del reboot de la saga, que vendría a ser Castlevania Los Señores de las Sombras.

Hay muchas diferencias entre ambos personajes, ya que el del primer juego es un demonio atrapado en una cámara de tortura, que se encuentra a medio devorar gracias a las larvas que viven en la cámara con él. Y el otro es un demonio ataviado en una armadura blanca, que se encuentra atrapado en una especie de cárcel dimensional, hecha especialmente para él. Así que decidí mezclar un poco de ambas historias para darle forma a Iván. Del mismo modo Rafaela pasa a ser uno de los Señores Forjadores de Demonios, que aparecen en Castlevania: La Maldición de las Tinieblas. Ahí la forja de demonios es algo diferente a la que vemos en la serie de Netflix.

La historia menciona que no hay cadáveres para forjar más criaturas, lo cual decidí incluir de la serie de Netflix. Sin embargo, en el juego los demonios pueden ser forjados a partir de la misma oscuridad y una parte del alma del forjador. Este es el caso de Iván, quien vendría a ser un "Demonio Inocente" (Así eran conocidos en el juego) a medias, ya que estas criaturas que son las que crean los forjadores de demonios, son completamente desconocedores del modo en el que fueron creados, no distinguen la definición del bien y el mal, porque su único propósito es el de servir a sus amos.

Esta es la razón de que Iván apareciera cuando Rafaela intenta llamar a una de las criaturas, aunque Iván tiene una consciencia propia al ser un ser con una fuerza descomunal. Igual se encuentra bajo el control de Rafaela, esto siempre y cuando los deseos de ambos sean parecidos. Porque recordemos que el amo original de la criatura, prefirió encerrarlo para no tener que lidiar con él al no poder controlarlo por completo.

Tengo meses con la idea de un vampiro Mathias, que es el villano entre los villanos, así que todo se acomodó para darle forma a esta historia. Probablemente esto quede como una historia de tres capítulos o si me inspiro lo suficiente, se alargue un poquito más. Obviamente Drácula tenía que ser el asombroso Rumania, simplemente no tengo dudas de ello, después de todo Vladimir reclamo Transilvania como suya y hoy día aun lo sigue siendo.

Sin más por el momento, dejen un review y nos vemos en la próxima actualización.

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