Destino, una curiosa palabra, un poder sobrenatural inevitable e ineludible, guiando a la vida humana y otros seres vivos a un fin no escogido de forma necesaria y fatal, lo opuesto a la libertad, al libre albedrio. Nada existía por azar, toda causa surgida estaba predestinada a existir.

Nada se crea por azar, el azar no es el azar, la libertad existe de una manera muy diferente que creemos, tal como el destino existe de una manera diferente, el libre albedria existía, existe. Es lo que nos permite alargar o acortar nuestras vidas.

Uzumaki Boruto, nieto de la profecía, hijo del Hokage Naranja, Uzumaki Naruto y de la Princesa del Byakugan. Yacía en la nada, su cuerpo inconsciente vagando por el infinito cosmos. Su cabello ya no era tan radiante como el sol, era ahora un dorado suave, en su frente del lado derecho poseía un cuerno sueco y punta hacia arriba, su ojo derecho tenia también una cicatriz que había recibido en el pasado.

En su cuello, había una bandana degastada, muy degastada por el tiempo, apenas quedaba algo del metal plateado y el símbolo de Konoha. El tiempo lo había devorado significativamente. Claro, había pasado mil años, durante las guerras en la tierra lo había perdido todo, las batallas habían durado 30 años.

Luego, sin otra opción se marchó de la tierra con el fin de enfrentarse a los Otsutsuki. Oh, lo olvidaba, Momoshiki no existía, porque no podía otro igual a él, a un Otsutsuki puro en el cuerpo de un humano, su marca solo ayudo a Boruto despertar su verdadero cuerpo.

Su humanidad se le fue arrebatada, incluso en la inconciencia, añoraba sus emociones del pasado, ser aquel niño molesto que alguna vez fue en el pasado. Afortunadamente su piel era la misma, no era pálida como aquellos parásitos, aun así, no evito que sintiera que su humanidad se perdiera completamente.

Era tarde, quizás demasiado tarde. Después de un largo tiempo, finalmente despertó, sus ojos lucían diferentes, aquellos ojos azules heredados de los genes Namikaze era una sombra luminiscente de lo que alguna vez fue, era un azul suave rozando el blanco, sus escleróticas era de un color negro profundo.

Su mirada alguna vez infantil, observaba con pereza la oscuridad, agotado tanto físicamente y mentalmente, por fin, luego de tantos años derroto a los parásitos, quizás no eran las únicas amenazas que existían en la infinita vida, pero el cosmos podría estar finalmente tranquilo.

Su expresión vacía se tornó pensativa. Recordando con nostalgia en lo que fue. Lágrimas contenidas durante siglos salieron flotes.

Al final, su misión fue completada a un costo muy grande. El dolor que soltó parecía ser inacabable, como un pozo sin fin. A diferencia de su padre, él tenía todo, no obstante, su dolor triplico en comparación de su padre.

Se veía a un Boruto joven, en plena pre-adolescencia intentando la llamar la atención de su padre, de un mal padre con el objetivo de hacerle razonar y hacer que se relacionara con su hermana pequeña.

Incluso si no era tan notable por su actitud irritante, debajo de aquella fachada se escondía una actitud que decía 'Me volveré alguien tan poderoso que ya no necesitare depender de ti, mal padre'

Si, el niño había decidido tomar el papel del padre ausente para su hermana menor, quien todavía no entendía porque su padre no pasaba mucho tiempo con la familia.

Mientras Boruto pintaba insultos en los rostros esculpido, un Naruto enojado se acercaba corriendo al niño, queriendo regañarlo, desafortunadamente para él, su hijo había heredado su lado bromista y travieso, por lo tanto, la tradición se mantuvo viva.

Parecía ser, que, mientras los uzumaki vivan, la tradición permanecería.

—¡No me atraparas, viejo! —resonó el grito infantil del rubio menor, que dio un salto de impulso contra la roca, para continuación sobrevolar en la caída, evitando por poco que su padre atrapara con una de sus manos la pierna izquierda del muchacho.

—¡Ven aquí, boruto! —Llamo un Naruto enojado, frustrado por no atrapar a su hijo, aunque si quería podía hacerlo ahora mismo, pero eso no sería divertido, además podía a la aldea con sus acciones imprudentes.

Ya no el mismo chico hiperactivo de antes, ya no usaba una máscara, era su yo real. Donde aquella reluciente sonrisa no era nada más que recuerdos nostálgicos que sirvieron contra un mundo, en donde la paz era diplomática. Bueno, incluso ahora no del todo una paz verdadera, la maldad de las aldeas persistía, la corrupción por cada minuto que pasaba iba avanzando, tomando el control de la codicia humana.

La única razón por la cual no hubo otra guerra, era porque existían dos seres capaces de destruir las naciones elementales.

El rubio se distrajo en el mismo momento que reapareció su hijo con intenciones de propinarle una patada en el rostro, la cual por obvias razones; la experiencia, esquivo con facilidad su ataque.

Sonrió con burla. —Tienes un largo camino que recorrer, mocoso.

—¡No importa, viejo de mierda! ¡Tarde o temprano te superare, la siguiente generación te superara! — grito terco, enojado, queriendo su atención, queriendo llenar el vacío que su padre dejo en su familia desde que tomo el puesto de líder y exagero con este.

Desde que su padre tomo el puesto, lentamente noto como el núcleo familiar se iba rompiendo, el niño antes de que eso pasara, tomo el puesto que su padre no tomo para su pequeña hermana, actuando de vez cuando como un padre para ella, siempre haciéndole saber que él estaría ahí para ella, cuidándola entre las sombras y la luz.

—Je, espero ver eso algún, Boruto— expreso sereno, evadiendo otro golpe que iba directo a su estómago, cuando contraataco, el niño rápidamente se sustituyó por un clon de sombra, el cual sufrió un ataque en el rostro para después explotar en una bola de humo.

Hm…. Pensar que las palabras dichas por su yo del pasado se habían hecho realidad. Y ahora, mira, mira cuanto añora el joven adolescente ser aquel mocoso que fue alguna vez.

Tras despertar, regreso a la tierra por medio de una técnica espacio-tiempo. Cuando llego, camino por el bosque que alguna vez, fue llamado 'Bosque de la Muerte', sinceramente disfruto del olor de la naturaleza, extrañaba mucho esto, el espacio era vacío, no había nada en el cosmos, nada más que planetas y cosas aterradoras que era mejor ser ignorantes.

Sus ojos lentamente recuperaron su color azul zafiro oscuro, sus escleróticas anteriormente negras regresaron al color original. No obstante, su expresión neutra permaneció, no importa lo que hiciera, los genes prominentes de sus ascendencias Otsutsuki dominaban su persona.

Contemplo el color verde suave de la naturaleza, sintió como la brisa del aire pareció abrazarlo, por un momento, pudo ver la figura de su padre abrazándole con una sonrisa cálida junto a su madre y hermana. Las lágrimas no dudaron escapar de sus ojos, el dolor contenido se estaba liberando, inevitablemente sin fuerzas cayó al suelo de rodilla.

Mientras derramaba lágrimas, sentía como su consciencia caía en los brazos de Morfeo, sin embargo, estaba mentalmente así que dejo que el sueño lo dominara….

Por fin, después de tanto tiempo pudo descansar tranquilo….

Sin darse cuenta, que existían presencias que lo observaban detrás los árboles.


El resplandor de la luna repartió su brillo en un área boscosa específica, marcando a un hombre dormido. Su cabello rubio de punta lucia salvaje, en sus mejillas tenía dos bigotes particulares parecido a los felinos. Su cuerpo estaba envuelto por una armadura feudal tan similar a los samuráis. Una contradicción de sus rasgos, no parecía asiático, cabe la posibilidad que fuera un estadounidense, o simplemente un nórdico.

A su alrededor, había seres ocultos entre la maleza, sus aspectos no eran tan distinguibles en la oscuridad, pero sus ojos brillaban, algunos de verdes, otros de marrón y así continuamente. El hombre tan cansado y atrapado en su mundo que jamás se dio cuenta que lo observaban.

Tan pronto como oyeron un gruñido de dolor, ocultaron su presencia. El humano anteriormente cansado había despertado de su letargo. Paso sus manos claras por su rostro, sus ojos se abrieron y parpadeo como cualquier otro ser vivo, sus ojos eran extraños, demasiado anormales para un hombre joven. Nadie los pudo apreciar, algo no les permitió hacerlo como si hubiera algo o alguien que bloqueara la visión de sus ojos al resto.

El humano extraño miro su entorno con desconcierto, analizo donde se encontraba. En pleno silencio, el ambiente se tornó incómodo para aquellos seres que se encontraban muy cerca del humano. Se sentían observados por esos ojos que no podían distinguir, para ellos eran llamas intimidantes que ardían incluso en las noches más frías.

—¿Dónde estoy? —pensó. Giro su cabeza y miro los alrededores cautelosamente, sentía las presencias no hostiles. Esa sensación molesta de ser observado nunca desapareció.

Pronto tomo una decisión. Se levantó tan rápido como pudo, sentía como la regeneración hacia efecto, sanando su cuerpo debilitado, y sus ojos volvieron a la normalidad. Fue en ese entonces que el resto de los seres descubrieron esos hermosos e imponentes ojos azules ardiendo en el bosque oscuro y por encima suyo, la luna brillando en todo su esplendor, dando por resultado, una apariencia imponente.

Se agacho, y recogió la máscara que yacía en el suelo, la limpio y se la puso, escondiendo su rostro en el proceso, y su mirada brillo aún más bajo el manto de la luna. Debido a eso, los seres ocultos se estremecieron por su máscara, la cual tenía la forma de un zorro demoniaco sin expresión. Intimido a todos por igual, y la presión que recaían sobre sus hombros era bastante poderosa, aterradoramente cercano a los dioses menores o incluso superior.

Y, sin embargo, sus temores aumentaron cuando vieron que el humano ahora enmascarado se acercaba a ellos despreocupadamente, como si supiera que estaban allí, escondidos. Pero algo sucedió. Fueron ignorados completamente pero jamás se confiaron cuando notaron que el humano los miró, de hecho, se asustaron y luego suspiraron al ver que nunca los daños, y simplemente se marchó del lugar tomándolo como seres no hostiles.

Los demás suspiraron de alivio, sin embargo, sin saberlos sintieron ese pesado sentimiento de la naturaleza. Todos vieron como el humano se marchó mientras su capa negra fue sacudida suavemente por el soplar de los vientos, y cuanto más camino, se desvaneció como si de polvo de arena se tratase.

Tan pronto como se marchó, llego a un pueblo solo para descubrir que no estaba en su mundo, o al menos no parecía haber llegado al país del fuego, lo que lo sorprendió fue un dúo vestidos de azules apuntándolo con un fierro extraño de metal, no pudo entender lo que decían, pero no había nada que el genjutsu no puede solucionar.

Se había dado cuenta que las personas tenían el suficiente chackra para vivir, fue debido a esto que las personas eran bastantes maleables y frágiles antes las técnicas ilusorias. Y pensó que tan diferentes eran los civiles de aquí y los civiles de Konoha.

Sonrió nostálgico. Había pasado demasiado tiempo, quizás han pasado diez años, cien, incluso siglos. El tiempo fuera de la tierra funciono muy diferente para su mente y físico, incluso si su padre abandono este mundo, quería verlo al menos una última vez, ni hablar de su madre y hermana.

Los extrañaba mucho. Extraño el amor madre le otorgo antes de ser asesinada y a su hermana que tanto protegió, fallando miserablemente, había sido asesinada en una misión secreta. Nadie sabía nada, incluso su padre y maestro.

—¿Quién eres? —pregunto un susurro que hizo eco por el bosque que actualmente descansaba. El humano no respondió, decidiendo que no tenía motivos para decir su identidad.

—¿Quién eres, alma sufrida? —reitero la pregunta el susurro, esta vez tenía un tono casi rayando lo maternal y lastima hacia su persona—. Me presento, alma en pena. Soy Gea, madre de la tierra.

El humano debido a su ubicación, respondió y por consecuente, revelo su identidad.

—Soy Uzumaki Boruto, hijo del hombre y legado del niño de la profecía—respondió, su voz sonaba seca, deteriorada, quizás el silencio y el dolor de las guerras provocaron esos cambios en su cuerpo. Su mirada ardía de dolor.

—¿Legado de la profecía? —repitió lo último, el susurro identificado como "Gea".

El identificado "Boruto" no respondió. Su rostro oculto bajo la máscara se mantuvo estoica, mas no se detuvo y se marchó de los susurros considerándolo como una respuesta cumplida.

Gea al notar sus acciones, se enojó por tal osadía, pero no lo daño, pues respondió su pregunta y respeto su persona, no es que le haya faltado el respeto, ni daño a sus creaciones, además podía sentir un rastro de la naturaleza en él. Solo vio a través de la nada como el hijo del hombre se alejó en sintonía armonía. Ignorando todos seres no hostiles a su persona, cosa que lo sorprendió.

El anochecer llego, la luna no estaba llena, y las estrellas brillaron con más intensidad. El fulgor blanco de las estrellas entrego su clara luz a la oscuridad. Entre los árboles, yacía el hijo del hombre. Apoyado entre el tronco y su cabeza mirando a las estrellas que adornaban su compañía a la luna.

Esta vez, sus ojos lucían totalmente diferentes. El color azul heredado de su padre fue remplazado por un blanco casi rasgando el celeste, la esclerótica se había convertido en un negro absoluto que dejaría a la noche más oscura como pequeñas estrellas del infinito cosmos.

Como resultado, sus ojos ardieron en las noches que estuvo consciente, aprecio las estrellas y la luna, y recordó a sus amigos. No pudo evitar derramar pequeñas lágrimas, tanto tiempo lucho contra los parásitos que se olvidó del tiempo y en lo que se había convertido.

—Me pregunto qué ha pasado con ustedes, chicos. He llago demasiado tarde, lo lamentos.

De pronto, desvió su mirada hacia un lugar especifica donde se ubicaba. Pequeños temblores hicieron actos, poco a poco la tierra se derrumbó hasta formar un hueco lo suficientemente grande para que entre y salga una persona de estatura superior. De allí, emergió un hombre envuelto de una capa negra suelta y andrajosa, sacudida suavemente por la brisa nocturna. Sus manos eran esqueléticas, y su rostro era de una calavera humana, sus cuencas ardían de oscuridad. Poseía una guadaña que se utilizaba para cortar los lazos de los vivos de este mundo y demás.

—Soy la muerte, Joven Boruto— se presentó con una sonrisa, o lo que parecía una sonrisa. —he venido a darle una noticia.

—he llegado tarde ¿No es así? —interrumpió su voz madura y seca como el hielo a la personificación absoluta de la muerte.

El silencio entro en el frio ambiente, la muerte no susurro ni hablo. Camino sin intenciones oculta, se acercó y se sentó al lado de lo consideraba un joven. Y acaricio su cabello consolándolo, de esa forma le entrego el mensaje que el muchacho no quería escuchar.

La noche que tenía la intención de acompañar su soledad se transformó en su consuelo. El dolor se derramo sobre el hombro de la muerte. Y así la muerte, dejo que el hijo del hombre liberara todo el dolor que aguanto durante 300 años sin detenerse contra los parásitos llamados "Ootsutsuki".

Por primera el destino absoluto le devolvió los favores de su padre al hijo, con el mensaje y los consuelos.


En algún lugar de los estados unidos, muy por encima de la tierra, es decir; en el cielo, en el corazón del occidente, estaba el olimpo todas estructuras griegas que ante perteneció a Grecia estaban reconstruida como nuevas, tal como en los viejos tiempos.

Para ser más específico, en las alturas mayores del olimpo había una reunión entre los 12 dioses principales de Grecia, discutiendo como siempre lo han hecho. Seres tan poderosos que podrían colapsar sus dominios por simples caprichos, o emociones, eran tan humanos como sus creaciones, el vivido reflejo del humano.

Por esas razones, por sus dominios controlaron sus emociones, no obstante, hubo otras cosas que no controlaron e hizo que los admiraran. La codicia, la bondad, la maldad, la justicia, la lujuria, la verdad. Muchas cosas influyeron en ellos. Que los hizo seres humanos como el humano.

Eran las más perfectas imperfecciones de la creación, tan humanos como el humano, tan poderoso como deidades y con sentidos deidades.

—No lo olvides, Poseidon —sonó enojada la voz de un rey como si le hubieran robado algo— el tiempo corre, hasta entonces serás el culpable del robo del rayo. Tengo suficientes razones para confiar en ti—. Sentencio, un rayo le cayó encima y desapareció del olimpo, seguramente se marchó hacia su trono.

Los demás dioses se quedaron en silencio tras escuchar la sentencia de Zeus, rey del olimpo. Procedieron a mirar a Poseidon que tenía una mirada llena de tristeza, ninguna la razón. Nadie sospecho que el rompió el juramento de los dioses y que tenía un hijo que recién acababa de llegar al campamento, tras perder su madre en el camino.

—Perdóname, Perseo— lamento en su mente, el rey de los mares y luego su mirada brillo de fe—será un trabajo pesado para ti, mi hijo, pero no tengo dudas de que lograras completar la misión. — tras terminar su pensamiento se desvaneció a través del agua que estaba cerca donde se hallaban.

Y poco a poco los demás dejaron sus sillas correspondientes, a excepción de dos hermanos "gemelos" mirándose fijamente. El sol y la luna, hermanos arqueros poderosos. Hijos de Zeus y de Leto, una titanide.

—Entonces, no fui el único que lo sintió, ¿No es asi, artemisa? —expreso el sol con una voz muy madura, muy distinto a su yo divertida y despreocupada, una personalidad que a su hermana todavía sorprendía, después de todo, no hacia acto de presencia en muchas situaciones a lo largo de miles de años que han pasado.

—Lo he sentido, Apolo, se siente familiar, parece estar relacionado con nosotros, no en sangre, si no en esencia—explico ella su punto de vista, su hermano asintió, pensando también en esa teoría, pero algo no cuadraba— lo he visto en persona, el no ataco a nadie, ni siquiera a las ninfas o sátiros, si fuera común y corriente los habría atacado sin dudar, pero no pude su rostro, cuando llegue ya se había puesto esa máscara escalofriante.

Ambos se alejaron de sus tronos y caminaron hacia salida paulatinamente, disfrutando el silencio. Apolo se detuvo abruptamente, al sentir como unos de sus dominios, la profecía, colapsaba si el muchacho con el que supuestamente estaban relacionado se entrometía.

—Artemisa, no debemos permitir que ese joven se encuentre con los semidioses, si él acerca la profecía colapsara, lo que significa que él no tiene un destino. Tiene un poder nunca antes visto, no puedo su pasado— explayo con sorpresa, oculto su temor debajo de una máscara indiferente. Giro su cabeza, y le dirigió una mirada tranquilizadora a su hermana— ¿puedes hacerte cargo de él con tus cazadoras y contigo?

Artemisa lo vio con asombro y consternación. Ella se acercó y le toco el hombro.

—¿Te das cuentas de lo que me pides? ¿Quieres matar al joven que mantiene algo de nuestras esencias? —Pese los rumores que tenían sobre ella, no odiaba a los hombres, solamente era más cautelosa y desconfiada de ellos, pero lastimosamente ella no controlo a sus cazadoras, dejo que odio de los hombres se alimentará sobre ellas y así con el tiempo, las cazadoras se convirtieron en algo que juraron no ser.

—No, Arty. No digo que lo mates, solamente ocúltalos de los semidioses, no dejes que se encuentre con ellos, procura controlar a tus cazadoras, siento que no podemos subestimarlo y que matara a cualquiera que se le acerque con intención de dañarlo sin piedad—. Negó con su cabeza y por el fulgor se desvaneció, sus dominios se hacían presente sobre día, pero de desvanecerse le dijo algunas palabras— recuerda, no lo subestime ni lo mates, solo no deje que intervenga en estos asuntos.

Artemisa, la diosa de la luna había quedado sola con un pensamiento inquieto. No debía subestimarlo, ese lado de su hermano algo único no siempre salía, era muy raro que se preocupara por el joven, no era su hijo, pero tenía su esencia y ella también lo noto, el muchacho tenía su esencia, no sabía porque, pero inmediatamente lo tomo como un ser querido o un amigo, no importaba, tenía ese sentimiento de familiaridad. Quizás eso influyo, sin más se marchó del lugar.

—Te encontrare, Uzumaki Boruto, Legado de las profecías. Descubriré tus orígenes.