CORRUPTED BODY
-Locura-
…
Intentó calmarse, intentó racionalizar un poco…
Intentó…controlarse…
Sintió un gruñido subir por su garganta sin poder controlarlo, y eso llamó aún más la atención de Weiss.
"¿Qué pasa, Ruby?"
Pudo notar genuina preocupación en los ojos. La miró, intentando quitarle importancia a lo que sucedía. Su parte racional era, de acuerdo, el doctor está por la zona, no es la gran cosa, pero sus instintos animales le decían lo contrario. ¿Cuál era la probabilidad que viniese donde ellas? ¿Que viniese a ver a Weiss?
El gruñido en su garganta aumentó al pensar en eso, al recordar la esencia del hombre cuando tocó el hombro de Weiss. Sus venas palpitaban en su cuello, sus pulmones se hinchaban entre sus costillas, su cuerpo se engrifaba. Se sentía capaz de romperle las manos para que no volviese a tocarla.
"Viene para acá."
Su voz salió difusa junto con aquel gruñido estancado en su tráquea, pero al parecer fue perfectamente comprensible por la ex heredera.
"¿Quien?"
Weiss le preguntó, pero solo pasó un segundo para que su expresión cambiase de confusión a una mirada seria, una mezcla perfecta de contemplación y pura molestia.
A Weiss tampoco le agradaba que este se acercase.
Con mayor razón lo odiaba.
"Escondete."
Fue lo siguiente que escuchó, y sin miedo alguno de su cuerpo corrupto, o de sus claros instintos a flor de piel, Weiss la empujó con sus manos, dejándola adentro del escritorio, en el espacio vacío predispuesto para poner las piernas. Ahí dentro estaba oculta de cualquiera que entrase por la puerta, su cuerpo completamente oculto.
Estaba enojada por la presencia del hombre en su radio de olfato, pero también estaba ciertamente emocionada al estar ahí, tan cerca de la mayor. Solo un movimiento y podría sentir las piernas de la chica en sus manos, en su piel, en su rostro. Su aroma tan cerca la enloquecía, y tal vez habría hecho algo de lo que se arrepentiría de no ser porque el odio la mantenía ocupada.
Estaba dividida y no sabía cuál instinto debía de acallar antes que al otro.
Ambos eran peligrosos, de diferentes maneras.
Dos golpes secos llegaron a la puerta, y tapó su boca para contener otro gruñido.
Ruby Rose no debería estar fuera de su habitación a esa hora. Weiss dijo que no era una prisionera, pero para la gente que ahí trabajaba, si lo era. Un experimento que tenían cautivo. Odiaba sentirse así, y al menos se sentía tranquila de que Weiss no apoyaba esas cosas. Se notaba de inmediato en su rostro. Incluso era capaz de levantar la voz cuando hablaban mal de los faunos.
La admiraba.
Admiraba la mujer en la que se había convertido.
Y no solo la admiraba…
Si no que también…
"Buenas tardes, Señorita Schnee."
El hombre entró, sin siquiera esperar a que Weiss le diese permiso. Sabía que el sujeto era prácticamente el jefe ahí, pero algo así era irrespetuoso.
Como si no fuese suficiente con lo caliente que estaba su sangre, ahora sentía más enojo aún.
"Dr. Stanley, Pensé que se había retirado temprano de las instalaciones."
La voz de Weiss sonaba seria, y cuidadosa. Claramente no quería que el tipo la dejase mal parada, así que debía mantener la cordialidad. Sabía que todo se trató de un acuerdo entre el padre de Weiss y ese doctor para tenerlas a ambas ahí, juntas.
La notaba siempre alerta, controlándose, solamente para evitar empeorar las cosas.
Manteniéndose fuerte a pesar de todo.
Estaba orgullosa de Weiss.
En su posición, no podría. Y, de hecho, en su posición actual le costaba no atacar a nadie, pero las ganas que tenía eran abrumadoras, a penas y lograba contenerse a tiempo antes de hacer algo horrible, algo que la llevaría a una jaula aún más rígida.
"Al final me quedé revisando papeleo, luego me enteré de que usted seguía en su oficina y decidí pasar a saludar."
Pudo notar como Weiss comenzó a mover uno de sus pies, en clara molestia. Por su parte, seguía manteniendo una mano en la boca. Había aprendido que morderse la lengua era inútil, y sus colmillos eran tan fuertes que ya más de una vez se había hecho daño, y el sabor a sangre en su boca en vez de calmarla la hacía sentir ansiosa por más, y no quería decírselo a nadie para que no la consideraran aún más peligrosa.
Era su secreto.
"Yo también me quedé para investigar un poco más, pero ya es tarde, así que me preparaba para irme."
No era verdad. Weiss no tenía la mínima intención de irse, y claramente no estaba investigando nada cuando llegó, ni siquiera en su Scroll. Pero sonaba creíble, una buena excusa para simular irse y ahorrarse esa conversación, o tal vez esperar a que el sujeto se fuese.
No sucedió.
Tenía claro que Weiss no se iba a ir de la oficina estando ella ahí, no podía dejarla sola, y el hombre, para crear aún más discordia, se sentó en uno de los sillones, acomodándose.
"Perfecto. Podríamos irnos juntos, con gusto te paso a dejar a tu alojamiento. A menos que prefieras salir a beber a algún lado."
"No gracias, no bebo."
No.
Enterró sus dedos en su rostro, controlando sus más profundos gruñidos, y esperaba, rogaba incluso, para que este no pudiese escuchar el sonido de sus dientes apretarse. Su visión, poco a poco, comenzaba a tornarse roja.
Era exactamente lo mismo de la otra vez.
Podía oler las intenciones de ese sujeto. Esas actitudes le desagradaban, pero ahora, incluso más. Si, era claro, era porque se trataba de Weiss. Era obvio. Sus instintos más básicos golpeaban en su estómago, en sus intestinos, en sus pulmones, su cuerpo entero vibrando de ira, y su cerebro, poco a poco, nublándose.
No, no debía ser así. No podía.
No quería arruinar las cosas, y si algo malo pasaba, podían alejar a Weiss de ella. Y no podría estar lejos de Weiss, no sabía lo que era capaz de hacer con tal de volver a su lado. Si era capaz de atacar a alguien que la tocó, no quería imaginar lo que le haría a quien la alejase de ella.
Ya había hecho ilegalidades para poder llegar donde Weiss, para poder atravesar la seguridad de Atlas, la seguridad de la mansión, y no se fue ilesa, pero todo fue por ella, y ahora, sabía que sería capaz de aún más atrocidades.
"A veces una buena copa sirve para liberar estrés."
"Sé lidiar con el estrés."
Ese hombre era despreciable, no importar cuanto Weiss negase, este no vacilaba.
Quería destruirlo.
No quería lastimar a nadie, pero lo haría, su cuerpo se sentía capaz de hacerlo sin remordimiento alguno. Se sentía sedienta de sangre. Quería sujetar a ese hombre y atemorizarlo, luego desmembrarlo.
Oh no, incluso deseaba devorarlo.
Y a Weiss.
Si, a ella también quería devorarla, pero no de la misma forma.
No quería ser igual que ese sujeto, le daba asco siquiera compararse, sin embargo, solo quería hacerla suya, lamerla, morderla, tocarla. Así como él doctor deseaba lo mismo.
Pero, Weiss era su presa, no de él.
Y lo mataría antes de que volviese a tocarla.
No, no, no podía hacer eso. No.
Estaba perdiendo el juicio.
Comenzó a morderse la mano, era la única forma de mantenerse despierta. Por una parte, creía que era un error, que el sabor de su sangre la incitaría a buscar más, y la otra parte le decía que el dolor la haría recobrar algo de sus sentidos. Esperaba que fuese la segunda opción.
"Ni tampoco creo que eso sea apropiado."
Weiss dijo, su voz ligeramente sorprendida. Notó como se esforzaba en mantenerse en calma con ese tipo, y le molestaba que fuese así.
El hombre se levantó, y sintió los pies de este avanzar. Avanzar hasta el lado de Weiss, o al menos hasta el lado del escritorio. Temió que fuese vista, e intentó con todas sus fuerzas el mantenerse lejos del rango de visión del sujeto.
Notó en ese momento que su propia cola se movía de un lado a otro, iracunda, golpeando el suelo con furia.
"¿Por qué no lo sería? Somos colegas, ¿No? Además, según tengo entendido, ya eres una mujer adulta."
Si, lo era, pero a Weiss ni siquiera le agradaba el sujeto, mucho menos tendría algo con él.
Weiss se acomodó en su asiento, y pudo sentir más de su aroma llegándole a la nariz.
Estaba hirviendo en ira, pero también hirviendo en la tentación.
Finalmente, sintió sus propios dientes atravesando su piel.
Su vista se distorsionó por un segundo, dejando los tintes rojizos, y pudo respirar un poco.
Era demasiado, esa situación.
Lamió cuanto pudo de la sangre que comenzaba a salir, no salía demasiada, pero no quería que esta lograse caer al suelo.
Eso la mantuvo algo distraída.
"Esto es un trabajo, y debe ser tratado como tal. Estoy muy ocupada para perder el tiempo en distracciones, usted sabe mis objetivos y no me tomaré descansos hasta lograr conseguirlo."
Ella era el objetivo.
Su salud, su recuperación, su humanidad.
Ella era la razón de que Weiss estuviese vulnerable, cansada, molesta, estresada, que pasara tiempo ahí, con esa gente, todo por su culpa, porque quería ayudarla, y eso no dejaba de molestarle.
Se vio enterrando más los dientes en su carne al darse cuenta de eso, al odiarse a sí misma, al saber que era una carga. Una carga para la persona que más quería en el mundo.
El estar en esa situación, también era su culpa.
Todo era su culpa.
"Los científicos se están preocupando de eso, no hay mucho que puedas hacer, debes dejarle el trabajo a ellos, y así tu puedes darte un descanso."
Odiaba estar de acuerdo con ese doctor.
Weiss merecía un descanso, pero, aun así, no dudó en seguir desafiándolo.
"Es trabajo en equipo, doctor. Mi entrenamiento me lo enseñó."
Escuchó al hombre soltar una risa. Debía estar a solo dos metros de Weiss, y sintió como esta dio un salto al escucharlo.
Se había acercado más.
Maldita sea.
"¿Entrenamiento? ¿Te refieres a tu entrenamiento como cazadora? Deberías dejar eso de lado, ese pensamiento, ese entrenamiento, de todas formas, estas aquí, haciendo trabajo de investigación, ya no estás peleando contra monstruos. Esa forma de ver la vida es inútil acá."
Notó la tensión en Weiss.
Notó como sus pies estaban fijos en el suelo, como si quisiese atornillarlos al piso.
Weiss carraspeó, pero no dijo nada, se notaba incomoda y ahora además enojada, indignada, pero no podía decir nada de lo que quería decir.
Debía contenerse.
Debían contenerse.
Lamentablemente, su silencio no sirvió para que el hombre también se quedase en silencio.
Ese bastardo no se callaba nunca, era peor que ella.
"Creo que es lo mejor. Que una mujer tan linda como tú arriesgue su vida de semejante forma es realmente desagradable. Eres talentosa, tienes gracia y una buena voz, te estás perdiendo ahí afuera, haciendo labores de brutales que no son de una dama."
En ese segundo, Weiss pasó de estar incomoda a estar simplemente enojada.
Ese instinto que acababa hacerse presente por primera vez, hace solo unos minutos, volvía a latir en su interior, como un aviso. Weiss estaba enojada, lo sabía, y ahora, lo sentía. El enojo ajeno, y el propio, aumentaron mucho más cuando sintió la mano del sujeto en el cuero de la silla de Weiss, por ende, se había acercado aún más.
No iba a poder resistir mucho más.
Si este la tocaba, era el final.
Y Weiss estando así, hirviendo así de ira, no servía para mantener su propia ira a raya.
Ambas lo iban a perder todo en ese momento.
Logró escuchar como Weiss apoyó las manos en el escritorio, dándole un golpe a la madera, despacio, pero sus oídos animales lo escucharon.
"Estoy protegiendo el mundo, no sería jamás una perdida, muy por el contrario. Cualquiera puede cantar o ser linda, pero no todos tienen el valor y las habilidades para aniquilar bestias. Para hacer el trabajo que nadie más se atreve a hacer."
El hombre volvió a soltar una risa. Notaba como Weiss estaba siendo arisca, pero a él no parecía importarle. Por supuesto que no le importaba. Solo quería estar en la piel de esta, y estaba dispuesto a acorralarla lo más posible para conseguirlo.
De nuevo, no era diferente de él en ese sentido.
Que asco.
"Este es un lugar seguro y has demostrado desempeñarte muy bien en el laboratorio. Jacques es un buen amigo mío, y esperé grandes cosas de su hija, pero estoy impresionado. Seríamos un gran equipo si decides quedarte aquí en vez de seguir arriesgando tu vida."
La ira de Weiss cambió radicalmente.
Ya no era ira, ahora era miedo. El que se refiriese a su padre era el gatillante de su miedo, de su desesperación. Su propia ira también cambió, pero a algo muy similar. Ahora no sentía rabia de ver a ese sujeto coqueteándole a Weiss, si no que ahora sabía que este la estaba lastimando psicológicamente.
Eso era más de lo que podía resistir.
"¿A qué quiere llegar con eso?"
La voz de Weiss titubeó, casi imperceptiblemente, pero ella lo notó.
"Podemos beneficiarnos mutuamente. Puedo convencer a Jacques que reconsidere lo de tu herencia, ya te dije, somos amigos. Podrías tener un trabajo estable aquí, y así no tendrías problemas con permanecer monitoreando a tu…amiga. Llegar a un acuerdo sería lo mejor para todos."
¿Un acuerdo?
Sus dientes dejaron de morder, llevada por la curiosidad. No entendía lo que el sujeto quería decir, y sus instintos se calmaron con la exclusiva intención de llevar toda su atención a la voz del doctor. Toda su racionalidad.
La mano del sujeto se movió, y supo que había tocado a Weiss porque esta dio un salto, sus piernas temblando.
Su vista volvió a tornarse roja.
"¿Que?"
Weiss preguntó, notablemente sorprendida.
"Si te casas conmigo, no tendré ningún problema en convencer a Jacques de que te perdone, y bueno, él me debe más de un favor. Como puedes darte cuenta, tu situación aquí es algo...frágil."
La estaba... ¿Manipulando? ¿Se trataba de una amenaza?
¿Tanto la quería en su cama?
¿Era para asustarla?
¿Planeaba forzarla a casarse para no echarla del centro?
Obviamente quería echarla, de hecho, la única razón por la que no lo había hecho era porque es la hija de Jacques y además parecía atraído a esta.
Sentía sus ojos inyectados en sangre, ardiendo.
No, todo a su alrededor estaba bañado de rojo.
Cuando el sujeto hizo un sonido de sorpresa, ahí recién logró darse cuenta de que ya no mordía su mano, por ende, sus gruñidos bestiales salían sin problema por su garganta.
No quería poner a Weiss en una mala posición, pero esta, sorpresivamente, retrocedió un poco en su silla, girándose, dejando su escondite visible. Ahora podía ver al hombre, este retrocedió lo suficiente para dejar su espalda apoyada en la ventana que daba al paisaje. Se veía aterrado.
Quería verlo sangrar.
Quería verlo gritar.
Quería verlo morir.
Weiss se había acomodado en su silla, cruzándose de piernas, y ambas de sus manos en sus rodillas. No le veía el rostro, pero se lo podía imaginar.
No era miedo, ni ira, pero si era determinación.
Por su parte, sus ojos no se podían despegar de los del sujeto. Las piernas de la mujer evitaban que avanzara, se lo impedía, pero no le impedía que el sujeto la mirase, que la viese, que pudiese ver ese monstruo que él creía que ella era. Quería que este lo viese. No quería ser un monstruo, claro que no, sin embargo, le gustaba serlo frente a él. Aterrarlo con sus gruñidos, con sus huesos bestiales, con sus garras, con sus colmillos, aterrarlo con todo lo que la hacía ser un Grimm. Quería ver el rostro aterrado que la gente tenía al ver a una creatura de la oscuridad, siendo ella ahora esa creatura.
Quería verlo sufrir.
Si.
Lo deseaba.
Se vio pasando la lengua por sus dientes, saboreando los restos de su propia sangre. El miedo de inmediato creció en el hombre, y sus más grandes instintos crecían, incitados por ese terror.
Quería desgarrarlo.
Desmembrarlo.
Torturarlo.
Hacerlo pagar por tocar a su hembra.
Suya.
Solo suya.
"¿Quieres casarte conmigo? De acuerdo, pero quiero que tengas en cuenta que, si aceptas esa unión, también aceptaras mi carga como cazadora, o, mejor dicho, mi compañera. Si me aceptas, me aceptas con mi compañera, que es mi lazo inquebrantable, y deberás cargar con su existencia como si fuese propia."
Buena jugada, pensó, pero sus gruñidos no podían dejar de salir.
El doctor le dio una mirada a Weiss, rápido, para no despegar la mirada de ella, con claro miedo de que hiciese un movimiento en falso para atacarlo.
Y como quería hacerlo.
Este negó, rápidamente, sin dudarlo ni un solo segundo.
La gente que no sabía de ese trabajo solo sabía que los compañeros de batalla eran unidos, no sabían cuánto, pero se lo imaginaban. Los cazadores, los equipos, los compañeros de vida, de oficio. Obviamente el doctor iba a querer tener a una mujer joven y hermosa a su lado, ¿Pero tener que lidiar con la compañera de esta de por vida?
¿La compañera de esta que era mitad Grimm?
¿Un animal indomable?
No, no.
Era claro.
"¿Te niegas? Entonces evidentemente no habrá ningún tipo de compromiso. Mi posición aquí es frágil, ¿No? Me pregunto si yo dejo de estar aquí, ¿Como van a controlar a Ruby? Lo viste con tus propios ojos, lo hábil que soy para calmarla. ¿Podría tu equipo lidiar con no solo una cazadora como Ruby, entrenada para matar bestias, sino también con sus impulsivos instintos de depredador? Yo creo que no."
Debió sentirse mal por lo que Weiss decía sobre ella, pero no, por el contrario, se sentía incluso orgullosa de ser una bestia.
De ser la perfecta amenaza.
Y su pecho se hinchó de inmediato, su orgullo como cazadora, su orgullo como animal y su orgullo como una bestia detestable.
Porque eso era.
Y nadie podía negarlo, ni siquiera ella misma.
El hombre tragó pesado, y por su parte se acercó un poco más, gruñéndole, mostrándole los dientes, mostrándole sus manos, su cola. Era un animal, lo sabía, un monstruo, lo sabía, y quería que este lo viese, que notase lo complicado que era el lidiar con ella, porque si, lo era.
Abrió la boca, solo un momento, un gruñido aún más intenso salió de su garganta, antes acallado por sus propios dientes obstruyendo el paso del sonido. Rugió, con la exclusiva intención de asustar al sujeto aún más. Se sentía bien. Y claro, también se sintió bien que este retrocediera sin mucho éxito, su cuerpo ya pegado al vidrio.
"Creo que el que está en una posición frágil eres tú, un humano normal, sin Aura, sin entrenamiento. Hagamos una tregua y simplemente hagamos que esto no ocurrió y sigamos adelante con nuestras vidas. Cada uno haciendo su trabajo, colegas, como dijiste tú."
Weiss le dijo, su voz más en calma.
Este asintió, histérico, y se iba a mover, pero la mujer levantó un dedo, y por su parte soltó un gruñido, deteniendo al hombre en su intento de huida.
Y le gustó cada segundo de ese momento.
"Una cosa más. Si vuelves a tocarme sin mi permiso, voy a hacer que Ruby te arranque la mano de la forma más dolorosa que pueda. Ahí ni siquiera mi padre podrá ayudarte."
Esa voz.
Delicioso.
Se vio tentada a devorarla.
Tanta determinación, ira, pero tanto control.
Era fascinante.
No creía haberla visto así nunca, y era tan agradable.
Esta se veía cansada y vulnerable, pero ahora se sentía fuerte, capaz, hermosa.
Weiss también podía ser una bestia si se lo proponía, podía sacar su lado más corrupto, y se veía hermosa haciéndolo.
Soltó otro rugido, moviendo su cuerpo hacia adelante, otra vez, con la exclusiva intención de asustarlo. Ya ni siquiera era una ira desbocada, si no que se sentía bien, controlada. Tal vez era Weiss, su control la había ayudado, no tenía duda de eso.
Ambas estaban en sincronía.
Eran compañeras, compañeras de caza, entrenadas para cazar a sus presas.
Y este era una.
El hombre asintió, corriendo rápidamente hacía la puerta, huyendo como un cobarde.
Sus instintos volvieron a atacarla, su pecho doliendo, pero era una presión que se sentía común. Sabía lo que significaba. Si, quería perseguirlo. Se vio moviéndose, con la intención de ir tras de él. Las piernas de Weiss le bloqueaban la pasada, pero usó su ahora débil habilidad como último recurso.
Se sentía hirviendo, quería más sangre, más dolor, más miedo.
Desesperación.
Salió de su escondite y apoyó sus manos y pies en el suelo, sus garras incrustándose en la alfombra de la oficina, y el doctor la observó mientras intentaba abrir la puerta sin mucha coordinación.
Su cordura había desaparecido, solo veía rojo, solo veía miedo, solo veía la tentación inminente de una presa bien cazada.
"Ruby."
La voz de Weiss la detuvo en sus movimientos.
Fue un comando simple, solo su nombre, pero podía entenderlo, eran compañeras después de todo, habían aprendido a entenderse la una con la otra para pelear de la mejor manera posible, incluso aunque en la actualidad mucho de eso se hubiese perdido luego de la caída de Beacon.
Tal vez también era otro instinto que no conocía.
Se quedó inmóvil en su posición, su vista aun roja, su cola aun moviéndose de un lado a otro, sus cabellos aun erizados. Pero inmóvil. Completamente inerte en sus oscuras intenciones.
El doctor miró a Weiss, aterrado, y luego siguió con su huida, cerrando la puerta tras él.
Esa era la prueba.
Solo Weiss podía controlarla, y él lo sabía.
Era un arma, un arma que Weiss podía usar a su antojo, y la mera idea la hizo salivar.
Se quedó ahí, escuchando los pasos alejándose rápidamente, así como el olor poco a poco desvaneciéndose. Su mirada también terminó cambiando, ahora no era roja, ahora veía los ligeros tonos anaranjados del atardecer, el anochecer levantándose.
Se acabó.
Los pasos de Weiss a su lado la sorprendieron, sus movimientos muy tranquilos y silenciosos.
"Espero que esto no sea desfavorable para nosotras."
Se levantó, parándose erguida. Sentía su cuerpo algo extraño luego de tenerlo tan tenso durante tanto rato, y ahí, de pie, miró a la mujer, notándose cierto miedo en su expresión.
Bueno, no miedo, más bien inseguridad y culpa.
¿Por qué su locura instintiva se había vuelto algo normal entre ambas? ¿Por qué Weiss parecía tan cómoda hablando de su dilema? ¿Por qué no le temía?
¿Weiss la aceptaba así, a pesar de todo?
Soltó un suspiro, sintiéndose ajena en su piel, ahora más que otras veces. Sintió placer al pensar en matar a alguien, y eso la dejaba colapsaba. Pero ya debía asumirlo, no era ella misma y probablemente no lo volvería a ser.
"Si sucede, entonces nos iremos."
Su voz salió gruesa, tosca, tal vez debido a todo ese rato gruñendo sin parar.
Weiss la miró, horrorizada.
"¿Que estás diciendo? ¡No podemos irnos!"
Ah, y también su expresión tenía indignación.
La miró, intentando lucir lo más honesta que podía.
"Estoy cansada, Weiss. No creo que encuentren una cura, y dudo que pueda aguantar más tiempo aquí. Lo siento dentro de mí, como esto poco a poco consume más mi humanidad, y si va a suceder, quiero que sea mientras soy libre, no estando aquí, en estas frías paredes mientras me siento un experimento más."
Weiss pestañeó, confusa, sus ojos miraron hacía todos lados, como si buscase con que argumentar, pero no tenía sentido hacerlo. Ella misma sabía lo que era estar encerrada, se lo comentó. Todos esos años que por su parte estuvo viajando, matando Grimm, Weiss estuvo encerrada en la mansión Schnee.
La podía entender, por eso mismo no era capaz de obligarla a quedarse ahí.
Las manos de esta se movieron hacía las suyas, y tembló con el tacto, más por lo placentero que se sentía que por el miedo a herirla. Luego de lo que ocurrió, dudaba tener miedo de herirla.
Los ojos celestes la observaron, suplicantes.
"Al menos dejame intentar hacer algo para ayudarte. Tengo algunas ideas, y no quiero parar sin tratar de conseguir una cura."
Soltó un suspiro, sintiendo como un último gruñido atorado en su garganta salía. Weiss ni siquiera se inmutó con el sonido, parecía demasiado acostumbrada a su lado Grimm, lo cual la dejaba ciertamente confundida. Creyó que esta estaría más incómoda con el suceso, pero parecía que había digerido todo aquello más rápido que ella misma.
La aceptaba, más de lo que ella se aceptaba a si misma.
"Puedes hacerlo, Weiss, siempre aceptaré tu ayuda, así como espero tu aceptes la mía, pero estar aquí encerradas, no nos está ayudando a ninguna, yo odio estar aquí, y tu odias tener que lidiar con esta gente. Estamos sufriendo."
Weiss pareció contemplar sus opciones, su cuerpo tenso, pero al final soltó un suspiro pesado, bajando un poco sus hombros, descansando su pose.
"Voy a encontrarla pronto, lo prometo, y no tendremos que volver aquí, nunca."
Soltó una risa, sin poder dejar de mirar las manos de Weiss, tocando las propias, y como quería que ese tacto durase para siempre.
"Creí que yo era la de las promesas."
Pero a Weiss se lo permitiría.
Si iba a morir, prefería morir afuera como un monstruo, que ahí como un experimento.
Ambas merecían libertad.
