Disclaimer: Harry, ron, hermione y compañía son todos de JK Rowling, pero Duna es mía!!! ¬¬ A ver kien me demanda x eso…

Este fic entero se lo dedico a Sarita, xq me ayuda mogollón a escribirlo dando ideas y ánimos jeje y xq fue ella la ke kiso ke lo colgara en fanfiction. Leed sus historias en serio!! No es xq sea mi amiga, escribe genial (joder, va cursi ke toy sonando, Sarita, no me mates!! No se otra forma de promocionar tus historias xDDD!). La ke mas me gusta es : "es mi pelirrojo". (Nota: tiene también otras, miradlo.)

Espero ke os guste el fic. En principio tengo la intención de acabarlo, si mi imaginación decide no tomarse unas vacaciones actualizare una vez al mes x lo menos, depende de lo liada ke este…

DEJARME REVIEW AUNKE SOLO SEA UNA FRASE X FAVOR!!! GASIAS A TODOS X LEER MIS PARANOIAS JEJEJE . .

NUEVO COLEGIO, NUEVOS AMIGOS Y…NUEVOS PROBLEMAS.

Duna abrió los ojos sorprendida.

Miró a su alrededor y solo vio las cortinas azules de alrededor de su cama. Ningún ascensor cerrado herméticamente. Suspiró profundamente, se relajó y se dejó sobre la almohada. Otra vez esa estúpida pesadilla. La tenía al menos una noche al mes todos los meses desde que tenía uso de razón. "Por algo estoy traumatizada." Pensó cansinamente. Los ascensores le daban un miedo horrible, y su subconsciente era tan cabrón que le hacía soñar con ellos a menudo o bueno, más veces de las que le hubieran gustado.

Apartó un poco las cortinas y miró su reloj de encima de la mesilla. Las seis y media. Todavía faltaba media hora para que el resto de sus compañeras de habitación se despertasen, y si no había ocurrido un milagro del cielo, no conseguiría volver a dormirse. Se sentó en la colcha, también azul como las cortinas, se levantó y se dirigió en silencio al baño. Se miró al espejo, y una chica de tez morena, pelo oscuro y ojos marrón oscuro le devolvió la mirada. Tenía unas ojeras horribles por el sueño acumulado a lo largo de la semana. Por suerte ya era viernes y se acabarían los agobios y los madrugones, al menos por un par de días. Abrió el grifo y un chorro de agua caliente salió de él, comenzando a llenar la bañera. Se desvistió y se metió suavemente en la bañera.

Hacía apenas dos semanas que había empezado el curso en Hogwarts y ya se había acostumbrado al ritmo del colegio. Duna Aguinaga era nueva en el colegio inglés. Desde los once años había estudiado en La Alhambra, la Escuela de Magia Española, o la EME, como se la solía conocer. Los alumnos de la EME no eran internos, sino que todos los días se habilitaban transladores para llevar a cada grupo a su región. Después volvían desde el lugar de llegada en autobús, como vulgares "muggles" a sus casas.

Duna tenía los ojos ya cerrados cuando se llevó un segundo susto: el sonido de la campana invisible que avisaba de la hora de levantarse.

La gente no hacía más que quejarse de esa campana, porque el año pasado, decían, no te daba un infarto cada vez que te despertabas. A Duna sencillamente le daba igual, porque siempre se despertaba uno o dos minutos antes de que la campana sonase.

Salió de la bañera corriendo y se envolvió en una toalla. Salió y se encontró el mismo panorama de todas las mañanas: un montón de cabezas despeinadas y ojeras. Como ella.

Se vistió rápido y bajó al comedor corriendo.

Al entrar vio que era de las primeras. De pronto tropezó con algo y se cayó al suelo. No se había echo mucho daño pero le dolía algo la rodilla. Miró a ver con quién había tropezado y vio a una chica de pelo alborotado castaño. Llevaba un montón de papeles que en ese momento estaban esparcidos por el suelo.

- ¡Lo siento muchísimo!- exclamó agachándose para ayudarla a recogerlos.- De verdad, lo siento. A estas horas estoy medio dormida y no miro por donde camino.-

- No pasa nada, yo también estoy bastante despistada.- respondió la chica sonriendo.- ¿Te levantas muy pronto?

- Es que no podía dormir y como no tenía otra cosa que hacer bajé a desayunar.- resolvió Duna.- ¿Eres de Gryffindor, no?

- Si, -respondió la chica orgullosamente, señalando su insignia roja y dorada.- Me llamo Hermione, voy a sexto, ¿y tú?

- Bueno, yo voy a Ravenclaw, como verás. Me llamo Duna, y voy también a sexto.

No te había visto antes por aquí, ¿eres nueva?-preguntó Hermione.-

- Sí, soy de intercambio, vengo de España.-respondió ella sonriente.-

- Ya te notaba yo el acento un poco raro, jajaja.-rió la Gryffindor.- Bueno, y ¿qué tal? ¿Te tratan bien?

- Sí…-contestó Duna poco convencida. No era que se llevara mal con la gente, porque se hablaba con todos, lo que pasaba es que los grupos eran muy cerrados y era muy difícil meterse en uno de ellos, sobre todo en Ravenclaw, donde casi todo lo que había eran empollones que nacían y vivían para los libros. A Duna no le gustaba esto y casi siempre estaba sola a su bola.-

- ¿Seguro?- inquirió Hermione levantando una ceja.-

- A ver, no es que no me traten bien.- respondió Duna.- Si no que la gente tiene ya las amistades definidas y las chicas de mi casa no quieren que nadie de fuera se meta en sus grupos. Por eso ando sola.-

- Mira, si quieres te puedo presentar a gente que se que no le importará estar contigo.- se ofreció la castaña.-

- No quiero ir de acoplada por la vida, pero gracias.- dijo Duna negando con la cabeza.-

- Perdón, tal y como lo dije parecía que iba a pagar a alguien para que estuviese contigo, pero no me refería a eso. Conozco a gente muy sociable que no es como esos estirados de Ravenclaw. Ven conmigo.-

Duna la siguió hasta la mesa de Gryffindor, que ya se estaba llenando de alumnos procedentes de sus salas comunes. Se acercó a un chico moreno de ojos verdes que reconoció al instante como Harry Potter, "el niño que vivió", que estaba al lado de uno pelirrojo más alto. Cuando Potter levantó la mirada para ver quién se acercaba, Duna sintió una sensación parecida a una corriente eléctrica que le recorrió la espalda. Dio un pequeño bote, que nadie, excepto él notó. ¿Qué demonios era eso que le había pasado? Nunca le había ocurrido antes con nadie. "No será nada" pensó ella."Será que hace frío."

Mira Duna, este es Harry Potter.- dijo Hermione sacándola de sus pensamientos.-

Él y Duna se volvieron a mirar y otra vez se produjo esa extraña sensación que recorrió su espalda. Sin mucho convencimiento, el moreno se levantó del banco y le tendió la mano. A Duna siempre le pareció fría esa manera de saludar. Echaba en falta los dos besos que eran costumbre en España, sobre todo si el chico en cuestión tenía una presencia más que decente.

Ella alargó su mano para estrechársela, pero apenas un instante después de que sus manos hicieran contacto fue como si una especie de corriente eléctrica fluyera entre ambos. Duna le devolvió la mirada al moreno con expresión extrañada, como si pensase que él le pudiera dar una respuesta a todo aquello. Pero parecía que a él también le pasaba lo mismo, pues le miraba con la misma cara que ella.

El pelirrojo que estaba a su lado y Hermione se quedaron mirándoles con caras extrañas. Duna no podía moverse, aquella extraña fuerza la tenía clavada en el sitio. El moreno miraba las manos unidas con los ojos desorbitados. De pronto, la voz de Hermione los sacó de su áurea.

¿Bueno, qué? ¿Os habéis quedado paralizados?- preguntó la castaña entre risas.-

No, no es nada.- respondió Duna inmediatamente soltando la mano de Harry, y al momento dejó de sentir el paso de esa especie de corriente.- No sé, creo que es la impresión de conocer al niño-que-vivió.- añadió esbozando una sonrisa y mirando de soslayo a Harry, que le respondió frunciendo el ceño.-

No me gusta que me llamen así,- dijo él.- Suena a algo así como a un héroe, y yo no lo soy. Prefiero que me llamen solo Harry.- completó sonriendo tímidamente a la chica.-

Bueno, pues entonces Harry.- respondió Duna poniéndose roja al ver que él le sonreía.- "Dios mío, ¿qué me ha pasado? Este chico tiene algún magnetismo especial…Joder, ¿por qué me tengo que poner roja?"

Será mejor que me vaya a mi mesa, esto está casi lleno.- dijo señalando la mesa de Ravenclaw, que ya estaba llena de alumnos que charlaban y revisaban apuntes.- Adiós, encantada de conoceros.

Ya sabes, si necesitas algo, o hablar con alguien ya sabes donde estamos.- dijo Hermione con una sonrisa.-

Gracias, de verdad.- dijo Duna, se dio la vuelta y se dirigió a paso ligero a su mesa.

Se sentó cansinamente entre Cho Chang, que hablaba animadamente con Marietta Edgecombe (que cuando ella se acercó se calló automáticamente) y Padma Patil, que discutía con Mandy Brocklehurst por no sé qué de una camiseta, que Mandy le había dejado a Padma y que esta había manchado de poción alisadora para el pelo. Suspiró y se sirvió cereales con chocolate. Miró con asco a Terry Boot, que devoraba con avidez un plato repleto de gachas. "No entiendo cómo a alguien en su sano juicio puede comer semejante asquerosidad…- pensó mientras trataba de concentrar su atención en otro lado para no potar." De pronto, alguien la llamó. Cho Chang se había dado la vuelta y miraba, lo que se dice mal. Duna le devolvió una mirada extrañada. Siempre había pensado que Cho era un poco gilipollas y creída, pero no hasta el punto de mirarla mal. Decidió atajarla.

¿Te molesta que coma cereales, Chang?- preguntó con una sonrisa sarcástica.-

No te hagas la tonta "Aganaga".- dijo Cho con voz de bastante chunga.- Nos llevas escuchando desde que te sentaste aquí.-

Mira bonita, tengo cosas mejores que hacer que escuchar vuestras estupideces.- respondió la morena volviendo a sus cereales.-

¿Pero tú de qué se supone que vas ignorándome?- le gritó Cho al oído.-

De sorda no, desde luego.- le espetó Duna tapándose la oreja en que la china le había gritado.- Y si me disculpas, tengo hambre. ¡Ah! Mi apellido es A-gui-na-ga. La próxima vez que me hables, te lo aprendes.- completó volviendo a mirar su bol de cereales.-

La oriental parecía apunto de explotar, mientras su amiga ponía cara de "¡yo lo flipo!". Chang se estaba poniendo roja por momentos y la gente se estaba empezando a fijar en ellas. Roger Davies se acercó a tranquilizar a Cho, pero esta le apartó de un empujón. Algunas personas la miraban como si estuviera loca de remate y observaban la escena con curiosidad. La morena miró de reojo a "la histérica" y comprobó que le iba a dar una ostia de un momento a otro y, como no quería problemas, se levantó sin acabar su tostada y se fue caminando hacia el Hall. Miró su reloj y vio que daban las ocho menos cuarto. Dio un bostezo y maldijo a todos los ingleses por madrugar tanto.

Se ajustó la mochila a la espalda y caminó pesadamente hacia la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. De pronto, una mano la cogió por el hombro. Se dio la vuelta y sus ojos se cruzaron con otros de un gris intenso. Esos ojos la taladraron y Duna no supo qué decir.

Eh, sudaca, estás en mi pasillo sin mi permiso.- dijo Malfoy con una mueca despectiva mirando la piel morena de Duna frente a la suya, blanca como la nieve.

Malfoy me estás tocando.- respondió ella mirando la mano del rubio, que seguía en su hombro.-

Ya lo sé.

¿Y?

¿Y qué?

Si tu cerebro no da para más no es mi culpa. Te lo diré con un lenguaje de acuerdo a tu edad mental, ¿vale? Si no quitas la mano de mi hombro, tía Duna te tendrá que pegar un azote y te quedarás sin postre. – dijo con una voz digna de profesora de primero de preescolar.- Y otra cosa, me llamo Duna, no sudaca, gilipollas.

Se dio la vuelta sin esperar a la respuesta del rubio. "A partir de esta me la va a tener jurada por dejarle con la palabra en la boca." Pensó Duna, y suspiró cansinamente. "Me da a mí que hoy no va a ser un día para recordar." Entró en la clase de DCLAO y tiró los libros sin ninguna ceremonia encima del pupitre. Apartó la silla, que emitió un chirrido bastante molesto y se dejó caer pesadamente en ella. El resto de los alumnos fueron llegando y cada vez había más jaleo en la clase. Logró entrever a Cho Chang, que pasó con su amiga Marietta, y que le dirigió una mirada a lo "latin kings"(N/A: es una banda armada de gilipollas que hay en mi ciudad), que Duna ignoró. Miró cómo el resto de la clase se tiraba pedazos de pergamino y se llenaban de tinta. En otras circunstancias ella hubiera participado en la guerra, pero quería descansar y no tenía ganas de nada. Solo Duna y cuatro empollones más de su casa estaban sentados, pero ella solo quería que acabase la clase, porque tenía una hora libre y solo quería tumbarse en su cama y relajarse. Se le vino a la cabeza la imagen de algo blanco y mullidito: su almohada. Sonrió y fijó su mirada en ella, que cada vez se iba haciendo más nítida.

De pronto, sonó un timbre. La imagen de su almohada se desvaneció y volvió a aparecer la de su clase. Estaba vacía. Muy extrañada salió al pasillo, pero por más que miró a todos lados no había nadie. Caminó por los desiertos corredores buscando a gente, pero solo se oía el eco de sus pasos. Las armaduras parecía que la observaban y ella empezó a tener miedo. "¿Y si se han ido todos a Hogsmeade sin mí? Es imposible, la última visita fue hace poco más de una semana. ¿Y si había reunión en el Gran comedor?

AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH.

La sangre de Duna se heló al oír aquel grito desgarrador. De pronto, se empezaron a oír unas voces. Provenían del Gran Comedor. Bajó a toda prisa la escalera, pero se detuvo en seco al ver a una siniestra figura paseándose por el Hall. Llevaba una capa negra con capucha y una máscara blanca que impedía ver su rostro. Duna se quedó paralizada al principio, pero reaccionó justo a tiempo y se escondió detrás de una armadura. De repente, se abrió la puerta del Gran Comedor y salió otro mortífago, este más alto que el anterior y más delgado. Murmuraron algo y se rieron, pero Duna no pudo oír qué es lo que decían. Con un ágil y silencioso movimiento cruzó el rellano y se escondió detrás de otra armadura, desde donde podía ver el interior del Gran Comedor.

Las mesas habían desaparecido y todos los alumnos estaban tirados boca arriba en el suelo. Estaban aterrorizados mirando a la mesa de los profesores. Frente a ellos, el cadáver de Dumbledore yacía sin vida en la mesa. Mcgonagall lloraba en silencio en el hombro de Sprout, pero uno de los mortífagos la agarró por el moño, ahora desecho, sin ningún cuidado y le tiró la cabeza hacia atrás. El resto de los profesores estaban repartidos por el suelo, excepto unos pocos: Mcgonagall, Sprout, Hagrid, Trelawney y Snape.

Dos mortífagos se acercaron a la profesora de adivinación, que había perdido su porte etéreo y miraba a Dumbledore como ida. No puso resistencia cuando las dos figuras encapuchadas la cogieron, uno de cada brazo y la llevaron al Hall.

Duna contuvo la respiración cuando los dos enmascarados estuvieron de cara a ella. Soltaron a la mujer llena de velos sin ninguna ceremonia en el suelo, y quedó tendida en una posición grotesca. Después cerraron las enormes puertas de madera y Duna perdió la vista de sus compañeros.

El más alto de los mortífagos hizo incorporarse a la profesora de un tirón.

Sé que sabes dónde esconde Dumbledore el dichoso libro, así que si aprecias tu vida, lo mismo que la de tus colegas y alumnos me dirás donde está.- dijo con mucha calma mirándola fijamente. Trelawney no dijo nada, se quedó como estaba.

Te lo repito por si no me has oído: ¡dime donde está el libro!-

No lo sé.- respondió la frágil profesora, con una voz que Duna no había oído jamás.- No lo sé.-

¿Qué no sabes?- preguntó el mortífago agarrándola por el pelo y echándole la cabeza hacia atrás con brusquedad, a la vez que le apuntaba con la varita directa al corazón.- Te voy a hacer saber lo que es el dolor si no me lo dices.- siguió, apretando la varita con fuerza, y con las venas de las manos hinchadas; unas manos finas y blanquecinas.-

Me da igual.- dijo Trelawney.- Me llevaré el secreto a la tumba. Nunca le diré a Lord Voldemort el paradero de ese libro.-

¡Crucio!

Un grito más de dolor y la profesora se retorció con un gesto grotesco. El resto de los mortífagos se quedaron impávidos ante el sufrimiento de la mujer. De pronto, el rayo rojo que salía de la varita se extinguió. El encapuchado volvió a incorporarla de un tirón. Se notaba que ya estaba perdiendo la paciencia.

Me parece que un recordatorio viene muy bien para las voluntades, ¿verdad Sybill?-

Te puedo asegurar Lucius, que siguen tan fuertes como siempre, y no merece la pena que gastes tu sudor y tu saliva en pronunciar maldiciones porque será en vano. Ninguno de mis colegas antepondrá su vida al libro.-

¿Y si decido matar a todos los niños?- preguntó con una voz falsamente dulce, a la vez que pasaba la varita por el cuello de la profesora, lleno de collares y colgantes.- Será hermoso ver cómo ruedan sus cabecitas. Mis hombres disfrutarán haciéndoles sufrir y matarlos poco a poco…Una muerte lenta…

Lo siento Lucius, pero no estoy dispuesta a sacrificar las vidas de toda la humanidad por un chantaje.

Tú lo has querido.- respondió, y dirigiéndose a sus hombres les dijo:- Matádlos. ¡Avada kedavra!

Un golpe seco y el cuerpo de la profesora de Adivinación cayó inerte en el suelo. Todo se volvió borroso y en la mente de Duna solo resonaban muy lejanos los gritos de los niños…

- ¡¡¡NOOOOOOOOOOO!!!

Duna…

Duna…

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Todo estaba negro. Solo oía a lo lejos alguien que susurraba su nombre. Pero todavía podía escuchar, como ecos en su mente, los gritos de sus compañeros y el sonido de las maldiciones.

De pronto, empezó a ver una imagen borrosa que poco a poco se fue volviendo más y más clara. Pudo distinguir un montón de caras arremolinadas a su alrededor. Instintivamente se cubrió la cara con las manos y sollozó.

No te preocupes, Duna.- dijo la voz tranquilizadora de Lupin.- Ya ha pasado todo. Estás en clase.

¡No, están todos muertos!- exclamó Duna mirando a sus compañeros aterrorizada.-

No, mira, son de carne y hueso. Has tenido una pesadilla.- continuó con voz tranquilizadora.- No pasa nada.

Dios mío…-murmuró ella poniéndose la mano en la frente. La tenía mojada y estaba ardiendo.- ¿Puedo ir a la enfermería? Creo que tengo fiebre.

Claro, por supuesto.- le dijo su profesor, y Duna se levantó del suelo, ante la mirada atónita de sus compañeros, y salió en dirección a su habitación.

Tenía la certeza de que aquello no había sido un sueño corriente. Nunca se había puesto así por una simple pesadilla, y aquello era como real. Había tenido la impresión de encontrarse allí, y nunca soñaba con gente que no conocía…

Se metió en los baños de las chicas y cerró la puerta con pestillo. Se dejó caer con pesadez por los azulejos hasta quedar sentada en el suelo. Dio un suspiro y se quedó callada. Solo necesitaba pensar un poco. De pronto, el sonido de una de las cisternas la sacó de sus pensamientos.

¡Hola! – le dijo la voz alegre de Hermione Granger.

¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en clase?

Pues, verás…yo…

¿No estarás pirando, no?- preguntó con la ceja levantada.-

No, no es eso, es que…no me encontraba bien y vine al baño a echarme agua por la cara para refrescar un poco.

Ya decía yo que no tenías buena cara…-completó la Gryffindor observándola con una sonrisa comprensiva.- ¿Quieres que te acompañe a la enfermería? Es mi hora libre y Ron y Harry están en adivinación, y yo estoy sola. ¿Vienes?

Claro.- respondió Duna, contenta de tener alguien con quien charlar para olvidarse del tema.-

Siguió a la castaña hasta la enfermería. Duna estaba segura que Hermione la había notado rara, porque no dejaba de escrutarla con la mirada, como si a través de sus ojos pretendiese saber lo que en aquel preciso momento pasaba por la mente de la morena. Todavía seguía atontada por la pesadilla que había tenido, y recordaba con horror los gritos que había escuchado, cómo torturaban a la Trelawney…"Tranquila Duna, fue solo una pesadilla. Todos están sanos y salvos. No ha pasado nada." Se dijo a sí misma, intentando tranquilizarse. Como no funcionaba, decidió probar a entablar conversación con Hermione, sacando el tema más banal que se le pudo haber ocurrido: el colegio.

Bueno… ¿Cuál es tu asignatura favorita?- preguntó tímidamente, sabiendo que estaba sonando ridícula.- "seré imbécil, después de estar diez minutos sin abrir la boca, voy y le pregunto que cuál es su asignatura favorita. Va a acabar por notar algo."

No sé, digamos que es más fácil preguntarme que qué asignatura es la que menos me gusta.- respondió ella con una sonrisa. "Menos mal, si no se ha enterado de nada, mejor, y si no, lo disimula muy bien, pero estoy más tranquila jeje."

¿Y entonces cuál es?- insistió Duna.-

Adivinación.- contestó Hermione encogiéndose de hombros.- Solo duré una semana en ella. Creo que Trelawney es una farsante.

Al oír el nombre de la profesora de adivinación, a Duna le recorrió un escalofrío por la espalda que la hizo temblar. Hermione la miró extrañada y le preguntó:

¿Qué es lo que te pasa?- dijo con gesto preocupado.- A ti te pasa algo. Esto no es una simple gripe.