La vida le había sorprendido más de lo que a él le hubiera encantado, Izuku se había vuelto huérfano a los 12 años, sus padres habían cedido ante la enfermedad de la tuberculosis, esa enfermedad se volvió una epidemia en su pueblo y para mantenerlo a salvo, All Might había decido el volverlo su pupilo y entrenarlo para, dejando de lado el oficio de herrería que su familia le había heredado. Tuvo que mudarse a la capital de la nación, Londres, la cuidad estaba en pleno auge de la revolución industrial.

Así fueron pasando las estaciones hasta que cumplió 18 años se había convertido en alguien influyente entre la realeza británica, tenía el título de lord, trascurría el otoño de 1900, como en cada nuevo siglo, una nueva junta estaba a la vuelta de la esquina y esta tendría un significado especial, debido a que se reunirían en pleno apogeo del Halloween, se había vuelto una tradición el realizar grandes fiestas de salón, Izuku fue invitado.

La fiesta se realizaría en el palacio de Blenheim, la propiedad le pertenecía a un misterioso conde; Katsuki supervisaba toda la decoración de su salón para que todo fuera de maravilla, vio su reloj, eran las 6:57 P.M., una fina sonrisa se formo en su rostro, después de una década por fin podría volver al niño que dejó escapar hace otoños, se encargaría de no hacerlo esta vez.

El baile dio comenzó a las 9:00 de la noche, el conde Katsuki dio la bienvenida a sus invitados, busco entre la multitud algún indicio de Izuku y ahí se encontraba con una máscara que cubría su piel nívea, la sed por su sangre comenzó a salir.

No dejo de observarlo por lo que resto la fiesta, Izuku se divertía como nunca, a pesar de que el estar en grandes grupos no era lo suyo, tenía una sensación de tranquilidad, como si estuviera en la casa de sus padres, le pareció extraño, pero no le dio importancia.

Mientras tanto, la junta vampírica culminó dando como resultado que su población había aumentado a mas de 3,000 miembros, eran excelentes noticas para su gente, la mente de Katsuki estuvo dispersa durante toda la reunión, solo tenia una cosa en mente, la sangre de Izuku Midoriya.

Ya era de noche, Izuku había recibido la noticia de que como invitado de honor podría quedarse en una de las habitaciones del palacio, como el cansancio lo consumía decido solo quitarse el pantalón que traía dejando en su cuerpo solo un camisón holgado de algodón y su ropa interior, cayendo rápidamente en los brazos de Morfeo.

Desde el rincón mas oscuro de su habitación Katsuki era testigo del sublime espectáculo que tenía en frente, la sangre de Izuku lo llamaba, se acerco lentamente a la enorme cama de la habitación, se acercó tanto que podía oler un ligero aroma a menta, con cuidado se acerco a la parte interna del cuello del joven y olisqueo más de cerca.

No quería despertarlo, pero era necesario, comenzó a murmurar su nombre hasta que el joven se despertó, viendo frente al cenizo, su primer instinto fue gritar, fue callado por una mano en su boca:

—Mira que tenemos aquí, una linda presa que pronto se volverá mi cena— dijo Katsuki con afán de engullirle miedo al joven.

Izuku no dejaba de temblar, viendo como aquel extraño mostraba sus dientes, siendo sus colmillos los que más le llamaron la atención, su mente no dejaba de jugar con la idea de que estuviera en frente de un vampiro, aquello solo genero más pánico en él.

— ¿Qué tal si hacemos una apuesta?, si yo hago que te excites y te vengas por el placer que te brinde, te daré un mordisco y drenare tu sangre, pero, si es al contrario te dejare libre, que dices — al verse acorralado no le quedo de otra más que aceptar.

Inicio su tortura con sus pezones tocando primero el izquierdo, comenzó con una estimulación lenta mientras su otra mano se encargaba de jugar con el pene de Izuku, subía y bajaba su mano lentamente mientras se deleitaba el ver como su presa cubría su boca en un vano intento de acallar los gemidos que habían comenzado a surgir.

Katsuki se lo estaba pasando increíble, el humano que añoro por una década estaba tratando de contenerse, la dicha no podía ser más grande, poco a poco fue aumentando la intensidad, Izuku no podía creer que ese demonio estaba consiguiendo su objetivo, hasta que dio una mordida sutil sobre su cuello lo que causo que llegara su orgasmo corriéndose en su mano.

El placer fue tan intenso que se había olvidado por un momento en qué situación se encontraba, Bakugou había ganado, su sonrisa socarrona lo demostraba, Midoriya comenzó a temblar de manera sutil, pensando que su fin llegaría tan solo cerro sus ojos y se dejó llevar.

Hasta que comenzó a sentir como un digito era introducido por su cavidad anal, eso lo descoloco hasta que una frase lo cambio todo:

—Cambie de idea, creo que será mas divertido cogerte, porque para comida no me sirves, pero si intentas huir no dudare en acabar contigo— entre el pánico y la incertidumbre que colmaban su mente no había captado la magnitud del problema hasta que dos dedos comenzaron a estimularlo, Katsuki procuraba ser gentil, pero se estaba volviendo loco y continuo así hasta que encontró el punto dulce de Izuku, su próstata, recibiendo como respuesta un gemido gutural que solo lo excitaba más.

El peliverde era atacado tanto por su ano como su cuello que estaba lleno de marcas de mordedura que no eran sutiles, continúo dando gemidos hasta que su segundo orgasmo llegó.

Se sentía terriblemente agotado, pero el show debía continuar, Bakugou sentía la emoción, levanto la cadera del chico para poder alinear su pene con su rosada entrada, de un golpe entro a su interior, desde ese momento, en esas cuatro paredes solo se podían escuchar sonidos de placer y gemidos provenientes de ambos.

Después de 6 rondas y con el amanecer de testigo, Izuku ya había sido victima de la inconciencia, su cuerpo estaba lleno de mordidas por su cuello y espalda, mientras que Katsuki contemplaba los rasguños que se dispersaban por sus hombros, espalda y pecho hechos por su amante de esa noche, pero como una de sus leyes lo dictaba, no debía dejar nada a la suerte y comenzó con sumo cuidado curarle las mordidas hasta que desaparecieron, limpio su cuerpo, le puso su ropa y se fue sin dejar rastro, con su corazón y mente satisfechos por fin.