Nace una estrella

Capítulo 1: Tiempo a solas

Pequeños gemidos escapan del pico de Scrooge cada vez que su cuello era besado. Las manos de su amante desabotaban su chaqueta con rapidez y desesperación, poco le faltó para rimperla. Ambos se separaron y por unos instantes sus miradas se encontraron. Fueron solo unos instantes antes de que sus picos se conectaran en un beso apasionado.

Scrooge sonrió al sentir unas manos masajear su cola. Podía sentir el deseo de su amante y eso le gustaba. Le daba una sensación de poder que encontraba sumamente placentera. Amaba la forma tan intensa en que se comportaba durante cada encuentro, aunque eso era algo que no diría en voz alta.

Donald volvió a besar el cuello de Scrooge. Intercalando besos y mordiscos, teniendo cuidado de no dejar ninguna marca que pudiera delatar lo que ambos patos habían estado haciendo. Ambos sabían que tendrían pocas oportunidades para estar de esa manera cuando regresaran a Duckburg y querían aprovechar el tiempo al máximo.

Sus picos volvieron a encontrarse, esta vez en un beso hambriento y desesperado. Sus lenguas, deseosas de probar y explorar cada rincón de la boca ajena. Scrooge no fue consciente del momento en que Donald lo había arrinconado contra el colchón que minutos antes había colocado sobre el suelo. No era algo que le molestara. Sintió sus manos recorrer su cuerpo y lo vio descender hasta ubicarse entre sus piernas. Se sentía ansioso.

Donald besó la punta del pene de Scrooge. Con su mano acarició la base. Su tacto era suave y sus movimientos circulares. Levantó la mirada y pudo ver la expresión de en su rostro. La parte superior de su pico tenía un tono rojo y sus ojos se encontraban cristalizados por el placer y la lujuria. Ver lo que le provocaba al pato mayor hizo que una sensación de orgullo floreciera en su interior

—Tan bueno —Murmuraba Scrooge —, mi hermoso marinero.

Las manos de Scrooge se posaron sobre la cabeza de Donald, hundiendo sus dedos sobre las plumas del pato menor y acercándolo más a él. Donald dejó de usar las manos y deslizó su lengua por el miembro del pato mayor. Sus movimientos eran lentos, no tenía ninguna prisa y disfrutaba de los sonidos que producía su amante.

Scrooge se movió hacía adelante, permitiendole a su endurecido miembro adentrarse más en la boca de su amante. Más de una maldición escapó de su pico cuando se acercaba al orgasmo y fue el nombre de su sobrino lo que dijo cuando lo experimentó.

Cuando se separaron, Donald llevó un dedo a su pico para retirar el semen de este. Su garganta se sentía áspera y su voz, ronca, resultaba más inentendible de lo normal, pero probablemente nadie que lo hubiera escuchado habría notado la diferencia. Después se preocuparía por el tiempo necesario para que su voz regresara a la normalidad, en ese momento tenía otras prioridades.

Besó a Scrooge y con cuidado, lo empujó sobre el colchón detrás de él. No había sido en ese colchón donde tuvieron su primera vez, pero sí había pasado de forma similar. Scrooge se encontraba en medio de un viaje de negocios y había alquilado dos habitaciones en el hotel más barato que encontró. Los niños se habían quedado en una y ellos en la otra con la excusa de ahorrar dinero.

Inicialmente era Launchpad el encargado de llevar a Scrooge hasta el lugar en el que se firmaría el contrato, pero este no pudo cumplir con el trabajo. Recibió una llamada de una ex novia y Scrooge le permitió acudir al llamado. No lo hacía únicamente porque le estuviera brindado una excusa perfecta, sino que también lo hacía porque le tenía aprecio a su chófer y sabía que se trataba de algo que necesitaba hacer.

Scrooge mordió el cuello de Donald. No demasiado fuerte cómo para lastimarlo, pero sí lo suficiente para dejar una pequeña marca, invisible a menos que se supiera en dónde buscar y se mirara con detenimiento. Sus manos sobre sus hombros, sujetas con firmeza, lo acercaron más a su cuerpo.

—Te quiero dentro, ahora.

Las piernas de Scrooge rodearon la cintura de Donald, de modo que le permitía a su amante tener un mejor acceso a su interior. Donald obedeció. Colocó sus brazos uno a cada lado de la cabeza de Scrooge. Sus movimientos al principio eran lentos, quería que su amante se acostumbrara a la sensación de un cuerpo ajeno en su interior. Cuando lo escuchó pedir por más y gritar su nombre, sus embestidas se tornaron más veloces.

Aunque Donald sentía la urgencia de llegar a un orgasmo sabía que no era el momento. Scrooge apenas estaba recuperando la dureza y él debía esperar. Scrooge no había sido su primera experiencia sexual, pero sí el que más le había enseñado acerca del tema. Desde la primera vez que estuvieron juntos le mostró la manera en que le gustaba hacerlo y cómo disfrutar al máximo de cada encuentro.

Scrooge mordió el cuello de Donald, cegado por el placer. Se había endurecido de nuevo y su ingle comenzaba a palpitar. Donald se sintió estremecer. Dolía, pero el placer que sentía superaba con creces al dolor. El calor que sentía provocaba que su ingle palpitara de forma dolorosa.

Escuchar a su amante gritar su nombre hacía que su excitación aumentara. El dolor y el placer, la forma en que se unían lo hacían estremecerse por completo y desear que ese momento nunca terminara. Sabía que era moralmente incorrecto, pero no le importaba. Le parecía absurdo que algo que se sentía tan bien estuviera mal.

Scrooge alcanzó el orgasmo. Donald lo embistió con más calma antes de experimentar uno. Se dejó caer al lado de su amante. Ambos estaban sudorosos y en sus cuerpos quedaban algunos restos de semen. Por unos instantes sus miradas se encontraron. No había arrepentimientos o culpa, tampoco vergüenza, solo un amor que ninguno de los dos era capaz de reconocer en los ojos del otro.

—Iré a tomar un baño.

—Te acompaño.

Aunque Scrooge disfrutaba de bañarse con oro y el espacio del baño era bastante limitado, no era algo que le molestara. Disfrutaba la cercanía de su amante y la forma en que este lo acicalaba . Scrooge adoraba el tacto de su pico sobre las plumas de su amado cuando retiraba las que se encontraban rotas o fuera de lugar. El acicalamiento no era solo la forma en que los patos se mantenían limpios, era también un acto de confianza y una forma de estrechar lazos.

—¿Qué haces?

—Reviso el mapa, recuerda que vinimos a buscar un barco pirata hundido.

—Lo había olvidado. Supongo que necesitas recuperar fuerzas, preparé arroz frito.

—Puede que tenga más de cien años, pero te aseguro que tengo más energías que tú y que muchos de tu edad.

—Seguro, pero nos espera una ardua actividad física.

—¿Tan rápido? Eres...

—Me refería a la búsqueda del tesoro.

—Y yo insisto, no tengo hambre.

El estómago de Scrooge gruñó. El aroma de aquella comida había abierto su apetito y, aunque odiara admitirlo, estaba hambriento. Tomó uno de los tazones que llevaba su sobrino, feliz de poder probar su cocina una vez más. Grande fue su sorpresa cuando Donald le dio un bocado de arroz frito.

—¿Sabes que puedo comer solo?

—Si quieres que me detenga, solo tienes que pedirlo —Donald continuó alimentadolo y Scrooge no se quejó.

A Scrooge no le gustaba ser tratado como un anciano senil sin embargo, con Donald estaba dispuesto a hacer una excepción. Pocas veces solía mostrarse afectivo. Había algo en la forma en que su sobrino lo trataba que lo hacía sentir feliz y amado. El arroz frito que su sobrino preparaba era su favorito, pero el que fuera él quien se lo diera en el pico hacía que fuera aún más especial.

—Ahora es mi turno de alimentarte, no quiero ninguna excusa cuando estemos allá abajo.

Donald abrió el pico a modo de respuesta. Sabía que Scrooge se quejaría, siempre lo hacía y no solo durante sus aventuras, pero no le importaba. Desde que lo conoció había sido así, distante, frío y en apariencia, incapaz de sentir. Solo cuando estaban en la intimidad era que lo trataba con afecto y lo hacía sentir valioso, aunque dudaba que hubiera algo más entre ellos que la lujuria que los unía.

Donald y Scrooge se colocaron sus trajes de buzos antes de saltar de la casa bote y adentrarse a las profundidad del mar. Aunque dudaba que tuvieran que dar cuentas o que alguien sospechara, ninguno consideró prudente regresar con las manos vacías. Scrooge tenía otro motivo, quería el tesoro que se encontraba en las profundidades de esas aguas.

Encontrar el barco hundido les tomó más de lo que calcularon en un principio. El banco era grande, pero el océano lo era aún más. La sirena tallada hacían indiscutible el hecho de que se trataba de un barco pirata, pero solo fue el contenido de la caja fuerte lo que confirmó que se trataba del barco que buscaban.

De los dos, Scrooge era el que menos se distraía. Cuando se trataba de un tesoro solía enfocarse solo en este y nada lograba hacerlo retroceder hasta dar con su objetivo. Donald solía interesarse más en otras cosas. La aventura le interesaba, aunque no tanto cómo a su hermana.

Ambos salieron del mar para recargar sus tanques de oxígeno. Donald sospechaba que su tío le había pedido a Gyro que los hiciera de ese modo para gastar menos en la recarga y apresurar a los trabajadores que los usaban. Sabía que el peso era importante, pero dudaba que ese fuera el caso.

—Date prisa, no podemos dejar nada en el barco.

Donald asintió con un gesto de cabeza. El recuerdo de los cofres lo hicieron desanimarse. Sabía que eran pesados y en el agua lo serían aún más de lo normal. Siempre pasaba lo mismo cada vez que encontraban un barco hundido. Pensar en todo el oro que podía haber en ese sitio lo hizo sentirse más desanimado, pues sabía que tendría que pulir lo todo.

—No pienses que te voy a pagar extra por el retraso.

—Con lo poco que me pagas es como si no lo hicieras.

—En mis tiempos muchos estarían más que felices con lo que te pago.

—Una palabra, inflación. Apuesto que con ese dinero se podía comprar muchísimo más de lo que se puede comprar hoy.

—Eso dices porque no estabas en esa época.

Scrooge y Donald regresaron al agua. Los tanques estaban cargados y Scrooge no quería alargar la búsqueda. Ese viaje no había sido únicamente una excusa para pasar tiempo a solas, Scrooge McDuck desde el principio tenía planeado regresar con un tesoro que había estado buscando por más de una semana.

Necesitaron de varios viajes para recoger los tesoros del barco y algunas cosas que llamaron la atención de ambos patos y que no habían sido destruidas por la presión del mar o el paso del tiempo. Cuando terminaron estaba anocheciendo, pero ani jimbos patos decidieron que no era el momento de regresar. Ninguno tenía prisa por hacerlo.

—Te haré pulir todo este tesoro cuando regresemos...

Donald interrumpió a Scrooge con un beso. Con su lengua le pidió acceso para entrar y en cuanto lo tuvo, recorrió cada espacio de la boca de su amante, aferrándose a la lengua de su amado como si su vida dependiera de ello. No quería escucharlo hablar sobre lo que haría en cuanto regresaran o el trabajo que le esperaba, solo quería sentirlo y acariciarlo.

Los pensamientos de Donald comenzaron a perder coherencia cuando sintió las manos de Scrooge acariciar su cola. Era difícil pensar con claridad cuando su cuerpo estaba experimentando tanto placer. Scrooge desordenó sus plumas y jugó con estas durante un rato antes de meter un dedo en su orificio. A este le siguió otro y cuando tuvo tres dedos dentro comenzó a moverlos de modo que pudiera tocar su punto más sensible.

Los gemidos de ambos patos eran lo único que rompía con el silencio del lugar. Donald se sentó sobre el regazo de Scrooge y lo besó. Desde su posición podía sentir la erección del pato mayor tratando de adentrarse en su trasero. Un movimiento fue todo lo que necesitó para permitirselo. Donald movió sus caderas permitiendo a Scrooge llegar hasta su punto más profundo. En el momento en que ambos se acostumbraron a esa posición, las embestidas se hicieron más veloces y seguidas.

Donald adoraba sentir a Scrooge en su interior. El pato mayor conocía tan bien su cuerpo, sabía cuál era su punto más sensible y cómo hacerlo gemir sin control con cada caricia, con cada beso, con cada estocada. Pese al tiempo que había pasado amándolo en secreto, solo en sus más salvajes sueños llegó a pensar que algo así podría ocurrir.

—Tan bello.

Scrooge continuó mordiendo su cuello y mandíbula. Sabía que dejaría marcas y que Donald tendría problemas para justificarlas. Le preocupaba que pudiera la relación de ambos fuera puesta en evidencia, pero también le causaba cierta sensación de orgullo ver las marcas que él mismo había dejado.

Ambos alcanzaron el clímax casi de manera simultánea.

—Es hora de regresar —Scrooge se acomodó la ropa —, si nos tardamos demasiado comenzarán a hacer preguntas.

—Lavaré esto cuando regrese —Donald tomó la sábana sobre la que había estado pocos momentos antes y se dirigió al armario —, también sería buena idea que tomemos un baño... por separado —agregó al notar las intenciones de Scrooge —, ya es tarde y los niños deben estar preguntándose por nosotros.

—Les dijimos que iríamos por un tesoro y que regresaríamos tarde.

Donald buscó un sitio una caja vacía en donde guardar la sábana, encontrando un kimono que no había usado durante un largo tiempo.Nadie sabía de su existencia y él solo lo tenía como recordatorio de cuando logró colarse en una película de kung fu vestido como mujer(1). Ni siquiera sus sobrinos, pese a que eso ocurrió después de que llegaran a su vida.

—¿Qué opinas de este kimono?

—Es lindo ¿A qué viene eso?

—Eres dueño de un estudio de filmación, podría ir a audicionar.

—¿Quieres ser una celebridad?

—No y si lo hiciera buscaría otros métodos. Los casting son solo protocolo, ellos ya tienen elegido al elenco incluso desde antes de las audiciones.

—¿Estás seguro?

—¿Recuerdas que fui actor por un tiempo? Hubo ocasiones en que los ensayos comenzaron incluso antes de que se hiciera el casting. Eres el dueño de un estudio de filmación, creí que lo sabías.

—Si lo supiera, no los haría, sabes que odio desperdiciar dinero.

—Hay una ley que obliga a hacer casting, lástima que no pueda asegurar que estos sean justos.

—Quizás, pero al menos puedo asegurarme que el dinero que cuestan los casting lo valga.

—Suerte con eso.

—¿Qué tienes en mente?

—Un casting falso en el que serás el juez y yo la actriz dispuesta a todo por un papel.

—¿Final feliz?

—Final feliz.

Notas autora:

(1) Referencia al cómic "Nace una estrella", en el que Donald desea actuar en una película de Kung fu, debido a cosas que pasan toma el papel del interés amoroso y se hace llamar Donna Moo Goo. Muchos detalles fueron ignorados por el bien del fic, como el hecho de que Donald nunca reveló ser quien interpretó ese papel.