Péndulo caótico

Capítulo 1: Reporte

Fue tan repentina la forma en que Donald se despertó que terminó cayendo de la hamaca. Llevó su mano hasta su pecho en un intento por regular la respiración y solo se sintió tranquilo en el momento en que estuvo seguro de que se encontraba en su habitación, en medio de la casa bote.

Llevó su mano hasta la zona golpeada y la frotó en un intento por disminuir el dolor. Se puso de pie y se acostó sobre su hamaca. Parte de él sabía que no podría volver a dormir. Los recuerdos estaban demasiado frescos y en unas horas debería revivirlo cuando hiciera un reporte de lo ocurrido.

Sabía que era un sueño, pero podía sentir un profundo calor recorrer su cuerpo, la misma sensación que había experimentado durante su regreso a la Tierra. La presión que sentía en sus pulmones le dificultaba respirar y el miedo que le causaba hacía que regular su respiración fuera difícil.

Todo se sentía tan real. El dolor de viajar en un cohete defectuoso, el temor de saber que su familia corría peligro. Cada instante se sentía cómo una eternidad y el aterrizaje no fue mucho mejor. Chocó con fuerza contra una isla desierta. Su brazo y pierna sangraba por lo que tuvo que improvisar unos vendajes con su camisa. No era la primera vez que debía hacerlo, durante su tiempo en la guerra tuvo que lidiar con muchas hemorragias y con la certeza de que podría morir en cualquier momento.

Era como si lo estuviera viviendo de nuevo.

El oxi-chew lo había mantenido nutrido durante su estadía en la luna y podría haberlo hecho por más tiempo de no ser porque lo perdió en cuanto piso la isla. El dolor y las náuseas provocadas por un turbulento viaje lo habían hecho vaciar todo el contenido de si estómago. Conseguir más no era una opción, había tomado más de la mitad de la caja y lo que quedó seguía en la luna.

Intentó escapar. Su primer opción fue reconstruir la nave, pero no había mucho que pudiera hacerse con ella, incluso si Donald supiera cómo arreglarla. Durante el viaje había perdido varias piezas y las que quedaron, estaban quemadas en una mayor parte lo que hacía a muchas de ellas inservibles.

Después de varios intentos fallidos probó con señales de humo y gritar, especialmente lo último. Sus pulmones lo habían salvado en el pasado cuando naufragó en una isla junto a sus sobrinos y un turista. Lo único que consiguió fue irritarse los ojos y lastimarse la garganta. Gritó tanto que perdió su voz temporalmente.

Al principio no sabía que estaba en una isla. Después de vendar sus heridas intentó buscar una civilización. Caminar fue difícil, el viaje lo había dejado débil y sus días en ese lugar no hicieron nada para mejorar su situación. No recordaba la última vez que comió algo más aparte de oxy-chew y tampoco había podido dormir. Su cuerpo adolorido y los recuerdos de lo.ocurrido hacían que conciliar el sueño fuera imposible.

Encontró unas sandías. Comerla hubiera sido una buena idea y estuvo apunto de hacerlo, pero algo en está le resultó familiar y Donald podría jurar que la escuchó pedirle que no lo comiera. Restregó sus ojos en un intento de aclarar su visión sin conseguir que algo cambiará realmente. Planeaba abrir la sandía cuando volvió a escuchar la misma voz, en escuchara ocasión le decía que escucharás su amigo.

Había estado tanto tiempo solo que quiso creer que no era su imaginación o la falta de cordura haciéndole pasar un mal momento. La sandía le dijo que era su amigo y su voz le resultaba familiar. Ató las sandías más pequeñas para que se vieran cómo orejas, le dibujó un rostro y en cuanto terminó, le dio un nombre.

Caminó por varios días antes de llegar a la costa. Se hubiera demorado menos de no ser por el dolor que experimentaba. Los primeros días fueron los más difíciles, las secuelas de su aterrizaje seguían frescas y su cuerpo necesitaba recuperarse, tiempo que sentía queno tenía.

Probó con construir una balsa. Golpeó las palmares con su cabeza solo logrando aumentar su dolor. Pensó en Lunaris, en lo que planeaba hacerle a su familia y lo que pudo hacerle as Penumbra. Ella lo había ayudado y sabía que eso la hacía ver cómo la enemiga de su gente. Su rostro se tiñó de rojo y usó esa furia para derribar la palmera.

Después de construirla la puso en el mar y no pudo llegar lejos. Se hundió antes de que pudiera dejar la costa. Desesperado, Donald intentó nadar. Solo consiguió que varias de sus heridas volvieran a abrirse y que la marea lo devolviera. Comenzó a gritar, no era la primera vez que náufragaba en una isla y, esperaba que, al igual que la vez anterior, alguien escuchara su pedido de ayuda.

—Ánimo —dijo mientras sostenía la sandía —, tío Scrooge recibió tu mensaje, apuesto a que tu familia debe estar buscándote.

—¿Estás seguro? —preguntó Donald y en esa ocasión usó su propia voz.

—Sí y ¿sabes por qué? Porque te aman.

A pesar de que era Donald hablando a través de la sandía, el pato sintió sus ojos humederse. Extrañaba tanto a su familia y el saber que Della estaba de vuelta lo hacía querer regresar con más fuerzas. Había pasado más de una década desde la última vez que la vio, incluso la había dado por muerta.

Se dejó caer sobre la arena y por primera vez en días no tuvo pesadillas. Su cuerpo le dolía, su estómago le reclamaba por comida y el lugar era incómodo, pero el cansancio que sentía era aún más grande. Pasaron tres días antes de que despertara. Cuando abrió sus ojos no se sintió mejor. Todos sus problemas seguían allí y cada vez tenía menos tiempo antes de la invasión.

Llevó sus manos hasta su mentón, comprobando que se había comenzado a formar una barba. Hizo lo mismo.con su cabeza, comprobando que su cabello era largo y rizado. Decidió tomar un baño antes de comenzar a buscar algo para crear algo lo suficientemente llamativo que le permitiera ser encontrado.

—Deberías tomar un baño primero —Donald habló a través de la sandía —, te hará sentir mejor.

Donald colocó su ropa en la arena y a Mickey sandía sobre estas. Se adentró al mar y una vez el agua cubrió sus plumas comenzó a quejarse por la falta de productos de limpieza. Ocasionalmente callaba, cómo si esperara que está le respondiera. Cada vez que respondía era cómo si estuviera manteniendo una conversación con alguien.

—Tienes razón, tú también necesitas un baño.

Donald salió del mar y tomó la sandía. Ocasionalmente la marea hacía que perdiera la fruta, pero siempre lograba recuperarla. Después de un rato, el pato decidió salir del mar, demasiado cansado después de luchar contra la marea y de luchar por mantener una fruta que insistía en hundirse.

Los días pasaron y Donald perdió la noción del tiempo. Al principio había estado demasiado ocupado como para pensar en el pasado del tiempo y después no tenía una forma de registrar los días o semanas que había permanecido en la isla o el tiempo transcurrido desde el día en que, se suponía subió al crucero, pero suponía que debía ser más de un mes.

—Tu familia debe estar tan preocupada, buscándote en todas partes —dijo mientras usaba la sandía como marioneta —, apuesto a que no han dejado de buscar ni un minuto.

—Espero que tío Scrooge esté cuidando de los niños y que Della no los exponga a muchos peligros.

—Eres tan noble, no hay duda de que hice bien en escogerte como mi mejor amigo.

Donald llevó la sandía hasta su mejilla e hizo el sonido de besos. Era algo que solía hacer cada vez que se sentía afligido, algo que últimamente ocurría con bastante frecuencia. Enterarse que su familia nunca lo buscó o notó su ausencia lo hizo sentir enojado y si no se encontrara en medio de una explosión le habría hecho saber a su tío lo molesto que estaba.

La invasión terminó y Donald no habló del tema. Todos estaban demasiado ocupados celebrando y él no era la excepción. Una fiesta sonaba tan bien después de lo que había vivido, pero no tanto cómo tener acceso a un banquete, especialmente después de haber comido únicamente arena y agua de mar por mucho tiempo.

Dormir no parecía algo posible por lo que Donald se dirigió a la cocina y buscó una cerveza en su refrigerador. Solo le quedaban tres cervezas, pero consideraba que era suficiente. No planeaba tomar más de dos y esperaba poder comprar más la próxima vez que visitara el mercado. Tenía algunos ahorros y esperaba poder conseguir un trabajo cuanto antes. En la Agencia le pagaban, pero era tan poco que difícilmente podía llamarse salario.

Después de beber la primera lata de cerveza decidió enviar algunos currículos por correo electrónico. La reparación de la casa bote estaba casi terminada y los niños habían estado bien durante su ausencia por lo que no creía que el tiempo fuera un problema.

Faltando una hora para su reunión en la Agencia decidió que era momento de prepararse. Tomó un baño rápido y se preparó un desayuno con igual rapidez. Dejó unos pancakes en la alacena, sus sobrinos solían desayunar en la mansión y no creía que esa ocasión fuera la excepción, pero prefería estar preparado.

Lo primero que hizo al llegar a la Agencia fue estacionar su carro en un lugar seguro. Estaba bastante convencido de que el oficial de tránsito la tenía en su contra y este no le había dado motivos para pensar lo.contrario. Se metió por la alcantarilla, a pesar del tiempo que había pasado desde la última vez que estuvo en el edificio seguía conociendo el camino.

—¡Cuánto tiempo sin verte, DD! Es bueno tenerlo de vuelta con nosotros.

—He estado ocupado, Liz, han pasado muchas... cosas.

—Cierto ¿quién diría que había vida inteligente en la luna?

—Supongo que nadie —Donald recordó haber estado en la luna antes de quedar atorado en la Lanza de Selene. Nunca supo de los habitantes a pesar del tiempo que pasó negociando con los evronianos que usaron ese satélite como base de operaciones temporalmente.

—¿Crees que estemos en buenos acuerdos con ellos? Después de lo que hicieron no creo que las autoridades se queden de brazos cruzados.

—Todo fue culpa de Lunaris, él le hizo creer que éramos sus enemigos y que planeabamos destruir su hogar.

—Todos se retiraron en cuanto dijo que destruiría la Tierra —comentó Liz pensativa —, pero no creo que con una disculpa sea suficiente.

Donald prefirió omitir que eso no era cierto. Todos ellos, aunque avergonzados por sus acciones, sentían curiosidad por la Tierra y deseaban conocerla mejor, no como invasores sino que cómo turistas y Della lo permitió. Durante una semana Scrooge McDuck los llevó a sus aventuras con los niños.

—Supongo que es allí donde entro yo. Estuve en la Luna y vi lo que Lunaris hizo. Creo que una guerra en este momento es innecesario, incluso si pudiéramos derrotarlos. Sin contar que gracias a uno de ellos es que sigo con vida.

Donald recordó a Penumbra. Ella había traicionado a su gente para protegerlos a todos, a la gente de la Tierra y a la gente de la Luna. Le ofreció su amistad y lo ayudó a escapar. Un sentimiento de culpa lo embargó al recordar cómo Lunaris la había electrocutado después de confirmar que ella estaba en su contra.

—Su nombre es Penumbra y es una gran amiga. Nos salvó a todos y gracias a ella pude escapar de la Luna.

—Debe ser horrible ser prisionero en un lugar así ¿Cómo lograste sobrevivir tanto tiempo sin el equipo adecuado?

—Quedaba Oxy-Chew en la nave, es un chicle que Gyro inventó que otorga nutrientes, oxígeno y un rico sabor a regaliz negro por meses.

—A Gizmo le gustaría estudiarla.

—No sé si Gyro esté de acuerdo —comentó Donald, recordando lo receloso que podía ser el científico con sus inventos —, pero trataré de conseguirte una muestra, perdí todo el que tenía cuando llegué a la isla.

—Head H lo está esperando —comentó Liz de pronto, tenía instrucciones de hacer pasar al agente en cuanto llegara, pero se había distraído conversando con él.

Donald se despidió de Liz antes de dirigirse a la oficina de Head H. Pese a el tiempo que había pasado desde la última vez desde que había estado en ese lugar podía recordar perfectamente cómo llegar. En más de una ocasión intentó renunciar, pero siempre había algo que lo ataba a ese lugar.

—Aquí estoy, espero no llegar tarde —fue lo que preguntó Donald en cuanto cruzó la puerta de la oficina de Head H.

Head H no estaba solo en la oficina. Kay K se encontraba sentada a su lado con un teléfono celular en las manos. Parecía distraída, pero Donald la conocía lo suficiente para saber que estaba consciente de todo lo que pasaba a su alrededor, incluyendo su llegada. Las miradas de ambos se posaron sobre él cuando lo escucharon llegar.

—Media hora tarde —respondió Kay K un tanto molesta.

—Lamento el retraso... pasaron cosas.

Donald esperaba que con una disculpa bastara. En el pasado le había servido y, aunque Fethry lo regañó cuando sugirió usarla cuando actuara de manera egoísta, esperaba que también le funcionara en ese momento. Decir que se distrajo hablando con Liz o hablar de sus pesadillas no le parecían las mejores opciones. Aunque ese no fue el único motivo de su retraso.

—No importa —lo interrumpió Head H —. ¿Qué tienes que decirnos sobre la invasión lunar?

—Todo fue obra de Lunaris, él estaba obsesionado con destruir a la Tierra y convenció a todos de que la Tierra planeaba una invasión.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque estuve en la luna, pasaron... cosas y llegué a la luna usando el cohete de mi hermana. Penumbra y yo dimos con la cámara de guerra de Lunaris y lo vimos. Estuvo observando la Tierra por más de diez años, estudiandonos y buscando nuestras debilidades. Intenté comunicarme, pero la transmisión no llegó y luego naufragué en una isla desierta.

Donald no quiso hablar sobre su estadía en la isla desierta. Tampoco quería hablar sobre su estadía en la luna, pero sabía que en ese caso no tenía otra opción. Estaba seguro de que si a la Agencia le interesaba lo ocurrido era porque se trataba de algo importante y de que, dada su posición, era el único que podía interceder a favor de los habitantes de la luna.

—Entrégame un informe, necesitamos reunir a todas las naciones para tomar una decisión.

—¿Un informe escrito? —preguntó Donald, deseando haber escuchado mal.

—Sí. Necesitamos presentarlo en la asamblea y tener una explicación del tiempo que estuviste desaparecido. Y asegúrate de no omitir ningún detalle.

—Podría hacerlo.

—Te llamaremos en caso de que sea necesario —continuó hablando Head H —, por ahora puedes irte a escribir el informe, pero te aconsejo que estés listo, podríamos necesitarte en cualquier momento.

Donald se despidió de Head H y de Kay K, pero no se fue a su casa. En lugar de eso pasó a una fotocopiadora e imprimió varios curriculums. Él había estado trabajando en la bóveda de Scrooge McDuck antes de que este le pagara el crucero y aunque sabía que su tío no tendría problemas en hacerlo pulir sus monedas esperaba encontrar un mejor trabajo ya que contaba con más tiempo libre.

Mudarse de la piscina también era uno de sus planes. El motivo por el que no había cambiado su dirección era porque planeaba volver. Pero con el regreso de Della no estaba tan seguro. Estaba seguro de que los niños elegirían quedarse con ella y que la mansión les resultaba más agradable que su casa bote, en especial para Louie que siempre había soñado con vivir en una mansión.

Se había enterado de que Scrooge había pagado lo que le debía a Jones por lo que consideraba una prioridad conseguir ese dinero. Jones podía ser agresivo a la hora de cobrar, pero Scrooge McDuck era peor. Él usaría esas deudas y haría que crecieran por los impuestos. Sin contar lo que lo haría hacer. No podría rechazar ningún trabajo y estaba seguro de que lo haría ir en peligrosas misiones o pulir sus monedas sin descanso. Ya le debía mucho dinero por su estadía en la mansión y no quería que esa cifra continuara aumentando.

La última parada que hizo antes de irse a la casa fue en una compra y venta de oro. Storkules le había dejado algunas piezas de antes de irse y esperaba conseguir algo de efectivo a cambio de estas. Eran de buen material y tenían un lindo diseño por lo que estaba seguro lo ayudarían con sus planes para el futuro.

Al regresar a la casa comenzó a escribir el informe. A los cinco minutos quiso dejar de hacerlo, pero pasaron diez minutos antes de que hiciera una pausa para comer. No tenía nada preparado, pero sí ingredientes para pancakes, así que decidió cocinar algunos. Tenía unos pocos cuando se dio cuenta de que no estaba solo. Huey, Dewey, Louie, Webby, Scrooge y Della se encontraban en la puerta.

—Vayan a lavarse las manos primero, todavía falta mucho para que estén listos.

Donald no sabía cómo lo hacían, pero tenía la sospecha de que los niños, su hermana y tío tenían un poder que les permitía saber cuándo preparaba pancakes. De lo contrario no podría entender cómo era que siempre llegaban cada vez que cocinaba. Observó la mezcla con pesar, sabía que tendría que preparar más y que pasaría aún más tiempo antes de que pudiera comer algo. Quería a su familia, pero en ocasiones cómo esa todo lo que quería hacer era descansar.

Pese a que los niños fueron los primeros en llegar a la cocina, fue Scrooge McDuck el primero en comer. Tomo una de las pilas de pancakes y se dirigió a la mesa. Della fue la segunda en hacerlo. Donald había preparado bastantes por lo que ni ella ni los niños tuvieron que esperar. Donald se dirigió al comedor varios minutos después, cuando terminó de cocinar y de limpiar la cocina.

—Creí que nunca te aparecerías —le dijo Della a modo de saludo antes de quitarle asu hermano uno de sus pancakes.

—Tenía que limpiar la cocina primero —Donald apartó su plato en un intento por conservar los pancakes que le quedaban.

Durante varios minutos ambos tuvieron una pequeña pelea por la comida y esta solo terminó cuando Donald vio un espacio disponible al lado de Louie y bastante alejado de su hermana. La quería, pero también quería desayunar y sabía que sus pancakes no estaban seguros cerca de ella.

—Della, deberías acompañarme a la terapia.

—No hay nada de malo conmigo —respondió Della, el que su hermano sugiriera algo así la hacía sentir ofendida.

—No hay nada de malo con la terapia. Yo también iré. Pasar tanto tiempo aislado deja secuelas y algo de ayuda profesional no está mal. Della, vi Dew Dew Night, si admitiste que no puedes verte al espejo ¿por qué no admitir que necesitas ayuda?

Los trillizos desviaron la mirada un tanto incómodos. Habían notado esos pequeños detalles en su madre, pero no sabían cómo decírselo, especialmente cuando lucía tan molesta.

—Donald tiene razón —comentó Scrooge McDuck y por unos segundos nadie supo que decir. Era extraño que Scrooge estuviera de acuerdo con algo con su sobrino —, sigues llevando ese chicle a todos lados y no creas que no he notado cómo estudias los sitios a los que vamos o que prefieres evitar los lugares concurridos.

Donald le agradeció a Scrooge con la mirada por el apoyo. Sabía que su hermana no aceptaría tan fácilmente y, esperaba, que las palabras de su tío la ayudaran an admitir que tenía un problema. Él había pasado menos de un año perdido y aún así las secuelas seguían frescas, en ocasiones impidiéndole tener una vida normal.

Parte de él temía que Della malinterpretara sus intenciones. Desde que eran pequeños solían discutir con frecuencia y no dudaba que esa no fuera la excepción. La primera vez que le habían sugerido tomar terapia lo había tomado como un insulto y solo aceptó por sus sobrinos. Ellos lo necesitaban y debía probar que era apto para cuidar de ellos.

—No es lo mismo —se quejó Della —. No estoy loca.

—Pensaba lo mismo antes de ir a la terapia, me parecía una pérdida de tiempo, pero sabía que de no hacerlo tres patitos se verían afectados. Hagamos un trato, acompáñame a una sesión y si sientes que no la necesitas, no volveré a insistir.

—¿Es una promesa?

—Sí

—En ese caso, iré, pero tendrás que tragarte tus palabras.

Della se levantó de su asiento y se estiró todo lo que pudo para tomar parte de los pancakes de su hermano. Donald le dedicó una mirada molesta mientras que ponía lo que quedaba en su plato lejos del alcance de su hermana. Aunque estaba molesto, también se sentía nostálgico, ver a Della actuar de ese modo le hacía recordar la vida antes de la lanza de Selene.

Después de lavar los platos decidió seguir con el informe. En esa ocasión no hizo ninguna pausa y cuando terminó ya era entrada la noche. Varias veces se cuestinó si debería hablar con Penumbra, pero lo descartó al considerar que podría darle información de más y que Della podría enterarse.

Se quedó dormido cuando tan solo tenía escrito la mitad del informe. No quería escribir mucho y tampoco consideró necesario escribir sobre la tecnología de la luna o de su oro. Lo último que deseaba era darles un motivo para conquistar la luna. Hizo especial énfasis en Lunaris y en la forma en que había engañado a todo su gente. Esperaba que con ello bastara para que no se tomarán represalias.