Travesía en el mar
Capítulo 1: Un punto y aparte
La rutina de Minnie solía ser la misma todos los días. Se levantaba con los primeros rayos del sol y se daba un baño rápido con agua fría, incluso cuando la temperatura de esta era tan baja que le daba la sensación de tener pequeños trozos de hielo. Desayunaba algo ligero y se daba prisa en preparar el almuerzo. Al terminar se dirigía al taller y se dedicaba a trabajar en la costura hasta que llegaba la hora del almuerzo.
En la fábrica había un pequeño puesto de comida, pero Minnie nunca comía allí. La comida era cara e incluso cuando tenía el dinero para comprar algo prefería no hacerlo. El tiempo de espera necesario para ser atendida era muy largo y muchas veces superior al que tenía disponible para comer. Regresaba a su trabajo cuando el tiempo del almuerzo finalizaba y trabajaba durante horas, terminando poco después de la medianoche.
Minnie se dirigía a su casa cuando terminaba la jornada laboral y comía lo primero que encontraba. Demasiado cansada para cocinar, pero demasiado hambrienta como para conformarse con una pieza de pan que era lo que solía encontrar cuando tenía suerte. Su alacena solía estar vacía y únicamente era llenada cuando le pagaba al hijo de la casera para que la ayudara con esa tarea.
Solía recibir el correo con la esperanza de que su hijo le enviara una carta a pesar de que sabía que solo podía escribirle una vez al mes. Siempre tenía la esperanza de que en el internado en el que estudiaba fueran más flexibles y le permitieran escribir con más frecuencia. Pese a lo mucho que le dolía no ver a su hijo se conformaba con la idea de que él fuera feliz y que pudiera llegar lejos. Ella no se arrepentía de muchas de sus decisiones, pero no quería un futuro para su hijo en el que tuviera que trabajar arduamente y apenas percibir las ganancias de su trabajo.
O al menos así era hasta que ocurrió cierto incidente.
Ese día Madame Glamour se presentó en la fábrica. Si bien ella era la hija del dueño de la fábrica también lo era que era su esposo quien dirigía esta y que ella se había enfocado principalmente en la línea V.I.P, esa que únicamente era accesible para la nobleza, por lo que ella nunca solía visitar esa sección y si lo hacía, algo que pasaba raras veces, era porque tenía un motivo más que importante.
Minnie trató de enfocarse en su trabajo, pero le era difícil hacerlo cuando la idea de ser despedida estaba tan latente. El trabajo era malo, no lo podía negar, también debía admitir que rozaba las condiciones de esclavitud, pero Minnie dudaba poder conseguir otro y tanto ella como su hijo necesitaban del dinero.
Verla detenerse frente a ella hizo que aumentara su anciedad. Continuó trabajando, pretendiendo que Madame Glamour no estaba frente a ella y que era un día como cualquier otro. Cada vez le era más difícil y el escucharla llamar al gerente casi le da un ataque de pánico. Madame Glamour quería hablar con ella a solas.
Minnie trató de ignorar las risas burlonas y enfocarse en el silencioso apoyo de algunas de sus compañeras. No quería pensar que sería despedida, pero por más que lo pensaba no lograba dar con un motivo por el que la diseñadora más reconocida del reino quisiera hablar con ella a solas. Parte de ella estaba feliz ante la idea de ser despedida y se aferraba a la esperanza de que todo saldría bien, pero otra le recordaba el tiempo que pasó desempleada y los días en los que la comida era escaza. Su hijo estaba luchando por sus dueños y ella no deseaba repetir la desesperación de esos días.
—Tengo un nuevo trabajo que debes hacer de inmediato —le dijo Madame Glamour, si notó o no su nervioso fue algo que no demostró. Ni siquiera esperó respuesta antes de continuar —. Cada cierto tiempo busco nuevo personal para mi línea de ropa y este año he decidido contratarla. Complace mis exigencias y tendrá grandes recompensas, decepcioneme y le aseguro que no volverá a tocar una máquina de cocer en lo que le queda de vida.
Minnie aceptó. En el fondo sentía que no tenía otra opción y que la pregunta de Madame Glamour solo era una formalidad. No era que se quejara, había escuchado muchas cosas sobre lo que era trabajar para Madame Glamour y no se quejaba. Sabía que no alcanzaría la fama, todos los créditos eran para ella y ocasionalmente para su protegida, pero no le importaba. No era la fama o el cocer para la realeza lo que le resultaba tan atractivo sino la posibilidad de una mejora en el salario y una reducción en la cantidad de prendas que debía entregar por día.
Su traslado ocurrió de inmediato así que Minnie no tuvo la oportunidad de despedirse de sus compañaras, ni siquiera pudo recoger sus pertenencias. Madame Glamour le dijo que en su nuevo lugar de trabajo tendría todo lo que podría necesitar y su lugar de trabajo fue ocupado por alguien más en cuestión de segundos.
En apariencia el nuevo lugar de trabajo era más agradable. No solo era más grande, sino que también contaba con un mejor equipo y el taller carecía de ese olor a polvo y a humedad que era tan característico de la fábrica en la que trabajaba. De sus compañeras no sabía qué pensar. La mayor parte del tiempo se limitaban a ignorarla y cuando le prestaban atención lo hacían de mala manera. Minnie no tardaría en descubrir el motivo de tanta hostilidad y no sería de la mejor manera.
—A partir de hoy este será tu nuevo lugar de trabajo —le dijo Madame Glamour. Su voz carecía de cualquier matiz y su nariz estaba arrugada en una forma que denotaba desagrado —. Todo lo que hagas pasará bajo estrictos controles de calidad y todas las prendas que sean desechadas serán descontadas de tu salario. Trabajarás con materiales de gran calidad y valor, no intentes robarlo, si lo haces yo lo haré y te aseguro que nunca terminarás de arrepentirte por esa osadía ¿entendido?
—Sí.
Madame Glamour la miró con decepción y el sonido que hizo denotaba un rechazo bastante marcado.
—"Sí, Madame Glamour", cada vez que te dirijas a mí deberás hacerlo de ese modo ¿entendido?
—Sí —al ver la expresión de su nueva jefa se apresuró en agregar —, Madame Glamour.
Madame Glamour sonrió de una forma que le provocó escalofríos antes de dirigirse a las otras costureras.
—Madame Glamour es más que una marca. Mis prendas solo son usados por la crema y nata de la sociedad. Ustedes tienen el honor de trabajar conmigo y como todo honor deberán demostrar que lo merecen ¿entendido?
—Sí, Madame Glamour —era lo que todas debían responder incluso si el reclamo no fuera para ellas.
Eso fue algo que Minnie aprendió después de la primera vez, cuando Madame Glamour la azotó con la regla que solía llevar a todos lados. Minnie no quería pensar en el uso que le daba.
—Cuando yo hablo, todas deben prestar atención ¿entendido? —Minnie asintió con la cabeza, incapaz de hacer algo más, no tardó en descubrir que esa era la respuesta equivocada —. ¡¿entendido?! —en esa ocasión Madame Glamour la golpeó en la mano y tuvo que hacer grandes esfuerzos para disimular el dolor.
—¡Sí, madame Glamour! —respondió casi a gritos, pero contrario a lo que esperaba, en esa ocasión no hubo ningún castigo o reproche.
—Espero que no se te olvide quien manda aquí —le dijo con un tono de voz que le provocó escalofríos. Su atención se posó en su equipo de trabajo —. Trabajen duro y serán recompensadas. Una de ustedes podría convertirse en mi aprendiz e iniciar el camino a la fama. Decepcionemen y les aseguro que su sufrimiento no tendrá fin. La fábrica de mi padre les parecerá un paraíso comparado a lo que les haré.
Madame Glamour se marchó y su aprendiz comenzó a repartir los patrones en los que las costureras debían trabajar. Minnie pasó horas cociendo y únicamente se detuvo cuando faltaba muy poco para la medianoche. Sus dedos dolían tanto o más de lo que solían solera al terminar una jornada en su antiguo trabajo.
Al llegar a su casa encontró una carta. Pese a las ansias que sentía por leerla, no abrió el sobre de inmediato. Se limitó a observarlo, permitiéndose disfrutar cada segundo de ese momento y tratando de controlar sus ansias. Al abrir el sobre se encontró con las notas de su hijo, no eran las mejores, pero eran buenas y de seguir así tenía muchas probabilidades de aprobar el grado. Leyó las notas en repetidas ocasiones y habría seguido haciéndolo de no ser porque encontró otra hoja. Mike le había escrito sobre lo que estaba haciendo y lo aburrido que era vivir en un internado. Ella se apresuró en contestarle, quería hablarle de su nuevo trabajo y enviarle algo de dinero para que pudiera cubrir sus gastos. Mike no le había pedido dinero, pero ella sabía que lo necesitaba.
Al día siguiente depositó la carta en el correo y se dirigió al trabajo. Su jornada seguía comenzando muy temprano en la mañana, la única diferencia era que en ese trabajo contaba con un día libre, si no llegaba ningún pedido de emergencia, algo que para su mala suerte, era bastante común.
No le tomó mucho tiempo adaptarse a su nueva rutina. En el fondo Minnie sentía que era muy poco lo que había cambiado y que, aunque algunas condiciones laborales eran mejores, otras dejaban mucho que desear. Madame Glamour no solía presentarse con mucha frecuencia en el taller, pero su aprendiz Kate se había asegurado de mantener un ambiente de constante tensión en todo momento y de vigilar que nadie descansara si no era durante la media hora que tenían para almorzar.
Minnie había creído que esa sería su rutina por un largo tiempo hasta que ciertos eventos la cambiaron, aunque estos eventos solo fueron el inicio de algo mucho más grande, algo que cambiaría su vida irremediablemente.
—¿Qué es esto? —Minnie no pudo evitar sobresaltarse pese a saber que las palabras de Kate no estaban dirigidas a ella.
—Una falda —respondió la costurera a la que habían regañado notablemente asustada.
—¿Una falda? —preguntó Kate incrédula —. ¡Esto es lo que le recomendaría usar a mi peor enemiga! ¡y aún así me sentiría culpable!
—Yo... lo siento —la costurera comenzó a llorar en este punto.
—¡Eso no arregla nada! ¡Tendrás que pagar por el material desperdiciado y por tu bien te digo que no vuelvas a equivocarte porque Madame Glamour se enterará y ella no será tan amable como yo!
—Pero no puedo, mi madre está enferma y necesita medicinas —la forma en que lloraba esa costurera hacía difícil entender lo que decía, pero Minnie lo hizo y por lo que pudo ver, Kate también.
—¡Eso no soluciona nada!
—Creo que puedo hacer algo —Minnie no pudo permanecer más tiempo sin hacer nada.
Se levantó de su asiento y tomó la falda. Dedicó varios minutos a analizarla y a hacerle algunos cambios. No siguió con los patrones, pero se sentía satisfecha con los resultados.
—Madame Glamour estará muy contenta cuando vea esto.
Pese a las palabras de Kate, su tono de voz indicaba que Minnie había cometido un grave error y que ella disfrutaría mucho al notificarlo.
—Gracias —le dijo la costurera y fue en ese momento que Minnie notó la herida en su muñeca.
Minnie deshizó su listón para tener algo con que vendarla. Parte de ella estaba segura de que perdería su trabajo y no podía dejar de culparse por ello, pero otra parte se negaba a arrepentirse por lo que hizo, en especial al ver el estado de la mujer a la que vendaba.
—Me llamo Tracey, quizás no pueda hacer mucho por ti, pero quiero que sepas que te compensaré por tu ayuda.
—No ha sido nada —respondió Minnie con una sonrisa forzada.
Madame Glamour no tardó en solicitar su presencia. Minnie obedeció pese a que no tenía ningún deseo de acudir a su llamado. Recordar sus amenazas hacía que el miedo que sentía aunentara y que se dijera que hacerla esperar solo enpeoraría la situación. .
—Estás en tantos problemas —le dijo Kate burlona.
Minnie la ignoró y caminó con una seguridad que no sentía. Ver que Madame Glamour no estaba sola le hizo imposible mantener su posición firme.
—Lo siento, solo quería ayu...
—No te llamé aquí para regañarte —la interrumpió Madame Glamour —, al contrario, quiero convertirte en mi aprendiz.
—¿En serio?
—Yo nunca hago bromas —Madame Glamour parecía ofendida ante esas palabras —. A la princesa Charlotte le ha gustado tu falda por lo que serás la encargada de diseñar y cocer sus pijamas.
—¿En...? —Minnie calló al notar la mirada de Madame Glamour —. Será un honor.
—Es una responsabilidad y una prueba. Si Charlotte no se siente satisfecha con tu trabajo me aseguraré de que nunca vuelvas a cocer, ni siquiera en tu casa para tus hijos y esposo.
—Solo tengo...
—No me importa. Solo obedece limítate a obedecer —la interrumpió Madame Glamour antes de marcharse.
Minnie estaba tomando las medidas de la princesa cuando notó algo a lo que no le había prestado atención al estar tan asustada por la presencia de Madame Glamour. La heredera al trono se parecía mucho a ella, tanto que podrían pasar por mellizas y nadie lo encontraría extraño.
—Madame Glamour dijo que tendrías que obedecerme en todo lo que diga ¿cierto?
—Sí, su majestad —Minnie no estaba segura de qué era lo que quería la princesa.
—¿Has notado que nos parecemos mucho?
—¿Cómo podría parecerme a una princesa? —Minnie inmediatamente se arrepintió al decir esas palabras. Había escuchado historias terribles sobre aquellos que se atrevían a desafiar a la realeza —. No quise decir que estuviera equivocada o que fuera una ofensa, al contrario...
—Tranquilízate, no pienso mandarte a azotar —Minnie sabía que Charlotte podía hacerlo si quisiera —, es solo que siempre he querido salir a divertirme y creo que tú puedes ayudarme.
—No entiendo.
—Tranquila, pronto lo harás.
Charlotte no volvió a hablar y Minnie continuó con su trabajo. Esa noche no durmió con tal de tener el diseño listo para la pijama de la princesa. El día siguiente trabajó arduamente para crear algo que pudiera ser del agrado de su cliente. Tan concentrada estaba que casi no nota los comentarios que surgieron en torno a ella.
—¿Qué pasó? —le preguntó Tracey quien no podía seguir lidiando con la preocupación en la culpa —. Ayer no te vi regresar y temí lo peor.
—Estuve trabajando en otro sector.
—Me imagino que trapeando los pisos —comentó Kate y, aunque tenía pico, la forma en que hablaba hacía que este pareciera la boca de una serpiente.
—No, diseñando una pijama para la princesa.
Minnie no creyó que tendría problemas por revelar esa información. Madame Glamour no se lo había prohibido y no creyó que nadie en el taller se lo tomara mal. Ver la reacción de Kate hizo que considerara haberse equivocado.
—¿Tú? ¿aprendiz de Madame Glamour? ¿no pudiste pensar en una excusa más creíble?
—Yo no...
—Vuelve a trabajar —le ordenó Kate —, y que no se te olvide que yo mando aquí mientras que Madame Glamour no está.
Minnie escuchó a Tracey murmurarle que hablarían después por lo que decidió volver a trabajar. Se dijo que lo mejor era no perder el tiempo que no tenía y que debía enfocarse en la tarea que le asignaron. Quería que la princesa la felicitara por su trabajo y, aunque lo hizo, eso no fue todo lo que le dijo.
