Visita incómoda
Capítulo 1: Primos
Gladstone solía ser optimista con su suerte, incluso cuando estaba pasando por un mal momento. Constantemente estaba ganando premios, incluso cuando no participaba en loterías y sus momentos de mala suerte solo eran el prólogo de algo grande. La visita de Disraeli le hacía difícil considerar esa opción y es que su primo solía usar su suerte a su favor, algo que realmente le fastidiaba, lo hacía sentir como un perdedor y eso era algo que aborrecía.
La llegada de Donald y Daisy no mejoró la situación. Ambos se encontraban paseando con Bolívar y no tardaron en mostrar curiosidad por la carta en sus manos. Ocultarla no sirvió de nada, Donald fue más rápido y ninguno de sus intentos bastó para recuperar la carta antes de que la leyera.
—No te preocupes —le dijo Daisy —, puedes recibir a Disraeli en mi casa, estaré encantada de organizar una fiesta de bienvenida.
Ignorar la llegada de Disraeli dejó de ser una opción cuando Daisy y Donald lo acompañaron a la estación del tren. Creyó que su suerte haría que Disraeli se perdiera en el camino o no se presentara a la estación, pero no fue así. Donald y él lo encontraron poco después de que Daisy sugiriera que de separaran.
—De verdad lo lamento —escuchó a Disraeli lamentarse —, intenté recuperar mi tiquete, pero era demasiado tarde. Sé que es mi culpa, que debí ser más cuidadoso.
—No te preocupes —le dijo el encargado de recoger los tiquetes —, esas cosas suelen pasar. Como compensación podrá viajar gratis en este tren durante todo el mes.
—Muchas gracias, de verdad que no lo merezco.
El enojo de Gladstone aumentó en cuanto escuchó lo que Donald dijo de Disraeli. No estaba sorprendido, sabía que su primo, por parte de su familia materna, era el pato más manipulable del mundo, pero eso no hacía que fuera menos molesto o que le pareciera menos injusto que le hiciera un cumplido cuando a él solía dedicarle tantos insultos.
Bolívar también se mostró feliz con la llegada de Disraeli. Movió la cola en señal de aprobación y lamió su cara de manera afectuosa. Eso hizo que Gladstone se riera un poco y que el recorrido a casa de Daisy fuera menos desagradable. Había esperado que Bolívar incomodara a Disraeli en el taxi, pero fue su otro primo el que fue aplastado.
—Necesitaré de unos favores antes de empezar con la fiesta...
Daisy fue interrumpida por un lamento de Disraeli. Él se quejaba de un tobillo lastimado, pero Gladstone sabía que era una excusa para no trabajar.
—Solo dime qué necesitas y yo lo haré —se ofreció Disraeli con una falsa mueca de dolor.
—Ve a descansar, no fue tu culpa que te lastimaras. Donald se encargará de podar mis rosas y Gladstone de comprar la comida.
—¿Por qué yo? —se quejó Gladstone. La idea de hacer algo para una fiesta en honor de Disraeli le desagradaba y mucho.
—Porque todos deben colaborar. Deberías aprender de Disraeli, él está herido y aún así quiere ayudar.
Gladstone no tuvo oportunidad de quejarse, pues Daisy lo sacó a empujones. Encontrar a un servicio de catering dañado no lo alegró, ni siquiera lo hizo el que el chófer le llevara la comida hasta la casa de Daisy sin ningún costo adicional. Las cosas gratis lo animaban, pero no usando Disraeli también se beneficiaba.
—No sé por qué te desagrada Disraeli, él no es una peste como otros y es amable.
—Eso crees tú, pero no es más que un oportunista.
Gladstone le contó a su primo una de las muchas anécdotas que compartía con su otro primo. Había esperado que se compadeciera de él, no que se burlara y, peor aún, que viera en Disraeli un aliado. Esto último fue lo que más le molesto. Ver a Disraeli en la ventana le dio una idea, conocía a Donald y sabía cómo convencerlo sin siquiera decir una palabra.
Ambos emplearon todo tipo de trampas para exponerlo como el mentiroso que era sin obtener ningún resultado. Gladstone terminó encontrando irritante la manera en que su primo lograba evadir todas las trampas y como la suerte parecía estar de su lado, esto último era lo que le parecía más injusto.
La mirada de Gladstone se posó sobre su primo. Sabía que no estaba siendo amable, pero no podía evitarlo, había sido de ese modo desde que eran niños y sospechaba que nunca cambiaría. Su suerte, por lo general evitaba que pasara por malos momentos, sin embargo parecía haberlo abandonado, pues Daisy no solo lo había obligado a buscarlo en el aeropuerto, sino que también le había organizado una fiesta de bienvenida.
—¿Pasa algo? —le preguntó Daisy —, te noto algo decaído.
—Ahora que lo preguntas —Gladstone forzó una sonrisa.
—Se lo preguntaba a Disraeli —Daisy lo interrumpió, sonaba molesta —, Gladstone podría traerte algo más si es la comida lo que te molesta.
Gladstone estaba convencido de que Disraeli aprovecharía la ocasión para pedirle una cita a Daisy y una mirada a Donald bastó para saber que él pensaba lo mismo. Poco antes ambos habían hablado sobre Disraeli y Gladstone había notado el desagrado que le provocó el ganso cuando se asomó por la ventana.
—No es nada —respondió Disraeli con su usual tono lastimero —, has hecho tanto por mí y yo no quisiera convertirme en una carga.
—Tonterías, eres primo de Gladstone y los amigos de mis amigos también son mis amigos.
Gladstone bufó al escuchar esas palabras. Disraeli no era su amigo y ciertamente dudaba que pudiera llevarse bien con alguien que se había aprovechado de su suerte por tanto tiempo.
Disraeli pretendió dudar por unos momentos.
—No tengo un lugar dónde quedarme —Disraeli mantuvo la mirada en el suelo en todo momento —, supongo que debí haber sabido que Gladstone no estaría feliz de darme un lugar, después de todo no soy su primo favorito o alguien agradable.
—Puedes quedarte en mi casa —Donald se apresuró en responder —, tengo una habitación para invitados y puedo prepararte panqueques para desayunar.
A Gladstone no le gustaba nada lo que había escuchado. Sabía que Donald estaba alejando a Disraeli de Daisy, pero eso no evitaba que se sintiera menos molesto. "No es justo, Donald debería prepararme panqueques a mí, no a él", pensó con amargura. La última vez que los había comido fue durante un paseo familiar y ciertamente no pudo comer tanto como le hubiera gustado porque su tío Scrooge estaba cerca.
—No quisiera ser una molestia...
—Tonterías —interrumpió Donald —, tal vez no seamos primos de sangre, pero perteneces a la familia.
—Eres muy noble —le dijo Daisy, esas palabras hicieron que Donald se tranquilizara un poco.
—Un príncipe —agregó Disraeli.
Gladstone sintió nauseas. De repente sentía que había perdido el apetito.
Decidió visitar a Donald. No acostumbraba acoso levantarse temprano, pero quería seguir con su plan de exponer a Disraeli como el mentiroso que era. Lo último que esperó fue encontrarlos charlando animadamente mientras que comían pancakes. Huey, Dewey y Louie también parecían llevarse bien con su primo.
—Donald ¿podemos hablar un minuto, a solas?
—Claro.
—¿Necesitas ayuda para preparar pancakes? Lamento haber comido tantos, sé que no es justificación, pero son los mejores pancakes que he comido.
—Descuida, estaba por preparar más y Gladstone va a ayudarme si quiere comer.
Ambos se dirigieron a la cocina.
—Creí que ambos sabíamos que es un mentiroso.
—Hablé con Disraeli, él me contó lo arrepentido que está por la manera en que te trató cuando eran niños y dice que si estaba en la ventana era porque quería ayudarme con las flores.
—¿Qué te hace pensar que no quería invitar a Daisy.
—Daisy no estaba cerca de las flores, si la hubiera visto a ella no sabría que nosotros lo vimos.
