Voluntad de Fuego

Disclaimer: Harry Potter al igual que todos sus personajes son propiedad de Jk Rowling.

Capítulo 1: Esto no ha terminado

Neville hizo una pausa para ajustar el vendaje que cubría su abdomen. Sabía que esa medida no era suficiente, pero también que era lo único que podía hacer en su situación. Lo único que deseaba hacer era poder llegar cuanto antes a las instalaciones de la Orden del Fénix. Sus heridas eran profundas y de gravedad, pero estas no le preocupaban sino la niña que cargaba sobre su espalda.

Lo único que sabía de ella era que necesitaba ayuda. La había visto tropezar varias veces antes de quedar inconsciente. Estaba cubierta de sangre. Una revisión rápida bastó para comprobar que no toda la sangre le pertenecía. Usó las pocas vendas que tenía para tratar las heridas más graves. Estaba consciente de que podía ser una trampa, pero preferiría arriesgarse. Podría ser una niña que escapó de sus captores y él no se iba a arriesgar a dejar que una inocente muriera.

Ocasionalmente se detenía para verificar que no hubiera nadie cerca, enemigo, aliado o alguien que necesitara ayuda, comprando en cada una de ellas que estaban solos. En cuanto llegó al cuartel general. Al verificar que no había ningún peligro ingresó en la cueva que estaba frente a él. Conforme más se adentraba, más profunda era la oscuridad. Usar la varita no era una opción, hacerlo solo molestaría a los murciélagos que habitaban en su interior. Estos eran tantos que incluso un mago experimentado tendría problemas lidiando con ellos y el motivo por el que habían elegido ese lugar para instalarse. La cantidad de desviaciones necesarias para llegar al cuartel y un encantamiento Fidelio también funcionaban como medidas de seguridad.

—¿Santo y seña? —fue la respuesta que obtuvo al tocar la entrada al cuartel.

—Esto no ha terminado.

La puerta se abrió revelando a la persona que se encontraba del otro lado. Neville se sintió aliviado al saber que se trataba de Luna, la persona a la que estaba buscando. Con las pocas fuerzas que le quedaban, le pidió que se encargara de la niña. Sabiendo que su trabajo había terminado, se permitió desmayarse.

Lo primero que Neville notó al despertar, fue que sus vendas habían sido reemplazadas. Inmediatamente pensó en Luna, ella era una de las pocas sanadoras que tenían en el cuartel. Buscó con la mirada a la niña que había encontrado de regreso, estaba acostada en una de las camillas. Por la forma en que respiraba, parecía dormir tranquilamente.

—Me alegra ver que despertaste —le dijo Luna. Neville no estaba seguro si acababa de entrar o había estado allí desde antes.

—La niña ¿está bien?

—No sabría decirlo, las heridas de su cuerpo eran superficiales, pero las de aquí —Luna llevó su mano hasta la zona en donde se encontraba su corazón —, no estoy segura. Le he dado una poción para que duerma sin sueños, de momento es todo lo que puedo hacer.

—Siempre es lo mismo —comentó Neville con amargura.

—No debemos perder la esperanza —Luna abrazó a Neville con fuerza —, si nosotros nos rendimos ¿quién luchara?

—Esa es la actitud, Luna.

Neville y Luna voltearon al escuchar esas palabras con varitas en mano, listos para atacar ante la menor provocación. Vieron a Tonks, pero no bajaron la guardia, necesitaban algo más para estar seguros de que se trataba de su amiga y no de algún infiltrado.

—Esto no ha terminado —comentó Tonks antes de dejarse caer en una de las camillas —. Creí que no sobreviviría.

—Lo siento, Tonks.

—Me ofendería si no lo hicieran. Alerta constante —lo último lo dijo con cierta amargura, recordando las palabras de un compañero caído.

—Deja que trate tus heridas —sin esperar respuesta, Luna revisó los brazos de la aurora en busca de alguna herida visible —. ¿Recuerdas haber recibido algún maleficio?

—Ninguno. Solo nos encontramos con un grupo de carroñeros, pero logramos alejarlos del poblado.

—Es bueno escucharlo.

—Esa niña —Tonks señaló a la niña que dormía en la cama —. ¿Podemos estar seguros de que no es una enemiga?

—Sí —respondió Neville —, la mujer que la acompañaba me pidió que la cuidara. Intenté salvarla, pero todos mis intentos fueron en vano.

—La interrogaremos cuando despierte —comentó Tonks, luego se dirigió a Luna —. ¿Se encuentra bien?

—Tiene heridas profundas, pero Neville hizo un buen trabajo con ella.

Durante varios minutos, nadie dijo ninguna palabra. Ese tipo de situaciones no era ninguna novedad. Continuamente muggles e hijos de muggles eran perseguidos y asesinados. La Orden del Fénix no había desaparecido, pero sin importar lo mucho que se esforzaran, sus acciones no parecían ser suficiente.

—Un pajarito en la mansión Lestrange me ha dicho algo muy interesante, si está en lo correcto, podríamos encontrar una forma de salvar a Harry —Neville fue el primero en hablar.

—¿Hablas de Harry Potter? —preguntó Tonks, su tono de voz indicaba incredibilidad.

—Sí.

—¿Estás seguro? —insistió Tonks.

Dos años atrás Voldemort había anunciado al mundo la muerte de Harry Potter, pero su cuerpo sin vida nunca fue mostrado. Tonks había escuchado muchos rumores acerca de Harry Potter, personas que afirmaban haberlo visto en los lugares más insólitos. También había escuchado a personas asegurando ser Harry Potter. Tonks no entendía el motivo de eso, suponía que había sido el mismo que impulsó a muchos a afirmar ser mortífagos. Los carroñeros los atacaban, esperando conseguir alguna recompensa, pero los mortífagos no, todos ellos parecían más que seguros de la imposibilidad de que Harry Potter regresara.

—Proviene de una fuente muy confiable, la misma que me ha informado de varios ataques a pueblos muggles. Dijo que cuando limpiaba el sótano escuchó el sonido de alguien siendo torturado. Bellatrix no permite que nadie, ni siquiera los esclavos, entren a esa zona.

—¿Por qué estás tan seguro de que es Harry?

—Dice que lo visita cada vez que se escucha un rumor sobre Harry Potter. Sé que no es seguro, pero es nuestra única esperanza y aún si no fuera Harry, no podemos permitir que alguien continúe siendo torturado por Bellatrix.

Para Neville fue inevitable recordar a sus padres y la forma en que murieron. Los sanadores dijeron que se trataba de algo necesario, que era imposible seguir manteniéndolos en San Mungo cuando las posibilidades de recuperación eran nulas. Incluso se atrevieron a afirmar que un Aveda Kedavra había sido lo más piadoso. Neville sabía que, si eso hubiera sido cierto, le habrían preguntado a su abuela e incluso le habrían dado la opción de cuidarlos. Nada de lo que dijeran le haría dejar de ver la muerte de sus padres como una advertencia de los mortífagos.

—No estoy pidiendo que me ayuden —agregó —, solo quería que estuvieran al tanto de mis planes.

—Ir solo sería un suicidio, pero nada de lo que diga te haría cambiar de opinión. Luna podría solicitar algunos refuerzos, mientras tanto, yo te acompañaré —le dijo Tonks, por el tono de sus palabras era evidente que no aceptaría un no como respuesta —. Quiero creer que lo que dices es cierto, tiene que ser así.

—También iré —se ofreció Luna.

—No, tú quédate. Te necesitamos aquí, tus conocimientos en medicina son necesarios, y… —Neville calló, incapaz de continuar. Todos los días salía en busca de información o como apoyo de los equipos de rescate, pero era incapaz de lidiar con la idea de que Luna estuviera en peligro. Una vez la creyó muerta, no estaba dispuesto a permitir que la situación se repitiera.

—No tienes por qué preocuparte por mí, sé cuidarme sola.

La conversación fue interrumpida por la llegada de tres personas. Los tres se encontraban en condiciones deplorables, pero solo uno de ellos conservaba la consciencia, siendo este quien con levitaba a sus compañeros. Sus cuerpos estaban cubiertos de sangre y tierra, sus ropas rasgadas dejaban ver varias heridas profundas.

—Soy yo, Dean Thomas. Partí el jueves para ayudar a un poblado muggle bajo ataque junto a cinco de mis ex compañeros de Hogwarts. Éramos Seamus Finnigan, a mi derecha, Oliver Wood, a mi izquierda, Lee Jordan, Katie Bell y Lavender Brown murieron en batalla. —les dijo el mago que acaba de llegar —, Logramos expulsar a los mortífagos, pero no puedo garantizar que no hubo prisioneros.

Dean Thomas se desmayó en cuanto terminó de hablar. De no haber sido por la rápida intervención de Tonks, Neville y Luna, el mago junto a sus amigos se hubieran golpeado fuertemente contra el piso. Los levitaron hasta las camillas, para la fortuna de los recién llegados, había suficiente espacio para ellos.

—Vayan por Harry —les dijo Luna mientras cerraba las heridas de Oliver, de los tres era el que más grave se encontraba —, puedo encargarme de ellos en lo que llega Padma. Harry los necesita ahora.

—Cuida de Teddy, si no regreso, dile a Remus que lo amo.

Tonks se dirigió a la habitación que ocupaba junto a Remus y el hijo de ambos. Como Remus había salido en una misión, solo se encontró con el hijo de ambos. El pequeño se encontraba dormido. Una parte de ella quería despertarlo, poder ver su sonrisa una vez antes de irse a una misión de la que probablemente no regresaría, pero prefirió dejarlo dormir un poco más. Se dijo que, quizás, las cosas eran mejor de ese modo.

Neville besó los labios de Luna. Era algo que solía hacer antes de partir en una misión. Estaba dispuesto a morir, era algo que tenía en claro desde que se había unido a la rebelión en Hogwarts, pero odiaría el hacerlo sin despedirse de Luna, sin besarla una última vez.

—No debiste hacerlo —le dijo la sanadora —, porque no es un adiós, los dos regresarán, y lo harán con Harry. Y yo estaré aquí para tratar sus heridas.

—Cuando todo esto termine ¿aceptarías casarte conmigo?

—¿Es necesario preguntarlo? Creo que ya conoces mi respuesta.

—Lo sé, pero quiero escucharlo de tus labios.

—Podría casarme contigo en cualquier momento.

—Una boda es motivo de alegría y no quiero que tu boda no sea un recuerdo amargo para ti.

Neville rió con amargura. Desde que Voldemort había tomado el poder, sus seguidores eran los únicos que pasaban por un buen momento.

—Si es con la persona que amo, incluso en medio del infierno sería un recuerdo grato.

—Si nos casaramos y estuviera rodeado por el enemigo podría pensar que no importa morir porque lo hice defendiendo mis ideales y no tengo nada pendiente, no quiero que eso pase, quiero pensar que al final de todo este caos hay algo esperando por mí.

Neville y Tonks dejaron una nota con la información de su salida. Se trataba de una regla no escrita entre los integrantes de la Orden del Fénix, todos debían dejar escrito el lugar al que se dirigían y brindar información confidencial que pudiera servirles para reconocerlos. Estando en guerra ninguna medida de seguridad era considerada como paranoia.

Aparecerse hubiera sido la opción más rápida, pero no era posible. Todos en la Orden del Fénix lo sabían, nadie podía ingresar a la mansión Lestrange sin contar con una autorización de alguien que se encontrara dentro de la misma. Esto había originado muchos rumores acerca de lo que pudiera encontrarse dentro de la mansión de la mortífaga más leal a Voldemort.

Neville se escondió en uno de los arbustos cercanos a la mansión. Tenía instrucciones de hacerlo y, aunque tuviera dudas acerca de la lealtad de su contacto, temía más a las consecuencias que podría traerle su desobediencia. Neville era consciente de todo lo que arriesgaba en esa misión.

—¿Tienes una idea de cómo entraremos? —le preguntó Tonks.

—Tengo un contacto en la mansión, si estoy en lo correcto, aparecerá en cualquier momento.

La espera terminó cuando el elfo doméstico de los Lestrange apareció. Este llevaba consigo a un bebé dentro de su carriola. Aunque Neville y Tonks no tenían idea de quién podría ser ese bebé, no se preocuparon en descubrir su identidad. No parecía estar en problemas y en ese momento ellos tenían otros asuntos que resolver.

Neville tomó una piedra y se la lanzó, teniendo especial cuidado de no lastimar a nadie o de llamar la atención de personas indeseadas. El elfo doméstico se tomó unos pocos segundos en llegar al lugar en donde ellos se encontraban, pero a él le pareció una eternidad.

—Los amos salieron de la mansión, pero hay mortífagos custodiando el sótano. No creo que se acerquen a la amita, pero si la ven, no la involucren, es solo una niña. Síganme —le dijo el elfo doméstico antes de continuar con las tareas que los Lestrange le habían encomendado.

—Yo me quedaré aquí —le dijo Tonks —. Encárgate del rescate en lo que yo me aseguro de crear una distracción.

Neville dudó por unos instantes. No le gustaba la idea de dejar a Tonks sola, pero confiaba en que ella pudiera manejar la situación. De las opciones que tenían, esa parecía ser la más rentable. Su experiencia como aurora la hacía la más adecuada para esa tarea.

Después de que Tonks hiciera explotar una de las paredes de la mansión, Neville siguió al elfo doméstico hasta la entrada del sótano. Twinky no quiso llevarlo más allá, pues aseguraba que debía cuidar de la bebé y que no podía exponer a la amita a lo que se encontraba en ese lugar.

Con un sencillo encantamiento logró dejar inconsciente al único mortífago que custodiaba al prisionero del sótano. Ató al mortífago, no quería asesinarlo, pero tampoco que este le impidiera concluir con su misión. Estaba cubierto de sangre y otras cosas que no supo ni quiso reconocer. Estaba débil y delgado, sus huesos eran visibles en varias zonas y en otras se marcaban a través de la piel. Su respiración era casi imperceptible y la única señal de que se encontraba con vida. Algo que, Neville dudaba, continuaría de permanecer en ese lugar.

Abrió la puerta de la celda con su varita y con mucho cuidado, cargó al prisionero. En cuanto lo hizo notó que su estado era peor de lo que había imaginado. Pesaba muy poco, probablemente no más que una pluma. Su respiración era muy baja, casi imperceptible, esta era la única señal de que estaba con vida.

Neville sintió nauseas. Había luchado contra los mortífagos por más de tres años, pero no se acostumbraba a la crueldad de estos y dudaba que en algún momento pudiera hacerlo. Atacó a los mortífagos antes de que estos pudieran ser conscientes de su presencia. No los asesinó, pero sí se aseguró de que no pudieran despertar en varios días.

—Será mejor que nos demos prisa —le dijo Tonks, su respiración era agitada —, podrían llegar refuerzos en cualquier momento.

Se alejaron lo más rápido que podían hacerlo mientras que cargaban a un hombre inconsciente. No fueron lo suficientemente rápidos pues se encontraron con un grupo de mortífagos antes de llegar a un lugar donde se pudiera usar la aparición. La velocidad con la que llegaron y el hecho de que se hubiera pedido refuerzos cuando en teoría solo se trataba una rebelde hicieron que las sospechas de Neville crecieran. El hombre al que cargaban debía jugar un papel demasiado importante en la guerra para que tomaran tantas medidas.