Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 2
Bella
Estaba plácidamente descansando en una cama tamaño matrimonial con olor a guardado, me removí entre las sábanas rodando de un lado a otro, estirando mi hermoso cuerpo trabajado en gym y disfrutando del silencio.
Abrí un ojo y comprobé que eran las 5 am. Me senté en medio de la cama con los ojos muy abiertos, era la maldita costumbre de madrugar cada día para ir a la oficina.
Jódete Aro.
Seguramente necesitarás de mi eficiencia en la oficina cuando la niñata descerebrada y chupapollas no sepa ni encender la computadora.
Me dejé caer de espalda y cerré los ojos intentando dormir nuevamente… Entonces, un estruendoso ruido de una motosierra se escuchó muy cerca, traté de ignorar el escándalo que provenía de afuera y me acurruqué entre las sábanas hediondas.
Ese ruido siguió.
Llevé la almohada sobre mi rostro y gruñí. No fue suficiente una almohada así que puse dos sobre mi cabeza.
La motosierra siguió…
Siguió…
Siguió y siguió quizá por horas. Quién fuera, parecía dispuesto a trozar mi casa con esa máquina.
Enfadada pateé las sábanas y salí de la cama asomándome por la ventana.
Un hombre alto, de pelo desordenado y un extraño color cobrizo que vestía una campera amarilla y cortaba un árbol. ¡Y no cualquier árbol! sino uno propiedad de mi abuela… mi propiedad.
Apresurada por defender lo mío me puse la bata encima del camisón y, sin glamour ni maquillaje en mi rostro salí corriendo escaleras abajo.
El clima era frío y la bata no era suficiente para protegerme.
— Oye… —hablé fuerte acercándome al tipo.
Estaba tan absorta en su imponente estatura que mi pie se enredó en algo y tropecé, trastabillando con luces navideñas y caí de rodillas.
Dios. ¿Por qué?
El hombre volteó.
Abrí la boca al encontrarme con sus penetrantes ojos verdes fijos en mí. Me quedé sin aliento cuando se acercó y con sus grandes manos sujetó mi cintura y me ayudó a ponerme de pie. Sin importar tratarme como un trapo cualquiera.
Me puse nerviosa, pero lo disimulé con una mueca mirando mis rodillas ahora con barro.
Una sonrisa jugó en sus delgados labios al seguirme viendo y alzó ambas cejas.
— Hola —su voz fue aterciopelada y malditamente caliente—. Soy Edward Cullen.
— Edward Cullen —repetí cuál idiota antes de sacudir la cabeza y concentrarme—. ¿Qué haces en mi propiedad? —inquirí en tono imponente.
Su sonrisa se desvaneció. Sí, la sonrisa hermosa con la que me había visto ya no estaba más.
— Estaba cortando el árbol —dijo lo obvio.
— Deja te explico —usé un tono burlón—. Estás en propiedad privada y no puedes venir y cortar mi árbol. No, sin mi consentimiento y mucho menos ensuciar mi patio con cuanta porquería —señalé las luces y demás cosas navideñas.
Soltó una risita.
— Mis padres y yo nos hacemos cargo de la casa Swan —me explicó cortante— y adornamos cada año.
— ¿Cuántos años tienes? ¿Diez?
— No sabía que se necesitaba una edad específica para adornar los jodidos patios. ¿Acaso tienes doscientos años?
Lo fulminé con la mirada.
Él sonrió despreocupado lo que me hizo enojar más.
Me crucé de brazos.
— Será mejor…
Se dio la vuelta dejándome con la palabra en la boca y echó en marcha su maldita máquina destripadora de árboles.
Lo hizo a propósito el muy cabrón.
— Edward Cullen… —toqué su costado— ¡apaga esa maldita motosierra!
El ruido fue más potente.
Apreté los puños y volví al interior sin dejar de despotricar contra Edward Cullen, me recargue en la puerta soportando el ruido infernal de su odiosa motosierra.
.
El día se fue y llegó la noche. El ruido apenas cesó.
Las galletas saladas se acabaron y no había otra cosa con qué pudiera alimentarme. Mis tripas rugieron.
El timbre sonó.
Lentamente caminé y abrí: una mujer menuda y muy embarazada y de un hermoso cabello color negro azabache me regaló una radiante sonrisa.
— Hola, Isabella —dijo mi nombre alegremente— traje un poco de comida.
Sin permiso adentró en la estancia y puso una caja de cartón sobre la encimera. Empezó a sacar cuanta cosa de ahí.
— Disculpa, ¿me conoces?
Me tendió un plato de pasta caliente. Olía delicioso. A decir verdad.
— Soy Alice, la vecina de al lado y mamá de la niña de las cremas sabor avellana —sonrió— gracias, no tenía suficientes para el café de hoy. ¿De casualidad no tendrás más?
Sonreí cínicamente mientras empezaba a degustar los espaguetis en salsa boloñesa.
Sin embargo, aún necesitaba saber porque sabía mi nombre, la miré detenidamente: era muy delgada para esa enorme barriga y su ropa deportiva me hizo imaginar que tal vez era lo más cómodo para usar en su estado.
Sus ojos verdes brillaron y esa sonrisa seguía en sus labios. Parecía dispuesta a decir algo.
— ¡Mami! —La niña Blanca Nieves entró, ahora sin disfraz. Era una copia en miniatura de su madre— esto es para la vecina tacaña —le dijo dándole una caja de Splenda.
La niña había dejado automáticamente de caerme bien.
Alice sonrió apenada dejando el paquete de Splenda lo más lejos de mis ojos.
— Tienes idea del porqué el imbécil leñador no se ha largado de mi patio —articulé— lleva todo el día molestando.
— Dices Edward, ¿no?
Rodé los ojos.
— Sí.
— El imbécil leñador como lo llamas vive aquí, de hecho te estás devorando su comida que pidió para la semana, es mi hermano.
Mi boca se abrió sin permiso y puede que se haya atorado medio bocado en mi garganta.
Hola, trataré de actualizar constantemente, solo espero terminar Bombón para poder hacerlo con mayor libertad. Agradezco infinitamente su interés con la historia.
¿Qué les pareció el capítulo? Tuvimos muy poco de Edward, lo sé, el siguiente capítulo tendrá más protagonismo.
Gracias por comentar: NarMaVeg, Valeria Sinai Cullen, Flor McCarty-Cullen, Mar91, jupy, Gabby352, ALBANIDIA, sandy56, Noriitha, piligm, Car Cullen Stewart Pattinson, somas, cocoa blizzard, Wenday14, Daniela Masen, Veronica, Maribel 1925, Pepita GY, Cassandra Cantu, Diannita Robles, Isis Janet, Kaja0507, Lizdayanna, Rosemarie28, Antonella Masen, Dulce Carolina, Gigi, saraipineda44, marisolpattinson, Lili Cullen-Swan, Torrespera172, Cary, Kasslpz, mrs puff, Cinthyvillalobo, rociolujan
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