Un capítulo más corto... Pokémon no me pertenece; tampoco aquellos personajes que yo no haya inventado (muajajaja Terry me pertenece, puedo hacer lo que quiera con el pobre chico :D)
—Capítulo III: Cambios en el viaje—
Almorzó en el Centro Pokémon de ciudad Turquesa. Apenas llegó, vio una máquina de cambios. Debía de ser nueva: jamás la había visto. Mientras comía, observó que dos personas intercambiaban Pokémon.
Una de las personas era un chico más o menos de su edad; el otro era ya un adulto, con traje y aperos de montañista. Terry no reconoció las formas que cruzaron la pantalla de la máquina, y tampoco advirtió que una de ellas cambiaba su forma. Luego del cambio, las personas hablaron unas pocas palabras; luego el montañista salió del Centro Pokémon y el joven se sentó en una mesa cercana a la de Terry. A ratos miraba a Terry de reojo, lo cual lo inquietaba, pues no había olvidado al Equipo Rocket. Siempre usaban toda clase de trucos para conseguir sus objetivos...
La clara voz de la enfermera Joy rompió la tensión creada, diciéndole a Terry que su Eevee y su Nidoran macho ya estaban como nuevos. Esto hizo que el joven prestase incluso más atención en Terry, lo que lo puso más y más nervioso. De pronto, y sin previo aviso, el joven se incorporó y le dijo:
- Oye, ¿me cambiarías a tu Eevee?
Una mezcla de sorpresa y alivio se produjo en la mente de Terry. El joven quería al Eevee de Terry, pero no en la forma en que éste lo pensaba: Se lo quería... ¿cambiar?
- No, gracias, es que recién lo he obtenido... -respondió Terry, un poco turbado.
- Oh... no importa- dijo, luego viendo la cara de Terry. -Perdón, parece que te asusté... Mi nombre es Ian. ¿Querrías comer conmigo? No te preocupes, yo invito.
Terry aceptó y se fue a sentar con sus cosas en la mesa de Ian, donde conversaron un buen rato. Resultó ser que Ian era un aficionado a intercambiar Pokémon. No era malo para entrenar Pokémon, mas era pésimo para atraparlos, por una razón que Terry no pudo comprender. Así que un día llegó a un Centro Pokémon donde había una máquina de cambios. Ian había comenzado entonces a intercambiar Pokémon con todas las personas que podía, siempre ganando un poco en los cambios.
Terry, por su parte, le contó su historia, omitiendo todo referente al Equipo Rocket, lo dejó amplias lagunas. Ian pareció notarlo, pero no dijo nada.
- Y... ¿por qué no quisiste cambiarme a tu Eevee? Sólo por curiosidad, claro -le preguntó de pronto a Terry.
- Es que no me gustaría separarme de él, ya te lo dije antes. Aunque hemos pasado poco tiempo juntos, creo que nos hemos conectado bastante -respondió Terry, sin saber exactamente cómo explicarlo.
- Oh, claro, siempre hay algún Pokémon con el cual uno traba una relación especial. Como yo con mi Magmar, por nombrar otro ejemplo. Lo he tenido desde que era un pequeño Magby. Muchos han querido cambiármelo, pero no me separaré de él.
Terry le preguntó a Ian sobre el cambio que éste había hecho un rato atrás.
- Ah, ¿quieres saber qué Pokémon eran? Bueno, te diré que el viejo Sam, ese montañista, sabe mucho y poco a la vez. Ya, saciaré tu curiosidad. Él me pasó un Larvitar y yo le entregué un Graveler. Fue inteligente al pedirme un Graveler, claro, para obtener un Golem, pero creo que fue descuidado al entregarme a Larvitar... -dijo Ian con aire pensativo -Debes saber en qué evoluciona, ¿no, Terry?
Evidentemente no, pues Terry consultó su PokéDex enseguida. Casi se cae de su asiento al contemplar el aspecto de Tyranitar, y al ver sus datos de altura y peso promedio. Más abierta le quedó la boca al ver los ataques que podía aprender. Definitivamente, ese Sam era un imbécil.
- Claro que es difícil enseñarle todos esos ataques -dijo Ian tratando de no impresionar a Terry -Hay que entrenar en muchos lugares extraños... dicen que algunas personas pueden enseñarles técnicas a algunos Pokémon, pero que viven apartadas -la mandíbula inferior de Terry volvió a colgar, e Ian cambió rápidamente el tema -Ah, como te iba contando, a veces Sam me encarga conseguirle algunos Pokémon, y viceversa. Lo malo es que se fija demasiado en las apariencias de los Pokémon. Pero creo que ya me iré de esta ciudad: Sam ya no tiene más encargos para mí, y cada vez menos gente viene a intercambiar Pokémon. Debe ser por esos Rockets, que están cada vez más activos.
Terry se sobresaltó. La agradable conversación lo había sumido en una tranquila laguna mental, navegando en un bote de amnesia. Pero bastó una palabra para que el bote se volcara. No soportó más. Le contó todo a Ian, que lo escuchó atentamente.
- Conque eso era lo que ocultabas. Llegué a pensar que eras algo así como uno de ellos. No te preocupes, no deben ser tan fuertes. Sabes, quizás te acompañe -le dijo Ian
- No, debo saber cuidarme por mí mismo -respondió Terry, cortante.
- ¿Quién dijo que iba de guardaespaldas? Es que ya no me queda nada que hacer en este pueblo, y a ti tampoco, creo. Esta ciudad no tiene gimnasio, debes saberlo... -dijo en tono amigable.
- Bien, no me vendría mal compañía. Creo que iremos al Oeste, a ciudad Esmeralda. Allí hay una reserva Pokémon, y deben de haber muchas personas intercambiando los suyos. También hay un gimnasio, que ya he derrotado antes. Pero antes tendremos que pasar por ciudad Granate, que está a medio camino. Sabes, antes me gustaría entrenar un poco -dijo Terry con un tono extraño en él.
Ian accedió de buena gana. También quería entrenar y conocer a su nuevo Pokémon, y sentía curiosidad por saber en qué estaba pensando Terry.
