N.d.A.: Capítulo 16, creo que no hay mucho que decir... se aproxima cada vez más la lucha por la tercera medalla del campeonato de Kajar, la Medalla Espejo.

Renace de Tus Cenizas

Capítulo XVI: Un Día Ajetreado—

El mediodía llegaba a ciudad Ámbar. Terry e Ian se encontraban comiendo en el Centro Pokémon, conversando sobre temas que variaban desde las extrañas nevadas en los Montañas Pétreas hasta su próxima batalla de gimnasio.

- Oye, Terry, mira esto -le dijo Ian, enseñándole el periódico que Chansey les dejó en la mesa. "Extraños acontecimientos en el Túnel Sombrío", decía el titular.

- No estarán hablando de nosotros, ¿verdad? -se apresuró a preguntar Terry- Con todo el alboroto que debemos de haber armado al excavar en el Túnel Sombrío...

- No lo creo -dijo Ian, comenzando a leer parte del artículo- "Personas que han visitado el lugar afirman haber visto a dos personas rondando el Túnel Sombrío. Todos los testigos dicen haberlos visto merodeando por los lugares cercanos al túnel. Algunos incluso afirman haberlos visto subiendo por las rocas que forman el paso."

- Entonces no somos nosotros -dijo Terry, más aliviado- Imagínate que la policía nos detuviese...

Era de mañana. Los dos chicos estaban sentados junto a una ventana del Centro Pokémon, que, convenientemente, estaba situado en el centro de la ciudad. De pronto, la quietud fue interrumpida bruscamente.

Un Pokémon entró volando velozmente al hospital, provocando uno que otro grito de sorpresa. Terry vio cómo atravesaba el salón, mirando por todas partes. Un Crobat. Lleva algo en las patas...

Lo siguió con la mirada mientras revoloteaba por el recinto, asustando a uno que otro entrenador. Súbitamente, se detuvo, y se acercó a la mesa de Terry. ¿Qué...?

- Parece que nos trae algo -dijo Ian, divertido con la situación.

El murciélago dejó caer el pequeño paquete que traía, en las manos de Terry, para luego aterrizar en la mesa. Luego de un confundido "Gracias..." de parte del entrenador, el murciélago alzó el vuelo nuevamente, y salió a toda velocidad del Centro Pokémon, a través de una ventana abierta.

Terry miró el envío por todas partes. Además de decir su nombre, el arrugado papel marrón que envolvía su contenido no daba señas de su procedencia.

- ¡Ábrelo! ¿Qué peligro puede traer? ¿Una bomba? -preguntó Ian, bromeando, como siempre.

Terry salió de su aturdimiento, y despedazó en unos segundos la envoltura. El contenido hablaba por sí solo. Una Pokebola, y una nota.

- ¡Es Scyther! -exclamó Terry, comprendiendo. La nota, de Quincy, era corta, y sólo se remitía a decir lo siguiente:

"Si estás leyendo esto, es que Crobat te encontró... El entrenamiento de Scyther ha terminado. Fue un buen alumno, aunque a veces tiene una tendencia a cuestionar al entrenador... Espero que Scyther te ayude en tu viaje; en realidad, sé que lo hará.

Quincy

P.D. Intenté llamar a tu PokéGear en varias oportunidades, pero estaba apagado. ¡Agradece a Crobat, que accedió a ir a buscarte y entregarte esto!"

- ¡Genial! ¡Justo a tiempo para enfrentar al líder del gimnasio Ámbar! -exclamó Terry, mirando la esfera que contenía al Pokémon insecto. Ahora su Pokémon sería más fuerte que nunca, gracias al entrenamiento en un gimnasio oficial-  Scyther, sal de la Pokebola.

La Pokebola se abrió, liberando una luz roja que no tardó en tomar la forma del Pokémon de Terry. Con un "¡Scy!" saludó a los dos entrenadores. Se lo veía un poco serio.

- ¡¡Hola, amigo!! -exclamó Terry al verlo. Scyther respondió al saludo, pero no tan alegremente- Bueno, supongo que no eres muy "sentimental"

Pero los pensamientos de Terry estaban en otra parte. Cuestionar al entrenador... espero que no llegue a ser un problema mayor. Scyther no parecía muy comunicativo, así que lo devolvió a su Pokebola. Y eso de que tenía mi PokéGear apagado...

Terry miró el aparato en su muñeca. Para su sorpresa, estaba apagado. Intentó prenderlo, pero lo único que consiguió fue un mensaje de "Batería Baja", antes de que el PokéGear volviese a apagarse. Descargado. Lo que significa no más llamadas hasta que lo recargue... Entonces Terry recordó algo importante.

- ¡Lo olvidé! ¡Prometí llamar periódicamente a mi mamá! -exclamó el joven, levantándose de la silla.

- Bueno, nunca es tarde... -dijo Ian- Ve a llamar; por mi parte buscaré alguien con quien cambiar Pokémon. Quién sabe, quizás consiga algún buen Pokémon para la batalla de gimnasio.

Terry le deseó suerte mientras el joven dejaba la mesa y se dirigía hacia otros entrenadores, en busca de cambios. El chico de ciudad Turmalina, por su parte, se dirigió sin más demora al videoteléfono.

Marcó rápidamente el número de su casa, como si de alguna forma eso reparase el que no hubiese llamado en varios días. Su madre no tardó en aparecer en la pantalla del aparato.

- Ho-hola, mamá -fue lo único que atinó a decir.

- ¡Hijo! -le contestó- Ya me empezaba a figurar que habías olvidado llamar... -Terry puso su cara más inocente, intentando no delatarse- Tu padre está trabajando en Silph, ya sabes... Bueno, y ¿cómo va tu viaje? Cuéntame todo.

Terry contó los avances que había logrado de la forma más resumida que pudo, ya que le quedaba poquísimo dinero para pagar la llamada telefónica. Sin embargo, a la señora Sugimori le encantaron las noticias de su hijo, por breves que fuesen.

- ... y entonces llegamos a ciudad Ámbar. -terminó Terry, casi sin aliento por tanto hablar.

- ¡Qué bien! Por cierto, dale saludos a tu amigo... ¿Ian, me decías que se llamaba? -le dijo su mamá, mientras Terry asentía- ¡Ah, Terry! Me olvidaba decirte que el profesor Hemlock estaba buscando la forma de contactarte... -Terry recordó su PokéGear descargado y volvió a sonreír nerviosamente- Creo que tiene algunos problemas en el laboratorio...

- Está bien, lo llamaré. Dale saludos a papá de mi parte. ¡Los quiero mucho! ¡Adiós! -se despidió Terry antes de colgar. Marcó el número de Hemlock y esperó. El calvo profesor contestó luego de unos segundos.

- ¡Terry! Santo Dios, ¿dónde te habías metido? Necesito tu ayuda...

- Eh... hola -dijo Terry- Lo ayudaré en todo lo que pueda, pero primero explíqueme qué pasa...

- En pocas palabras, Zak -Terry no pudo evitar recordar su derrota al escuchar el nombre- me envió un Seviper, y ha intentado atacar prácticamente a todos los otros Pokémon que los otros entrenadores me han enviado.

- ¿Y qué puedo hacer yo? -preguntó Terry, un tanto confundido.

- Bueno, me habías dicho que tenías un Nidorino, ¿cierto? Los Pokémon tipo Veneno no pueden ser envenenados, así que tu Nidorino podría ayudarme a manejar a ese Seviper.

- Pero usted también tiene a mi Ekans allá. Ellos también son inmunes al envenenamiento, ¿no? También está mi Magnemite: los Pokémon acero son inmunes por completo a los ataques venenosos -sugirió Terry, recordando lo que había aprendido en las clases del profesor. No le gustaba la idea de tener que separarse de su Pokémon.

- Bueno, Seviper es bastante fuerte. Ya intenté detenerlo y disciplinarlo con la ayuda de cada Pokémon venenoso y de acero que me han enviado, pero Seviper derrotó a todos y a cada uno de ellos, usando otros ataques. Por eso pensé en tu Nidorino, Terry. Es un Pokémon fuerte, y no caerá fácilmente. Pero es muy posible que tenga que quedarse aquí por un tiempo... -concluyó Hemlock, ajustándose los lentes.

Nidorino... sería por el bien de otros Pokémon...

- Por si te lo preguntabas, en este instante Seviper está alimentándose, así que por ahora está tranquilo. Por favor, necesito que tomes tu decisión. Odio tener que forzarte a decidir, pero tengo que solucionar este problema ya.

Ningún sonido escapó de la boca de Terry. Nidorino, Nidorino... uno de los Pokémon más fuertes que tengo... uno de mis mejores amigos...

Pero, al fin y al cabo, no se va para siempre... es más, va a ayudar a muchos Pokémon que lo necesitan.

Sabía lo que debía hacer, mas el hecho de saberlo no disminuía mucho la desazón. Finalmente, Terry tomó la Pokebola que contenía a Nidorino de su cinturón. Liberó al Pokémon, que lo saludó alegremente.

El joven explicó rápidamente el dilema en que se encontraba el profesor. Ante la respuesta afirmativa del Pokémon venenoso, Terry se despidió de él. Guardó al Pokémon en su Pokebola, y la puso lentamente en la máquina de transferencia que se encontraba a un lado del videoteléfono.

- Cuando quiera, profe. -dijo, luego de soltar un suspiro. Hemlock agradeció el gran favor que le estaba haciendo el joven, y comenzó la transferencia.

- Muchísimas gracias -dijo Hemlock al recibir la Pokebola de Nidorino- Cuidaré a tu Pokémon de la mejor manera posible. ¿Cómo vas en tu viaje?- dijo, cambiando el tema.

- Ah, bien, supongo... Ya llegamos a ciudad Ámbar, para nuestra tercera medalla.

- ¡Eso está muy bien! -lo felicitó el profesor, intentando subirle el ánimo -Espero que obtengas esa medalla sin problemas- concluyó. Terry ya estaba acostumbrado a estas frases. Hemlock siempre lo presionaba, aunque no se diese cuenta. Sólo intenta ser amable.

-  Sí, bueno... creo que tendré que dejarlo, profesor. ¡Adiós! ¡Cuide a Nidorino!

- ¡Por eso no te preocupes! ¡Llama pronto!

Terry asintió y cortó la comunicación. Esbozó una sonrisa traviesa al ver la pantalla. La llamada había sido por cobrar. Tamaña sorpresa se va a llevar el profesor al revisar su cuenta telefónica... la llamada fue bastante larga...

Bueno, al fin y al cabo la culpa fue de él, ya que aceptó la llamada... pensó Terry mientras volvía con Ian. Le contó sobre Nidorino, y entregó los saludos de su madre.

- Hice algunos cambios -le dijo Ian por su parte- Quizás los veas en la batalla de gimnasio. ¿Vamos a dar una vuelta por la ciudad? Quizás encontremos algo de interés. Digo, no todo en una ciudad es el gimnasio, ¿no?

Terry aceptó. Quería despejar un poco su mente. Recogieron sus pertenencias y salieron del hospital, despidiéndose de la amable Joy. Entregó a la enfermera su PokéGear, junto con el cargador. Lo pasaría a buscar luego de la batalla de gimnasio.

Ya paseando, no pudieron dejar de maravillarse con los hermosos trabajos y artesanías en piedras como la ambarita. También estaban los remanentes de grandes murallas, recuerdos de guerras y de tiempos antiguos.

¿Existirían los Pokémon en esos tiempos?

Claro que sí. Ya lo vi en esa pared, en el Túnel... seguramente era un dibujo de un Pokémon. Los Pokémon eran tan viejos como la civilización humana... y quizás aún más. Seguramente participaron de estas guerras...

Los pensamientos de Terry fueron interrumpidos por unos gritos delante de ellos. La calle estaba atestada de gente, que parecía hacerse a un lado ante algo o alguien. Cuando los chicos miraron mejor, vieron a un pequeño Pokémon, seguido por una niña de unos 7 años.

El Pokémon era de color marrón. Corría en sus dos pequeñas patas inferiores. En una de las patas delanteras llevaba un hueso, y sobre el rostro un cráneo de un Pokémon, agrietado por el paso de los años. Un Cubone.

Al correr, el Pokémon pasó entre las piernas de Terry, haciéndolo caer, para luego seguir su camino. La niña, concentrada en perseguir al Pokémon,  tropezó con Terry, cayendo pesadamente sobre el joven.

- Eh... lo siento -dijo la niña, levantándose- ¡Cubone, vuelve aquí!

Pero, para su desgracia, el Pokémon ya se había mezclado con la multitud.

- ¡Vuelve!  -repitió la chica echando a correr. Mientras, Terry aún yacía en la acera, bastante aplastado.

- ¿Alguien anotó la matrícula del camión? -bromeó- Hey, ¿qué es esto? -dijo, tomando una Pokebola del suelo. Palpó su cinturón con la otra mano -¡Esta Pokebola no es mía!

- ¡Debe ser de la niña! -dijo Ian, con su usual energía -¡Vamos!- completó agarrando a Terry de un brazo y echando a correr- ¡Debemos alcanzarla!

Terry no alcanzó siquiera a levantarse, así que fue arrastrado por Ian mientras éste corría. Parece que este no es mi día... primero me aplastan, después me pisotean y ahora esto... 

Era una extraña carrera: al frente iba el Cubone, luego la niña, y atrás Ian arrastrando a Terry. Luego de un buen rato de "tour" por la ciudad, habían pasado por tiendas de ropa, estaciones de gasolina, mercados... todo lo que Terry hubiese podido imaginar.

Hasta que, por fin, la niña logró acorralar al Pokémon en un callejón. Entonces Terry e Ian la alcanzaron.

- ¡Uf! Esto... es... tuyo -le dijo Ian, entregándole la Pokebola.

Por su parte, Terry se levantó del suelo y sacudió de sus ropas la tierra de las calles. Genial. Las ropas recién lavadas...

- ¡Cielos! ¡Gracias! -dijo la niña- Cubone, regresa -dijo, apuntando al acorralado Pokémon. Desapareció en el rayo de luz roja -Mi nombre es Lisa. Siento lo de antes, lo del tropezón y todo eso...

- No importa -dijo Terry- Yo soy Terry Sugimori, y él es mi amigo Ian. Somos entrenadores, en viaje.

- ¿Son entrenadores? Estaba tratando de entrenar a mi Cubone y se escapó... Bueno, es que los Cubone son así. ¿Podrían ayudarme con él?

- ¿"Los Cubone son así"? -repitió Terry, sin comprender. Consultó su PokéDex.

"Cubone, el Pokémon Solitario. Este Pokémon del tipo Tierra usa huesos de sus antepasados para luchar. Cubone es reacio al trabajo en equipo: prefiere actuar por su cuenta"

- Oh... bueno, podemos intentar ayudarte...

- Valdría la pena probar -dijo Lisa, agradeciendo -Vamos a mi casa.

La niña los guió por las calles de la ciudad. Era un día hermoso, aunque hacia el norte, hacia las montañas, se veían grandes nubes, seguramente de tormenta.

Al llegar, vieron la hermosa casa de Lisa. A Terry le pareció una mansión.  Era antigua y elegante, sin el más mínimo signo de desgaste. Pasaron inmediatamente al patio, ya que no había nadie más en casa.

- Lo que pasa es que Cubone no quiere obedecerme... Hace lo que quiere en las batallas... -explicó la pequeña, una vez en el jardín.

- ¿Cómo obtuviste tu Pokémon? -le preguntó Terry- Pensé que la licencia de entrenador sólo se entregaba a mayores de diez años...

- Bueno, -dijo Lisa- mi hermana me lo dio...

- Y está autorizada para tenerlo -dijo Ian- Actualmente, a muchos niños menores de diez años se les permite tener Pokémon, siempre y cuando no tenga combates oficiales, como enfrentarse a líderes de gimnasio y cosas así. Intentemos ver cómo se desarrollan las cosas en una batalla. -le dijo luego a Lisa.

Lisa aceptó. Sería Cubone contra Sandshrew. Pero Cubone se rehusaba a luchar.

- Por favor, Cubone, pelea por mí... -rogó Lisa.

- ¡Bone! -se negó el Pokémon.

- ¿Eres un cobarde? -lo incitó Ian. Funcionó al instante. Cubone dio media vuelta hacia el Pokémon de Terry, dispuesto a no dejarse vencer.

- Bien -dijo Terry. -Sandshrew, intenta unos Rasguños.

- ¡Cubone! ¡Cabezazo! -ordenó la pequeña Lisa. Pero Cubone no obedeció. En cambio, usó un Gruñido. El ataque no hizo dañó: sólo redujo el poder del ataque de Sandshrew. Aun así, el roedor hizo un daño decente, rasguñando levemente la piel de Cubone.

- Vamos Cubone, ¡dale un Golpe de Hueso! -pidió Lisa. Pero nada.- ¿Lo ven? ¡No me obedece!

- ¿Tengo que seguir? -le preguntó Terry a Ian en voz baja.

- Creo que sí... -dijo Ian, no muy seguro.

- Bien... Sandshrew, ¡un Cabezazo!

- ¡Golpe de Hueso, Cubone!

Cubone se negaba a obedecer. Mientras Sandshrew atacaba sin cesar, Cubone usaba ataques como Gruñidos y Maliciosos, que disminuían el poder de ataque y defensa de Sandshrew, pero no causaban daño alguno. Sandshrew estaba a punto de derrotarlo cuando Terry le pidió que se detuviese.

- Cubone... -le dijo Lisa- ¿puedes ver que si no trabajamos juntos, perderemos?

El Pokémon tipo Tierra se detuvo. Durante unos instantes, se vio a Cubone reflexionar bajo el duro cráneo que llevaba como casco. Luego, sin aviso, echó a correr, saliendo en segundos del jardín.

- ¡Vuelve! Cubone, regresa... -dijo Lisa, pero Ian le bajó el brazo que sostenía la Pokebola.

- Deja que se vaya. Debe pensar las cosas.

- Pero debemos seguirlo, aunque sea en secreto -dijo Terry- No sabemos qué pueda hacer. ¡Vamos!

Los tres corrieron, cuidando de que Cubone no los viese, pero al mismo tiempo sin perderlo de vista. Pasaron por diversos sectores de la ciudad.  Mientras doblaban una esquina, a Terry le pareció divisar el gimnasio de la ciudad. Luego de esto, al gimnasio, se prometió.

Después de un rato de carrera, salieron de la ciudad hacia el sur, con Cubone delante de ellos. Por suerte, aún no los descubría. Una vez fuera de ciudad Ámbar, Cubone pareció comenzar a caminar más lentamente.

Lisa, Terry e Ian alcanzaron a esconderse tras unos arbustos antes de que Cubone voltease para comprobar si alguien lo seguía. Luego, siguió su camino, esta vez mucho más lento, lo que hizo más fácil el seguirlo. Finalmente, llegaron a la entrada del Túnel Sombrío.

Cubone se sentó cerca de la boca de piedra. Lisa, Ian y Terry observaron desde una distancia prudente.

- ¿Por qué este lugar? -preguntó Lisa a los chicos.

- Quizás sólo sienta que está lo suficientemente lejos como para poder meditar solo. -intentó contestar Terry.

- Quizás piense que soy una mandona y decida escapar -susurró Lisa, deprimida.

- O quizás este pensando en que tal vez sí le conviene hacer equipo contigo... -dijo Ian, intentando animarla

- Bajen la voz, que podría escuchar -murmuró Terry- Puede ser que esté considerando las dos alternativas, pero será su decisión. No nos queda más que esperar.

Entonces, para el asombro de todos, Cubone comenzó a llorar. Las lágrimas caían por el viejo cráneo que el Pokémon cargaba desde su infancia. Cubone lloraba en silencio. El perder la batalla lo afectó.

Después de unos minutos, decidieron acercarse un poco más, sin que Cubone lo notase. Lisa estaba deseosa de ir al encuentro de su Pokémon, pero sabía que debía esperar. De pronto, el suelo se sacudió.

La gran explosión que se produjo retumbó en los oídos de Terry, y lo aturdió unos instantes. Instintivamente, cerró los ojos. Algo estalló... sobre el túnel.

Abrió los ojos. Pudo ver, cómo la explosión removía las rocas, que se desmoronaban y caían directamente hacia Cubone. No pudo pensar en nada. El temor lo había congelado.

Pero Lisa ni siquiera tuvo que pensarlo: podría decirse que fue un acto reflejo. Aunque Ian intentó detenerla, corrió con todas sus fuerzas y apartó a su Pokémon del alcance de las grandes piedras que caían. Sin importarle que ella misma quedase expuesta a ellas.

Una gran roca comenzó a caer directamente hacia Lisa.

También podría decirse que el acto de Cubone fue reflejo. Lanzó su Hueso Boomerang con tal fuerza que partió la roca en dos, salvando a su entrenadora de cualquier daño.

- ... Cubone... -comenzó Lisa. Pero no había necesidad de palabras. La niña y su Pokémon se estrecharon en un fuerte abrazo.

- No te preocupes, Cubone -le decía Lisa. Las lágrimas también corrían por su rostro.- Ya todo está bien.

- Eso fue muy valiente para alguien de tu edad -comentó Ian- o muy estúpido...

- Parece que Cubone ya ha tomado su decisión -dijo Terry. Pero aún había dos cosas que lo inquietaban.

¿Quién provocó la explosión? No fue natural, eso es seguro. Terry observó el lugar donde estuviera la entrada al Túnel Sombrío. Completamente sellada. Algo extraño pasa aquí.

Pero... aparte de eso... no pude hacer nada. Nada en lo absoluto. Quedé totalmente pasmado mientras las rocas caían. El miedo me superó.

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Se alejaron del lugar. El primero tomó su teléfono, mientras el otro regresaba a un Pokémon a su Pokebola.

- La primera fase de la operación ha sido un éxito. -comunicó el primer joven a través del aparato.

- Excelente. -respondió una voz grave- ¿Magnitud del impacto?

- No despejarán el camino en un tiempo.

- Bien. Prosigan con lo planeado.

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De vuelta en la casa de Lisa, ésta y Cubone agradecían la ayuda. Ahora parecían más unidos que nunca.

- No es nada. -le dijo Terry- En realidad, te llevamos a una situación muy peligrosa... deberíamos disculparnos. -Lisa rió, perdonándolos- Además, tú y Cubone hicieron todo. Espero que lleguen lejos.

- Sí, sí, eso y mucho más -soltó Ian, evidentemente impaciente -Terry, recuerda que vinimos a esta ciudad por el gimnasio... ¿nos vamos ya?

Terry sólo rió ante el comentario de Ian. Primero decía que no todo en una ciudad es el gimnasio; ahora ya no puede esperar por su batalla...

- ¿Van al gimnasio? -preguntó Lisa. Los chicos asintieron- ¡Mi hermana es la líder! -exclamó con orgullo la niña.

Terry suspiró. Al menos ya encontramos a la líder del gimnasio. Ahora sólo queda luchar por la tercera medalla.