N.d.A.: Mmm... capítulo 19, no sé qué más decir... Oo

Renace de Tus Cenizas

Capítulo XIX: Preparativos

Los oscuros pasillos le parecían más sombríos que nunca. Siempre había odiado aquel lugar. Y ahora más que nunca. Caminó arrastrando los pies, intentando fijar la vista en cualquier cosa excepto en la puerta a la que se acercaba, sabiendo que cualquier cosa podría suceder en aquella oficina al final del pasillo. Aunque sabía que debía afrontarlo.

Miró las letras en la puerta, seguramente escritas unas horas atrás. "Dirk Matthews. Ejecutivo" Giovanni había vuelto a Kanto. Y en su lugar, había dejado a uno de sus hombres de confianza. Eso, sin embargo, no mejoraba las cosas. Tomó el pomo de la puerta, lo giró y entró pausadamente.

- Ven aquí. -le dijo el hombre. Estaba sentado en la misma silla en la que antes se había sentado el mismo Giovanni. Su voz era seria, fría.

Tragó saliva. ¿Era posible que se hubiese percatado?

- ¿Sí... señor?

- Ve por él. Tienes una oportunidad más.

Nada más dijo el ejecutivo de nombre Dirk, lo que significaba que su "entrevista" había terminado. Se retiró.

¿Por qué debía pasarle esto? Al menos no le habían descubierto. Y además, le habían ordenado exactamente lo que deseaba hacer. Entonces, ¿por qué se sentía como si nada fuese a salir bien?

---

Lejos de aquel lugar y ajeno a la situación, Terry se tendió de espaldas en la cama, en una de las habitaciones para huéspedes del Centro Pokémon. Era pequeña, pero no era algo que importase.

Qué... ¿qué voy a hacer ahora?

No había logrado ganar el encuentro con Shelly. Todo le decía que no importaba, que pronto volvería a luchar con la joven y que quizás la derrotaría... pero aún así, algo no andaba bien. Y es que puse todo de mí en esa estrategia. Todo lo que había aprendido. Y no funcionó, y no sé si pueda lograrlo.

Y lo más importante, ya no sé si realmente quiero volver a ese gimnasio.

¿Por qué el simple empate lo había afectado tanto? Eso... y la derrota contra Zak. Odio perder. Siempre lo he hecho. Pero ahora estoy perdiendo las ganas de volver a luchar...

¿Tengo miedo?

¿De defraudarme? ¿De defraudar a mis amigos?

La noche se acercaba, y el sol se hundía en el horizonte, tiñendo de rojo el cielo. El joven entrenador se sentó en la cama, para luego pasar a observar el atardecer. Ian había ido a comprar algunas cosas, así que estaba solo. Y un recuerdo flotó en su mente. Un recuerdo de tiempos que se le hacían muy lejanos.

---

No estaba a gusto en ese lugar. Y no era por que el lugar le fuese desconocido, o por que tuviese miedo. Sólo estaba tan aburrido que ya comenzaba a tener sueño. Quería irse de allí lo más pronto posible. Alargó su mano y tiró suavemente de la falda de su madre. Ella lo miró enseguida, con la cara de comprensión que siempre le dirigía.

- ¿Qué pasa, Terry?

- Quiero irme...

- Ten paciencia, hijo. Sabes que tu papá tiene que trabajar.

Sí, lo sabía muy bien. Todo el tiempo viajaban por la región de Kanto. Papá trabajaba para la Corporación Silph, y estaba a cargo de controlar las entregas de los productos. Toda la familia acompañaba al señor Sugimori en sus viajes de negocios, ya que aún buscaban un lugar para asentarse.

Aquella vez se encontraban en el Centro Pokémon de Ciudad Fucsia, entregando un transportador de Pokebolas. Y él, de siete años, se aburría como nunca.

- Pero mamá... -rogó.

- Está bien, ve a dar una vuelta por ahí. Pero no te alejes mucho, y vuelve pronto, que papá ya casi cierra el trato.

Feliz, se había alejado de su madre, intentando encontrar algún modo de entretenerse. Pero el Centro Pokémon era como todos los otros: algunas enfermeras corriendo, muchos Pokémon por aquí y por allá, pero nada interesante.

Hasta que, corriendo, chocó con aquel joven. Sus cabellos, de un extraño color magenta, casi le habían hecho reír. Mas se contuvo. Estaba acostumbrado a seguir normas de cortesía con los clientes de su padre.

- Lo... lo siento... -había dicho. El muchacho, mayor que él por unos cuatro años, le habló amistosamente.

- No te preocupes, no fue tu culpa. ¿Cómo te llamas?

- Terry. Terry Sugimori. -había contestado, habituado a presentarse formalmente.

- Bien, Terry. ¿Te gustan los Pokémon?

La pregunta lo había sorprendido. Sí, infinidad de objetos y acontecimientos giraban en torno a las criaturas. Pero en realidad, a Terry no le interesaban mucho. En realidad, no tenía mucho tiempo para ello. Ya lo iban a inscribir en una escuela donde aprendiese de los negocios, y siguiese el camino de su padre. Pero nadie le había preguntado nada.

- No... no lo sé -contestó, tímido. No le interesaban mucho, pero, de todas maneras, jamás había tenido contactos cercanos con uno. ¿Cómo podía saber entonces si le agradaban?

El muchacho rió ante la respuesta del joven.

- No importa... Sabes, ¿te gustaría que te regale algo? -le preguntó. A Terry le saltó el corazón. Su madre le había advertido sobre no hablar con extraños... El sermón se lo habían repetido muchas veces.

Y eso era exactamente lo que había estado haciendo todo ese tiempo: hablando con alguien que no conocía. Pero, después de todo, ¿qué daño podía hacerle un regalo? Si no le gustaba, siempre podría arrojarlo a la basura.

- Está bien. -respondió, la voz temblándole un poco. No sabía si era de emoción o de miedo.

El joven sonrió, y le entregó algo que Terry había visto muchas veces. Una Pokebola, así las llaman, pens. No era ni muy liviana ni muy pesada. El joven desconocido presionó el botón en el centro de la esfera, y ésta se encogió en las manos de Terry.

La había guardado en su bolsillo sin más demora, agradeciéndole el regalo al joven.

- No te preocupes. Tengo suficientes para mí. ¿Sabes? Ser un entrenador Pokémon no es tan malo. -le dijo, sonriendo. Dio media vuelta, y comenzó a marcharse.

Terry se lo quedó mirando. Ser un entrenador...

- ¿Cómo te llamas? -fue lo único que le preguntó al muchacho.

- ¿Mi nombre? Lance.

---

Unos años después, Terry lo había visto en la televisión. Lance, el Campeón de la Liga Pokémon de Kanto. Después se había incorporado a los hombres G Pokémon, ayudando a estropear los planes de muchos Rockets. No había duda de que el entrenador se había convertido en una celebridad.

Terry se alejó de la ventana. Y desde esa vez, quise ser un entrenador. Viajar y conocer lugares nuevos, enfrentar desafíos... La emoción lo embargó y le aceleró el corazón. No puedo estar lamentándome por fallar. Y cuando Ian abrió la puerta y entró a la habitación, Terry lo recibió con una sonrisa.

- ¿Qué te pasó? -le preguntó el joven, entregándole la bolsa llena de comida.

- Sólo recordaba algo -contestó Terry, recibiendo el paquete y sentándose en la cama. Sacó una bolsa de patatas fritas, la abrió y comenzó a comérselas.- Oye, ¿cuándo vamos a ir al gimnasio de nuevo?

- Pensé que no querrías ir tan pronto. Que quizás querrías entrenar un poco.- le contestó Ian. Terry asintió, dejó la bolsa en la cama y se acercó a la puerta.- ¿Vas a ir ahora?

- No veo por qué no. Llevo copia de las llaves de la habitación, así que puedes dormir si quieres.

Ian se encogió de hombros mientras su amigo salía del cuarto.

---

Las computadoras no eran un problema para el joven de ciudad Raíz Chica. Brendan Birch hizo doble clic en el ícono del programa de correo electrónico. Unos segundos pasaron mientras la máquina procesaba el pedido.

Vamos, vamos... que no tengo todo el día... digo, noche, como sea...

Después de segundos interminables de espera, la pantalla desplegó la lista de mensajes nuevos. Ahí estaba, una carta de su amigo Terry. Hacía un tiempo que no recibía una: era de esperarse, ya que había partido en otro de sus viajes. ¿Habrá tenido más suerte esta vez?

Cliqueó sin más demora en el título del mensaje, desplegando un río de letras, palabras y oraciones en la pantalla del computador. Leyó con rapidez: el cibercafé en el que estaba le cobraba por cada minuto que ocupase la máquina. Un Umbreon... dos medallas... va hacia Ámbar... se dijo. Por la fecha del mensaje, era posible que ya estuviese allí. Sonrió, viendo que a su amigo le estaba yendo mejor que nunca en su viaje.

Debía responderle. Su propio viaje tampoco iba nada mal. Y es que Terry le había aconsejado bastante bien. Pulsó el botón de "Redactar Mensaje" y empezó a teclear.

---

Los cerros cercanos a la ciudad serían un lugar perfecto para entrenar. El cielo se llenaba rápidamente de estrellas, y la brisa era un tanto helada. Pero no importaba. Terry avanzó hasta que la ciudad sólo fue un grupo de luces tras él.

Respiró hondo, inhalando el aire de los montes que rodeaban a ciudad Ámbar. Los árboles eran cada vez más frecuentes, y ver en la noche se hacía más y más difícil. Con Umbreon a su lado, iluminando su camino, Terry continuó caminando. La noche se llenó de los sonidos y voces producidas por los Pokémon nocturnos.

El cerro se convertía en bosque, y su espesor hacía difícil el avanzar. Los árboles los rodeaban, llegando Terry a tener la sensación de que algo o alguien los observaba.

Pero la misteriosa paz del bosque no duró por mucho. Un Pokémon salvaje se le acercó, dispuesto a luchar. Era sólo un Rattata. Y aunque parecía muy agresivo, no sería un rival tan duro.

- ¡Vamos, Umbreon!

El Rattata no se hizo esperar. Con remarcada furia, se lanzó hacia el Pokémon Oscuro y lo mordió con todas sus fuerzas. Molesto, Umbreon se lo sacudió de encima y lo embistió. El Rattata salió despedido y golpeó contra una roca cercana. Alzó la cabeza, mirando hacia todas partes, y echó a correr.

Umbreon volvió al lado de su amo. Sin embargo, Terry también debía entrenar al resto de sus Pokémon. Y cuando un Mankey se descolgó de un árbol, con una mirada furiosa, fue a Sandshrew a quien envió. Los ojos de la criatura salvaje brillaron con un extraño color rojo cuando golpeó al Pokémon de Terry. Parecía muy enojado, sin razón alguna.

- ¡Sandshrew! ¡Magnitud!

El pequeño roedor remeció la tierra, enterrando sus pequeñas patas delanteras en el suelo. El Mankey fue afectado fuertemente por el ataque. Al igual que el Rattata, escapó después de ser atacado.

Terry se extrañó. ¿Desde cuándo los Pokémon salvajes actúan así? Los Pokémon salvajes se le siguieron acercando, de uno en uno, proveyéndolo de una buena fuente de entrenamiento para él y sus Pokémon. sin embargo, algo no andaba bien. Pues los Pokémon atacaban de uno en uno, de una forma muy agresiva, y escapaban ante el menor golpe que los sacudiera un poco.

Mientras Scyther atacaba a un enfurecido Meowth, Terry lo notó. Los ojos del felino, rojos de furia, volvieron a la normalidad apenas fue atacado. No son esos Pokémon los que están atacando...

- ¡Exeggcute, ve! ¡Ataca a ese fantasma!

Apenas se materializaron, los Exeggcute concentraron sus poderes psíquicos, localizando e inmovilizando al Pokémon fantasma que había poseído a cada uno de los Pokémon salvajes. Un Gastly apareció, flotando en el aire, forcejeando para liberarse del lazo psíquico que los Exeggcute le habian aplicado.

- Tú te metiste en el cuerpo de cada uno de estos Pokémon... los forzaste a luchar... -le dijo Terry al espectro. Teniendo habilidades psíquicas, el Pokémon Fantasma lo entendería a la perfección- Estoy seguro de que para ti fue divertido, pero no lo fue para esos Pokémon.

De pronto, los esfuerzos del Gastly por liberarse rindieron frutos. Las energías de los Exeggcute no fueron suficientes para contenerlo por más tiempo, y el Fantasma pudo moverse una vez más.

- ¡Umbreon, Finta!

El Pokémon, que había permanecido tranquilo, a su lado, desapareció con un movimiento. Utilizando sus poderes oscuros, apareció en el aire y golpeó al fantasma, los anillos en su cuerpo refulgiendo con una intensa luz dorada.

Gastly no se rendiría sin contraatacar. Aún dañado por la Finta, voló a gran velocidad hasta Umbreon. Extendió su gran lengua rosada y le dio un Lengüetazo. Umbreon retrocedió, paralizado por el ataque Fantasma. Sin embargo, en el instante en que la lengua paralizante de Gastly dejó el cuerpo de Umbreon, el Pokémon gaseoso también fue paralizado. ¡Sincronizar!

"La habilidad especial de Umbreon, Sincronizar, hace que algunos efectos especiales de los ataques dirigidos hacia Umbreon se apliquen también en el Pokémon atacante" Gastly ahora estaba paralizado, y flotaba inmóvil, su rostro fijo en una expresión de asombro.

- Ya eres mío. -le dijo Terry. Lanzó una Pokebola, que atrapó sin problemas al inmovilizado espectro. La esfera volvió a su mano al instante. Sin embargo, no fue transportada, ya que Terry sólo llevaba cinco Pokémon con él.

Pero la noche aún es larga, se dijo Terry. Y aún puedo entrenar un poco más.

Las horas que siguieron fueron un tanto más tranquilas. Los Pokémon salvajes siguieron apareciendo, dispuestos a luchar, mas no tan agresivos. Poco a poco, las batallas fueron aumentando la experiencia de cada Pokémon de Terry, y añadiendo a sus fuerzas. El mismo Terry aprendió más de sus Pokémon. Y comenzó a ver que cada uno de ellos era diferente y especial en su propio sentido.

El sueño comenzaba a pesarle en los párpados cuando Terry decidió volver a la ciudad. Regresó a todos sus Pokémon a sus Pokebolas, excepto a Umbreon, que iluminaría su camino.

Sólo había un problema. El bosque era idéntico en todas direcciones. Y Terry no tenía idea sobre cuál dirección tomar. Maldijo su suerte cuando tanteó su bolsillo y recordó que su PokéGear seguía en el Centro Pokémon de Ámbar, en manos de Joy.

Las copas de los árboles ocultaban todo asomo del cielo nocturno: las estrellas tampoco servirían de guía. Pero sí hay alguien que conoce estos caminos...

- ¡Gastly, guíanos por el bosque! -ordenó Terry, lanzando la Pokebola que contenía al Pokémon Gas. La luz rojiza que salió de la esfera se concentró, tomando la forma de la criatura.

Y apenas terminó de materializarse, Gastly saludó a su entrenador con un gran Lengüetazo, seguido por una socarrona carcajada. Supongo que será parte de su "personalidad"...

- Gastly, necesito que nos guíes a través del bosque, hacia la ciudad. ¿Conoces la ciudad, cierto?- Con un cierto temor en su tono de voz, el Pokémon Fantasma admitió conocer el camino. Algo debía haber en la ciudad que no le agradaba a Gastly.

Más bien, algo que le asustaba. Sin embargo, y pese al poco tiempo que llevaban juntos, el espíritu había aprendido a confiar en el humano. Comenzaron la marcha, Terry y Umbreon guiados por el espectro. Tras muchas vueltas y giros que Terry no reconoció haber tomado al entrar al bosque, los árboles cedieron y las luces de la ciudad se volvieron a ver en el valle rodeado de montes.

Gastly, sin embargo, se acercó a Terry apenas vio el valle, y se metió en su Pokebola. Aunque extrañado, el joven entrenador comenzó a descender, caminando junto con su Umbreon, por la pendiente de la colina.

---

Dos "beeps" del PokéGear de Ian señalaron que ya era medianoche. Terry se sobresaltó en extremo ante el sonido. Se mantuvo inmóvil por varios segundos, aguantando la respiración, esperando que Ian no despertase. Después de todo, le había dicho que podía irse a dormir sin problemas.

Ian no pareció salir de su sueño, por lo que Terry siguió avanzando, siempre en las puntas de los pies, hasta su cama. De una forma u otra, logró sacarse los tenis, cambiarse de ropa y meterse entre las sábanas sin hacer mayor ruido. Procuró dormirse lo más pronto posible. Su revancha ante Shelly se acercaba.