Guerreros legendarios La leyenda

Un joven investigador japonés, Heero Yuy, egiptólogo reconocido pese a su corta edad, se detuvo limpiando la inscripción de la pirámide que acababa de encontrar. Se lamentaba de no tener un ayudante, pero los fondos que se había conseguido y apenas le alcanzaban para él, pero si lo que sospechaba resultaba cierto, podría despejar por completo la pirámide. Se limpió el sudor de la frente y prosiguió su trabajo.

"Aquí descansan los restos del amadísimo Faraón..., hijo primogénito del Faraón Saamón II. Nuestro joven gobernante fue maldito y aquel que profane su tumba, lo pagará con su vida"

- Sí, claro – dijo sarcástico y continuó limpiando las tablillas – primero habría que encontrar su nombre.

"Nuestro amado gobernante era un joven de hermosos ojos color violeta, el cabello castaño que cuidaba prolijamente y que siempre llevaba trenzado. De sonrisa fácil y un hermano cariñoso. Fue un gobernante justo, pero su reino sólo duró 2 lunas y no alcanzó a contraer matrimonio y la corona se quedó sin descendencia".

Sacudió otra tablilla y encontró otro fragmento de la historia del joven faraón.

"El amable príncipe era la alegría del palacio. Era demasiado bromista en algunas ocasiones, gran conversador y amigo fiel. Sin embargo, tenía enemigos dentro de su propia familia, como eran sus dos primos, que eran sacerdotes del gran Dios Ra. Ambos se confabularon para matarlo antes que se convirtiera en Faraón, pero uno fue descubierto y condenado a muerte".

"Dos lunas después de haber asumido como nuevo Faraón luego de la muerte de su padre, el joven cayó bajo la maldición que su primo leyó del libro de los muertos. Este fue descubierto y condenado a morir, sin embargo, nadie conocía el conjuro usado y él no despertó".

- A la familia Winner le gusta eso de las maldiciones – se dijo pensativo mientras fotografiaba minuciosamente las tablillas para analizarlas mejor – si consigo financiamiento, podré encontrar la momia – en eso se topó con algo que no había visto antes, otra tablilla - ¿Qué dirá? No es igual a las otras.

"Aquel que creen muerto habitará nuevamente entre los vivos cuando llegue la hora indicada"

- ¿La hora indicada?

"Su corazón regresará a su pecho y latirá con mayor fuerza que antes pues al amor habrá florecido"

- Un muerto amando un vivo – movió la cabeza – las locuras que pensaban los egipcios.

Luego de cerciorarse que había revisado todos los escritos y los había fotografiado todos minuciosamente, salió del lugar para ir a visitar El Cairo, a la familia Winner para obtener fondos y los permisos necesarios para abrir la tumba.

Sin embargo, algo extraño había comenzado a suceder allí, el palpitar de un corazón parecía retumbar por toda la sala donde Heero había estado. Y se escucharon palabras que Heero no leyó puesto que estaban borradas por el tiempo.

"Quien lea estas palabras le traerá de regreso y será su único amor. Sin embargo, el joven faraón tendrá como límite un tercera luna para conquistarlo por completo o su alma regresará al valle de los muertos para siempre".

- ¿Quién me llama a la tierra de los vivos? ¿Por qué no me liberas de esta prisión? – Interrogaba una voz que no encontraba respuesta – regresa, libérame y ámame, por favor – pero su eco se perdía en la distancia sin que nadie las escuchara y respondiera...

La tumba sin momia.

Heero revisaba minuciosamente las fotos que había tomado de las tablillas para ver si no se le había escapado algún detalle, por muy mínimo que fuera, que le rebelara el nombre del joven faraón que andaba buscando, pero el nombre parecía haber sido borrado adrede de los escritos ¿Por qué? ¿Quiénes? Y lo más importante ¿Cuándo? Porque para los egipcios lo más importante era conservar el nombre de los difuntos puesto que creían que preservando su memoria permanecerían vivos.

El persistente sonido del teléfono lo distrajo y fue a contestarlo.

- ¿Diga?

- El señor Quatre Winner desea hablar con usted, pregunta si puede reunirse con él en el salón verde.

- Dígale que bajaré de inmediato – aceptó y colgó. Aquello era lo mejor que le podía haber pasado, de seguro él sí lo ayudaría a lograr su objetivo.

Quatre era el hijo menor de un poderoso jeque árabe y el único varón de entre 30 hijos, por tanto era muy influyente en el gobierno egipcio y era muy conocido su interés por las leyendas de momias malditas de este país. Y tal como le dijo el empleado, lo esperaba en el salón verde bebiendo café.

A Heero, quien ya había tenido tratos con él, no se le hacía extraño verlo calmado, Quatre era así, un joven simple y sin la altivez conque suelen revestirse los ricos. Lo único que le extrañaba es que fuera tan blanco, rubio y de ojos agua marina, siendo que era árabe.

- Buenas tardes, Heero – lo saludó – mi secretario me dijo que encontraste una pirámide sin profanar.

- Y cuyo dueño al parecer fue maldito con uno de los conjuros del libro de los muertos – agregó mostrándole las fotos de los jeroglíficos – pero no pude encontrar su nombre, aunque aparece el de su padre: Saamon.

- Ese faraón fue envenenado por su propia esposa – comentó – dicen que ella misma ayudó a su sobrino a matar a su hijo, pues era su amante.

- Pues aquí dice que era un sacerdote de Ra- le mostró la imagen de la tablilla – incluso lo descubrieron y fue condenado a muerte. Pero no sabían que maldición lanzó.

- En el libro de los muertos existen muchas maldiciones de muertos vivos o vivos muertos que sólo pueden ser resucitados por una persona y a la hora correcta según los escritos antiguos.

- La cuarta tablilla señalaba algo así.

- Sería fantástico que encontráramos una prueba que las maldiciones del libro de los muertos eran reales.

- Entonces ¿financiarás la excavación?

- Sí, pero quiero participar de ella.

- Antes te lo había ofrecido y no quisiste ¿por qué ahora si quieres hacerlo?

- Es porque mi padre quiere obligarme a contraer matrimonio con una chica árabe que no conozco.

- Yo sabía que loa hijos árabes no se oponen a las decisiones de sus padres, que simplemente acatan.

- ¿Sabes? Mi madre era americana y tuve influencias de ambas culturas y creo que el verdadero amor existe.

- Por mí no hay ningún problema en que participes, eso me facilitaría los permisos.

- No te preocupes de nada, yo me encargo de conseguirlos.

Dos días más tarde partió la expedición a buscar la tumba del desconocido faraón. Al grupo se habían agregado dos exploradores más, un experto en pirámides y topógrafo, Trowa Barton y el arquitecto Wufei Chang que estudiaba las dimensiones y la ubicación de las mismas.

Pero Heero no le había contado de sus sueños recurrentes. En el sueño un joven de más o menos su misma edad lo llamaba diciendo: "regresa, libérame y ámame", pero no podía verle la cara, sólo notaba su larga trenza que se agitaba con el viento.

Una vez en la pirámide, los hombres reclutados por Quatre comenzaron a retirar la arena de la entrada mientras Trowa tomaba mediciones del terreno para determinar las dimensiones de la construcción.

- La entrada se encuentra mirando exactamente hacia el norte – señaló Wufei – de seguro las paredes están perfectamente alineadas con cada uno de los puntos cardinales.

- Algo típico de los antiguos egipcios – señaló Heero – ellos pensaban que así hacían más fácil la llegada de los difuntos al otro mundo – explicó – casi todas las pirámides se encuentran alineadas con la constelación de Leo, se cree que era casi como una fuente de poder que atraía con mayor fuerza a las almas.

- ¡Hemos encontrado el acceso! – gritó uno de los hombres señalando la gran roca que bloqueaba la entrada - ¿la sacamos, amo Quatre?

- Comienza a anochecer y sería peligroso.

- A los hombres que la van a sacar, dales mascarillas – dijo Heero mirando la roca – y no entraremos hasta mañana, dejaremos que se ventile un poco.

- Muy bien, ábranla, pero con cuidado, no quiero que alguien se enferme o quede herido por un descuido.

Los cuatro jóvenes, manteniendo una distancia prudente, vigilaban la apertura de la tumba con grandes expectativas. Para Heero aquello significaría un gran logro en su recién iniciada carrera y tal vez ahora le dieran una beca en Oxford para estudiar egiptología.

- "Regresa, libérame y ámame" – volvió a escuchar aquella voz que lo llamaba – "por favor, quiero volver a vivir" – se tensó.

- ¿Pasa algo malo, Heero? – le preguntó Quatre preocupado.

- Nada, sólo que... – se cayó, ¿cómo explicarle algo que ni él mismo llegaba a comprender del todo? – Nada – repitió.

- Bueno, regresemos al campamento – dijo Wufei – es hora de comer y yo tengo apetito.

- Vives con apetito, Wufei – se burló Trowa divertido.

- Acúsame de hambriento, Barton, pero no fui yo el que tuvo problemas por no poder pagar la cuenta de restaurante allá el Atenas hace unos meses – se defendió.

- Fue porque la tarjeta no tenía fondos – replicó.

- No les hagas caso, Quatre – le dijo Heero divertido – no se estás tranquilos si no se molestan el uno al otro cada vez que tienen ocasión – se rió.

- ¿Los conoces desde hace mucho tiempo?

- A Wufei lo conozco desde la primaria, pero habíamos perdido el contacto hasta hace tres años y por medio de él conocí a Trowa, son un auténtico caos.

Después de cenar cada joven ocupó una tienda diferente. Quatre, Wufei y Trowa habían ido a dormir luego de escuchar que tenían acceso libre al interior de la pirámide, pero Heero se había sentado a leer una vez más los jeroglíficos que había fotografiado ayudado por su portátil y un programa especial que había creado.

De repente, la luz de la lámpara pestañeó y unos brazos rodearon su pecho mientras un suave aliento soplaba su oreja derecha. Enfadado, miró las manos de quien lo abrazaba y notó que eran trasparentes.

- ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?

- "Libérame y ámame" – reconoció la voz – eres el único que puede regresarme a la tierra de los vivos.

- ¿Eres el faraón del que habla la tablilla?

- Eres hermoso e inteligente – frotó su mejilla contra la de él – he estado encerrado demasiado tiempo.

- Tú me has estado llamando en mis sueños ¿verdad?

- Eres el único que puede verme y sentirme.

- Me hablaste cuando los hombres abrieron la pirámide.

- Sí, y ahora permaneceré contigo.

- Creo que es mejor que duerma – apagó su portátil y lo cerró – creo que el leer tanto me está afectando el cerebro.

El joven faraón lo soltó y no dejó de mirarlo mientras se desvestía. Su amado tenía buen cuerpo, era claro que hacía ejercicio y fuerza por lo marcado de sus músculos. Aunque no le agradaba que lo ignorara así.

Heero apagó la luz y se cubrió con la manta, esperaba que aquel fantasma decidiera regresar por donde vino y lo dejara en paz.

Pero el joven faraón tenía otras ideas y esperó que se durmiera para acostarse junto a él. Debía conquistarlo y poseerlo y no tenía mucho tiempo, así que comenzaría por velar su sueño.

Heero despertó sintiendo un agradable calor a su alrededor y un leve peso sobre su pecho. Abrió los ojos alarmado y descubrió que el fantasma del faraón dormía abrazado a él ¿cómo era posible que lo sintiera con tanta claridad si era solamente un fantasma? Era casi como si su cuerpo estuviera con él ¿sería realmente cierto que dormía a causa de una maldición?

- ¡Qué rico hueles! – le dijo el faraón sonriendo mientras se acomodaba mejor – cómo me gustaría tener mi cuerpo para sentirte por completo y no sólo con mi alma – lo besó en la mejilla – para amarte.

- Lo que me faltaba, un fantasma lujurioso.

- Tus amigos vienen a verte así que me voy, no quiero causarte problemas aunque no puedan verme.

Heero se sentó en la cama y escuchó a Quatre llamándolo mientras preguntaba si estaba despierto.

- Si, Quatre, pasa, me estoy vistiendo.

- Bueno, no te preocupes, sólo venía a avisarte que el desayuno estará listo en media hora para que llegues antes que las pirañas Trowa y Wufei – se rió.

- Claro, ya voy – se rió también y se vistió rápidamente.

Al poco rato los cuatro desayunaban copiosamente mientras Trowa y Wufei competían por quien comía más en menos tiempo, pero terminaron empatados.

- Bueno, es hora que revisemos la pirámide.

- Sí, no se nos vaya a escapar la momia de la tumba.

- Veo que has perdido todo el respetos por los muertos que tu cultura te inculcó – le dijo Heero – los muertos deben ser tratados con el mismo respeto que respecto los vivos.

- Muy bien, muy bien, no te exaltes – se defendió.

- Además – agregó Quatre – la gente de por aquí es muy supersticiosa y si tratas a la momia de un faraón sin respeto, ya no querrán seguir trabajando.

- Vamos, un gran descubrimiento nos espera – dijo Trowa poniéndose de pie – estuve calculando que la pirámide es más o menos como la de Micerinos, tal vez el faraón no fue tan importante como para construir algo más grande – dijo mientras caminaban rumbo a ella.

- Según los escritos que encontré gobernó apenas dos lunas antes de morir, algo así como dos meses.

- "No estoy muerto, estoy maldito con el sueño".

- Entremos – ignoró al fantasma, pero él se posicionó a su lado. Heero tomó una lámpara – las paredes cuentan la misma historia que las tablillas que encontré afuera – se detuvo – Deia Mon – leyó – el nombre no aparecía en las tablillas, fue borrado.

- Ahora sabes el mío – le dijo Deia – quiero tu nombre.

- ¡Heero, mira! – lo llamó Wufei al alumbrar una estatua – ¿crees que sea él?

Heero lo iluminó mejor y leyó las inscripciones al pie de la estatua antes de responder.

- Es su guardián, así que más adelante debe estar la cámara mortuoria.

- "Estoy emocionado" – le dijo el faraón – "pronto podré verte con mis propios ojos. Siempre me dijeron que eran muy bonitos y llamativos".

- Espero que ya no haya esporas – dijo Wufei – no quiero regresar al Cairo necesitado de una limpieza pulmonar.

- "¿Qué es eso que menciona tu amigo?"

- Recuerda que esas esporas son tan diminutas que no podemos verlas y menos aún saber si aún quedan en otro lugar.

- "Detrás de ese muro está el túnel que lleva a la cámara mortuoria" – le dijo – "Pero tengan cuidado, hay un pozo en el piso con piedras sobrepuestas que no resisten el peso de un hombre" – acarició la mejilla de Heero – "No quiero que sea tú quien caiga en una de esas estacas".

- Eres enfermante – murmuró entre dientes – pegote.

- ¿Dijiste algo, Heero? – le preguntó Quatre.

- No, hablaba para mí – respondió y empujó la pared que Deia le señalara y apuntó a luz sobre el nuevo pasillo recién descubierto – Wufei, ve por las mascarillas, esta sección no parece haber sido ventilada en siglos.

El joven chino corrió afuera y regresó con las mascarillas y cuatro cascos de luces para no tener que cargar con las lámparas por si había alguna trampa.

- Vamos – dijo colocándose la mascarilla y el casco – tengan cuidado de dónde pisan, esta tumba jamás fue profanada y no sabemos dónde está el pozo.

- Entonces la cámara mortuoria debe tener todos sus tesoros intactos – dijo Quatre.

- Y el sarcófago debe conservar su historia intacta – dijo Heero – sólo el sarcófago de Tutankamom estaba en las mejores condiciones.

- Pues a mí no me gustaría ser como aquellos exploradores – dijo Trowa – no quisiera morir.

- "Ni yo quiero que te mueras, Heero. Detente, allí está el pozo" – Heero se detuvo – "mira, empuja esa piedra sobresaliente y se caerá el piso falso" – le indicó.

Heero procuraba no llamar la atención de los demás, pero obedecía en silencio a Deia, sabía que era cierto, todas las historias de pirámides señalaban la existencia de estas trampas para evitar los robos.

- ¿Cómo vamos a pasar del otro lado? – Dijo Quatre

- El pozo es muy profundo – señaló Wufei iluminándolo – y con un fondo con estacas en vez de agua – hizo un gesto.

- Una muerte sin agonía si no tienes cuidado.

Trowa tendió un tablón que se había devuelto a buscar.

- Adelante, Heero – le dijo – seguirá Quatre, luego tú, Wufei, y yo al final. Sólo espero que no se mueva o no podremos salir de aquí – agregó entre dientes.

Heero se paró sobre el tablón y cruzó rápidamente hasta el otro lado. El camino no era muy largo, de tres paso lo había cruzado, pero de todas maneras era peligroso, perder el equilibrio era la muerte segura. Se detuvo y esperó al resto antes de entrar a la sala frente a ellos, quería compartir con todos aquel momento.

- "¡Al fin seré libre!" – celebró el faraón – "¡Y podrás amarme!"

Heero no le hizo caso y derribó el muro que protegía la cámara mortuoria. Dejó que circulara un poco de aire y luego entraron. Estaba muy oscuro, pero las luces de los cascos iluminaron todo el lugar.

- ¿Y el sarcófago? – dijo Quatre – no está aquí.

- Tal vez esta sea la ante cámara – dijo Trowa.

- Estamos en el centro de la pirámide – negó Wufei – según yo sé, el sarcófago debería estar aquí – señaló.

Heero se acercó a los escritos en las paredes para averiguar que era lo que pasaba ¿por qué no estaba allí?

"El traidor señaló que había tenido ayuda para maldecir al faraón pero no dijo quien era, así que para proteger al durmiente, se construyó otra cámara".

- ¿Y dónde? – dijo Trowa – las paredes de aquí son muy sólidas y es este el punto central, en donde supuestamente convergen las energías espirituales.

- Tiene que estar aquí – dijo Heero – todas las señales indican que se encuentra en este lugar.

El despertar del durmiente.

Los cuatro jóvenes revisaron toda la sala pero no pudieron encontrar ninguna pista que los ayudara a encontrar el sarcófago escondido.

- Heero, deja de ignorarme – lo abrazó Deia – mírame.

Pero Heero siguió sin prestarle mayor atención, pero sentía que ahora su presencia era más patente que antes. Puso sus manos sobre las fantasmales y sintió su tibieza, debía de estar muy cerca de su cuerpo.

- ¡Debajo de nosotros! – señaló mirando algunos adornos – la segunda cámara está abajo.

- No sería extraño – aceptó Trowa – así estaría seguro.

De inmediato comenzaron a revisar todo el lugar buscando el acceso a la cámara secreta.

- Me gustaría saber dónde quedó metido – gruñó Heero mirando directamente al faraón por primera vez.

- Estoy debajo de ti – se sonrió él, estaba feliz, al fin tenía lo que quería, su atención – la manera de encontrarme está escrita a tus pies – lo besó en los labios.

Heero se agachó al piso apartando los tesoros del joven faraón y vio los escritos y cuando los seguía para leer más, presionó una piedra y se abrió una cámara especial que se levantó y mostró el hermoso sarcófago de oro en que estaba el faraón.

- ¡Guau! – exclamaron todos asombrados.

- Un sarcófago de fina madera del Líbano recubierta con láminas de oro – dijo Heero pasando los dedos por la superficie – y delicadamente labrada con la historia del personaje que descansa en su interior.

-Se encuentra perfectamente conservada.

- Es lógico, se encontraba encerrado al vacío en un lugar fresco y seco, así que no le pudo entrar la oxidación.

- Libérame – gemía Deia – Libérame.

- ¿Abrimos el sarcófago? – preguntó Wufei.

- Vamos – dijo Quatre y entre los cuatro empujaron la tapa – que pesa – gruñó al ver que no se movía ni siquiera un milímetro - ¿no tendrá una trampa?

- Veamos– dijo Heero revisando los escritos la tapa – es extraño – puso los dedos en uno de los dibujos y la tapa se abrió como empujada por un resorte - ¡Vaya!

- Sí tenía truco la cosa esa – dijo Wufei mirando la tapa.

Heero de asomó al dejar de sentir al fantasma de faraón y miró la momia. Sobre su cara había una máscara de oro imitando su rostro y sobre su pecho, bajo las manos cruzadas, había otra tablilla. Con cuidado retiró la tablilla y apartó la máscara, miró la cara oculta por el paño de lino y vio como se movía ligeramente al compás de una tranquila respiración. Disimuladamente tomó su muñeca y le buscó el pulso ¡Latía! Miró a los demás y se dio cuenta que lo miraban extrañados. Tomó la tablilla y comenzó a descifrarla para los demás:

"Tú, el único que puede traerme de regreso, has llegado hasta aquí porque el destino así lo quiso. Descubre mi rostro y permite que mis ojos te vean y vean nuevamente la luz del sol de la cual el libro de los muertos me privó".

Heero descubrió el rostro de la momia con delicadeza retirando el paño de lino y revisando las facciones del joven durmiente antes de continuar leyendo:

"El tiempo no ha pasado por mi piel, ni mi sangre, me he conservado joven para que tú me despiertes hoy".

Heero miró la cara del joven faraón y le vio los ojos color violeta que lo miraban fijamente. De inmediato Heero le cubrió la cara con una mascarilla para que no llenara sus pulmones con las venenosas esporas.

- Heero – le acarició la mejilla con la mano vendada.

- ¡Está vivo! – dijo Quatre asombrado con el gesto.

- Debemos sacarlo de aquí – dijo Heero comenzando a quitarle los vendajes de la cabeza y los brazos – es peligroso que permanezca en este lugar tan contaminado.

- ¿No sería mejor que le quitaras los vendajes afuera?

- ¿Quieres que los trabajadores salgan corriendo hacia El Cairo gritando que una momia ha resucitado?– le respondió Heero quitándose la chaqueta para cubrirlo – y no deben vernos sacarlo tampoco – lo abrazó.

- Heero ¿daj atamon linej majna tani? – le preguntó Deia acomodándose contra su pecho y cerrando los ojos, le encantaba encontrarse entre sus brazos.

- ¿Otro túnel de acceso a esta cámara? – repitió.

- ¿Entiendes lo que dice? – señaló Wufei.

- Habla en egipcio antiguo – le dijo Quatre – es una lengua que ya no se habla.

- Dice que existe una salida alternativa de la pirámide, que por ese camino hay paso expedito.

- El egiptólogo ha hablado – dijo Wufei fastidiado – lo que no entiendo es ¿qué pretendes hacer con un muerto vivo, Yuy? Es un espécimen raro.

- ¡Atasma conij! – dijo Deia y de inmediato la estatua que estaba detrás de Wufei comenzó a apretarlo.

- ¡No, Deia, detente! – le pidió Heero.

- ¿Qué fue eso? – preguntó Trowa.

- Según muchos escritos, los faraones tenían ciertos poderes síquicos – explicó Quatre – algunas están documentadas, pero luego no aparecen más.

- De seguro Deia debía trasmitirlo a sus descendientes y como no los tuvo, el don se perdió.

- Así que ya sabes, no lo molestes – le dijo Trowa.

- Muéstranos el camino, Deia – lo levantó y lo sacó del sarcófago cubriéndolo con su chaqueta – ciérralo, por favor, Trowa, después copiaré los jeroglíficos.

- Heero, taimenaj dal – le mostró una pared.

- ¿Estás seguro que es por allí?

- Dah – le sonrió rodeándole el cuello con los brazos.

- Wufei ¿Nos haces el honor? – le preguntó.

El joven chino los miró molesto pero derribó el muro falso de una violenta patada y los dejó pasar sin ver que el joven faraón le mostraba la lengua. Heero siguió las indicaciones del joven y fueron a salir a la parte posterior del campamento.

- Es la primera pirámide que veo que tiene una segunda salida – dijo Trowa.

- Es porque esta no es para un difunto, sino que para un durmiente maldito – entró en su carpa y dejó al joven sobre su cama – quédate aquí, nosotros debemos regresar y salir por donde entramos.

- Heero – lo detuvo por el brazo – tei manja.

- No te preocupes, caminaré con cuidado.

Los cuatro volvieron a entrar en la pirámide y se dedicaron a copiar los jeroglíficos de la cámara por medio de un escáner, luego salieron por la primera entrada.

- Es hora de comer – dijo Wufei tapando sus ojos con el brazo de la luz solar – hemos avanzado bastante con los escáner que trajiste, Winner, será sólo cuestión de calzar las imágenes después ¿cierto, Yuy?

- Cuando terminemos de escanear los jeroglíficos, informaremos a las autoridades de nuestro descubrimiento, no conviene hacerlo antes – dijo Heero.

- ¿Por qué no? – preguntó Trowa.

- Es muy simple – respondió Quatre – acordonarán el lugar, traerán sus propios egiptólogos y aunque yo pagué la expedición descubridora y Heero encontró la pirámide, no vamos a tener ningún acceso a ella.

- ¿Qué vamos a hacer si descubren que no hay momia?

- Será muy difícil que abran el sarcófago a la fuerza, ni yo sé como fue que lo abrí antes – contestó Heero.

- ¿No descubrirán que lo abrimos por la tablilla que tenía aquel joven? – dijo Wufei preocupado.

- La dejé dentro del sarcófago cuando lo saqué.

- O sea, van a tener que sacar el sarcófago de la pirámide para investigarlo – dijo Quatre divertido – pero no podrán usar rayos X para revisarlo porque está recubierto por dentro y por fuera con capas de oro.

- Al menos podré decir que el descubrimiento es mío.

- Tal vez deberíamos investigar acerca del libro de los muertos ahora – dijo el rubio pensativo – es una excelente prueba que realmente existen sus conjuros y me daría la excusa perfecta para mantenerme alejado de mi padre.

- Según sé, Traize Kusrenada está pagando una investigación al respecto – le dijo Heero – hace un año trató de reclutarme en su equipo, pero yo andaba detrás de Deia Mon y lo rechacé, lo que ocasionó que me provocara problemas con mi benefactor y no pude conseguir fondos para iniciar la búsqueda con propiedad, por eso me demoré tanto.

- Y necesitaste mi financiamiento para seguir ¿verdad?

- Pero nosotros tenemos una prueba y tal vez pistas para iniciar la búsqueda – señaló Trowa – pero debemos enseñarle a hablar español al muchacho – agregó.

- Deia habla varios idiomas – informó Heero – lo que pasa es que creo que no le gusta que ustedes lo entiendan – les explicó al verlos asombrados – está un poco loco.

- ¿Cómo sabes que habla nuestro idioma si casi no has hablado con él? – le dijo Wufei asombrado.

- Cuando encontré la pirámide encontré una tablilla que no les he mostrado. La leí en voz alta y desde entonces empecé a tener sueños con él, pero no le pude ver la cara hasta que abrimos la pirámide y se apareció ante mí como un fantasma.

- ¿Un fantasma? Pero si estaba dormido.

- Tiene poderes síquicos – le recordó Quatre – no es extraño.

- Bueno, ya veremos que hacemos, por ahora mejor comemos.

- Voy a ordenar que nos preparen la comida para cinco – dijo Quatre – diré que un amigo americano está por llegar.

- Le daremos un nuevo nombre – aceptó Heero – Quatre ¿Tienes ropa que le sirva? Me temo que soy más alto y delgado y nada de lo mío le quedará.

- Claro, aviso y te la llevó – le sonrió.

Deia estaba sentado tranquilamente sobre la cama de Heero cuando éste entró, dejó el portátil sobre la mesa plegable que estaba junto a la cama y se acercó a él, cosa que el joven aprovechó para echarle los brazos al cuello y atraerlo para besarlo.

- ¡Deía! – le reclamó y trató de soltarse sin conseguirlo – suéltame.

- ¿Por qué si eres mío? – rozó sus labios con los suyos.

- ¿Quién dice que soy tuyo? – contestó molesto y se safó de su agarro – y no me mires así, te ayudaré a vestirte e iremos a comer.

- No he probado comida en años – asintió poniéndose una camisa blanca mirando como Heero se la abrochaba – estás molesto ¿verdad?

- Quiero que te comportes con propiedad y que hables en español delante de los demás – lo regañó – además, he pensado en llamarte de otra forma.

- ¿Por qué? ¿Acaso tiene algo malo mi nombre?

- No se trata de eso, sino que pronto llegarán otros especialistas a trabajar y tu nombre es mencionado en los escritos de la pirámide y el sarcófago. Si ellos llegan a saber quien tú eres, querrán averiguar muchas cosas de ti, te examinarán, te harán experimentos y nos separarán.

- Entiendo, yo no quiero que me aparten de tu lado.

- ¡Heero, las pirañas ya se fueron a comer! – dijo Quatre.

- ¿Pirañas? – repitió – ¿qué es eso?

- Dúo – lo llamó – así te diré – lo llevó con él – las pirañas son un tipo de peces llenos de dientes que se comen con voracidad todo lo que queda a su alcance. En este caso, mi amigo Quatre se refiere a que Trowa y Wufei comen con la misma voracidad que aquellos.

- Supongo que después dirá lo mismo de mí – se lamentó.

- Oh, vamos – lo tomó por la muñeca – a ti te perdonaremos, quien sabe cuantos siglos has estado sin probar bocado.

Tal como lo dijo Quatre, Wufei y Trowa trataban de arrasar con la comida que había sobre la mesa cuando los jóvenes llegaron a comer junto a ellos. Heero los miró divertido y le explicó a Dúo cómo utilizar los cubiertos.

- ¿Qué nombre le has dado? – le preguntó Quatre sonriente.

- Dúo Maxwell – tomó la trenza del joven- habla como por dos, por eso el nombre y el apellido es americano.

- Me gusta el nombre y más porque Heero me llamó así.

- Así que realmente hablas español, como dijo Heero.

- Es porque dos de ustedes no hablan egipcio antiguo y porque me gusta que Heero me preste atención sólo a mí.

- Como si alguien pretendiera quitarte al frío Heero Yuy.

- ¿Y cómo sabía yo que no? – le respondió – tenía que protegerlo.

- Pues por mí no te preocupes – los interrumpió Trowa tratando de romper el ambiente tenso entre Dúo y Wufei – a mí no me gusta Heero de esa manera y lo quiero sólo como mi amigo.

- Además, Wufei tiene una bonita novia esperándolo en China – dijo Heero.

- ¡Ni siquiera la conozco y dices semejante tontería!

- Así que te pasa lo mismo que a mí – dijo Quatre sirviéndole un poco de gaseosa a Dúo – mi padre quiere casarme.

- Entiendo que a Wufei quieran casarlo, en su país aún existen los matrimonios concertados y se cumplen cuando los dos novios alcanzan los 14 años y a este ya se le pasó el tiempo hace rato – dijo Trowa – pero tú ¿por qué debes hacerlo?

- Verás, soy el menor de 30 hermanos y el único varón.

- ¿Treinta hermanos? – Wufei casi se ahogó al escucharlo.

- Si, treinta y veintinueve son mujeres.

- Y eres de una cultura en la que los varones son los importantes – dijo Trowa – tu padre tiene muy mala puntería.

- No sé por qué los asombra tanto – dijo Dúo mirando el vaso de vidrio con el liquido rosado – mi abuelo tuvo cincuenta hijos, mitad y mitad, pero sólo dos de sus hijos lo sobrevivieron, uno era sacerdote del dios Ra y era mi tío; mi padre, que tenía los dones mágicos, se convirtió en Faraón.

- ¿Por qué no bebes? – dijo Wufei burlón.

- No sé qué es – replicó.

Heero, previendo un nuevo dime que te diré entre ese par, se sirvió gaseosa en otro vaso transparente y comenzó a beberlo. Dúo lo miró y bebió también.

- ¿Qué es? – preguntó al sentir que le burbujeaba en la boca – es muy dulce, me gusta.

- Una deliciosa invención de los americanos.

- ¿Americanos? – repitió bebiendo más – ¿Esto no emborracha? – los miró preocupado.

- No, no tiene alcohol – le dijo Quatre – eso es lo mejor.

- Sírveme más, por favor, Quatre – le pasó el vaso.

- Creo que vamos a tener que enseñarle algunas cosas a Dúo – dijo Trowa – no vaya a ser que le hagan preguntas y él no sepa siquiera de lo que le hablan.

- Pues el mundo que él conocía ha cambiado mucho y aún no sabemos de cual año es – señaló Heero.

- No entiendo de lo que hablan.

- Mira, vamos a terminar de copiar los jeroglíficos de la pirámide y mandaremos a dar aviso al Cairo de nuestro descubrimiento y nos dedicaremos a enseñarte todo lo que podamos sobre el mundo de hoy ¿te parece?

- No me gusta estudiar, pero haré lo que pueda.

Los cinco se pusieron de pie y volvieron a entrar en la pirámide y cada uno de los exploradores se colocó frente a una de las paredes de la cámara central con el lector óptico en la mano mientras Dúo los miraba y les contaba que era lo que decían aquellos dibujos y se reía cuando leía los que se referían a su persona y a su forma de ser.

- ¿Quién habrá escrito todo esto? – le preguntó a Heero abrazándolo desde atrás – me halagan demasiado.

- No se puede hablar mal de los muertos, en especial si crees que algún día van a despertar y podrán venir a desquitarse por lo que hiciste – le respondió Quatre.

- Pero ellos sabían que no estaba muerto, sino dormido.

- Con más razón – le dijo Heero – ahora, suéltame.

- Tienes mal genio, Heero – lo soltó – sabes que me gustas.

- Ya lo sé, pero debes dejarme terminar mi trabajo ¿sí?

¿Cómo sacarlo de Egipto?

La noche para Heero fue bastante agitada, en especial porque Dúo insistía en dormir a su lado. No era que realmente lo molestara, debía admitirlo, al contrario, pero es que temía que alguno de los trabajadores los encontrara durmiendo juntos, y malinterpretara la situación y se armara un escándalo que perjudicara su reputación y lo hiciera perder su trabajo.

Dúo no entendía por qué no podía abrazar y besar a Heero cuando quisiera, después de todo sabía que le gustaba a montones, así que cada vez que Heero se cambiaba de cama, esperaba que este se durmiera y se volvía a acomodar a su lado.

Y Heero había terminado por rendirse al despertar por enésima vez con Dúo abrazado a su pecho y con una pierna sobre las suyas ¿Cómo hacerle entender que no estaba bien que dos hombres durmieran juntos y menos así abrazados? En su cultura aquello habría estado bien, pero ahora era mal visto y con lo moralistas y pacatos que eran los egipcios actuales, tal vez hasta lo deportaran si lo descubrían.

- ¡Heero! – lo llamó Quatre entrando en la tienda – no sé cómo, pero en el Cairo ya se enteraron de nuestro descubrimiento – informó angustiado – mi secretario me dijo...

- Calma, Quatre – le dijo sentándose en la cama apartando a Dúo – terminaremos de copiar los jeroglíficos y podemos copiar los del sarcófago con aquel papel especial y así borrar nuestras huellas digitales de paso – le informó.

- Tienes razón, pero debemos hacerlo ya, se supone que llegarán por estos lados en apenas un par de horas.

- Me vestiré y en vez de ir a desayunar haremos eso, luego regresaremos al campamento a desayunar y esperar la llegada de los expertos del gobierno – le dijo. Quatre asintió y salió para avisarle a los demás.

- Bien, debemos vestirnos e ir a trabajar – le dijo a Dúo.

- ¿Por qué no sacas los papiros que están bajo el sarcófago? Allí esta toda la historia inscrita en él y en la tablilla que yo portaba sobre mi pecho cuando me despertaste.

- Eso nos ahorraría tiempo – se vistió y lo ayudó a él.

- Heero ¿qué harás conmigo cuando esto termine?

- No te preocupes tanto, si sigo con la investigación de Quatre, estaremos mucho tiempo juntos – le sonrió.

- Espero que tus palabras sean ciertas, Heero Yuy – lo amenazó.

Los dos salieron de la tienda y se dirigieron a la pirámide dónde los esperaban los demás.

- Quatre, no haremos uso del papel – le dijo e ingresó.

- ¿Por qué no, Yuy? – le dijo Wufei siguiéndolo al interior

Heero miró a su alrededor y comenzó a limpiar el sarcófago con un paño de algodón y luego revisó la base que lo sostenía hasta encontrar una caja de madera que metió sigilosamente dentro de su bolso. Volvió a colocar la piedra en su lugar y la limpió cuidadosamente.

- Bien, dificultemos aún más su labor detectivesca – le entregó un paño a cada uno – dejemos el sarcófago bien limpio y si preguntan, lo hicimos para descifrar los escritos pero no logramos abrirlo.

- Sólo la persona indicada podría abrirlo – dijo Dúo – y es de oro por dentro para que yo no pudiera ayudarle a encontrar la manera de hacerlo.

- Bien, vamos a desayunar ahora, tengo hambre – dijo Heero al ver que habían terminado.

El grupo de expertos llegó al lugar cuando los chicos terminaban de desayunar. Los científicos mayores pasaron por su lado ignorándolos, pero Dúo no fue capaz de contenerse y lanzarles una advertencia:

- Tengan cuidado en el camino, no vaya a ser que alguno, por ir tan orgulloso, muera ensartado.

- Mire, jovencito, nosotros conocemos muy bien nuestro trabajo – le replicó uno y se marchó.

- Naij taoma – le replicó entre dientes y un fuerte ruido se escuchó – a ver si se salvan ahora.

- Dúo – lo regañó Heero – ¿qué hiciste?

- Volví a cubrir el pozo por el túnel principal.

- Ojalá y se den cuenta del tablón – se rió Wufei.

- Les pasa por sobrados – se rió Trowa también.

- Ya que los "grandes expertos" ya han tomado posesión del lugar, podemos marcharnos ¿no creen? – dijo Quatre – los invito a quedarse en mi casa en el Cairo.

- ¿Tu padre no se enojará que lleves visitas sin su autorización a su casa?

- Él se encuentra en estos momentos en Qatar y mis hermanas se encuentran en el palacio de allá, yo estoy aquí por "asuntos de negocios" – se rió – y me vine al desierto.

- Parece que el mundo ha crecido en el tiempo en que estuve dormido.

- No creció, sólo que los hombres descubrieron que había otras tierras y otras gentes viviendo a su alrededor – le dijo Heero – distintas culturas. Distintas religiones, incluso distintas razas y lenguas.

- Por ejemplo – le dijo Trowa sirviéndose más café – Wufei viene de la cultura de la Gran China, una cultura milenaria que los occidentales no conocieron por siglos; Heero es de Japón, otra cultura antigua oriental. Yo soy italiano, pero fuimos un gran imperio, los romanos, quienes conquistaron todas las riberas del mediterráneo, incluso Egipto, pero con el tiempo, éste cayó ante los constantes ataques de los bárbaros y los turcos. Y Quatre es árabe, una cultura de muchos siglos que se ha mantenido unida por su religión.

- ¿Y los americanos de los que me hablaron ayer?

- Los americanos son la gente del nuevo mundo, uno más nuevo, descubierto hace 500 años. Fueron conquistados y luego de tres siglos se independizaron creando sus propios gobiernos, ideologías y culturas, aunque la mayoría tiene una lengua común, el español, y la misma religión, lo que los diferencia es el sonsonete con que hablan.

- Suenan muy interesantes tus palabras, Trowa – lo miró fijamente – quisiera saber mucho más al respecto – le sonrió.

- Lo haremos en la casa de Quatre – intervino Heero – prefiero que no nos hagan preguntas acerca de lo que encontramos, no me gusta decir mentiras gratuitamente – se puso de pie – estos tipos no merecen tener nuestra ayuda.

- ¿Me dejas hacerle una broma? – le dijo Dúo esperanzado.

- No – le respondió de inmediato terminantemente – vámonos.

Los demás se pusieron de pie y fueron a preparar sus cosas para volver al Cairo. Quatre aprovechó de preguntarle a los trabajadores si se iban a quedar trabajando allí y les pagó lo que habían convenido. Trowa recogió su equipo y lo guardó cuidadosamente para luego desarmar su tienda. Wufei hizo lo mismo con el suyo, desarmó su tienda y la llevó al camión. Heero, en cambio, había tenido problemas en recoger su equipo y tuvo que recurrir a la ayuda de Dúo, pero este quería un beso en pago, refunfuñó y pataleó, pero al final tuvo que acceder a las demandas de Dúo.

Cargaron el camión y Quatre informó que los hombres habían sido contratados y que se quedarían allí. También aprovechó de preguntar quién creían que había pasado el dato al gobierno y le respondieron que un muchacho nuevo.

- De seguro no volverán a contratarlo por soplón – dijo Wufei.

Dúo se sentó en el asiento que le indicara Quatre preguntándose cómo funcionaba aquella cosa y, si bien tenía mucha curiosidad al respecto, también tenía mucho temor.

Terminaron de cargar todo y se subieron al camión en silencio. Heero se sentó al lado de Dúo y notó que estaba asustado, le sonrió para tranquilizarlo y extendió el brazo sobre el respaldo del asiento, detrás de sus hombros.

- No te preocupes – le dijo Wufei sentado del otro lado – Barton es un excelente conductor... cuando lleva pasajeros.

- Sigue molestando y te tendrás que ir caminando, Wufei.

- Yo creo que como es la primera vez en uno de estos armatostes, está preocupado – sonrió Quatre compadecido – no te preocupes, entre todos te cuidaremos.

- Haz partir esta cosa, Trowa, así se le pasará.

Dúo miraba emocionado la gran ciudad, para él todo aquello era muy novedoso, en especial aquellas extrañas construcciones que le dijeron eran edificios y sus brillantes vidrios.

- Me gusta el lugar, es diferente.

- Tal vez otro día podamos llevarte a una excursión por la ciudad e incluso comprarte ropa – dijo Quatre.

- Oye, Heero, ¿Qué fue lo que sacaste en secreto de la excavación? – le preguntó Trowa mirándolo por el espejo retrovisor.

- Dúo me dijo que en esa caja hay papiros con toda la historia escrita en el sarcófago y la tablilla que quedó dentro del mismo.

- Nos acusarán de robar reliquias – le dijo Wufei.

- Si llegasen a descubrirnos, tal vez, pero yo pretendo escanearlas, no sacarlas del país directamente, sino transformadas en un CD.

- Nadie puede negar el paso a este tipo de cosas.

- Mira, Trowa, dobla a la izquierda en esa esquina – le señaló Quatre – al final de la calle está mi casa.

Al poco rato Trowa se detuvo en la reja eléctrica de una gran mansión rodeada de árboles.

- Rasid, abre la reja, soy yo, Quatre.

- Regresó pronto, amo Quatre – le respondió – lo han estado llamando todo el día de la prensa para saber si es cierto que encontraron la pirámide del faraón durmiente, pero dijimos que no sabíamos nada.

- Gracias, Rasid, haz hecho bien al no decirles nada – se sonrió – llama a la casa e informa que tenemos visitas y que arreglen cuatro habitaciones para mis huéspedes – le pidió.

-Claro que sí, amo Quatre – y el portón se abrió para ellos.

- ¿Qué es la prensa? – los miró Dúo muy intrigado.

- Un montón de tipos muy curiosos e intrusos que informan a todo el mundo de cosas que son interesantes y otras que no son tanto, pero que ellos arreglan para que lo parezcan.

- No me suena que sean muy buenas personas – respondió.

- Bueno, es que algunos no lo son – admitió Quatre riendo.

- Me imagino – dijo Trowa – que se enteraron de la misma manera en se enteraron las autoridades.

- ¡Guau! – expresó Wufei – eso no es una casa, es un palacio.

- No es para tanto – se sonrojó Quatre – el cashba de Qatar es mucho impresionante – dijo con humildad.

- Entonces, mejor ni intento imaginármelo – respondió.

Los cinco se bajaron del camión y permitieron que los sirvientes lo descargaran y llevaran el equipaje y los equipos mientras ellos eran guiados al salón luego de ver sus habitaciones para que se sirvieran el té y conversaran con calma y tranquilidad.

- ¿Están todos cómodos? – preguntó su anfitrión solícito.

- Yo estoy muy bien – dijo Trowa – es muy cómoda la habitación en que me alojaste y tiene una bonita vista.

- Yo he dormido tantos años encerrado en mi sarcófago que soy feliz de dormir en una cama blanda- dijo Dúo – gracias, Quatre.

- Yo estoy de acuerdo con Trowa – dijo serio Heero.

- Lo mismo digo – señaló Wufei – es perfecta para mí.

- Rasid y los otros descargaron el equipo y lo dejaron en la biblioteca para que trabajemos tranquilos – señaló Quatre – también envié un comunicado a la prensa diciendo que ciertamente encontramos la pirámide del faraón durmiente, pero que no pudimos abrir el sarcófago y que las autoridades nos quitaron la investigación y que si quieren saber algo más, pregunten a ellos al respecto. Así, si rompen algo tratando de descubrir la momia, nosotros quedaremos libres de culpa ante la opinión pública.

- ¡No pueden romper el sarcófago! – chilló Dúo preocupado.

- No te preocupes, no lo harán – le dijo Heero- eso dañaría su imagen ante la opinión pública, perderían muchos puntos.

- Espero que tengan cuidado, si lo rompen me matan.

- ¿Por qué lo dices?

- Es por lo de la maldición. No la recuerdo completa, estaba medio dormido cuando la lanzaron contra mí, pero sí sé que si la tablilla se rompe antes que cumpla mi parte para liberarme de ella, mi alma pertenecerá para siempre a la tierra de los muertos – se estremeció.

- ¿Y que debes hacer para cumplirla?

- No les puedo decir, así no lo conseguiré nunca.

- Olvidemos eso por ahora – dijo Heero – ¿Por qué no vemos los papiros que saqué de la pirámide y luego los escaneamos? Dúo nos será de gran ayuda para interpretarlos.

Los jóvenes fueron a la biblioteca a trabajar. Se sentaron frente a un gran mesón cada uno con un portátil. Heero abrió la caja que contenía los papiros y le extendió uno a Dúo para que se lo tradujera para empezar a tomar nota y luego escanearlos para estudiarlos mejor.

"La historia del joven Deia Mon se narra en estos escritos y en el sarcófago que contiene su dormido cuerpo. No ha sido momificado según nuestras costumbres ya que respira".

Lo desenrolló un poco más para continuar leyendo:

"El faraón Deia Mon es hijo primogénito del faraón Saamon II, descendientes ambos del gran dios Ra. El gran señor de la muerte guíe sus pasos por el río de la muerte y le permita regresar a la vida en gloria y majestad para su felicidad y la de nuestro pueblo".

- Todos los sarcófagos dicen lo mismo – dijo Wufei.

- ¡No me interrumpas! – le reclamó Dúo.

"Su alma fue maldita usando los conjuros del libro de los muertos que lo harán dormir una eternidad. Pero junto con él se ha cerrado el camino para llegar a los cinco guardianes del imperio. Esperamos que su corazón llegue a rescatarlo pronto o desapareceremos".

- ¿Cuáles cinco guardianes? – se preguntó Dúo.

- Sí tú no sabes de ellos, menos nosotros – le dijo Heero.

- Bueno, allí termina el papiro – se lo entregó a Quatre.

- Perdone, amo Quatre – dijo el secretario del rubio árabe –lo llaman del ministerio de cultura, quieren saber sobre la pirámide que le financió al Señor Yuy para encontrarla. Además – le entregó un diario – llegó esto.

- ¿Qué es lo que quieren? – se puso de pie – ¿dijeron algo?

- Bueno, es que los expertos trataron de abrir el sarcófago y no lo han conseguido, así que se pusieron a descifrar los jeroglíficos que tiene y cuatro tablillas que se encontraron allí y preguntan si tiene alguna pista que a quien se refiere con eso del único capaz de despertar a la momia.

Dúo se tensó al escucharlo y miró a Heero ¿sabrían que él había despertado y que andaba buscando la manera de conquistar el amor de quien lo despertó para poder vivir de nuevo? ¿Y si encontraban la segunda parte del conjuro de liberación, aquella que él debía cumplir, y se la hacían saber a Heero? Aquello significaría que nunca alcanzaría el amor verdadero y moriría de verdad.

- Quatre, yo hablaré con ellos – dijo Heero y se puso de pie – dudo mucho que podamos decirles algo o nos digan algo que nosotros no sepamos ya – puso la mano en el hombro de Dúo y le sonrió – tranquilízate, no sabrán nada de ti.

Heero fue a la oficina de Quatre y recibió la llamada del ministro, debía planear la manera de evitar que todo el mundo se enterara que la momia estaba despierta.

- Habla el egiptólogo Heero Yuy, quien encontró la tumba.

- ¿Ustedes retiraron algo más aparte de la arena? – preguntó el hombre del otro lado de la línea – ¿eran sólo cuatro tablillas?

- Efectivamente, eran cuatro tablas, tres de ellas narraban la historia del faraón durmiente y la cuarta se refería a una persona especial que habría de despertarlo – afirmó – nosotros entramos en la pirámide pero nos dedicamos a descifrar los jeroglíficos y no intentamos abrir el sarcófago, íbamos a esperar que se ventilara un poco más para intentarlo.

- Pues los arqueólogos han sacado el sarcófago de la pirámide y lo han encontrado demasiado liviano como para contener una momia, van a hacerle resonancia magnética.

- Bueno, nosotros no sabemos más que ellos – respondió y le colgaron. Regresó a la biblioteca y abrazó a Dúo – debemos sacarlo de inmediato de Egipto, van a hacerle una resonancia magnética al sarcófago y lo descubrirán vacío.

- Tienes razón, y con el artículo del periódico, no nos dejarán en paz – le mostró Trowa.

NUEVA PIRÁMIDE DESCUBIERTA

Tumba del faraón dormido ha sido encontrada no muy lejos del valle de los Reyes

El Cairo (AFA).- Según informes del gobierno, el joven egiptólogo japonés, Heero Yuy, auspiciado por el rico joven Qatarés Quatre Raberba Winner, ha descubierto no muy lejos del valle de los Reyes la perdida pirámide del faraón Deia Mom, quién se dice fue maldito por el libro de los Muertos y duerme un sueño eterno, que a mediados del siglo pasado fuera descubierta por el egiptólogo francés Maurice Lenard en 1952, pero que desapareció luego de una tormenta de arena.

La cámara mortuoria ha sido abierta la tarde de ayer por el grupo del mencionado egiptólogo, pero aún no han abierto el sarcófago dado a los intrigantes jeroglíficos que se ven por las paredes y el piso de la misma.

Al parecer, esta tumba se encuentra en las mismas condiciones que la pirámide de Tutankamon ya que todos sus tesoros se encuentran dentro de la misma por lo que se tiene la certeza que no ha sido nunca profanada.

Se han escuchado los rumores que el gobierno pretende evitar que la momia salga de Egipto y por ese motivo, ellos harán desplazarse al grupo de descubridores del lugar.

Hemos intentado contactarnos con el grupo de exploradores, sin embargo, ellos no se encuentran ya en la excavación y tampoco han llegado al Cairo, según nos dijeron en casa del joven Qatarés.

- Prepararemos todo, Dúo no puede permanecer un día más en el Cairo o nos veremos metidos en un terrible problema.

Odisea instructiva

Los cuatro jóvenes se quedaron mirando al joven e imperturbable egiptólogo como esperando que les explicara lo que deberían hacer.

- ¿Cómo que pretenden hacer una resonancia magnética? – dijo Quatre.

- Es que sacaron el sarcófago y lo notaron muy liviano como para contener una momia, así que lo traerán al Cairo para hacérsela, ella les mostrará que la momia no está y que dentro hay otra tablilla y los vendajes de Dúo.

- Lo más posible es que nos acusen de habérnosla robado.

- O los trabajadores comentarán que Dúo se apareció en la excavación el día que abrimos la cámara y que nadie lo vio llegar, que habla muy bien el egipcio antiguo y dirán acertadamente que él es Deia Mon.

- La única manera de evitar que se lo leven es sacándolo lo más pronto posible de su jurisdicción, sin embargo, no tiene papeles – dijo Wufei.

- No sólo vamos a necesitar sus papeles si lo vamos a sacar de Egipto – dijo Trowa – necesitamos un plan de escape, porque si lo descubren a él a nosotros nos meterán presos no sólo por mentirosos, sino también por robar reliquias del pueblo egipcio – señaló los papiros.

- Si tú consigues los papeles, yo me encargo de encontrar la manera de salir del país – le dijo Wufei poniéndose de pie.

- Yo me encargaré, entonces – dijo Heero – de distraerlos y Quatre mientras se encargará de instruir a Dúo en todo lo que sea posible enseñarle sobre nuestras costumbres, no vaya a ser que le hagan preguntas que él no pueda responder o que haga algo indebido.

- Heero – gimió Dúo angustiado.

- No te preocupes, la resonancia magnética no la podrán hacer de inmediato y tampoco tendrán los resultados así de rápido, tenemos algo así como una semana para planearlo todo y desaparecer antes que descubran algo verdaderamente importante.

- Entonces, es mejor que entremos de inmediato en acción – dijo Trowa – cuanto antes empecemos, antes nos habremos ido.

La semana se pasó volando, pero Trowa y Wufei habían conseguido sus objetivos, uno los papeles para Dúo y el otro la salida del país, sin que nadie sospechara nada, pero de todas maneras tendrían que cruzar algunas fronteras antes de llegara a su destino final. Heero había enviado un comunicado muy especial a la prensa e incluso había concedido una entrevista y entregado algunos datos que ellos guardaban y que no habían dado los egiptólogos del gobierno de manera de distraer la atención de esto hacia otra parte.

Rasid había llevado el pasquín en el desayuno y se lo habían leído a Dúo que, como siempre, permanecía al lado del joven japonés sin darse cuenta que alguien le lanzaba unas miradas asesinas que lo harían temblar por el odio puesto en ellas si las hubiese notado.

¿ESTARÍA REALMENTE LA MOMIA EN EL SARCÓFAGO?

El egiptólogo Heero Yuy sospecha que no

El Cairo (AFA). El egiptólogo Heero Yuy, descubridor de la pirámide del faraón dormido, dice que lo que lograron traducir de los jeroglíficos de la pirámide y del sarcófago señalan que hubo una confabulación en contra del joven gobernante, por lo que aquellos que ocultaron su cuerpo seguramente temieron que la tumba fuera profanada y el joven faraón fuera ultimado. Además, señala que el sarcófago mismo se encontraba oculto en una cámara debajo de la principal, clara señal que el o los culpables no habían sido identificados y por lo tanto temían por el joven. El sarcófago está tallado en fina madera del Líbano y bañado en oro, señal que ellos confiaban que algún día el joven despertaría a la vida y el imperio volvería a florecer como en días de su abuelo.

Los egiptólogos del gobierno han sacado el sarcófago de la pirámide y en dos días más tendrán los resultados de la resonancia magnética, la que se les ha complicado por las gruesas coberturas de oro que tiene el mismo.

Pero, si la momia no está allí ¿dónde?

Heero Yuy sospecha que la clave debe estar en los escritos del mismo.

¿Existirá la posibilidad que el joven faraón haya sido despertado en tiempos remotos y que allí sólo quede el sarcófago al ir en pos de su amor?

Nada está claro aún, pues si la resonancia señala que no está, seguirá la investigación, pero de lo contrario, el joven egiptólogo habrá encontrado al segundo faraón cuya pirámide jamás fue profanada.

Quatre era el que más feliz estaba con eso de desaparecer en medio de las arenas del desierto que tanto amaba, pero seguía enseñando montones de cosas a Dúo que sentía curiosidad por todo, en especial por la luz, aunque casi se había electrocutado y había terminado durmiendo con Heero para evitar que hiciera otra barbaridad como aquella, claro que Heero comenzaba a cansarse de tener que responder tantas preguntas y tener que aguantar que se acostara encima de él pese a todas sus protestas. Pero no le había dicho nada a nadie, después de todo sabía que se quejaba sólo para cubrir las apariencias.

Luego de comer, Wufei les dio el itinerario de su viaje por el desierto para ver si estaban todos de acuerdo.

- Estaremos en el desierto un par de meses, nos alejaremos lo más posible de cualquier signo de civilización hasta llegar a Costa de Oro, de allí iremos a Vietnam y luego a Japón para terminar en la mansión Yuy.

- ¿La mansión Yuy? ¿No es demasiado obvio para quedarnos? – preguntó Quatre – allí nos encontrarían con demasiada facilidad.

- Nadie puede ir a la mansión Yuy sin la aprobación del emperador de Japón – dijo Heero – y como yo soy el último de los príncipes Yuy, nadie dirá nada porque me acompañen.

- Bien, yo seré feliz de conocer tu ilustre hogar – sonrió Dúo.

- Bueno, es mejor que nos pongamos en camino – dijo Trowa – en un par de días tendrán los resultados y cuanto más lejos estemos, mejor, así no sospecharan nada o nos perseguirán hasta el fin del mundo.

- Quatre me dijo que el mundo es redondo – le respondió Dúo.

- Es tan sólo una expresión – se rió Quatre – se refiere a que nos seguirán hasta el cansancio, no a un lugar específico.

- Es que ustedes usan muchas expresiones raras para mí – se defendió.

- ¿Tienes todo listo para partir, Quatre? – los interrumpió Heero aburrido.

- Si, tengo todo listo, incluso me encargué personalmente de poner a buen recaudo los papiros para que nadie los encuentre.

- Bien, entonces vamos al tour de Wufei.

Los cinco se subieron al camión en donde los esperaban cinco mochilas, sacos de dormir, frazadas y varias cajas de cartón con alimentos, además de sus equipos. También había varios enormes bidones con combustible y agua y cuanto fuera necesario para acampar en el desierto, se notaba que Quatre era un joven preocupado de los detalles y muy previsor pues sabía que debían evitar las grandes ciudades por si la policía los perseguía.

- Llevo bastante efectivo también – dijo Quatre – no podré usar mis tarjetas de crédito o nos descubrirán de inmediato.

- Yo saqué todo lo que pude de mis cuentas – le entregó el dinero Trowa – será lo primero que congelen si nos buscan.

Wufei también entregó su cartera sin decir nada.

- A mí no me miren – les dijo Heero – me quedé sin fondos al pagar la cuenta del hotel y comprar el equipo especial para cargar energía solar.

- Bueno, al menos no nos quedaremos sin baterías.

- Además – informó Quatre divertido puse una cocinilla y varias lámparas, no será necesario acercarnos a algún poblado en varios días, tal vez hasta dos semanas.

- Así que aprovecharemos de alejarnos lo más posible.

Heero se sentó al volante y encendió el motor. Quatre se sentó a su lado y los demás atrás, pero Dúo se acercaba hacia él cada vez que hablaba con él y este le lanzaba miradas asesinas a través del espejo.

- Maxwell, siéntate tranquilo – le dijo Wufei molesto.

- ¿Por qué me llamas así? – se volvió hacia él – llámame por mi nombre.

- Muy bien, Deia, siéntate tranquilo – replicó sarcástico.

Los ojos de Dúo se empequeñecieron y luego se pusieron blancos con destellos azulosos a su alrededor mientras seguía mirando fijamente a Wufei que comenzó a asfixiarse sintiendo su garganta apretarse pese a todos los intentos de Trowa de salvarlo.

- ¡Dúo, detente, vas a matarlo!

Pero Dúo no lo escuchaba. Heero detuvo el vehículo y se volvió hacia él tomándolo del mentón para romper el contacto visual, pero aún así no consiguió detenerlo. Sin pensarlo dos veces tomó una decisión, debía romper su concentración y pronto. Cerró los ojos y apoyó sus labios sobre los de Dúo que al sentirse besado soltó a Wufei reaccionando de la manera que Heero esperaba, le rodeó el cuello con los brazos y profundizó el beso volviéndolo apasionado hasta quedarse sin aire en los pulmones.

Heero rompió el contacto al sentirse sin aire y miró a Wufei por encima del hombro de Dúo, este respiraba más tranquilo. Pero lo miraba con unos ojos ¡estaba furioso con él y no con Dúo que era quien lo había atacado!

- ¿Estás bien, Wufei? – le preguntó Quatre.

- Si, gracias – le respondió desviando la mirada.

- A ver si a la próxima te acuerdas de sus poderes síquicos, amigo mío – le dijo Trowa – menos mal que a Heero se le ocurrió cómo distraerlo.

- Los besos para Heero no tienen importancia – dijo el chino molesto, llamándolo por su nombre sin querer – los utiliza como arma para obtener lo que quiere.

- Cállate, Wufei – le dijo el aludido con frialdad quitando los brazos de Dúo de su cuello – ha sido tu bocota la que te ha metido en este lío, deberías alegrarte de lo que hice.

- ¿Es verdad los que dice? – preguntó Dúo tristemente – ¿usas tus besos como armas?

- Claro que no ¿cómo crees? Yo sólo beso a las personas que me gustan – se sonrojó y volvió a su sitio – Wufei está equivocado – agregó.

El primer día de viaje lo hicieron en un ambiente tenso, Quatre sentía que se podía cortar con un cuchillo, en especial desde que le cambió el lugar a Dúo, tal vez había sido eso lo que había terminado de agriar el genio del joven chino puesto que el trenzado, al estar sentado junto a Heero, se había agarrado a su brazo que controlaba la caja de cambios y se apoyaba en su hombro sonriéndole coqueto a cada rato.

- Es un resbaloso– gruñó el chino por lo bajo – no debió sacarlo de su tumba.

Quatre volvió a la conversación que mantenía con Trowa haciendo como que no había escuchado, pero comprendiendo por qué Wufei no soportaba a Dúo, secretamente gustaba del joven japonés y era bastante obvio que le había salido gente al camino con la llegada de Dúo y lo peor era que el japonés parecía interesarse mucho en el trenzado y no en él.

- ¿Quatre, crees que este sea un buen lugar para acampar esta noche? – le dijo Heero tratando de soltarse de Dúo.

- Sí, detente aquí, así habrá tiempo de armar bien el campamento antes que anochezca – le respondió.

- Siempre que logre safarse de la lapa Maxwell – dijo Wufei fastidiado.

- No le hagas caso – le dijo Heero a Dúo apoyando su mano sobre la de este que descansaba en su brazo derecho – en la cultura china no está permitido llamar por su nombre de pila a nadie, a no ser que le tengas mucha confianza, y pese que nos conocemos hace mucho, ni a mí me llama por mi nombre.

- Tu amigo es un tipo muy complicado – le contestó.

- Bueno, nosotros armaremos el campamento – dijo Trowa tomando del brazo a Wufei – ustedes descarguen lo necesario para la cena de esta noche – se bajó con el chino.

Heero los miró intrigado por el espejo del costado antes de volverse hacia Quatre que los miraba divertido.

- Se lo llevó para que no pelee con Dúo ¿verdad? – le dijo entendiendo su diversión – sin embargo, no entiendo por qué Wufei lo provoca siendo que sabe lo que le puede pasar si éste se enoja – se volvió hacia le rubio árabe.

- Bueno, no estoy muy seguro de lo que sienta o piense Wufei...

- Está celoso de mí – interrumpió Dúo molesto – él no me lo va a quitar, que ni lo intente siquiera- amenazó furioso.

- ¿Piensas que le gusto a Wufei? – preguntó Heero divertido.

- No lo creo, lo afirmo, pero no es ninguna competencia para mí, bajo ninguna circunstancia – replicó.

Heero movió la cabeza negativamente y abrió la puerta de su lado.

- Vamos, cumplamos nuestra parte del trabajo – les dijo fastidiado bajándose.

- Creo que lo hice enfadar – dijo encogiéndose de hombros.

- No te preocupa mucho que se enfade contigo ¿verdad?

- No, eso significa que le importa mucho lo que diga.

- Pues mejor vamos a ayudarlo, no vaya a pensar que por el hecho de haber sido faraón no eres capaz de poner el hombro y trabajar con los demás, y que necesitas que te cuiden constantemente.

- El que necesita que lo cuiden es él – se rió mientras se dirigían a la parte de atrás – este león pretende comérselo muy pronto de desayuno.

- Muévete, León – le respondió Heero – veremos si no te da indigestión luego de comerme, si es que me atrapas.

- Bueno, iré de cacería primero – sonrió y tomó la caja que este le entregaba – aunque será la primera vez.

- Heero, la cocinilla está a tu derecha – le dijo Quatre – y baja un bidón con agua y la heladera.

Trowa y Wufei montaban la carpa doble en silencio. Pero el primero podía ver como el chino apretaba los puños o golpeaba con mayor fuerza las estacas cuando Dúo le hacía alguna insinuación al japonés, pero también podía ver como los ojos se le oscurecían y se le llenaban de lágrimas al oír como éste respondía a sus provocaciones positivamente.

- Es por eso que no quisiste regresar a China ¿verdad?

- Heero es menor que yo, pero le conocí en la escuela. Yo iba en tercer año de primaria, él apenas empezaba a estudiar. Era un chico calado, frío, autosuficiente, pero por lo mismo llamaba la atención de los chicos malos. Yo he estudiado artes marciales desde pequeño, así que lo defendí un día que estos lo molestaban y lo tomé a mi cuidado. Recuerdo esa vez, me dijo: "Arigato, sempai" mientras se inclinaba ante mí. Me sentí halagado, en especial cuando supe quien era él, unas semanas más tarde comenzó a llamarme "sensei", a mí me extrañó, pero era que él había comenzado a aprender de mí a pelear y a usar su mirada fría para intimidar. Éramos pequeños, pero yo lo amé.

- Eran demasiado niños.

- Para tu cultura lo seríamos, pero para la mía no, yo estaba seguro que era con él con quien quería estar el resto de mi vida, así que cuando terminé la escuela, regresé a Beijing, pero allí me dijeron que estaba comprometido y que cuando ella cumpliera los 14 años deberíamos casarnos. Yo quería estar con Heero, pero no quise causarle problemas, así que me fugué de casa y me fui a Italia donde tú me encontraste.

Quatre, del otro lado de la fogata que habían encendido, decidió empezar a hablar de historia con Dúo para que dejara en paz a Heero, que lo dejara de atosigar con sus insinuaciones, aunque realmente no creía que este estuviese molesto por ello.

- Ven, Dúo, te contaré un poco de historia mientras preparo la cena – lo invitó –deja que Heero descanse un rato.

Trowa y Wufei se sentaron en unas cajas que hacían las veces de asientos provisionales. Heero los imitó.

- Ese Dúo es más cansador que mi trabajo de todo un año – se quejó cansado – ojalá y decida dormir solo esta noche o moriré.

- ¿Qué quieres decir con eso de dormir solo? – lo miró Wufei.

- Desde que abrimos la pirámide que duerme abrazado a mí – admitió – y no he podido hacerlo entender... – se calló al ver como Wufei iba hacia el trenzado y le daba feroz bofetada en la mejilla – ¡Wufei! – lo regañó.

Dúo miró a Wufei con lágrimas en los ojos, incapaz de reaccionar de ninguna manera, nunca nadie le había pegado así. Miró a Heero y se echó en sus brazos llorando a lágrima viva, este lo abrazó en silencio y le acarició el cabello con ternura tratando de calmarlo.

- Creo que esta vez te propasaste, Wufei – besó a Dúo en la frente – no tienes derecho a tratarlo de esa manera, ya no estamos en la escuela para que me protejas, ni yo necesito que lo hagas ya, lo puedo hacer yo mismo.

- Pues no me parece que lo estés haciendo muy bien que digamos.

- Tal vez sea que yo no quiero hacerlo – le replicó acariciando al trenzado y acomodándolo en su regazo para que se durmiera – todo aquel o aquella que se acerca a mí con intenciones románticas es alejado por ti ¿por qué, Wufei? ¿Tanto me odias que no me puedes ni me quieres ver feliz? – le reclamó molesto y herido.

- ¡Han sido siempre tus sentimientos los que más me han importado! – replicó – ¡Por ti fue que perdí toda posibilidad de ser el jefe de mi clan!

- ¡Pues yo no te pedí que lo hicieras! – le gritó de vuelta.

- Por favor, no se peleen – intervino Quatre apoyando sus manos sobre el pecho de Wufei tratando de apartarlo – no ganas nada – le dijo por lo bajo.

- Al menos me sentiría mejor – contestó furioso.

- Cálmate, Wufei – le dijo Trowa – no te olvides de sus poderes síquicos – se acercó a él y le dijo al oído – y Heero lo quiere – lo abrazó – Quatre tiene razón, lo único que vas a conseguir es que él se ponga sobre protector con él, que este te saque ventaja – agregó – deja de luchar y entrégate a lo inevitable.

- ¿Cómo voy a hacerlo? – gimió llorando también – ¿Cómo?

Heero le acariciaba la mejilla golpeada a Dúo con delicadeza y este se acomodó mejor durmiéndose tranquilamente, ya sin llorar.

- ¿Ves lo que te digo? Le has dado un triunfo seguro – los señaló Trowa molesto – ¿No ves que Heero buscaba a alguien a quién proteger?

- Siento haberte gritado, Wufei, pero no debiste golpearlo, ya no somos niños y Dúo no me ha hecho daño para que saltes así sobre él. No deberías ser tan posesivo conmigo, no soy tan importante como para que te pongas así, no soy lo suficientemente bueno para ti.

- ¿Cómo puedes decir semejante estupidez? Eres el último de los príncipes Yuy de Japón, ¡eres tan importante como tu emperador!

- Eso es tan sólo en el papel, lo sabes, sólo soy un huérfanos con buen nombre y nada de dinero que tiene que trabajar para mantener todas aquellas tierras que heredó pero que no valen nada. Además, no tengo ninguna familia que me apoye.

- ¡Eso a mí no me importa!

- Tal vez a ti no, pero al resto de tu clan le importa demasiado, tanto así que tu abuelo me amenazó con matarme si me volvía a ver contigo cuando fui a buscarte a tu casa, incluso me persiguió hasta Londres cuando me fui a estudiar allá, tanto así que le tuve que pedir a la embajada de mi país resguardo policial, ni siquiera podía salir a la esquina sin tener un guardaespaldas.

- ¡Mi abuelo no tenía derecho a hacer eso!

- Bueno, ya no tiene importancia, ahora tengo a alguien a quien cuidar.

- Lo siento mucho, Heero, nunca me enteré de eso.

- Ya te lo dije, no importa, tengo a alguien que realmente necesita de mí, alguien a quien cuidar.

El viaje por el desierto

Después de aquella triste discusión, el ambiente cambió entre los jóvenes radicalmente, Wufei se había vuelto muy silencioso y cerrado en cuanto a lo que sentía y procuraba ignorar tanto a Heero como a Dúo y apretaba con fuerza los labios cuando los demás reían por los chistes de Quatre o las bromas de Dúo, por lo mismo se había ofrecido a conducir, para tener algo en qué concentrarse y no tener que ver como el trenzado se ofrecía a su querido Heero.

- Cállate, Dúo – le decía a cada rato, cada vez que interrumpía alguna explicación de Trowa y comenzaba a convertirse en una muletilla en boca del joven japonés.

- Veamos si entendí – dijo Dúo mirando a sus amigos – la historia se divide en dos grandes épocas, la prehistoria es la época desde la creación antes de la invención de la escritura alrededor de 6 mil años Antes de Cristo, luego es historia propiamente tal dado que esta está documentada. Lo único que no entiendo es ¿Quién es este Cristo que divide la historia de esta manera, en un antes y un después?

- A grandes rasgos, Cristo es tan importante para la cultura occidental que el año de su nacimiento es el que se conoce como el año cero, él es el hijo de Dios que vino al mundo para salvar a toda la humanidad del pecado, ofreciendo su vida a cambio de ellos. Nacido en un humilde pesebre, era tan poderoso que podía sanar a los leprosos, darle el habla a los mudos, el oído a los sordos, la vista a los ciegos, el caminar a los paralíticos y la vida a los muertos, él mismo resucitó de entre ellos después de haber estado muerto tres días.

- ¿Y que fue lo que hizo que es tan importante para ustedes?

- Dios padre le envió a sacarnos del pecado, tanto nos ama que murió crucificado y con una corona de espinas en su cabeza luego de haber recibido 40 azotes y quien sabe que otros golpes, con una lanza atravesada en su costado.

- Pero ¿por qué lo crucificaron?

- Él pertenecía al pueblo judío y los sumos sacerdotes de la religión de su pueblo se sintieron amenazados porque él predicaba cosas nuevas y decía que la ley debía ser respetada en su espíritu no en el papel, que ellos eran como sepulcros blanqueados, lindos por fuera y podredumbre por dentro, decía que el único mandamiento que debía cumplir el hombre era amar por sobre todas las cosas y que haciendo esto cumplía con todos los demás, por ello lo hicieron crucificar.

- Pero ¿no era el hijo de Dios?

- Claro que lo es, pero vino a este mundo a morir tal como lo decían las escrituras, esa era la única manera de probarle su amor a la humanidad. Además, todo ese suplicio lo aceptó voluntariamente.

- Entonces, se sacrificó por amor a toda la humanidad.

- Claro que sí ¿por qué, si no, nos creó a su imagen y semejanza? Somos sus criaturas favoritas.

- ¿Crees que me ame a mí?

- Vamos a tener que encontrar una comunidad cristiana por estos lados – dijo Quatre – aunque lo veo un poco difícil.

- Gran idea, Quatre – celebró Trowa – ¡ellos nos podrían ayudar a salir de aquí!

- ¿Qué planeas? – Intervino Wufei deteniendo el vehículo.

Trowa abrió su portátil y lo encendió, insertó un disco y buscó un mapa de la zona.

- Nosotros estamos aquí ¿verdad, Quatre? – le mostró el mapa y este asintió – veamos que tan lejos hay un monasterio.

- ¿Qué es un monasterio?

- Un lugar donde los hombres de Dios, alejados de las tentaciones mundanas, viven y rezan por el bien de toda la humanidad – explicó Heero.

- Hay uno a dos días de aquí – copió el mapa – ¡diantre, no tengo tinta!

- Toma – Heero le entregó un cartucho – imprímelo y entrégaselo a Wufei. Tal vez deberíamos tratar de averiguar algo, saber que pasó con el sarcófago de Dúo.

- Dudo que encontremos un teléfono o señal para el celular cerca de aquí – le dijo Wufei.

- Pero yo tengo un radio trasmisor – dijo Quatre – puedo llamar a Rasid para que nos dé información.

- ¡Tienes radio y no nos dijiste! – lo miró Wufei molesto.

- Lo olvidé, lo siento.

- Pues debiste habérnoslo dicho desde un principio, así no habría tenido que aguantar la molesta cháchara de Maxwell todo el tiempo – gruñó – y sabríamos noticias de su famoso sarcófago o si la policía nos está buscando o no – tomó el mapa – trataré de llegar lo más pronto posible – volvió a gruñir.

- Te van a salir arrugas de tanto gruñir, Wufei – le dijo Dúo – y vas a llegar a los 30 como ciruela pasa.

- Cállate, Dúo – le regañó Heero pero los demás se reían – después porqué se enoja Wufei contigo si no lo dejas en paz.

- No te enojes – le dijo rodeándole los hombros con el brazo – es que no me gusta ver gente tan seria a mí alrededor – le sonrió coqueto.

- Pues deberías unirte a un circo, eres demasiado payaso.

- ¿Para qué usan ustedes los circos? ¿Qué es un payaso?

- Bueno, el circo sigue siendo un lugar de diversión para la gente, pero ahora el entretenimiento no es del mismo tipo, en ellos se a va a ver a los equilibristas, los trapecistas, los domadores de leones, los trucos de los animales amaestrados y, por supuesto, las monerías y payasadas de los payasos que son lo encargados de hacer reír a la gente – le explicó Trowa.

- ¿Podré ver alguno? – dijo emocionado como niño pequeño.

- Mírate en un espejo y verás un payaso – le replicó Wufei.

- Y si te miro a ti, veré a una adiestrador de fieras salvajes ¿no?

- ¡Basta! – los detuvo Heero – me van a enfermar del estómago con sus "dime que te diré" a cada rato ¿Acaso no se aburren?

- Llamaré a Rasid – intervino Quatre – así tendremos algunas noticias – se bajó del vehículo y encendió el radio – Aquí caminante del desierto a madriguera, cambio – intentó comunicarse.

- Aquí capitán de los zorros, cambio – le respondieron luego de unos minutos del otro lado.

- Rasid ¿sabes si ha pasado algo con la momia por allá? Cambio.

- Amo Quatre, su padre está furioso porque las autoridades los han acusado de haberse robado la momia de Deia Mon y ha puesto una queja diplomática, sin embargo, la policía interrogó a todos los trabajadores que despejaron la pirámide y ellos afirman que ustedes no sacaron ninguna momia de allí y nosotros les dijimos que lo único que traían era su equipo moderno. Cambio.

- Y de la pirámide ¿Saben algo? ¿Hay algo nuevo? Cambio.

- Bueno, los egiptólogos encontraron un segundo pasadizo que sale de la cámara mortuoria hacia el exterior por detrás del campamento y ellos aseguran que fue así que sacaron la momia, pero la policía dice que es imposible puesto que estaba sellada aún y que si la hubiesen usado ¿Por qué no sacar otras cosas del tesoro que era más fácil de ocultar que una momia? Dicen que el tesoro del faraón estaba intacto. Cambio.

- ¿Y no han comentado nada de Dúo? Cambio.

- Bueno, dijeron que su joven amigo había llegado a la excavación el mismo día que abrieron la cámara, que los había ayudado a traducir las inscripciones y que habla muy bien el egipcio antiguo. Al principio creyeron que él era el faraón dormido, pero todos acertaron en decir que era imposible puesto que nadie lo vio salir de la pirámide, sino que lo vieron llegar con el joven Yuy a la hora del almuerzo. Cambio.

- Entiendo.

- Pero también dijeron que pasaban cosas bien raras desde que él llegó, que algunas cosas volaban sin explicación, que se escuchaban ruidos extraños, etc. Lo otro es que cuando los expertos entraron, el pozo sobre el cual ustedes debieron pasar estaba cerrado y uno de ellos casi se cae por no pisar el tablón que pusieron, lo que ellos encuentran inexplicable. Cambio.

- ¿Algo más? Cambio.

- Si. Al joven Maxwell lo busca la embajada norteamericana por encargo de su abuelo, dicen que llegó al país hace ya seis meses y que nadie había sabido nada de su paradero hasta ahora. Cambio.

- Gracias, Rasid – sonrió pensativo – ¿Puedes hacerme un favor? Cambio.

- Lo que usted diga, amo, cambio.

- ¿Puedes ir a la embajada norteamericana e informar que Dúo vino con nosotros a visitar una comunidad cristiane en el desierto y que sus papeles se han extraviado? Cambio.

- Claro, amo, veré que le consigan los documentos, cambio.

- Gracias, cambio y fuera – cortó la comunicación y regresó a la parte delantera del vehículo, sentándose junto a Wufei que lo miraba intrigado igual que los demás.

- ¿Qué te dijeron? – le preguntó Trowa.

- Heero ¿tú no conocías a Dúo Maxwell?

- No, inventé el nombre – afirmó.

- Pues la embajada norteamericana busca a Dúo Maxwell a nombre de su abuelo dado que este ingresó al país hace seis meses y no ha tenido noticias de él.

- O sea, creen que soy yo ¿no?

- Entonces, podemos regresar al Cairo – dijo Wufei.

- No, iremos primero al monasterio – sentenció Heero.

El monasterio en el desierto era lo más austero que Dúo hubiera visto jamás en su vida. Las celdas de los monjes eran de piedra burdamente trabajadas con la más simple de las formas. Las ventanas eran apenas unos recuadros por donde pasaba escasamente la luz solar y un poco de aire puro. A Dúo no le gustó el lugar, se le antojaba como un antiguo calabozo.

Por la tarde, luego de escuchar el sermón, los monjes los invitaron a comer y uno de ellos se acercó a Dúo para explicarle algunas cosas puesto que este había sido quien más atento había estado en su plática. Además, había notado que el joven tenía cierta tendencia a apoyarse en su amigo japonés y a mirarlo de manera especial, tal vez estaba siendo mal pensado y el chico lo hacía con inocencia, pero creía que era bueno advertirle acerca de las consecuencias que aquello podía traerle si no tenía cuidado.

- ¿Dúo, estás enamorado de tu amigo Heero? – le dijo preocupado pero él asintió – Entonces debes tener cuidado, no se lo hagas saber a todo el mundo, la gente no suele aceptar con facilidad a los homosexuales y les podrían hacer daño, tal vez no físico, pero sí a sus carreras, no les gusta tener gente de este tipo a su lado, los aíslan.

- Gracias, hermano Santiago, tendré mucho cuidado.

Heero lo miró divertido, de seguro el monje le estaba haciendo alguna recomendación debido a la inocencia con la que actuaba, a causa tal vez de la vida protegida que había llevado cuando era príncipe o al tiempo que había estado dormido esperándolo era así.

- Dúo – le regañó al ver que hablaba y hablaba sin tomar aire – respira.

-Su amigo sería un excelente orador – se rió un monje del otro lado de la mesa – ni siquiera necesita aire para hablar.

- No le meta ideas en la cabeza, Hermano Bernardo – dijo Trowa en el mismo tono – mire que es capaz de ponerse a practicar con nosotros como oyentes y nos volvería más locos de lo que ya estamos.

- ¡Que malo eres, Trowa Barton!

- ¿Y qué hace un grupo de jóvenes tan distintos por el desierto?

- Encontramos una pirámide – señalo Quatre – mejor dicho, Heero la encontró, pero el gobierno nos sacó de allí y andamos en busca de otras reliquias.

- Así que les gusta la arqueología ¿No?

- Heero será un gran arqueólogo antes de llegar a los 30 – dijo Dúo orgulloso – él es muy inteligente.

- ¿Saben? Nosotros tenemos en la biblioteca unos rollos muy antiguos que suponemos son egipcios, tal vez les interese verlos mañana.

- Bueno, eso le interesará a Heero, a Quatre y a Dúo – dijo Trowa – en cambio Wufei y yo somos arquitecto y topógrafo respectivamente y nos dedicamos a estudiar terrenos y construcciones antiguas, nos gustaría conocer mejor el monasterio y su historia.

Por la mañana, Trowa y Wufei fueron con uno de los monjes a conocer la arquitectura del monasterio, el terreno que comprendía y la historia ded su creación mientras los demás iban a la biblioteca.

- ¡Guau! – dijo Dúo – esto es fantástico.

- Este se va a morir aquí – dijo Heero – Dúo, aquí vamos a trabajar en silencio.

- ¿Y cómo quieres que te ayude a traducir?

- Pueden hablar si quieren – se rió el monje encargado – yo no gusto del silencio, pero los hermanos prefieren ir a leer a sus celdas.

- Pues comencemos a trabajar – dijo Quatre.

El anciano monje les entregó los rollos y los llevó frente a un mesón bien iluminado para que trabajaran mejor.

- Perdone, hermano ¿podemos traer nuestros equipos para trabajar mejor? – preguntó Quatre – así podremos hacer una copia traducida para ustedes.

- Y también podremos hacer copias de los rollos para no dañarlos mientras los revisamos – acotó Heero.

El monje asintió y fue a preguntarle al Abad si era posible y este los autorizó a que hicieran lo que creyeran conveniente para preservar aquella reliquia.

Mientras Quatre y Heero iban por sus equipos, Dúo se concentro en encontrar alguna información en el pasado del papiro, se notaba que era un texto muy antiguo y que había pasado por cientos de manos antes de llegar a poder de los monjes, pero cuando al fin consiguió dar con el autor de semejante texto, lo soltó horrorizado, temblaba entero cuando sus amigos regresaron.

- ¿Pasa algo malo, Dúo? – le preguntó Heero al verlo en semejante estado abrazándolo.

- Esos... rollos... fueron... escritos... con... sangre... humana – tartamudeó.

- ¿Cómo puede estar seguro de aquello, joven Dúo?

- Él tiene un extraño don – respondió Heero abrazándolo más – puede sentir cosas que otros no, como ver cosas que han pasado por medio de ellas.

- Es... parte... del... libro... de... los... muertos.

- ¿El libro de los muertos? – repitió el monje intrigado.

- El libro de los muertos es un texto egipcio muy antiguo que narra los ritos funerarios, pero también contiene ciertos conjuros que algunos sacerdotes egipcios usaban para controlar tanto a los vivos como a los muertos – explicó Quatre – su magia es maligna y se dice que fue escrito con la sangre de una virgen.

- ¿Quién diría que un texto tan maligno se encontraría oculto en un monasterio?

- Hace siglos – empezó Dúo en trance – durante la época de las cruzadas, estos rollos estaban en manos de un rey turco que los utilizaba para amedrentar a sus hombres y atacar a sus enemigos. Cinco caballeros templarios consiguieron entrar en su palacio y tomarlos para evitar que los usara, ellos se vinieron hacia Egipto y fundaron este monasterio para esconderlo, pero ellos nunca supieron del verdadero poder que éste contenía, ni que decía.

- Este es un gran descubrimiento – dijo Heero – lástima que no lo podremos publicar – agregó tratando de calmar a Dúo acariciándole la espalda – es muy poderoso ¿Te imaginas, Quatre, lo que sería de este mundo si cayera en manos equivocadas o si se reuniera con su otra mitad? – se volvió hacia el monje – ha sido Dios quien nos ha traído hasta aquí para prevenirlos, hay alguien que anda tras estos escritos y hará lo que sea para obtenerlos, pero no deben dejar que los tenga, aquello podría significar el fin de nuestro mundo tal como lo conocemos hasta ahora.

- ¿Te refieres a Traize Kusrenada? – le preguntó Quatre.

- ¿Recuerdas que te conté que vino a verme hace una año y que arruinó el inicio de la búsqueda de la pirámide? – el rubio asintió – hay otro motivo por el cual no quise ayudarlo, él quiere ese texto para abrir las puertas del infierno y así ser el hombre más poderoso del mundo.

- Y sin proponérnoslo hemos encontrado no sólo parte del libro que el busca, sino que la única llave de acceso al poder absoluto que tanto ambiciona – agregó Quatre.

Dúo miró una vez más aquellos escritos malditos, le habían hablado del viaje por el lago de la muerte, le habían mostrado el río de la vida y algo más, un lugar muy extraño que los esperaba muy lejos en el desierto, detrás de una terrible tormenta de arena, allí lo esperaba la vida o... la muerte. Se aferró a Heero con más fuerza, siempre se había considerado un valiente, pero ahora sentía un miedo atroz y sabía que aquellas imágenes que había percibido lo perseguirían pro quien sabe cuanto tiempo.

- No debí contactarme con el escrito – gimió tan bajito que Heero apenas lo escuchó – he puesto en peligro a gente buena e inocente.

- Nadie sabe que estamos aquí, Dúo – trató de consolarlo – ni tienen por qué saberlo siquiera.

- Pero igual corren peligro, tal como nosotros los encontramos, pueden hacerlo los hombres de ese tipo.

- No te preocupes tanto – intervino Quatre – dudo que sospechen siquiera que un libro semejante se encuentre en un monasterio. Además, ni los propios monjes sabían por qué los cruzados fundaron este monasterio, ni los mismos caballeros supieron que era parte del libro de los muertos.

- Quisiera poder creerte – le dijo ocultando el rostro en el hombro de Heero – pero ustedes no vieron lo que yo.

A medio día se reunieron con Trowa y Wufei y les contaron lo que habían descubierto, ellos estuvieron de acuerdo con que era difícil imaginarse que semejante texto pudiera encontrarse en un monasterio, que más bien se habrían imaginado que estuviera oculto en una pirámide o en una tumba del valle de los reyes.

- Deberíamos regresar al Cairo – señaló Trowa – si nos quedamos mucho tiempo aquí los pondremos en peligro si nos localizan, además, encontré esto en mi enciclopedia – le entregó un escrito a Heero – Quatre ¿qué fue lo que le dijiste a Rasid de a dónde íbamos?

- Le dije que veníamos a ver una comunidad cristiana en el desierto ¿por qué?

- Es que sólo hay tres comunidades cristianas en esta parte del desierto, podría ser que en una de tantas nos encontremos con Oz.

- ¿Qué es Oz? – lo miró Dúo.

- Oz es una organización internacional que se dedica a buscar reliquias legendarias, como el Santo Grial, el vellocino de oro, el arca de la Alianza, etc, para su propio beneficio, tanto así que hasta han comprado los escritos de Leonardo Da Vinci y construido más de algunos de sus inventos – contestó Trowa mirando a Heero que leía y fruncía el ceño cada vez más.

MONASTERIO DE SAN ALEJANDRO

Este monasterio fue fundado por cinco caballeros templarios en el año 1112 D.C., luego que estos salieran de Tierra Santa después de la primera cruzada. Se dice que ellos llevaban consigo cinco rollos cuyo poder fue utilizado por largos años por el sultán Ajmed Ben Laur para controlar tanto a su gente como a sus enemigos, pero no se sabe que fue de ellos o cual era su verdadero contenido.

- Diantre, si ellos llegan a saber por dónde comenzar a buscar, habremos metido a los monjes es un terrible predicamento – gruñó Heero molesto – debemos irnos, cuanto antes, mejor.

- Pero debemos cargar las baterías – le recordó Quatre – y agua.

- Mañana nos iremos – aceptó.

Pero ninguno notó que Dúo se estremecía ante su decisión, tendría pesadillas esa noche y ni siquiera contaría con Heero para descansar de ellas puesto que no dormirían juntos...

Continuará...

Hasta aquí les dejo la primera parte de Guerreros Legendarios, espero les guste a quienes no lo habían leído y más a los que ya lo leyeron, porque están de corrido.

Shio Chang.