Guerreros Legendarios Los Guardianes del Infierno

Debido al contacto que había tenido Dúo con el libro de los muertos, terribles pesadillas habían poblado sus sueños, en el viento del desierto escuchaba una fea voz metálica que lo llamaba y le decía que debía entregarle al guerrero de hielo. A cada rato abría los ojos esperando que ya hubiese aclarado, pero parecía que la noche se había estacionado a su lado para torturarlo. Encendió la lamparita a pilas que le diera Quatre y se sentó en la cama, lo único que le quedaba era rezar las oraciones que le enseñaron los monjes para que aquellas horribles imágenes se fueran con lo que consiguió dormir tranquilo unas cuantas horas.

Ya en la mañana, luego de desayunar por última vez con los monjes, se dedicaron a ponerle combustible al camión y recargaron agua limpia.

Heero se detuvo en su trabajo al ver a Dúo más dormido que despierto con unas ojeras tremendas y pálido como la leche. Se acercó a él y lo jaló por la trenza para que lo mirara y así examinarlo mejor.

- Estás muy pálido – le tocó una mejilla – y ojeroso ¿pasaste mala noche?

- Un poco, es que me dio claustrofobia y no quise molestar a nadie.

- Que te iba a dar claustrofobia, si estuviste encerrado...

- Wufei – lo interrumpió Heero al ver que los monjes estaban atentos a ellos, podrían mal interpretar sus palabras – ¿terminaste tu trabajo?

- Sí.

- Entonces ve si Trowa y Quatre terminaron para irnos – se volvió hacia Dúo – regresaremos al Cairo y te llevaré conmigo a Japón, te gustará conocer mi casa en Tokio – le sonrió.

- Supongo que a los demás no nos vas a invitar.

- Tú deberías regresar a tu hogar en China.

- ¡Primero muerto! – replicó furioso y se marchó.

En eso regresó Quatre que venía con un libro en la mano y los tres se subieron al camión a esperar a Trowa y a Wufei.

- ¿Qué haces, Quatre? – le preguntó Dúo volviéndose hacia él.

- Leo la Biblia de Jerusalén en una de las versiones más antiguas que tienen aquí, busco una pista hacia los cinco Guardianes.

- ¿Y por qué no sacaste una traducida?

- Es muy simple, amigo mío, la mayoría de los escritos, más que traducidos, fueron interpretados por los traductores de la época y modificados en el tiempo por los copistas cuando la tinta se había corrido y no entendían lo que decía, además, hay términos que no siempre calzan por lo mismo. Esta Biblia está escrita entre Arameo, el idioma oficial de los judíos del tiempo de Cristo, el griego, que era el idioma de los hombres cultos de la época, y el latín, la lengua más común. Pero a mediados de la edad media, había una gran confusión acerca de cuáles libros eran los verdaderos o no, así que los agarraron todos, los echaron en una hoguera y los que sobrevivieron al fuego fueron declarados de inspiración divina y formaron la Biblia Cristiana.

- Entonces, necesitas una Biblia que contenga los textos que sí se quemaron ¿verdad?

Wufei estaba muy molesto por la actitud que Heero había tomado con el trenzado, le fastidiaba sobre manera lo protector que era con él, lo cariñoso que se ponía cuando el muchacho decía ingenuidades o hacía pucheros por no conseguir lo que quería, le hizo saber a todos que él debía de ser muy capaz de cuidarse solo, después de todo tenía sus poderes síquicos y ya había aprendido muchas cosas como para valerse por si mismo ¿Para qué seguir cuidándolo? Pero Heero lo había apartado de los demás y le dijo: "Amo a Dúo y no voy a dejar que nada ni nadie lo aparte de mí", lo que había terminado por deprimirlo viendo que tenía perdida la batalla.

Partieron a media mañana, luego de haber escuchado la misa, Heero conducía y Dúo iba sentado a su lado, pero este iba hincado sobre su asiento conversando con Quatre y Trowa hacia atrás acerca del libro que había estado leyendo la tarde anterior con el primero.

- ¿Por qué no duermes un rato, Dúo? – lo miró Heero preocupado recordando las feas ojeras que tenía temprano.

- No, porque a la noche no tendré sueño – le contestó sin mirarlo y se dirigió a Quatre – ¿me imprimiste esa historia que me dijiste ayer?

- Sí, aquí lo tienes – le entregó un fajo grueso de hojas y Dúo se sentó bien en su asiento decidido a leerlo, aunque debía admitir que aquel idioma era más complicado de leer que el suyo, aquellas letras unidas formaban una palabra, en cambio en el egipcio las imágenes podían representar una oración completa.

- Creo que los ideogramas son más fáciles de comprender – le sonrió a Heero apoyándose en su hombro – pero voy a aprender a leer tu idioma.

Heero miró el horizonte y se detuvo preocupado al verlo tan negro, miró por el espejo retrovisor y vio que el cielo estaba rojizo, aquello presagiaba una sola cosa: ¡se acercaba una tormenta de arena! Como la que había hecho aparecer y desaparecer la pirámide de Dúo para el explorador francés.

- Viene una tormenta de arena – dijo Dúo mirando el cielo oscurecido – debemos refugiarnos en alguna parte para que no nos dañe – añadió.

- Allá hay unas rocas – señaló Quatre – ve hacia ellas.

Heero volvió a poner el vehículo en marcha y lo colocó tras de ellas. Los cinco se bajaron dejando bien cerrada la cabina y se subieron en la parte de atrás. Heero cubrió el tubo de escape para que no se llenara de arena, se subió junto a los demás y Dúo, asustado, se echó en sus brazos.

- ¿Le tienes miedo a las tormentas, Dúo? – lo abrazó Heero pero notó que este se reía – ¿de qué te ríes, baka? – le preguntó.

- Es que se parece a las pesadillas que tuve anoche.

- ¿Has tenido pesadillas últimamente? – le preguntó Trowa preocupado y él asintió – ¿desde cuando?

- Desde que toqué ese texto maldito – admitió – y cada sueño fue peor que el anterior, más oscuro, más terrible.

- ¿Y por qué no nos habías dicho nada al respecto?

- No quería que pensaran que soy un débil que le teme a sus pesadillas – respondió mirando a Heero – por eso no le conté nada a nadie, no quería que se burlaran de mí.

- ¿Qué fue lo que viste cuando tocaste aquellos rollos?

- Fue algo horrible – de estremeció – esa chica fue abierta viva por el vientre, le rasgaron la zona de los genitales y la dejaron desangrarse hasta morir. Recogieron la sangre en una tinaja. Vi a un hombre muy hermoso, de largos y hermosos cabellos rubios, que le dictaba las palabras a un escriba, él no tenía sus ojos y en las cuencas tenía pequeñas bolas de fuego rojo – volvió a estremecerse – eran horribles – se cubrió el rostro con las manos – los veo una y otra vez escribiendo más y más palabras y mis sueños siempre empiezan con una terrible tormenta de arena.

- Calma, Dúo, ya pasó – lo acarició Heero atrayéndolo de regreso a su lado – no eres cobarde por tener pesadillas, eres un valiente por soportarlas sin decirle nada a nadie, tal vez por eso te amo tanto – le susurró.

- Gracias, Heero, yo también te amo – se acurrucó en su pecho.

- Bueno, ya basta de niñerías – dijo Wufei molesto- sellemos todo o se nos meterá el arena hasta en las orejas.

Dúo soltó a Heero a ayudó a reforzar las ventanillas tratando de no ver la tormenta que se formaba en el horizonte, hacia el norte, pero no lo estaba consiguiendo y comenzaba a revivir sus pesadillas. De repente, comenzó a sentir una opresión en el pecho y un terrible dolor de cabeza comenzó a asediarlo.

- ¡Heero! – gimió abrazándose – ¡detenlos! ¡Diles que se callen!

- ¿Qué pasa, Dúo? – lo abrazó y se fijó en sus ojos – Clama, detén tus poderes – le dijo preocupado.

- No puedo, Heero, ellos me están llamando ¡No quiero ir!

- ¿Quiénes te llaman? – le preguntó Trowa.

- ¡No lo sé! Son cinco voces, dicen que nos esperan detrás de la tormenta – gimió apoyándose contra Heero – no quiero que me aparten de ti, no ahora que me he librado de la maldición del libro de los muertos.

Quatre le sonrió a Dúo y se acomodó en el hombro de Trowa que lo abrazó inconscientemente para estar más cómodo.

- Durmamos mientras dura la tormenta – dijo el árabe cerrando los ojos.

- No quiero dormir, vendrán las pesadillas otra vez.

- Calma, Dúo – lo besó Heero – yo velaré tu sueño.

Heero se mantuvo despierto la mayor parte de la noche mientras velaba el sueño de su trenzado que se apoyaba en su regazo. No quería dormirse, pero el sueño se la estaba ganando, claro que no lo vencería por completo, siempre había tenido el sueño liviano y si Dúo tenía pesadillas, se despertaría para ayudarlo estando así más descansado. Cerró los ojos y escuchó una voz extraña que lo llamaba:

- ¡Heero Yuy – exclamaba la voz metálica – ven a mí!

- ¿Quién eres? – preguntó – no dejaré a Dúo.

- Deia Mon debe traer a nosotros a los cinco guardianes terrenales para que juntos, guerreros Guardianes de la Tierra y del infierno, evitemos que se abran las puertas del infierno y se libere todo el mal que estas encierran con la unión del libro de los muertos y del libro del Diablo.

- ¿Los cinco guardianes terrenales? – repitió intrigado – ¿qué es ese libro que me mencionas?

- Ven por mí, tu corazón es el más firme, el más seguro, tienes en él la llave de Zero y junto a ti a la que nos liberará.

Heero abrió los ojos y acarició las mejillas de su trenzado, aquel hermoso faraón vuelto a la vida quien sabe por qué designios misteriosos de Dios, tal vez todo había sido planeado desde tiempos inmemoriales y este había venido al mundo en la hora equivocada y por eso todo lo de la maldición había ocurrido para que al final se reuniera con los otros guardianes de la Tierra y la protegieran del mal que estaba a punto de liberarse.

- Ven por mí, Heero Yuy, y conocerás todas las respuestas que quieres.

Heero abrazó a Dúo con más fuerza hacia su pecho esperando que la tormenta pasara o que amaneciera y así despertar a todos, pero repentinamente una luz cegadora apareció sobre el vehículo y este comenzó a moverse en silencio. Heero miró a los demás que seguían profundamente dormidos, Trowa y Quatre abrazados el uno al otro, lo que no le asombraba ya que sabía que ellos se gustaban pero que no podían estar juntos como quisieran por culpa del padre del rubio, pese a que este no conocía al latino, y Wufei en un rincón, con los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido, y se preocupó ¿cómo era posible que fuera el único que se diera cuenta de lo que pasaba? ¿O era acaso que él soñaba con semejante locura? Parecía ser lo último, era lo más lógico para su fría mente analítica.

- Heero, tú eres el corazón de los guardianes – le dijo una dulce voz femenina – y por lo mismo serás el único que conocerá el camino, no dejes que tu guardián se posesione de tu mente y corazón o te obligará a hacer lo que él quiera, incluso liberar el lado malo de tu propia naturaleza. No te preocupes de los demás, sólo Zero es capaz de lograrlo, pero una vez que lo controles, no dejes que tus emociones mueran dentro de ti, sigue amando.

El vehículo se detuvo suavemente frente a una bodega de metal y Heero remeció a Dúo para despertarlo.

- ¿Ya amaneció? – preguntó somnoliento – ¿dónde estamos? – dijo al ver afuera.

Heero no le respondió y remeció a Trowa y luego a Wufei pues Quatre se despertó tan pronto el latino se apartó de él. Los tres miraron a Heero que salía llevándose del brazo a Dúo.

- ¿Qué pasa? – le dijo Trowa asomándose – ¿Qué es esto? ¿Dónde se supone que estamos? – se bajó y ayudó a Quatre a imitarlo mientras Wufei se bajaba por su cuenta de un salto.

Heero caminó con Dúo a su lado agarrados de la mano, sí en aquel lugar estaban los cinco guardianes del infierno, sólo él era capaz de abrir las puertas de la bodega.

- ¿En dónde estamos, Heero?

- Dúo, abre las puertas ¿quieres?

Dúo se adelantó y puso las manos sobre ellas. Casi sin pensarlo uso sus poderes síquicos y de inmediato aparecieron dentro de la bodega sobre una plataforma en medio de cinco enormes robots.

- ¿Qué es esto? – preguntó Wufei.

- Los cinco guardianes del infierno – dijo Dúo saliendo del trance – uno para cada guardián de la Tierra.

- ¿Qué quieres decir con eso? – dijo Trowa mirándolo.

- Que a cada uno de nosotros se nos ha asignado la misión de proteger nuestro mundo del mal que la fundación Romefeler y la organización Oz pretenden despertar – dijo Heero – cada uno de ellos forma parte de nuestros corazones y sólo uno puede pilotearlo.

- ¿Uno para cada uno? – repitió Quatre y tocó uno de los guardianes – Sandrock, como mis adoradas arenas del desierto que tanto amo – y el guardián le dio un destello en respuesta y su cabina se abrió.

- HeavyArms – dijo Trowa tocando otro – una poderosa mezcla de destreza y poder, com muchas armas dentro de sí.

- Nataku – dijo Wufei – un dragón sagrado.

- DeathScythe – dijo Dúo – el señor de las sombras de la muerte.

Las cabinas de todos se abrieron y comenzaron a investigar como era que funcionaban.

- Wing Zero, el más peligroso de los cinco guardianes – dijo Heero tocándolo – Me dijiste que si venía a buscarte me darías todas las respuestas.

- Pregunta, Heero Yuy, corazón de los guardianes.

Los cuatro jóvenes se volvieron a mirar Heero y al guardián que hablaba con él.

- ¿Por qué ha pasado todo esto?

- Deia Mon nació en una época equivocada, los otros guardianes de la tierra no habían nacido y no era aún el tiempo para que Él viniera a habitar entre los hombres, faltaba mucho para que su pueblo estuviera preparado para recibirlo, para que se cumplieran las escrituras. Fue algo que se le permitió hacer a esos malvados para el bien de la humanidad, en especial porque la otra mitad de la llave del infierno estaba muy lejos y a salvo, pero esto ya no puede contenerse más. Tú debías conocer y amar al pequeño y cariñoso faraón para liberarnos.

- ¿Por qué fui yo el elegido para ser el corazón de los guardianes de la Tierra?

- Tú eres un joven de firmes convicciones, tu corazón se mantiene a salvo dado que sabes mantener tus emociones bajo un férreo control, no eres del tipo de persona que actúa sin razonarlo muy bien primero, sin meditarlo, sin embargo, deberás primero dominarme.

- ¡Heero, no! – le gritó Dúo tratando de detenerlo, de cogerlo de la camiseta – ¡él puede destruirte interiormente!

Pero Heero fue llevado al interior de la cabina de Zero rápidamente sin que nadie pudiera hacer algo para evitarlo. Dúo trató de contactarse telepáticamente con él, pero fue rechazado violentamente y fue lanzado lejos cayendo a los pies de Quatre que lo ayudo a ponerse de pie angustiado.

- ¡NO VOY A PERMITIR QUE ME QUITES SU ALMA Y SU AMOR!

- No tienes derecho a intervenir ya, Deia Mon.

- ¡NO SOY DEIA MON, SOY DÚO MAXWELL, SU NOVIO! – sus ojos se encendieron de ira – ¡DEVUÉLVEME A HEERO!

- Heero Yuy no regresará hasta que me controle – respondió Zero y desapareció frente a los asombrado ojos de todos. Dúo enfureció y se subió a su guardián, iba a recuperar a su amor a costa de lo que fuera, ese Zero no le robaría su alma.

- ¡Dúo, espera – le dijo Quatre – debes confiar en Heero!

- Ese guerrero es diferente a los nuestros, Zero es capaz de potenciar el nivel guerrero de su piloto, de llevarlo a niveles insospechados, pero este deberá pagar un terrible precio por ser el mejor, entregará su alma y su corazón, se quedará sin sus sentimientos más nobles y será sólo una cáscara vacía.

- ¿Acaso no nos dijiste que no sabías nada de los guardianes? – preguntó Wufei.

- Eso lo vi cuando entré en contacto con la mente de Heero y Zero me rechazó, él necesita de su corazón para liberarse, para estar vivo de verdad y le importa poco lo que tenga que hacer para conseguirlo, que Heero me ame y que yo lo ame, me lo quitará igual.

- ¿Hay algo que podamos hacer para ayudarlo?

- ¡Ir por él! – encendió su guerrero poniendo las manos en los controles, de inmediato un montón de cables se conectaron a sus brazos, a sus manos, a sus piernas, a su cabeza y una luz pestañeó en sus ojos en clara señal de actividad.

Los otros lo imitaron en silencio y se asombraron al ver lo que pasaba cuando ponían sus manos sobre los controles en el tablero y al poco rato los cuatro guerreros Guardianes despegaban en pos de Zero que permanecía de pie en el árido desierto.

- ¿Acaso no lo comprendes, Deia Mon? Heero Yuy y todo lo que ha sido es sólo mío ahora – se burló Zero – absolutamente.

- ¡No lo permitiré, apenas ayer me confesó su amor!

- Te destruiré, entonces – le dijo por medio de la propia boca de Heero – así demostraré todo mi poder.

- Eres uno de los guardianes del infierno – le recordó Quatre – no puedes destruir a uno de tus compañeros.

- Ninguno de ellos vale tanto como Heero, Quatre Raberba Winner, ellos sólo son de metal.

- ¡No es cierto! – dijo Dúo – ellos tienen alma, como nosotros.

Zero cortó la comunicación, no permitiría que Deía rompiera el control absoluto en que tenía a su piloto que era en estos momentos su esclavo incondicional. Sus metálicos ojos brillaron y cargó su espada, si destruía al faraón, Heero sería sólo suyo, no habría nadie que pudiera interferir entre ellos, y juntos defenderían al mundo del mal que estaba por despertar. Se lanzó contra el trenzado pero este levantó su escudo en acto reflejo de defensa.

- ¡Heero, reacciona, dijiste que me amabas!

- Déjame, Dúo, o te mataré – le respondió – ya no te necesito.

- ¡Nunca, Heero, te amo! – trató de quitarle la espada atrapándole un brazo – Heero, recapacita, no quiero pelear contigo.

- Si no quieres dejarme, regresarás a la Tierra de los muertos – y le dio un violento golpe con el otro brazo en el costado para liberarse – te mataré.

- ¡Ah! – gritó Dúo cayendo al suelo tocándose las costillas al ver que el golpe dado al guardián repercutía en su cuerpo.

Quatre avanzó para ayudarlo, pero un disparo lo detuvo.

- Quédate atrás si no quieres conocer el otro mundo también.

- Heero – le dijo Dúo poniéndose de pie aún tocándose las costillas – tú no quieres matar a tu amigos, no dejes que Zero te domine.

- ¡Cállate! – se lanzó de nuevo con la espada por delante – morirás sin conseguir nada!

- ¡Heero, dijiste que me amabas! ¿Acaso eso no te importa?

- ¡Cállate! – repitió y volvió a golpearlo con la espada en el hombro haciendo un profundo corte en el hombro del guerrero que repercutió de inmediato en Dúo.

El grito de dolor del joven trenzado fue demasiado para los demás y los tres se lanzaron y desarmaron a Zero.

- ¡No, no lo ataquen, lo herirán como me pasó a mí! – Les pidió Dúo tomándose el hombro que sangraba – si voy a morir, que sea a manos de mi amado Heero.

- ¡No, yo no te mataré! – dijo Heero quitándose los cables de los brazos y la cabeza que lo mantenían unido al guardián – ¡Yo te amo, Dúo, y Zero no me va a quitar tu cariño!

- ¡No! – reclamó Zero tratando de volver a conectarse con Heero con los cables, pero este consiguió salirse de la cabina y Zero se apagó de inmediato.

Los agentes del mal

Dúo se bajó de su guerrero tan pronto vio a Heero en el suelo vomitando. Estaba herido, era cierto, pero más le preocupaba el estado su amado que el terrible dolor que sentía en el hombro.

Los otros tres pilotos también fueron a socorrerlos y fue cuando Wufei notó algo extraño, mejor dicho, varias cosas extrañas. Primero, no se veía por ninguna parte el hangar en que estaban los guardianes, segundo, allí estaba el camión en que viajaban y tercero, se veía a la distancia una ciudad y ellos estaba muy lejos de ella, al menos tres días, cuando los pilló la tormenta.

- ¿Están bien, Heero, Dúo? – les preguntó Quatre preocupado – ¡Estás herido! – le dijo al trenzado angustiado – Trowa, revisa su herida, por favor.

Heero miraba a Dúo preocupado ¿cómo pudo ser capaz de permitirle a Zero controlarlo tanto? ¿Cómo pudo herir a su amado trenzado así? Incluso había pensado matarlo y en matar también a los demás. Apretó los dientes, ya se las vería Zero con él por haber jugado con su corazón y sus pensamientos.

Dúo se volvió hacia él y le tendió el brazo sano para tocarlo y hacerle ver que no lo culpaba por resultar herido.

- Heero – lo llamó – es culpa de Zero, no la tuya, te manipuló.

- Y por lo mismo estoy furioso, me dejé manipular sin luchar.

- Y don perfecto no puede soportar aquello ¿verdad? – se burló Wufei – ¿se puede saber en qué pensabas, Yuy? Por poco nos matas a nosotros.

- Zero me hizo ver un futuro extraño – admitió tomando los dedos de Dúo entre los suyos – me sugestionó y me hizo verlos como si fueran mis enemigos más feroces, me hizo sentir miedo del amor que le tengo a Dúo y, por lo mismo, odiarlo; ver aquel futuro me hizo sentir impotente.

- Pero ya lo has controlado por completo ¿verdad, Heero?

- Creo que sí, ahora Zero sabe quién es el que manda.

- Pues yo quería preguntarles algo – los interrumpió Wufei – ¿se han fijado en dónde estamos? – les señaló la cuidad que se veía a la distancia – a mí me parece que estamos en El Cairo y cuando se inició la tormenta de arena estábamos a tres días de aquí.

- Es El Cairo – afirmó Quatre – tal vez volamos la distancia cuando tratábamos de detener a Zero – miró a su guerrero – el problema va a ser ¿dónde los pondremos para ocultarlos?

- Los guerreros se transforman en aviones – informó Heero – los podemos llevar a tu reino, a Qatar, si tu padre nos autoriza ir allí

- Pero debemos ir al Cairo a buscar los papeles de Dúo – dijo Quatre – la embajada norteamericana lo buscaba y no queremos que además nos acusen de secuestrar uno de sus ciudadanos.

- Con todo este lío, hasta mi abuelo debe saber que estoy en Egipto y estará furioso porque estoy con Yuy.

- Tu abuelo es un tipo extraño – le dijo Heero – transformemos los guerreros en aviones o ocultémoslos en las dunas, después de hablar con el padre de Quatre nos los llevaremos.

En El Cairo los esperaba una muy mala noticia, los expertos del gobierno habían descubierto que, si bien el sarcófago no estaba vacío, la momia no estaba y que en su lugar sólo había unas cuantas vendas de lino seguramente y una tablilla. La voz era que los jóvenes se habían robado la momia, la habían dejado en el desierto y que habían salido de la cuidad a buscarla y que no regresarían.

LA MOMIA DEL FARAÓN DEIA MON DESAPARECIDA

Expertos egiptólogos del gobierno temen que los exploradores los hayan engañado.

El Cairo (AFA). Expertos del gobierno, luego de los resultados de la resonancia magnética afirman que dentro del sarcófago del Faraón Deia Mon no está su momia y que dentro del mismo sólo están unas cuantas vendas y una tablilla, han intentado saber qué es lo que dice, sin embargo, creen que el sarcófago contiene algún tipo de metal por dentro y por eso no pueden traspasar los rayos X. Pero lo más sospechoso para ellos es la desaparición del grupo Yuy y del joven millonario Quatre Winner, que, días antes que los egipcios tuvieran los resultados, se internaron en el desierto sin decirle nada a nadie.

Para los expertos está claro todo el asunto, ellos robaron la momia, la ocultaron en el desierto donde nadie pudiera encontrarla más que ellos y luego la rescataron y se la llevaron a otro lugar para sacarle un mejor precio.

Pero el padre del joven qatarés ha negado rotundamente estas versiones diciendo que es un insulto a su hijo estas declaraciones ya que él es uno de los hombres más ricos del planeta y no necesita de una momia para serlo aún más. Pero las cuentas de los exploradores han sido bloqueadas esperando así poderlos localizar.

En todo caso, tampoco han podido abrir el sarcófago y menos hallar pruebas que el joven japonés y su grupo lo hayan conseguido, así que no se sabe a ciencia cierta si la momia del joven faraón estaba realmente allí.

El padre de Quatre era un hombre amable y simpático, al menos eso le había parecido a Dúo en un principio, pero luego casi lo hace cambiar de opinión al ver la manera en que trataba a su amigo.

- SI SABÍAS QUE IBAS A IR AL DESIERTO, DEBISTE HABER AVISADO – lo regañaba furioso – Y POR LO MISMO TE ACUSARON DE ROBAR LA MOMIA DE DEIA MON Y OCULTARLO EN EL DESIERTO.

- Señor Winner – intervino Heero – nosotros sólo intentábamos evitar que encerraran a Dúo y lo enviaran de regreso a Estados Unidos. Además, ellos no pueden probar nada – le mostró el artículo – nosotros no pudimos abrir el sarcófago, no tuvimos tiempo.

- Además – intervino Trowa – no podemos saber si realmente estuvo allí, o si ellos mismos no se lo robaron y nos echaron la culpa a nosotros.

- Otra cosa – agregó Wufei – mejor nos hubiésemos robado otras cosas, la sala estaba repleta de tesoros invaluables y desconocidos de oro, mucho más fáciles de esconder que una momia, y ellos ni se hubiesen dado cuenta ¿no cree?

- Tienen razón – aceptó más calmado – pero es que han dicho tales barbaridades de todos ustedes...

- Bueno, no importa, nada pueden probar en contra nuestra – dijo Quatre – nosotros cambiamos el rumbo de la investigación cuando desciframos los escritos de la pirámide.

- ¿Qué decían? – preguntó el árabe mayor con curiosidad.

- Que fue maldito con el libro de los muertos.

- ¡Ah! Es por eso que Kusrenada y la fundación Romefeler están tan interesados en lo que puedan decir al respecto.

- ¿Traize está aquí? – exclamó Heero molesto – ¡Lo que me faltaba!

- Escuché decir – dijo el hombre mayor – que uno de sus investigadores encontró en Inglaterra el Libro del Diablo y que para revelar su poder...

- Necesita el libro de los muertos – terminó Quatre – hemos puesto en peligro a esa gente buena, muchachos.

- ¿De qué hablan, chicos?

- Por desgracia nos topamos con quienes tienen parte de ese libro – dijo Dúo.

- Debemos ir a Qatar de inmediato – dijo Quatre preocupado – si ellos descubren que tenemos una copia o averiguan dónde está el original, seremos responsables de lo que le pase al mundo de ahora en adelante – se plantó frente a su padre – por favor, regresa a casa, nosotros llegaremos allí mañana y te diremos qué es lo que está pasando, y llévate a todo nuestra gente.

- Quiero saber ahora qué es lo que está pasando – respondió su padre con firmeza.

- Papá, por favor, confía en nosotros – le pidió – corren peligro.

- Muy bien. Pero la embajada de Estados Unidos me envió los papeles de tu amigo Dúo Maxwell a condición que viajara de inmediato a Houston a ver a su abuelo – le informó saliendo.

- Al menos tenemos un problema solucionado, pero seremos ilegales en Qatar – dijo Trowa – pero con ese tipo aquí...

- Debemos averiguar qué es lo que saben ellos – dijo Heero – no podemos actuar sin precaución, pondríamos al mundo en peligro y a la comunidad científica de cabeza con lo que sabemos.

Los cinco fueron a la biblioteca a buscar una solución a su problema y estaban trabajando en ella cuando el secretario de Quatre entró a informarles que tanto Traize Kusrenada como Miliardo Piscraft los buscaban.

- Hazlos pasar – le ordenó – es mejor ver al enemigo de frente.

Ambos hombres se plantaron ante los jóvenes que revisaban el programa con que Heero había descifrado los primeros jeroglíficos que había encontrado de la pirámide en un intento de despistarlos.

- Asi que ya están de regreso de su incursión ¿verdad? – les dijo Traize burlón.

- Sea lo que sea que estuviéramos haciendo, aquello no es de tu incumbencia, Traize – le replicó Heero molesto.

- Tú encontraste la pirámide de Deia Mon pero cuando te la quitaron de las manos, te retiraste sin pelear ¿por qué? ¿Acaso porque habías logrado completar tus objetivos? – miró a Dúo un segundo – encontraste una prueba que las maldiciones son ciertas ¿verdad? Él es el faraón dormido – señaló y Dúo se sentó, pálido – eres Deia Mon, Hijo de Saamon II.

- Estás equivocado, él es Dúo Maxwell, ciudadano norteamericano – les mostró el pasaporte – es una mera coincidencia que calce con la descripción del faraón.

- ¿Una coincidencia? – dijo Miliardo mirando fijamente al joven trenzado – a mí no me parece así, en especial por lo nervioso y lo pálido que se ha puesto.

Dúo se estremeció al oír hablar al rubio, no sólo se parecía mucho a aquel demonio que dictaba aquellas horribles palabras de muerte, sino que tenía la misma voz y la misma forma de mirar.

- Es por la manera voraz en que lo miran – replicó Wufei defendiéndolo molesto – te aseguro que cualquier chico tímido se amedrentaría.

- Pues a mí no me parece que sea un chico tímido, después de todo salió de Estados Unidos solo, supuestamente.

- Déjalo en paz – lo cortó Heero furioso abrazando al trenzado – Dúo no tiene nada que ver con ustedes, así que si no tienen nada que decirnos que no sepamos, se pueden regresar por donde vinieron

- Una cosa más, antes que nos vayamos, el sarcófago mencionaba el libro de los muertos y a cinco guardianes del imperio y algo más ¿Sabías que él tenía poderes síquicos? Fue por eso que su sarcófago estaba forrado por dentro con oro, de seguro querían cerciorarse que, si por casualidad se despertaba, muriera.

Heero miró a Dúo y luego a Traize.

- Según los estudios, hasta Saamón II ellos tenían poderes síquicos – replicó Heero – y siendo hijo de aquel ¿Por qué no había de tenerlos? Después de todo, era su primogénito.

Los dos hombres se marcharon, pero no sin antes lanzar una mirada penetrante a Dúo que permanecía sin hablar y con la cabeza gacha.

- Debemos sacar a Dúo lo antes posible de aquí – dijo Quatre.

- Y evitar que encuentren los guardianes – dijo Trowa.

Al día siguiente los cinco guerreros aterrizaban en el patio central del cashba de Qatar de los Winner convertidos en robots. Heero percibió una señal de Zero, que se había sometido finalmente a sus órdenes, que le indicaba que podían descubrirlos y le mostró la manera de ocultarlos. Acostaron a los guerreros en el suelo y los cubrieron con arcilla para asemejarlos a esculturas de barro.

- Muy bien, exijo una explicación – dijo el padre de Quatre luego que terminaron de esconderlos.

- Papá, es mejor que hablemos adentro, la explicación no será fácil ni corta – entraron en la casa principal y ordenó de comer para todos.

- Es mejor que comiencen a hablar.

- Bien – dijo Dúo – todo empezó hace miles de años cuando el Diablo fue expulsado del paraíso y bajó a la Tierra. Aquí engatusó a los hombres e hizo a estos escribir dos libros que son la llave de la liberación total de sus poderes. Sin embargo, los hombres que los poseían fueron demasiado ambiciosos y se separaron para aprender a usar su poder y, por lo tanto, sigue cautivo. Estos libros son el libro del diablo y el de los muertos, pero junto con este último se despertarían los cinco guardianes del infierno y los reuniría con los guardianes de la Tierra por medio del último faraón llave cuando este encontrara al dueño de su corazón.

- ¿Qué quieres decir con eso del "faraón llave"?

- El sarcófago de Deia Mon señalaba que al caer bajo el conjuro del libro de los muertos, se había cerrado el camino hacia los cinco guardianes del imperio – dijo Heero – y cuando lo desperté y lo liberé, abrí nuevamente el camino, pero hemos encontrado también parte de uno de los libros.

- ¿Cómo es eso que despertaron al faraón Deia Mon?

- Yo soy el faraón llave – admitió Dúo – fue por eso que ellos me alejaron del Cairo, temíamos que ellos dieran acertadamente con la verdad de mi desaparición de la tumba.

- Traize Kusrenada y Miliardo Piscraft lo descubrieron y si ellos llegan a tener en su poder el libro de los muertos – dijo Trowa – van a usar y revelar el poder del libro del Diablo que ya tienen en su poder, liberando a los malditos del infierno.

- ¿Y esos robots son los guardianes del infierno?

- Así es, aunque espero no tener que llegar a hacer uso de todo su poder – dijo Quatre – ya sabemos de lo que podrían ser capaces.

- Así que ustedes son los Guardianes de la Tierra – dijo el árabe mayor pensativo – pues hay algo que deben ver – salió.

- Aquí hay algo extraño ¿no creen? – dijo Trowa – ¿cómo sabe de los guardianes de la Tierra y del infierno tu padre?

- Por esto – les dijo el hombre al regresar con ellos – en este rollo está la leyenda de los cinco guardianes de la Tierra, todos ellos de distintas regiones del mundo, de distintas culturas pero con una misma misión, evitar que el mal se libere por completo antes que llegue el fin de los tiempos. Siempre creí que no podía ser coincidencia que este libro esté en mi poder, era porque mi único hijo es uno de ellos, estaba predestinado a serlo.

- Es extraño, los cinco somos de mundos diferentes – dijo Heero pensativo – pero cuando comencé a estudiar arqueología hace dos años, me llamó la atención la leyenda de una pirámide que había sido descubierta en 1952 y que su descubridor, luego de una terrible tormenta de arena, nunca pudo volver a encontrar.

- Y cada uno de nosotros fue reunido por ti – dijo Wufei – y por tu intermedio, encontramos al faraón llave y nos convertimos en los Guardianes de la Tierra.

- Y por lo mismo, debemos estar más unidos que nunca – dijo Trowa – de nosotros depende que esos libros jamás se reúnan o será el fin del mundo como nosotros lo conocemos.

- Lo mejor es que vean lo que dicen los rollos sobre ustedes y que aprendan a manejar a sus guerreros de metal, si ellos fueron liberados es porque el mal ha sido liberado, no por completo, pero sí una buena parte de él.

- Esto no es egipcio – dijo Quatre desenrollando un papiro – me parece que es escritura cuneiforme, es más antigua, no lo entiendo ¿Heero?

Heero tomó el escrito y lo volteó, algo sabía de ese idioma, pero aquello era demasiado grande para él y negó con la cabeza, no había llegado a estudiar esa escritura.

- Yo puedo hacerlo – Dúo los tomó y cerró los ojos para así usar sus poderes síquicos para interpretarlos – "escuchad, jóvenes guerreros de la Tierra, lo que os vengo a decir hoy: la hora final se acerca, aquel ángel que fue desterrado busca su liberación total y vosotros sois los únicos capaces de contener su ambición" – Dúo abrió los ojos y estos parecían desprender una extraña luz antes de continuar traduciendo – "Cada uno de ustedes tiene su propio don: Quatre, debes descubrirlo para poder controlar por completo y a la perfección a tu guerrero, lo tienes oculto en tu corazón, aunque sabes de él; Wufei, utiliza tus conocimientos de las artes marciales, eres el pequeño dragón y como tal debes luchar; Trowa, usa tus habilidades físicas y mentales, debes proteger al guerrero con el don del corazón; Heero, mantén la calma y escucha tanto a tu mente como a tu corazón, eres la unión entre los guerreros, debes permanecer alerta y cuidar a los demás, no te cierres a los que sientes, aquello te dejará indefenso; y Dúo, has regresado al mundo de los vivos, a un mundo al cual no le pertenecías, tienes el don de la amistad y sabes sacarlo a flote, no tengas miedo de mostrar tus poderes síquicos y cuida a tu guerrero de hielo, él necesitará tu cariño y apoyo para vencer y vencerse a si mismo" – rompió el lazo con el escrito y se dejó caer en el asiento agotado.

- ¿Guerrero de hielo?- repitieron Trowa y Wufei mirando alternativamente a Dúo y a Heero – ¿se refiere a ti?

- Es agotador – dijo Dúo sin explicar nada – los otros rollos se revelarán a sí mismos por medio de los guardianes, nos mostrarán su funcionamiento, la manera en que se complementan con nosotros y toda la tecnología que ellos poseen. Además, hay otros secretos...

- Dúo, respira – lo regañó Heero – eso lo veremos después, primero descansemos un poco del viaje.

- Hay algo más – lo detuvo – son cuatro las señales que nos indicaran si el mal ha sido liberado por completo.

- Eso significa que no esperan demasiado de nosotros – dijo Wufei.

- No es eso, lo que pasa es que el mal tiene demasiados agentes trabajando para él – dijo Quatre – de seguro no sólo Traize busca el libro de los muertos para la fundación Romefeler y no creo que sea una tarea fácil vencerlos a todos a la vez.

- Es mejor que descansen – dijo el árabe mayor – en eso su amigo tiene razón, agotados no podrían hacer mucho por tratar de proteger al mundo del mal – se puso de pie – ordené que prepararan tus habitaciones para que no llamaran la atención de la gente del cashba, sabes bien como son de curiosas tus hermanas, de seguro querrán conocer a tus amigos.

- ¿Me quieren escuchar?- reclamó Dúo desesperado – ¡es que las dos primeras señales ya se han cumplido! – y todos se voltearon hacia él – sí, la primera señal era mi despertar y la segunda, nuestro encuentro con los guerreros guardianes del infierno.

- ¿Y cuales son las otras dos señales? – preguntó Heero preocupado.

- El sol se teñirá de rojo sangre, esas será la señal que al fin los dos libros se han reunido, la otra es la oscuridad total en que se verá sumido el mundo cuando aquel mal que ambos poseen sea liberado al fin – miró el cielo por la ventana – Ninguna de esas dos señales deberá cumplirse, significaría nuestro irremediable fracaso, sólo nos quedaría unirnos a las huestes celestiales para tratar de frenar el avance del mal.

- Creo que te hizo mal entrar en contacto con esos rollos – le dijo Heero – estás de un ánimo terriblemente pesimista.

- ¡No soy pesimista! – se defendió – es sólo que no quiero ver el fin del mundo. Además, es algo que debemos considerar ¿no crees?

- Para mí, el fracaso no es ninguna opción, Dúo – replicó.

- No inicien una discusión sin asunto – los interrumpió Quatre – creo que todos estamos cansados y debemos descansar – apoyó su mano en el hombro de Heero – vengan, les mostraré mis habitaciones antes que aparezcan mis hermanas o no nos dejarán en paz hasta que hayan descubiertos todos sus secretos habidos y por haber – sonrió.

- Está bien – accedió Heero mirando al rubio – más tarde revisaremos que nos dicen los otros rollos.

Dúo suspiró cansado, aquellos rollos le habían dicho algo que no le podía decir a nadie o moriría.

Las pesadillas de Dúo

El cielo estaba terriblemente oscuro hacia el sur y por el norte se veía una gruesa franja anaranjada, el viento aullaba sin cesar a su alrededor con una furia ensordecedora, la visibilidad frente a él era casi nula, los radares de su guerrero estaban totalmente inutilizados por el constante movimiento de la arena para todos lados, ni siquiera podía comunicarse con los demás.

- Deia, aún me perteneces – le decía una voz desconocida – no has roto por completo la maldición – se burló de él.

- ¡Heero me dijo que me ama!

- Pero ¿lo hace como tú lo haces? – se burló de nuevo – te apuesto que no. Además, no sabes si te ama a ti o al verdadero Dúo que se perdió en el desierto.

- ¡Heero me ama a mí!

- ¿Ama a Dúo Maxwell o a Deia Mon? – se rió la voz y se alejó.

De inmediato apareció en las pantallas de su intercomunicador la imagen de su Heero de pie junto a un joven idéntico a él, incluso vestido como él, le rodeaba el cuello con los brazos y acercaba su rostro al de su amado...

- ¡NO! – gritó sentándose en la cama despertando por completo – Heero es mío, nadie me va a quitar su cariño – cerró los ojos y trató de volver a dormirse, pero a su mente venían las palabras del conjuro...

Duerme, duerme eternamente Deia Mon, que serás el faraón, pero en el reino de los sueños, tu alma vagará por toda la eternidad por el lago de los muertos pero jamás podrá entrar, como tampoco podrá regresar a este mundo porque aquel que ha de despertar tu corazón no ha nacido.

Cierto, Heero no había nacido entonces, por lo mismo durmió más de tres mil años esperando que él lo encontrara y lo sacara de aquel sombrío mundo en el que nada se sentía, no había frío ni calor, día ni noche, no existía el hambre, ni la tristeza, ni la alegría, era un lugar vacío sin tiempo ni nada, sin al calor de los brazos amados ni el dulce sabor de sus labios.

Se volteó del otro lado y trató de volver a dormirse, faltaba mucho para que amaneciera y no quería despertar a los demás, estaban cansados y sabía que aquello los ponía de mal humor, en especial a Heero.

Un hombre alto y delgado, de largos cabellos dorados y hermosos ojos azules como el cielo estaba sentado en un hermoso jardín poblado de bellas flores y montones de aromáticos árboles en flor, a su lado se sentó un hombre de cabellos castaños que pasó el brazo por sus hombros y lo atrajo a su pecho enredando los dedos en su cabellera.

- ¿En qué piensas, Miliardo? – lo besó en la frente.

- En esos muchachos, si ese muchacho es realmente Deia Mon, es posible que hayan encontrado el libro de los muertos y el camino hacia los guardianes del infierno – metió su mano bajo la chaqueta del otro hombre – tenemos que encontrar el libro antes que ellos controlen aquel poder.

- No te preocupes por ellos, uno de mis hombres me dijo que estuvieron en una congregación cristiana, aún no sabemos cuál, pero no nos tomará mucho tiempo saberlo – le sonrió levantando su mentón y depositando un suave beso en sus labios.

- Debería hacer uso de mis poderes para averiguarlo ¿no crees? – dijo apartando la chaqueta de los hombros y quitándole la camiseta.

- No es buena idea, Miliardo – lo ayudó a quitarse la ropa también – no queremos que Romefeler se entere de quién eres ¿verdad? – se recostó en el pasto atrayéndolo hacia él – no podríamos pasar tanto tiempo juntos.

- Mmm – asintió comenzando a acariciar su pecho con las manos mientras sus labios recorrían el esbelto cuello – cierto.

Traize comenzó a frotar con los dedos delicadamente la espalda de su amado mientras este torturaba sus pezones con la lengua, pero soltó el aire con violencia cuando notó que una mano juguetona se posaba sobre aquella parte de su anatomía que revelaba su excitación.

- Miliardo, que pueden pillarnos – le rogó.

- Nadie vendrá – le replicó soltando el cinturón y abriendo el cierre de los pantalones – sabes que te puedo disfrutar en donde sea sin interrupciones.

Traize se estremeció ante las atrevidas caricias del rubio que ahora comenzaba a bajar por su pecho y liberaba su miembro excitado de la presión de sus pantalones y comenzaba a frotarlo con fuerza antes de tomarlo entre sus labios.

- ¡Miliardo! – exclamó al sentir que le mordía con suavidad la punta y luego pasaba la lengua por aquella zona maltratada.

- ¿Qué acaso no te gusta? – lo soltó y comenzó a masajear sus testículos antes de volver a tomarlo en su boca. Traize solo soltó un gemido en respuesta.

El rubio continuó frotando, pasando su lengua de arriba abajo arrastrando levemente la piel con sus dientes, provocando violentos estremecimientos a su amante hasta hacerlo acabar. Sólo entonces regresó a su lado, le plantó un profundo beso en la boca y lo volteó acariciando su espalda musculosa y retirando totalmente sus pantalones de su bien formado trasero.

- ¿Qué haces? – le preguntó al ver que no lo tomaba de inmediato.

- ¿Te gustaría sentir algo muy especial?

- Siempre lo haces – le dijo mirándolo por encima de su hombro.

- Entonces, será Zech quien te posea – comenzó a prepararlo lentamente – sentirás casi lo mismo que la primera vez que lo hicimos – introdujo dos dedos para dilatarlo y luego un tercero – y es porque transformado tengo mucho mejor equipo ¿sabes? – introdujo la lengua en aquel agujerito prieto mojándolo con su saliva – ya verás.

Traize abrió tamaños ojos cuando vio el tamaño del pene de Zech, pero fue más cuando lo penetró hasta el fondo, sentía como sus músculos se estiraban a su paso, pero el dolor no era nada comparado con el placer que sintió cuando comenzó a moverse en su interior mientras sus manos tomaban su miembro nuevamente activo.

- ¡Ahhhhh!

- ¡Ahhhhh! – repitió Dúo despertando de su sueño dándose cuenta que sin quererlo el sueño le había excitado y que su mano, como por voluntad propia, lo había masturbado y llevado al clímax.

Un ligero golpe en la puerta lo hizo sobresaltarse y antes de responder limpió su mano en la sábana y revisó si no había alguna prueba visible de sus actos.

- Dúo, te oí gritar – le dijo Heero del otro lado de la puerta – ¿Estas bien? ¿Puedo pasar?

- No te preocupes, estoy bien – le dijo nervioso y por lo mismo Heero entró – ya te dije que no es nada.

- ¿Tuviste otra pesadilla? – Se sentó en la cama y vio como Dúo ocultaba sus manos bajo la sábana – ¿o tuviste otro tipo de sueños?

- Bueno, yo... – empezó a decir rojo hasta la raíz del cabello.

- Todo el mundo tiene sueños eróticos, Dúo – se rió.

- Es que no era un sueño – se defendió enrojeciendo más si se puede – yo los vi, eran de verdad, mis poderes síquicos me llevaron hasta ellos.

- ¿Quiénes?

- Esos tipos que nos fueron a molestar en El Cairo.

- Era sólo un sueño – le tomó la trenza divertido – no te pongas tan nervioso y mejor duerme, olvídate de ese par, nada pueden hacernos, están muy lejos.

- Es que ellos saben que fuimos a un monasterio y están tratando de averiguar a cuál, si ellos encuentran el libro de los muertos...

- No lo harán, no encontrarán ni los originales ni la copia – le dio un tierno beso en los labios – y si tienes otro sueño húmedo, mejor déjate llevar, no te pasará nada.

- ¿Me puedo ir a dormir contigo? – lo miró esperanzado.

- Mientras no me involucres en uno de tus sueños – aceptó.

- Me cambio y voy contigo – y espero que saliera para levantarse, no era la primera vez que hacía algo así, pero siempre había procurado que nadie se enterara y ahora el amor de su vida lo sabía, sería algo natural, pero igual le daba vergüenza.

Heero estaba medio dormido cuando Dúo se metió en su cama y lo abrazó antes de dormirse. Hizo una mueca y cambió de posición en la cama, dejaría que durmiera sobre su pecho, así se quedaría tranquilo. Pero al poco rato se dio cuenta que no era una buena idea, su suave aliento sobre su piel le excitaba los sentidos ya de por sí alborotados por su cercanía. Sonrió pensando que era él quien tenía fantasías eróticas con el trenzado y que por eso había escuchado su grito pues estuvo a punto de entrar en su habitación y tomarlo por asalto.

- Dúo, estas demasiado tenso – lo acarició con ternura – pero no te haré nada todavía, esperaré que estés listo para que nuestra relación suba de grado.

Dúo sonrió sin comprender sus palabras y su mano bajó por el estómago de Heero hasta descansar sobre su ombligo sin llegar a tocar aquella zona prohibida.

Humo, todo era humo a su alrededor, el olor a quemado era insoportable, pero era un hedor terrible, pero el olor no era a madera quemada, sino a carne humana calcinada.

Caminó lentamente entre los escombros humeantes de lo que fuera por siglos el Monasterio de San Alejandro, apartando del camino las vigas humeantes que caían con las manos de su guerrero, hasta llegar a lo que había sido la capilla del monasterio. Allí encontró partido en dos el cristo crucificado que había estado ante el altar y los cuerpos calcinados e irreconocibles de algunos de los monjes que tan bien los habían tratado.

Se bajó de su guerrero y recorrió todo el lugar, al parecer los que habían atacado no habían dejado piedra sobre piedra buscando le libro de los muertos, habían penetrado por todas las salas del lugar y habían puesto de cabeza la hasta ese momento la ordenada biblioteca. Avanzó hacia un rincón y allí encontró a un monje moribundo.

- ¿Qué pasó? – le preguntó al pobre monje.

- Esos demonios querían el libro de los muertos, le dijimos que no estaba aquí, pero igual destruyeron todo y encontraron uno de los rollos, los otros los escondió tu amigo.

- ¿Tienen uno de los rollos? ¿Cuál? – lo remeció, pero el hombre ya estaba muerto.

Un ruido lo alertó, una sombra negra cubría la luz a su alrededor y se apuró en regresar a su guerrero, con uno de los rollos podían liberar a uno de los demonios del infierno, pero no sabía a cuál.

- ¡Huyamos, Dúo! – le gritó su guerrero y una horrible mancha roja se puso sobre el cielo.

- ¡NO! – volvió a gritar al sentarse sobresaltando de paso a Heero que también se sentó y lo abrazó contra su pecho al ver que sus ojos se llenaban de lágrimas.

- ¿Qué pasa?

- El monasterio... – se apoyó en su pecho – los monjes... todo destruido.

- ¿Qué dices?

- Los demonios... un rollo – siguió lloriqueando – el cielo rojo.

- ¿Quieres decir que ellos encontraron el monasterio y lo destruyeron al no encontrar el libro de los muertos? – Dúo asintió – pero eso del rollo no lo entiendo, yo saqué todos los rollos del monasterio, están ocultos en Zero.

- Pues encontraron uno.

- Diantre, y ni siquiera sabemos cuál es ni a qué demonio puede liberar – dijo furioso – esto comienza a ponerse color de hormiga, vamos a tener que averiguar si en otros lados hay otros rollos y cuantos componen el libro de los muertos, porque si nosotros tenemos cinco y los que faltan son más y liberan más demonios de lo somos que nosotros, la vamos a ver fea.

- Heero, hay una manera de averiguarlo – le dijo Dúo cerrando los ojos mientras se apegaba aún más al pecho del joven japonés – los rollos de los guardianes me dijeron la manera de comunicarme con el general de la fuerzas celestiales.

Heero miró el reloj y se volvió a recostar contra las almohadas llevando a Dúo con él, era demasiado temprano para despertar a los demás pese a la terrible noticia que el trenzado le había dado, sabía que debía ser cierto lo que le decía, que habían encontrado el monasterio y lo habían destruido por completo, pero debía descansar un poco o no tendría fuerzas para luchar contra el mal o para intentar comunicarse con el otro mundo.

- Durmamos lo que nos queda de noche – le tendió el brazo para que volviera a apoyarse en su pecho – ya veremos que hacemos.

Miliardo estaba sentado desnudo dentro de la bañera llena de burbujas con su querido Traize abrazado a su costado acariciándolo con fervor, le agradaba sobremanera eso, él era un amante experimentado, pero siempre dispuesto a sentir cosas nuevas, le asombraba esa capacidad que tenía de aguantarlo todo y disfrutarlo al máximo, era sádico y masoquista a la hora de hacer el amor, pero también muy cariñoso y fogoso a la hora de acariciar.

- Amo Miliardo – se apareció frente a ellos un hombre de negro al que no se podía distinguir – encontramos un solo rollo – se lo entregó en sus manos – al parecer esos jóvenes encontraron los otros y se los llevaron.

- Muy bien, retírate – lo tomó y este desapareció.

- De seguro ellos no sabían de su existencia – dijo Traize enderezándose para verlo – ¿será útil tener sólo uno?

- Mi querido Traize – le levantó el mentón con una mano para mirarlo a los ojos – cada uno de estos rollos liberará un demonio específico, este en especial liberará a Epión, un demonio muy parecido al más fuerte de los guerreros guardianes del infierno, creo que lo llaman Zero – lo besó en la boca – esto es algo que vamos a celebrar a solas.

- Pero aún estoy algo adolorido – se quejó rodeándole el cuello con los brazos.

- Está bien, por ahora podrás tomar – le ofreció los labios y se colocó de tal manera que fuera el castaño quien lo poseyera.

- No otra vez – se despertó Dúo – ¿por qué tengo que ver también lo que hace ese par? – gruñó.

- ¿Otro sueño de esos? – le dijo Heero adormilado.

- No alcancé a verlos – se ruborizó alegrándose porque la luz estuviera apagada.

- Pero igual te excitó – le dijo Heero y Dúo se dio cuenta que su cuerpo, al estar pegado al de su amado, evidenciaba las implicancias de su sueño – duérmete, apenas son las cinco de la mañana.

- Heero, si yo quisiera... – se cortó avergonzado.

- Si tú quisieras ¿qué?

- Si yo te pidiera que me hicieras el amor – dijo aún más avergonzado – ¿me tomarías?

- Dúo, creo que esos sueños eróticos te han subido la libido, trata de apartarlos de tu mente y descansa – lo besó en la frente.

- Entonces, es verdad que no me quieres como yo a ti – murmuró – aquella voz en mis sueños tenía razón.

- No digas tonterías – lo regañó – es sólo que ambos estamos cansados y no estoy seguro que realmente quieras hacerlo, puede que sea que aquellos sueños te han puesto así y después te arrepientas, y eso es algo que me dolería mucho ¿sabes? Cuándo todo este lío termine, lo haremos ¿te parece?

Quatre fue el primero en levantarse, una fuerte opresión en el pecho lo molestaba, pero no podía definir el motivo, así que encendió la televisión en la sala de descanso y lo que vio lo dejó abismado ¡cinco monasterios al sur de Egipto habían sido reducidos a cenizas por desconocidos! Subió el volumen y prestó mayor atención a la noticia, al parecer todos habían sido atacados de la misma manera, no había quedado piedra sobre piedra y todos los monjes habían muerto calcinados, no había testigos y mucho menos pruebas que señalaran a los culpables de semejante masacre.

- ¡Dios mío! – gimió y corrió a despertar a Trowa – Trowa – lo remeció y este, al verlo a su lado lo atrajo contra su pecho y lo besó en la boca – no, no vine para eso – se apartó un tanto molesto – es que varios monasterios han sido atacados, entre ellos el de San Alejandro, y reducidos a cenizas por desconocidos ¡han masacrado a los monjes! – se puso a llorar – es nuestra culpa.

- Claro que no, Quatre – lo abrazó sentándolo en su regazo para consolarlo – nosotros no sabíamos que ellos tenían el libro de los muertos, era de esperar que en algún momento esos malvados lo descubrieran y se lo llevaran.

- Pero si nosotros nos hubiéramos ido, nunca lo habrían encontrado.

- Eso no podemos saberlo, además, tampoco nosotros habríamos encontrado a los guardianes del infierno y el mundo estaría más desprotegido.

- Si, pero... – un golpe en la puerta los interrumpió.

- ¿Sí?

- Trowa, Quatre, Dúo tiene algo que decirnos, es sobre el monasterio.

- Está bien, ya vamos – Trowa soltó a Quatre y comenzó a vestirse – Quatre, debes tranquilizarte, en este estado no eres de mucha utilidad.

- Lo siento, es que algo me oprime el pecho, siento que me ahogo.

- Ven, veamos que nos dice Dúo – le tendió la mano al terminar de vestirse y salieron juntos de su habitación.

Los cinco se reunieron en la sala en donde pasaban por televisión la tragedia que había pasado en los monasterios, el gobierno y los especialistas internacionales culpaban a los ultra nacionalistas y fundamentalistas islámicos de aquella catástrofe, pero no había señales de un atentado, ni señales de cómo habían causado tanto daño en tan sólo una noche, todo era demasiado extraño.

- Están equivocados – dijo Dúo sentándose junto a Heero – fueron los demonios de Zech los que hicieron eso.

- ¿Quién es ese?

- Un demonio mayor, el mismo que dictó el libro de los muertos, y que es amante de Traize.

- ¿Qué dices? – dijo Wufei asombrado – ¿Cómo puedes saberlo?

- No entremos en detalles – interrumpió Heero – vamos a lo importante, ellos no tienen los rollos que los monjes nos entregaron, yo los saqué del monasterio y están bien ocultos, sin embargo, había otro rollo, del cual ni ellos no nosotros sabíamos de su existencia y ese sí está en su poder.

- Cada rollo tiene la capacidad de liberar un demonio en particular – explicó Dúo – y con todos juntos pueden liberar al gran jefe del mal. Nosotros tenemos algunos y mientras permanezcan ocultos tenemos una ventaja sobre ellos, pero hay un problema, el rollo que ellos tienen sirve para liberar a un guerrero que iguala a Zero, así como tampoco sabemos cuantos rollos más andan sueltos por allí ni dónde pueden estar.

- ¿Cómo lo sabes?

- Porque él se lo dijo a Traize, pero para eso tiene que traer al desierto de Sinaí el libro del diablo que tiene la fundación.

- Lo que significa que va a haber una masacre similar a la del monasterio allá en Estados Unidos ¿verdad? – dijo Trowa preocupado – dudo mucho que la fundación entregue así como así aquel libro tan poderoso sin querer conocer el motivo principal ni la fuerza que ese par de locos quiere liberar.

- Es posible que agranden la catástrofe, un demonio debe tener muchos poderes que ellos no se pueden ni imaginar siquiera.

- Es mejor que nosotros vayamos allá – dijo Heero – así podremos intentar saber algo más sobre el libro de los muertos y si andan otros rollos sueltos por allí, o si la fundación tiene alguna pista que nos pueda ser de utilidad

- ¿Y que vamos a hacer con eso? – dijo Quatre señalando la televisión – van a causar una catástrofe de proporciones, una guerra santa prácticamente sin que los islámicos tengan culpa de nada.

- Mientras no logren probar nada, no debemos preocuparnos por eso – dijo Heero – en especial porque pronto vamos a tener otro tipo de problemas.

- Antes de irnos, debemos preguntarle al general de las fuerzas celestiales cuantos rollos son y si ellos nos pueden dar mayor información acerca de dónde encontrarlos antes que el enemigo.

- ¿El General de las fuerzas celestiales? – repitió Wufei – Te refieres al arcángel San Miguel ¿verdad?

- Creo que es buena idea – dijo Trowa mirando a Heero – no podemos andar a tontas y a locas persiguiendo los rollos cuando puede que ya los tengamos casi todos.

- Una cosa, Dúo ¿de qué manera lo vas a hacer? Para llegar al otro mundo hay que morir.

- Lo sé, pero debo hacerlo.

- ¿ESTÁS LOCO? – gritó Heero – NO TE LO VOY A PERMITIR.

- Lo siento, Heero, pero no necesito tu permiso – se plantó ante él con firmeza – es algo que debo hacer para el bien de la humanidad, soy el único capaz de lograrlo.

- No.

Mientras, en la televisión transmitían otra terrible noticia a la cual ninguno de ellos prestó mayor atención.

VIOLENTO ATAQUE A MUSEO

Nueva York (CBS). El Museo de historia de la Fundación Romefeler fue atacado apenas hace unas horas por desconocidos y muchos de sus tesoros han sido robados, pero lo que más preocupa a la fundación es la desaparición de la bóveda de un libro que dice ser del Diablo cuyos poderes malignos y conjuros serían capaces de hundir al mundo en una terrible Oscuridad.

Personas allegadas al consejo general de la fundación dicen que este no fue un simple robo de reliquias históricas, sino que es de alguien que sabe y que conoce el poder que el famoso libro tiene, sin embargo, la misma fundación desmiente todo aquello y dice que todos sus investigadores son leales a ellos.

¿Será verdad que aquel libro puede abrir las puertas del infierno? Por el momento, nada se sabe...

El General de las Fuerzas Celestiales

Heero se cruzó de brazos molesto dispuesto a lanzarle una amenaza a Dúo si no recapacitaba, no estaba dispuesto a dejar que regresara al reino de los muertos sólo para saber algo que él podía averiguar de otra manera.

- Dime algo Dúo – dijo fríamente – ¿no puedes saber cuantos rollos sólo tocando los otros rollos?

- ¿Qué quieres hacer? – preguntó Trowa preocupado.

- Sabe grandes cosas por medio de sus poderes síquicos, no sería de extrañar que si los usara para averiguar semejante cosa sobre los que tenemos...

- No creo que sea buena idea – le respondió Quatre mirando la cara de pánico que había puesto Dúo a la sola mención de entrar en contacto con ellos – Dúo vio cosas horribles en aquella ocasión y se abrió el camino hacia a los guardianes ¿no habrá la posibilidad que ellos encuentren los rollos que tenemos si usa su poder?

- ¿Dúo?

- Me da pánico pensar siquiera tocarlos – dijo el trenzado – y creo que Quatre tiene razón, si los usamos, ellos sabrán dónde están ocultos dado a que estos se buscan entre sí para tratar de volver a formar un solo libro.

- Pero con uno solo podríamos encontrar los que faltan – dijo Wufei.

- Pero esto les diría dónde están los otros.

- Pero ellos pueden usar el que tienen en su poder para encontrarlos – insistió el chino preocupado – da lo mismo ¿no?

- Haremos la consulta pertinente – sentenció Dúo molesto por la poca confianza que le tenían – San Miguel nos dirá todo.

- Muy bien, hazlo – dijo Heero molesto también apagando el televisor.

Dúo se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, cerró los ojos y comenzó a respirar lenta y profundamente intentando relajarse al máximo concentrándose en el silencio de su interior, escuchando sólo los latidos de su corazón que cada vez se hacían más calmados, más distantes, casi no respiraba, la temperatura de su cuerpo era cada vez más baja hasta que sintió como su alma se despegaba de su cuerpo y comenzaba a flotar sobre su cabeza y la de sus amigos, por primera vez se vio como los demás y casi de inmediato escuchó una voz que lo llamaba:

- ¡Faraón! – y un ser de hermosas y esponjosas alas lo tomaba de la mano y lo llevaba delante de un hombre de largos cabellos rubios que brillaban como un rayo del sol y de grande y fornido cuerpo que lo miraba en silencio – aquí está, mi general – se cuadró el joven ángel antes de retirarse.

- Así que viniste pese a las protestas de tu novio ¿eh? – movió la cabeza – debes saber que no necesitas hacer esto, debiste usar tus poderes síquicos para llamarme, es más fácil.

- No sé como hacerlo.

- Habrá que enseñarte – puso su mano sobre su hombro – estás helado, debemos ir de regreso con tu cuerpo o morirás.

- ¿Puedo preguntarle algo antes?

- Pregunta.

- ¿De quién es la voz que escucho en mis sueños?

- Es de Fridaes, el ángel de la muerte, no te preocupes tanto por él, está molesto porque te vio rondar por tanto tiempo alrededor del reino sin poder echarte el guante que no soporta verte vivo.

- Pero en algún momento lo logrará ¿no?

- Supongo que sí, pero aquello deberás preguntárselo a San Pedro – se sonrió – ahora vamos, tu cuerpo se enfría demasiado y el guerrero de hielo se comienza a desesperar por ti – casi de golpe ambos estaban en la sala y Dúo se dio cuanta que estaba apoyado en el regazo de Heero.

- Mi loco ¿quieres pertenecer a la tierra de los muertos? – le dijo Heero molesto soltándolo al ver que abría los ojos – el estado alfa es peligroso si no eres capaz de controlar la temperatura de tu cuerpo.

- Ejem – dijo San Miguel a ver que no le prestaban ninguna atención.

- Es cierto – dijo Dúo poniéndose de pie – les presento al general de la fuerzas Celestiales, el Arcángel San Miguel. Ellos son mis amigos, Quatre, Trowa, Wufei y Heero.

- ¿Por qué tu novio al último?

- Yo no soy su novio – respondió Heero molesto cruzándose de brazos.

- ¡Heero! – dijo Dúo angustiado casi llorando – eres muy cruel.

- Bueno, no es lo que interesa – intervino Trowa – lo que lo hizo venir es para hacerle algunas consultas muy importantes.

- Pregunten, les responderé si me es posible.

- ¿Cuántos rollos son?

- Para desgracia nuestra y de la humanidad, son trece en total, ocho de ellos liberaran todo el poder de Epión, pero uno de esos ocho lo sacará del infierno. Los otros cinco librarán cada uno por separado a un demonio en particular como ya sabrán.

- Así que podemos vencer a Epión si lo liberan.

- ¿Cuáles son los rollos que tenemos?

- Tienen cinco rollos, dos de los cuales son peligrosos ya que liberarían a la bestia de siete cabezas y a la bestia guardiana de Babilonia, los otros tres son llaves de poder para Epión.

- ¿Cuál es el poder de ese demonio?

- Epión es gemelo de Zero, por lo tanto su poder es similar, pero este puede ser aumentado con cada sello roto, pero junto con él se liberarán los jinetes del Apocalipsis.

- Si yo controlo a Zero ¿Quién controlará a Epión?

- Mmm, supongo que alguien que sea igual a ti, pero en este mundo no existe nadie como tú, creo que sólo podría ser un semi demonio.

- ¿Miliardo Piscraft?

- Si, ese demonio puede hacerlo, claro que es un riesgo que él haga semejante cosa, al menos para nosotros.

- ¿Por qué? – preguntó Quatre.

- Muy simple, Epión, tal como Zero, necesita un corazón humano y enamorado para liberar su máximo poder sin romper los sellos, y si este corazón que trata de controlar su poder no lo está, lo controlará él con facilidad.

- ¿Cómo trató de hacer Zero con Heero?

- Heero, al amar a Dúo no perdió su alma, pero la diferencia entre ese joven y él es mucha, aquel es ambicioso y si tiene que destruir a alguien no trepidará en hacerlo, aunque sea su amante.

- ¿Dónde podemos encontrar los otros rollos?

- Ya han aparecido seis, así que deben encontrar otros nueve – se quedó pensativo – hay dos ocultos en Arizona, dos en el desierto de Mohabi, dos en el Himalaya, uno en Hiroshima y los otros en Australia, aunque no sabemos exactamente dónde.

- Entonces, debemos empezar por los que están más cerca... – empezó Quatre.

- Esperen un momento, ya vuelvo – y desapareció.

Dúo se acercó a Heero y puso su mano sobre la de él, no quería creer que fuera verdad lo que había dicho el japonés. Heero volteó su mirada hacia el rostro del trenzado y vio sus hermosos ojos llenos de lágrimas y se sintió mal, no había querido herirlo, tan sólo vengarse por haberlo preocupado. Lo abrazó contra su pecho y lo dejó llorar.

- Perdóname, Dúo, solo estaba enojado contigo, yo te quiero mucho – le susurró al oído – no llores así – le acarició la nuca.

- Muchachos, deben ir al desierto de Sinaí – dijo otro ángel apareciendo – uno de los rollos del libro de los muertos se ha reunido con el libro del diablo y están a punto de liberar a Epión.

- ¿Y el general? – dijo Wufei.

- Junto con la apertura del infierno ha sonado la primera trompeta del fin del mundo, ello significa que tienen sólo 48 horas para enviarlo de vuelta o se derramará uno de los tazones del cielo liberando una de las siete plagas y se rompa uno de los siete sellos, es necesario que recuerden que cada sello roto traerá a este mundo una desgracia peor que la anterior, tal como lo señala el libro del Apocalipsis o revelaciones - les dijo y se marchó.

- No entiendo nada – dijo Dúo mirando a Heero.

- ¿Qué es lo que no entiendes? – replicó este sintiendo como una gota le corría.

- Eso del Apocalipsis.

- Bueno, es el libro que termina la Biblia, creo que Quatre te dijo que el génesis es el libro que la comienza y explica el inicio de los tiempos y la creación de la humanidad, por lo tanto este explica todo lo contrario.

- ¿La humanidad será destruida? – lo miró asombrado.

- No, tonto – le dijo Wufei – es el fin de los tiempos, no de la humanidad, será como regresar al paraíso.

- Entonces ¿para qué luchar? – los miró a todos se fueron de espaldas.

- Porque la humanidad no debe apresurar el fin de los tiempos si no es algo que Dios no quiera, menos que se libere el mal o que el hombre reniegue de Él.

- Sigo sin entender.

- El diablo es un ángel que fue expulsado del Paraíso por su soberbia, era uno de los favoritos puesto que era el más hermoso que había, pero sintió envidia de aquellas criaturas que Dios puso en el jardín del Paraíso, eran criaturas frágiles, no tenían ningún poder fantástico como los tenía él, pero eran sus favoritas, eran, después de todo, como sus hijos y los amaba, eso era una afrenta para Luzbel ¿cómo podía querer a aquellos seres tan imperfectos? Él haría criaturas mejores y lo amaría, jugo a ser Dios e hizo expulsar al hombre del Paraíso por medio de una serpiente ponzoñosa que los llevó a pecar ya que Dios los había creado con libre albedrío. Ya en la Tierra, usó sus poderes ya que fue el hombre quien perdió al salir del Jardín del Paraíso, él no. Siempre procura el mal de la humanidad, quiere venganza y es contra eso que tenemos que luchar – le explicó Trowa.

- Comprendo – miró a Heero – entonces, debemos partir de inmediato.

Salieron hacia el patio en donde descansaban sus guerreros de metal y los descubrieron, pero había algo que habían olvidado, ninguno de ellos conocía por completo el poder de ellos, ni cómo manejarlos.

- Diantre, los rollos – Dúo se devolvió al salón principal y se encontró con Rasid que se los entregó.

- ¿No van a desayunar, joven Dúo?

- Tenemos cosas que hacer – le dijo – pero ¿no nos podrían dar algo para que comamos durante el vuelo?

- Claro que sí, joven – salió y al poco rato regresó con varias viandas – espero que sea suficiente para los cinco.

- Gracias, Rasid – sonrió en agradecimiento y salió rumbo al patio en donde lo esperaban. Cerró los ojos revisando los rollos y le entregó uno a cada uno con una vianda – pongan el rollo en el tubo a la derecha del tablero antes de tomar control del guerrero – les advirtió y se subió al suyo.

- Oye, Yuy – le dijo Wufei poniendo su rollo en su lugar – debemos fijar las coordenadas del lugar para llegar allí.

- Y un plan de batalla – agregó Quatre.

- Mientras volamos veremos eso – respondió Heero abriendo su vianda, tenía hambre – las coordenadas son... – miró la pantalla frente a él mientras hablaba y vio que Zero le mostraba algo extraño – debemos salir de aquí, pondremos en peligro a todo el mundo, Epión ya fue liberado y viene por los rollos que yo tengo – dijo y despegó sin esperar a los demás.

- Este guerrero de hielo – gruñó Dúo – espera, Heero, no puedes luchar con el estómago vacío – despegó persiguiéndolo mientras Deathscythe le mostraba sus armas y la manera en que podía sacar todo su poder.

- Esos dos – dijo Trowa despegando tras ellos – debemos darles alcance – les dijo a los demás.

- Ese... par... esta... loco – dijo Wufei mientras comía despegando mientras transformaba su guerrero en avión – yo no... voy a... pelear... con... el estómago... vacío.

- Vamos, Sandrock – dijo Quatre transformando también su guerrero – sigue a Zero – le ordenó y vio como se ponía en piloto automático – Wufei, ordénale a tu guerrero que siga a Zero y podrás comer con calma, igual tú, Trowa.

Zero le mostraba imágenes del guerrero llamado Epión y Heero pensó que el suyo estaba más bien loco, o tal vez por el hecho de ser gemelos estaban tan unidos y actuaban igual. Se detuvo en el desierto y espero que Dúo lo alcanzara transformado de nuevo en robot. Siguió mirando las imágenes y los datos que le daba sobre cómo sacar y potenciar todo el poder que tenía cundo vio ante él la imagen del General Celestial.

- Ten cuidado, guerrero de hielo, debes evitar que Epión encuentre los rollos que tienes, recuerda que tres de ellos le darán poder – le dijo – además, te dejo la espada de luz y el cañón de destrucción, ten mucho cuidado hacia adonde disparas con él, no querrás dejar un agujero del porte de la cuidad de Tokio ¿verdad?

- Lo tendré en cuenta.

- Otra cosa, Heero, Epión y Zero eran amantes, así que no lo escuches cuando estés peleando o te volverá loco, si lo hace con Zech o Miliardo, en cualquiera de sus personalidades, eso no nos incumbe, pero si lo hace contigo, sería terrible.

- Entiendo.

- Bien, y cuidate de los golpes, ustedes ya saben que estando dentro del guerrero son uno solo con él y cualquier daño que este sufra en su cuerpo lo sufrirán ustedes.

- Perdone, general – lo interrumpió Dúo por el otro canal – Dice que Zero le mostrará imágenes a Heero para tratar de influir en él para que no dañe a Epión porque fue su amante antes que lo echaran del Paraíso y lo dejaran sin alma ¿No ocurrirá lo mismo a la inversa?

- No puedo saberlo, Epión es ahora un demonio y dudo que aún guarde bellos sentimientos hacia aquel que fue su pareja.

- Pero ¿no sería bueno que volviera loco a su guerrero mortal?

- Lo veo algo difícil, Dúo.

- Pero no imposible ¿verdad, Heero?

- Hn – respondió éste con la boca llena sin prestarle mayor atención y San Miguel sintió que le caía una gota por el costado.

- Que niños estos ¿Cómo fue que ustedes resultaron los elegidos para detener la fuga de los demonios mayores del infierno? – renegó – sólo Dios lo sabe – y cortó la comunicación.

- ¿Heero?

- ¿Qué?

- ¿Qué imágenes te muestra Zero?

- Deben andar por allí con tus sueños de anoche – dijo ruborizado dejando de mirar aquella pantalla – pero creo que me será útil su conocimiento del otro guerrero.

- Quizás Epión aún tenga algo de ángel y recuerde a su novio tal como lo hace Zero – dijo viendo que se acercaban los demás – aunque supongo que querrán luchar uno a uno.

- A mí me gustaría hacerlo contigo – murmuró en voz baja.

- ¡Heero! – lo regañó ruborizado con lo que el japonés entendió que si bien no lo había escuchado por medio de los oídos, había comprendido sus palabras al leerle los labios – ya me las pagarás.

- Deia – le lanzó un beso.

- No me llames así, Heero – se puso más rojo aún – allí llegó Epión.

Trowa, Quatre y Wufei aterrizaron justo unos segundos antes que el guerrero maligno y se pusieron junto a Heero y a Dúo que los esperaban. Epión dio una señal de reconocimiento sobre los guerreros y levantó una mano.

- Soy Zech, piloto de Epión – dijo el rubio apareciendo en sus señales – quiero una lucha uno a uno.

- Acepto – dijo Heero separándose de sus compañeros.

Pero Zero seguía dando señales de no querer luchar contra su antiguo amor, pero Heero era quien mandaba y lucharían a muerte, si vencía mataría dos pájaros de un tiro, ambos demonios irían derechito de regreso al infierno.

- ¿Sabías que Zero y Epión fueron pareja? – se burló Zech sacando su espada – Epión me lo dijo, aún le gusta y lo quiere a su lado.

- Zero no me manda – respondió Heero – ¿lo hace Epión contigo? – dijo sacando la suya y lanzándose al ataque.

- Espero que tus amigos se mantengan alejados o me veré obligado a usar a mis subordinados contra ellos.

- No creo que tengan problemas con ellos.

- Ya lo veremos.

Zech se lanzó con la espada al frente, pero Heero levantó su escudo y le plantó un golpe con la empuñadura de la suya en el costado de la cabeza.

- ¡Ahg! – se quejó – ¿Qué fue eso? – le reclamó a Epión.

- Tal como yo lo sospechaba – dijo Heero – le pasa como a nosotros.

- Maldito, sabes cosas que yo aún no.

- Si no puedes controlarlo, es mejor que no busques batalla contra nosotros – le replicó Heero levantando su espada, pero Zech alcanzó a reaccionar levantando su propia espada.

Dúo vigilaba constantemente su radar, algo le decía que había trampa en esa batalla, que Zech fingía no controlar a Epión para confundir a Heero, estaba tratando de averiguar dónde estaban los rollos que le hacían falta para liberar los poderes de ese guerrero y de seguro sabía que estaban ocultos dentro del mecanismo de Zero.

Una señal de Zero alertó a Heero y retrocedió evitando que Zech lo hiriera en el hombro derecho. Amplió el radar y se fijó que una gran cantidad de guerreros venían hacia ellos por la retaguardia.

- Sabía que esta no sería una batalla justa – le dijo a Dúo sin que un sonido saliera de sus labios – atacarán por la retaguardia.

- Bien – cerró los ojos y les dijo a los demás telepáticamente que se acercaban enemigos por la retaguardia – Heero, en uno de esos guerreros viene Traize, me encargaré de ver si Zech siente algo hacia él o si Epión le robó su alma.

- Bien, deshazte de ellos – asintió y cortó la comunicación – Vamos, Zero, muéstrame la manera en que puedo vencer a Zech.

- No, tendrías que destruir a Epión...

- Zero, ¿Recuerdas por qué perdiste tu corazón?

- Un trozo de metal como ese jamás podría vencerme – se burló Zech – debería saber que Epión sólo lo utilizó para encontrar las siete llaves de su poder.

- Zero ¿recuerdas por qué?

- Amar a Epión – contestó – yo era custodio del poder infinito y por él traicioné a San Miguel y le entregué las llaves, fui castigado pero no fui desterrado porque oculté las llaves entre los conjuros del libro de los muertos y él no podía tocarlas sin que un humano, a los que tanto odiaba, se las descifrara. Yo fui autorizado a ser custodio del infierno, pero, para que no volviera a engañarme y lo libertara, mi corazón fue apartado de mí y por muchos años sólo he sido un guerrero de metal que esperaba que el corazón del faraón despertara y me trajera a su amado.

- A quien debes amar es a DeathScythe – le dijo – no dejes que Epión te vuelva a engañar, sigue siendo un demonio, como es un demonio quien lo controla ahora – le mostró a Zech.

- Utilizaré las llaves en mi favor, porque es un humano mi corazón y a un humano a quien amo – unas enormes alas blancas salieron de su espalda y la espada brilló con mayor fuerza en su mano – Fuimos creados para el bien, para proteger a las frágiles criaturas que Dios puso en el paraíso, estábamos destinados a amarlos y tal vez llegar a ser parte de ellos y ellos parte de nosotros, pero el ángel malvado tuvo que destruirlo todo con su envidia corrompiendo no sólo a aquellos hermosos y delicados seres, sino que también a muchos otros ángeles.

- Lucharemos, entonces.

Heero y Zech cruzaron sus espadas una vez más, se notaba que el rubio estaba furioso, Zero había destruido dos de los rollos del libro de los muertos y transformado en aquellas enormes alas blancas, lo que significaba que la liberación de su querido amo sería casi imposible, primero debería destruir a Zero y si conseguía alguna otra llave, como la que potenciaba el cañón que hacía las veces de escudo, sería su fin. Furioso, lanzó un ataque a mansalva por la espalda de Heero, pero él recibió la envestida de la espada de Zero y fue herido de gravedad, por lo que Traize se lanzó con violencia a la espalda del guerrero guardián.

- ¡NO! – gritó Dúo levantando las manos haciendo uso de sus poderes síquicos para protegerlo deteniendo a Traize – ¡NO TOCARÁS A HEERO!

Zech se levantó y desató una terrible tormenta de arena, no se veía nada a su alrededor, los radares especiales de los guerreros fueron bloqueados, no había ningún tipo de comunicación entre ellos.

- Tu alma aún me pertenece, Deia Mon.

- ¡No es cierto, Heero me ama!

- Te queda menos tiempo cada día para romper la maldición – le dijo burlón y la tormenta desapareció junto con los guerreros de Zech.

- ¿Están todos bien? – preguntó Quatre.

- Creo que yo sí – le dijo Trowa.

- Yo igual – dijo Wufei.

- Y yo – dijo Dúo mirando a Heero con su guerrero alado ¿Qué le había querido decir ese ángel alocado?

- Maldito Zech, se escapó – gruñó Heero – yo estoy bien, regresemos a la base.

- ¿Y esas alas? – dijo Wufei despegando detrás de él.

- Buen trabajo, Heero – le dijo San Miguel apareciendo en la pantalla – fue una buena idea destruir esos rollos, así evitas que los use Epión y fortaleces a los guerreros de paso.

- ¿Será una buena solución destruirlos? – le preguntó Dúo – así no podrían liberar el mal del infierno ¿verdad?

- En el caso de los rollos que detienen las llaves del poder, sí, pero si rompes un rollo que aprisiona un demonio, lo estarías liberando.

- ¿Y cómo sabremos cuáles destruir y cuáles no? – dijo Trowa preocupado – no es fácil distinguir uno de otro sin leer sus palabras antes.

- No es necesario que leas todo el escrito, hay una clara señal de cuál contiene el poder de un demonio y cual una de las llaves. Además, sólo el conjuro junto con el otro libro lo van a liberar ¿recuerdan?

- A Heero le queda un rollo de las llaves ¿verdad?

- Es para Sandrock – le dijo éste – Zero me señala que hará aparecer sus armas y potenciará el poder de Quatre.

- ¿Cómo?

- ¿Qué voy a saber yo?

- Calma, Muchachos – les dijo el general – ahora deben ir al desierto de Arizona, allí hay dos rollos más que posiblemente sean de llaves – le cortó.

- Entonces, después de comer viajaremos a América – dijo Wufei aterrizando en el patio del cashba de los Winner sin fijarse que las hermanas de Quatre los esperaban.

- Oh, oh – dijo el rubio al bajar de su guerrero y ver como sus amigos eran asaltados prácticamente por sus hermanas.

El Coqueto Dúo

Las hermanas de Quatre habían rodeado a los amigos de su pequeño hermano y les sonreían invitándolos a comer con ellas, Wufei, ni lento ni perezoso, aceptó de inmediato, le encantaba toda esa atención femenina, igual Dúo, pero tanto Trowa como Heero mantuvieron la máscara fría en sus rostros, aunque Quatre podía sentir que el japonés bullía con rabia por dentro pese a que en su cara no se veía nada ¿cómo lo sabía? Ese era, tal vez, su don del corazón, saber que pasaba en los corazones de los demás.

- ¿Qué dicen ustedes? – dijo la hermana mayor de todas a Heero que se mantenía serio y frío – no nos los vamos a comer.

- Hn – contestó éste molesto pero sin darlo a entender.

- Vamos, Heero, estas hermosas chicas nos están ofreciendo de comer ¿por qué no aceptar su dulce y delicada compañía? – les sonrió y no vio la mirada asesina que el japonés le lanzó – Vamos.

- Bien – aceptó de mala gana y Trowa lo imitó.

Fueron derivados al salón principal en donde el padre de Quatre los miró preocupado al verlos acosados, en realidad se había esperado aquello porque ellas veían muy pocas caras nuevas por esos lados, pero esperaba una distinta reacción por parte de sus amigos, al menos dos de ellos coqueteaban descaradamente con ellas, pero los otros se mantenían serios y apenas respondían con monosílabos a sus interrogantes. Era claro que el joven trenzado se divertía hablando, a diferencia de su amigo japonés y el italiano que no veían nada de contentos.

- Sería bueno ponerle un tapón en la boca a ese Dúo – gruñó Heero fastidiado sentándose en un cojín.

- Vamos, Heero, no seas tan serio – le sonrió una de las hermanas de Quatre divertida – lo único que sé es que eres japonés y que eres arqueólogo y que por eso conoces a mi hermanito.

- Sí.

- ¿Tienes novia?

- No.

- ¿Hermanos?

- No, soy huérfano.

- ¿Te gustan los chicos o las chicas?

- Ninguno – mintió al ver que Dúo le prestaba más atención.

- ¿Ni siquiera mi hermano?

- Es mi amigo, como los demás.

- Es una lástima – dijo en voz baja – nosotras sabemos que a él le gustan los chicos y siempre lo hemos apoyado, no es su culpa ser así, y me pareciste una buena opción para él.

- A él le gusta alguien ya.

- ¿Crees que Trowa esté dispuesto a arriesgarse?

- Pregúntale a él – replicó y se dedicó a comer.

Dúo se sintió decepcionado, había contado con que una de las hermanas de Quatre le sacara alguna información que no supiera, pero Heero era tan cerrado, era más difícil sacarle un secreto que a una piedra. Además, estaba dolido ¿cómo se le ocurría decir que no le gustaba? Sabía de sobra que sí, se lo había dicho, pero ahora lo escondía ¿para qué si las hermanas de Quatre aceptaban este tipo de cosas?

- Creo que deberíamos repartirnos el trabajo – dijo Wufei sentándose frente a Heero – así sería más rápido ¿no crees, Yuy?

- Tal vez.

- Yo iré al Tibet a investigar con Nataku – ofreció.

- Yo iré al desierto de Mohabe – dijo Trowa.

- Yo voy contigo – dijo Quatre saltando casi sobre la oportunidad de estar a solas con él y Trowa le sonrió aceptando su compañía.

- Yo iré a Arizona, como nos dijo el general – dijo Heero.

- Yo voy contigo – dijo de inmediato Dúo – no puedo ir a ningún lado solo, me metería en problemas ya que no conozco el mundo y no sabría a dónde ir.

- Bien, trabajaremos a tres frentes – aceptó y miró a Wufei – son cinco puntos, así que haremos lo siguiente: Trowa y Quatre buscarán los rollos en el desierto árabe y se irán a Australia a buscar los otros tan pronto terminen; Wufei, tu dices que irás al Tibet, así que irás a Hiroshima luego a buscar el siguiente, Dúo y yo buscaremos en Arizona.

- ¿Por qué ustedes buscarán en un solo lugar?

- Porque a nosotros nos perseguirá Epión. – dijo Heero – yo aún tengo un rollo sin usar, que le daré a Quatre, y dos con demonios, lo más lógico es que me sigan a mí y que nos ocasionen más problemas que a ustedes.

- ¿Y que hacemos luego de encontrarlos? En el caso que esos malvados no lo hagan primero.

- Nos reuniremos en mi casa, en la isla Yuy, allí nada nos molestará y podremos aprender a usar a los guerreros y las llaves que liberemos.

Trowa y Quatre habían partido luego de comer y habían sido despedidos por las hermanas del segundo que se veían felices que éste tuviera novio. Wufei casi se había atragantado ante las palabras de las chicas, pero le pareció fantástico que ellas lo aceptaran tal cual era, pese a que era una cultura muy machista la suya, casi tanto como la de su país.

Dúo y Heero también salieron esa tarde rumbo a Arizona luego que el primero investigara un par de cosas sobre la familia Maxwell, eran ricos hacendados y tenían grandes extensiones de terreno de cultivo y miles de cabezas de ganado, así como varios pozos petroleros, lo que hacía ver lo ricos que eran. Además, había encontrado una nota bastante interesante acerca de la familia, a principios del siglo XX uno de los hermanos del abuelo Maxwell había trabajado en una expedición a Egipto y ayudó al explorador inglés que descubrió la pirámide de Luxor después de la primera gran guerra y se había quedado con una estatuilla de oro y dos rollos de papiro que al parecer mostraban el ritual de la muerte y el juicio del alma en el otro mundo.

Wufei fue el último en marcharse, estaba renuente a ir al Tibet, pese a que quedaba bastante lejos de su casa. En realidad, siempre sintió algo de culpa al dejar a su abuelo a cargo del clan siendo que este ya era bastante anciano, sin embargo, no había regresado porque sospechaba que era lo que le esperaba en casa. Seguía enamorado de Heero, no podía negarlo, pero comprendía bien que era el resucitado faraón quien era dueño de su corazón y prefería quitarse del medio en vez de terminar humillado.

El joven chino aterrizó en una nevada montaña y dejó oculto a su guerrero en una cueva, no quería llamar la atención de los habitantes del poblado cercano, de seguro iban a decir que era el Yeti y tendría problemas con las autoridades no sólo por eso, sino que por el ingreso ilegal a sus fronteras. Se puso el abrigo de piel y dejó a Nataku para bajar al pueblo, debía averiguar si habían pasado cosas extrañas en los últimos días y si por allí no había algún coleccionista de antigüedades, especialmente egipcias. Llegó a una pequeña posada y pidió una habitación por unos días.

- ¿De dónde viene, Señor? – le dijo una chica de largos cabellos negros que ayudaba al recepcionista.

- De Qatar – respondió sin pensar.

- Pues no parece ser árabe – le dijo ella.

- ¿Y quién dijo que lo era? Yo sólo dije que venía de allá.

- Su habitación es la número 7, señor Chang.

- Gracias.

- ¿Chang? – repitió la chica preocupada, pero Wufei no le contestó, estaba cansado, ya mañana comenzaría su búsqueda de información, después de todo, San Miguel les dijo que como ellos habían usado dos de las llaves, era más difícil que los demonios liberaran el mal del infierno, y que esos los haría ganar tiempo.

- Ojalá y ese Zech no me siga a mí y siga a Yuy – se dijo abriendo la puerta de su cuarto – tal como nosotros tenemos información, ellos deben tenerla – se sentó en la cama y se echó hacia atrás – debí haberle pedido a él que me acompañara, pero igual se nos habría pegado ese trenzado ¿por qué se tuvo que aparecer? Lo odio – gruñó cerrando los ojos, casi de inmediato se había dormido.

El viaje por el desierto era cómodo para Quatre, que ya estaba acostumbrado a deslizarse por las candentes arenas, pero Trowa se veía un poco abochornado, se sentía mal y no era precisamente por la compañía, estaba feliz de estar con el rubio árabe, pero aquel malestar lo venía siguiendo desde la pelea que tuvo Zero con Epión, pero no lo entendía.

- ¿Te sientes mal, Trowa? – le preguntó Quatre preocupado deteniendo el camión en que transportaban a los guerreros por el desierto – montemos el campamento aquí ¿Está bien?

- Creo que sí – tan pronto se detuvo Trowa se bajó y despachó todo lo que le bailaba en el estómago – me siento pésimo – le dijo a Quatre cuando éste lo ayudó a tomar asiento en una banquita que sacó del camión.

- Estás amarillo, Trowa – le dio un vaso con un poco de agua – descansa, yo montaré el campamento – lo besó en la mejilla y se dedicó a armar la carpa.

Trowa lo siguió con la mirada, no le gustaba ponerse enfermo, quería ser él quien protegiera a tan frágil criatura, pero no siempre se tiene lo que se desea, se dijo.

Quatre volvió la mirada hacia Trowa y le sonrió dulcemente. Hacia cinco años que se habían conocido en Venecia, la cuidad más romántica de Europa, en un concierto de música clásica, ya no recordaba cual, cuando este acompañaba a su hermana y su cuñado. Se habían chocado en el pasillo y de inmediato una especie de corriente eléctrica pareció sacudirlos. Quatre se había sonrojado como nunca al disculparse, pero Trowa se había mostrado amable con él y sólo le pidió en retribución su nombre y una cita a cenar al otro día, puesto que ese día sería prácticamente imposible librarse de la familia.

Trowa le sonrió al joven árabe, la primera cita la recordaba con alegría, la había preparado con gran esmero, no tenía mucho con que impresionar a un chico tan rico como él, pero daba su mejor esfuerzo. Las flores sobre la mesa, el mejor vino de las viñas de su cuñado, las más delicadas copas y la más fina porcelana acompañarían la más deliciosa de las cenas, claro que él ni se acordaba que era lo que había servido, sólo recordaba su bella sonrisa y el dulce sonrojo de sus mejillas. Recordaba que habían brindado por su amistad, se habían tomado de las manos y el primer beso, lástima que no pudiera llegar a más, llamaron a Quatre a su celular y se tuvo que ir.

- ¿En qué piensas, Trowa?

- En nuestra primera cita – se rió al ver que se ponía rojo y luego se sentaba a su lado – nos hemos visto mucho en todos estos años y jamás hemos vuelto a repetirla.

- Yo también pensaba lo mismo – se acomodó en su hombro – pero ahora estamos solos y nadie podrá interrumpirnos ¿no crees? – lo miró a la cara – perdona – se alejó de él – sigues con cara de enfermo, te prepararé algo y descansarás, ya habrá tiempo de algo más.

- Quatre – le sonrió con ternura – no es necesario.

- Déjate mimar esta noche, por favor – le pidió y encendió la cocinilla poniendo la tetera – al menos que yo pueda ayudarte y cuidarte por una vez ¿sí?

- Como quieras – le sonrió y le tendió la mano para que volviera a sentarse a su lado y acurrucarse en su regazo.

El viaje a Estados Unidos había sido agotador, en especial para Dúo que había usado sus poderes síquicos para evitar que los radares los detectaran aunque Heero le había dicho que tal vez no fuera necesario, pese a que eran de metal, no eran de algún metal conocido por el hombre, eran casi como los ángeles, pero no le hizo caso. Aterrizaron en el desierto y dejaron a sus guerreros ocultos bajo tierra, luego caminaron hacia una carretera cercana y pidieron que los llevaran a la cuidad. Dúo se había dormido sobre el hombro del japonés mientras viajaban en la parte de atrás de una camioneta envueltos en una manta de lana que les había prestado el chofer. Heero miraba las estrellas, también estaba cansado, pero no quería dormirse ¿y si Dúo tenía una de sus famosas pesadillas?

El vehículo se detuvo frente a un motel en el camino y Heero se enderezó para despertar a Dúo que no quería moverse. Ambos se bajaron del auto y le agradecieron al chofer su amabilidad. Heero se echó la mochila al hombro y se dirigió a la recepción con un Dúo más dormido que despierto.

- Sólo nos queda una habitación doble – le dijo la encargada mirando al trenzado recargado contra la pared.

- No importa – dijo Heero – no será la primera vez que tengamos que compartir la habitación – tomó la llave y arrastró al medio dormido Dúo a la habitación.

- Menos mal que vamos a acostarnos cómodos – dijo el trenzado bostezando - ¿aún estamos muy lejos de aquel lugar?

- Un poco – le dijo Heero quitándose la ropa – acuéstate mejor, debemos descansar, recuerda que vas a hacerte pasar por el otro Dúo y necesito que tu percepción esté en optimas condiciones para que averigües todo lo que puedas de él y su familia.

- Sólo necesito de alguien que lo conozca muy bien para saberlo todo.

- Igual debemos descansar, nunca sabemos si ese malvado anda cerca de nosotros – le recordó y se metió bajo la ropa de cama.

Dúo lo miró y por primera vez prefirió dormir en la otra cama. Heero lo miró pero no dijo nada, tal vez lo hacía para no meterlo en problemas o algo parecido.

- Te amo, Heero – le recordó en un susurro antes de dormirse.

- Yo a ti – le respondió en el mismo tono y se durmió también.

Wufei tenía un frío tremendo cuando se despertó, pero se dijo que era lógico teniendo en cuenta a la altura que se encontraba y dormía con las ventanas abiertas, se dijo tratando de consolarse. Fue al baño, se lavó sus partes y volvió a vestirse lo más rápido que pudo, tenía hambre, así que bajó a investigar a que hora se servía el desayuno.

- Buenos días, señor Chang – le dijo la misma chica de la tarde anterior – el desayuno está a punto de servirse, pase al comedor.

- Gracias – fue su escueta respuesta y se sentó en una mesa junto a la ventana por donde se veía la nevada montaña.

- ¡Buenos días, Merian! – le dijo un tipo a la chica y trató de besarla, pero ella lo esquivó – tan esquiva como siempre ¿eh?

"Se llama como mi prometida" se dijo Wufei sorprendido pero de inmediato dejó de prestarle atención al ver que entraba un anciano con largas barbas blancas y se sentaba frente a él "Parece ser más viejo que Matusalén" se sonrió.

- Una cara nueva en este pueblo – le dijo el hombre con la voz cascada por los años – no muchos vienen por estos lados.

- Así parece – dijo el chino al fijarse como lo miraban todos los comensales – no parece gustarles las visitas ¿verdad?

- ¿A qué has venido? – le dijo un joven de más o menos su misma edad agresivamente.

- Sólo ando buscando a un coleccionista de antigüedades que me dijeron vive por estos lados, pero no fueron muy exactos con sus datos – se encogió de hombros.

- ¿Por qué lo buscas?

- Sólo quiero hacerle unas preguntas – replicó sin comprometerse.

- El líder del pueblo colecciona antigüedades, pero no creo que quiera recibirte.

- ¿Por qué no? No deberían ser tan poco hospitalarios con los visitantes, en especial si traen los bolsillos llenos de dinero – le dijo Wufei fastidiado – niña ¿no me dijiste que el desayuno estaba por servirse?

- Claro que sí, señor Chang – le dijo esta dispuesta a tomar la oportunidad de fugarse de aquella mirada negra y aquel ambiente enrarecido que parecía haber empeorado con la sola mención de su nombre.

Wufei decidió desayunar en silencio, ya tenía la información que quería y era preferible evitar los problemas usando la táctica Yuy, ignorando a los posibles rivales, pero ellos parecían dispuestos a armar boche, y aunque no lo quisiera, su temperamento comenzaba a escaparse de control. Terminó de desayunar, pago la cuenta y se puso de pie, pero el mismo tipo que lo había molestado lo siguió mientras salía, la joven trató de detenerlo y fue golpeada por el tipo que parecía estar bebido a tan temprana hora de la mañana, eso fue la gota que colmó el vaso y Wufei se volteó hacia él y le dio un golpe de Kung Fu lanzándolo lejos. De inmediato fue rodeado por un montón de hombres.

- Se las dan de hombres y golpean a una mujer – les señaló a la chica – y más encima se vienen de a varios contra mí ¿Qué, acaso creen que les tengo miedo? – se burló – ande, vengan por mí.

En eso apareció un grupo de hombres que parecían ser los policías del pueblo y los detuvieron. Wufei recuperó su postura tranquila y se inclinó ante todos en una señal burlona antes de retirarse hacia el centro del pueblo a buscar la casa del jefe percatándose que lo seguían.

- ¿Qué diantre quieren conmigo? – dijo fastidiado volviéndose hacia ellos.

- Eres un Chang y ellos no son bienvenidos a este lugar, menos cuando se quieren llevar a nuestra princesa.

- Miren, es cierto que mi apellido es Chang, pero de dónde yo vengo, nos encontrarán por miles – mintió – y yo no tengo nada que ver con su famosa princesa, yo estoy aquí por cuestiones meramente arqueológicas.

- ¿Y que es lo que buscas? – le dijo un hombre moreno mayor a sus espaldas.

- Jefe, este extraño es un...

- Ya lo escuché – lo cortó – acompáñame, en mi casa hablaremos con más calma.

- Gracias – lo siguió y contuvo sus ganas de enseñarles la lengua mientras caminaba entre ellos.

- No vienen muchos visitantes por aquí y estás particularmente agresivos con la noticia que el clan del Dragón va a venir en cualquier momento para que se realice el matrimonio de Merian y Wufei.

- Diablos – dijo mirando a su alrededor ¿lo esperaban de malas pulgas en este lugar? Lo que significaba que aquella chica era su prometida como sospechaba, menos mal que no dio su nombre en la posada, se seguro no habría amanecido en su cama.

- No te preocupes por eso, el pequeño dragón nunca se aparecerá por aquí sin que lo mate yo primero.

- ¿En serio? – sonrió sintiendo como una gota de sudor le corría por la espalda, menos mal que no se parecía a nadie del clan – perdone, ¿Merian no es la chica que trabaja en la posada? – el hombre asintió – es que uno de los tipos que me perseguía la golpeó.

- Ya me dirás cuál fue.

- Pero vamos por lo que vine – le dijo entrando en la casa – yo ando buscando unos determinados papiros egipcios que me dijeron estaban en este pueblo.

- He adquirido varios con el tiempo, pero uno en especial que llamó mi atención.

- ¿Podría verlo?

- Claro – se acercó a la caja fuerte y extrajo varios rollos de papiros y le entregó aquel que decía era especial.

- Yuy se volvería loco con todo esto – murmuró asombrado y se sentó a mirar el famoso papiro – ¿usted sabe que dice?

- No.

- Mi amigo Yuy es arqueólogo e inventó un programa para traducirlo – sacó de su bolsillo una agenda electrónica – veamos sí el diccionario que me dio es tan bueno como me dijo – empezó a comparar los jeroglíficos.

"El mundo de los muertos tiene cinco guerreros guardianes, dos de ellos tienen hermosas alas, uno negro y uno blanco, un guerrero armado hasta los dientes, un guerrero del desierto y un dragón poderoso"

- Vaya.

"El Dragón podrá estirar sus brazos con la llave"

- Es este – dijo el joven chino sonriendo – ¿me lo puedo llevar?

- ¿Por qué quieres ese pergamino? No dice nada importante.

- Tal vez, pero con sus hermanos nos dirá mucho.

- Bien, llévatelo.

Wufei se puso de pie y le tendió la mano agradecido.

- No se preocupe, este papiro lo usaré lo mejor que pueda – el hombre lo acompañó a la salida – me marcharé esta misma tarde, aún debo ir a otro lugar.

- Dime ¿Cuál es tu nombre?

- Lo siento, es mejor que no lo sepa – se alejó corriendo, con eso se marcharía de inmediato y le mostraría a Heero cuan bueno podía ser – Heero – suspiró y entró en su cuarto. Recogió sus cosas y las puso en su bolso. Regresó a la recepción y pagó su cuenta.

- ¡Señor Chang! – lo llamó Merian mientras este se alejaba del pueblo.

- ¿Qué pasa, niña?

- Lamento la manera en que lo trataron, en este pueblo odian a cualquiera que lleve el apellido Chang.

- No importa – sonrió burlón – Wufei Chang jamás volverá por este pueblo – y la vio palidecer – lo que yo quisiera saber es ¿Quién les dijo que me iba a venir a casar? Yo no estoy de acuerdo con la boda.

- ¿Me encuentras fea?

- Estoy enamorado de alguien más.

- Que suerte tiene – dijo ella regresando al pueblo.

- Sí me correspondiera, tendría suerte – dijo al silencio y comenzó a correr hacia donde lo esperaba Nataku – claro que sí, pero nunca fue así.

Quatre se despertó en la mañana apoyado sobre el pecho de Trowa que dormía plácidamente, al parecer el remedio que le dio la noche anterior surtió efecto y el pobre estómago de su amado había dejado de quejarse y éste había podido descansar tranquilo. Se enderezó y salió a preparar el desayuno, de seguro el joven latino tendría mucho apetito cuando despertara, después de todo, había vaciado el estómago de todo lo que tenía y no había podido cenar. Pensativo, empezó a sacar cuentas de lo que éste había comido. Sus hermanas le habían dado mucha comida árabe, tal vez le tenía alergia a los condimentos.

Trowa cambió de posición para abrazar a su pequeño rubio pero no lo encontró a su lado, así que se sentó en el colchón y notó que ya era de día claro. Se desperezó y se levantó de la improvisada cama. Salió de la tienda y vio a su pequeño ángel preparando con tanto esmero el desayuno que no pudo evitar sentir una profunda ternura hacia el árabe. Se acercó a él en silencio y lo abrazó por detrás plantándole un sonoro beso en un costado del cuello.

- ¡Trowa! – le reclamó sonrojado tratando de soltarse – se me van a quemar los huevos – insistió.

- No importa – le dijo mordisqueando su oreja – te desayunaré a ti.

- ¡Yo no estoy dentro del menú! – le reclamó riendo y sintiendo que lo levantaba en el aire – Trowa, por favor.

- Está bien – lo soltó luego de darle un segundo beso un tanto resentido que sus dulces atenciones no fueran bien recibidas.

Quatre sintió el dolor de su amado con mucha claridad en su pecho, así que terminó de cocinar y se fue a sentar en su regazo, no lo había querido lastimar, sólo estaba preocupado por su salud, quería que estuviera contento a su lado.

- Perdóname, Trowa – le rodeó el cuello con los brazos – sólo que yo pensé que tendrías hambre y no ganas de jugar – trató de besarlo en los labios pero éste no se dejó – Trowa – le dijo casi llorando.

- ¡Quatre! – lo besó en la boca con deseo, no soportaba aquello, su frágil ángel dorado no debía sufrir, jamás. Rodeó su cintura con los brazos y lo acercó más a él mientras acariciaba lentamente su torso – perdona, Quatre, no quise hacerte llorar, mi amor.

- ¿Desayunamos entonces?

- ¿Puedo elegir el menú? – le sonrió soltándolo.

- Primero la comida y luego el postre – se sonrojó mientras se ponía de pie.

- Entonces, si estás en el menú – dijo divertido mirando como le servía un rico desayuno a la europea – ¿sabes que? Lo que me hizo mal fue aquel pastelillo que me dio tu hermana ¿cómo se llama?

- ¿Cuál de todas? – se rió y se sentó a su lado – ¿o te refieres al pastelillo?

Trowa se rió también y se dedicó a comer, tenía planes para su Quatre, debían aprovechar el tiempo que tenían a solas, aunque dudaba si estaría bien.

Dúo estaba sentado ante una mesa en aquel enorme comedor sonriéndole coquetamente a una hermosa joven que era la mesera, cosa que a Heero no le hizo ninguna gracia ¿tenía que ser así con cuanta mujer se le ponía al frente? Y no sólo eso, sino que les decía guapas a todas y se olvidaba por completo de él ¿acaso olvidaba que lo amaba? Lo iba a terminar violando para demostrarle quien era su verdadero dueño, estaba harto.

- ¿Qué va a pedir, joven? – le dijo a él la mesera, se notaba que nunca se había topado con una mirada tan gélida como la del japonés pues de estremeció visiblemente.

- Quiero un café con un emparedado de jamón y queso – contestó fastidiado y miró por la ventana. La chica anotó su orden y se retiró.

- ¿Estás enfadado por algo? – le dijo Dúo preocupado.

- No, cómo se te ocurre – le dijo con sarcasmo sin mirarlo.

- Entonces ¿por qué te has puesto así? – le dijo inocentemente.

- Porque pienso que mereces que perfectamente te meta una paliza – replicó – ¿tienes que ser así con cuanta mujer se cruza en tu camino?

- Bueno, ten en cuenta que fui educado para tratar así a las mujeres.

- Eres demasiado coqueto – le dijo – deberías ser un poquito más recatado, al menos por respeto a mí – lo regañó.

- Estás enfadado – aseveró.

- Baka – replicó y no lo miró más.

En eso entraron dos chicas en el café y al verlo de inmediato fueron hacia él y lo abrazaron con fuerza.

- ¡Dúo Maxwell, regresaste a Estados Unidos y no nos avisaste para ir a buscarte al aeropuerto! – lo regañó la mujer más alta besándolo en las dos mejillas.

Heero se quedó viéndolas sintiéndose extraño ¿quiénes eran ellas que lo trataban con tanta familiaridad? Tal vez conocían al verdadero Dúo Maxwell y tenían algún tipo de relación sentimental con alguna de ellas, porque era obvio que entre ellas eran hermanas, el parecido era innegable, pero esos ojos.

- ¡Dúo, eres un malvado! – le dijo la otra chica sin fijarse que éste estaba usando sus poderes síquicos para leerles la mente.

- Ejem – dijo Heero para que soltaran a su trenzado.

- Perdona, Heero Yuy, ellas son mis hermanas Lucrecia Noin y Hilde Schbeiker – las presentó y el japonés comprendió que había pasado, lo habían confundido con el verdadero Dúo.

- ¿No vas a preguntar por la diferencia de apellidos como hacen todos? – dijo Hilde.

- Heero es un chico callado, si tú no se lo dices, no preguntará nada.

- ¿Es el arqueólogo que estaba contigo en Egipto?

- Si – sonrió.

- Ya veo, entonces, lo llevaremos a casa, el abuelo querrá conocerlo y le diremos a papá y a Mamá que regresen de San Francisco para hacer una fiesta para celebrar tu regreso – dijo Hilde sonriendo.

- Este, yo... – empezó Dúo

- A mí no me gustan las fiestas – dijo Heero mirando a la mesera que venía con su pedido – desayunarán con nosotros ¿verdad?

- Claro, tenemos que conocer mejor al novio de nuestro hermano – dijo la chica mayor sentándose a su lado – así que es mejor que empieces a hablar.

Heero sintió como palidecía ante lo directa que era Lucrecia mientras una gota de sudor corría por su espalda ¿Qué habría dicho el verdadero Dúo Maxwell antes de irse y desaparecer en Egipto?

La hacienda de los Maxwell

Heero miraba preocupado a las hermanas de Dúo mientras desayunaban, eran dos típicas chicas americanas y no habían dejado de interrogarlo pese a que no salía de las tres palabras y que no quería decir nada que lo comprometiera, pero el trenzado era demasiado dado a hablar de más y había aceptado ir a la hacienda del abuelo Maxwell sin medir las consecuencias.

- Es extraño que hayas buscado un chico tan callado – dijo Hilde mirando a Heero – son tan distintos como el día de la noche.

- Yo no busqué a Heero, él me encontró a mí – extendió la mano y la puso sobre la del japonés – yo sólo lo tuve que esperar.

- ¿Qué quieres decir?

- Eres un hablador – le dijo Heero mirándolo fijo.

- No te enojes – le sonrió – mejor vamos a casa ¿sí?

- ¿Y tu Porche? – le dijo Hilde al salir del café.

- Lo dejé en el aeropuerto, se me olvidó recogerlo.

- Será porque perdiste todos los documentos en el desierto – dijo Heero. ¿Cómo se iba a acordar de un auto si ni siquiera sabía que el otro Dúo tenía licencia de conducir? Los de la embajada les habían dado el pasaporte y nada más.

- Bueno, el abuelo enviará a alguien a buscarlo más tarde.

- Muy bien, Lu, nos iremos contigo.

- ¿Cuántas veces te he dicho que no me llames así? – lo regañó ella molesta – llámame Noin, sabes que no me gusta el nombre que me dio mi padre.

- ¿Por Lucrecia Borgia? – le dijo Heero.

- Si, mi padre era fanático de las mujeres intrigantes, pero al menos no me puso Salomé o Dalila – admitió.

- A Wufei no le molestaría llamarte por tu apellido – dijo Dúo divertido – ese no llama a nadie por su nombre.

- Tienes muchos amigos nuevos – le dijo Hilde – me parece que en los periódicos dijeron que eran cinco ¿quiénes son los demás?

- Trowa y Quatre – dijo el trenzado – ellos andan en el desierto de Mohabe.

- Me gustaría conocerlos.

- Lo dudo – dijo Heero – Wufei es un experto en hacer llorar a las damas, creo que las odia, Quatre es un poco tímido con las mujeres, supongo que es por culpa de tener 29 hermanas mayores consentidoras y Trowa es un tipo serio y casi tan callado como yo.

- ¿29 hermanas? – repitió Noin – pobre madre.

- Dudo que sean todas de la misma madre – se rió Dúo – guardan un cierto parecido entre ellas, pero no tanto, creo que solo cinco las menores son por completo hermanas de Quatre.

- Y eso que lo único que hiciste ayer fue coquetear con ellas – dijo Heero sentándose junto a Noin adelante obligando al trenzado a sentarse atrás junto a Hilde que los miraba preocupada.

- ¿Todavía estás enojado por eso?

- Si no fuera porque me moriría sin ti, te aseguro que te abandono – le gruñó éste cruzándose de brazos y frunciendo el ceño, no debió decir eso.

- ¡Qué romántico! – dijo Noin sonriendo divertida – pero me temo que va a ser difícil que le vayas a quitar esa mala costumbre que tiene, mamá aún no consigue quitársela a su padre, y eso que llevan más de 20 años de casados.

- ¡Diantre! – dijo molesto – yo no creo ser capaz de soportar tanto.

- Vamos, Heero ¿te imaginas 20 años juntos? – lo abrazó desde atrás – toda una vida a tu lado.

- Pues así como vas, no van a llegar ni a uno – le dijo Hilde.

- ¿Por qué lo dices? – jaló un poco más a Heero.

- Lo estás ahorcando – lo regañó Noin y este lo soltó viendo como el japonés trataba de recobrar el aire. Puso el vehículo en marcha y se alejó de la ciudad planeando una gran fiesta pese a las protestas de Heero, debían presentar al novio de su hermano en grande, esa chica Silvia Noventa iba a pagar por haber desdeñado a su querido hermano.

Hacía demasiado calor para viajar a esa hora y por eso Quatre se había detenido en un oasis y había montado el campamento junto a los árboles para ganar algo de fresca brisa, ya que estaba preocupado por la salud de Trowa, pero al parecer éste ya había superado sus molestias estomacales.

- Podríamos dormir la siesta – le dijo después de comer mientras lo abrazaba contra su costado – me lo debes por dejarme cuidar anoche y esta mañana – le mordió sensualmente la oreja – ¿qué te parece?

- No lo sé, en el oasis nos podría interrumpir cualquiera...

- No seas así – le comenzó a desabotonar la camisa lentamente mientras acariciaba sensualmente el cuello con su lengua – te gustará, sabes que no tenemos muchas oportunidades de estar así a solas y que de ahora en adelante se nos hará más difícil – pasó la mano por su blanco pecho hasta atrapar una tetilla entre sus dedos y comenzar a frotarla.

- Trowa – gimió arqueando su cuerpo bajo las ardientes caricias mientras echaba un brazo hacia atrás para rodearle el cuello mientras se sujetaba del brazo que lo sostenía por la cintura.

- ¿Quieres más, mi ángel? – dijo bajando el brazo que lo sostenía por la cintura hasta que su mano alcanzó la hebilla del cinturón.

- Sí – gimió y Trowa lo levantó en vilo y lo llevó dentro de la tienda.

Quatre sintió que lo colocaba con delicadeza sobre el colchón y sonrió enderezándose para ayudarlo a desvestirlo y desvestirse, siempre le había gustado aquel juego sensual que Trowa le había enseñado muy bien a jugar, a medida que comenzaba a retirarle la camisa su lengua iba pasando por la zona en que la piel quedaba descubierta. Con el pecho de ambos al descubierto, se recostaron de nuevo y comenzaron a prodigarse caricias, Quatre era quien más las recibía, Trowa era adicto a escuchar sus sensuales gemidos pidiendo siempre más, pero a Quatre también le gustaba dar, así que de improviso se volvió colocando al latino debajo suyo y comenzó a acariciar su pecho musculoso, era algo fantástico sentirlo y verlo retorcerse bajo sus manos, en especial oír sus gemidos de placer mientras torturaba con su lengua una de sus erectas tetillas y una de sus manos traviesas bajaba a su entrepierna y se colocaba sobre la clara y abultada evidencia de su deseo.

- ¡Quatre! – gritó y este sonrió, sería la primera vez que él lo dejara desnudo primero. La otra mano también buscó el lugar y desabrochó el marrueco y el cinturón dejando a la vista el bóxer negro de su amado – por favor – le rogó. Quatre sonrió y lo deslizó hasta dejar al libre el sexo excitado. Bajó lentamente con sus labios por el pecho llegando a su meta mientras sus manos comenzaban a bajarle los pantalones lentamente llevando consigo también la ropa interior. Atrapó el miembro entre sus labios luego de pasar suavemente su lengua en toda su extensión.

Trowa se retorcía de placer, era la primera vez que su ángel le hacía algo así, a veces se inhibía demasiado, y si bien se había imaginado montones de veces lo que sería que él le hiciera algo así, la realidad estaba superando con creces su vívida imaginación. Se retorció de nuevo hasta conseguir quedar por completo desnudo y le acarició el cabello al rubio, quien se detuvo para terminar de desvestirse, también quería gozar.

- ¿Te parece un... 69? – dijo ruborizado al máximo.

- Fantástico – le dijo Trowa casi sin respiración viendo como Quatre se colocaba sobre él ofreciéndole su sexo excitado mientras él continuaba con su trabajo allá abajo.

Ambos se dejaron llevar por las sensaciones placenteras hasta acabar en la boca del otro con un grito ahogado. Trowa hizo a Quatre colocarse sobre él para poder besarlo y abrazarlo lentamente, sensualmente, estaba más tranquilo así, Quatre sabía demostrarle muy bien como y cuanto lo amaba.

- Quiero más – le susurró Quatre tomando de nuevo su sexo entre sus ardorosas manos despertándolo de nuevo – dime ¿tu quieres?

- Quatre, sabes que sí – lo besó en la boca y hundió su lengua dentro de ella recorriendo todos sus rincones para ser atrapada luego por la de Quatre que la frotaba con dulzura y luego se adueñaba del beso.

- Te amo – le dijo casi sin aire mientras sus dedos recorrían la cadera de Trowa hasta alcanzar su trasero. Este lo levantó para permitirle mayor acceso a esa zona y Quatre se levantó colocándose entre sus piernas mientras preparaba el camino con sus inexpertos dedos.

- Poséeme, Quatre – le rogó tratando de facilitarle el trabajo – te amo.

Quatre se colocó contra el ano de Trowa, con las piernas de este sobre sus hombros como tantas veces lo había sentido y visto hacer a él y de un envión lo penetró, pero al ver que este cerraba los ojos y unas lágrimas pequeñas escapaban de sus ojos, trató de retirarse de su interior, sabía bien que dolía, pero Trowa no lo dejó rodeando sus caderas con sus piernas, sólo tenía que acostumbrarse a tenerlo dentro, que sus paredes internas soportaran mejor su invasión. Al poco rato se movió y sintió que un mar de sensaciones lo envolvía.

- ¡Quatre!

El árabe comenzó a moverse lentamente entrando y saliendo del agujerito prieto y caliente de su amado, se sentía sumamente apretado, pero era también sumamente placentero, así que tomó el miembro de Trowa y comenzó a frotarlo con la misma intensidad de sus embestidas. Trowa sentía que ya no daba más de placer, le gustaba aquel delicioso vaivén y el fuerte y posesivo frotar de su sexo, y con un fuerte grito se derramó en la mano de su amado y casi al instante sintió que este lo llenaba de su semilla.

- Te amo – le repitió Quatre saliendo de él y recostándose en su pecho sudado y cansado mientras ambos recuperaban lentamente la respiración y el pulso volvía a la normalidad quedándose bien dormidos así, abrazados.

Wufei se detuvo en un monte al sur de Hiroshima, Nataku le había informado que según su radar allí había peligro no sólo de radiación atómica, sino que también de varios demonios y Epión que buscaban los rollos con aquel que lo había liberado. Se movió desesperado, Nataku le señalaba que no se arriesgara, que no sería capaz de vencer a todos aquellos demonios él solo, pero no podía irse tampoco, lo detectarían si se movía, así que se quedó atascado hasta que ellos decidieran irse o encontraran lo que buscaban.

Se sentó con su guerrero dentro de una cueva y se quedó pensando en qué hacer, no podía permitir que se llevaran los rollos, pero tampoco podía saber si eran llaves o demonios, lo mejor sería que fueran lo segundo o ese tal Epión les complicaría la existencia si igualaba su poder al de Zero.

- Heero – suspiró pensativo – que estarás haciendo con ese resbaloso trenzado.

- Wufei – le dijo su guerrero llamándole la atención – ponerse a pensar en él es tiempo perdido. ¿Por qué mejor no investigamos nuestro nuevo poder? Así podremos hacer mejor nuestro trabajo.

- Está bien – rompió el rollo y liberó un nuevo poder, de inmediato vio que los brazos del guerrero podían alcanzar lo que fuera por lejos que estuviera y que aparecía una nueva arma para él – es genial.

- Esperemos que no encuentren más que demonios – dijo Nataku y volvieron a sentarse en silencio a estudiar el antiguo rollo para ver como funcionaría ahora con aquel nuevo poder y que otras cosas más serían capaces de hacer.

Dúo había salido con Heero a montar alrededor de la cerca que dividía la hacienda de los Maxwell de la de los Noventa, el abuelo había insistido en que este llevara a su novio a conocer aquello que algún día compartirían, pero se daba perfecta cuenta que nunca sería así, él no pertenecía a aquel lugar. El japonés habría querido negarse, pero la gran alegría de volver a montar que vio en aquellos hermosos ojos violeta lo hizo desistir de la idea.

- Es divertido, nunca pensé que me pareciera tanto a ese tipo – le dijo echando a galopar a su caballo – y como puedo leer sus recuerdos, es fácil hacerme pasar por él delante de cualquiera.

- Entonces, podrás decirme que pasó antes que se fuera ¿no?

- Bueno, él estaba enamorado de la nieta de los Noventa, creo que se llama Silvia y le propuso matrimonio delante de todos luego de una gran cena en su honor, ella había aceptado antes en secreto pero cuando fueron a hacerlo oficial, se negó en rotundo y se rió de él diciéndole: "¿quién se va a enamorar de un trenzado con apariencia de gay?" Él y su familia terminaron su amistad con los Noventa y él se marchó diciendo que no regresaría hasta encontrar a su media naranja y que ella se arrepentiría de haberlo despreciado delante de todos los amigos y vecinos, que ya se daría cuenta que sí lo podían amar.

- Así que se fue despechado y por eso desapareció. Pero ¿por qué a Egipto?

- Por el mismo motivo que nosotros vinimos aquí, leyó la historia de los papiros que están en la bóveda del abuelo y se fijó en la estatuilla, dijo que allá estaba la persona quién le daría de nuevo alegría a su corazón.

- ¿Le dijiste al abuelo que soy arqueólogo?

- Sí, le dije que quería mostrarte aquello que me llevó contigo y me dijo que era un loco romántico, pero que después que anunciáramos nuestro compromiso podíamos hacerlo.

- ¿Anunciar nuestro compromiso? – repitió asombrado.

- Eso dijo, creo que todos sólo piensan en probarle a los Noventa que tengo un lindo novio y que no soy un ser despreciable como ha andado pregonando la tal Silvia por todos lados.

- Esto es...

- Heero ¿te vas a negar?

- Piénsalo de esta manera, Dúo ¿Y si aparece el verdadero Dúo Maxwell? A él le van a preguntar por mí y ni siquiera me conoce, y dudo que me haya oído nombrar siquiera, se perdió en Egipto meses antes que te encontrara a ti.

- Pero si nos negamos dirán que tú también me has despreciado.

- Menudo lío – gruñó y se detuvo junto a la cerca – está bien, acepto.

- Grandioso – se desmontó y vio como Heero lo imitaba – me gusta este lugar, es distinto a lo que fuera mi hogar, pero, claro jamás podré volver a verlo, ha pasado mucho tiempo y ya no existe siquiera la ciudad en que nací, por lo que me mostró Quatre en los libros apenas y quedan sus cimientos, pero es tranquilo y puedo dar órdenes a diestra y siniestra. Me siento como faraón de nuevo.

- Espera a ver mi hogar en Japón – lo abrazó – allá también podrás dar órdenes de la misma manera, recuerda que soy el último de los príncipes Yuy.

- Vaya, vaya, que tenemos aquí – dijo una voz femenina desde detrás de la cerca divisoria – si no es más ni menos que el despreciado Dúo Maxwell.

- Silvia Noventa – dijo el trenzado molesto por la interrupción.

- ¿Y quién es este guapo? – le coqueteó.

- Este guapo es mi novio, el príncipe Heero Yuy – replicó tomando las riendas de su caballo y montando – vámonos, Heero, el ambiente ya se puso denso.

Heero lo miró asombrado, siempre era amable con la mujeres, pero se encogió de hombros y se montó en su caballo.

- Oye, guapo, esta noche hay fiesta en mi casa, te invito – le gritó ella.

- Lo siento mucho, hoy es nuestra fiesta de compromiso – replicó y siguió a Dúo.

Dúo sintió algo extraño al ver a esa chica coqueteando con su Heero, era cierto que era muy guapo y que su belleza lindaba en la perfección, pero era sólo suyo y no pretendía compartirlo con nadie, menos con una chica que primero da el sí y luego lo niega por simple capricho.

- Ahora el enojado eres tú – le dijo Heero dándole alcance – ni creas que le voy a prestar atención a una chica como esa, en mi país abundan, con otra cara y otra educación, pero son prácticamente la misma cosa.

- Y tu me quieres sólo a mí ¿verdad?

- Nunca lo dudes – sonrió emparejando los animales.

- Esa tipa me dio mala espina, tal vez fueron mis poderes síquicos los que me hicieron ver un aura maligna en su persona o tal vez sólo fue porque te coqueteó, pero es como si ella tuviera algo que ver con el libro de la muerte o algo así.

- Olvídate de eso por ahora – le dijo – te echo una carrera hasta esos árboles de allá – le señaló un grupo de abetos que se veían a la distancia – un beso al ganador ¿te parece?

- Yo ganaré – dijo y ambos hicieron galopar a sus caballos a toda velocidad levantando polvo en su loca carrera.

Estos chicos están medios locos – decía el abuelo Maxwell a Noin – míralos, ese Heero le ha devuelto las ganas de vivir a tu hermano y le estoy muy agradecido.

- A mí me parece que la relación entre ellos es muy especial – sonrió ella – a Dúo no le gustaba cabalgar porque decía que se podía caer, pero ahora se arriesga a todo, a lo que él le proponga, de seguro serán muy felices juntos.

- Debemos procurar que duerman juntos esta noche – dijo el abuelo divertido – ya me imagino el cambio que Dúo tendrá con eso.

- Abuelo – lo regañó la chica.

- ¿Qué? – le replicó – mi hermano también era gay, él si que tuvo problemas por eso, tenía que andarse escondiendo y mi padre le daba medio ni que palizas cada vez que se fijaba en un chico, así que entiendo que mi nieto sea así y me alegro que él sea libre de los antiguos tabúes de la sociedad.

- Bueno, ya llamé a mamá y a Donald y esta misma tarde estarán aquí en un avión privado, están felices de conocer al novio de Dúo y no les importa que fuera chico y no chica, lo único que les importa es que sea realmente feliz.

- Cuando les vean verán que sí lo es – se rió el anciano.

Dúo se sonrojó al escucharlo hablar a la distancia y por poco perdió con Heero que se desmontó tan pronto este le dio alcance.

- Espero mi premio – le reclamó al verlo sonrojado – ¿qué viste?

- Nada, sólo me llegó una conversación – desmontó también.

- Ah, entonces fue por lo que escuchaste – lo atrajo hacia él pero Dúo evitó besarlo poniendo las manos en su pecho – oye, quiero mi beso.

- Es que yo... – lo abrazó por el cuello y ocultó su rostro en su cuello – lo siento, Heero, no sé que es lo que me pasa, estaba tan seguro que lo que siento es bueno que ahora estoy confundido. El hermano Santiago me dijo que a las personas no les gustan los que son como yo, que los rechazan y les hacen daño, pero resulta que tanto con las hermanas de Quatre como con las hermanas del verdadero Dúo ha sido lo contrario. Además, ¿qué es gay?

- Dúo, gay es todo aquel que gusta de otra persona del mismo sexo – suspiró exasperado – deberías estar feliz que no hayamos tenido problemas de ser lo que somos, en muchas partes nos despreciarían y nos tratarían mal, como hace el abuelo de Wufei conmigo, dice que lo pervertí.

- ¿Qué te hizo su abuelo?

- Creo que ya te conté que estábamos en la misma escuela en Hong Kong, él iba dos cursos más arriba que yo, éramos amigos y me solía proteger de los chicos más grandes y abusadores hasta que aprendí a defenderme por mi cuenta. Cuando terminó la escuela, regresó a su hogar en China y de pronto dejó de escribirme, me sentí herido, era el único amigo que tenía en esa época, así que me preocupé y lo fui a buscar a su casa. Yo no supe hasta ahora por qué su abuelo no quiso recibirme primero y después me echó a cajas destempladas de su hogar. Wufei no había querido casarse y como ya era mayor de edad se había ido a Europa. Yo me fui a Londres a estudiar, pero me pasó algo raro, un día me comenzaron a llegar amenazas de muerte escritas en chino e incluso me dieron una paliza con la que me dejaron medio muerto. Estuve dos semanas en el hospital, tuve que recurrir al cónsul de mi país y requerir ayuda policial usando las influencias de mi apellido. Si antes no era libre por ser príncipe en Japón y por ser ciudadano japonés en China, ahora lo era menos, no podía salir a la calle sin protección, no podía ir al cine o comer afuera sin que me trataran de golpear y eso que tenía 14 años.

- ¿Lo sabe Wufei?

- No tenía caso decírselo – se encogió de hombros – cuando nos volvimos a encontrar en Italia se sintió tan feliz de verme que no tuve corazón para recriminarle aquello, estoy casi seguro que no tiene ni la más remota idea de lo que es capaz de hacer su abuelo para cumplir sus deseos.

- Mi pobre amorcito – lo jaló hacia abajo y le plantó un sonoro beso en los labios – el abuelo dijo que había una piscina si queríamos nadar ¿vamos?

- Te gusta demasiado gastar tus energías, faraón, deberías buscar otras maneras de agotarlas – tomó las riendas de su caballo y le entregó las suyas a Dúo – caminemos de regreso ¿de acuerdo?

- OK.

Al poco rato estaban en la piscina tomando limonada ambos vestidos con sólo pantalones cortos y una polera delgada muy ceñida al cuerpo. Dúo miraba con mucho interés a Heero mientras se moría de deseos por deslizar sus labios por su esbelto cuello y pasar las manos por ese bien formado torso.

- No me mires así – le dijo el japonés un tanto avergonzado.

- ¿Así cómo?

- Como si quisieras saltar sobre mí y comerme.

- Es que quiero hacerlo – le sonrió coqueto – entero y por partes, de seguro sabes delicioso.

- Ni que fuera pollo asado – le replicó sonrojado.

- Hola, chicos ¿refrescándose? – les dijo Noin acariciando el cabello de Dúo – ¿qué le pasa a Heero? – le preguntó al verlo tan ruborizado – Le estuviste diciendo cosas ¿verdad?

- Le decía a Heero que pretendo comérmelo y me respondió que no era pollo asado – admitió Dúo divertido.

- Dúo, no deberías molestar así a tu novio – lo regañó ella divertida – les traje el periódico de hoy, mañana ambos saldrán en las páginas sociales.

- Que divertido – sonrió Dúo pero sin entender de qué le hablaba.

Heero tomó el diario y comenzó a echarle una ojeada.

DESCUBREN SEGUNDA MOMIA En la pirámide de Deia Mon hay un segundo sarcófago

El Cairo (AFA). Exploradores del gobierno egipcio encontraron una segunda cámara mortuoria bajo la salida secundaria de la pirámide, la momia tiene el cabello largo y trenzado y el sarcófago hallado no tiene inscripciones de ningún tipo. Los expertos piensan que puede tratarse de la momia del faraón perdido, lo que echaría por tierra todas sus sospechas del robo que supuestamente hicieran Heero Yuy y su grupo de exploradores patrocinados por Quatre Winner.

Junto con la segunda momia se han encontrado objetos invaluables y pequeñas estatuillas de oro que podrían ser representaciones del joven faraón, sin embargo, en esta zona no hay ningún tipo de inscripción ni nada que dé pista alguna si realmente es él, solo lo que indica la cámara principal, que estaba maldito y que por eso permanecería oculto hasta que llegara la persona correcta a despertarlo.

- ¿Qué pasa, Heero? – le dijo Dúo al verlo leer atentamente una noticia – no puede ser algo bueno por la cara que tienes.

- Encontraron una segunda momia en la pirámide – le dijo y Noin los miró.

- ¿Una segunda momia? – repitió – ¿de quién sería?

- ¿De qué hablan?

- De la pirámide que yo encontré no muy lejos del valle de los reyes – dijo Heero – supongo que sabes que nos echaron la culpa de robarnos la momia de Deia Mon cuando vieron que el sarcófago estaba vacío.

- Si, algo supimos mientras intentábamos localizarlo.

- Bien, ahora encontraron un segundo sarcófago en una cámara oculta y creen que podría tratarse de Deia Mon y que el otro era un mero distractor para los saqueadores de tumbas.

- Están equivocados – dijo Dúo molesto – sea de quien sea esa momia no puede ser el faraón.

- Bueno, por lo único que lo han relacionado con él es por la larga trenza que tiene, recuerda que aquella característica es señalada en el otro sarcófago.

- Sabes bien que no puede ser.

- ¿Por qué estás tan seguro? – le dijo Noin.

- Hay una noticia extraña – Heero desvió el tema para que Dúo no respondiera, se había dado cuenta que ni callaba ni sabía mentir – viene del desierto australiano, es extraño que aparezcan agujeros sin asunto en cualquier lugar – les mostró la foto – parecen excavados con una pala ¿no creen?

EXTRAÑOS AGUJEROS EN DESIERTO AUSTRALIANO

Han aparecido de la nada y sin motivo aparente.

Canberra. (ANSA) En la mañana de hoy, cuando aviones sobrevolaban la zona en busca de perros dingos salvajes detectados hace varios días, el piloto notó la aparición de estos enormes agujeros que parecen haber sido excavados recientemente. Al principio se creyó que había sido una lluvia de meteoritos, pero la fuera aérea y los astrónomos aseguran que es imposible que hayan pasado sin que se vieran por los radares y los telescopios y menos por la forma que tienen, deben haber sido excavados por hombres ya que tienen formas de pozo.

El problema es que, al parecer, buscaban algo en especial, dado es cuidado con que se encuentra amontonada la arena a su alrededor y que esta fue arneada, no se sabe a ciencia cierta que era, pero, al parecer, lo encontraron.

- Es extraño – aceptó Dúo mirando al japonés – para qué hacer agujeros así sin algún motivo en especial.

En eso se escuchó un ruido proveniente del otro lado de la casa y Noin se puso de pie al identificarlo.

- Mamá y Donald han llegado – les dijo contenta y se retiró corriendo.

Dúo miró a Heero y este le explicó la situación que mencionara el artículo.

- Es el sector en que el general nos dijo que podían estar los rollos en Australia – le informó Heero – eso significa que Zech se adelantó a Trowa y a Quatre en su búsqueda.

- ¿Qué podemos hacer?

- Rezar porque sean rollos para liberar demonios y no llaves, sería imposible vencer a Zech si las controla.

- Ese tipo desgraciado – gruñó – debió venir detrás de nosotros y dejar al resto del mundo en paz.

- Pero si él nos sigue a nosotros, habrá una violenta batalla aquí – le señaló la casa – recuerda que aquí hay dos rollos, pero al parecer son llaves por lo que logré sacarle al abuelo.

- No sé, no me agrada mucho la idea de tomar esas cosas, ya los primeros me hicieron tener horribles pesadillas – lloriqueó - no me gustaron y no quiero tener nunca más una de ellas.

- Dúo, son para salvar al mundo, el resto no importa.

- A mí me importa demasiado, no quiero ver de nuevo que te despedacen a los cuatro vientos, me dolería demasiado perderte, eres mi razón de vivir.

Heero lo miró con ternura y puso la mano sobre la de él que descansaba sobre la mesa sonriendo.

- Pase lo que pase, nunca te dejaré, te lo prometo.

- Yo también – le sonrió a su vez y se llevó la mano a sus labios – te amo.

Al poco rato eran obligados a acompañar al resto de la familia a la sala de estar para hablar acerca de la relación entre ambos.

El rollo para Trowa.

Los padres de Dúo fueron muy amables con Heero, estaban contentos que lo hubiese traído de regreso de una sola pieza, decían que su muchachito era un cabeza hueca descuidado y que no se les había hecho extraño que se perdiera en el desierto, lo que les extrañaba era que hubiese sido capaz de regresar, aunque, claro, había sido con su ayuda.

- No es para tanto – dijo Heero divertido por la descripción que hacían del otro Dúo, era obvio que el parecido no era exclusivamente físico.

- En serio, siempre temí que mi niño cayera en manos de algún terrorista o caza fortunas oportunista que supiera que es el único heredero de todo esto – le dijo su madre – pero tú no eres así ¿verdad?

- Dúo es muy hablador, pero no me había dicho nada de su herencia – le sonrió – además, yo tengo una isla en Japón.

- Heero es el último de los príncipes Yuy – dijo Dúo para defenderlo – es tan importante como su emperador.

- Dúo – trató de acallarlo.

- Entonces ¡Buscaste un excelente novio! – celebró su padre y recibió un golpe por parte de su esposa – ¿por qué me pegas?

- Qué va a pensar Heero de tus palabras – lo regañó ella – dirá que queremos ganar nobleza y poner la riqueza como lo hacían antes.

- ¿Cómo te dicen en tu casa?

- Heero sama – se encogió de hombros – o más formal aún, Yuy sama.

- ¿Y cómo debería llamarte yo?

- Heero san.

- Me gustaría conocer tu hogar – se acomodó en su hombro y contuvo un bostezo – pero deberíamos tratar de comunicarnos con los muchachos ¿no crees?

- Lo veo bien difícil, no sabemos en dónde están en este momento.

- Me gustaría que vinieran a la fiesta.

- ¿Por qué no van a dormir la siesta? – les dijo el abuelo – descansen que la noche se les va a hacer interminable.

- Silvia dijo que tenía una fiesta esta noche, incluso invitó a Heero – le dijo Dúo poniéndose de pie.

- Esa muchachita insoportable – dijo Donald molesto – no importa lo que haga, de seguro le arruinaremos la fiesta a la sola mención que es un príncipe tu novio, de seguro todos querrán conocerlo.

- Odio las fiestas – le dijo Heero – en una celebración de año nuevo fue que murieron mis padres.

- Eso no me lo habías dicho – lo abrazó Dúo – pero ahora tendrás una nueva familia a mi lado.

- Eso siempre y cuando se te quite la bendita costumbre de coquetear con las mujeres que se te ponen en frente – salieron de la sala en que conversaban con la familia Maxwell en pleno.

- Parece que Heero será una buena influencia para Dúo, es un joven maduro y centrado que sabe bien lo que quiere – opinó la madre – lo guiará por buen camino.

- Claro que sí, Helen, se nota que lo quiere mucho y que es muy estudioso, la arqueología los unió ¿recuerdan?

- Será fantástico volver a tener alguien así en la familia.

- Claro que no habrá más herederos – sonrió Donald y recibió un golpe en la cabeza – creo que deberíamos ponernos en campaña para conseguirle un hermano ¿no te gustaría?

- Matarte debería – le replicó ella ruborizada y molesta.

- ¿Por qué? Así Dúo y Heero tendrían a quien cuidar y consentir y no tendrían que preocuparse de tener un heredero que cuidara estas tierras.

- Y que administrara los pozos petroleros – dijo el abuelo divertido.

- Exacto.

- Ustedes los Maxwell son desesperantes – reclamó ella.

- ¿Irían a jugar o a dormir? – dijo el abuelo pensativo cambiando de tema.

- ¡Papá! – le reclamaron los dos escandalizados.

Dúo se sentó en la cama junto a Heero, no era tan osado como para tratar de seducirlo, pero debía admitir que hace rato que se moría de ganas de besarlo y acariciarlo intensamente. Se acomodó de nuevo en su hombro y comenzó a recorrer su vientre plano de arriba hacia abajo.

- Estoy preocupado – dijo Heero apoyando su brazo sobre los hombros de Dúo mientras se dejaba acariciar – debemos ir por Trowa y Quatre, ellos de seguro ni se han enterado que Zech tiene los rollos que le encomendé a ellos buscar.

- Pues espero que no hayan ido a Hiroshima también, allí debía ir Wufei y de seguro si se encuentran habrá feroz batalla y nos descubrirán.

- Pero no podemos irnos sin los rollos de aquí – levantó el mentón de Dúo y lo besó en la boca – sabes a fresas.

- Serían las que me comí – le sonrió rodeándole el cuello con un brazo para volver a atrapar su boca en un beso profundo mientras lo empujaba hasta quedar de espaldas contra el colchón – tú sabes a crema – se subió sobre él y se apoyó contra el control remoto que estaba sobre la cama encendiendo la televisión.

Nuestro enviado en Japón nos informa de los extraños avistamientos en la región de Hiroshima, adelante.

En la región de Hiroshima se han visto extrañas explosiones pero no se ha visto nada que las provoque ni el humo que deberían lanzar aquellas, mucha gente ha tratado de acercarse a la zona, pero no han conseguido llegar a más de un kilómetro del lugar en que los ruidos de las detonaciones se escuchan con mayor intensidad, las autoridades intentaron llegar por medio de helicópteros, pero estos fueron destruidos sin motivo y sin llegar a ver nada, excepto que había varios hombres gigantes excavando la zona.

Tampoco se sabe si realmente son hombres o son robots gigantes, simplemente parece que algo buscan en la malograda zona en que, en 1945, estallara la primera bomba atómica lanzada sobre Japón por los Estados Unidos.

Desde Hiroshima, para CNN, informa Linao Shiniji.

- Debemos ir por Wufei – se enderezó Heero – si ellos tienen los otros rollos de seguro conseguirán al menos una de las llaves.

- No podemos dejar desprotegidos los rollos de aquí – le recordó y lo obligó a volver a acostarse – deberemos confiar en que Wufei ya los haya sacado de allí y nos esté esperando en tu isla en Japón.

Wufei estaca cansado de estar encerrado escuchando las detonaciones que hacían los demonios, se notaba que no habían podido dar con aquellos rollos, si pudiera ir a ver...

- Ni se te ocurra, Wufei – le dijo Nataku molesto – te contaminarías con la radiación que aún queda en el lugar.

- Pero ya me estoy cansando de esperar que se vayan, ya casi anochece y tengo hambre – golpeó con uno de los brazos las paredes del lugar – mira, allí hay algo – tomó la pequeña caja y encontró dos rollos – ¿y si son los rollos que buscan? – abrió la cabina y los acercó a él para luego sacar el traductor.

"Simplemente juntos liberarán el poder de una gran bestia que es dos bestias unidas"

- Son de demonios – gruñó fastidiado – creo que es mejor arriesgarse y huir.

- Tienes razón, tenemos una llave y dos demonios y no debemos dejar que caigan en sus manos – Nataku se levantó y comenzó a revisar por medio de sus radares el lugar – hay un río subterráneo que llega al mar, podemos salir por allí sin que siquiera sospechen de nosotros.

- Bien – aceptó el chino y usando el arma nueva que había aparecido cuando rompió el rollo, hizo un agujero en el suelo y se lanzó al agua alejándose del lugar con los rollos en su poder.

Mientras, en la superficie, los demonios seguían buscando en vano.

Quatre iba sentado al volante de nuevo mientras Trowa permanecía de medio lado a su lado, de seguro el pobre sufría por la "siesta", pero era su culpa, él había preferido aquello a descansar, aunque no había esperado hacerle tanto daño a su querido amor.

- No lo sientas por mí – le dijo Trowa al ver su mirada – yo no lo hago.

- Pero si ni siquiera te puedes sentar bien – le dijo – yo no quería dejarte en esas condiciones, debiste decírmelo y habría sido yo...

- Y ahora no podrías conducir – negó con la cabeza – estoy bien, me gustó que me tomaras y el dolor... bueno, ya se me pasará.

- Si tú lo dices – miró a la distancia – estamos por llegar al lugar que nos dijo San Miguel, allí podremos descansar un poco, refrescarnos y buscar aquellos rollos, espero que los demonios no hayan venido hasta aquí a buscarlos, hay mucha gente inocente y creo que a ellos no les importaría poner en peligro a nadie.

- Los demonios odian a los hombres – admitió Trowa cerrando los ojos – creo que voy a dormir un poco, despiértame cuando lleguemos.

- ¿Con un beso?

- Ni que fuera la bella durmiente – replicó y se durmió de inmediato.

- Para mí eres mucho más hermoso que una princesa de un cuento de hadas – le dijo sabiendo que no lo escuchaba – y te amo porque tú sí eres real.

La noche llegó sobre el desierto y Quatre al fin llegó al pueblo en que debían estar los rollos que ellos buscaban. Se bajó del camión y fue a preguntar dónde se podían alojar por esa noche dejando a Trowa dormido en la cabina. Encontró un lugar aceptable y regresó viendo que su amor no se había dado ni cuenta que lo había dejado solo. Avanzó un par de cuadras y se detuvo frente a un hotel, se bajó a preguntar si había alguna habitación para ellos y luego regresó a despertar a Trowa.

- Despierta, Trowa – lo remeció pero este lo ignoró – vamos, me dijiste que no eras la bella durmiente – lo movió de nuevo.

- ¿Qué pasa? – bostezó enderezándose y haciendo una mueca al sentarse bien.

- Conseguí una habitación para esta noche – le respondió – hemos llegado al pueblo, pero creo que mejor descansamos hasta mañana antes de comenzar a buscar los rollos.

- Parece que es un pueblo grande ¿tendrán señal para el celular?

- Creo que sí, en cuanto estemos instalados llamaré a Heero, así sabremos como le ha ido a ellos.

- Vamos, entonces – aceptó bajándose.

En el hotel le dijeron que era una habitación doble y que debían compartirla, la cual estaba en el primer piso. Quatre tomó las llaves y acompañó a Trowa que llevaba los bolsos de ambos. Entraron en ella y éste dejó sus cosas sobre la cómoda del costado y se estiró sobre una de las camas mientras Quatre intentaba comunicarse con Heero.

Heero estaba vistiéndose después de ducharse cuando sintió el ruido que hacía su celular. Lo sacó del bolsillo de su chaqueta y vio el número, al parecer era Quatre quien lo llamaba desde dónde estuviera.

- ¿Aló?

- Espero no despertarte, no tengo ni idea que hora será allá.

- No, me estaba arreglando para ir a cenar, apenas comienza a anochecer, Quatre.

- Aquí ya casi es media noche – se sonrió al mirar a Trowa que había vuelto a dormirse – hemos llegado al pueblo dónde están los rollos.

- Que bueno que me llamas, en las noticias ha salido que los demonios estuvieron en Australia y al parecer encontraron aquellos rollos.

- ¿Crees que tengan alguna llave?

- No lo sé, yo tengo dos, uno tú y, al parecer, los de aquí contienen dos más, así que quedan dos llaves sueltas, aunque espero que Wufei tenga alguna.

- Nosotros no hemos comenzado a buscar todavía, es muy tarde y no quiero llamar la atención.

- ¿Puedo hablar con Trowa?

- Lo siento, está dormido – lo miró con ternura – se enfermó durante el viaje y quiso jugar en vez de dormir la siesta cuando nos detuvimos.

- ¿Heero, estás listo? – le dijo Dúo entrando en su cuarto – ¿con quien hablas?

- Quatre – le respondió – deberían ser un poco más concientes y no desgastarse tanto, aquí el loco de Dúo me llevó a montar, a nadar, a jugar tenis, y tampoco pude dormir la siesta y más encima hay fiesta.

- ¿Fiesta? – repitió – ¿Dónde están?

- En la hacienda de los Maxwell en Arizona, te dije que en casa de su familia están los otros rollos y ellos piensan que es el verdadero.

- ¡Quiero hablar con él! – trato de quitarle el aparato.

- Tranquilízate, Dúo – lo alejó con su mano libre – ¿qué tal si yo te llamo en la mañana de aquí? Será casi media tarde por allá, a ver si tienen algo, aún espero que Wufei se comunique conmigo.

- Claro, que se diviertan – le cortó.

- Yo quería hablar con él – le reclamó Dúo molesto – termina de vestirte, nos vemos abajo – le dijo y salió.

- Dúo – lo llamó pero este se había ido corriendo – perdóname, corazón.

Se terminó de vestirse en silencio, aquel traje no era muy de su gusto, pero habían insistido que la cena sería formal y de debía verse elegante y cómo él no había traído un traje, le dieron uno color castaño, aunque debía admitir que se veía muy bien con él, se dijo mirándose al espejo. Se colocó el pañuelo a modo de corbata y salió detrás de Dúo que no se veía por ningún lado en el salón.

- Te ves guapísimo – le dijo Hilde – de seguro envidarán a Dúo toda la noche. A propósito, ¿dónde anda?

- No lo sé, creo que lo hice enfadar.

- Iré por él, no pueden entrar al salón de baile por separado, espera aquí – le ordenó y se marchó a buscar a su hermano.

Al poco rato regresó con Dúo que se notaba había estado llorando oculto en alguna parte, lo podía ver en su lindo rostro sucio.

- Dúo – lo abrazó contra su pecho sacando su pañuelo del bolsillo – perdona, amorcito, no quise herirte – le limpió con cariño la cara.

- No me quieres – le reclamó.

- Claro que te quiero, no llores así. No fue mi culpa que no hablaras con Quatre, él me cortó porque casi es media noche allá.

- ¿Es verdad? – lo miró con los ojos llenos de lágrimas.

- Claro que sí, llorón mío – lo besó en los labios suavemente – ven, vamos a lavarte la cara y regresaremos a la fiesta.

- Creo que eres un poco exagerado, Dúo – le dijo Hilde divertida – Heero tiene razón, te has puesto muy llorón.

- ¡Hilde! – la regañó su madre llamándola.

Heero lo llevó al baño y lo hizo lavarse con mucho cuidado la cara para borrar las marcas de las lágrimas y luego lo besó para dejar en sus mejillas un lindo color carmesí.

- Vamos, hagamos público nuestro amor y así podremos ver los famosos rollos y descansar un poco en mi casa ¿te parece?

- Quiero que me demuestres que me amas – le dijo bajando la cabeza.

- Lo haré, no te preocupes – le sonrió y lo llevó al salón.

- Oye, Heero, mamá me dijo que el salón está lleno de gente que quiere conocerte ¿estará bien que te presente como un príncipe?

- Debería, pero está bien, si eso te hace feliz.

- Te amo ¿sabes?

- Sí, lo sé, yo también te amo – se rió mientras entraban al salón tomados de la mano.

- Miren, ahí vienen los niños – dijo Helen,

- Ven, aquí está mi novio, el príncipe Heero Yuy – lo presentó Dúo sonriendo haciendo una pequeña reverencia hacia su amor.

Heero se obligó a sonreír antes de acercarse a la gente y aceptar el saludo reverente que le hacían ¿por qué un título que no tenía más valor que la palabra que lo señalaba llamaba tanto la atención? Estos americanos estaban muy locos, se dijo.

- Vengan, chicos, quiero que conozcan al gobernador de Arizona – los llevó Donald hacia el hombre – el tipo se cree muy importante, pero sólo es un puesto que cualquier día puede perder si la votación cambia – les dijo en voz baja.

- No deberías hablar así, papá – le regañó Dúo.

- Vamos, ustedes son importantes sin necesidad de contar con el apoyo de nadie – les sonrió y se detuvo ante un hombre moreno y de barba que los miraba despectivo – Richard Hammer, mi hijo y su novio.

- No esperaba algo así, es un... – dijo despreciativo.

- Vaya, este es un país muy democrático – lo interrumpió Heero – allá en mi país, los gobernadores los nombra el emperador y siempre me consulta a mí si creo que es un hombre idóneo a quien va a nombrar – dijo decidido a que no fastidiara a Dúo, era el primer hombre con el que topaban que era así con ellos, un homofóbico.

- Heero es el segundo hombre de su emperador – dijo Dúo orgulloso – ven, saludemos a todo el mundo.

- Los acompaño, gracias, gobernador, por venir.

Dúo siguió saludando a las personas mientras les leía los recuerdos para saber quienes eran y sonreía trayendo anécdotas graciosas que habían vivido.

- No deberías hacer eso – le dijo Heero al oído – le estás robando los recuerdos de otra persona.

- Heero, me dijiste que debía comportarme como el verdadero Dúo, él es así, le gusta llamar mucho la atención, casi tanto como a mí.

- Ya sospechaba yo que el parecido no sólo era físico, al parecer también es psicológico – le mordió levemente la oreja y sonrió al sentirlo estremecerse.

- Vamos con el abuelo, parece que quiere presentarnos a alguien importante.

- Espero que no sea homofóbico como el gobernador.

- ¿Qué es eso?

- Es alguien a quien no le gustan las personas como nosotros y lo hacen notar.

- ¿Es por eso que le dijiste aquello al gobernador?

- Había que bajarle los humos de alguna manera – se encogió de hombros – solo las personas sin valor moral se dan importancia al ocupar un cargo que depende de otras personas para conservarlo.

- Mis niños ni se imaginan a quién quiero presentarles – les dijo el anciano y Dúo, sin aviso, se apoyó en Heero y se desmayó.

- ¡Dúo! – exclamó Heero y detuvo su caída.

Amanecía en el desierto cuando Trowa abrió los ojos y descubrió que tenía puesto su pijama, de seguro Quatre había hecho el esfuerzo y lo había cambiado para que durmiera cómodo. Se sentó en la cama y miró al rubio que dormía en la otra cama, se veía tan hermoso así, relajado, que no se aguantó la tentación y se levantó para depositar un tierno beso en aquellos labios entre abiertos.

- Buenos días, bello durmiente – le dijo al árabe que abrió los ojos al sentir sus labios en los propios.

- Buenos días para ti – respondió sonriendo - ¿cómo te sientes?

- Muy descansado – le dijo y se sentó en la cama junto a él – creo que necesitaba dormir bien solamente.

- Hablé con Heero anoche, dice que los demonios de Zech encontraron los rollos de Australia, pero que tiene fuertes sospechas que los dos que están en Arizona son de llaves, así que sólo quedarían dos desaparecidas, aunque no había tenido noticias aún de Wufei.

- Que mala suerte, pero al menos nos ahorramos el viaje.

- También me dijo que se estaba preparando para una fiesta en la hacienda de la familia Maxwell.

- Ese sí que tiene suerte – se acostó a su lado – una fiesta para el lindo.

- Bueno, al menos Heero estaba contento hasta hace un rato, pero ahora está angustiado porque algo le pasó a Dúo.

- ¿Cómo lo sabes?

- Cuando Heero me entregó el rollo de la llave para Sandrock sentí que algo se liberaba dentro de mí, creo que es mi don el que me permite sentir lo que otros sienten en sus corazones.

- Ya veo, pero dime ¿qué le pasó a Dúo?

- No lo sé, no lo siento, tal vez... – se calló sintiendo un terrible dolor en el pecho y palideciendo notablemente.

- ¿Qué ocurre, Quatre? – le dijo acercándolo a su pecho para tratar de calmarlo.

- El pecho, me duele mucho – gimió casi sin aire – están atacando a la gente de este pueblo.

- ¿Quiénes?

- Varios demonios, quieren los rollos.

- Vistámonos deprisa, debemos detenerlos.

Quatre trató de controlar el terrible dolor que sentía mientras se vestía, pero Trowa tuvo que ayudarlo ya que a ratos no podía ni moverse. Lo sacó de la habitación y lo llevó al lugar donde los esperaban sus guerreros, descubrió a HeavyArms y dejó a Quatre para ir a ayudar a esa gente.

- ¡Trowa! – le gritó Quatre antes de subirse a Sandrock – son demasiados para ti, espérame.

- Saca los rollos de la biblioteca, Quatre, así podremos sacarlos del pueblo para enfrentarlos con más tranquilidad, yo los distraeré mientras tanto.

- Son demasiados – insistió pero entró en la biblioteca que había sido evacuada. Buscó con mucho cuidado y los encontró, sacó su agenda electrónica y verificó que era lo que decían.

"Armaré al guerrero con un poder infinito, sus disparos serán certeros y será capaz de detener y destruir a sus enemigos"

- ¡Una llave para Trowa! – celebró y desenrolló el otro.

"Un demonio alado es el guardián de la puerta de los condenados, tiene tres cabezas de perro..."

- Es un demonio – murmuró y lo volvió a enrollar – ojalá y Wufei tenga el otro rollo con la llave, así estaremos completos – salió corriendo y se subió a Sandrock – ¡Trowa, los tengo! – le mostró a través de la pantalla – alejémonos por el desierto para que no destruyan el pueblo.

- Está bien, lo que debemos hacer es hacerles saber que tenemos los rollos para que nos sigan por el desierto.

Heero estaba sentado en un sillón de la sala con Dúo aún inconsciente sobre su regazo, realmente se sentía angustiado por su trenzado ¿Qué le habría pasado que le había venido esa reacción? Tal vez era la mujer, de seguro se parecía mucho a alguna persona de su pasado.

- ¿Aún no despierta? – le dijo Helen preocupada.

- No, comienzo a angustiarme – acarició la frente de Dúo – vio a esa mujer, se puso pálido y se desmayó – se inclinó y le dio un beso en la nariz – amor, despierta y dime que pasó – le pidió.

- El médico debe estar por llegar – le dijo Helen – aunque espero que no sea algo serio.

- Mi pobre amorcito, estás helado.

- Traeré una manta – dijo la mujer y salió.

- Dajnai Tajmana, Deia Mon – le dijo en egipcio antiguo y él abrió lentamente los ojos – ¿Qué pasó?

- Esa mujer – gimió asustado – es igual a la que ayudó a mis primos a lanzarme la maldición, recuerdo con claridad cuando me puso aquel paño en la boca con la que me acalló para que no llamara a los guardias.

- Los escritos no señalan nada de ella.

- Ella tenía una larga trenza castaña, muy parecida a la mía, también era nieta de mi abuelo, pero las mujeres no eran importantes en el reino y ella quería ser la esposa del faraón y a mí me tenían destinada otra esposa, así que para ser reina necesitaba que otro fuera el faraón.

- Las intrigantes nunca faltan – lo abrazó con ternura – pero al menos te trajo hasta mí – le acarició la trenza – Espera, dijiste que tenía una trenza como la tuya ¿verdad? – él asintió – es posible que la segunda momia sea de ella y que por eso mismo no hayan puesto ninguna inscripción a su sarcófago, no podría entrar al reino de los muertos si no podía decir su nombre.

- Tengo frío – ocultó el rostro en su pecho.

- Aquí está la manta – le dijo Helen – al fin despertó mi niño – lo envolvió con la manta pero no consiguió que soltara a Heero – ¿qué pasa, corazoncito?

- Me temo que está un poco asustado porque esa mujer que nos presentó el abuelo le recordó una horrible pesadilla que Dúo tuvo hace mucho.

- Pobrecito.

Trowa y Quatre luchaban denodadamente contra los demonios, ellos los habían perseguido rápidamente apenas vieron que Quatre portaba dos rollos y habían dejado el pueblo en paz, dejando un reguero de muerte a su paso. Pero esta misma persecución había evitado que Quatre le entregara a Trowa el rollo que creía le ayudaría a desarrollar por completo su potencial guerrero.

- Vamos, Trowa, haz un disparo entre ellos para entregarte tu llave – le dijo Quatre y este de inmediato lanzó uno de los misiles del pecho del guerrero. Se acercaron y ambos abrieron las cabinas entregando el árabe el rollo al latino – rómpelo de inmediato, ya vienen sobre nosotros – le pidió.

Trowa se volvió a sentar y rompió el rollo sin contemplaciones, casi de inmediato apareció en le brazo de su guerrero una metralleta enorme y en el panel de control una señal que sus municiones habían sido recargadas.

- Es hora de enviarlos de regreso a donde pertenecen – dijo Trowa fastidiado y se puso delante de Quatre para disparar contra los demonios – cuidado, Quatre, no te vaya a hacer daño.

Quatre le sonrió y se puso a reparo viendo como uno a uno los demonios iban desapareciendo hasta no quedar ninguno.

- Era cierto lo que decía, todos tus disparos han sido certeros y haz acabado con todos – celebró.

- Y aún me quedan municiones – le informó – debemos llamar a Heero, tal vez él tiene alguna noticia de Wufei.

- Es cierto, le diremos que ahora sólo falta una llave.

En eso apareció en la pantalla una señal, era Wufei que trataba de comunicarse con ellos por medio de su guerrero.

- Buenos días, Wufei ¿cómo te ha ido? – le dijo Quatre amablemente.

- Tengo una llave y dos demonios.

- Eso significa que posiblemente Zech no tenga ninguna llave pese a que tiene los rollos de Australia – dijo el rubio – regresemos a Qatar y llamémoslo.

- ¿Cómo que tiene los rollos de Australia?

- Hablé con Heero anoche, dice que salió en las noticias algo al respecto, no sé muy bien qué, pero si él lo dice, debe ser cierto.

- ¿Cómo le habrá ido en la fiesta? – intervino Trowa – en la mañana me dijiste que Heero estaba muy angustiado por Dúo, pero no supiste que le pasó a éste.

- ¡No menciones a ese resbaloso de Maxwell! – dijo Wufei y los tres despegaron de regreso a la casa de Quatre.

Luego que el médico revisara a Dúo, Heero lo cargó a su habitación, necesitaba hablar a solas con él e iba a interrogarlo más sobre lo que había pasado aquella noche cuando fue maldito cuando el abuelo entró en la habitación con una caja de madera y con una cara de arrepentimiento que a Heero le causó impresión

- Abuelo, tú no tienes la culpa de mi desmayo – le dijo Dúo sentándose en la cama – no podías saber de mis pesadillas.

- Bueno, yo quería presentarles a Lady Une del Instituto Schmithsoniano de arqueología porque ella está muy interesada en nuestras reliquias egipcias y dijo que había tenido muy buenas referencias de Heero, pero yo quería que ustedes vieran primero los rollos antes de entregarlos al museo.

- Bueno, veámoslos – dijo Heero abriendo la caja y sacando la estatuilla de oro de encima.

- Vaya, soy yo – dijo el trenzado tomándola de la mano del japonés – ¿De quién era la momia que ayudó a encontrar tu hermano?

- No recuerdo bien, creo que de Saamon II – los miró intrigado porque intercambiaron una mirada significativa – ¿qué pasa?

- ¿Sabe? Saamon II era padre de Deia Mon cuya pirámide yo encontré – dijo Heero – y era idéntico a su nieto – le mostró – ni siquiera en su pirámide había imágenes de él.

- Pero en los escritos de los faraones importantes no aparece éste.

- Se supone que Deia Mon fue maldito con los conjuros del Libro de los Muertos cuando apenas y llevaba 2 meses gobernando, dudo mucho que pudiera hacer gran cosa en tan poco tiempo – enredó la trenza de Dúo en su muñeca – iba a tener un sueño milenario hasta que lo despertara el dueño de su corazón.

- Vaya, entonces los rollos que tengo aquí hablan de él.

- Veamos – dijo Heero tomando uno y abriéndolo.

"Las sombras de la noche le darán las alas al guerrero para ser capaz de hacerse invisible a los ojos de los demás cubriéndose con un manto de sombras"

- Una llave – dijo Dúo contento.

Heero asintió y se lo entregó, Dúo se negó a tomarlo, pero lo dejó en su regazo para abrir el otro.

"El guerrero de las sombras tendrá una poderosa arma para segar a los enemigos mientras lucha sin descanso".

- Las dos llaves con para tu guerrero – le dijo a Dúo mirándolo.

- ¿Estás loco? Yo no pienso tocar esas cosas ni de chiste.

- ¿Me pueden explicar de qué hablan?

- Perdona, abuelo, mientras menos sepas, mejor para ti – le dijo Heero – creo que es mejor que me comunique con Quatre para saber como les ha ido y poner un nuevo punto de reunión.

- Abuelo, nos llevaremos los rollos – le dijo Dúo – la estatuilla puedes entregarla si gustas – se la entregó y tomó los rollos tratando de evitar usar sus poderes síquicos y entrar en contacto con su pasado.

- Espero que cuando regresen, nos expliquen todo lo que sucede.

- Lo intentaremos, abuelo – le respondió y lo vio salir mientras Heero trataba de comunicarse con Quatre, pero su celular no le respondía.

Continuará...

Bueno, hasta aquí llego por ahora.

Espero que les guste el capítulo.

Shio Chang.