Capítulo 23: La lista


Panchito y José se preocuparon al ver a Daisy. No porque ella les desagradara, sino por la expresión de su rostro. Era evidente que estaba enojada y ella podía causar mucho miedo cuando estaba enojada.

Ninguno preguntó el motivo por el que estaba allí y es que, aunque tenían sus sospechas, sabían que tarde o temprano se entrarían del motivo por el que estaba allí.

—¿Ustedes lo sabían? —le preguntó Daisy —. ¿O se enteraron por el blog?

—Por el blog, no nos habíamos visto en años.

—Aunque yo sospechaba que Donald podría ser un espía.

Daisy llevó una mano hasta su frente.

—Durante todos esos años supe que me ocultaba algo. Creí que me había sido infiel y lo peor de todo es que Donald me lo dijo, pero yo no le creí.

Panchito, José y Della se mostraron sorprendidos por lo que Daisy siguió hablando.

—Recuerdo que fue unos meses antes de que terminaramos. Lo encontré en la salida del Duckmall y le pregunté de dónde había sacado el avión. Donald me dijo que era un espía y que estaba en medio de una misión de la que dependía el mundo. Creí que estaba avergonzado de trabajar haciendo mensajes en el cielo.

—Donald no sabe conducir aviones —aseguró Della.

Panchito mostró sorpresa, pero luego entendió el motivo de la confusión de Della. Él había visto a Donald tenergía todo tipo de empleos y varios de ellos involucraba conducir aviones. Donald había escrito mensajes en el cielo, siendo reconocido por la calidad de sus dibujos y su caligrafía, también había trabajado fumigando grandes cultivos, algo para lo que también era necesario un avión.

—No es algo de lo que a Donald le guste hablar.

Panchito se dijo que eso explicaba todo. Donald había visto cosas horribles durante la guerra y había hecho otras cosas igual de terribles. Aprender a pilotear un avión fue una de ellas. En esa ocasión estaban en medio de una operación de rescate, Panchito era el encargado de llevar a los heridos hasta el campamento más cercano. Fueron emboscados, un soldado del ejército enemigo se infiltró y logró herirlo en un descuido.

—Donald puede conducir toda clase de vehículos —aseguró Fethry —. Cuando estábamos en la TNT solo me permitió conducir una vez y chocamos.

—¿Qué es la TNT? —preguntó Daisy y su mirada era recriminatoria.

—Tamers for nonhuman threads o Entrenadores de amenazas paranormales.

Donald y yo no podemos hablar de lo que hicimos como integrantes de medio tiempo.
Daisy se dejó caer sobre el mueble más cercano. Fethry fue el único en no notar que estaba más enojada que antes.

—A veces siento que nunca llegué a conocer realmente a ese pato.

Panchito se dijo que lo mejor era esperar un tiempo antes de contarle sobre las otras identidades, especialmente sobre Cold Shadow.

—Si mintió sobre eso ¿cómo sabré si alguna vez me dijo la verdad? Arianna y él pudieron estar saliendo a mis espaldas y yo seguiría pensando que solo eran amigos.

—Sé cómo te sientes, es mi hermano, nacimos del mismo huevo, pero no puedo dejar de pensar en el como si fuera un desconocido.

—Eso es porque nunca te has preocupado en conocerlo y porque desapareciste de su vida por más de diez años.

—Yo no...

—Sí, ya sé lo de la luna y que no estabas allí por tu propia voluntad. Fue tu decisión robar la Lanza de Selene y fuiste tú quien no se interesó por lo que pensaba ¿Cuánto tiempo te tomó darte cuenta que estaba saliendo con Donald?

Panchito sabía que habían sido meses y que solo lo hizo cuando Donald y Gladstone comenzaron a pelear por la atención de Daisy. Ninguno de los dos había sido sutil y no ayudó en nada que se organizara un concurso donde el premio era una cena romántica con la reina del festival, es decir, Daisy. También había otras cosas que lo hacían pensar de ese modo. Della muchas veces había irrumpido en los ensayos de la banda y en las citas con Daisy para arrastrarlo a una de las aventuras que solía tener con el tío Scrooge.

—Donald y yo eramos muy unidos.

—¿Segura? Porque no recuerdo haberte visto cuando Donald estaba resfriado después de que Scrooge lo lanzara a un congelador de ovejas.

—¿Qué hay de ti? —le preguntó Della y se notabaa molesta —. Saliste tantas veces con Gladstone que creí que era tu novio y nunca tomabas en cuenta su opinión. Donald gastaba todo su dinero en llevarte a citas porque, al parecer, eres alérgica a los lugares baratos.

La llegada de April, May, June y Webby fue muy oportuna. No solo por romper con la tensión del momento sino porque traía buenas noticias.

—La cena está servida.

—¡Qué bueno! —celebró José —. ¡Muero de hambre!

No pasaría mucho tiempo antes de que José se enterara de que Daisy no había visitado Duckburg únicamente para saber que había sido de Donald, sino que también estaba allí por asuntos laborales. Daisy era la asistente personal de Madame Glamour, una de las críticas de moda más reconocidas y debía celebrar la fiesta en que darían a conocer "La lista", una lista tan importante que carecía de nombre.

—Me gustaría que vinieran conmigo a la fiesta —les dijo Daisy.

Panchito se sintió un tanto decaído. Tocar en esa fiesta era una gran oportunidad, pero no se sentía igual si Donald no estaba.

—Lo haremos —le dijo José —, Apuesto a que Donald va a querer regresar cuando sepa que somos famosos.

Panchito esperaba que su amigo tuviera razón.

Al principio la fiesta transcurrió con tranquilidad, demasiada para el gusto de los niños. April, May, June y Dewey se dedicaron a tomar fotografías de todo lo que veíany de hacer comentarios al respecto. Dewey era el más emocionado y quien no había dejado de hablar de ese evento desde que supo que estaba invitado.

—Espero que hayas captado mi mejor cara —comentó Panchito mientras posaba pata las fotografías que los niños tomaban.

—No prometo nada —fue la respuesta de May.

Panchito encontraba eso de lo más divertido. Mientras que en el grupo de los trillizos, Louie, el menor, era considerado como el hermano malvado, en el grupo de las trillizas, era May, la mediana, quien cargaba con ese cuestionable título.

—En mi caso no me preocupó —comentó José —, todos mis lados son buenos.

Panchito le dio la razón por ello. Recordaba que, poco antes de que él y José tuvieran que regresar a sus tierras natales, mitad asuntos legales, mitad nostalgia, él y Donald habían apostado que podían sacarle una mala fotografía. Al final José fue salió victorioso y tuvieron que comprarle una caja de puros.
Ver a José coquetear con las chicas fue algo que le molestó. No mucho, pero sí lo suficiente para decidir hacerse a un lado. Panchito sabía que no le gustaba que su amigo jugara con los sentimientos de las mujeres, pero también que ese no era el único motivo de su molestia. Panchito sabía que en algún momento, solo tenía una vaga idea de cuándo, se había enamorado de uno de sus mejores amigos.

—Pareces molesto —le dijo Louie.

—No sé si es porque te aburres tanto como nosotros o si te sientes celoso —agregó May.

—Daisy es una amiga —Panchito no pudo contener la risa. Luego agregó en un susurro —. ¿Les cuento un secreto? Daisy le da miedo.

—No hablábamos de Daisy.

—Sino del loro coqueto con el que está bailando.

Esas palabras hicieron que Panchito adoptara una expresión inusualmente seria. Mentalmente se preguntó si había sido demasiado obvio y la idea le aterró. No porque temiera que José lo supiera, sino por el temor de que lo supiera y que deliberadamente hubiera elegido ignorarlos. Panchito prefería ser rechazado antes que vivir con la incertidumbre.

—No creo que lo sepa —le dijo Louie.

—Concuerdo con Louie, probablemente ni siquiera sepa que le gustas.

—¿Eso es posible? —Panchito no creía que eso tuviera sentido. A él le gustaban los caballos, especialmente el señor Martinez y lo había sabido desde la primera vez que lo había montado. Dejarlo en México había sido doloroso y ese era uno de los motivos por los que no estaba fuera por mucho tiempo.

—Tratándose del amor sí, a veces es muy fácil confundir el amor con la amistad.

—A veces me asustan, niños, son muy maduros para su edad.

May y Louie intercambiaron miradas, ambos sonreían de forma maliciosa.

Los problemas comenzaron poco después de que dos de Los Tres Caballeros comenzaron a tocar. Habían ensayado para la ocasión, no tanto como creían necesario y seguían sintiéndose perdidos sin Donald. Solo pudieron terminar una canción y fueron interrumpidos por Falcon Graves. El guardaespaldas principal ordenó a todos sus subordinados que dieran el siguiente golpe.
Todos los invitados fueron inmovilizados con cuerdas, atados en parejas y los teléfonos fueron confiscados por lo que alertar a las autoridades no era posible.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Madame Glamour notablemente molesta.

—Pasa que ha habido un cambio de planes —le dijo Falcon mientras que le arrebataba su teléfono celular, el mismo que había estado usando para registrar todos los eventos de la fiesta.