Capítulo 14: Una trágica noticia


Donald se había asegurado de quitarse el traje de Paperinik antes de ingresar a la casa y de que nadie lo viera mientras lo hacía. Había sido una noche muy agitada, pero satisfactoria al poder obtener su tan ansiada venganza. Pete había sido malo con ellos, el gato había intentado sabotear la presentación de House of Mouse por lo que Pk había sido saboteado la construcción de su piscina.

Donald se dirigió a la habitación de los trillizos primero. No tenía preferencias y si entró allí primero era porque era la habitación más cercana. Grande fue su sorpresa cuando encontró la habitación vacía. Donald no quería desconfiar de Scrooge, pero le era difícil no hacerlo cuando no había ningún rastro de su sobrino. Quería pensar que sus sobrinos estaba en la habitación de su hijo y que solo estaba exagerando.

Donald corrió hasta la habitación de Dylan, también estaba vacía y sus temores aumentaron. El pato se apresuró en dirigirse a la habitación que compartía con Daisy, formulando mil teorías acerca del paradero de los patos desaparecidos. El resultado que obtuvo en esa ocasión fue diferente.
Scrooge estaba acostado en su cama, con Huey, Dewey, Louie y Dylan apoyados sobre él. Los cinco patos dormían plácidamente, envueltos con varias cobijas y rodeado de almohadas. Los cojines estaban colocados de forma que parecían formar un fuerte.

Donald se sintió conmovido por la vista y, tratando de no hacer ningún ruido, se dirigió su armario y buscó la cámara fotográfica. El pato sabía que a su tío no le gustaría que le tomaran fotografías en esa situación, pero no le importaba. Donald se aseguró de tomar muchas fotografías, las suficientes para llenar varios álbumes fotográficos.
Pasarían varios minutos, y cientos de fotografías, antes de que Donald decidiera terminar. El pato se dirigió a su armario y cambió su traje de marinero por una pijama. Donald consideró dormir en el sofá, pero al final descartó esa idea. La cama era grande y, estaba seguro, de que había espacio para todos.

Cuando Donald despertó, Scrooge y los niños seguían dormidos. Eso le pareció extraño, pues recordaba que su tío tenía muy malos hábitos de sueño y que raramente dormía más de tres horas al día. Una sonrisa se dibujó en su pico al pensar en lo agotado que su tío debía estar. Conocía a sus patitos y sabía lo traviesos que podían llegar a ser.

Donald se dirigió a la cocina y comenzó a preparar panqueques. Cocinar lo hizo sentirse un tanto nostálgico. Su abuela fue quien le enseñó a cocinar la mayoría de las recetas que conocía y los panqueques eran los que preparaba con mayor frecuencia. También eran la comida favorita de Della, ella solía pedirlos para el desayuno con mucha frecuencia.

—Te extraño, Della —susurró Donald, pensar en el pasado era doloroso, incluso a pesar del tiempo transcurrido —. ¿Por qué tenías que ser tan impulsiva? ¿Por qué pusiste la aventura sobre la familia?

El sonido del teléfono sacó a Donald de sus pensamientos. Una sonrisa apareció en su rostro al ver que se trataba de Daisy. Apagó la cocina, pues deseaba enfocarse solo en esa llamada. Su esposa se encontraba de viaje en Italia, cubriendo un evento de deportes extremos. Los dos trabajaban en House of Mouse, pero Daisy amaba ser reportera por lo que había decidido tener ambos trabajos.

—¿Todo está bien?

Donald no le contó a Daisy sobre el incidente que tuvo con Pete, menos lo que hizo como Paperinik, pero sí le contó lo que había visto al llegar a su casa y de las muchas fotografías que había tomado.

—Te dijo que tío Scrooge tiene corazón. Podrá ser un viejo avaricioso y tacaño, pero ama a sus sobrino-nietos.
Donald pudo sentir algo de reproche en esas palabras y sabía a qué se refería Daisy. Él había estado tan enojado con su tío que lo había alejado de su familia y lo habría hecho por mucho tiempo más de no ser por la intervención de Elvira y Daisy.

—¿Qué hay de ti? Debes estar divirtiéndote mucho en Italia.

—Lo hago, pero extraño a mis patitos. El acto de apertura fue maravilloso. Hubo un desfile, todos los participantes prepararon un acto especial, no sabría elegir cuál fue mi favorito, si los malabares en zancos o la caminata en contra de la violencia machista.

—Debe ser muy divertido.

—Y eso no es lo mejor de todo. Flint Steel está aquí y estoy dispuesta a todo con tal de poder entrevistarlo. Es una oportunidad única ¡Podré convertirme en la mejor reportera del mundo!

Donald y Daisy conversaron por varios minutos, pero no tanto tiempo como les hubiera gustado. Scrooge ingresó a la cocina, llevando a los patitos dentro del cochecito y con mucha hambre.

—¿Ya está el desayuno?

—En unos minutos.

—Pues date prisa, que debo volver a la bóveda cuanto antes.

—Puedes irte ahora, solo te pedí que cuidaras de los niños ayer.

—Lo menos que puedes hacer es invitarme a desayunar.

—Quejarte no hará que el desayuno esté antes.

Donald no retomó la preparación de los panqueques. En lugar de eso se dedicó a preparar el desayuno de Dylan. El menor de los patitos estaba comenzando a comer, pero solo podía comer comidas ligeras y puré. El pato ignoró el momento en que su tío tomado los panqueques que había preparado antes de la llamada de Daisy.

—¡Ese es mi desayuno! —se quejó Donald en cuanto vio a su tío desayunado.

—Los niños tienen hambre.

Donald no tuvo más opción que callar y seguir alimentando a los patitos. Los cuatro niños tenían mucha hambre y comenzaban a llorar si los descuidaba por mucho tiempo.

Scrooge no se quedó por mucho tiempo, pero regresó a la hora de la cena. Donald sabía que tendría que lidiar con las visitas de su tío con frecuencia desde que se había convertido en socio de House of Mouse, pero no creyó que se invitara a cenar todas las noches.

Ese fue un día muy ocupado para Donald. Pasó toda la mañana encargándose de los quehaceres de la casa y de algunas reparaciones de Villa Rosa. Goofy le había dicho que Peg había logrado alquilar algunos departamentos por lo que debía asegurarse de que estuvieran presentables.

Donald recibió la visita de sus amigos mientras que preparaba el almuerzo. Ellos le habían prometido ayudarlo con las reparaciones de Villa Rosa y Donald les había dicho que acudieran temprano.

—¿Pueden ayudarme por aquí? —les dijo Donald a modo de saludo. Su aspecto desarreglado y expresión denotaban lo estresado que se encontraba.

Minnie y Goofy se encargaron de alimentar a los más pequeños mientras que Mickey y Clarabelle se encargaban de servir la mesa. Horace y Clara se encargarían de la limpieza en cuanto terminaran de comer.

—¿Puedo comer con los adultos? —preguntó Max. Estaba molesto, pero era difícil tomarlo en serio cuando su puchero lo hacía ver tan adorable.

—No, la mesa es demasiado grande para ti —respondió Donald.

Esas palabras hicieron que la molestia de Max aumentara. Era el mayor, eso era cierto, pero la diferencia de edad no era demasiado grande y Donald estaba en lo cierto al decir que no alcanzaba la mesa. La última vez que lo intentó, sus pies quedaron colgando y terminó cubierto de comida.

—Ve a bañarte antes de comer —Minnie fue muy poco sutil cuando empujó a Donald y lo sacó del comedor.

—Lo que Goofy quiso decir —interrumpió Goofy —, es que al ser mayor te toca cuidar de los más pequeños —luego agregó en un susurro —. Además en poco tiempo serás más alto que Donald.

Max se rió al escuchar esas palabras. Entonces también habló en un susurro.

—¿Entonces cambiaremos de lugar y será él quien se siente en la mesa de los niños?

Goofy no respondió, al menos no con palabras. Utilizó su dedo índice para golpear la frente de su hijo, provocando que sus risas aumentaran.

Donald regresó poco después, pero tuvo que retirarse casi de inmediato. Sus sobrinos, los tres, lo recibieron con un proyectil de comida. Su rostro quedó manchado por lo que tuvo que tomar otro baño.

—¡Mi comida no se toca! —gritó Donald mientras que se retiraba los restos de comida de su pico.

Sus amigos se mostraron confundidos y es que ninguno había intentado robarle su comida, en ese momento o en el pasado. De todos ellos, Gladstone, Scrooge y Fethry eran los únicos que acostumbraban a robar la comida de Donald.

Cuando Donald regresó, tenía una toalla sobre su cabeza y su ropa estaba algo mojada. Donald corrió hasta sentarse en la mesa y prácticamente devoró su comida. Solo se detuvo cuando escuchó varias risas, provenientes de los pequeños e incluso de los adultos. Donald intentó excusarse, mas nadie entendió ninguna de sus excusas.

Goofy no participó en las restauraciones de la casa. Si bien era cierto que Donald quería que estuviera lejos de cualquier cosa que pudiera resultar mediamente peligrosa o que pudiera romperse con facilidad, también lo era que Goofy era un padre asombroso y que tenía un don para cuidar de los niños. Huey, Dewey, Louie, Dylan y Max lo adoraban.

—Ten cuidado con el martillo —le advirtió Mickey.

Pero sus consejos fueron ignorados. Donald perdió el martillo mientras reparaba unas goteras y este terminó dando en una de las ventanas. La reacción de Donald no se hizo de esperar. El pato inició una de sus muy conocidas rabietas y destruyó lo poco que quedaba de la ventana. El marco fue doblado de tantas formas que era imposible repararlo y el vidrio se rompió en muchos pedazos, minúsculos trozos que se esparcieron por doquier.

—¡Donald! —le reprochó Minnie —. Trata de controlar tu temperamento.

—Eso hago —respondió Donald, muy tenso.

Los intentos de Donald fueron en vano. No solo no logró controlar su temperamento sino que también terminó cubriendo el piso y a sí mismo de pintura. Esa clase de incidentes se repitieron durante todo el día y provocaron muchos retrasos.

A lo lejos, Huey, Dewey, Louie, Dylan y Max se reían a carcajadas. Los pequeños encontraba sumamente divertida la reacción del pato mayor. Al principio eso fue lindo, los niños se veían felices, luego se volvió un tanto problemático. Los menores se acercaban al lugar de las reparaciones para ver qué era lo que pasaba y, a menudo, ocasionaban más problemas, especialmente a Donald.

Todos ellos vivían en Villa Rosa por lo que desplazarse no era algo que tomaría mucho tiempo, sin embargo todos estaban cansados y nadie quiso dejar la casa de Donald y Daisy. Huey, Dewey, Louie, Dylan y Max fueron los primeros en quedarse dormidos, pero los adultos no tardarían en imitarlos.

—¿Sopa instantánea? —se quejó Scrooge. Era de noche y él había llegado, tal y como acostumbraba a hacer.

—Estamos agotados —respondió Donald y era cierto. Estaba tan cansado que no tenía siquiera fuerzas para discutir con su tío —. Solo come y cállate.

—Ten cuidado con la forma en que me hablas —Scrooge utilizó su bastón para golpear la cabeza de Donald. No obstante obedeció.

—Los niños duermen —les advirtió Goofy. No se veía molesto, pero sí inusualmente serio.

El pato más rico del mundo se dirigió a la cocina y regresó con una gran cantidad de comida. Pan, fruta, queso, mermelada, jugo de frutas y todo aquello que no necesitaba de preparación. Luego se dirigió a su asiento y comenzó a comer.

Donald consideró reclamarle e incluso quitarle la comida, sin embargo no hizo nada. No tenía fuerzas para discutir o para pensar en insultos. Donald solo quería comer y dormir, algo que no podría hacer si los niños despertaban.

—Vi las remodelaciones que hicieron —comentó Scrooge —. ¿Han considerado en crear un área común? Una piscina le daría un valor adicional a la propiedad, además podrían usarla para reuniones y como la mayoría son amigos, también serviría para fiestas.

—Es una idea maravillosa —Mickey fue el primero en mostrar apoyo. Habría sido más efusivo de no ser porque cinco pequeños dormían la siesta.

—Puedo convertirme en socio —continuó hablando Scrooge —, desde luego solo pido un diez por ciento de las ganancias.

—Hablaremos de eso cuando regrese Daisy —fue la respuesta de Donald. No planeaba volver a hablar del tema, pero conocía a su tío y quería evitar problemas.

Scrooge tampoco se marchó. Utilizó el teléfono de Donald para hacer varias llamadasy concretar varios negocios. Él se encontraba trazando un plan de acción cuando recibió una llamada muy importante.

—Donald —llamó a su sobrino —, te buscan y parece ser algo urgente.

Scrooge estaba en lo correcto al asumir que se trataba de algo urgente, pero ni siquiera él sospechaba la gravedad de la situación.

—Debo irme de inmediato —comentó Donald, incapaz de creer que había escuchado bien —. Cuida de los niños.

Normalmente Scrooge se habría negado o habría tenido alguna respuesta mordaz, mas en esa ocasión no dijo nada y es que había notado preocupación en la voz de su sobrino.
El pato mayor se dirigió a la habitación de los menores y se dedicó a revisar varios contratos hasta que uno de ellos comenzó a llorar.

—Vine en cuanto pude ¿Cómo están Donna y las niñas?

La trabajadora social calló por unos segundos. Ella había sido quien lo había llamado y pedido que acudiera al hospital cuanto antes.

—El estado de Donna es delicado, es todo lo que puedo decir. Las trillizas están bien, la peor parte se la llevó la parte en que viajaba la madre.

—¿Qué será de ellas?

—Hay dos opciones, la primera es que se queden con su pariente más cercano hasta que la madre esté en condiciones o en un orfanato ¿Estaría dispuesto a hacerse cargo de ellas?

Donald sabía que ser padre era una gran responsabilidad. Tenía un hijo y había cuidado de sus sobrinos inclusive desde antes que rompieran el cascarón. Él era un hombre ocupado, con muchas responsabilidades y poco tiempo, pero sabía que esas niñas lo necesitaban y eso era todo lo que necesitaba saber.

—Lo estoy ¿Me permiten unos instantes para hablar con Daisy?

—Ve al pasillo, estarás más cómodo.

Donald obedeció y llamó a su esposa de inmediato. No sabía cómo afectaría la diferencia de horario, pero sí que Daisy merecía saber de la situación de su hermana y de la decisión que había tomado. La conocía lo suficiente para saber que no le perdonaría el que la dejara al margen de la situación y que ella también estaría de acuerdo en cuidar de las trillizas todo el tiempo que fuera necesario.

—¿Qué pasó con Donna?

—Tuvo un accidente de tránsito, un conductor borracho. Ella está en coma, pero April, May y June están bien. La trabajadora social me dijo que sus heridas son superficiales y que podré llevarlas a casa de inmediato.

Daisy calló por unos instantes. No le molestaba el que Donald tomara una decisión tan importante sin consultarle, pero sí le preocupaba el estado de sus sobrinas y el de su hermana.

—Regresaré de inmediato.

—Puedo cuidar de los niños hasta que regreses. No quisiera que te metieras en problemas.

—Habrán más oportunidades como esta, pero ahora mi familia me necesita.

Donald no intentó hacer nada para que Daisy cambiara de opinión. Era consciente de que Daisy se estaba perdiendo de una oportunidad única, pero también que ella nunca podría perdonarse el no estar allí en un momento tan crucial. En lugar de eso le hizo una promesa a su esposa.