Capítulo 15: Ataque mortífago
Emily le había dicho que no debía usar la alquimia para quitar una vida, pero eso no detuvo a Harry. Él había usado las llamas para convertir a un mortífago en cenizas y no se sentía culpable. Los gritos de ese hombre eran horribles, desgarradores, el olor que desprendía no era mucho mejor, era el peor olor que Harry había percibido en su vida, pero todo eso era acallado cuando pensaba en lo que habían hecho los mortífagos.
Harry no conocía al mortífago al que había asesinado, pero sí era consciente de lo que habían hecho los seguidores de Voldemort. Bellatrix solía torturarlo con los crímenes que cometieron y solía ser muy detallista con esas historias. Ella le contó sobre todas las torturas que emplearon y de la gente que habían capturado, pero eso no era lo que más le molestaba. Emily le había hablado sobre el proceso para elaborar una piedra filosofal y sabía que Voldemort estaba dispuesto a sacrificar varios poblados muggles con tal de convertirse en un dios, que no se detendría ante nada si era necesario para ser inmortal.
Él había tenido visiones en las que era testigo de las cacerías que sufrían aquellos que Voldemort y sus seguidores consideraban indignos, experimentado en carne propia esas mismas persecuciones. No podía sentir piedad ni misericordia por alguien que era capaz de realizar actos tan crueles.
Harry no sintió ningún remordimiento y si llegó a lamentar algo fue su incapacidad para conjurar algún hechizo. En el pasado Bellatrix le había dicho que el motivo por el que había fracasado en su intento por atacarla con la maldición Cruciatus era porque le faltaba odio. En ese momento sentía que lo único que lo detenía era su bloqueo mágico. Odiaba a todos, incluso a aquellos que ni siquiera conocía.
"Ellos no son humanos", pensó con amargura.
—Harry, no —le dijo Neville y su voz no solo delataba tristeza, también contenía miedo.
Harry se sintió molesto al escuchar esas palabras. Le enfermaba la piedad que su ex compañero de clases mostraba por todos, incluyendo a sus enemigos. Harry era consciente de que Neville conocía la guerra. Sus padres habían perdido la cordura cuando él era solo un bebé y él había estado luchando durante años, pero eso no hacía que pudiera entenderlo.
Ni siquiera podía entender por qué tenía miedo. Ellos no eran humanos, matarlos no era un acto de crueldad, sino algo necesario, o al menos eso era lo que Harry pensaba.
Harry avivó las llamas y los gritos de dolor se hicieron más grandes. La visión era grotesca y retorcida, pero él no se conmovió al ver como los cuerpos eran consumidos por las llamas.
—Es la única forma —respondió —. Son ellos o nosotros, ninguno podrá vivir a no ser que el otro muera.
—Las cosas no tienen que ser así.
Harry podía entender cómo se sentía Neville, sabía que él quería mantener el legado de Dumbledore al igual que los demás miembros de la Orden del Fénix, pero no lo justificaba. Todo en lo que podía pensar era que cada vez que dejaba vivir a un mortífago, le estaba dando la oportunidad de continuar con su destrucción y que eso lo hacía tan malo como ellos.
—Tú haz las cosas a tu modo y yo las haré al mío. Soy el elegido y el único que puede acabar con esto.
La discusión terminó en ese momento. Un mortífago aprovechó para atacar a Harry. Él no pudo escuchar el nombre del maleficio, pero el dolor que sentía era suficiente para reconocerlo. Solo había una maldición que provocaba esa clase de sufrimiento y Harry le había dado el sentimiento necesario para conjurarlo cuando asesinó a la persona que más quería.
—Expelliarmus.
Neville lo salvó. El mago no solo logró desarmar al mortífago sino que también lo dejó inconsciente al chocar contra un árbol. Luego de eso lo ató, consciente de que se convertiría en un peligro cuando despertara.
—No lo hagas —le dijo a Harry y su voz era amenazante.
Harry bufó por lo bajo.
—Tu compasión no va a traernos nada bueno.
—Te equivocas, es el odio lo que nos destruye por dentro.
—¡No es tiempo para discutir! —les regañó Ginny. Tal era la dureza de su voz que nadie se animó a desafiarla.
Harry había esperado que Ginny lo apoyara, no por la relación que tuvieron en el pasado, sino por la forma en que luchaba. Ella era agresiva y tenía la certeza de que todos sus ataques eran letales. Motivos no le faltaban para querer destruirlos y acabar con ellos de la manera más dolorosa posible. Sin embargo no era así y Harry podía notarlo por la forma en que combatía. Las flechas que lanzaba no buscaban destruir, pero sí detener. Ginny no asesinaba, ella se resistía.
Pasaría un largo tiempo antes de que la batalla terminara. Los mortífagos no pudieron pedir refuerzos, los magos y los muggles de la resistencia se lo impidieron, pero eso no hizo que fueran fáciles de vencer. Todos ellos eran expertos en batalla y muchos llevaron a sus esclavas.
—¡Lo hicimos! —celebró Tonks —. ¡Hemos recuperado otro pueblo!
Todos los integrantes de la Orden del Fénix y los aldeanos se unieron a ella. Harry también quería celebrar, pero no podía. Sí, admitía que habían ganado una batalla, pero la guerra continuaba. Voldemort seguía con vida y los mortífagos seguían libres, seguían teniendo el poder necesario para controlar otros poblados y asesinando a todos aquellos que les opusieran.
—Esto no ha terminado —comentó con molestia —. Y no terminará hasta que descubra cuál es el poder del que habla la profecía.
Harry había pensado en la alquimia. Voldemort era un mago así que se dijo que podría repudiarla, pero luego recordó los símbolos que habían sellado y el hecho de que estaba usando la alquimia para construir la piedra filosofal. Debía haber algo más, pero no sabía que era y eso le molestaba.
—¡Harry! —lo llamó Luna y eso lo tomó por sorpresa.
Él quería irse, seguir con su entrenamiento e investigar sobre cómo recuperar su magia. Natasha le había dicho que continuaría investigando su bloqueo así que quería preguntarle si había tenido un avance. Lo único que no quería era quedarse allí. Odiaba que todos pensaran que había algo que celebrar cuando para él era evidente que nada había terminado.
—¿Qué quieres? —preguntó con más rudeza de la necesaria.
—Sígueme, te lo explicaré después.
